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Algunas consideraciones sobre las etapas iniciales de la vida humana

Justo Aznar

 

En todo el mundo occidental, las situaciones en las que la vida humana, especialmente la vida naciente, está comprometida son tan frecuentes, que ha hecho que casi las consideremos habituales. Por ello, el debate ético que estas situaciones suscitaban hace unos años, parece, en el momento actual, como adormecido, como si esa cotidianeidad de lo execrable hubiera dado carta de legitimidad ética a prácticas, que por ir dirigidas expresamente contra la vida humana merecen ser directa y constantemente condenadas. Especialmente ello parece afectar al aborto, que a fuer de darse entre nosotros, está favoreciendo un clima social, que si no tiende a admitirlo explícitamente, si al menos a oscurecer su valoración moral, colocándolo en ese desván de cosas reprobables que ya no suscitan la repulsa social que su propia carga ética negativa merecen. Por ello, hay que seguir reflexionando sobre el valor de la vida humana, y más especialmente de la vida humana naciente.

En este sentido hay que ser conscientes de que existe una amplia campaña para tratar de minimizar el valor de la vida humana en sus etapas más iniciales, lo que va fundamentalmente dirigido a limpiar de impedimentos éticos la posible manipulación de esas vidas humanas en sus primeras horas o días. De esta forma, al quitarle valor ontológico a esa vida humana que empieza, se permite manipularla sin que de ello se derive ninguna dificultad ética. Un ejemplo. Para tratar de evitar el juicio ético negativo que la utilización de la píldora abortiva merece, la prestigiosa revista médica The New England Journal of Medicine (327;1088,1992) ironizaba sobre el valor de las vidas humanas que se pierden con la utilización de la RU-486, afirmando: "algunos arguyen, incorrectamente, que el embarazo empieza con la fertilización, por lo que si la mifepristona (RU-486), actúa previniendo la implantación del concebido, será un fármaco abortivo. El embarazo comienza, sin embargo –se afirma en dicho artículo- cuando la implantación empieza, a los cinco o seis días después de la fertilización y se completa ocho días después. Cuando un óvulo humano es fertilizado in vitro, no se puede decir que la mujer esté embarazada hasta que el embrión se haya implantado definitivamente en el útero de la mujer que lo recibe. Lo mismo se puede afirmar en relación con la fertilización natural. Por lo que, ya que la acción contraceptiva de la mifepristona ocurre antes de la implantación, no se puede decir que sea un fármaco abortivo". Y con ello salvan todo el bagaje ético negativo que acompaña a la utilización de la píldora RU-486. Realmente es incuestionable la manipulación de la verdad científica realizada por una revista médica de tan notable prestigio, con la única finalidad de tergiversar la realidad ética sobre la utilización de la RU-486.

Solo dos consideraciones. Primera, es verdad que el embarazo empieza cuando la implantación del embrión se consolida, unos ocho días después de la fertilización del óvulo. Pero también es verdad que la vida humana no empieza con el embarazo, la vida humana empieza aproximadamente, ocho días antes, con la fertilización. El embarazo es una etapa de la vida humana, no determina su inicio. Por tanto, cualquier interrupción de esa vida incipiente es un aborto. Segunda consideración, está aún, si cabe, científicamente menos ajustada a la realidad. La RU-486 no solamente actúa impidiendo la implantación del embrión en la placenta, sino también favoreciendo su desimplantación, es decir interrumpiendo el embarazo una vez que la anidación del embrión en el útero se ha producido. Esto está científicamente demostrado. Basta recordar que la píldora es eficaz, hasta 49 días después de la última regla, por lo que su acción abortiva, microabortiva si se quiere, es indudable.

También recientemente se ha publicado una declaración de la presidente de la Sociedad Española de Contracepción, Francisca Martínez (Interviú 19-25 febrero,2001, nº 1295,pag.10), con motivo de la polémica sobre la denominada píldora del día siguiente, afirmando: "estas píldoras no son abortivas. Su mecanismo de acción impide o retrasa la ovulación, e impide la implantación del embrión en el útero, por lo que actuarían antes de que se produjera el embarazo". Al igual que el artículo anteriormente comentado, la Dra. Martínez equipara inicio de la vida a inicio del embarazo, circunstancia carente de toda base científica.

Manifestaciones parecidas a éstas se repiten machaconamente para tratar de minimizar, de hacer olvidar si es posible, que esa vida humana de escasos días, la del embrión preimplantado, es la vida de un ser biológico de nuestra especie y por tanto una vida humana, vida que encierra en si misma toda la dignidad del ser humano adulto y que por tanto debe ser respetada y protegida en cualquier circunstancia.

Otra actitud dirigida a minimizar el valor ontológico de la vida naciente, es el oscurecimiento semántico de la realidad científica sobre esa vida, promoviendo campañas que tratan de introducir una estudiada ambigüedad del lenguaje para definir a esa vida naciente o catalogar acciones que puedan desarrollarse sobre la misma, y que en principio pudieran merecer una valoración ética negativa. El primer paso en ese oscurecimiento semántico se dio en 1987 cuando la Comisión Warnock acuñó el término de preembrión para designar al embrión humano preimplantado. Es éste, un término absolutamente convencional, pues en cuanto a su realidad biológica se refiere, no existe ninguna diferencia entre un embrión de 14 días y otro de 16, es decir dos días antes o después de la implantación. En esta misma línea, también se trata de oscurecer el significado ético del aborto por la vía de la manipulación semántica al denominarlo "interrupción voluntaria del embarazo"; pero recientemente, aún se ha querido dar otro paso más, al definirlo como "interrupción médica del embarazo" (BMJ 317;1452,1998). La palabra médica, parece adjudicar exclusivamente la responsabilidad de terminar con una vida humana al personal sanitario y de paso teñir este acto con una carga de cientifismo, que lo exculpe de cualquier valoración ética o responsabilidad moral para la persona que lo realiza.

Lo mismo está pasando con la clonación. Como tal, esta práctica médica merece un rechazo general, sin embargo, y a la vista de la posibilidad de utilizarla para la obtención de tejidos para trasplantes, se ha introducido una variante de la misma, la "clonación terapéutica", que a diferencia de la "clonación reproductiva", que debería seguir siendo reprobada, podría ser éticamente admitida, o al menos convendría empezar a discutir su eticidad. Pero por si acaso esto fuera poco, esta clonación terapéutica, podría empezar a denominarse "transferencia genética de células somáticas", con lo que el fondo científico de lo que significa quedaría todavía más oscurecido y su valoración ética más dificultada.

Pero recientemente, y con motivo de las "Recomendaciones del Grupo de Expertos del Reino Unido sobre la Clonación Terapéutica" al gobierno británico para que permitiera en aquel país la clonación terapéutica realizada en los últimos meses del pasado año, se da un paso más para desdibujar semánticamente la naturaleza del embrión humano. Así en el punto tercero de este informe, se afirma: "Las personas cuyos óvulos o espermatozoides estén implicados en la creación del embrión destinado a experimentación deberán prestar su consentimiento firmado por escrito, autorizando a que se utilicen los hemocistoblastos con propósito investigador". Como se comprueba, al embrión preimplantado se le denomina hemocistoblasto, lo que en realidad no es ni más ni menos que el calificativo que un embrión en esas etapas embrionarias iniciales, cuando tiene alrededor de 12 células, merece; pero sin duda para gran parte de la ciudadania, no es lo mismo actuar sobre un embrión humano que sobre un hemocistoblasto. La actuación sobre aquel puede plantear importantes dilemas éticos, sobre el hemocistoblasto no parece que existe dificultad alguna, por la sencilla razón de que no se sabe bien sobre quien se actúa, y por supuesto se está muy lejos de pensar que se está actuando sobre un ser humano vivo.

¿Y por qué estas campañas orientadas a quitar valor a los primeros días de la vida humana?. Por que ello permitiría, entre otras cosas, y sin riesgo ético: a) favorecer la experimentación con embriones, b) utilizar células embrionarias para el cultivo de tejidos, c) impulsar la "clonación-terapeútica", d) solucionar el gravísimo problema ético de los miles de embriones humanos congelados, como consecuencia de la fecundación in vitro y posibilitar su utilización experimental, e) favorecer la utilización de medios contraceptivos de acción antiimplantatoria, como especialmente es el dispositivo intrauterino (DIU), f) introducir el uso de la contracepción de emergencia (la píldora del día siguiente) y g) finalmente utilizar la píldora RU-486, tanto para inducir el aborto, o como técnica contraceptiva con fines de control de la natalidad.

Todas estas razones hacen que la lucha contra el embrión humano de pocos días y contra su derecho a la vida sea cada vez mayor, intentando desposeerlo de todo su valor ontológico, de toda la dignidad que como ser de nuestra especie, por derecho propio, le corresponde, posibilitando así manipularlo, cuando no exterminarlo, de acuerdo a intereses, muchas veces adornados de fines humanitarios o científicos, pero siempre muy distantes del propio bien del embrión.

 

Publicado en Provida Press