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Sobre el humanismo
Por Rafel Alvira

 

 

EL HUMANISMO persigue acercar al hombre a su perfección posible. Busca, por ello, desde el punto de vista dimensional, abrirle a una cierta totalidad (lo "horizontal") y a un cierto absoluto (lo "vertical"). Se trata de desarrollar la figura de un hombre de saber universal, que vea con claridad; y de dominio de sí mismo, que sepa obrar con seguridad.

 

 

Ese ideal de integralidad objetiva e integridad subjetiva, de superabundancia enriquecedora de sí mismo y de los demás, es el ideal humanista. Por eso, el humanista es también por excelencia el hombre cultivado y civilizado y encarna de modo egregio la unidad profunda de ser culto y societario. Sólo el que se cultiva de modo adecuado, construye sociedad.
El desarrollo armónico y universal de lo corporal, lo sensorial, la inteligencia y la voluntad, del saber teórico, práctico y técnico, le dotan de una identidad muy rica, con equilibrio, visión y amor por la realidad. El humanista conoce lo particular y lo universal y trata de hacer transparecer lo uno en lo otro: eleva lo particular; encarna y concreta lo universal. Busca también el enriquecimiento mutuo entre unas particularidades y otras.
El ideal humanista -pues es un ideal, o sea, algo irrealizable en su perfección total- cuando se intenta llevar a la práctica trae generalmente grandes resultados: hace a las personas equilibradas, abiertas, atentas, agradecidas, creativas. Supera las torpezas de la estrechez y pequeñez de espíritu, de la cerrazón, de la falta de atención, de la rudeza, de la incomprensión.

¿No es el ideal humanista tan imposible que incluso deberíamos abstenernos de plantearlo? Una primera respuesta está ya apuntada: las personas que se lo han propuesto, han sido, en mayor o menor medida, excelentes en su vida y benefactores en sociedad.

Se puede añadir: el humanismo abre a la totalidad y, en consecuencia, introduce en un saber fundamental para la vida: saber lo que no sé. El humanista tiene una formación básica en todos los saberes principales, y, en consecuencia, conoce sus limitaciones y sabe cómo y a quién pedir consejo.
Desde este punto de vista, la formación humanista no se da sólo en las llamadas disciplinas humanísticas, sino que el humanismo está en la formación global.

¿Qué aportan las disciplinas humanísticas al ideal humanista? La introducción en los radicales básicos de la vida humana, personal y social. Esos radicales son: lo verdadero, lo bello y lo bueno, el espacio humano y el tiempo humano.
Las disciplinas humanísticas buscan aficionar y desarrollar hábitos de captar lo verdadero, apreciar lo bello y encarnar lo bueno, mediante la presentación adecuada de contenidos y ejemplos fundamentales. Buscan lo mismo en lo que respecta a la orientación en el espacio y en el tiempo humanos.

La Filosofía enseña a buscar el qué, el por qué, el cómo y el sentido de la realidad; el arte enseña a apreciar y comprender la belleza; doctrina social y religión enseñan los caminos del bien; la literatura enseña la síntesis de la belleza y el bien; la poesía la síntesis de la verdad y la belleza; la ética la síntesis de verdad y bien.
La historiografía enseña a incorporar el pasado adecuadamente, a ser prudentes; la geografia a orientarnos en el espacio y a saber ordenarlo humanamente.

La enseñanza de las lenguas nos facilita la apertura a los mundos culturales -los más propios, los más cercanos y más los antiguos, que son muestras raíces y modelos- y nos hace apreciar la importancia y la trascendencia personal y social de cuidar esos instrumentos básicos de todo enriquecimiento y toda comunicación humanas.

Una persona que ha adquirido los hábitos y los contenidos fundamentales de esas cinco grandes áreas está en disposición de tener una personalidad armónica y de ser un ciudadano constructivo.

La formación humanística es la clave del buen funcionamiento de la sociedad. Enseña a conocer y amar lo propio y lo de los demás, a comunicarse y enriquecerse interiormente.

Los estudios humanísticos deberían infundir el conocimiento y aprecio mutuo, y configurar la unidad en el respeto de la diversidad.

Así como la falta de una enseñanza secundaria humanística limita mucho la riqueza de una personalidad joven, la falta de profundización y de hábitos en el ámbito humanístico empobrece grandemente la capacidad directiva. Un directivo no humanista no construye sociedad.


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El autor es catedrático de Filosofía. Esta nota se escribió como contribución del autor al Grupo de Trabajo para el Estudio de las Humanidades en España (Conferencia de Educación, 1998).