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La opinión pública:
la espiral del silencio

Por Alberto Tarifa


Este artículo está basado en algunas de las tesis de La espiral del silencio. Opinión pública: nuestra piel social (The Spiral of Silence. Public Opinion - Our Social Skin) de Elisabeth Noelle-Neumann (Paidós. Barcelona. 1995). Pretende dar algunas claves de porqué el autor defiende que para influir en la sociedad, hay que configurar la opinión pública, y hacerlo a través de los medios de comunicación social.

 

Existen muchas definiciones de opinión pública. Se trata de un concepto tan discutido como real es el fenómeno al que se refiere. Me gusta particularmente cómo la definió el Papa Juan Pablo II, en un Mensaje de 1986, porque comprende todos los aspectos importantes:
Qué es: "La opinión pública consiste en el modo común y colectivo de pensar y de sentir de un grupo social más o menos vasto en determinadas circunstancias de tiempo y de lugar. Indica lo que la gente piensa comúnmente sobre un tema, un acontecimiento, un problema de cierto relieve".
Cómo se forma: "La opinión pública se forma por el hecho de que un gran número de personas hace propio, considerándolo verdadero y justo, lo que algunas personas y algunos grupos, que gozan de especial autoridad cultural, científica o moral, piensan y dicen. Lo cual muestra la grave responsabilidad de aquellos que por su cultura y su prestigio forman la opinión pública o influyen en alguna medida en su formación".
Cómo influye: "Hay que poner de relieve, al respecto, que la opinión pública tiene una gran influencia en la manera de pensar, de sentir y de actuar de aquellos que -o por su joven edad o por falta de cultura- no son capaces de formular un juicio crítico. De este modo son muchos los que piensan y actúan según la opinión común sin que estén en condiciones de sustraerse a su presión. Hay que poner también de relieve que la opinión pública influye fuertemente en la formación de las leyes".
Vamos ahora a desarrollar algunos aspectos de interés. Noelle-Neumann cuenta cómo en 1965 las encuestas previas a las elecciones generales alemanas dieron un vuelco en el último momento. Los dos partidos importantes estaban hasta entonces muy igualados en intención de voto; pero tres días antes del de la votación uno de ellos -el cristianodemócrata en este caso-, empezó a destacarse claramente, hasta ganar las elecciones con holgura. ¿Qué había pasado? Se había tenido en cuenta la pregunta ¿a quien piensa votar?; pero no ésta otra: ¿quién piensa que va a ganar? Esta expectativa nos lleva al meollo de la cuestión: la espiral del silencio.
La espiral del silencio podría explicarse como el proceso por el cual una mayoría se inhibe y calla ante los que expresan abiertamente y defienden confiadamente una opinión minoritaria -porque están convencidos de que es adecuada y piensan que acabará siendo aceptada por todos-, haciendo que ésta parezca más fuerte de lo que realmente es, hasta llegar a ser dominante.
Para Noelle-Neumann, la esencia de la opinión pública reside en que existe un proceso por el cual sociedades y grupos luchan por mantenerse cohesionados. No conocemos mucho sobre ese proceso, pero su clave parece estar en que la gente tiene un miedo natural al aislamiento. Por eso, el hombre se esfuerza indistintamente por estar bien visto dentro de la sociedad para evitar las enemistades y el encerramiento. La amenaza de soledad surge cuando hay una controversia sobre valores. Los sondeos de opinión muestran que en áreas donde los valores están cambiando, los miembros de una sociedad observan al resto de la comunidad muy atentamente. Aun los más pequeños cambios son percibidos colectivamente por todos los grupos de población. Por eso, cuando una actitud importante relativa a los valores cambia tan sólo en un 3 ó 4% (fenómeno marginal), esto es percibido por la población y reflejado en cambios del 10 ó 20% dentro de nuestro clima de opinión (es decir, lo que se expresa en respuestas a la pregunta periodística de "¿qué es lo que la mayoría de la gente piensa sobre...?").
Es lo que se llama efecto del carro ganador. Consiste, más que en el deseo de apuntarse al bando vencedor, en el miedo al aislamiento, verdadero motor de la espiral del silencio: si no se quiere compartir públicamente una opinión aparentemente aceptada por todos, al menos se puede permanecer en silencio, como segunda mejor opción para seguir siendo tolerado por los demás. La tesis es, pues, que la gente trata de evitar el aislamiento en áreas controvertidas. En tales áreas, aquellos que tienen la impresión, cuando observan el ambiente social, de que sus opiniones y valores cada vez obtienen más apoyo, se sienten confirmados. Estos no temen el aislamiento, expresan sus opiniones ante un público desconocido, y siempre actúan y hablan con seguridad. Por el contrario, aquellos que piensan que sus puntos de vista están perdiendo terreno, se vuelven más recelosos y caen en el silencio. Debido a que los primeros expresan sus puntos de vista y los segundos se mantienen en silencio, se crea una influencia sobre la forma en que el público percibe la situación. El primer grupo parece tener más apoyo del que realmente tiene, mientras que el segundo parece tener menos. Es decir, la "espiral" empuja a más gente a expresar la opinión de los que parecen más fuertes, mientras que los que están al otro lado se desaniman y terminan por querer cambiar su opinión.
Es un fenómeno conocido desde antiguo; aunque no se supiera cómo funcionaba. Veamos el caso de la Iglesia en Francia a mediados del XVIII. Según Alexis de Tocqueville (Historia de la Revolución francesa, 1856), el silencio de la Iglesia católica francesa fue un factor de primera importancia: "Los que seguían creyendo en las doctrinas de la Iglesia tenían miedo de quedarse solos con su fidelidad y, temiendo más la soledad que el error, declaraban compartir las opiniones de la mayoría. De modo que lo que era sólo la opinión de una parte de la nación llegó a ser considerado como la voluntad de todos y a parecer, por tanto, irresistible, incluso a los que habían contribuido a darle esa falsa apariencia".
¿Qué podemos concluir? Que la opinión pública, más que consistir en lo que la gente piensa, es lo que la gente piensa que piensan los demás. Conclusión que apoya la importancia que damos a los medios de comunicación social en el asunto.
Simplificando, se admite que existen dos fuentes principales de la opinión pública: la observación de primera mano de la realidad y la observación de la realidad a través de los medios de comunicación. La observación de primera mano proporciona la mejor información, y es muy importante; pero nos permite estar informados de muy pocas cosas. En algunas encuestas se pregunta al encuestado si conoce a muchas o a pocas personas, para calibrar el grado de información más o menos directa que puede tener de lo que se le pregunta.
La observación de segunda mano procede cada vez más de los medios de comunicación; nos permite estar informados de absolutamente todo; pero como tenemos información directa de un porcentaje ínfimo, dependemos tremendamente del medio. Es una práctica saludable ver cómo reseña un diario, por ejemplo, un acto al que hemos asistido o, aún mejor, que hemos organizado, para hacerse cargo de los peligros de esta dependencia.
Los datos de audiencia de medios en 2000 en España pueden ayudarnos a hacernos una idea más precisa (en miles):
a. Televisión: 30.979 (media de tres horas al día por cabeza)
b. Radio: 18.300
c. Diarios: 12.597
d. Suplementos: 11.146
e. Revistas: 18.624
f. TV locales: 581
g. Vídeo: 1.617
h. Cine: 3.820
i. Internet: 4.363 (en rápido crecimiento: 2.429 en 99, 1.579 en 98, 931 en 97, 348 en 96)
Llegados a este punto, nos parece oportuno recurrir de nuevo a un argumento de autoridad, que explica por sí mismo las potencialidades y riesgos de la comunicación global. En su mensaje para la celebración de la jornada mundial de la paz, de uno de enero de 2001 (titulado Diálogo entre las culturas para una civilización del amor y la paz), su Santidad Juan Pablo II dice lo siguiente:
"El diálogo entre las culturas se ve hoy particularmente necesario si se considera el impacto de las nuevas tecnologías de la comunicación en la vida de las personas y de los pueblos. Vivimos en la era de la comunicación global, que está plasmando la sociedad según nuevos modelos culturales, más o menos extraños a los modelos del pasado. La información precisa y actualizada es, al menos en línea de principio, prácticamente accesible a todos, en cualquier parte del mundo.
El libre aluvión de imágenes y palabras a escala mundial está transformando no sólo las relaciones entre los pueblos a nivel político y económico, sino también la misma comprensión del mundo. Este fenómeno ofrece múltiples potencialidades en otro tiempo impensables, pero presenta también algunos aspectos negativos y peligrosos. El hecho de que un número reducido de países detente el monopolio de las «industrias» culturales, distribuyendo sus productos en cualquier lugar de la tierra a un público cada vez mayor, puede ser un potente factor de erosión de las características culturales. Son productos que contienen y transmiten sistemas implícitos de valor y por tanto pueden provocar en los receptores unos efectos de expropiación y pérdida de identidad".
Pero la cosa no queda aquí. Los estadounidenses, que son muy aficionados a hacer estadísticas de todo, suelen distinguir entre la opinión del común de los mortales y la de los periodistas, que es, al fin, la de los medios de comunicación. Es lo que se ha dado en llamar el clima doble de opinión. Es una cuestión importante, porque ambas opiniones no coinciden y, siempre, sucede que la de los periodistas es varios puntos porcentuales más favorable a la opción que más perjudica la dignidad del hombre y el bien común de la sociedad.
La función de articulación de los medios ayuda a entender otro aspecto de la relación entre estos y la espiral del silencio. Los medios de comunicación suministran a la gente las palabras y los argumentos que pueden utilizar para defender un punto de vista. Si no los encuentran, repetidos con frecuencia, se vuelve muda. Gary I. Schulman, psicólogo social estadounidense, ha demostrado empíricamente que los partidarios de una opinión mayoritaria que ha alcanzado una extensión suficiente, llegarán, con el tiempo, a ser incapaces de argumentar adecuadamente su postura, por falta de costumbre, ya que no encuentran a nadie que tenga una opinión diferente. Desde otra perspectiva, Juan Luis Lorda, profesor de Teología en la Universidad de Navarra, explica en su esclarecedor artículo El interlocutor ausente cómo "cuando uno dice una machada y nadie le contesta, se la acaba creyendo y se anima a decirla más gorda".
Supongamos que no hemos sucumbido al poder conformador de los medios de comunicación, y que conservamos nuestra independencia de criterio. ¿Qué somos? En pocos o muchos temas de trascendencia, es fácil que formemos parte de uno o varios núcleos duros. El núcleo duro es la minoría que queda al final de un proceso de espiral del silencio, desafiando la amenaza de aislamiento. El núcleo duro está, en cierto sentido, relacionado con la vanguardia, ya que considera el aislamiento como un precio que ha de pagar. A diferencia de la vanguardia, un núcleo duro puede dar la espalda al público, puede encerrarse completamente cuando se encuentra en público con desconocidos, se puede encapsular como una secta y orientarse hacia el pasado o hacia el futuro más lejano. La otra posibilidad es que el núcleo duro crea ser simultáneamente una vanguardia. Esto lo demuestran en su disposición a expresarse, una disposición tan intensa al menos como la de la vanguardia. Los núcleos duros que confían en el futuro se envalentonan debido a la convicción de que van a triunfar irremediablemente, y ponen a su favor la misma espiral de silencio que les había llevado a ser lo que son, hasta convertirse en opinión pública -con los riesgos consiguientes-.

Granada, 14.IV.2001