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Tradiciones religiosas más importantes

José Morales
Teología de las religiones
Rialp 2001, pp. 49-75

 

Las páginas que siguen no pretenden ser ni siquiera el esbozo de una historia de las religiones. Ofrecen únicamente una información muy general y algunas observaciones acerca de las principales religiones que viven y se desarrollan hoy sobre la tierra, aunque no todas ellas puedan considerarse religiones universales. No se trata en ningún caso de suministrar descripciones de cierto detalle, que se encuentran ordinariamente en manuales y diccionarios.

No nos ocupamos, por motivos de espacio y de su importancia menor, de las religiones animistas ni de las llamadas religiones posmodernas (new age, sectas, religión civil), a pesar de que muchas sectas, en cuanto comunidades que afirman su propia escala de valores sobre cosas sagradas y profanas, pueden considerarse religiones desde un punto de vista fenomenológico.

El orden expositivo es cronológico, y no implica teoría o construcción especulativa alguna sobre el sentido de la aparición sucesiva de las religiones a lo largo de la historia de la humanidad. Tampoco se quiere sugerir ninguna interpretación sobre el valor de las religiones y la eventual superación racional de unas por otras, como momentos escalonados de la realización de lo religioso en el decurso de la historia.

Las diferentes religiones han nacido y se han desarrollado históricamente, y coexisten unas junto a otras en el mundo. No puede decirse -como han sostenido filósofos idealistas- que las religiones se hallen jerarquizadas según determinados grados de perfección dentro de un orden evolutivo, y que al ser superadas unas por otras consideradas más perfectas, las inferiores se hagan irrelevantes a nivel racional. Aunque el Cristianismo purifica y realiza con plenitud los valores contenidos en las demás religiones, no es posible afirmar, en términos de interpretación idealista de la historia, que la religión de Jesucristo sea un compendio de la historia de las religiones, y que conocido el Cristianismo se conozcan todas las demás tradiciones religiosas de la humanidad.

 

Zoroastrisrno

 

La religión enseñada por Zoroastro (o Zaratustra), llamada también Mazdeísmo, Parsismo, y religión del Irán, es la más antigua de las religiones basadas en una determinada creencia o en un credo, lo cual la diferencia de las religiones de origen y arraigo étnicos. El tiempo de Zoroastro puede ser conjeturado aproximadamente por los datos derivados del Avesta, o colección de los textos sagrados Zoroastrianos. Los más antiguos son los Gathas, que son 17 himnos o cantos, compuestos al parecer por Zoroastro para realizar el sacrificio ante el fuego (como los himnos védicos en la India). Las indicaciones de estos textos sitúan a su autor entre 1400 y 1200 a.C. Tanto la tradición como la investigación crítica consideran actualmente que los Gathas contienen las enseñanzas centrales de Zoroastro.

La historia del Zoroastrismo comprende tres períodos. El primero incluye los años del mismo Zoroastro y termina en el siglo IV a.C., con la conquista del antiguo imperio Persa por Alejandro de Macedonia. La segunda época corresponde al imperio Sasánida, en el que el Zoroastrismo llegó a ser religión de estado, y finaliza con la conquista musulmana del siglo VII de nuestra era. La fase tercera se inicia con la migración de los zoroastríanos a la India (especialmente al área de Bombay), donde se les conoce con el nombre de Parsis (gente de Persia).

Zoroastro presenta sus enseñanzas como las propias de un profeta que innova y desarrolla la antigua religión iránica de la que era sacerdote. Su doctrina se centra en las cuestiones relativas a la naturaleza espiritual y moral del hombre, y trata de explicar la condición humana, así como el encuentro entre el bien y el mal. Aunque ha sido descrito en ocasiones como dualismo ontológico y di-teismo, el Zoroastrismo enseña en realidad un monoteísmo que trata de resolver el problema del mal, y afirma en el hombre libertad de elección moral. Es una religión que no sólo no se sitúa más allá del bien y el mal, sino que se encara directamente con lo que la Revelación bíblica denomina "misterio de iniquidad".

Numerosos estudiosos de los Gathas consideran que mucha de la fuerza de esta religión le viene de la lógica y amplitud de sus doctrinas, que van unidas, sin embargo, a planteamientos extraños y oscuros, muy difíciles de seguir y aceptar por la mentalidad moderna. Sin ayuda de la investigación posterior y de aclaraciones suministradas por la tradición, los Gathas resultan con frecuencia paradójicos y desconcertantes. Pero puede decirse que muchos de sus versos son actualmente bien comprendidos e interpretados por los estudiosos.

Los textos permiten afirmar que Zoroastro fue educado en la veneración de los tres ahuras, es decir, de «Mazda, y de los otros dos ahuras», y que fue él mismo quien desarrolló la adoración de Mazda no solo como el más grande y mayor de todos los ahuras, sino también de todos los dioses. Mazda es para Zoroastro simplemente Dios, en el sentido del único inmortal y eterno Ser divino. Este Ser trascendente es visto por el profeta como fuerza activa que puede ser también inmanente según voluntad, a través de una fuerza que denomina Espíritu o Santo (Spenta Mainyu). Se trata en suma de un Creador trascendente que se inmanentiza en el universo mediante poderes que se conciben al modo de hipóstasis divinas.

El mensaje de Zoroastro incluye la dramática advertencia a sus seguidores de que no deben venerar a un grupo de divinidades que son designadas con el nombre de daevas. Estos seres «han elegido el peor propósito», y «se han apresurado a ir hacia la Ira con la que afligen al mundo y a la humanidad». Convencido de que los daevas no podrían ser de la misma esencia divina que Mazda, Zoroastro parece concluir que deben tener un origen del todo diferente al de las fuerzas o spenta divinos.

Así como Zoroastro afirma la existencia de Mazda como Espíritu original y autoexistente, postula también en dos Gathas, por lógica y por analogía, la realidad de otro Espíritu original y autoexistente que se opone a lo divino (Spenta), como una fuerza negativa y destructora. Uno de los textos sugiere que el profeta ha visto estos dos Espíritus cuando se encuentran por primera vez antes de que el mundo fuera hecho. Hablaré de los dos Espíritus primigenios de la existencia, de los cuales el más divino habló así al malo: ni nuestros pensamientos ni enseñanzas ni voluntades, ni nuestras elecciones, palabras o actos, ni nuestras propias almas están de acuerdo (45.2).

La Tradición propia identifica estos dos Espíritus como Ahura Mazda y Angra Maingu, es decir, Ohrmaz y Ahoriman. Pero dado que Zoroastro suele modificar su terminología, y habla del Espíritu más Santo para referirse a Mazda, y del Espíritu Malo para nombrar a su adversario, hay autores que interpretan gemelos no como par sino como engendrados en el mismo nacimiento, y concluyen que Mazda es padre tanto del Buen Espíritu como del Malo. El bien y el mal tendrían así una única fuente, como ocurre en las tres grandes religiones monoteístas.

Aunque esta interpretación no es fácil de cohonestar con el sentido más obvio de los Gathas en su conjunto, ha conseguido imponerse a su contraria, y es hoy la base de una concepción del Zoroastrismo entendido como monoteísmo teológico y dualismo ético.

El marco geográfico y social de los Zoroastríanos ha sufrido considerables cambios a partir del siglo X, cuando un pequeño grupo se estableció en el noroeste de la India y ha llegado con el tiempo a ser una comunidad floreciente. El número aumentó cuando los ingleses desarrollaron el comercio en esa zona del subcontinente. Durante los siglos XVIII y XIX, los Parsis alcanzaron posiciones de considerable influencia política y económica en el área, posiciones que mantienen en la actualidad. Han emigrado también a otros continentes, y hoy existen asociaciones Zoroastrianas formalmente constituidas en Hong Kong, Singapur, Australia, Kenya, Francia, Inglaterra, Estados unidos y Canadá. El Zoroastrismo es practicado actualmente en más países que en cualquier otro momento de su historia.

En la India ha experimentado una cierta impregnación de enseñanzas y prácticas hindúes. Muchos Zoroastrianos practican yoga a título personal, visitan regularmente los lugares sagrados de santones populares, y asisten a conferencias de contenido hinduísta. Los nuevos movimientos religiosos de la India parecen ejercer cierta influencia sobre los Parsis. Vincularse a esos movimientos no supone para ellos abandonar su religión para convertirse a una nueva, como ocurriría con el Cristianismo o el Islam. Estos movimientos exhortan a buscar la verdad religiosa dentro de la propia religión y manifiestan una patente tendencia sincretista.

El Zoroastrismo ha producido a lo largo del siglo XX una especulación de carácter religioso que se ocupa principalmente del origen del mal y trata de dar respuesta a las cuestiones que siempre se ha planteado la tradición zoroastriana antigua y moderna. Parece imponerse en la actualidad una posición ortodoxa, según la cual Ahoriman el principio del mal, no es igual a Dios ni tan poderoso como él. Esta doctrina mantiene una distinción absoluta entre el origen del bien y el de su antítesis, el mal: «El mal claramente no puede venir de Dios... Hay así un dualismo fundamental que absuelve a Dios de toda mancha de mal... El mal en el Zoroastrismo no es una realidad en sí misma, sino una paradoja existencial experimentada por el hombre mediante el desequilibrio que se refleja en el mundo físico. Es solo en el mundo relativo donde los estados de exceso y deficiencia son observables y discernibles, y confieren al mal una existencia aparente que no viene ni puede venir de ninguna otra fuente. El mal refleja únicamente la negación de lo que existe y es intrínsecamente bueno. Al modo de un parásito, no existe ni puede existir por sí mismo. En otras palabras, el mal es ex nihilo, es decir, surge de la nada, y por tanto no tiene existencia real».

Este texto de K. Mistree, ha sido compuesto en 1982 y refleja el esfuerzo del pensamiento humano para elucidar cuestiones perennes que siempre han ocupado a la humanidad (Zoroastrism: An Ethic Perspective, Bombay 1982, 29).

 

Hinduismo


La definición de Hinduismo es un complicado asunto académico que solo puede resolverse de manera aproximada. El término Hinduismo no se refiere en realidad primariamente a una religión, sino a una cultura y a un modo de vivir y pensar asociados íntimamente a una religión.

La palabra Hindú deriva del término usado por los Persas para referirse al río Indo. La usaron más tarde los musulmanes para designar los pueblos de Asia del sur, y especialmente los no convertidos al Islam. El término Hinduismo comenzó a usarse en el siglo XIX entre los ingleses que habitaban y gobernaban la India. Designaban así la religión de los indios que no eran musulmanes. jaínes, parsis, o cristianos. Solo más tarde, el término comenzó a ser empleado por los hindúes para referirse a su propia religión.

Tal como hoy lo conocemos después de más de tres mil años. en los que no ha perdido los rasgos centrales de su personalidad. el Hinduismo es una religión de fuerte contenido ritual, que atribuye escasa importancia a los aspectos doctrinales, y que se mantiene unida por el sistema de castas y por el hecho de que los rito esenciales de nacimiento, mayoría de edad, matrimonio y muerte, solo pueden ser celebrados por un sacerdote brahman. El orden o casta de los brahmanes es, en efecto, capital para la sociedad y la religión propia de la India. El sistema brahmánico ha impuesto en la cultura hindú normas opresivas sobre pureza y contaminación, y ha dominado y domina extensas áreas geográficas y estratos sociales. Lo ha logrado, sin aliarse con el poder temporal y sin imponer creencias únicas, mediante la regulación de las relaciones entre castas, y haciéndose indispensable para los ritos y leyes de la vida social.

Profundamente vinculado a la idiosincrasia de la India, el Hinduismo ha dado pruebas de gran vitalidad, y de una capacidad poco común para incorporar nuevos elementos e influencias y desarrollarlos según el propio genio cultural-religioso.

Muchos han visto y ven el Hinduismo como la esencia profunda de la India: «el dharma de la India», en palabras de Gandhi [Citado R. C. Zaehner, Hinduism, Oxford 1962,183]. Otro indólogo escribe: «Sin Hinduismo la India no tendría futuro. El Hinduismo es el suelo en el que han prendido las raíces de la India, y separada de ese suelo se marchitaría inevitablemente, como un árbol arrancado de su lugar natural... Eliminad el Hinduismo, que ha sido la cuna de la India, y ésta encontraría su tumba en este mismo hecho» [Texto de A. Besant, citado por R. C. Zaehner, Hinduism, Oxford,1962, 185].

La base del Hinduismo son los Vedas que, después de un largo período de composición y transmisión oral, fueron fijados por escrito en un proceso iniciado a finales del segundo milenio y terminado entre 800 y 500 a.C. La religión recogida en los himnos védicos es una versión de la religión introducida en la India por los arios que comenzaron a asentarse en el subcontinente hacia la mitad del segundo milenio a.C.

Estos himnos (samhitas) se agrupan en cuatro colecciones, la más antigua de las cuales es la compilación denominada Rig Veda, que parece datar del año 1200 a.C., teniendo en cuenta el lenguaje y las afinidades con la antigua religión del Irán antes de las reformas de Zoroastro. Los grupos siguientes son Sama Veda, Yajur Veda, y Atharva Veda. Esta literatura fue desarrollada por unos textos llamados Brahmanas, escritos en prosa y cuyo contenido principal es un ritual muy elaborado.

Hacia la mitad del segundo milenio a.C. vino la composición de los Upanisadas, que reflejan la tradición védica y a la vez introducen nuevas ideas sobre la naturaleza del alma individual (atman) y su conexión con la realidad última (Brahman). Los Upanisadas introducen también la doctrina -ausente todavía en los Vedas- del ciclo de nacimiento-muerte-renacimiento (samsara), así como la esperanza de una liberación de este ciclo de reencarnaciones.

Una de las etapas finales de la evolución del Hinduismo se refleja en el breve poema didáctico Bhagavad-Gita (canto del Bienaventurado), que forma parte del gran poema épico Mahabharata (primeros siglos de nuestra era). El Bhagavad Gita supone un punto de inflexión y un nuevo comienzo en el desarrollo de la religión india. El poema es un diálogo entre Krisna, encarnación de Vishnu, y su amigo Arjuna, y contiene la revelación de Dios como amor. El Bhagavad Gita es el documento más importante del Hinduismo, y uno de los textos de gran significado en la historia del misticismo oriental.

Los textos que jalonan la evolución de la religión hindú -Vedas, Upanisadas, Bhagavad-Gita- dejan ver en líneas generales lo que parecen cuatro etapas de una historia en la que, a pesar de su gran complejidad, se aprecian algunos rasgos bien definidos. La primera etapa se caracteriza por un politeísmo, muy similar al de otros pueblos indoeuropeos. Sigue luego una fase de panteísmo monista en el que el alma individual (atman) parece identificarse con el Absoluto (Brahman). Una tercera etapa ve desarrollarse tendencias monoteístas de gran intensidad, así como los llamados cultos bhakti (siglos IX y s. de nuestra era), que cultivan una espiritualidad piadosa y devota hacia la divinidad (representada en Siva), y proponen una concepción monoteísta de Dios, no sin influjo cristiano.

La cuarta etapa se prepara en el siglo XIX y se desarrolla a lo largo del XX. Supone un intento de renovación del Hinduismo de reafirmación de su esencia espiritual. Reformadores de las últimas décadas, entre quienes se cuenta principalmente la figura de Gandhi (1869-1948), han tratado de desarrollar en los hindúes un mayor sentido de responsabilidad social y una actitud crítica hacia las castas. Naturalmente los rasgos característicos de cada etapa coexisten unos con otros dentro de la India, y no puede decirse que una etapa sea sustituida si más por la siguiente.

El Hinduismo conserva, a pesar de todo, determinadas constantes, como son las castas mismas; las técnicas del Yoga, que suministran una descripción detallada de las medidas prácticas que debe usar el individuo para alcanzar la liberación del mundo del sufrimiento; y la concepción del Karma-Samsara. En la combinación de las ideas del Karma (ley inexorable de causa y efecto que gobierna todos los hechos y acciones que ocurren en el universo) y del Samsara (ciclo de las reencarnaciones), toda alteración o anomía concebibles se integran en una interpretación omniabarcante y racional del mundo. Nada queda al margen. Toda acción humana es un resultado necesario de anteriores acciones humanas. La vida del individuo es un eslabón dentro de una cadena que se extiende indefinidamente entre pasado y futuro.

La concepción del Karma-Samsara sacraliza y por tanto legitima la realidad tal como es, así como las situaciones de todos los estratos y castas sociales, que mantienen una relación inmutable con el dharma eterno. Constituye «el sistema religioso más conservador que ha conocido jamás la historia» [P. Berger, Para una teoría sociológica de la religión, Barcelona 1971, 101]. Estas severas ideas se han modificado un tanto en el Hinduismo popular, que las ha mitigado mediante prácticas mágicas, ejercicios devotos y místicos, intercesión ante algunas divinidades para alterar los inexorables procesos del Karma-Samsara, etc. Son expresiones sencillas que quieren alejarse de la fría racionalidad que impregna las doctrinas centrales del sistema religioso hinduista

Jainismo

 

Junto con el Hinduismo y el Budismo, el Jainismo es una de las tres grandes religiones nacidas en la India. El Jainismo surgió en el siglo VI a.C. como protesta contra el ritualismo Védico. Fue fundado por Mahavira (el gran héroe), contemporáneo de Siddharta Gautama, fundador del Budismo. Hoy es todavía una religión viva, con más de dos millones de seguidores, diseminados en casi todos los estados de la India, aunque concentrados de modo especial en el oeste del país. Se considera una religión sin dioses, que insiste fundamentalmente en dos puntos focales: la ascesis y la primacía de lo espiritual.

El núcleo ético del Jainismo es la doctrina de la ahimsa, que prohíbe cualquier lesión y sacrificio de seres vivos. Su ideal moral es la perfección de la naturaleza humana, que debe conseguirse preferentemente mediante prácticas ascéticas y una vida de tipo monástico.

Los jainas han llegado a tener en la India una cierta importancia cultural y cuentan con una extensa producción literaria en campos diversos: textos canónicos, biografías, poemas didácticos, y obras de ciencia y filosofía. Los miembros de la comunidad jain, a quienes sus creencias impiden el ejercicio de la agricultura y de la ganadería, se dedican de modo casi exclusivo al comercio, en el que han logrado un lugar de importancia. La comunidad se compone de monjes y laicos.

 

Budismo

 

El Budismo es uno de los hechos espirituales más grandiosos e interesantes en la historia de la humanidad. En agudo contraste con el carácter exótico y algo sensual del Hinduismo, la doctrina liberadora de Siddharta Gautama se presenta como un sistema (ético) basado en la razón y en la naturaleza humana, con amplias repercusiones morales y psicológicas.

Buda (el despertado) nació hacia el año 563 a.C. en Lumbini, un lugar del noreste de la India, situado a los pies del Himalaya y cercano al Nepal. Después de abandonar una holgada situación en el mundo y reflexionar sobre la condición y el dolor humanos, obtuvo el despertar o la iluminación, lo cual significaba resolver el enigma del sufrimiento y señalar el camino de introspección personal para eliminarlo. Derivando sus enseñanzas de su propia experiencia, predicó su primer sermón cerca de Benarés, y enseñó por espacio de 45 años hasta su muerte, ocurrida en Kapilavastu hacia el 480. Murió, como tantos otros, de causas naturales a los ochenta años, pero a diferencia de otros "se extinguió" completamente (parinibuto), «para no nacer ni sufrir de nuevo».

La doctrina de Buda refleja en su núcleo una personalidad histórica coherente y bien definida, por encima de la simple tradición y de la leyenda. Hay que distinguirla, como es lógico, de los escritos budistas en su conjunto, muchos de los cuales abundan en desarrollos e interpretaciones de origen posterior. En su forma oral, la literatura budista se remonta probablemente al siglo V a.C., pero los textos escritos han sido compuestos a partir del siglo III a.C. Se trata de un corpus muy extenso, con cientos de volúmenes si se tienen en cuenta las excelentes versiones chinas y tibetanas. El Budismo es la única religión de origen asiático que se haya difundido en todo el continente, desde la India hasta Siberia, desde los desiertos asiáticos centrales hasta las islas de Indonesia. Desde finales del siglo XIX ha penetrado débilmente en Europa y América, sobre todo en ambientes minoritarios de tipo intelectual.

El núcleo del Canon Budista (Canon Pali) está formado por los libros incluidos en el Tripitaka, que comprende tres colecciones, a saber, el Vinaya Pitaka (reglas monásticas), el Sutta Pitaka (sermones y dichos de Buda), y el Abidhamma Pitaka (reflexiones y especulación sobre las palabras de Buda).

El eje de la predicación de Buda está constituido por las cuatro nobles verdades:

1º) Existe el sufrimiento. Buda acepta la realidad de un constante e insatisfactorio proceso de reencarnación según los principios del Samsara; pero no acepta ningún principio permanente que sea sujeto de esas reencarnaciones.

2º) El sufrimiento derivado del samsara (ciclo de reencarnaciones) se origina por causas específicas, que son el deseo y la ignorancia, vinculados ambos al dolor a través de la previsible, pero no inevitable fuerza de nuestras acciones.

3º) Más allá de las penosas fluctuaciones del samsara existe una condición existencial liberadora (nirvana).

4º) Existe finalmente una vía hacia el nirvana, y un aspecto crucial de este camino es comprender que todas las cosas, incluido el yo humano, son impermanentes y vacías de sustancia propia. Es precisamente la creencia en una sustancia de las cosas lo que provoca el deseo y el temor que motivan nuestras acciones.

La relativa sencillez y el frío tono magisterial de estas enseñanzas velan la intensidad del esfuerzo interior de Buda, así como su lucha personal para definir y delimitar bien su voz entre la de otros maestros espirituales y otras tradiciones religiosas. El Budismo es en su origen un noble intento de suministrar un remedio a los sufrimientos de la humanidad, y de elevar y satisfacer el impulso moral. Es un intento asimismo de hacer la vida más tolerable mediante la represión del egoísmo y el desarrollo de la solidaridad y la ayuda mutua. Se dice que Buda tuvo la gran sabiduría de comprender la verdad, y la gran compasión de predicarla a un mundo doliente.

La doctrina budista contiene un fuerte componente de racionalismo, encerrado en su tono melancólico y algo triste. Las ideas fundacionales que propone quieren recomendarse a la razón por si mismas, al margen de la autoridad moral o religiosa del Fundador. Son ideas que se presentan como del todo coherentes con lo que es dado observar de hecho en el mundo o introspectivamente en la conciencia humana.

El sistema de Buda es un individualismo religioso, es decir, un sistema donde el individuo no necesita intermediarios, porque solo él tiene la responsabilidad de su destino espiritual. El Budismo se opone a todo lo que en el Hinduismo considera ritual, superstición, formalismo religioso, y sacerdotalismo brahmínico. Si decimos que el Hinduismo de los brahmines es esencialmente un ritual, podemos afirmar que el Budismo es un sistema de ideas. Aparte del samsara (reencarnaciones) y de inculcar la necesidad de autocontrol, apenas pueden detectarse otros puntos de continuidad entre Buda y la religión hindú. Nuevos sentidos toman posesión de viejos términos.

Buda modifica completamente el sentido de la doctrina del Karma. Hizo de ella una enseñanza genuinamente ética, al entender la moralidad corno una cualidad intrínseca a las acciones humanas. Negó con ello todo valor último a las diferencias sociales sacralizadas en el Hinduismo. En lugar de una visión particularista y mutilada del deber, Buda propone un sencillo y universal dualismo ético del bien y del mal. El valor moral reside en la intención, el individuo es autónomo, y la autoridad final debe buscarse en la conciencia. El verdadero brahmin -dice Buda- es el hombre que cultiva y posee valores universales como la honestidad y la pureza de intención, y el verdadero paria es el hombre con los vicios opuestos: "no se es brahmin o paria por nacimiento, sino por las propias obras". El Budismo niega la existencia de un Dios creador o de cualquier deidad omnipotente u omnisciente, o de algún ser que no esté sujeto a decadencia y muerte. "Incluso los dioses mueren al final".

Un aspecto esencial del Budismo, tal como lo concibe y desarrolla su fundador es el monacato (Sangha). Los monjes budistas son en efecto el arquetipo del fiel budista, y los responsables de la custodia y trasmisión de las enseñanzas de Buda. Su actividad para difundir el dharma a todos los hombres, por compasión hacia la humanidad, hace del Budismo una religión misionera, rasgo que comparte, por así decirlo, con el Cristianismo y el Islam. El Vinaya Pitaka contiene la que podríamos considerar primera regla monástica del mundo. El Budismo es una religión intelectual con un mensaje no fácil de transmitir, y requiere necesariamente un estamento docto y profesional que pueda preservar y exponer la doctrina.

Originalmente una filosofía y una visión comprehensiva del mundo y del hombre, el Budismo se convirtió gradualmente en una auténtica religión, con un culto, una mitología, unas devociones y una veneración creciente de reliquias e imágenes. Desarrolló asimismo una concepción del Buda como ser trascendente y objeto de fe y devoción, una soteriología y una doctrina sobre la trasferencia de méritos.

Esta evolución comienza ya en el Budismo Theravada, o de los ancianos (Theravadin), pero se intensifica con el Budismo Mahayana, o Gran Vehículo, que surge en los primeros siglos de nuestra era. El Budismo Mahayana supone una ruptura en el plano filosófico con la idea anterior de la impermanencia del yo, tal vez por influencia de opiniones religiosas y filosóficas procedentes de la India y de China. Se propone ahora un ser de mayor permanencia detrás de la conciencia individual, que se identifica con el mismo Buda o con la verdad de sus enseñanzas.

El Gran Vehículo desarrolla el papel de los laicos y construye un sistema religioso más orientado socialmente, en el que los boddhisattvas (santos del Budismo o futuros Budas) renuncian de momento a los efectos de la iluminación y permanecen trabajando en el mundo para la salvación de todos. Un texto del Canon Pali explica la figura del boddhisattva con estas palabras: «En esa época vivía un asceta llamado Sumedha. Viendo un día al Buddha Dipankara, asombrado por su majestuoso resplandor, Sumedha se vio inundado por una gran alegría... Entonces pensó: Supongamos que yo, como Dipankara, el Dotado de los diez Poderes, alcance el Supremo y Perfecto Despertar, que me embarque en la nave de la ley (dharma), que ayude a la gran multitud a atravesar el océano del samsara, y que alcance luego el nirvana completo: eso sería del todo conveniente para mí... Alcanzando el conocimiento perfecto, me convertiría en un Buddha para el mundo entero, incluidos los dioses. ¿Por qué yo, que conozco el esfuerzo, habría de realizar solo la travesía? Por esta resolución, que es mía, yo, que conozco el esfuerzo, alcanzaré el conocimiento perfecto y ayudaré a la gran multitud».

Prácticamente extinguido en la India, su país de origen, por efecto de una vigorosa reacción hinduista y por invasiones musulmanas, el Budismo se difundió pronto y arraigó en el Sureste de Asia (Sri Lanka, Birmania, Thailandia, Cambodia), para llegar más tarde a China, el Tíbet, y Japón. En estos últimos países ha adoptado formas autóctonas que, sin desfigurarlo, exigen sin embargo, que se hable de Budismo tibetano, japonés, etc.

El Budismo fue introducido en el Tibet en el siglo VII d.C. Actualmente puede considerarse inseparable de la cultura tibetana, a pesar de la crisis producida por la invasión y ocupación china en 1959. En arte ha producido los pergaminos miniados tibetanos, en arquitectura los numerosos templos, monasterios y estupas que llenaban el país, en política la institución del Dalai-Lama, en estructura social creó un celibato monacal que llegó a abarcar largos segmentos de la población masculina, en lenguaje ha impulsado la creación de la escritura tibetana, para traducir los libros sagrados budistas en versiones que resultan indispensables para estudiar bien el Canon Pali.

El Budismo del Tíbet, llamado también Budismo tántrico n Lamaísmo, se diversifica en varias sectas o escuelas principales (Sakya, Kagyu, Nyingma, Gelug). Todas ellas contienen elementos comunes, derivados del Budismo Mahayana y de importantes residuos de la religión tibetana prebudista, denominada bon-po. Es central la figura del lama, término tibetano equivalente al guru de la India. El lama es el maestro espiritual cuya guía es imprescindible para que el discípulo recorra con éxito el difícil camino hacia el Nirvana.

El panteón de este Budismo tántrico honra especialmente a Avalokitesvara, un personaje que en sus varias manifestaciones como Bodhisattva de la Compasión, encarna el más alto ideal del Mahayanismo, que es liberar a todos los seres que sienten de las cadenas del Samsara. Muy característico del Budismo tibetano es el mantra (fórmula mágica) Om-mani-padme-hum, que es repetido por todos los fieles budistas, inscrito en banderas, pintado en muros, y tallado en piedra. Significa literalmente «honor a la joya en el loto» y es susceptible de recibir todos los sentidos que se pueden encerrar en esas palabras. Funciona como una expresión simbólica y condensada del entero camino que conduce a la iluminación.

La llegada del Budismo a China en el siglo primero d.C. fue un acontecimiento de gran importancia para el desarrollo del pensamiento chino y para el mismo credo budista. Después de un largo y difícil período de asimilación, la nueva doctrina consiguió establecerse como un sistema central de pensamiento que contribuyó a enriquecer sustancialmente la filosofía del país. Como sistema de práctica religiosa, el Budismo ha ejercido desde entonces una influencia duradera en la religión popular y llegado a ser considerado, junto al Confucianismo y al Taoísmo, una de las Tres Religiones del imperio chino.

El Budismo llegó a Japón desde Corea en el siglo VI d.C. y ejerció pronto gran influencia en la cultura japonesa y en las religiones sintoísta y confuciana, con las que produjo variantes de carácter sincretista. La forma más importante y conocida de Busmo japonés es el Zen, que fue introducido desde China durante los siglos XII y XIII de nuestra era por los maestro Eisai (1141-1214) y Dogen (1200-1252).

El Budismo japonés reaccionó a la modernización industrial del siglo XX con la fundación de universidades budistas y con poderosos movimientos laicos que tratan de conjugar la práctica religiosa con los valores seculares. El más importante de ellos es Soka Gakkai, fundado en 1930.

 

Confucionismo

 

El término Confucianismo fue usado por primera vez por misioneros jesuitas en el siglo XVI, y sirve desde entonces para designar el pensamiento de Confucio (551-479 a.C.). Las enseñanzas de éste contienen mucho más una ética y un humanismo que una religión propiamente dicha. Confucio no era un profeta ni pretendía comunicar ninguna revelación de lo alto. Era un hombre profundamente tradicional, que se enorgullecía de ser un transmisor y un amante de la antigüedad. Sus doctrinas contribuyen a mantener vivos los cultos de veneración de los antepasados, y el llamado culto del cielo, referido a los emperadores.

La cultura confuciana se apoya en la naturaleza moral del hombre, que trata de desarrollar con una especial atención a las relaciones humanas. El espíritu de estas enseñanzas contempla un orden sagrado que gobierna tanto la vida de la sociedad como la vida de la naturaleza. Este orden cósmico deriva de los fundadores de la civilización china y se refleja en los ritos sagrados de los que Confucio era un reverente y asiduo cultivador.

Pero la obra de Confucio no se limita a idealizar el pasado. Su enseñanza apunta a transformar las viejas concepciones rituales en un orden ético que ha llegado a ser el corazón de la cultura china. No basta con mantener el orden externo del ritual y de la ley si el hombre no se conforma también a ese orden con una plena adhesión de su mente y de su voluntad. Confucio advierte que sin las virtudes personales de bondad desinteresada, sinceridad y lealtad, la veneración y práctica de los ritos tradicionales carece de eficacia espiritual. La educación confuciana apunta así a crear no simples intelectuales sino hombres moralmente distinguidos.

El acento del Confucianismo no se coloca en lo esotérico ni tampoco en lo sobrenatural, sino en los ritos, en el comportamiento personal, y en el cumplimiento de los deberes sociales. Cada hombre ha de cumplir honestamente su obligación en el estado y situación de vida al que ha sido llamado por el cielo. La exaltación de la piedad filial, como la gran virtud enseñada por Confucio, ha suministrado una base firme para la autoridad paterna en el orden social confuciano.

A Confucio se atribuyen los Analecta, una guía de instrucción moral que insiste en el gobierno de la sociedad a través de un sistema cuidadosamente definido de relaciones sociales y familiares. Los Analecta fueron traducidos al latín por misioneros de la Compañía de Jesús en el siglo XVII.

El Confucianismo se extendió al Vietnam y al Japón, donde muchos shintoistas y budistas se declaran también confucianos.


Taoísmo


El término deriva del vocablo tao, que significa la vía. Esta religión, nacida en China, suele vincularse al nombre de Laozi, un personaje del que nada se sabe con certeza. Una leyenda le hace contemporáneo de Confucio, pero este hecho no ha podido ser comprobado críticamente.

Parece ser que el Taoísmo (o Daoísmo) emerge en los primeros siglos de nuestra era como religión del pueblo chino, distinguiéndose expresamente del culto imperial, de la religión popular y del Budismo. Nunca llegó a igualar en importancia al Confucianismo, pero dejó de ser una pequeña secta en una región aislada del país, para convertirse en una religión con templos diseminados a lo largo y ancho de toda China.

El Taoísmo es la religión cuya doctrina central es la idea de que un primordial y eterno Tao actúa en la historia humana, y lo hace directamente a través de sus manifestaciones o hipóstasis -particularmente Laozi-, e indirectamente a través de un panteón o conjunto de divinidades. El Tao es la base del orden humano, y el modo en que el mundo opera cuando los hombres no interfieren su curso majestuoso.

Este Tao inmanente, y discernible por quién está dotado de una especial percepción mística, experimenta transformaciones que le peten encarnarse en la historia humana mediante avatares o seres especialmente dispuestos por el orden divino. El Tao es en último término indefinible, pero es la fuente inalterable de todo lo que vive y se mueve, y la norma preordenada de toda conducta humana.

Esta doctrina fuertemente individualista se distingue por sus marcados rasgos esotéricos y misteriosos, así como por un misticismo natural en el que el individuo trata de conformarse con el orden cósmico, y cree disolverse en el todo. La orientación y el tono religiosos del Taoísmo tienen poco en común con el carácter ético y pedagógico de las enseñanzas de Confucio.


Shintoísmo


La antigua religión autóctona del Japón es principalmente una práctica ceremonial, y ha experimentado una honda evolución a lo largo del tiempo, siempre en el marco de los cambios políticos del país. Ha servido con gran frecuencia de apoyo a la autoridad de los poderes dominantes en diversos momentos de la historia del Japón. Su origen se remonta a los mitos y prácticas religiosas de los antiguos habitantes del archipiélago.

El Shinto es una religión cósmica. Se encuentra en el corazón de la cultura y del alma japonesas. Parece que los japoneses de la antigüedad nunca se vieron a sí mismos como algo separado del mundo en su totalidad y de los ritmos naturales de la naturaleza. ni establecieron por lo tanto una línea clara de distinción entre los dominios terrenos y los celestiales. Un elemento central del Shinto es la creencia en Kami, que viene a significar dios o dioses, y se refiere en general a lo que es superior o divino. Kami indica en definitiva cualquier realidad extraordinaria, capaz de suscitar en el hombre respeto y reverencia. La presencia generalizada de los Kami en montañas, arboles, plantas, animales, ríos, etc.. hacen del mundo un universo animado y de algún modo "encantado", poblado de fuerzas y energías cósmicas que tienen que ver con la existencia humana en un plano benévolo y a veces negativo.

El viejo culto shintoísta atribuye gran importancia a la cuidadosa práctica de los ritos y sobre todo a la eficacia mágica del lenguaje hablado y de las fórmulas sagradas. Revisten considerable significación las abluciones de los sacerdotes y la recitación precisa de las súplicas dirigidas a los Kami protectores, que solían contener alabanzas, mención de dones ofrecidos, y los nombres de las personas que los ofrecían.

El eje externo de la vida religiosa del Shinto es el templo, lugar de culto o santuario, en el que la divinidad protectora se halla habitualmente presente o es invocada en el momento de la oración para que venga de otro mundo (los montes, el mar, el cielo). La entrada en el templo está constituida por el conocido pórtico con la poderosa viga larguero combado hacia arriba en los dos extremos, y que simboliza el Shinto en general.

A partir de los siglos v y vI de nuestra era, el Shintoísmo sufrió cambios importantes por influencias confucianas y budistas, procedentes de China y Corea, y hubo de hacer frente sobre todo a la competencia religiosa del Budismo mahayana en el siglo VIII y siguientes. En el siglo IX, escritores budistas interpretaron los Kami como manifestación del Buda, estableciendo así las bases para la coexistencia de ambas religiones.

Restauraciones periódicas del Shinto por motivos políticos se han sucedido a partir del medievo, y culminan en el siglo XIX con el gobierno Meiji que se apoyó en el Shinto como religión nacional para unificar ideológicamente el nuevo estado unitario. El sacerdocio y el culto shintoístas fueron separados drásticamente del Budismo, y en 1871 se legisló que todo japonés debía pertenecer a la comunidad de un templo. El fracaso de estas medidas condujo de hecho a una situación de sincretismo religioso. En 1945 fueron abolidos el control y la promoción del Shinto por parte del Estado. Actualmente existen en el Japón unos ochenta mil templos, veinte mil sacerdotes, y más de ochenta millones de fieles, muchos de los cuales se declaran también confucianos y budistas.


Judaísmo

 

La religión judía tal como se vive actualmente es practicada por un amplio conjunto de grupos y corrientes que suelen tener en común la veneración de la Torah y de la Tradición rabínica, así como la institución de la Sinagoga, que después de la destrucción del segundo Templo en el año 70 d.C., encierra para el Judaísmo una importancia excepcional.

La Torah, contenida en la Biblia, se concibe generalmente como una realidad normativa que es eterna y trascendente, como el Dios que la ha dispuesto. El Judaísmo tradicional respeta y cumple también la Tradición que, mediante el Talmud y la Mishna principalmente, interpreta y desarrolla la Torah. Esta Tradición tiene carácter normativo y prescribe un gran número de preceptos que todo judío devoto se considera obligado a observar.

La Sinagoga nace en los siglos anteriores al Cristianismo, con un fin pedagógico y para reflejar los cultos rituales del Templo de Jerusalén en beneficio de quienes no podían peregrinar a la Ciudad Santa. En el Judaísmo de la diáspora antigua y moderna, la Sinagoga cumple esencialmente tres funciones: es casa de reunión (Bet Knesset), casa de oración (Bet Tefillah), y casa de estudio (Bet Midrash). La Sinagoga ha tenido y tiene gran significado como instrumento eficaz para mantener separado al fiel judío del mundo secular y potenciar su sentido de identidad étnica y religiosa.

El Judaísmo rabínico tradicional tiende a regular la acción más estrictamente de lo que regula las expresiones doctrinales del pensamiento, pero hay unos dogmas cuya profesión permite ser miembro de la comunidad. La Torah y Tradición contienen, en efecto, doctrinas fundamentales que todo judío debe aceptar. Se cuentan entre ellas la trascendencia de Dios, la actividad divina creadora, la providencia, el juicio, la libertad humana, la elección de Israel, la venida escatológica del Mesías, la resurrección de los muertos y el mundo futuro.

Este judaísmo de carácter tradicional convive desde el medioevo con corrientes esotéricas de carácter místico que se expresan en la Cábala. Este misticismo, que pervive en nuestros días, trata de determinar la relación entre la divinidad absolutamente trascendente (En sof) y la creación, y ha dado lugar a exuberantes especulaciones basadas muchas de ellas en el simbolismo presuntamente bíblico de los números.

El Judaísmo experimenta intentos de secularización, con pérdida de sustancia religiosa, en el Iluminismo y la Ilustración dc1 siglo XVIII. El deseo de algunos intelectuales judíos centroeuropeos -corno Moses Mendelsohn (1729-1786)- de acercar o asimilar la cultura judía a las corrientes imperantes, introducen en la religión judía elementos críticos y racionalistas, que contrastan con el Judaísmo tradicional. Los judíos ilustrados colocan en segundo término la fe profética y el papel mesiánico de Israel, y acentúan más bien una visión del pueblo judío como vanguardia del progreso espiritual y moral de la humanidad.

Una corriente de gran importancia religiosa es la representada por el Casidismo, nacido en Europa oriental en el siglo XIX. Se trata de una reacción contra la ortodoxia rabínica. El Casidismo prefiere la piedad y el carisma contra la erudición religiosa y la práctica convencional de la Torah, e igual que el Rabinismo, se opone a las tendencias ilustradas.

Los primeros decenios del siglo XX presencian un cierto resurgimiento religioso y espiritual del Judaísmo europeo, con figuras de gran importancia como Martin Buber (1878-1965) y Franz Rosenzweig (1886-1929).

Mención aparte merece el Judaísmo norteamericano, que de orígenes modestos, desde que en 1654 se fundara en New Amsterdam la primera comunidad judía americana, ha llegado a ser en la actualidad una fuerza de gran influencia socio-política, cultural y económica. Los judíos de Estados Unidos eran 230.000 en 1880, 400.000 en 1888, 950.000 en 1897, y 3.000.000 en 1914. Durante los años veinte y treinta del siglo que ahora termina, la población judía creció en un 40%, y se dobló el número de sinagogas: de 1901 en 1916 a 3800 en 1937.

El Judaísmo norteamericano se caracteriza por la existencia de tres corrientes principales: ortodoxa, reformada y conservadora. Según datos de 1995, hay en las ciudades importantes del país unas 50 sinagogas ortodoxas, 60 conservadoras, y 140 reformadas [Cfr Kerry Olitzky, The American Synagogue, Westport, 1996].

El Judaísmo reformado nace en el siglo XIX con el deseo de adaptar la práctica religiosa a las condiciones cambiantes de la vida social alemana. Los reformadores defienden la idea de una revelación progresiva, y un mantenimiento de las ceremonias litúrgicas que resulten significativas al judío moderno.

El Judaísmo ortodoxo aparece como una reacción frente al anterior. Considera vinculante la totalidad de la Tradición judía, rechaza la crítica moderna de 1a Biblia, y mantiene la doctrina de un Mesías personal. Los servicios religiosos ortodoxos se celebran completamente en hebreo, y hombres y mujeres ocupan lugares diferentes en el templo.

El Judaísmo conservador trata de ser una vía media que combine formas tradicionales de la fe y del culto con algunas concesiones a la vida moderna.

El Judaísmo se ha comprendido y se comprende a sí mismo como una unidad que se expresa en una comunidad étnica y religiosa. Excluye expresamente la posibilidad de conciliar la pertenencia al pueblo hebreo y la pertenencia a otra religión. La persecución sufrida por los judíos durante el tercer Reich ha apagado en el Judaísmo las corrientes de tipo optimista y desde luego asimilacionista hacia la cultura ambiente. Domina actualmente un monoteísmo débil y un fuerte acento en la libertad y responsabilidad humanas. Se ha agrandado la conciencia de una historia común.

El Cristianismo conserva una especial relación con el Judaísmo, que contiene sus promesas y su preparación, lejana e inmediata en la historia de la salvación. El Magisterio de la Iglesia ha dedicado reflexiones significativas al pueblo hebreo, especialmente en la Declaración Nostrae aetate del Concilio Vaticano II, y más recientemente en el documento papal Nosotros recordamos. Una reflexión sobre la Shoah, publicado en marzo de 1998.

 

Islam


Junto al Judaísmo y el Cristianismo, la religión predicada por Mahoma (570-632) forma la tríada de credos monoteístas que arrancan directa o indirectamente de la Biblia. Islam significa sumisión a Dios y un musulmán es literalmente "uno que se entrega o somete a Dios". El Islam es una de las grandes religiones históricas y la más importante numéricamente después del Cristianismo. Su llamativa expansión en el mundo, especialmente en Asia y África, se debe en gran medida a la facilidad con la que absorbió cultos locales y los dirigió hacia la mayor amplitud de una visión monoteísta.

El mensaje del Islam se caracteriza por su gran sencillez y contundencia. No hay más Dios que Allah, y Mahoma es su profeta. Se trata, en efecto, de una religión profética, que se apela a una revelación divina que Mahoma habría recibido directamente en diversos momentos de su agitada vida. A pesar de las tendencias hagiográficas de sus biógrafos, la figura de Mahoma emerge en las fuentes documentales como una personalidad convincente y decidida con rasgos carismáticos. Era un político y un guerrero, que hubo de dedicar mucho de su vida a batallar contra enemigos numerosos, lo cual puede haber dejado en el Islam una impronta militante y eventualmente agresiva.

Mahoma recogió en el Corán (Lectura, Recitación) sus doctrinas y visiones. Este libro, de cierta belleza literaria y cuyo estilo elíptico refleja las cualidades plásticas y expresivas del habla de los beduinos del desierto arábigo, es tan central al Islam como Jesús de Nazareth lo es en el Cristianismo. El Corán es para los musulmanes la misma palabra de Dios no creada. Según la Tradición islámica,1as palabras de Mahoma fueron recogidas inicialmente en materiales de tipo diverso como hojas de palmera, huesos planos de camello, y piezas de madera o pergamino. Más tarde fueron agrupadas en suras (capítulos) bajo la supervisión del profeta. Durante la vida de éste no llegó a haber una versión final del texto. La recensión última parece haber sido hecha en el califato de Uthman, tercer califa (644-656), que se dice ordenó componer una versión autorizada, y destruir todas las variantes que existían en el momento. Las actuales ediciones del Corán parecen basarse en la llamada "recensión de Uthman".

Algunos estudiosos occidentales, que han usado métodos adaptados del análisis textual de la Biblia, cuestionan esta versión de los hechos, y piensan que el Corán, tal como lo conocemos, fue compilado en fecha muy posterior, a partir de una tradición oral fragmentaria derivada de Mahoma, pero que incluía abundante material de carácter exegético. Este material explicativo se habría desarrollado en el curso de las polémicas con Judíos y Cristianos después de las primeras conquistas musulmanas. Estas opiniones revisionistas sobre la redacción del Corán en cierran algunas consecuencias importantes para la historia inicial del Islam, porque sugieren que las instituciones religiosas musulmanas surgieron unos dos siglos después del tiempo de Mahoma, con el fin principal de consolidar ideológicamente la conquista árabe, que comprendía extensos territorios ya en el siglo IX.

El programa religioso del Islam se basa en los "cinco pilares de la fe", que constituyen el fundamento de la creencia y de la práctica comunes a todos los musulmanes. El primer pilar es la shahada, la profesión de fe mediante la cual el musulmán reconoce su adhesión y fidelidad a Dios y a su Profeta: «Declaro que no hay más dios que Allah, y declaro también que Mahoma es el Mensajero de Allah». Pronunciar la shahada ante testigos es suficiente para la conversión al Islam.

El segundo pilar es la oración (Salat), un deber fundamental que se practica individual y públicamente. En su forma pública se hace los viernes y algunos días festivos, y es un medio importante para reforzar la conciencia de grupo y expresar solidaridad social. El tercero de los cinco pilares es la limosna o "caridad obligatoria" (Zakat). Implica que la propiedad personal debe ser purificada (sentido originario de zakat) mediante una contribución a la comunidad destinada a mantener a los miembros más débiles. Zakat introdujo una forma organizada de ayuda social, que sustituía a la largueza y los donativos distribuidos antes por los jefes tribales.

El cuarto pilar es el ayuno anual del Ramadán (sawm), noveno mes del calendario lunar, durante el cual se prohíbe toda comida, bebida y actividad sexual desde el alba hasta el anochecer. La idea del Ramadán es facilitar a la comunidad beneficios del ascetismo, tales como autodisciplina y control sobre las necesidades corporales.

El quinto pilar del Islam es la peregrinación a la Meca, el Hajj. que en su forma final fue instituido por Mahoma en el 632, año de su muerte. El Hajj conecta directamente con tradiciones del anterior paganismo árabe, y es un instrumento capital de cohesión islámica. Es también el evento central del calendario musulmán. contiene sin duda un mensaje y un potencial que pueden ser políticos.

Con toda su significación, el Corán no es la única fuente de religión musulmana. El Corán se complementa con la Sunna. tradición que contiene principalmente los hadiths o dichos del Profeta. Este hecho motiva la denominación de la gran mayoría de los musulmanes como "pueblo de la Sunna" (Sunnitas). Corán y Sunna, vistos como una unidad maduran en la concepción de la Sharia o Ley divina del Islam. El método y sistema interpretativo de la Sharia, elaborado por brillantes legistas de los siglos VIII y siguientes, se articula en el fiqh ("raíces de conocimiento"), que es la explicación de cómo la ley divina se manifiesta y actúa en términos prácticos.

Las bases del fiqh son así el Corán, la Sunna del Profeta, el consenso de la comunidad creyente, y el razonamiento analógico. Dado que el Corán requiere interpretación en referencia al hadith (palabras de Mahoma), la Sunna posee un rango semejante al Corán, y algunas veces superior. El fiqh ha tenido una gran importancia como elemento unificador de la práctica religiosa, y a la vez ha hecho del Islam una religión y una fe legalistas.

El Credo musulmán profesa e inculca una concepción estrictamente monoteísta y lejana de lo divino. El Dios del Corán es un Ser que inspira más sobrecogimiento que amor, y está para muchos occidentales más cerca del Motor inmóvil de Aristóteles que de la divinidad trascendente y antropomórfica del Antiguo Testamento. Mahoma se presenta como el último y definitivo de una serie de profetas (Adán, Noé, Abraham, Jesús), restaurador de una religión antigua y pura, que se habría degradado en el transcurso de los siglos.

El Corán concibe la Creación del mundo como un proceso continuo más que como un acto singular realizado por el Creador. Contiene una visión escatológica del Día del juicio al final de los tiempos, con un paraíso para los fieles musulmanes y un infierno para los incrédulos. El Islam se presenta como un mensaje de salvación. Trae la noticia gozosa de la salvación de Dios, y es en sí mismo un acto salvífico por el que los creyentes son librados de la oscuridad.

La Umma islámica o comunidad musulmana, se constituye precisamente a partir del valor salvífico de la Ley coránica, y de la profesión de fe en la Unicidad de Dios (tawhid). Los que no caminan por esa vía, como es el caso, por ejemplo, de los cristianos y judíos, están excluidos de la salvación. Hace falta ser musulmán para salvarse.

Un aspecto importante del Islam es el misticismo cultivado por los Sufis, que se desarrolla a partir del siglo IX, con una tradición de maestros, grupos, y órdenes que han pervivido hasta nuestros días. El movimiento Sufi ha inyectado en el Islam una espiritualidad de carácter interior que ha servido de contrapeso a una religión preocupada esencialmente por las formas externas y las observancias legales. Los maestros Sufis se inspiraron originariamente en las tradiciones místicas de las iglesias orientales cristianas, de modo que su doctrina no tiene origen autóctono (como pensaba el arabista Louis Massignon). La conciencia mística no corresponde al talante profético y activo de la religión islámica, que se hallan bien ejemplificados en la vida de Mahoma. Pero el misticismo de los Sufis ha cumplido atípicamente un papel religioso, y sobre todo ha contribuido, de modo informal pero eficaz, a la difusión del Islam en los pueblos del África negra.

La gran mayoría de los musulmanes son Sunitas, pero los denominados Shiitas tienen en el mundo islámico una importancia nada despreciable. Los Shiitas ("partidarios") se remontan a la figura de Alí, primo y yerno de Mahoma y cuarto califa, muerto en el año 661, y conmemoran todos los años la derrota y muerte de Husein, hijo de Alí, a manos de los califas Omeyas en la batalla de Karbala (Irak, 680). El Shiismo se ha desarrollado desde entonces como un modo particular de vivir, pensar, y sentir el Islam. Se adorna con rasgos populares y piadosos, y toma inspiración de la experiencia histórica en torno al fracaso y al martirio.

La fe Shiita se centra en los Imanes, personajes carismáticos y sucesores dentro de la familia del Profeta. Esta concepción incluye la figura del mahdi, personaje escatológico que se proyecta en el futuro. El ayatollah Khomeini, líder religioso-político de la reciente revolución iraní, no se proclamó mahdi pero usó el título de Imán y no negó explícitamente su posible identificación con el Imán esperado por la comunidad de los Shiitas.

El Islam ha experimentado durante las últimas décadas un notable resurgir, como núcleo de una cultura y de una civilización que acentúan frente al Occidente su sentido de identidad. Para muchos musulmanes no se trata tanto de modernizar el Islam como de islamizar la modernidad, aunque suene un objetivo utópico. En los países musulmanes, los gobiernos y regímenes políticos se han hecho más islámicos en su orientación, símbolos, prácticas y leyes, y en el mundo occidental europeo ha crecido considerablemente la presencia religiosa del Islam. Los musulmanes han aumentado demográficamente desde el 12% de la población mundial en 1900 al l7% en 1980. Pero el área de poder e influencia islámicos se hallan circunscritos dentro de límites sólidos, tanto visibles como invisibles.


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