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Nuevas perspectivas en la
educación diferenciada por sexos

Al margen de prejuicios ideológicos, la coexistencia de la enseñanza mixta y de la educación diferenciada por sexos da a las familias mayor posibilidad de elegir, según sus preferencias y las necesidades de sus hijos. Además, diversos trabajos de investigación desarrollados recientemente en Estados Unidos y varios países europeos destacan que entre las escuelas de mejor rendimiento académico están bien situadas las de enseñanza no mixta. Los resultados de las investigaciones se presentaron en un reciente symposium internacional, organizado en Madrid por el Centro Universitario Villanueva (1).

M. Ángeles Burguera

17/10/2001.- Si hasta hace pocos años la coeducación a todos los niveles se presentaba como algo exigido por la pedagogía actual, hoy comienza a reunirse un material académico que hace replantearse lo que se admitía casi sin ninguna duda. Ni siquiera el pensamiento feminista –que desde los años 70 defendía la coeducación como cauce para lograr la igualdad de los sexos– se presenta ya como un bloque compacto. Algunos grupos feministas –por ejemplo, en Alemania– comienzan ahora a defender las escuelas separadas para chicas, precisamente como un medio para garantizar la igualdad de oportunidades.

Preocupan los chicos

Paradójicamente, lo que ahora preocupa es la situación de los chicos. Investigaciones efectuadas con niños y adolescentes varones aportan datos que sugieren que se están desatendiendo sus necesidades específicas. Para Cornelius Riordan, catedrático de Providence College, las investigaciones en Estados Unidos muestran que “los chicos no progresan tanto como las chicas en los colegios mixtos”, por lo que “las necesidades educativas de los chicos requerirán una mayor atención en la próxima década: llevan la peor parte en el rendimiento escolar”.

Los trabajos a los que se refiere Riordan son fruto de investigaciones comparativas entre los resultados escolares de alumnos estadounidenses de secundaria de 1972 y 1992. Si al comienzo de ese periodo “los chicos llevaban ventaja, a partir de 1992 las mujeres son las aventajadas”. Ya en la etapa de educación infantil pueden encontrarse algunos indicios. Los estudios muestran que los niños son peor valorados que las niñas en habilidades matemáticas y en conocimiento en general, así como en las pruebas de lectura.

Un estudio más amplio de Riordan, que recoge experiencias tanto del colegio como de los hogares, concluye que “los chicos ya no están por delante en las notas de Matemáticas y, en cambio, sus resultados en las pruebas de lectura y escritura son más bajos que los de las chicas”.

Parecidas conclusiones presentó María Hernández-Sampelayo, del Centro Universitario Villanueva, que aportó resultados de investigaciones realizadas en Estados Unidos sobre las desventajas de los centros mixtos para el aprendizaje de los chicos; por lo general, en esos centros “no tienen en cuenta las formas ni los tiempos propios de la maduración del varón ni tampoco les proporcionan el marco disciplinario que precisan los jóvenes, más bulliciosos y agresivos”. La doctora Hernández-Sampelayo también afirma –esta vez a partir de trabajos realizados en escuelas del Reino Unido– que, en cambio, “las niñas obtienen mejores resultados que los chicos en 21 de las 34 materias de bachillerato, incluso en asignaturas que tradicionalmente habían sido dominadas por los varones, como la Física”.

Diferencias de aprendizaje

Todos estos estudios, tanto para chicos como para chicas, ponen en evidencia el interés de las investigaciones en el ámbito de la psicología de la diferencia –la constatación de que chicos y chicas interactúan de modo diverso– y la repercusión que estos hallazgos deberían tener en la práctica educativa cotidiana. Para Rosemary Salomone, profesora de la St. John’s University School de Nueva York, los que abogan por la psicología de la diferencia parecen apoyarse en distintos factores: de un lado, los rasgos de tipo biológico, que para unos no son más que una cuestión hormonal, pero para otros investigadores guardan relación con las diferencias en la estructura cerebral por sexos; de otro, la influencia externa –familiar y educativa– a lo largo de las primeras etapas del desarrollo de los niños.

Estas diferencias psicológicas y de desarrollo explicarían, por ejemplo, los logros que consiguen los chicos en Matemáticas, Ciencias e Informática y, en cambio, su permanencia en la cola en asignaturas como Lengua, Arte e idiomas, sobre todo durante la enseñanza secundaria. Pero, al mismo tiempo, Salomone defiende que precisamente el hecho de que esta ventaja de los muchachos se esté reduciendo o la distancia en la expresión oral y escrita disminuya para los chicos a lo largo de la secundaria, hace pensar que los resultados varían y no se deben solo a la mera determinación biológica. “Algunas de las diferencias de aprendizaje que vemos pueden ser también una consecuencia de problemas persistentes en la escuela o en la sociedad que afectan a los alumnos más desaventajados”: de ahí “el papel preponderante que puede desempeñar un buen programa educativo”.

Rendimiento escolar

Según Salomone, “si los chicos son más bulliciosos, tienen menor capacidad de atención y desarrollan más lentamente su capacidad verbal, es ilógico esperar que vayan al mismo ritmo que las niñas durante la primaria. Pero también parece injusto y pedagógicamente desaconsejable detener el aprendizaje de las chicas, mientras esperan que los niños se pongan a su nivel; lo mismo podría decirse en Informática, donde las chicas son las rezagadas”.

Aunque Salomone no se muestra partidaria de generalizar sin más la educación diferenciada para chicas y chicos, considera que los educadores tienen la obligación de adaptarse a los diferentes estilos de aprendizaje y que algunos alumnos y alumnas podrían salir muy beneficiados tanto en escuelas para un solo sexo como en clases separadas dentro de un único colegio mixto. “En esos casos, afirma, la educación separada debería ser una opción posible para todo el espectro socioeconómico y no solo para unas familias privilegiadas que puedan pagarla”.

Frente a los que destacan las ventajas académicas de la educación diferenciada, hay autores que no consideran que los altos rendimientos de los alumnos en estos colegios se deban atribuir a la segregación de sexos, sino más bien al hecho de que, por lo general, se trata de instituciones más selectivas en la admisión de alumnos. Otras posibles causas se refieren a que los alumnos proceden de sectores socioeconómicos altos y a la preparación académica previa al ingreso en la escuela.

Beneficios psicológicos

En el trabajo presentado por Eduardo López, catedrático de la Universidad Complutense, se destacan otro tipo de ventajas de tipo no cognitivo para la educación diferenciada. En un balance sobre las investigaciones realizadas se podría decir que “los beneficios para las chicas en las escuelas de chicas son más claros que los beneficios para los chicos en las escuelas de chicos”, sobre todo en los niveles superiores de enseñanza y en las actitudes hacia el rol sexual y la autoestima. A eso habría que añadir la reducción de la delincuencia entre las chicas y la disminución del acoso sexual.

Una etapa delicada, en que la educación diferenciada puede suponer una gran ventaja, sería, según recientes investigaciones, la adolescencia en las mujeres. Para la catedrática de la Universidad Complutense María Victoria Gordillo, “es preciso buscar caminos diferentes para el logro de valores comunes en la educación, porque el punto de partida es desigual, ya que el sexo –varón o mujer– sí marca una diferencia”.

En su opinión, si la adolescencia es por sí una etapa conflictiva, en la que el deseo de explorar lo desconocido puede conducir a la aparición de conductas de riesgo, hay, además, un dato psicosocial que es preciso considerar: “Muchos rasgos conductuales que eran propios de la adolescencia se encuentran ya en una etapa anterior y conductas típicas de los adultos son hoy propias de los adolescentes”.


(1) “La educación de mujeres y varones en el Tercer Milenio: entre el código genético y el código social”. Centro Universitario Villanueva (Universidad Complutense de Madrid). Madrid, 28-29 de septiembre de 2001. 

(ACEPRENSA)