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La religión cristiana

Herejías, la insurrección en nombre de Dios

Por Karina Donángelo

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Karina Donángelo presenta algunos de las más influyentes movimientos heréticos dentro de la religión cristiana, principalmente los aparecidos durante la Edad Media y tanto en Oriente como en Occidente, analizándolos en su contexto histórico y estableciendo su relación con la puja por el poder. 

   
 


Introducción


Existe una tribu árabe, cuyos miembros se llaman a sí mismos judwalis, o diagrámatas, porque enseñan a sus hijos danzas que dejan en la arena huellas, llenas de significados simbólicos. Y como las huellas de los judwalis es la historia del hombre; llena de símbolos y misterios.

Desde los orígenes de la humanidad, la religión se ha caracterizado por su afán en la búsqueda de Dios, de caminos "iniciáticos" y "secretos" de realización espiritual, cuyo objetivo final no ha sido otro que el reencuentro con nosotros mismos.

El surgimiento de las herejías, como así también de otras religiones marginales, siempre ha estado estrechamente relacionado con tiempos críticos y convulsiones sociales. En mayor o menor medida han hecho tambalear a importantes instituciones, transformándose en "ángeles de luz" y poniendo de manifiesto causas telúricas profundas.

Así como en la antigüedad, las herejías fueron grandes movimientos contestatarios, que se rebelaron contra el miserable destino que se les quería imponer, en un mundo de "mercaderes", donde los emperadores perdían la corona y los otros, la vergüenza; hoy, la protesta se encuadra en la prédica de distintos grupos religiosos, mayoritariamente mesiánicos.

Y esto, en parte es así, porque la revolución ha dejado de pertenecer a los materialistas, para pasar a formar parte de una guerra espiritual soterrada, oculta pero latente, como caldo de cultivo. Cada vez más vemos como la derecha se acerca a la izquierda y la izquierda a la derecha. Las ideologías van perdiendo sus aristas y las tendencias reformistas y revisionistas acaban por hacerse equivalentes.

Podría hablarse, parafraseando al historiador medieval, Jan Huizinga, de las "Ideologías del crepúsculo", ya que es precisamente en este momento de decadencia y disolución de la sociedad, cuando aparecen viejas y nuevas ideologías superpuestas, en tiempo y espacio, donde cada grupo social y religioso tiende a ampararse en un esquema ideológico confeccionado a su medida.

Durante el siglo XX, han aparecido distintas sectas, como icebergs en aguas turbias advirtiendo sobre el Día del Juicio y la "guerra" de Armagedón.

 

   
 

Reclutan adeptos y son verdaderas organizaciones, con células en todo el mundo. La mayoría reniega de la fe católica. Algunas son escisiones del protestantismo -que ya de por sí posee numerosas ramificaciones-, pero otras tienen antiguas raíces paganas. Intransigentes y coercitivas; arrastran multitudes congregadas en distintos eventos al aire libre o en ocultos reductos, convocando a los "fantasmas del pasado".

Sin embargo, detrás de la prédica religiosa, sus denuncias trascienden la institución eclesiástica y posturas dogmáticas; lo que los convierte en grupos fuertemente contestatarios, críticos de los Poderes y del actual sistema mundial.

Pero volviendo a las antiguas herejías, tampoco se debe olvidar que los problemas de la época feudal amenazaron seriamente la paz y la prosperidad de las iglesias, del clero y de sus bienes. Muchos de las personas consideradas "herejes" por la curia católica romana eran simples trabajadores, sometidos al enorme poso de un pequeño sector de explotadores guerreros, señores feudales y eclesiásticos, que se quedaban con casi todo el superávit. Si bien los primeros cristianos no fueron violentos, el pueblo vivía temiendo por el porvenir.

Como si esto fuera poco, la lucha por el poder entre los reinos bárbaros y el imperio romano, la expansión del cristianismo y la propagación del paganismo propiciaron una maniobra política que convirtió al superestado romano en un "Imperio teocrático cristiano", tras la conversión de Constantino en el 313 d.C. A partir de ese suceso, el imperio cristiano tenía que ser defendido con la fe y con la espada. La Iglesia fue partícipe en la lucha contra los enemigos visibles, llevando a cabo un combate dudoso, pero "necesario" contra los invasores, los laicos y las revueltas campesinas. Y para defender sus propios intereses reclutó caballeros, valorizando su situación y sacralizando una guerra contra los "enemigos de Dios".

Hoy, como ayer, muchas personas creen que la Iglesia católica ha vuelto sus ojos a los asuntos terrenales, olvidando o marginando planteamientos místicos, o sustituyéndolos por demagogia política y social. El "aggiornamiento" de esta institución cristiana, junto al vacío espiritual ha provocado que algunas sectas, que larvaban desde hacía años encontraran repentinamente desocupado un espacio espiritual, que hasta entonces había sido ocupado par la Iglesia.

Por todo esto, no sería descabellado pensar que, si las actuales religiones marginales no son las herederas directas de las grandes herejías de la época medieval; sí son el prototipo más fidedigno, en tanto grupos religiosos revolucionarios y contestatarios de la antigüedad.

 

   


Ciudad del Vaticano, sede del Sumo Pontífice de la Iglesia Católica Apostólica Romana.

 

Las herejías en la época medieval

Durante los siglos XII y XIII fueron consolidándose distintas sectas o herejías que, por su actitud resueltamente hostil a Roma amenazaron la unidad espiritual del mundo cristiano de Occidente.

El nacimiento y éxito de estas herejías se explica apelando a la influencia oriental. La mayoría de ellas parece proseguir las doctrinas dualistas, que habían triunfado en varias filosofías o religiones orientales, como la de Manes y sus discípulos de Persia: oposición y antagonismo entre un Dios del Bien, creador del cielo y un Dios del Mal, creador de la tierra y de todos los hombres.

Desde el año 1.000, por ejemplo, distintos cronistas dieron cuenta de las herejías de Aquitania, calificándolas de "maniqueas".

Entre otras cosas, no puede excluirse el predominio de las creencias orientales, debido a la gran cantidad de viajes y peregrinaciones a Siria y Palestina, como así también el influjo de la iglesia búlgara de los bogomilitas, a través de la ruta de los Balcanes.

Así y todo, hay que destacar la tajante oposición entre la herejía oriental, de carácter dogmático - filosófico, que empezó desarrollándose en círculos restringidos de doctores y eruditos, y la herejía occidental, esencialmente popular, que calzó entre las clases pobres, campesinas e iletradas.