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SOLIDARIDAD - TEXTOS

 

1. PO/SOLIDARIDAD 
Solidaridad más fraternidad = comunión

Mantener siempre atentos los oídos
al grito de dolor de los demás
y escuchar su llamada de socorro,
es Solidaridad.

Mantener la mirada siempre alerta
y los ojos tendidos sobre el mar
en busca de algún náufrago en peligro,
es Solidaridad.

Sentir como algo propio el sufrimiento
del hermano de aquí y del de allá
hacer propia la angustia de los pobres,
es Solidaridad.

Llegar a ser la voz de los humildes,
descubrir la injusticia y la maldad,
denunciar al injusto y al malvado,
es Solidaridad.

Dejarse transportar por un mensaje
cargado de esperanza, amor y paz,
hasta apretar la mano del hermano,
es Solidaridad.

Convertirse uno mismo en mensajero
del abrazo sincero y fraternal
que unos pueblos envían a otros pueblos,
es Solidaridad.

Compartir los peligros en la lucha
por vivir en justicia y libertad
arriesgando en amor hasta la vida,
es Solidaridad.

Entregar por amor hasta la vida
es la prueba mayor de la amistad,
es vivir y morir con Jesucristo,
es Solidaridad. 

LEONIDAS Proaño

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2.
Solidaridad. Es una de las palabras más bellas y de más contenido 
humano del lenguaje. Figura entre las diez palabras más bonitas -por 
el contenido y la sonoridad- de la lengua castellana. Se trata de ver al 
otro, no como un instrumento, un rival, un número, sino como un 
semejante, un complemento, una ayuda, un compañero de camino, un 
amigo, una prolongación de ti mismo. No se puede pasar de él, y 
mucho menos oprimir o anular. Es preciso compartir, colaborar, servir, 
ayudar o dejarse ayudar, o simplemente «estar».

CARITAS
FUEGO EN LA TIERRA
ADVIENTO Y NAVIDAD 1988.Pág. 130

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3. 
«Comer sin hambre es robar el corazón de los pobres».
«Si tienes dos pedazos de pan, da uno a los pobres, vende el otro y 
compra jacintos para alimentar tu alma». La ciudad de la 
alegría
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4.
«La vida no es de nadie, todos somos
la vida-pan de Sol para los otros,
los otros todos que nosotros somos,
soy otro cuando soy, los actos míos
son más míos si son también de todos,
para que pueda ser he de ser de otro...».

Octavio Paz
Piedad de Sol

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5.
Si nos hiciéramos unos.
Unos con otros.
Unos junto a otros.
Por encima del fuego y de la nieve,
aun más allá del oro y de la espada.
Si hiciéramos un bloque sin fisura
con los dos mil millones
de rojos corazones que nos laten.
Si hincáramos los pies en nuestra tierra
y abriéramos los ojos, serenando la frente,
y empujáramos recio, con el puño y la espalda,
y empujáramos recio, solamente hacia arriba,
qué hermosa arquitectura se alzaría del lodo.

ANGELA Aymerich Figuera

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6.
«Somos todos de consuno
y en la piña que formamos
yo soy nos-otros, no uno». 

M. Unamuno

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7. V/PRIVADA/FE   Lc/10/30-37 
La emigración interior, el refugio en la intimidad de la conciencia 
individual, el recogimiento místico del alma y en el alma, "la escondida 
senda por donde han ido los pocos sabios que en el mundo han 
sido"..., puede parecer también en ocasiones una huida y abandono de 
las propias responsabilidades. Quizás un privilegio de los santos a los 
que se les permite salvar su alma, o de los artistas que pueden 
realizarse en su obra, o de los intelectuales que pueden dedicarse a la 
especulación en su retiro.
Claro que todos necesitamos hacer incursiones a la vida interior.
Sobre todo en un mundo acostumbrado a vivir en la superficie, en la 
exterioridad, en donde parece que lo único importante es dejarse ver, y 
cuidar la imagen, y las relaciones públicas, y venderse mejor que otros, 
y competir, y estar en línea y salir en la televisión, o en los papeles... 
claro que tenemos derecho a una vida privada, derecho y necesidad. 
Incluso para dar sentido a la vida pública, a nuestra participación en lo 
que a todos importa, y para tener algo que ofrecer a la sociedad de la 
que todos somos miembros. Pero la vida privada no es el absentismo y 
la despreocupación de la vida pública, no debiera ser eso. De la misma 
forma hay que decir y recordar que la propiedad privada tiene una 
función pública, así también la vida privada. Porque estamos en el 
mundo para los demás, no sólo para los amigos, o para los hijos, sino 
para todos los demás.
Cuando los gritos que se escuchan en la calle son los gritos de los 
pobres, de los que piden trabajo, de los que se manifiestan por la 
paz..., no podemos quedarnos en casa. Lo que se ventila en estos 
casos es nuestra causa, es la causa del hombre, de todos los 
hombres. Hurtar nuestra colaboración es eso: hurtar, robar.
Porque nos debemos a los demás, y aquí no vale el sálvese quien 
pueda. Como decía Karl Barth, la vida privada -entendida como 
absentismo- es propia de ladrones. Situados al margen del camino por 
donde pasa la vida laboriosamente, por donde peregrina el pueblo con 
sus angustias y sus esperanzas, los que llevan esa vida privada son 
como los salteadores que acechan desde su escondrijo.
Una vida privada, privatizada en extremo, es tanto más contradictoria 
para aquellos que han sido enviados al mundo y que están al servicio 
del evangelio. Porque el evangelio es palabra pública. 

EUCARISTÍA 1983/03

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8. EGOISMO/INSOLIDARIO.
He dicho hace mucho tiempo que el comendador es el hombre de 
derechas químicamente puro, con bastantes virtudes pero de feroz 
insolidaridad, capaz de decir a Don Juan, cuando está arrepentido y de 
rodillas, con conciencia de que va a perder hasta la esperanza de su 
salvación, los dos versos más pétreos y feroces que se han escrito: 
"¿Y qué tengo yo, Don Juan-con tu salvación que ver?".
"¿Qué tengo yo que ver con tu hambre? -comenté en su día-. ¿Qué 
tengo yo que ver con tu libertad? ¿Qué tengo yo que ver con tus 
inquietudes? ¿Qué tengo yo que ver con tus dudas, con tus afanes, 
con tus diferencias?

JULIÁN MARIAS
ABC/DIARIO 24-XI-1990

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9. LA CULTURA DE LA SOLIDARIDAD 
Los últimos años, la década de los noventa, están siendo testigos de 
un despegue sin precedentes de solidaridad. Acontecimientos como las 
masacres de Ruanda, las guerras en Bosnia o la campaña en favor del 
0,7 parecen abundar en este sentido. Una campaña de UNICEF para 
recaudar cuarenta millones de pesetas alcanzó, en menos de tres 
meses, los cuatrocientos millones. Por otra parte, Mensajeros de la Paz 
consiguió en escasas semanas que más de mil familias acogiesen a un 
millar de niños con parálisis cerebral o síndrome de Down. La lista 
sería inacabable. Baste, para más abundamiento, subrayar el 
incremento del movimiento asociativo en favor de todas las causas 
imaginables.
Sin embargo, este fuerte incremento de solidaridad «extraordinaria» 
tropieza con otros muchos casos de insolidaridad frecuentes en la vida 
ordinaria. Me refiero, por ejemplo, a la falta de solidaridad que subyace 
en ciertas conductas automovilísticas (no respetar los ceda el paso o 
pasos de cebra), o en ciertas faltas de responsabilidad para cumplir las 
obligaciones fiscales (impuestos, contribución...), o la escasa 
sensibilidad en apropiarse de lo ajeno (programas de ordenador, 
fotocopias de textos no autorizados, plagios...), y en general la falta de 
solidaridad en el cuidado de los bienes comunes: calles y ríos, medio 
ambiente, patrimonio cultural y natural, malversación de fondos 
públicos, dilapidación del dinero público... la lista no tendría fin.
Una verdadera cultura de la solidaridad requiere no sólo respuestas 
extraordinarias y generosas en situaciones límite y angustiosas, sino 
también la respuesta ordinaria y constante ante las mil situaciones que 
nos ofrece la vida en sociedad. Frente a la cultura de la competitividad, 
que nos invade y nos inculcan, que es la lucha de todos contra todos, 
debemos sentar las bases para una nueva cultura de la solidaridad 
donde cada uno esté al servicio de todos y todos al servicio de cada 
uno. 

EUCARISTÍA 1995/59

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