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RESPONSABILIDAD - TEXTOS

 

1. TRAFICO

Los valores éticos han de estar presentes en el mundo del volante

Como todos los años por estas fechas, este domingo, día seis de 
julio, se celebra La Jornada de Responsabilidad en el Tráfico. 
Monseñor Ciriaco Benavente, prelado de Coria-Cáceres y Obispo 
promotor del Apostolado en Carretera, ha emitido una Exhortación 
pastoral que, bajo el lema El volante, espejo del alma, quiere 
recordarnos a todos que si la cara es el espejo del alma, al volante se 
refleja todo lo que llevamos dentro: la serenidad o la prisa, el respeto o 
la intolerancia, la estima o el desprecio de la vida, por esto la 
Exhortación Pastoral desea que esta nueva jornada "sirva para 
estrechar filas con todos aquellos que, cada día más numerosos, 
apuestan con nosotros por unas carreteras que, por humanas, sean 
caminos de libertad y de tolerancia" y se insiste en cosas tan 
elementales como el absurdo de afrontar en la carretera riesgos 
mortales que no se consienten en la vida corriente, poniendo especial 
atención en que los valores éticos han de estar presentes en el mundo 
del volante porque están en juego valores tan sagrados como el de la 
vida, la convivencia en solidaridad y la preservación misma de la 
naturaleza y, ante esto, ni la humanidad y menos aún el Evangelio 
pueden callar."

Irracionalidad al volante
Y es que, como nos recuerda monseñor Benavente, la irracionalidad 
nos persigue. Desde el comienzo del año 1997, las "grandes 
operaciones de Tráfico" han incrementado el número de sus víctimas, 
sirva de ejemplo que en el pasado puente del Primero de Mayo, a 
pesar de contar con un día menos que el de 1996, superó a éste en 22 
muertos. "Frente a esto hay que escoger o bien la postura 
incongruente del avestruz, con una estúpida resignación frente a lo que 
puede ser evitado, esperar que la permanente sangría provoque una 
auténtica alarma social que nos movilice a todos, o, lo que sería mejor 
y más humano, asumir una actitud responsable ante el desafío del 
riesgo de la carretera. Puesto que hace ya mucho el automóvil se 
convirtió en el símbolo de muchas cosas, urge crear una nueva cultura 
del coche y también conductores de perfiles nuevos." "Aquí se libra 
-sigue diciendo el comunicado episcopal- la batalla definitiva pues el 
hombre es factor emergente en cualquiera de las situaciones. Así lo 
evidencia la lectura de cuanto nos ocurre: distracciones en la 
conducción, fatiga, violaciones de las normas, fallos mecánicos..." Por 
todo esto, la Exhortación Pastoral resalta la importancia de la 
imposición normativa que habrá de mejorar como se intenta 
plausiblemente en la reciente reforma de la Ley sobre Tráfico y 
Seguridad Vial.

La conciencia del hombre
Para prevenir no basta con el recurso al temor a la sanción o con la 
mejora de las pruebas psicotécnicas, que por si solas no consiguen 
descubrir y, por tanto, solucionar los problemas psicológicos y de 
irresponsabilidad moral, tan graves actualmente en la conducción, "se 
precisa la siembra de actitudes y disposiciones fundamentales en lo 
más profundo de la conciencia del hombre, experimentado todo ello 
con un hábito espontáneo y gratificante." Y en todo caso, respetando 
los derechos laborales de los conductores.

Los profesionales de la carretera
A este respecto tiene el obispo de Coria-Cáceres un recuerdo 
especial para los profesionales del transporte: camioneros y 
conductores de autocares y autobuses porque ellos constituyen, junto 
con los comerciales, uno de los colectivos de más riesgo. Nos recuerda 
también que "es demasiado frecuente que se niegue a estos hombres 
una vida civilizada: como si no tuvieran familia y amigos y unos relojes 
biológicos que no pueden marchar en constante tensión de fatiga 
crónica, insomnio, estrés físico y mental, circunstancias éstas que, en 
muchos casos, les fuerzan a abandonar prematuramente sus puestos 
de trabajo".
Y todo esto porque los reglamentos sobre horario, salud y seguridad 
apenas tienen validez práctica. En ello podría caber una grave 
responsabilidad tanto de las autoridades encargadas de la inspección 
de la Norma, como de los empleadores.

Actitud cristiana al volante
No debemos olvidar al tomar el volante que la vida en su integridad 
es don de Dios y si somos creyentes, nuestra ética, más allá de la 
meramente civil, ha de ganar en profundidad de campo, en la exigencia 
de las motivaciones y en las ayudas para su cumplimiento. El nuestro 
es, también en el Tráfico, un proyecto divino que nos responsabiliza 
ante un juicio superior. El Catecismo de la Iglesia dice claramente que 
"quienes en estado de embriaguez o por afición inmoderada a la 
velocidad, ponen en peligro la seguridad de los demás y de las suya 
propia en las carreteras... Se hacen gravemente culpables". Termina la 
Exhortación con un mensaje de optimismo para que disfrutemos de las 
carreteras con justicia y solidaridad, ayudando al más débil.

IGLESIA EN CAMINO
No. 216 - Año V - 6 de julio de 1997


La responsabilidad

 

Es la respuesta eficaz de alguien ante algo. La respuesta eficaz da buenos resultados.

No basta la buena voluntad, ni la intención ni el deseo sino la aplicación de todo esto para conseguir el objetivo propuesto. Se trata de resultados.

A la base de esta virtud está la capacidad de asumir las consecuencias de los propios actos, de las propias decisiones. Supone tener la capacidad de tomar decisiones personales, dentro de la zona de autonomía propia para mejorarse a uno mismo y ayudar a los demás a superarse también.

 

 

A. Frutos:

a.         Avance en los propios deberes. La dedicación da buenos frutos.

b.         Cumplir los compromisos adquiridos.

c.         Resultados mejores y más seguros.

d.         Seguridad ante las dificultades.

e.         Confianza en quienes dependen de la persona responsable.

B. Evitar estos extremos:

Por exceso:

 

a. No dejar trabajo a otros y querer hacer todo uno mismo. El hombre se multiplica en la medida que es capaz de delegar y confiar en los demás.

b. Asumir más tareas de las que pueden hacerse. Demasiada iniciativa genera dispersión. El que abarca mucho, aprieta poco.

c. Exigir demasiado o los mismos resultados a todos. Dios repartió los talentos, dando a unos más y a otros menos y exige a cada quien según su capacidad.

d. Descuidar una tarea importante por un trabajo secundario. Hay que jerarquizar tiempo y energías

e. Perfeccionismo excesivo fruto del orgullo y la complacencia personal.

Por defecto:

a.  Dejar las cosas para el final, a la última campanada: de prisa y mal hechas.

b.  Trabajar sin programación. La improvisación genera enredos y chapuzas.

c. Conformarse con pocos resultados; cumplir lo mínimo para salvar las apariencias.

d. No poner los medios necesarios para llegar a la meta; como si las cosas se hicieran solas. No se puede llegara donde ni siquiera he­mos planeado ir.

e. Miedo a enfrentar metas y tareas exigentes. No es más que comodidad y pereza vestidas de falsas modestias.

f. Confiar en la propia memoria y no anotar las cosas.

g. Admitir trabajos a medias o chapuzas. El eterno hay se va del mediocre que nunca sale del montón.

 

C. Medios para educar esta virtud:

a. Fijarse metas y fechas para conseguirlas, evaluando los resultados.

b. Avisar cuando una dificultad frena un trabajo. No para disculparse, sino para encontrar la solución.

c. Puntualidad. También cuando el clima es adverso.

d. Prever dificultades o necesidades. El que va al volante, lleva la vista ade­lante para prever y tener suficiente espacio de maniobra.

e. Analizar el propio programa de trabajo y acomodarlo según las nuevas necesidades

f.   Tener orden en las propias cosas.

g. Entregar todos los trabajos a tiempo y bien realizados.

h. Distinguir lo bueno de lo mejor, para superarse y no frenarse en excesivos detalles.

i.  Comprometerse a lo que se puede, no a los milagros.

 

Fuente

Libro Formación humana

Pontificio Instituto Catequetico

Rafael Llanes tovar