+

GENEROSIDAD - TEXTOS

1. 

Un kilómetro más 
Nos recuerdan algunos psicólogos que éste es el secreto de la dicha 
y el único medio para alcanzar éxito. Nos lo había dicho Jesús, que vino 
a enseñarnos el camino de la vida, que era para nosotros el Camino y 
la Vida: «Al que quiera pleitear contigo para quitarte la túnica dale 
también el manto; y al que te obligue a andar una milla vete con él 
dos» (/Mt/05/40-41).
Se trata de vivir por encima de lo obligado y de lo justo. Se trata de 
vivir desde el desprendimiento y la generosidad. Vivir la gratuidad. Si 
haces las cosas sólo porque están mandadas, te conviertes en 
esclavo. Si te limitas a responder a tus obligaciones, vivirás con las 
alas recortadas. Si haces un bien pensando en la recompensa, lo 
convertirás todo en mercancía. Si trabajas sólo en lo que te pagan, te 
condenas a la mediocridad.
No, hermano. Haz las cosas porque te salen del alma, y, en vez de 
pedir la paga, agradece el que te pidan un servicio. Libérate del deseo 
posesivo. Es fuente de sufrimiento. Buda dixit. Libérate del apego a las 
cosas. Libérate de las cosas. Ellas son traidoras: cuando quieres 
poseerlas, ellas te poseen. Son tiránicas: las entronizas y te subyugan. 
Son veleidosas y engañosas: parecen llenas y están vacías. Libérate. 
¡La cantidad de cosas que te sobran! ¡Con qué poquitas cosas se 
puede ser feliz!

-Vive en generosidad 
Si te desprendes de las cosas, te conviertes en señor. Si compartes 
lo que tienes, te harás rico. Rico en valores. No puedes sospechar 
siquiera la cantidad de amistad que irás acumulando y la cantidad de 
amor y la cantidad de alegría que te acompañarán. No hay duda; el 
evangelio dijo verdad: «Hay más dicha en dar que en recibir» 
(/Hch/20/35). Y es verdad que «solamente se posee aquello que se 
da».

-Vive la gratuidad 
No te arrastres por el suelo buscando la ración cotidiana de 
gusanos. Respira los aires de Salvador Gaviota, el que no volaba para 
comer, sino que comía para volar. Las cosas más importantes de la 
vida no tienen precio. Se podrá comprar el cuadro de un artista, pero 
nunca su inspiración. No se puede comprar la belleza, la alegría, el 
cariño, la fe. ¡Lo gratuito! Lo que más vale es gratuito. Todo lo que 
vale es gratuito. Un monje dio a un pobre un gran diamante. Al poco 
tiempo el pobre volvió agradecido a devolverle la joya y a pedir al 
monje la capacidad para desprenderse de sus diamantes.

-Vive la libertad Hay muchas cosas que te atan. 
Quieres ser independiente y te atan tus posesiones. Quieres vivir 
liberado y te aprisionan las leyes del consumo. Deseas ser auténtico y 
sigues los dictados de la moda y de la televisión. Buscas ser tú mismo 
e imitas modelos prefabricados.
La libertad es un fuego sagrado que arde con materiales de amor. 
La libertad y el amor se necesitan mutuamente. Sólo los libres pueden 
amar y sólo los que aman pueden ser libres.
Por eso los hombres libres son generosos. Cuando les pides un 
servicio, te añaden una sonrisa. Cuando les pides una limosna, te 
regalan una caricia. Cuando les pides un minuto, te dedican una hora. 
¡Siempre un kilómetro más! Siempre el plus de la elegancia y el cariño. 
Siempre la propina de la amistad.
Sólo que el camino de la libertad es difícil. Debes ejercitarte 
permanentemente y dar pequeños pasos cada día. Para llegar al 
Tabor de la libertad hay que ascender la cuesta purificadora de la 
liberación. Hay que liberarse de gustos, comodidades, costumbres, 
apegos, miedos, ideologías... Hay que liberarse de la tiranía del poder, 
del placer y del tener.
Liberarte. Menos capitales y más ideales; menos egoísmos y más 
solidaridad.

SOLO ERES SOLIDARIO SI COMPARTES. COMPARTE. 
TRABAJEMOS POR LA JUSTICIA 
Es la hora del compartir. Desde la solidaridad, y no digamos desde la fraternidad evangélica, es necesario poner en común lo que tenemos y lo que somos. Lo que tenemos y lo que somos son dones recibidos, pero se nos dan para que demos.
Comparte. El problema es que estamos convencidos de lo que 
tenemos que hacer, pero no lo hacemos. Excusas, recortes, 
compensaciones y dilaciones, no nos faltan. Son como las glosas que 
hacemos al evangelio. Hoy, Día de Caridad, se te pide que seas 
consecuente con lo que crees. Si tienes que compartir, comparte; si 
tienes que servir, sirve; si tienes que compadecer, compadece; si 
tienes que perdonar, perdona: si tienes que luchar por la justicia, 
lucha; si tienes que amar, ama.
Se te abre un abanico impresionante para comprometerte en el 
ejercicio de la solidaridad. Porque solidario es el que hace suyos los 
problemas del otro -¡son tantos!-. No dice como Caín: yo qué tengo 
que ver con mi hermano. Solidario es el que parte su pan con el 
hambriento y su capa con el que siente frío, y no se contenta con decir: 
que Dios te ampare. Solidario es el que se arriesga a hacer huelga de 
hambre, para que otros no mueran de hambre, y no se limita a 
estremecerse ante las imágenes televisivas de los hambrientos. 
Solidario es el que acoge al inmigrante o al refugiado, y no se contenta 
con lamentar las miserias del mundo y los horrores de la guerra. 
Solidario es el que renuncia a las horas extras o incluso reduce sus 
horas de trabajo, para que otros puedan trabajar; y muy solidario, 
desde luego, el que crea algún puesto de trabajo, aunque no le salgan 
redondas las cuentas. Solidario es el que acompaña al anciano o al 
enfermo el tiempo que sea necesario, sin mirar nerviosamente el reloj.
Hay otras muchas maneras de compartir, es decir, de ser solidario: 
siempre que salimos de nosotros mismos y nos acercamos al otro, 
cuando ayudamos a resolver un problema, por pequeño que sea, 
cuando luchamos por la justicia, cuando asumimos un compromiso 
social, cuando trabajamos con espíritu de servicio. El otro está ahí, 
caminando contigo. Importa que no lo veas con indiferencia o rivalidad, 
sino como algo tuyo, como alguien que te interpela a ti, que eres su 
pastor y guardián. 

CARITAS
VEN...
CUARESMA Y PASCUA 1994.Págs. 309-312