¡Qué valor en el siglo XXI!
Fuente: es.catholic.net
Autor: P. Felipe Santos
El día primero de
Febrero se celebró en toda la Iglesia católica la jornada dedicada a la Vida
Consagrada. A cualquier lector, poco avezado en esta terminología,
consagrada/o le suena a añejo, a trasnochado, a contracorriente con las
directrices que imponen los dictámenes de los años iniciales del siglo XXI.
No te extrañes. Verás que es una manifestación palpable de la obra del
Espíritu de Jesús. No quedó finiquitada con su muerte en la Cruz. De aquel
árbol y de toda su vida consagrada a los humanos y a su Padre surgió como una
nueva primavera en las personas que, libre y sin coacción alguna, se entregan
al Señor y a la humanidad en los trabajos más diversos que pueblan la faz de a
tierra.
Para el que no tiene fe -o la tiene en ciernes- esta consagración por entero a
Dios les parece algo antinatural. No se habla de ella en los medios de
comunicación social porque no crean morbo. Sin embargo, esos miles y miles de
personas que hacen de su vida una ofrenda a Dios de por vida, merecerían los
titulares de la primera página del periódico y telediarios. Y lo hacen de modo
muy variado de unos a otros, aunque el cordón umbilical sea el deseo de Jesús
para quienes quieran vivir -como él- plenamente entregados al Reino, al
Evangelio y a los demás.
María Celia, que ha terminado su carrera de música, ha entrado en el
monasterio de monjas carmelitas descalzas para vivir en plenitud su vida
componiendo melodías que transmitan el buen olor de Cristo a la sociedad de
hoy.
"¿No te ha costado mucho dejar el anhelo de tu maternidad, de tu propia
familia y del dinero?" -le pregunté-, y con su sonrisa transparente como la
campiña en que la vi en silencio o en la capilla haciendo largos ratos de
oración a Dios, me contestó: “Como joven siento como todas, pero al mismo
tiempo la acción soberna del Espíritu Santo actúa sobre mí. Me siento llamada
a la universalidad, es decir, a la entrega a todos los hombres, niños y
mujeres en la contemplación de Dios y de la vida”.
¿Te das cuenta del valor que tienes ante un mundo que tiene como valores
supremos el sexo, el consumo y el pasárselo bien? – “Soy consciente de lo que
pienso y hago. Por eso mismo mi llamada se encamina por mi realización
personal desde una perspectiva nueva para mí. No para la Iglesia, que, desde
su misma fundación, cuenta con millares y millares de consagrados y
consagradas a Dios”.
Oye, María Celia, si contemplamos la historia e incluso la crónica, todo hace
pensar que siempre habrá hombres y mujeres que sabrán entregarse totalmente a
Cristo, mediante el celibato, la pobreza(no la miseria ni la disposición a
enriquecerte) y el seguimiento fiel a Dios.
-“Por supuesto. Lo he estudiado todo y he visto sus pros y sus contras.
Buscaré la santificación de mi vida y mi misión evangelizadora desde la
atalaya de la plegaria, el trabajo y la música”.
Y mirándola fijamente, le dije: ¡Animo! El camino de la consagración con los
consejos evangélicos es una gran esperanza para el porvenir dela Iglesia.
María Celia, ¡ojalá hubiera más gente tan “loca” y con tanto “valor” como
tienes tú, fruto de tu intensa fe y del amor superabundante del que brota a
borbotones tu pureza!