1. Con los ojos bien abiertos

 

«Bienaventurados los limpios de corazón,
porque ellos verán a Dios» (Mt 5,8)

 

Y los sentidos alerta. No hay que mitificar lo novedoso, del mismo modo que no debemos minusvalorar la vida cotidiana; pero lo cierto es que el cambio de actividad, de rutinas, de ritmos y tal vez incluso de preocupaciones nos brinda una oportunidad grande.
 

El estudiante, por unas semanas, aparca los libros. El trabajador se aleja de la oficina, la fábrica o el taller. Los horarios se suavizan. El profesor descansa de sus alumnos (y viceversa). Y al abrirse a espacios nuevos surge la posibilidad de recuperar la atención por las cosas que normalmente están arrinconadas por la prisa, la urgencia o la tarea.

 

·          En este contexto, le pido a Dios que me ayude, en mi verano, a dejarme cautivar por las cosas importantes. Que me deje dedicar tiempos de calidad a los míos. Que me acompañe la risa profunda, y el descanso verdaderamente lo sea.

 

·          Le pido a Dios que venga conmigo en este tiempo, como compañero, amigo, guía… en las horas de reposo.

 

Bello es el rostro de la luz.

Bello es el rostro de la luz, abierto

sobre el silencio de la tierra; bello
hasta cansar mi corazón, Dios mío.


Un pájaro remueve la espesura
y luego lento en el azul se eleva,

y el canto le sostiene y pacifica.


Así mi voluntad, así mis ojos se levantan a ti;

dame temprano la potestad de comprender el día.


Despiértame, Señor, cada mañana,

hasta que aprenda a amanecer,

Dios mío, en la gran luz de la misericordia.

Antonio Gamoneda.

 

 

2. Con corazón agradecido.

 

Cantad a Yahveh en acción de gracias, salmodiad a la cítara para nuestro Dios (Sal 147,7)

 

Al terminar etapas, o ciclos, o cursos, como que parece natural el echar la vista atrás y pensar: “¿qué ha pasado?” “¿Cómo ha sido todo?” “¿Se cumplieron mis expectativas?” “¿En qué he acertado, y en qué he podido equivocarme?”…

 

Es necesario que nuestras miradas atrás no se conviertan en una evaluación de objetivos puramente formal. Aunque haya muchas cosas pequeñas que revisar, lo más importante es valorar las cosas que, en mi vida, van suponiendo la entrada de la humanidad a borbotones (la propia y la ajena). Y, mucho antes de evaluar o planificar, previo a todo análisis riguroso, es justo dar un tiempo al agradecimiento.

 

·          En este contexto, puedo dedicar un tiempo a ir recorriendo los nombres, los rostros, las historias que se han ido cruzando con la mía en el curso que termina.

 

·          Y, ante todo, le doy gracias a Dios: por lo que han aportado, por lo que han enseñado, por lo compartido, por lo buscado, por lo encontrado y lo que aún sigue pendiente; por los sueños y por las presencias; por las palabras dichas y los silencios acompañados; por los nombres de mi vida y sus historias.
 

Y siento que en mi descanso también esas historias “reposan” conmigo.

Gracias, al fin del día.

 

Gracias, porque al fin del día podemos agradecerte
los méritos de tu muerte,
y el pan de la Eucaristía,
la plenitud de alegría
de haber vivido tu alianza,
la fe, el amor, la esperanza
y esta bondad de tu empeño
de convertir nuestro sueño
en una humilde alianza.

José Luis Blanco Vega


 

[1] Publicado por www.pastoralsj.org