Las nuevas tecnologías y sus efectos prácticos
en la identidad personal y comunitaria,
en la vida religiosa y social


Eduardo Regal V.
Director de VE Multimedios

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•Introducción 
•Profundas interrogantes 
•Tecnocentrismo 
•La «era digital» 
•Las nuevas tecnologías y la cultura 
•Tecnología al servicio de la Nueva Evangelización 


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Ponencia presentada en el Congreso Internacional
"Newtech 98 Nuevas Tecnologías y Persona Humana,
Comunicando la Fe en el Nuevo Milenio".
Denver, 25-28 de marzo de 1998.


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Introducción

«... y entrando en la morada hallaron al Niño con María, su Madre, 
y postrándose le adoraron, y abriendo sus tesoros le ofrecieron 
presentes de oro, incienso y mirra»[1]. Este pasaje del Evangelio 
según San Mateo nos trae a la memoria a aquellos hombres que 
habiendo contemplado en el firmamento una estrella singular, 
emprendieron una larga jornada siguiendo la ruta que el astro 
señalaba: los Magos del oriente. No tenemos muchos datos sobre 
estos personajes, pero es posible concluir que fueron hombres sabios 
dedicados a las ciencias, entre ellas la astronomía. Desde esta 
perspectiva, podemos considerar que estos hombres poseían una 
técnica avanzada para su tiempo --con instrumentos adecuados-- 
para la observación del firmamento y las estrellas. Según algunos 
autores estos misteriosos Magos utilizaron su saber, su ciencia y su 
conocimiento técnico en la búsqueda de un Rey, que según antiguas 
tradiciones habría de gobernar a las naciones. Finalmente 
encontraron al Rey, pero no se trataba de cualquier rey sino del Rey 
de Reyes, el Verbo de Dios que se hizo Hijo de la Inmaculada Virgen 
María para reconciliación de toda la humanidad. Y contemplándolo, se 
postraron adorando al Niño redentor y ofreciéndole sus preciosos 
dones.
CIENCIA/TÉCNICA: He querido resaltar en este hermoso pasaje de la Epifanía del Señor, la ciencia y la técnica que poseían los Magos del Oriente. Ellas, lejos de haberlos conducido por caminos errados permitieron que llegaran ante Aquel que da sentido pleno a todo el quehacer humano, incluyendo a las mismas ciencia y técnica. Esto nos sitúa en la perspectiva de lo que señala el Catecismo de la Iglesia Católica: «La ciencia y la técnica son recursos preciosos cuando son puestos al servicio del hombre y promueven su desarrollo integral en beneficio de todos; sin embargo, por sí solas no pueden indicar el sentido de la existencia y del progreso humano. La ciencia y la técnica están ordenadas al hombre que les ha dado origen y crecimiento; tienen por tanto en la persona y en sus valores morales el sentido de su finalidad y la conciencia de sus límites»[2]. Pero no siempre se da este sentido y valoración de la técnica. Incluso se puede añadir que la complejidad del desarrollo tecnológico presenta numerosas ambigüedades, esto es que ofrece luces y sombras para la vida del ser humano y su convivencia social. 


Profundas interrogantes

«En nuestros días, el género humano, admirado de sus propios 
descubrimientos y de su propio poder, se formula con frecuencia 
preguntas angustiosas sobre la evolución presente del mundo, sobre 
el puesto y la misión del hombre en el universo, sobre el sentido de 
sus esfuerzos individuales y colectivos, sobre el destino último de las 
cosas y de la humanidad»[3]. Este planteamiento formulado por el 
Concilio Vaticano II hace tres décadas mantiene la misma vigencia, y 
quizá podríamos decir que incluso tiene mayor fuerza hoy que en 
aquel entonces. El Concilio ofrece un horizonte de cara al tercer 
milenio. Así, por ejemplo, la constitución Gaudium et spes ofrece un 
claro análisis de la situación del ser humano situado en un mundo que 
entonces como hoy se abre al tercer milenio de la fe. Por ello vale la 
pena situarnos en esa valiosa perspectiva en nuestras reflexiones.
En los días del Concilio, la Iglesia, con plena consciencia de lo 
permanente, pero al mismo tiempo sensible a los cambios profundos, 
se preguntaba por la situación de la persona humana en el mundo, 
buscando «escrutar a fondo los signos de la época e interpretarlos a 
la luz del Evangelio»[4]. El primer rasgo que señalan los Padres 
Conciliares es que «el género humano se halla hoy en un período 
nuevo de su historia, caracterizado por cambios profundos y 
acelerados, que progresivamente se extienden al universo entero»[5]. 
Son cambios provocados por «el hombre con su inteligencia y su 
dinamismo creador; pero recaen luego sobre el hombre, sobre sus 
juicios y deseos individuales y colectivos, sobre sus modos de pensar 
y sobre su comportamiento para con las realidades y los hombres con 
quienes convive. Tan es esto así, --sigue la Gaudium et spes-- que se 
puede ya hablar de una verdadera metamorfosis social y cultural»[6]. 
Las profundas transformaciones e interrogantes de las que habla el 
Concilio, tienen connotaciones de orden social, cultural, psicológico, 
moral, religioso y familiar. Y en medio de estos cambios profundos, la 
Gaudium señalaba ya, con extraordinaria claridad, que «el espíritu 
científico modifica profundamente el ambiente cultural y las maneras 
de pensar. La técnica, con sus avances, está transformando la faz de 
la tierra»[7]. 
Hoy en día, pasadas más de tres décadas, podemos contemplar 
unos avances tecnológicos --quizá de dimensiones mayores a las 
vislumbradas por los Padres del Concilio--, que se pueden situar en el 
vertiginoso cambio ya constatado en la enseñanza conciliar. Las 
interrogantes entonces aplicadas respecto al desarrollo de la técnica, 
cobran hoy en día especial relevancia. La situación actual de la 
tecnología y la experiencia de los últimos años nos permiten suponer 
un crecimiento cada vez más acelerado y complejo de lo que se viene 
llamando «nuevas tecnologías». Esta realidad y el horizonte que se 
prevee se presenta colmado de grandes promesas y al mismo tiempo 
de inmensos desafíos; cargado de esas «esperanzas y temores» de 
las que habla la Gaudium et spes.


Tecnocentrismo

La complejidad del desarrollo tecnológico viene suscitando en el 
mundo posiciones muy diversas. Diferentes calificativos han ido 
apareciendo para identificar las actitudes opuestas de rechazo y de 
entusiasmo: tecnófobos y tecnófilos, son quizá de las expresiones más 
conocidas; apocalípticos e integrados[8], título de un libro de Umberto 
Eco publicado en 1965; o también humies y techies[9], en relación a 
aquellos con una tendencia más humanista --los primeros-- y más 
instrumental --los segundos--. 
Los así llamados tecnófobos rechazan --en mayor o menor grado-- 
los sistemas o adelantos tecnológicos, viendo en ellos principalmente 
graves consecuencias para el desarrollo de la persona humana y la 
sociedad. Muchas veces este rechazo de la tecnología manifiesta un 
cierto anhelo de un mundo sin tecnología, un supuesto mundo 
«pre-tecnológico» --que ciertamente nunca ha existido-- en el que el 
ser humano sería capaz de vivir y desplegarse sin recurso alguno a la 
tecnología. Por su parte, los llamados tecnófilos --también, en un 
mayor o menor grado-- consideran que en los avances de la 
tecnología y en su desarrollo, la humanidad sería capaz de hallar todo 
lo necesario para su «plena realización», usualmente en una reductiva 
perspectiva intramundana. Vislumbran un futuro tecnológico de 
características «casi paradisiacas», una suerte de «utopía 
tecnológica».
Aunque las dos posiciones aportan elementos sugerentes para la 
reflexión, la polarización de las posturas lleva a reducciones y 
simplificaciones de la realidad. Ambas tendencias dirigen su atención 
a la tecnología y lo que sería el futuro tecnológico, en un caso para 
rechazarla y en el otro para acelerar su llegada[10], con los matices 
señalados. Sin embargo, en su aproximación a la tecnología ambas 
caen en el vicio de otorgar a la técnica, en relación al ser humano y a 
la sociedad, un papel demasiado protagónico, cayendo en lo que se 
ha denominado tecnocentrismo[11]. Vistas desde tal filtro, por 
ejemplo, las incidencias de los instrumentos técnicos sobre la 
identidad personal e incluso comunitaria aparecen como 
determinantes sobre la identidad del sujeto y en consecuencia sobre 
la comunidad. Pero, partiendo de este vicio de perspectiva, las 
conclusiones a las que pueden llegar los agoreros quedan bastante 
distorsionadas por los presupuestos de los que parten, más aún si el 
análisis se realiza sobre un sector patologizado de la población.
El tecnocentrismo, coloca a la técnica como centro de la reflexión 
en torno a la cual gira toda la aproximación a la realidad. Desde esta 
perspectiva la tecnología se convierte en un filtro --incluso en «el» 
filtro-- de las demás expresiones de la experiencia humana y de la 
cultura. Por esta razón, es necesario ante todo cuidarse de no caer en 
ese reduccionismo tecnocéntrico que manifiestan ambas 
aproximaciones mencionadas --la de los tecnófilos y la de los 
tecnófobos--. 
El tecnocentrismo del que venimos hablando lleva también a que se 
le otorgue a la tecnología una autonomía fundamental en relación al 
ser humano. Más aún se le confiere un carácter determinante que 
conduce a un determinismo tecnológico, por el cual la tecnología 
influiría de tal manera sobre el ser humano y su cultura que todo sería 
condicionado por ella y más aún determinado por ella. Desde esta 
aproximación, las diversas realidades humanas y la cultura en general 
no sólo se ven afectadas sino más bien se ven modeladas por la 
tecnología imperante. Ciertamente hay que decir que una perspectiva 
tal puede llegar a «cargar» el uso práctico de las tecnologías 
dotándolas así de efectos que como un «presente griego» se 
introducen en su uso a través de dichos presupuestos sesgando su 
impacto en el ámbito del uso práctico.
MEDIO/MENSAJE: Algunos autores interpretando la conocida expresión «el medio es el mensaje»[12] de Marshall McLuhan ven en ella una expresión de esta visión determinista. Las interpretaciones de su frase-metáfora van en la línea de que para McLuhan el medio no sólo condiciona la expresión 
del mensaje, sino que hace más: el medio corrompe o modela de tal 
manera el mensaje que llega incluso a identificarse con él. En esta 
afirmación de McLuhan no se puede dejar de advertir que se le da 
una importancia desmedida a los medios y a sus tecnologías, en 
desmedro del resto de factores que influyen en la persona, en la 
comunicación, en la sociedad y en una determinada cultura. Resulta 
por lo menos sorprendente que se postule una metamorfosis de los 
valores, la educación, la familia y tantos otros factores al medio 
convirtiéndolo así en el megafactor o quizá en el principal factor de 
configuración de una cultura. Sin ignorar las influencias del medio 
sobre la persona y sobre la sociedad misma, parece un exceso dotarlo 
de esa función «totalitaria».
Un análisis más profundo del reduccionismo tecnocéntrico, nos 
lleva a considerar una cierta mentalidad tecnologista que hunde sus 
raíces en el Renacimiento y se afianza en la Ilustración. Uno de sus 
componentes principales es un reduccionismo metodológico que 
«recorta la realidad a lo mensurable, a grosores, longitudes; a lo 
material en última instancia»[13]. Se puede llegar incluso a hablar de 
una cierta ideología tecnologista, que tendría como una característica 
importante el agnosticismo funcional que Luis Fernando Figari señala 
como «la prescindencia y más aún banalización de Dios, que lleva a 
su marginación fáctica de la vida y de la cultura, y a su sustitución por 
los idolillos de siempre (poder, tener y experimentar placer a cualquier 
costo), claro que debidamente maquillados para el tiempo 
presente»[14]. Esta suerte de ideología tecnologista, es pues en su 
esencia secularista y por lo tanto prescinde de Dios y de la dimensión 
trascendente del ser humano. La actitud básica es la indiferencia y 
finalmente un endiosamiento de la tecnología y de la mentalidad 
tecnologista, haciendo de la técnica un ídolo, es decir generando una 
tecno-idolatría. La técnica, en el caso de los Magos del oriente les 
permitió alcanzar la Luz, la Verdad de Dios hecho hombre. La idolatría 
de la técnica es más bien un sendero que conduce a la oscuridad, al 
error y en cierto sentido es una reedición o prolongación de aquella 
funesta actitud del «querer ser como dioses» del relato del Génesis. 
Sucumbir pues al influjo de dicha tecno-idolatría ciertamente afecta a 
la persona, pues paradójicamente en la medida que se deja absorber 
en «la riqueza tecnológica» se va empobreciendo como ser humano, 
dejándose hechizar por los instrumentos técnicos y subyugar bajo 
ellos. Esta perspectiva plantea una línea de reflexión sobre la relación 
del ser humano con el instrumento técnico.
CAMBIO/PROGRESO: Ante este panorama se hace evidente que si uno se desliza a una aproximación tecnocéntrica corre seriamente el riesgo de perder de vista el núcleo de la pregunta por la tecnología. Los cambios tecnológicos y su valor real en términos de progreso y desarrollo humano, no se miden en las categorías cuantitativas de mayor o menor tecnología. «El progreso no es todo cambio en abstracto. Para saber si realmente un cambio es progreso se hace indispensable contrastarlo con la realidad del ser humano, de su naturaleza, su dignidad y su destino según el Plan de 
Dios... Pero si atenta contra el ser humano, su vida, su dignidad, su 
naturaleza, su destino, jamás se podrá reconocer como progreso, sino 
que más bien es un flagrante retroceso»[15]. Una racionalidad 
tecnológica, que busca la eficacia por la eficacia, y no se orienta al 
sentido último del ser humano, está desde sus cimientos destinada al 
error y rompe con la deseable armonía entre el ser humano y la 
técnica que genera. 
¿Entonces cómo aproximarnos a la problemática de la tecnología? 
¿Cómo juzgar las consecuencias del desarrollo tecnológico de hoy y 
del futuro y sus efectos prácticos sobre el ser humano sin caer en la 
reducción tecnocentrista? «Los criterios de orientación --señala el 
Catecismo de la Iglesia-- no pueden ser deducidos ni de la simple 
eficacia técnica, ni de la utilidad que puede resultar de ella para unos 
con detrimento de otros, y, menos aún, de las ideologías dominantes. 
La ciencia y la técnica requieren por su significación intrínseca el 
respeto incondicionado de los criterios fundamentales de la moralidad; 
deben estar al servicio de la persona humana, de sus derechos 
inalienables, de su bien verdadero e integral, conforme al designio y la 
voluntad de Dios»[16]. Así, el criterio de discernimiento se esclarece 
finalmente a la luz del Evangelio, en el misterio del Acontecimiento del 
Verbo encarnado, en la persona del Señor Jesús, quien revela 
plenamente el hombre al propio ser humano y le descubre su altísima 
vocación[17].


La «era digital»

Con el advenimiento del nuevo medio digital han aparecido nuevas 
expresiones que poco a poco van dejando de ser curiosas referencias 
utilizadas sólo entre los entendidos para ir integrándose al «lenguaje 
común». Los colegios y universidades son ámbitos especialmente 
fértiles para la propagación de nuevos conceptos como bit, byte, 
cyberspace, cybercafes, hacker, virtual reality, e-mail, cyberlaw, 
information age, globalization, hypertext, e-cash o www. Otros nuevos 
conceptos todavía poco empleados expresan realidades futuras y en 
algunos casos ya existentes pero no difundidas. Tal es el caso por 
ejemplo del teleputer, de George Gilder[18]; bodynets, smart rooms o 
virtual neighborhood de Michel Dertouzos[19]; data smog de David 
Shenk[20] o information highway de Bill Gates[21], sólo por citar 
algunos. El mismo tiempo en que vivimos y la sociedad vienen siendo 
calificados también con nuevas expresiones: information age, digital 
era, computer age, information technologies age, information society, 
network society y technological culture entre otros. 
Pero ciertamente la incidencia de las nuevas tecnologías digitales 
no se circunscribe a los nuevos conceptos, aunque esto no es poco 
en sí mismo. Realizar una enumeración de las nuevas tecnologías y 
las numerosas realidades que presenta resultaría una tarea 
sumamente extensa, y fuera de lugar aquí. Pero quizá el elemento que 
podríamos identificar como el «común denominador» entre todas ellas 
es la computadora. Hemos llegado al punto de poder decir que casi 
todas --o todas-- las nuevas tecnologías significativas de hoy, tienen 
alguna relación con la computadora. Ya sea en sus primeros bocetos, 
en su diseño, en su construcción o elaboración, en su período 
prueba, en su uso o puesta en práctica, o en su evaluación. En 
algunas sociedades la computadora va dejando de ser un instrumento 
o aparato ajeno a la vida cotidiana y va abriéndose camino entre las 
llamadas «tecnologías transparentes», aquellas que por la familiaridad 
en su uso cotidiano, dejan de llamar la atención y forman parte del 
entorno común personal, familiar, comunitario o laboral. 
El desarrollo de la tecnología digital de la computadora, ofrece 
nuevas posibilidades tanto en los niveles más especializados y 
complejos del desarrollo del conocimiento humano, así como en las 
aplicaciones más comunes y cotidianas. Los expositores que me han 
antecedido ya han profundizado en varios de estos nuevos recursos. 
Fenómenos como la Internet y el ciberespacio van abriendo horizontes 
que todavía no alcanzamos a comprender con la deseable claridad. El 
correo electrónico, la www, las llamadas comunidades virtuales[22] y 
las conversaciones on-line, la educación asistida por computadora o a 
través de Internet y los cyberschools[23], los mundos de «role 
playing» o MUDs[24], el hipertexto[25], el creciente comercio 
electrónico, la llamada globalización, la ingeniería genética o la 
biotecnología son sólo algunos ejemplos de estos nuevos horizontes 
que no pocas veces son desafíos.
Con mucho temor algunos y otros con gran entusiasmo, ven una 
fuerte influencia de las nuevas tecnologías en la identidad personal, 
en las relaciones humanas, en la vida comunitaria y en la sociedad. 
Sin embargo la pregunta sobre su influencia en términos de efectos 
prácticos es inabarcable e incompleta. En un reciente mensaje el 
Arzobispo Chaput citaba un refrán popular en los Estados Unidos: 
«fools with tools are still fools»26. El refrán, en forma clara y directa, 
señala esto que queremos hacer notar. El instrumento, la herramienta 
o la técnica no hace mejor al ser humano por lo que tiene en sí misma 
y tampoco se le puede atribuir a la técnica un juicio de valor moral, sin 
tomar en cuenta a la persona. No se puede desligar a la tecnología de 
su entorno, de sus circunstancias. Sobre todo no se la puede desligar 
del propio ser humano que la diseña y hace uso de ella. Casi habría 
que subrayar que la tecnología es para el ser humano y no el ser 
humano para la tecnología. En tal sentido con todo lo valioso que 
puede aportar la tecnología a la realidad y desarrollo de la persona 
humana, no se espere que ella pueda cambiarla ontológicamente. La 
persona que usa la tecnología la usa según su propia realidad y 
naturaleza. De ahí que algunas evaluaciones de carácter alarmista 
sobre la negativa influencia de la computadora y la Internet sobre la 
«identidad» de la persona al moverse en universos patológicos, 
predeterminan el resultado por los presupuestos y por la naturaleza 
de la muestra. 


Las nuevas tecnologías y la cultura

CULTURA/QUE-ES: Esto nos permite retomar el hilo conductor 
inicial y la precaución de no aproximarnos a las nuevas tecnologías 
mencionadas, desde una visión tecnocéntrica. La aproximación a las 
nuevas tecnologías no puede prescindir de su ubicación en una 
cultura determinada. La relación que las nuevas tecnologías tienen 
con la persona y la sociedad está en función de su entorno cultural. 
La tecnología constituye uno de los factores que conforman una 
cultura. «La cultura es el universo humanizado que una colectividad 
se crea, consciente o inconscientemente: es su propia representación 
del pasado y su proyecto del futuro, sus instituciones y sus creaciones 
típicas, sus costumbres y sus creencias, sus actitudes y sus 
comportamientos característicos, su manera original de comunicar, de 
trabajar, de celebrar, de crear técnicas y obras reveladoras de su 
alma, y de sus valores últimos»[27]. 
En este sentido la tecnología, y por lo tanto las nuevas tecnologías, 
entran en interrelación dinámica y constante con los demás 
componentes que conforman una cultura. Puede inclusive llegar a 
convertirse en uno de los factores de transformación socio-cultural. Se 
puede concluir de lo dicho, que esta estrecha relación lleva a que la 
tecnología sea, en algún modo, una expresión de la cultura a la cual 
pertenece y por otro lado, que a su vez la tecnología, aporte a esta 
cultura. Pero el más importante elemento en esta relación 
tecnología-cultura es la libertad del ser humano que le da a la técnica 
un espacio en la cultura en el cuál ésta brota y se desarrolla. En una 
cultura como las nuestras de marcados tintes agnósticos, 
economicistas, consumistas, pragmáticos y secularistas, la tecnología 
está en muchas de sus expresiones sesgada (biased) por estas 
características tanto en los fines para los que es concebida como en 
el uso que se hace de la misma.


Tecnología al servicio de la Nueva Evangelización

Una cultura de fuertes valores éticos, morales y religiosos se 
manifestará en sus diferentes expresiones; una de ellas, como se 
viene enunciando es la tecnología. Sin embargo, como mencionara 
claramente el Papa Pablo VI, «la ruptura entre Evangelio y cultura es 
sin duda alguna el drama de nuestro tiempo, como lo fue también en 
otras épocas. De allí --sigue el Papa-- que hay que hacer todos los 
esfuerzos con vistas a una generosa evangelización de la cultura, o 
más exactamente de las culturas. Éstas deben ser regeneradas por el 
encuentro con la Buena Nueva. Pero este encuentro no se llevará a 
cabo si la Buena Nueva no es proclamada»28. 
¡Qué oportuno programa para nuestros días! Los nuevos medios 
digitales pueden ser los «nuevos areópagos» de nuestros días, desde 
los cuales proclamar la Buena Nueva. Pero así como es oportuno el 
programa, lo es también el diagnóstico. No es difícil constatar, que las 
nuevas tecnologías manifiestan, a veces grotescamente, esa ruptura 
entre el Evangelio y la cultura. Muchas veces, en vez de proclamar 
una verdadera «cultura de vida»[29], las nuevas tecnologías difunden 
las lacerantes heridas de una «anticultura de muerte»[30]. 
Así pues, una recta utilización de las nuevas tecnologías puede 
enmarcarse en la dimensión de la evangelización de la cultura en una 
doble dinámica. Por un lado en cuanto al esfuerzo por iluminar desde 
el Evangelio las diversas realidades de las nuevas tecnologías y por 
otro, en utilizar los recursos ofrecidos por estas nuevas tecnologías al 
servicio del anuncio evangelizador. Una Nueva Evangelización, 
«nueva en su ardor, en sus métodos, en su expresión»[31].
Ambas dimensiones se presentan en nuestros días como tareas 
con carácter de urgencia. Por una parte, la Iglesia debe trabajar 
incansablemente por hacer sentir con fuerza su presencia 
evangelizadora en el universo de las nuevas tecnologías, 
comunicando en forma decididamente activa y creativa, la 
reconciliación que nos ofrece el Señor Jesús y sus consecuencias 
morales, sociales y culturales. Por otra, hacer uso de los muchísimos 
recursos que ofrecen las nuevas tecnologías, tal como propusieron 
los obispos latinoamericanos reunidos en Santo Domingo cuando 
señalaron que «es hoy imprescindible usar la informática para 
optimizar nuestros recursos evangelizadores»[32].
En este sentido la Iglesia viene realizando algunos esfuerzos 
significativos. En América del Norte y en Europa el avance es mayor 
que en América Latina, a pesar de que allí está el mayor número de 
católicos del mundo. Sin embargo, recogiendo las numerosas 
iniciativas de la reciente Asamblea Especial del Sínodo de los Obispos 
para América, en América Latina ya se vienen desarrollando 
importantes avances de servicio eclesial a través de las nuevas 
tecnologías[33].
Considerando la magnitud de la tarea y de los recursos a nuestro 
alcance, estos pioneros intentos son todavía pequeños. Lo que queda 
claro es que ya no se puede ignorar o prescindir de estas nuevas 
tecnologías y su influencia en el ser humano y en su cultura. El Pueblo 
de Dios está llamado a desempeñar en el mundo la misión que le ha 
confiado el Señor. Desde la Verdad que custodia y transmite la Iglesia 
debe discernir lo que es bueno y alentar todas aquellas iniciativas que 
pongan las nuevas tecnologías al servicio del ser humano y del 
anuncio de la Buena Nueva. 
.................................................
1 Mt 2,11.
2 Catecismo de la Iglesia Católica, 2293. 
3 Gaudium et spes, 3.
4 Allí mismo, 4.
5 Lug. cit.
6 Lug. cit.
7 Allí mismo, 5. 
8 Ver Umberto Eco, Entre apocalípticos e integrados (1965), Lumen, Barcelona 
1995.
9 Ver Michael L. Dertouzos, What Will be. How the New World of Information Will 
Change Our Lifes, Harper Edge, Nueva York 1997, pp. 310- 316.
10 Ver Germán Doig, Tecnología, utopía y cultura, en «Vida y Espiritualidad», 37 
(1997), p. 59.
11 Ver lug. cit.
12 Ver Marshall McLuhan, Undersanding Media, pp. 7ss.
13 Luis Fernando Figari, Reconciliación y Nueva Evangelización, en AA. VV., Nueva 
Evanagelización rumbo al Tercer Milenio. V Congreso Internacional de la 
Reconciliación, Vida y Espiritualidad, Lima 1996, p. 147.
14 Allí mismo, p. 146.
15 Allí mismo, p. 150. 
16 Ver Catecismo de la Iglesia Católica, 2294.
17 Ver Gaudium et spes, 22. 
18 Ver George Gilder, Life After Television, edición revisada, W.W. Norton & 
Company, Nueva York - Londres 1994, p. 45.
19 Michael Dertouzos, ob. cit, pp. 157-160.
20 Ver David Shenk, Data Smog. Surviving the Information Glut, Harper Edge, Nueva 
York 1997.
21 Bill Gates, The Road Ahead, Viking Pinguin, Nueva York, 1995, pp. 89-111.
22 Ver Howard Rheingold, The Virtual Community. Homsteading on the Electronic 
Frontier, Harper Perennial, Nueva York 1994. También Nancy K. Baym, The 
Emergence of Community in Computer-mediated Communication, en Steven G. 
Jones (ed.), CiberSociety. Computer-mediated Communication and Community, 
Sage Publications, Thousand Oaks 1995, pp. 138-163. 
23 Ver Glen R. Jones, Cyberschools: An Education Renaissance, Jones Digital 
Century, Inc., Engelwood 1997.
24 Un análisis, aunque desde una aproximación freudiana en la que se analizan 
los extremos y las patologías psicológicas a las que pueden llevar los MUDs se 
puede encontrar en: Sherry Turkle, Life on the Screen. Identity in the Age of the 
Internet, Simon & Schuster, Nueva York 1995, 11-22; 180ss.
25 Ver George P. Landow, Hypertetxt. The Convergence of Contemporary Critical 
Theory and Technology, The Johns Hopkins University Press, Baltimore, 1993. 
26 Mons. Charles Chaput, Arzobispo de Denver, Tontos con herramientas..., tomado de la Biblioteca Electrónica Cristiana, 
http://www.rcp.net.pe/IAL/vm/bec/etexts/fools.htm, 11/03/98. 
27 Hervé Carrier, Evangelio y culturas. De León XIII a Juan Pablo II, EDICE, Madrid 1988, pp. 16-17. 
28 S.S. Pablo VI, Evangelii nuntiandi, 20.
29 S.S. Juan Pablo II, Discurso inaugural, Santo Domingo, 12/10/92, 18.
30 Lug. cit.
31 S.S. Juan Pablo II, Discurso al CELAM, Puerto Príncipe, 9/3/1983.
32 Santo Domingo, 285.
33 En la versión oral se incluyó una demostración on-line de algunas de estas 
iniciativas.