Las nuevas tecnologías y sus efectos prácticos
en la identidad personal y comunitaria,
en la vida religiosa y social
Eduardo Regal V.
Director de VE Multimedios
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•Introducción
•Profundas interrogantes
•Tecnocentrismo
•La «era digital»
•Las nuevas tecnologías y la cultura
•Tecnología al servicio de la Nueva Evangelización
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Ponencia presentada en el Congreso Internacional
"Newtech 98 Nuevas Tecnologías y Persona Humana,
Comunicando la Fe en el Nuevo Milenio".
Denver, 25-28 de marzo de 1998.
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Introducción
«... y entrando en la morada hallaron al Niño con María, su Madre,
y postrándose le adoraron, y abriendo sus tesoros le ofrecieron
presentes de oro, incienso y mirra»[1]. Este pasaje del Evangelio
según San Mateo nos trae a la memoria a aquellos hombres que
habiendo contemplado en el firmamento una estrella singular,
emprendieron una larga jornada siguiendo la ruta que el astro
señalaba: los Magos del oriente. No tenemos muchos datos sobre
estos personajes, pero es posible concluir que fueron hombres sabios
dedicados a las ciencias, entre ellas la astronomía. Desde esta
perspectiva, podemos considerar que estos hombres poseían una
técnica avanzada para su tiempo --con instrumentos adecuados--
para la observación del firmamento y las estrellas. Según algunos
autores estos misteriosos Magos utilizaron su saber, su ciencia y su
conocimiento técnico en la búsqueda de un Rey, que según antiguas
tradiciones habría de gobernar a las naciones. Finalmente
encontraron al Rey, pero no se trataba de cualquier rey sino del Rey
de Reyes, el Verbo de Dios que se hizo Hijo de la Inmaculada Virgen
María para reconciliación de toda la humanidad. Y contemplándolo, se
postraron adorando al Niño redentor y ofreciéndole sus preciosos
dones.
CIENCIA/TÉCNICA: He querido resaltar en este hermoso pasaje de la Epifanía del Señor, la ciencia y la técnica que
poseían los Magos del Oriente. Ellas, lejos de haberlos conducido por caminos errados permitieron que llegaran ante Aquel que da sentido
pleno a todo el quehacer humano, incluyendo a las mismas ciencia y técnica. Esto nos sitúa en la perspectiva de lo que señala el
Catecismo de la Iglesia Católica: «La ciencia y la técnica son recursos preciosos cuando son puestos al servicio del hombre y promueven su
desarrollo integral en beneficio de todos; sin embargo, por sí solas no pueden indicar el sentido de la existencia y del progreso humano. La
ciencia y la técnica están ordenadas al hombre que les ha dado origen y crecimiento; tienen por tanto en la persona y en sus valores
morales el sentido de su finalidad y la conciencia de sus límites»[2]. Pero no siempre se da este sentido y valoración de la técnica. Incluso
se puede añadir que la complejidad del desarrollo tecnológico presenta numerosas ambigüedades, esto es que ofrece luces y
sombras para la vida del ser humano y su convivencia social.
Profundas interrogantes
«En nuestros días, el género humano, admirado de sus propios
descubrimientos y de su propio poder, se formula con frecuencia
preguntas angustiosas sobre la evolución presente del mundo, sobre
el puesto y la misión del hombre en el universo, sobre el sentido de
sus esfuerzos individuales y colectivos, sobre el destino último de las
cosas y de la humanidad»[3]. Este planteamiento formulado por el
Concilio Vaticano II hace tres décadas mantiene la misma vigencia, y
quizá podríamos decir que incluso tiene mayor fuerza hoy que en
aquel entonces. El Concilio ofrece un horizonte de cara al tercer
milenio. Así, por ejemplo, la constitución Gaudium et spes ofrece un
claro análisis de la situación del ser humano situado en un mundo que
entonces como hoy se abre al tercer milenio de la fe. Por ello vale la
pena situarnos en esa valiosa perspectiva en nuestras reflexiones.
En los días del Concilio, la Iglesia, con plena consciencia de lo
permanente, pero al mismo tiempo sensible a los cambios profundos,
se preguntaba por la situación de la persona humana en el mundo,
buscando «escrutar a fondo los signos de la época e interpretarlos a
la luz del Evangelio»[4]. El primer rasgo que señalan los Padres
Conciliares es que «el género humano se halla hoy en un período
nuevo de su historia, caracterizado por cambios profundos y
acelerados, que progresivamente se extienden al universo entero»[5].
Son cambios provocados por «el hombre con su inteligencia y su
dinamismo creador; pero recaen luego sobre el hombre, sobre sus
juicios y deseos individuales y colectivos, sobre sus modos de pensar
y sobre su comportamiento para con las realidades y los hombres con
quienes convive. Tan es esto así, --sigue la Gaudium et spes-- que se
puede ya hablar de una verdadera metamorfosis social y cultural»[6].
Las profundas transformaciones e interrogantes de las que habla el
Concilio, tienen connotaciones de orden social, cultural, psicológico,
moral, religioso y familiar. Y en medio de estos cambios profundos, la
Gaudium señalaba ya, con extraordinaria claridad, que «el espíritu
científico modifica profundamente el ambiente cultural y las maneras
de pensar. La técnica, con sus avances, está transformando la faz de
la tierra»[7].
Hoy en día, pasadas más de tres décadas, podemos contemplar
unos avances tecnológicos --quizá de dimensiones mayores a las
vislumbradas por los Padres del Concilio--, que se pueden situar en el
vertiginoso cambio ya constatado en la enseñanza conciliar. Las
interrogantes entonces aplicadas respecto al desarrollo de la técnica,
cobran hoy en día especial relevancia. La situación actual de la
tecnología y la experiencia de los últimos años nos permiten suponer
un crecimiento cada vez más acelerado y complejo de lo que se viene
llamando «nuevas tecnologías». Esta realidad y el horizonte que se
prevee se presenta colmado de grandes promesas y al mismo tiempo
de inmensos desafíos; cargado de esas «esperanzas y temores» de
las que habla la Gaudium et spes.
Tecnocentrismo
La complejidad del desarrollo tecnológico viene suscitando en el
mundo posiciones muy diversas. Diferentes calificativos han ido
apareciendo para identificar las actitudes opuestas de rechazo y de
entusiasmo: tecnófobos y tecnófilos, son quizá de las expresiones más
conocidas; apocalípticos e integrados[8], título de un libro de Umberto
Eco publicado en 1965; o también humies y techies[9], en relación a
aquellos con una tendencia más humanista --los primeros-- y más
instrumental --los segundos--.
Los así llamados tecnófobos rechazan --en mayor o menor grado--
los sistemas o adelantos tecnológicos, viendo en ellos principalmente
graves consecuencias para el desarrollo de la persona humana y la
sociedad. Muchas veces este rechazo de la tecnología manifiesta un
cierto anhelo de un mundo sin tecnología, un supuesto mundo
«pre-tecnológico» --que ciertamente nunca ha existido-- en el que el
ser humano sería capaz de vivir y desplegarse sin recurso alguno a la
tecnología. Por su parte, los llamados tecnófilos --también, en un
mayor o menor grado-- consideran que en los avances de la
tecnología y en su desarrollo, la humanidad sería capaz de hallar todo
lo necesario para su «plena realización», usualmente en una reductiva
perspectiva intramundana. Vislumbran un futuro tecnológico de
características «casi paradisiacas», una suerte de «utopía
tecnológica».
Aunque las dos posiciones aportan elementos sugerentes para la
reflexión, la polarización de las posturas lleva a reducciones y
simplificaciones de la realidad. Ambas tendencias dirigen su atención
a la tecnología y lo que sería el futuro tecnológico, en un caso para
rechazarla y en el otro para acelerar su llegada[10], con los matices
señalados. Sin embargo, en su aproximación a la tecnología ambas
caen en el vicio de otorgar a la técnica, en relación al ser humano y a
la sociedad, un papel demasiado protagónico, cayendo en lo que se
ha denominado tecnocentrismo[11]. Vistas desde tal filtro, por
ejemplo, las incidencias de los instrumentos técnicos sobre la
identidad personal e incluso comunitaria aparecen como
determinantes sobre la identidad del sujeto y en consecuencia sobre
la comunidad. Pero, partiendo de este vicio de perspectiva, las
conclusiones a las que pueden llegar los agoreros quedan bastante
distorsionadas por los presupuestos de los que parten, más aún si el
análisis se realiza sobre un sector patologizado de la población.
El tecnocentrismo, coloca a la técnica como centro de la reflexión
en torno a la cual gira toda la aproximación a la realidad. Desde esta
perspectiva la tecnología se convierte en un filtro --incluso en «el»
filtro-- de las demás expresiones de la experiencia humana y de la
cultura. Por esta razón, es necesario ante todo cuidarse de no caer en
ese reduccionismo tecnocéntrico que manifiestan ambas
aproximaciones mencionadas --la de los tecnófilos y la de los
tecnófobos--.
El tecnocentrismo del que venimos hablando lleva también a que se
le otorgue a la tecnología una autonomía fundamental en relación al
ser humano. Más aún se le confiere un carácter determinante que
conduce a un determinismo tecnológico, por el cual la tecnología
influiría de tal manera sobre el ser humano y su cultura que todo sería
condicionado por ella y más aún determinado por ella. Desde esta
aproximación, las diversas realidades humanas y la cultura en general
no sólo se ven afectadas sino más bien se ven modeladas por la
tecnología imperante. Ciertamente hay que decir que una perspectiva
tal puede llegar a «cargar» el uso práctico de las tecnologías
dotándolas así de efectos que como un «presente griego» se
introducen en su uso a través de dichos presupuestos sesgando su
impacto en el ámbito del uso práctico.
MEDIO/MENSAJE: Algunos autores interpretando la conocida expresión «el medio es el mensaje»[12] de
Marshall McLuhan ven en ella una expresión de esta visión determinista. Las interpretaciones de su frase-metáfora van en la
línea de que para McLuhan el medio no sólo condiciona la expresión
del mensaje, sino que hace más: el medio corrompe o modela de tal
manera el mensaje que llega incluso a identificarse con él. En esta
afirmación de McLuhan no se puede dejar de advertir que se le da
una importancia desmedida a los medios y a sus tecnologías, en
desmedro del resto de factores que influyen en la persona, en la
comunicación, en la sociedad y en una determinada cultura. Resulta
por lo menos sorprendente que se postule una metamorfosis de los
valores, la educación, la familia y tantos otros factores al medio
convirtiéndolo así en el megafactor o quizá en el principal factor de
configuración de una cultura. Sin ignorar las influencias del medio
sobre la persona y sobre la sociedad misma, parece un exceso dotarlo
de esa función «totalitaria».
Un análisis más profundo del reduccionismo tecnocéntrico, nos
lleva a considerar una cierta mentalidad tecnologista que hunde sus
raíces en el Renacimiento y se afianza en la Ilustración. Uno de sus
componentes principales es un reduccionismo metodológico que
«recorta la realidad a lo mensurable, a grosores, longitudes; a lo
material en última instancia»[13]. Se puede llegar incluso a hablar de
una cierta ideología tecnologista, que tendría como una característica
importante el agnosticismo funcional que Luis Fernando Figari señala
como «la prescindencia y más aún banalización de Dios, que lleva a
su marginación fáctica de la vida y de la cultura, y a su sustitución por
los idolillos de siempre (poder, tener y experimentar placer a cualquier
costo), claro que debidamente maquillados para el tiempo
presente»[14]. Esta suerte de ideología tecnologista, es pues en su
esencia secularista y por lo tanto prescinde de Dios y de la dimensión
trascendente del ser humano. La actitud básica es la indiferencia y
finalmente un endiosamiento de la tecnología y de la mentalidad
tecnologista, haciendo de la técnica un ídolo, es decir generando una
tecno-idolatría. La técnica, en el caso de los Magos del oriente les
permitió alcanzar la Luz, la Verdad de Dios hecho hombre. La idolatría
de la técnica es más bien un sendero que conduce a la oscuridad, al
error y en cierto sentido es una reedición o prolongación de aquella
funesta actitud del «querer ser como dioses» del relato del Génesis.
Sucumbir pues al influjo de dicha tecno-idolatría ciertamente afecta a
la persona, pues paradójicamente en la medida que se deja absorber
en «la riqueza tecnológica» se va empobreciendo como ser humano,
dejándose hechizar por los instrumentos técnicos y subyugar bajo
ellos. Esta perspectiva plantea una línea de reflexión sobre la relación
del ser humano con el instrumento técnico.
CAMBIO/PROGRESO: Ante este panorama se hace evidente que si uno se desliza a una aproximación
tecnocéntrica corre seriamente el riesgo de perder de vista el núcleo de la pregunta por la tecnología. Los cambios tecnológicos y su valor
real en términos de progreso y desarrollo humano, no se miden en las categorías cuantitativas de mayor o menor tecnología. «El progreso
no es todo cambio en abstracto. Para saber si realmente un cambio es progreso se hace indispensable contrastarlo con la realidad del ser
humano, de su naturaleza, su dignidad y su destino según el Plan de
Dios... Pero si atenta contra el ser humano, su vida, su dignidad, su
naturaleza, su destino, jamás se podrá reconocer como progreso, sino
que más bien es un flagrante retroceso»[15]. Una racionalidad
tecnológica, que busca la eficacia por la eficacia, y no se orienta al
sentido último del ser humano, está desde sus cimientos destinada al
error y rompe con la deseable armonía entre el ser humano y la
técnica que genera.
¿Entonces cómo aproximarnos a la problemática de la tecnología?
¿Cómo juzgar las consecuencias del desarrollo tecnológico de hoy y
del futuro y sus efectos prácticos sobre el ser humano sin caer en la
reducción tecnocentrista? «Los criterios de orientación --señala el
Catecismo de la Iglesia-- no pueden ser deducidos ni de la simple
eficacia técnica, ni de la utilidad que puede resultar de ella para unos
con detrimento de otros, y, menos aún, de las ideologías dominantes.
La ciencia y la técnica requieren por su significación intrínseca el
respeto incondicionado de los criterios fundamentales de la moralidad;
deben estar al servicio de la persona humana, de sus derechos
inalienables, de su bien verdadero e integral, conforme al designio y la
voluntad de Dios»[16]. Así, el criterio de discernimiento se esclarece
finalmente a la luz del Evangelio, en el misterio del Acontecimiento del
Verbo encarnado, en la persona del Señor Jesús, quien revela
plenamente el hombre al propio ser humano y le descubre su altísima
vocación[17].
La «era digital»
Con el advenimiento del nuevo medio digital han aparecido nuevas
expresiones que poco a poco van dejando de ser curiosas referencias
utilizadas sólo entre los entendidos para ir integrándose al «lenguaje
común». Los colegios y universidades son ámbitos especialmente
fértiles para la propagación de nuevos conceptos como bit, byte,
cyberspace, cybercafes, hacker, virtual reality, e-mail, cyberlaw,
information age, globalization, hypertext, e-cash o www. Otros nuevos
conceptos todavía poco empleados expresan realidades futuras y en
algunos casos ya existentes pero no difundidas. Tal es el caso por
ejemplo del teleputer, de George Gilder[18]; bodynets, smart rooms o
virtual neighborhood de Michel Dertouzos[19]; data smog de David
Shenk[20] o information highway de Bill Gates[21], sólo por citar
algunos. El mismo tiempo en que vivimos y la sociedad vienen siendo
calificados también con nuevas expresiones: information age, digital
era, computer age, information technologies age, information society,
network society y technological culture entre otros.
Pero ciertamente la incidencia de las nuevas tecnologías digitales
no se circunscribe a los nuevos conceptos, aunque esto no es poco
en sí mismo. Realizar una enumeración de las nuevas tecnologías y
las numerosas realidades que presenta resultaría una tarea
sumamente extensa, y fuera de lugar aquí. Pero quizá el elemento que
podríamos identificar como el «común denominador» entre todas ellas
es la computadora. Hemos llegado al punto de poder decir que casi
todas --o todas-- las nuevas tecnologías significativas de hoy, tienen
alguna relación con la computadora. Ya sea en sus primeros bocetos,
en su diseño, en su construcción o elaboración, en su período
prueba, en su uso o puesta en práctica, o en su evaluación. En
algunas sociedades la computadora va dejando de ser un instrumento
o aparato ajeno a la vida cotidiana y va abriéndose camino entre las
llamadas «tecnologías transparentes», aquellas que por la familiaridad
en su uso cotidiano, dejan de llamar la atención y forman parte del
entorno común personal, familiar, comunitario o laboral.
El desarrollo de la tecnología digital de la computadora, ofrece
nuevas posibilidades tanto en los niveles más especializados y
complejos del desarrollo del conocimiento humano, así como en las
aplicaciones más comunes y cotidianas. Los expositores que me han
antecedido ya han profundizado en varios de estos nuevos recursos.
Fenómenos como la Internet y el ciberespacio van abriendo horizontes
que todavía no alcanzamos a comprender con la deseable claridad. El
correo electrónico, la www, las llamadas comunidades virtuales[22] y
las conversaciones on-line, la educación asistida por computadora o a
través de Internet y los cyberschools[23], los mundos de «role
playing» o MUDs[24], el hipertexto[25], el creciente comercio
electrónico, la llamada globalización, la ingeniería genética o la
biotecnología son sólo algunos ejemplos de estos nuevos horizontes
que no pocas veces son desafíos.
Con mucho temor algunos y otros con gran entusiasmo, ven una
fuerte influencia de las nuevas tecnologías en la identidad personal,
en las relaciones humanas, en la vida comunitaria y en la sociedad.
Sin embargo la pregunta sobre su influencia en términos de efectos
prácticos es inabarcable e incompleta. En un reciente mensaje el
Arzobispo Chaput citaba un refrán popular en los Estados Unidos:
«fools with tools are still fools»26. El refrán, en forma clara y directa,
señala esto que queremos hacer notar. El instrumento, la herramienta
o la técnica no hace mejor al ser humano por lo que tiene en sí misma
y tampoco se le puede atribuir a la técnica un juicio de valor moral, sin
tomar en cuenta a la persona. No se puede desligar a la tecnología de
su entorno, de sus circunstancias. Sobre todo no se la puede desligar
del propio ser humano que la diseña y hace uso de ella. Casi habría
que subrayar que la tecnología es para el ser humano y no el ser
humano para la tecnología. En tal sentido con todo lo valioso que
puede aportar la tecnología a la realidad y desarrollo de la persona
humana, no se espere que ella pueda cambiarla ontológicamente. La
persona que usa la tecnología la usa según su propia realidad y
naturaleza. De ahí que algunas evaluaciones de carácter alarmista
sobre la negativa influencia de la computadora y la Internet sobre la
«identidad» de la persona al moverse en universos patológicos,
predeterminan el resultado por los presupuestos y por la naturaleza
de la muestra.
Las nuevas tecnologías y la cultura
CULTURA/QUE-ES: Esto nos permite retomar el hilo conductor
inicial y la precaución de no aproximarnos a las nuevas tecnologías
mencionadas, desde una visión tecnocéntrica. La aproximación a las
nuevas tecnologías no puede prescindir de su ubicación en una
cultura determinada. La relación que las nuevas tecnologías tienen
con la persona y la sociedad está en función de su entorno cultural.
La tecnología constituye uno de los factores que conforman una
cultura. «La cultura es el universo humanizado que una colectividad
se crea, consciente o inconscientemente: es su propia representación
del pasado y su proyecto del futuro, sus instituciones y sus creaciones
típicas, sus costumbres y sus creencias, sus actitudes y sus
comportamientos característicos, su manera original de comunicar, de
trabajar, de celebrar, de crear técnicas y obras reveladoras de su
alma, y de sus valores últimos»[27].
En este sentido la tecnología, y por lo tanto las nuevas tecnologías,
entran en interrelación dinámica y constante con los demás
componentes que conforman una cultura. Puede inclusive llegar a
convertirse en uno de los factores de transformación socio-cultural. Se
puede concluir de lo dicho, que esta estrecha relación lleva a que la
tecnología sea, en algún modo, una expresión de la cultura a la cual
pertenece y por otro lado, que a su vez la tecnología, aporte a esta
cultura. Pero el más importante elemento en esta relación
tecnología-cultura es la libertad del ser humano que le da a la técnica
un espacio en la cultura en el cuál ésta brota y se desarrolla. En una
cultura como las nuestras de marcados tintes agnósticos,
economicistas, consumistas, pragmáticos y secularistas, la tecnología
está en muchas de sus expresiones sesgada (biased) por estas
características tanto en los fines para los que es concebida como en
el uso que se hace de la misma.
Tecnología al servicio de la Nueva Evangelización
Una cultura de fuertes valores éticos, morales y religiosos se
manifestará en sus diferentes expresiones; una de ellas, como se
viene enunciando es la tecnología. Sin embargo, como mencionara
claramente el Papa Pablo VI, «la ruptura entre Evangelio y cultura es
sin duda alguna el drama de nuestro tiempo, como lo fue también en
otras épocas. De allí --sigue el Papa-- que hay que hacer todos los
esfuerzos con vistas a una generosa evangelización de la cultura, o
más exactamente de las culturas. Éstas deben ser regeneradas por el
encuentro con la Buena Nueva. Pero este encuentro no se llevará a
cabo si la Buena Nueva no es proclamada»28.
¡Qué oportuno programa para nuestros días! Los nuevos medios
digitales pueden ser los «nuevos areópagos» de nuestros días, desde
los cuales proclamar la Buena Nueva. Pero así como es oportuno el
programa, lo es también el diagnóstico. No es difícil constatar, que las
nuevas tecnologías manifiestan, a veces grotescamente, esa ruptura
entre el Evangelio y la cultura. Muchas veces, en vez de proclamar
una verdadera «cultura de vida»[29], las nuevas tecnologías difunden
las lacerantes heridas de una «anticultura de muerte»[30].
Así pues, una recta utilización de las nuevas tecnologías puede
enmarcarse en la dimensión de la evangelización de la cultura en una
doble dinámica. Por un lado en cuanto al esfuerzo por iluminar desde
el Evangelio las diversas realidades de las nuevas tecnologías y por
otro, en utilizar los recursos ofrecidos por estas nuevas tecnologías al
servicio del anuncio evangelizador. Una Nueva Evangelización,
«nueva en su ardor, en sus métodos, en su expresión»[31].
Ambas dimensiones se presentan en nuestros días como tareas
con carácter de urgencia. Por una parte, la Iglesia debe trabajar
incansablemente por hacer sentir con fuerza su presencia
evangelizadora en el universo de las nuevas tecnologías,
comunicando en forma decididamente activa y creativa, la
reconciliación que nos ofrece el Señor Jesús y sus consecuencias
morales, sociales y culturales. Por otra, hacer uso de los muchísimos
recursos que ofrecen las nuevas tecnologías, tal como propusieron
los obispos latinoamericanos reunidos en Santo Domingo cuando
señalaron que «es hoy imprescindible usar la informática para
optimizar nuestros recursos evangelizadores»[32].
En este sentido la Iglesia viene realizando algunos esfuerzos
significativos. En América del Norte y en Europa el avance es mayor
que en América Latina, a pesar de que allí está el mayor número de
católicos del mundo. Sin embargo, recogiendo las numerosas
iniciativas de la reciente Asamblea Especial del Sínodo de los Obispos
para América, en América Latina ya se vienen desarrollando
importantes avances de servicio eclesial a través de las nuevas
tecnologías[33].
Considerando la magnitud de la tarea y de los recursos a nuestro
alcance, estos pioneros intentos son todavía pequeños. Lo que queda
claro es que ya no se puede ignorar o prescindir de estas nuevas
tecnologías y su influencia en el ser humano y en su cultura. El Pueblo
de Dios está llamado a desempeñar en el mundo la misión que le ha
confiado el Señor. Desde la Verdad que custodia y transmite la Iglesia
debe discernir lo que es bueno y alentar todas aquellas iniciativas que
pongan las nuevas tecnologías al servicio del ser humano y del
anuncio de la Buena Nueva.
.................................................
1 Mt 2,11.
2 Catecismo de la Iglesia Católica, 2293.
3 Gaudium et spes, 3.
4 Allí mismo, 4.
5 Lug. cit.
6 Lug. cit.
7 Allí mismo, 5.
8 Ver Umberto Eco, Entre apocalípticos e integrados (1965), Lumen, Barcelona
1995.
9 Ver Michael L. Dertouzos, What Will be. How the New World of Information Will
Change Our Lifes, Harper Edge, Nueva York 1997, pp. 310- 316.
10 Ver Germán Doig, Tecnología, utopía y cultura, en «Vida y Espiritualidad», 37
(1997), p. 59.
11 Ver lug. cit.
12 Ver Marshall McLuhan, Undersanding Media, pp. 7ss.
13 Luis Fernando Figari, Reconciliación y Nueva Evangelización, en AA. VV., Nueva
Evanagelización rumbo al Tercer Milenio. V Congreso Internacional de la
Reconciliación, Vida y Espiritualidad, Lima 1996, p. 147.
14 Allí mismo, p. 146.
15 Allí mismo, p. 150.
16 Ver Catecismo de la Iglesia Católica, 2294.
17 Ver Gaudium et spes, 22.
18 Ver George Gilder, Life After Television, edición revisada, W.W. Norton &
Company, Nueva York - Londres 1994, p. 45.
19 Michael Dertouzos, ob. cit, pp. 157-160.
20 Ver David Shenk, Data Smog. Surviving the Information Glut, Harper Edge, Nueva
York 1997.
21 Bill Gates, The Road Ahead, Viking Pinguin, Nueva York, 1995, pp. 89-111.
22 Ver Howard Rheingold, The Virtual Community. Homsteading on the Electronic
Frontier, Harper Perennial, Nueva York 1994. También Nancy K. Baym, The
Emergence of Community in Computer-mediated Communication, en Steven G.
Jones (ed.), CiberSociety. Computer-mediated Communication and Community,
Sage Publications, Thousand Oaks 1995, pp. 138-163.
23 Ver Glen R. Jones, Cyberschools: An Education Renaissance, Jones Digital
Century, Inc., Engelwood 1997.
24 Un análisis, aunque desde una aproximación freudiana en la que se analizan
los extremos y las patologías psicológicas a las que pueden llevar los MUDs se
puede encontrar en: Sherry Turkle, Life on the Screen. Identity in the Age of the
Internet, Simon & Schuster, Nueva York 1995, 11-22; 180ss.
25 Ver George P. Landow, Hypertetxt. The Convergence of Contemporary Critical
Theory and Technology, The Johns Hopkins University Press, Baltimore, 1993.
26 Mons. Charles Chaput, Arzobispo de Denver, Tontos con herramientas..., tomado
de la Biblioteca Electrónica Cristiana,
http://www.rcp.net.pe/IAL/vm/bec/etexts/fools.htm, 11/03/98.
27 Hervé Carrier, Evangelio y culturas. De León XIII a Juan Pablo II, EDICE, Madrid
1988, pp. 16-17.
28 S.S. Pablo VI, Evangelii nuntiandi, 20.
29 S.S. Juan Pablo II, Discurso inaugural, Santo Domingo, 12/10/92, 18.
30 Lug. cit.
31 S.S. Juan Pablo II, Discurso al CELAM, Puerto Príncipe, 9/3/1983.
32 Santo Domingo, 285.
33 En la versión oral se incluyó una demostración on-line de algunas de estas
iniciativas.