LA CLONACIÓN DE EMBRIONES ANIMALES Y HUMANOS


¿Por qué es "intrínsecamente inmoral" la posible clonación de 
embriones humanos? 

¿El mismo juicio merece la clonación en especies animales?


Por el Pbro. Miguel Angel Fuentes, VE


Algunos conceptos
La clonación consiste en la reproducción de dos o más individuos 
genéticamente idénticos. Puede ser obtenida por menos de dos 
modos diversos: mediante fisión gemelar o por transferimiento de 
núcleo. La fisión gemelar es el proceso por el cual una sola célula 
fecundada, es decir, el embrión en el estado de una célula en las 
primerísimas fases de desarrollo, sufre una división particular 
generando dos embriones idénticos que darán origen a dos 
individuos idénticos. Los gemelos humanos monocigóticos son 
precisamente el resultado de una clonación natural. Puede pensarse 
en lograrlo artificialmente. La técnica del transferimiento de núcleo 
consiste, en cambio, en privar de su núcleo a una ovocélula 
fecundada antes de que se forme el cigoto, sustituyendo luego este 
núcleo aploide (es decir, con sólo la mitad del patrimonio 
cromosómico) por un núcleo diploide (con toda la información 
cromosómica) proveniente de una célula somática de adulto de la 
misma especie. Esto daría como resultado un individuo perfectamente 
idéntico a aquel del que se tomó la célula somática. Se trata de una 
fecundación "asexual"(1).
La discusión sobre el tema ha tomado actualidad a raíz de la 
divulgación de los experimentos sobre clonación de animales llevados 
a cabo por el Roslin Institute de Edimburgo (Gran Bretaña) y por 
científicos del Estado de Oregon (Estados Unidos). A partir de la 
publicidad que tomaron estas noticias en enero y febrero último 
(1997), la prensa mundial se convirtió en la palestra donde se 
discuten la utilidad y moralidad de estos experimentos. Y así como 
algunos se han mostrado llenos de preocupación, otros se han 
manifestados proclives a continuar con las investigaciones incluso en 
el terreno de la clonación de seres humanos(2).

¿Qué decir de esto?

I. La clonación en los humanos
¿Qué finalidades puede tener la clonación en el campo humano? 
Pueden elaborarse muchas hipótesis, entrando incluso en un terreno 
estrictamente "fantacientífico", pero posible si se tiene en cuenta que 
día a día nos enteramos de investigaciones y experimentos que 
corroboran que estamos en las manos de una ciencia que ha perdido 
la conciencia, los escrúpulos, el respeto por la dignidad humana y el 
temor por la destrucción de la vida.
El embarcarse en esta empresa puede responder a finalidades 
puramente experimentales y cognoscitivas, lucrativas, 
psudoterapéuticas o de puro desafío a los límites humanos y al poder 
divino. Así, algunos plantean la clonación como medio de producción 
de duplicados humanos que, congelados, podrían constituir un banco 
de órganos a medida del interesado; puede servir para crear un 
ejército indefinido de autómatas, de soldados prefabricados, de 
científicos o de obreros de segunda categoría; puede ser la variante 
para dar descendencia a parejas de lesbianas u homosexuales o 
simplemente para quienes deseen hijos idénticos a sí mismos; puede 
ser el modo de crear una "raza superior" proyectada en laboratorio, 
depurada de nuestras taras actuales; puede ser la solución para 
fabricar individuos sin familia sobre los que pueda experimentarse sin 
que nadie llore los resultados y las pérdidas. En fin, ciencia-ficción y 
no tanto. ¿De qué nos vamos a sorprender?
Que la ciencia lo puede hacer, nadie lo duda. Y nadie duda que, de 
seguir derramando lágrimas hipócritas y elevando al cielo gritos 
sonoros pero huerfanos de gestos auténticos y eficaces, estamos 
ante un futuro no muy lejano.

Pero, ¿es lícito? No. ¿Por qué?
El motivo es que estamos hablando del ser humano y, al actuar 
sobre él, la clonación pervierte dos dimensiones fundamentales: la 
dignidad inderogable e intangible de su concepción y la dignidad de 
su individualidad.

1. El problema ético de la fecundación artificial
La clonación artificial supone las técnicas de fecundación 
artificial(3). El juicio sobre ésta es negativo desde el momento en que 
separa los dos significados del acto conyugal: el significado unitivo y 
el procreador. Me remito a los documentos que ya han tratado con 
suficiente claridad el tema(4).

2. El problema de la manipulación del embrión
La clonación supone también la manipulación sobre el embrión 
humano. También en este caso es inmoral por no respetar los 
principios que regulan el trato médico y científico de los embriones 
humanos. Estos principios podemos sintetizarlos en los siguientes.

1) Principio de la intencionalidad: toda intención debe ser justa. En 
cuanto a la intención ésta debe ser el bien del ser humano, 
empezando por aquél sobre el cual está trabajando. De este modo, es 
lícita toda intención terapéutica. Asimismo, serían lícitas ciertas 
intenciones de investigación, cuando se ordenan a la futura terapia 
humana. En cambio, no es siempre lícita la simple curiosidad 
científica(5).

¿Qué intención terapéutica puede sugerir la clonación de 
embriones humanos?

2) Objeto del acto: lo que se hace debe ser justo, es decir, 
adecuado a la dignidad del sujeto sobre el que se actúa. Esto se 
verifica en dos elementos:

a. Respeto por la vida del embrión(6). El trabajo técnico 
(terapéutica o de investigación destinada a la futura terapia) debe 
respetar el sujeto humano sobre el cual interviene en todas sus fases, 
desde la concepción hasta su muerte natural. Porque desde tal inicio 
hasta tal fin (concepción y muerte) el científico se encuentra delante 
de una vida humana. No existe ninguna justificación para establecer 
una discriminación cronológica, es decir, el establecimiento arbitrario 
de períodos en los cuales el hombre puede ser manipulado(7). Esto 
implica también que cuando el sujeto humano sea capaz de 
consentimiento personal, éste debe ser obtenido libremente. Cuando 
en cambio es incapaz (como el embrión o el feto) tal condición 
garantiza la licitud de una intervención terapéutica, pero hace, en 
cambio, ilícita toda acción puramente experimentativa.
b. Respeto por la naturaleza biológica (estructura) constitutiva del 
ser humano. La terapia y experimentación debe desarrollarse en la 
línea de la estructura constitutiva de la vida humana. Esto vale 
particularmente para las estructuras y dinamismos implicados en el 
surgir y desarrollarse de la misma vida humana. El hombre puede 
adentrarse en la naturaleza humana para corregirla de sus defectos o 
patologías, o para favorecer sus potencialidades positivas, pero 
nunca para alterar su estructura esencial: "La manipulación genética 
se hace arbitraria e injusta cuando reduce la vida a un objeto, cuando 
se olvida que tiene que tratar con un sujeto humano, capaz de 
inteligencia y de libertad, que debe ser respetado, sean cuales sean 
sus límites; o cuando lo trata en función de criterios que no se fundan 
sobre la realidad integral de la persona humana, con el riesgo de 
poner en peligro su dignidad. En este caso, expone al hombre al 
capricho de los demás, privándolo de su autonomía. El progreso 
científico y técnico, sea el que sea, debe siempre mantener el más 
grande respeto de los valores humanos que constituyen la 
salvaguardia de la dignidad de la persona humana. Y porque en el 
orden de los valores médicos, la vida es el bien supremo y el más 
radical del hombre, es necesario un principio fundamental: ante todo 
impedir cualquier daño, y luego buscar y perseguir el bien. Para decir 
la verdad, la expresión manipulación genética es ambigua y debe ser 
objeto de un verdadero discernimiento moral, porque esconde por un 
lado tentativos aventureros que tienden a promover una especie de 
superhombre y, por otra parte, tentativos positivos dirigidos a la 
corrección de anomalías, como algunas enfermedades hereditarias, 
sin hablar de las aplicaciones benéficas en los campos de la biología 
animal y vegetal útiles para la producción alimenticia. Para estos 
últimos casos, algunos comienzan a hablar de cirugía genética, como 
para mostrar que el médico interviene no para modificar la naturaleza, 
sino para ayudarla a desarrollarse según su esencia, aquella de la 
creación, aquella querida por Dios. Trabajando en este campo, 
evidentemente delicado, el investigador se adhiere al designio de 
Dios. Dios ha querido que el hombre fuese el rey de la creación. A 
vosotros, quirúrgos, especialistas de las investigaciones de 
laboratorio y médicos generales, Dios ofrece el honor de cooperar 
con todas las fuerzas de vuestra inteligencia en la obra de la 
creación, iniciada en el primer día del mundo"(8).

Este texto fundamental indica los siguientes principios:

•Se debe respetar la individualidad, aún a nivel biológico. 
•Debe impedirse cualquier daño. 
•Es licito lo que se haga con finalidad terapéutica, siempre y cuando 
no sea un intento aventurero(9). 
•Es lícito siempre que respete la línea de la esencia del hombre; 
pero no como modificativo de la naturaleza humana(10). 

Se puede sintetizar todo con el juicio de la Instrucción Donum vitae: 
"Las técnicas de fecundación in vitro pueden hacer posibles otras 
formas de manipulación biológica o genética de embriones humanos, 
como son: los intentos y proyectos de fecundación entre gametos 
humanos y animales y la gestación de embriones humanos en útero 
de animales; y la hipótesis y el proyecto de construcción de úteros 
artificiales para el embrión humano. Estos procedimientos son 
contrarios a la dignidad de ser humano propio del embrión y, al mismo 
tiempo, lesionan el derecho de la persona a ser concebida y nacer en 
el matrimonio y del matrimonio. También los intentos y las hipótesis de 
obtener un ser humano sin conexión alguna con la sexualidad 
mediante 'fisión gemelar', clonación, partenogénesis, deben ser 
considerados contrarios a la moral en cuanto que están en contraste 
con la dignidad tanto de la procreación humana como de la unión 
conyugal"(11).

II. La clonación en especies no humanas
Otro es el juicio moral cuando se trata de seres no humanos. 
También aquí los criterios que nos deben guiar son el respeto por el 
plan esencial del Creador y la incidencia benéfica o nociva para el 
hombre. En el fondo ambas cosas están relacionadas.
Los demás seres del universo están ordenados al hombre y por 
ello, éste puede usarlos para su beneficio. Pero esta relación del 
hombre como el cósmos tiene también sus límites y reglas, y puede 
definirse como un señorío ministrante. Es "señorío" porque es una 
co-participación en la obra de Dios. Pero es una administración de la 
que se rinde cuenta, porque es un don de Dios: "Era voluntad del 
Creador que el hombre comunicase con la naturaleza como 'patrón' y 
'custodio' inteligente y noble y no como 'explotador' y 'destructor' sin 
reparos"(12).
La Evangelium vitae expresa por esto: "el dominio confiado al 
hombre por el Creador no es un poder absoluto, ni se puede hablar 
de libertad de 'usar y abusar', o de disponer de las cosas como mejor 
parezca. La limitación impuesta por el mismo Creador desde el 
principio, y expresada simbólicamente con la prohibición de 'comer del 
fruto del árbol' (cf. Gn 2,16-17), muestra claramente que, ante la 
naturaleza visible, estamos sometidos a las leyes no sólo biológicas 
sino también morales, cuya transgresión no queda impune"(13).
Los reparos que se ponen en este campo no se basan, por tanto, 
en un falso criterio de intangibilidad de la naturaleza, sino en la 
necesidad de un dominio racional sobre ella. La actual manipulación 
comporta dos riesgos: el primero es el desconocimiento de las 
consecuencias sobre la misma naturaleza; el segundo toca el campo 
de las intenciones humanas: ¿a dónde apunta el actual trabajo 
genético? ¿qué conexiones tiene o puede traer para una posible 
aplicación al campo humano? Las fronteras entre la manipulación 
genética de animales y de seres humanos es un límite muy difuso, 
muy pequeño y quienes amenazan trasponerlo no se caracterizan por 
tener firmes criterios morales. La experiencia del pasado próximo nos 
llenan de incertidumbre y fundados temores respecto del futuro.

Fuentes-Miguel-A

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(1) Cf. Elio Sgreccia, Manuale di bioetica, Vita e Pensiero, Milano 1988, pp. 
326-327.
(2) El Dr. Ian Wilmut que logró el éxito de clonación en el Roslin Institute afirmó hace 
poco que en "uno o dos años" se podría estar en condiciones de clonar seres 
humanos (cf. LA NACION, 7/03/97, p. 3). Mientras algunos han exigido que se 
prohiba, por ejemplo, en Francia, Italia y Estados Unidos (cf. LA NACION, 6/03/97, 
p. 3), otros como el Dr. Harold Varmus, Director del Instituto Superior de la Salud 
de los Estados Unidos pidió a la Cámara de Representantes que no se "apuren 
a cerrar la puerta". Así, usando los criterios de la ética de las circunstancias, 
abrió el marco de las posibles situaciones de licitud: "Después de haber 
expresado un personal 'disgusto' en relación con los experimentos con seres 
humanos, Varmus dijo que puede plantearse la hipótesis de algunas 
situaciones en las que la clonación en la reproducción humana pueda ser ética y 
moralemente aceptable" (cf. LA NACION, 7/03/97, p. 3).
(3) No hablamos de "ayuda a la fecundación" sino fecundación propiamente 
artificial; la posibilidad de una "asistencia" a la fecundación -y el consiguiente 
marco para su licitud- es otro problema que habría que discutir al margen de 
éste Cf. al respecto: Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe, Instrucción 
sobre el respeto de la vida humana naciente y la dignidad de la procreación 
(Donum vitae), II, 7.
(4) Así, por ejemplo, el Catecismo: "Las técnicas que provocan una disociación de 
la paternidad por intervención de una persona extraña a los cónyuges (donación 
del esperma o del óvulo, préstamo de útero) son gravemente deshonestas. 
Estas técnicas (inseminación y fecundación artificiales heterólogas) lesionan el 
derecho del niño a nacer de un padre y una madre conocidos de él y ligados 
entre sí por el matrimonio. Quebrantan 'su derecho a llegar a ser padre y madre 
exclusivamente el uno a través del otro'. Practicadas dentro de la pareja, estas 
técnicas (inseminación y fecundación artificiales homólogas) son quizá menos 
perjudiciales, pero no dejan de ser moralmente reprobables. Disocian el acto 
sexual del acto procreador. El acto fundador de la existencia del hijo ya no es un 
acto por el que dos personas se dan una a otra, sino que 'confía la vida y la 
identidad del embrión al poder de los médicos y de los biólogos, e instaura un 
dominio de la técnica sobre el origen y sobre el destino de la persona humana. 
Una tal relación de dominio es en sí contraria a la dignidad e igualdad que debe 
ser común a padres e hijos'. 'La procreación queda privada de su perfección 
propia, desde el punto de vista moral, cuando no es querida como el fruto del 
acto conyugal, es decir, del gesto específico de la unión de los esposos... 
solamente el respeto de la conexión existente entre los significados del acto 
conyugal y el respeto de la unidad del ser humano, consiente una procreación 
conforme con la dignidad de la persona'" (Catecismo de la Iglesia Católica, nnº 
2376-2377). También se puede ver: Sagrada Congregación para la Doctrina de 
la Fe, Instrucción sobre el respeto de la vida humana naciente y la dignidad de la 
procreación (Donum vitae), II, 1-7; Pontificio Consejo para la pastoral de los 
agentes de la salud, Carta de los agentes de la salud, nnº 21-34; Enc. 
Evangelium vitae, nº 14.
(5) "Hay que alentar esos estudios, con la condición de que abran nuevas 
perspectivas de curación y de terapias génicas, que respeten la vida y la 
integridad de las personas, y busquen la protección o la curación individual de 
los pacientes, nacidos o por nacer, afectados de patologías casi siempre 
mortales. Sin embargo, no se debe ocultar que estos descubrimientos corren el 
riesgo de ser utilizados para seleccionar embriones, elimiando los que están 
afectados por enfermedades genéticas o los que presentan caracteres 
genéticos patológicos" (Juan Pablo II, L'Osservatore Romano, 26/11/93, p. 7, nº 
2); Enc. Evangelium vitae, nº 63.
(6) Cf. Instrucción Donum vitae I,1; Juan Pablo II, L'Osservatore Romano, 26/11/93, 
p. 7, nnº 4 y 6.
(7) Cf. SAGRADA CONCREGACION PARA LA DOCTRINA DE LA FE, Declaración 
sobre el aborto, nº 12.
(8) JUAN PABLO II, A la Asociación médica mundial, 29/10/83; en L'Osservatore 
Romano, 26/II/84, p. 23.
(9) Cf. Carta a los agentes de salud, 12.
(10) Cf. Carta de los agentes de la salud, 13.
(11) Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe, Instrucción sobre el respeto de 
la vida humana naciente y la dignidad de la procreación, I, 6.
(12) JUAN PABLO II, Redemptor hominis, 15.
(13) Enc. Evangelium vitae, nº 42. Se trata, a su vez, de una cita de la Enc. Sollicitudo 
rei socialis, nº 34.
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Copia de ovejas y de hombres...

Como recuerdan los lectores, ha saltado recientemente a los 
periódicos la noticia de la clonación de una oveja adulta a partir de 
una célula de su ubre. Aunque el experimento obtuvo éxito hace ya 
varios meses, los científicos han esperado a comprobar que la oveja 
se desarrollaba con normalidad, y sólo después salió publicado con 
sus detalles técnicos en la revista Nature.
El éxito del experimento ha planteado, de modo realista, y no como 
futurible de ciencia-ficción, la posibilidad de clonar otros animales o al 
hombre a partir de algunas de sus células. Evidentemente, el análisis 
ético de la situación es completamente distinto en ambos casos.
La clonación de animales muestra dos aplicaciones principales. La 
primera es conseguir unos animales con capacidades óptimas de 
producción de leche, carne, etc. Este objetivo, una vez que se vea 
comercialmente aplicable, reúne indudables ventajas: en vez de tener 
que mantener un programa de cruces selectos para conseguir 
animales que presente características deseables, bastará clonar un 
ejemplar que muestre dichas características para conseguir una 
cabaña óptima desde el punto de vista ganadero.

Empobrecimiento genético 
El inconveniente principal, que ya ha salido a la luz pública, es el 
empobrecimiento del patrimonio genético de los animales obtenidos 
de esta manera: en vez de tener en un rebaño mucha variedad de 
genes, todos los ejemplares serán absolutamente idénticos. Aunque 
esta es la ventaja que se busca, es también el mayor problema: ante 
la aparición de una enfermedad que afecte a estos animales 
idénticos, todos tendrán la misma susceptibilidad.
Una epidemia puede acabar con todos con gran rapidez, y así, el 
hombre, por medio de la técnica, conseguiría destruir parte de la 
naturaleza que debe cuidar. Esto no sucedería si los animales son 
distintos y muestran una susceptibilidad diversa a la enfermedad que 
pueda atacarles. Clonar por sistema a los animales puede ser una 
gallina de huevos de oro, pero extraordinariamente frágil y peligroso 
para la supervivencia de la especie doméstica clonada.
La segunda aplicación es más limitada, pero menos problemática: 
actualmente existen animales modificados genéticamente que 
producen en su leche sustancias que resulta carísimo obtener por 
otros procedimientos, que, además, consiguen sólo cantidades 
exiguas. Modificar genéticamente los animales es extraordinariamente 
complicado, y la obtención de un buen resultado depende en buena 
medida de la suerte. Sin embargo, la clonación puede salvar esta 
dificultad: clonar los animales modificados genéticamente parece ser 
una operación más sencilla que intentar producirlos de nuevo. De 
esta manera, se puede abaratar el costo de ciertos productos 
farmacéuticos de origen orgánico, como pueden ser los factores de 
coagulación que se emplean en el tratamiento de los hemofílicos. 
Esta clonación, al ser en muy pequeña escala, no supone peligro 
para la especie, pues siguen existiendo muchos ejemplares con 
dotación genética distinta, que garantizan que la especie conservará 
todas sus potencialidades para resistir una posible epidemia.

Peticiones sin sentido
Con respecto a la clonación de seres humanos, la cuestión es 
completamente distinta. Con el hombre, no tienen sentido ni los 
objetivos ganaderos ni los de producción de sustancias de interés 
farmacéutico. Y, desde el punto de vista médico, no alcanza objetivos 
preventivos ni terapéuticos. Sin embargo, la cuestión se complica 
cuando entran en juego los motivos sentimentales. Al conocer la 
existencia de Dolly, una mujer expresó su deseo de que se obtuviera 
una célula de su padre difunto, para poder gestarlo de nuevo y 
recuperarlo. Y padres que han perdido a su hijo pueden querer volver 
a tenerlo realizando una copia a partir de una célula del fallecido.
Estas peticiones carecen completamente de sentido: lo que se 
obtendría sería un ser humano distinto, físicamente igual al fallecido, 
pero que sería él mismo, del mismo modo que los hermanos gemelos 
idénticos son iguales físicamente, pero son personas distintas, con un 
comportamiento propio, que puede ser muy dispar si la educación y el 
ambiente en que se desarrollan es diferente. "Recuperar" a un difunto 
no consigue su objetivo; simplemente fabrica un ser humano 
físicamente igual al fallecido, nada más. Y ese objetivo no es más que 
un capricho estúpido.
Por otra parte, hay que considerar que el reciente Código Penal 
español castiga específicamente los intentos de clonación de seres 
humanos. Aunque en otros países no existe legislación al respecto, 
todos los científicos consideran semejante intento una aberración 
carente de sentido y proscrita por una práctica médica mínimamente 
ética. Además, esta práctica lesionaría el derecho básico del hombre 
a ser hijo de sus padres y a ser fruto del amor de un matrimonio que 
constituye la familia donde él madurará física y humanamente.
Antonio Pardo (Aceprensa)

Lo que dice la Iglesia..
La Iglesia se ha levantado en contra de la clonación humana. A 
finales de febrero solicitó a todas las naciones que dictaran una ley 
para prohibirla. En esta nota, la Santa Sede alentó a que "no hagan 
concesiones frente a la presión de las corrientes posibilistas, 
dispuestas a apoyar la experimentación humana". También se 
recuerda el documento 'Donum vitae' de 1987, donde se recoge lo 
contrario que es a la moral "los intentos destinados a obtener un ser 
humano sin alguna conexión con la sexualidad, ya que contrastan con 
la dignidad tanto de la procreación humana como de la unión 
conyugal".
No. 208 - Año V - 11 de mayo de 1997 
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La comunidad científica, políticos y la Iglesia, contrarios a la 
pretensión del científico Richard Seed

La alarma que en numerosas ocasiones había lanzado el Papa 
para prevenir la posibilidad de que científicos sin escrúpulos hagan 
elucubraciones económicas y científicas con el ser humano se ha 
hecho más angustiosa que nunca. El primero en hacerlo ha sido hace 
poco más de una semana Richard Seed, un científico de Chicago, 
quien ha declarado en una entrevista transmitida por la cadena de 
emisoras "National Public Radio" que pretende crear un clon humano. 
Las reacciones en contra de esta aberración no se han hecho 
esperar desde el campo científico al político, pasando por la Iglesia 
católica.
El presidente Bill Clinton, dijo el pasado día 11 que se oponía a la 
clonación humana, "porque levanta muchas dudas y preocupaciones 
en nuestras creencias en la fe y la humanidad". Clinton también pidió 
al Congreso de EE.UU. la aprobación urgente de una ley que prohíba 
la clonación humana. Ya el pasado año un equipo de científicos y 
personalidades recomendó al Congreso norteamericano prohibir la 
clonación humana, señalando que la técnica plantea riesgos de 
mutaciones y graves cuestiones éticas.
El primer ordenamiento jurídico internacional de carácter obligatorio 
que prohíbe la clonación humana ha sido el Protocolo del Consejo de 
Europa firmado por 19 estados, entre ellos España, el pasado día 12 
en París y que completa la llamada Convención de Oviedo.
La clonación consiste en obtener individuos idénticos, de igual 
constitución genética. El resultado, "clones", son individuos 
genéticamente idénticos que resultan de la multiplicación asexual de 
una única célula o individuo inicial, sin que se produzca una reducción 
en el número de sus cromosomas. Seed ha asegurado que pretende 
utilizar las técnicas empleadas por científicos escoceses en 1996 para 
la clonación de la oveja Dolly.
Por parte de la Iglesia también han surgido voces de condena a la 
pretensión del científico americano. Ya la Santa Sede a través de la 
Pontificia Academia para la Vida había hecho oír su voz de manera 
autorizada mediante unas reflexiones sobre la clonación que han sido 
publicadas en el último número del Boletín Oficial del Arzobispado de 
Mérida-Badajoz, que por su interés y actualidad, reproducimos en 
algunos de sus párrafos para nuestros lectores.

Problemas éticos de la clonación humana
En el proceso de clonación se pervierten las relaciones 
fundamentales de la persona humana: la filiación, la consanguinidad, 
el parentesco y la paternidad o maternidad. Una mujer puede ser 
hermana gemela de su madre, carecer de padre biológico y ser hija 
de su abuelo. Ya con la FIVET (fecundación in vitro) se produjo una 
confusión en el parentesco, pero con la clonación se llega a la ruptura 
total de estos vínculos.
Como en toda actividad artificial se "emula" e "imita" lo que 
acontece en la naturaleza, pero a costa de olvidar que el hombre no 
se reduce a su componente biológico, sobre todo cuando éste se 
limita a las modalidades reproductivas que han caracterizado sólo a 
los organismos más simples y menos evolucionados desde el punto 
de vista biológico.
- Se alimenta la idea de que algunos hombres pueden tener un 
dominio total sobre la existencia de los demás, hasta el punto de 
programar su identidad biológica -seleccionada sobre la base de 
criterios arbitrarios o puramente instrumentales-, la cual, aunque no 
agota la identidad personal del hombre, caracterizada por el espíritu, 
es parte constitutiva de la misma. Esta concepción selectiva del 
hombre tendrá entre otros efectos, un influjo negativo en la cultura, 
incluso fuera de la práctica -numéricamente reducida- de la clonación, 
puesto que favorecerá la convicción de que el valor del hombre y de 
la mujer no depende de su identidad personal, sino sólo de las 
cualidades biológicas que pueden apreciarse y, por tanto, ser 
seleccionadas.
- La clonación humana merece un juicio negativo también en 
relación a la dignidad de la persona clonada, que vendrá al mundo 
como "copia" (aunque sea sólo copia biológica) de otro ser. En efecto, 
esta práctica propicia un íntimo malestar en el clonado, cuya identidad 
psíquica corre serio peligro por la presencia real o incluso sólo virtual 
de su "otro". Tampoco es imaginable que pueda valer un pacto de 
silencio, el cual -como ya notaba Jonás- seria imposible y también 
inmortal, dado que el clonado fue engendrado para que se asemejara 
a alguien que "valía la pena" clonar y, por tanto, recaerán sobre él 
atenciones y expectativas no menos nefastas, que constituirán un 
verdadero atentado contra su subjetividad personal.
- Si el proyecto de clonación humana pretende detenerse "antes" 
de la implantación en el útero, tratando de evitar al menos algunas de 
las consecuencias que acabamos de señalar, resulta también injusto 
desde un punto de vista moral.
En efecto, limitar la prohibición de la clonación al hecho de impedir 
el nacimiento de un niño clonado permitiría de todos modos la 
clonación del embrión-feto, implicando así la experimentación sobre 
embriones y fetos, y exigiendo su supresión antes del nacimiento, lo 
cual manifiesta un proceso instrumental y cruel respecto al ser 
humano.
En todo caso, dicha experimentación es inmoral por la arbitraria 
concepción del cuerpo humano (considerado definitivamente como 
una máquina compuesta de piezas), reducido a simple instrumento de 
investigación. El cuerpo humano es el elemento integrante y de la 
identidad personal de cada uno, y no es lícito usar a la mujer para 
que proporcione óvulos con los cuales realizar experimentos de 
clonación. Es inmoral porque también el ser clonado es un "hombre", 
aunque sea en estado embrional.
- En contra de la clonación humana se pueden aducir, además, 
todas las razones morales que han llevado a la condena de la 
fecundación in vitro en cuanto tal o al rechazo radical de la 
fecundación in vitro destinada sólo a la experimentación. El proyecto 
de la "clonación humana" es una terrible consecuencia a la que lleva 
una ciencia sin valores y es signo del profundo malestar de nuestra 
civilización, que busca en la ciencia, en la técnica y en la "calidad de 
vida" sucedáneos al sentido de la vida y a la salvación de la 
existencia.
- La proclamación de la "muerte de Dios" con la vana esperanza de 
un "superhombre", conlleva un resultado claro: la "muerte del 
hombre"ÉLa clonación puede llegar a ser la trágica parodia de la 
omnipotencia de DiosÉ Una vez más, el hombre debe elegir: tiene que 
decidir entre transformar la tecnología en un instrumento de liberación 
o convertirse en su esclavo introduciendo nuevas formas de violencia 
y sufrimiento.
Es preciso subrayar, una vez más, la diferencia que existe entre la 
concepción de la vida como don de amor y la visión del ser humano 
considerado como producto industrial.
- Frenar el proyecto de la clonación humana es un compromiso 
moral que debe traducirse también en términos culturales, sociales y 
legislativos. En efecto, el progreso de la investigación científica es 
muy diferente de la aparición del despotismo cientificista, que hoy 
parece ocular el lugar de las antiguas ideologías. En un régimen 
democrático y pluralista, la primera garantía con respecto a la libertad 
de cada uno se realiza en el respeto incondicional de la dignidad del 
hombre, en todas las fases de su vida y más allá de las dotes 
intelectuales o físicas de las que goza o de las que está privado. En la 
clonación humana no se da la condición que es necesaria para una 
verdadera convivencia: tratar al hombre siempre y en todos los casos 
como fin y, como valor, y nunca como un medio o simple objeto.