TRINIDAD - TEXTOS

 

1. EL PAPA AFRONTA EL MISTERIO DE LOS MISTERIOS DEL CRISTIANISMO

Comienza una aventura espiritual en búsqueda de la Trinidad

CIUDAD DEL VATICANO, 19-1-2000 en (ZENIT).- «Amor». Con esta palabra explicó hoy Juan Pablo II el misterio de los misterios del cristianismo al comenzar una serie de intervenciones que desarrollará durante los miércoles de este Jubileo sobre la realidad que ha seducido a los grandes místicos de la historia: la Trinidad, Dios Padre, Hijo y Espíritu.

El pontífice dejó muy claro que este misterio no es «una verdad árida de la inteligencia», sino que «es vida que vive en nosotros y que nos sostiene». Un «misterio que nos supera infinitamente» pero que al mismo tiempo constituye «la realidad más cercana a nosotros», «el manantial de nuestro ser». «Lo más íntimo de mi intimidad», como decía Agustín de Hipona (354-430).

Aventura «ardua pero fascinante»
El Papa reconoció que se trata de una aventura «ardua pero fascinante» que quiere ser el zenit del camino recorrido en los últimos años que dedicó a reflexionar sobre Cristo, el Espíritu y el Padre. El gran Jubileo del año 2000 es precisamente eso: «la contemplación del misterio de Dios».

En esta primera entrega, la reflexión pontificia se concentró en el inicio y en el final de la Biblia: en las primeras palabras del Génesis y en las últimas del Apocalipsis. Se refirió a estos dos pasajes como a los dos extremos del río de la revelación: «su manantial y su estuario». «De hecho --aclaró--, la Trinidad divina está en los orígenes mismos del ser y de la historia y está presente en su meta última. Constituye el inicio y el final de la historia de la salvación. Entre los dos extremos, el jardín del Edén (cf. Génesis 2) y el árbol de la vida de la Jerusalén celeste (cf. Apocalipsis 22), discurren las vicisitudes caracterizadas por las tinieblas y por la luz, por el pecado y la gracia».

Orígen...
Al penetrar en los orígenes de la creación, la mirada del Papa se sumergió en ese dinamismo de amor que explica la Trinidad: «el Padre genera al Hijo y juntos se entregan recíprocamente en el Espíritu Santo». Sólo así se pude explicar la creación del mundo, una decisión divina que «es fruto de este amor infinito que se irradia en la esfera de la creación». Ahora bien, para comprender este misterio de amor se requiere que «los ojos de nuestro corazón, iluminados por la revelación, se hagan suficientemente puros y penetrantes».

...y meta
Pero la Trinidad no sólo es el origen del mundo y del hombre; constituye también su meta. Por eso precisamente el Papa hizo del Apocalipsis la segunda columna de apoyo de su meditación. «En la Jerusalén celeste, el origen y el final se vuelven a unir», aclaró. «Dios Padre, aparece, sentado en el trono, para decir: "Mira que hago nuevas todas las cosas". Junto a él está presente el Cordero, es decir, Cristo, en su trono, con su luz, con el libro de la vida en el que se recogen los nombres de los redimidos. Y al final, en un diálogo dulce e intenso, el Espíritu reza con nosotros junto a la Iglesia, la esposa del Cordero, y dice: "Ven, Señor Jesús".

Cerrar los ojos
Ante un mundo acostumbrado a seguir más bien las noticias de las últimas fusiones de Wall Street, la moda primavera-verano, o el resultado del último partido de fútbol..., las palabras del Papa podrían parecer como la predicación de un profeta de tiempos remotos. El Santo Padre propone sin embargo con toda su fuerza la actualidad del único misterio que lo explica todo. Consciente de que el desafío es tremendo, ofreció el secreto que lo hace posible. Por eso al comenzar y al terminar citó a Dionisio Areopagita (400-499), uno de los teólogos más influyentes de toda la historia (basta pensar que Santo Tomás lo menciona alrededor de 1.700 veces), quien ofrecía así la clave para entender a Dios: «en el silencio se aprenden los secretos de esta tiniebla... que brilla con la luz más deslumbrante... Si bien es perfectamente intangible e invisible, llena con el esplendor más fascinante de la belleza las inteligencias que saben cerrar los ojos». 


2. Los cristianos creemos en un solo Dios, Padre todopoderoso; y 
en un solo Señor, Jesucristo; y en el Espíritu Santo, dador de vida. 
Este es el dogma fundamental de que todo fluye. Por eso la Iglesia 
hoy nos invita a la celebración del gran misterio que nos hace 
conocer y adorar en Dios la unidad de naturaleza en la trinidad de 
personas.
Creer en la Trinidad normalmente no cuesta mucho, quizá porque 
es una verdad abstracta, que parece que afecta solo a los 
teólogos. Ante el misterio no se pueden emplear palabras banales 
ni es actitud coherente el simple soportarlo. El misterio se cree, se 
adora. No basta quedarse en la representación del triángulo, del 
trébol o de los tres círculos enlazados. Tenemos un concepto de fe 
demasiado nacional, pues nos parece que creer es saber y 
entender, sin embargo creer es vivir. Por eso, creer en Dios es 
intentar vivir el misterio múltiple y único de Dios, que se manifiesta 
en nuestra vida.
La oración cristiana comienza "en el nombre del Padre y del Hijo y 
del Espíritu Santo" y siempre se concluye con una: doxología en 
honor de las tres divinas personas.
Andrés Pardo


3. 
"¿Estás pensando qué o cómo será Dios? 
Todo lo que imagines no es.
Todo lo que captes con el pensamiento, no es.
Pero para que puedas gustar algo, sabe que Dios es amor,
ese mismo amor con que amamos...
Que nadie diga:
no sé qué es lo que estoy amando.
Basta que ame al hermano
y amará al mismo amor.
Porque, en realidad uno conoce mejor
el amor con que ama al hermano
que al hermano a quien ama.
Pues ya tiene ahí a Dios conocido
mejor que el mismo hermano.
Mucho mejor:
porque está más presente,
porque está más cerca,
porque está mas seguro". 
SAN AGUSTÍN. DE TRINITATE



4. PO/FE-CIENCIA 

¿Por qué empeñarse en saber
cuando es tan fácil amar?
Dios no te manda entender,
no pretende que su mar
sin playas, pueda caber
en tu mínimo pensar.
Dios sólo te pide amor.
Dale todo el tuyo, y más,
siempre más, con más ardor,
con más ímpetu; verás
cómo amándole mejor,
mejor le comprenderás.


5. SOLIDARIDAD: ES LA INTEGRACIÓN DE MUCHOS DISTINTOS EN UN NOSOTROS.
Si el pluralismo requiere el reconocimiento de que somos 
distintos sin ser partes de un todo, la solidaridad implica reconocer 
que no podemos vivir aparte, sino que sólo podemos vivir 
conviviendo. Lo primero es necesario para que sea posible la 
libertad, lo segundo para que se ejercite, pues aunque se diga que 
la libertad de cada uno termina en la libertad del otro, lo cierto es 
que la libertad de cada cual empieza con la de los demás.
También se ha dicho que "cada uno en su casa y Dios en la de 
todos". Y con ello se ha querido poner de relieve el aspecto 
personal de la responsabilidad común. Pero más cierto es que 
"unos por otros y Dios por todos", pues la responsabilidad es 
corresponsabilidad, es decir, solidaridad.
La solidaridad es la integración de muchos distintos en un 
nosotros que reconoce la existencia de intereses comunes y la 
necesidad de solventarlos en común. Así surgen la familia, la 
empresa, el pueblo, la nación... La solidaridad humana -la de toda 
la humanidad- sería la integración de todos los hombres y de todos 
los grupos en un solo "nosotros" que recogiese y realizase los 
intereses de toda la humanidad. Lo que vale tanto como decir que 
todos los hombres tenemos intereses en común, que somos 
iguales.
En este sentido, el principio de autonomía resulta indispensable 
para reforzar la solidaridad humana y se corresponde con el 
principio de subsidiaridad: nadie debe hacer por otro lo que puede 
y debe hacer el otro. Que es tanto como reconocer que la 
solidaridad humana, si es verdadera, ha de construirse desde la 
base, de abajo arriba.
Pero tiene sus peligros. El primero consiste en hacer que 
prevalezcan los "nosotros" parciales (los intereses particulares, de 
grupo y de clase), con el consiguiente peligro de desintegración. El 
segundo peligro consiste en potenciar la solidaridad de esos 
"nosotros" parciales, recurriendo al infantilismo de amenazar con el 
"coco"; presentar a los otros como enemigos y competidores, en 
vez de verlos como compañeros y cooperadores.
EUCARISTÍA 1978, 23


6. UNIDAD/UNIFORMIDAD I/UNIDAD.
"Hay que aceptar al otro". No solamente tolerarlo, sino aceptarlo 
como otro, como diferente. Pero yo subrayaría lo siguiente: mi 
aceptación del otro, lejos de ser vivida por mí como una 
condescendencia o como un mal necesario, traduce mi convicción 
profunda de que yo solo -por muy inteligente y generoso que 
pueda ser- no puedo pretender expresar la totalidad del misterio 
cristiano. Siempre habrá infinitamente más en el misterio de Jesús y 
de la Iglesia de lo que un hombre o una época hayan podido o 
puedan decir o manifestar de él. Entonces, ¿cómo no desear que 
el hombre de una nueva cultura, técnica o bantú, intente aplicar su 
propia experiencia a la palabra, para una nueva epifanía histórica, 
intelectual, de Jesús salvador? Si los propios evangelistas nos han 
proporcionado, cada uno según su genio y cultura, testimonios a la 
vez tan diversos y tan concordes; si ésos que llamamos 
espontáneamente los "grandes momentos de la Iglesia" han sido, 
de hecho, momentos de crisis, en los que ciertos hombres supieron 
inventar nuevas respuestas a los auténticos desafíos lanzados por 
su tiempo, ¿cómo no alegrarnos ante el prodigioso pulular inventivo 
de este siglo, aun cuando a veces nos parezca un poco anárquico 
y sea preciso ese discernimiento que mencionábamos hace poco? 
Un reglamentarismo estúpido, que confunde la unidad con la 
uniformidad, oculta con frecuencia una esclerosis total, mientras 
que las diferencias en la reflexión o en las experiencias, sucesivas 
o concomitantes, manifiestan claramente que hay siempre mucha 
mayor riqueza en lo implícito vivo que en lo 
explícito y formulado.
LINTANF
LA IGLESIA QUE JESÚS NO QUISO
PAULINAS/MADRID 1972/Pág. 157 s.


7. /Jn/12/25 /Mt/16/25 /Mc/08/35 /Lc/09/24 
CONVIVENCIA/SD: LA ÚNICA FORMA POSIBLE DE EXISTIR EL HOMBRE ES COEXISTIENDO. NO HAY MAS VIDA QUE LA CONVIVENCIA. INDIVIDUO/C 
H/SER-DEUDOR: CUALQUIER DETALLE DE NUESTRA VIDA ES 
MENOS NUESTRO QUE DE LOS OTROS. H/SER-SOCIAL:
El hombre es un ser social, o como diría Aristóteles, un animal 
social. Pero eso no quiere decir que el hombre primero exista como 
individuo y luego se agrupe en sociedad. No. Eso quiere decir que 
la única forma posible de existir el ser humano es coexistiendo. 
Dicho más claramente: no hay más vida que la convivencia.
Esto resulta fácil de comprender, si tenemos en cuenta 
cualquiera de las secuencias de nuestra vida. El hombre que 
adquiere en el estanco un paquete de cigarrillos pone en 
movimiento esa maravillosa trama que llamamos sociedad. El 
estanquero, el distribuidor, los empleados del monopolio, los 
productores nacionales y extranjeros, los elaboradores, los 
empaquetadores, los expendedores... Todos están ahí presentes 
haciendo asequible un pitillo al fumador. Pero la moneda de veinte 
duros que entrega y las vueltas que recoge a cambio, ¿cuántas 
manos, deseos y satisfacciones de otros no acusa en su 
desdibujada imagen? No vale la pena multiplicar los ejemplos. Ni 
complicarlos, teorizando sobre el origen, crecimiento, 
comunicación, intercambio y proceso de la cultura. Es evidente que 
para cualquiera de nosotros un detalle de nuestra vida es menos 
nuestro que de los otros.
Esto es evidente. Y sin embargo... 
¿Por qué empeñarnos en vivir cada uno nuestra vida, 
hurtándola a los demás? ¿Por qué ese feroz egoísmo en hacer mío 
-es decir, en hacer que no sea de los demás- el piso, el coche, el 
dinero, el tiempo, el pensamiento, los sentimientos...? ¿Qué puede 
significar "mío" cuando yo mismo no soy nada si voy restando lo 
que han puesto los otros? ¿Por qué pretender reservar algo para 
mí cuando yo mismo soy algo cuando lo soy para los demás? De 
esta guisa, pretendemos vivir solos nuestra vida, sin darnos cuenta 
de que en la medida en que vivimos -pretendemos vivir- sólo para 
nosotros, en esa misma medida vivimos para morir. Y que, por el 
contrario, en la medida en que nos desvivimos por los demás, 
estamos muriendo para vivir. 
EUCARISTÍA 1972/33


8. TRINIDAD/C :
La palabra "comunidad" es una de las más unidas al espíritu del 
Vaticano II. A partir de la celebración de este Concilio su uso y 
abuso ha sido general en todos los niveles de la Iglesia. Sin 
embargo, no resulta fácil definir con claridad este concepto. Incluso 
en sociología, el término ha ido adquiriendo con el tiempo una gran 
cantidad de significados, connotaciones y definiciones que 
difuminan su precisión.
Su empleo en los ambientes de Iglesia no es, desde luego, 
mucho más unívoco. Hay quien lo aplica, como un simple cambio de 
rótulo, a la parroquia. Ahora queda más moderno llamarle 
"comunidad parroquial". Como adjetivo, también su uso es variado. 
De hecho, se habla de bautismo comunitario para referirse también 
a un mero bautismo colectivo. Se argumenta que la parroquia debe 
ser "comunidad de comunidades" frase que a muchos les suena a 
algo tan ininteligible como "un matrimonio de matrimonios". No 
faltan tampoco los que, a la hora de calificar un grupo como 
auténticamente comunitario, exigen tantas y tan intensas 
condiciones que tan sólo se cumplen en la Santísima Trinidad. 
Realmente, es más fácil denunciar aquello que es impropio de una 
comunidad que enumerar todo lo que se debe dar en ella.
Lo que une a la comunidad cristiana es el deseo de seguir a 
Jesús. Si el Nuevo Testamento llama Espíritu Santo a la fuerza que 
nos empuja a este seguimiento, queda claro que nos podemos 
llamar -tal y como se dice al comienzo de la eucaristía- la 
comunidad del Espíritu Santo". Sin embargo, este mismo grupo 
puede tener también, a la vez, motivaciones humanas tales como: 
sentirse bien en ese ambiente, estar entre personas con ideas 
semejantes a las propias o tener allí a los amigos más habituales. 
Eso no tiene por qué quitar calidad cristiana a la "comunitariedad" 
del grupo. No obstante, habrá que evitar que se reduzca a un mero 
"grupo-estufa" que huye de las inclemencias de otros ambientes. 
La comunidad de fe se asienta sobre un entramado humano. Es 
muy importante para nuestras parroquias la existencia de lugares y 
actos donde puedan darse esas relaciones de amistad: convivencia 
informal, comidas, excursiones y, en general, todo aquello que 
fomente unas relaciones humanas cordiales. Una comunidad 
puramente sobrenatural, mística e interior no fue la de Jesús con 
sus discípulos. La comunidad cristiana se puede ver más como una 
tarea que como una realidad definitivamente consolidada. 
Deseemos que sea todo lo ideal que queramos, pero sin 
infravalorar lo que de comunitario ya tenemos. 
(_EUCA/92/28)


9.
La comunidad cristiana, para ser un gran grupo automotriz y no 
amorfo, requiere que sus miembros tengan un sentido de 
pertenencia a ella. Esto se hace patente por la participación en sus 
actividades y la corresponsabilidad en sus compromisos. 
(_EUCA/92/28)


10. H/SER-SOCIAL.
NUESTRO NOMBRE
Nos llamamos -mejor dicho, nos llaman- de diferentes maneras: 
Marisol, Andrés, Luisa o Nicanor, Pero ése es sólo el nombre por el 
que respondemos a la llamada de otros hombres. Ante la llamada 
de Dios ningún hombre puede responder por su nombre de pila. 
Cuando Dios llama, el hombre ha de responder por su verdadero 
nombre. Y la verdad es que todos nos llamamos NOSOTROS. Es el 
hombre en comunidad, el hombre social, el que salió de las manos 
de Dios: no el hombre aislado, individual y egoísta.
CAPITALISMO/IDMO INDIVIDUALISMO: La cuestión, como se 
ve, no es bizantina. Si el hombre es sólo o principalmente individuo, 
la sociedad será sólo una filfa, una segregación virulenta de ciertas 
glándulas individuales. ¿Y no es esta la sociedad capitalista que 
padecemos? Pero si el hombre es exclusiva o fundamentalmente 
multitud, parte, la sociedad se trueca en un colectivismo totalitario y 
alienador. ¿No es ése el comunismo que todos tenemos? Busquen 
las ciencias -con nuestra enhorabuena- nuevos caminos para 
conocer mejor al hombre. Pero el hombre es más que todo cuanto 
puedan decir las ciencias. En realidad el hombre sólo puede ser 
definido desde fuera del hombre, desde la fe. Y por la fe nos ha 
sido dado conocer que el hombre ni es individuo ni sociedad, sino 
ambas cosas simultánea e indisolublemente unidas. Nuestro ser es 
ser con los otros. He aquí nuestra dignidad.
Y esa es, al mismo tiempo, la razón de nuestra semejanza con 
Dios. No nos parecemos tan sólo por la inteligencia y el amor. Nos 
parecemos con mayor hondura, en el ser, en la naturaleza. Dios es 
el misterio de la unidad en la pluralidad. Y así es el hombre, así 
somos nosotros.
Tenemos que ir aprendiendo a responder siempre que nos 
llamen por nuestro verdadero nombre, que no es Pepe ni Adela, no 
es Pilar o Manuel. Nuestro nombre es NOSOTROS. Por eso, hemos 
de responder por TODOS NOSOTROS, sin fragmentar esa unidad 
por razones de sexo, de nacionalidad, de color o de ideas. Todos 
somos -tenemos que ser- UNO... pero no lo mismo.
(_EUCA/74/34)


11. ORAS/C 

Señor, en mi oración
casi siempre te hablo de mí.
Hoy quiero hablarte de "nosotros".
"Nosotros" somos el pequeño grupo
que nos reunimos para celebrar
y vivir nuestra fe.
La verdad es que no hacemos
nada extraordinario,
pero juntos nos animamos.
Yo creo que todos hacen lo que pueden,
menos yo que procuro quitar el hombro.
Hoy te pido por todos ellos.
Los necesito más de lo que yo imaginaba.
Pueden tener sus rarezas,
pero son gente muy sana.
Gracias, Señor, por ellos.
Gracias por mi grupo de fe.
(_EUCA/92/28)


12.
Decía el misal publicado por la Abadía de Montserrat en el año 
1964: "La fiesta de hoy, instituida no sin reticencias, porque 
algunos objetaron la inutilidad de establecer una fiesta en honor de 
la Trinidad cuando la liturgia entera le estaba dedicada, acentúa 
más la noción de unidad de las personas divinas que la irrupción 
de estas mismas personas en la historia. Con todo, se presenta 
como un cántico de acción de gracias después de la 
conmemoración del misterio redentor finalizada el día de 
Pentecostés".


13. FE/LIBERTAD 
No se trata de elegir entre el Dios de la razón y el Dios del 
Evangelio, sino de descubrir sus rostros, y, mirándonos en ellos, 
descubrirnos a nosotros mismos y a nuestro destino. Lo malo de 
este enfrentamiento entre el Dios de la razón y el Dios de la fe está 
en el hombre que hay detrás de cada uno de esos dioses.
Detrás del Dios de la razón hay un hombre menor de edad, a 
merced de lo desconocido, amenazado siempre por unas 
decisiones superiores e indescifrables. Detrás del Dios del 
Evangelio está un hombre llamado a la libertad y a la 
responsabilidad, acompañado y no vigilado, digno y no esclavo, 
dueño del mundo y no a merced del mundo. Para aquél, todo está 
decidido, para éste todo se está haciendo; aquel Dios está más allá 
de la historia, este Dios parece que también está decidiendo su 
historia al lado del hombre.
La fe evangélica es una fe trinitaria. El Dios de nuestra fe es un 
Dios dialogante, fecundo y amoroso que viene a nosotros y 
establece en nosotros su morada. Tener fe en la Trinidad de Dios 
es sentirse impulsados a ser plenamente hombres, a ser fecundos 
y a amar; es descubrir que somos imagen suya. 
(Jaime ·CEIDE-J._ABC/DIARIO. DOMINGO 14-6-92/Pág. 92)


14. ORACIÓN DE ALABANZA
Fue el amor compartido, lo primero,
explosión infinita de energía:
cuando nada existía todavía,
el Amor reventaba en tres luceros.
El Padre, que se entrega por entero
al Hijo, que a la entrega respondía,
y nuevo abrazo que a ambos envolvía
y los funde en amor, en un: os quiero.

Fue el amor repartido, lo segundo,
en chispas que saltaban de la Hoguera
y creaban, jugando, nuestro mundo.
Fue el Amor encarnado la postrera
cercanía de Dios, que se hace humano
por decir a los hombres: «Sois hermanos». 
(_CARITAS/94-1.Pág. 292)


15. 
Todos desde pequeños hemos aprendido a rezar el Padre 
Nuestro, hacer la señal de la cruz y llamar a Dios Padre, Hijo y 
Espíritu Santo. Todo de manera natural y espontánea, sin 
embargo, al detenernos a reflexionar en este misterio, descubrimos 
su profundidad y lo poco que podemos explicarlo.
Dios que sabe nuestra dificultad nos envió a su hijo para 
mostrarnos el camino por el cual podemos llegar a él y nos ha dado 
a su vez el Espíritu del amor, somos conscientes que el amor es el 
único camino por el que podemos conocer a las personas en 
profundidad; podemos saber mucho de Dios y no amarlo; nosotros 
debemos amarlo y experimentar su paternidad de manera personal; 
sin negar la necesidad de saber mucho de Dios, pues es necesario 
dar razón de nuestra fe, tenemos que asumir que esta fe debe 
estar animada por la experiencia viva de un Dios que nos ama.
Dios se fue revelando poco a poco al hombre. Lo constatamos 
en el Antiguo Testamento, también en Jesús que nos habló de él 
con claridad: Dios es Padre, a quienes hace sus hijos los ama; Dios 
es hijo: se hace hombre para liberar al hombre del pecado y 
constituirlo en una nueva familia y pueblo de Dios. Dios es Espíritu 
Santo, don y amor que nos santifica y nos hace tomar conciencia 
de que somos hijos de Dios; por él llamamos a Dios Padre y 
confesamos a Jesús como Señor.
Toda nuestra vida es trinitaria, nos dirigimos al Padre por medio 
de Cristo y de la mano del Espíritu de la verdad.
Agradezcamos a Dios porque toda nuestra vida cristiana es fruto 
del amor que Dios nos tiene y que ha sido derramado en nuestros 
corazones por el Espíritu Santo que se nos ha dado.
_CE-de-Liturgia-PERU


16. El amante, el amado y el amor

Después de la celebraciones pascuales, celebramos hoy la 
Solemnidad de las Santísima Trinidad. Pero, por desgracia, es un 
misterio que ha tenido una presentación catequética tan deficiente 
que se presenta, para muchos cristianos, más como una dificultad 
para hacer mas meritoria la fe que, como efectivamente lo que es: 
la revelación de quien es Dios en su esencia hecha por Jesús.
Para quien tenga las dificultades aludidas y lea el evangelio de 
hoy se sorprenderá que Cristo presente el comienzo de la vida 
cristiana, el sacramento del bautismo, como una consagración al 
Padre al Hijo y al Espíritu Santo.
Todo esto nos descubre la necesidad que aprovechemos este 
día -las oraciones y las lecturas de la misa- para evangelizarnos, es 
decir: darnos la buena noticia que Jesús quiso transmitirnos al 
anunciarnos que Dios es Padre, Hijo y Espíritu Santo y hagamos de 
esta revelación una gozosa experiencia que proporcione densidad 
a nuestra vida espiritual y la conforme con la dimensión trinitaria de 
la consagración bautismal que ha marcado para siempre nuestra 
vida.
De la mejor catequesis recordamos una descripción del misterio 
de nuestro Dios que nos puede ayudar en la tarea propuesta: " El 
Padre es el Amante, el Hijo es el Amado y el Espíritu Santo es el 
Amor".
En el bautismo, la acción del Espíritu Santo -el Amor- nos hace 
miembros de Cristo -el Amado- y , por tanto, objeto amoroso del 
Padre -el Amante-. Meditemos sobre esta realidad, dirijámonos 
desde ella a cada una de las Divinas Personas y así nos 
iniciaremos en la experiencia trinitaria a la que nos invita el 
evangelio de Jesús.
Antonio Luis Martínez
Semanario "Iglesia en camino"
Archidiócesis de Mérida-Badajoz


17. El Dios de Jesús

No se entienda el titular en un sentido posesivo. Se traicionaría 
radicalmente todo lo que Jesús nos enseñó sobre el misterio de 
Dios, pues Jesús hablaba de un Dios para nosotros, los hombres. Y 
a esa misión de revelación me refiero con este titular.
Si Jesús nos ha revelado el misterio trinitario de Dios, hemos de 
acercarnos con suma atención a la lectura evangélica en la que 
podemos beber de las mismas palabras del Señor.
La escena se desarrolla dentro del discurso de la Ultima Cena. 
Jesús les dice a los discípulos que aún le queda muchas cosas por 
decirles pero que no era aquel el momento más adecuado y les 
promete que el Espíritu Santo les llevará a conocer totalmente la 
verdad.
Hasta aquí las cosas están claras. Pero Jesús sigue hablando y 
presenta como el entramado de lo que Dios quiere revelar a los 
hombres y para ello nos descorre un poco el velo que oculta el 
misterio íntimo de nuestro Dios.
En primer lugar dice que el Espíritu Santo recibirá de mí lo que 
os irá comunicando pero, a su vez, eso que el Espíritu recibirá de 
Jesús es propiedad del Padre pues todo lo que tiene el Padre es 
mío, Por eso os he dicho que tomará de lo mío y os lo anunciará.
Estas fascinantes palabras de Jesús nos revelan que nuestro 
Dios es el Padre que entrega su designio de salvación al Hijo para 
que, por medio del Espíritu Santo, nos lo acerque y podamos 
recibir.
Si la salvación nos llega tomando ese itinerario, la vida cristiana 
en conjunto -la fe, la oración, la caridad, el arrepentimiento- debe 
hacer el recorrido en sentido contrario: invocar al Espíritu para que 
nos conforme con Jesús y El nos acerque al Padre.
Antonio Luis Mtnez
Semanario "Iglesia en camino"
Archidiócesis de Mérida-Badajoz


18.  TODOS SOMOS TRINITARIOS

Los cristianos tenemos esta característica: nuestro Dios es Trino. 
Nos lo reveló Cristo Jesús. Dios es a la vez Padre, Hijo y Espiritu. 
Dios ha creado para nosotros el mundo y nos ama y perdona con 
corazón de Padre. Además, ha enviado a su Hijo para que se 
hiciera nuestro Hermano, se entregara por la salvación de todos y 
fuera Cabeza de la nueva Humanidad. Y se nos ha comunicado 
como Espíritu, llenándonos de su vida. 
Ultimemente ha habido en la Iglesia dos iniciativas que nos han 
ayudado a "redescubrir" el carácter trinitario de nuestra fe. El 
Catecismo nos ha recordado que tanto nuestra celebración como 
nuestra vida están estructuradas desde el protagonismo de Dios 
Trino. Todo nos viene del Padre y todo vuelve al Padre por la 
mediación de Cristo Jesús, y con la animación del Espiritu. Y el 
Jubileo del año 2000 lo preparamos y lo viviremos desde esta 
perspectiva. Nos ha hecho bien que un año lo dedicáramos a fijar 
nuestra mirada en Jesús. Otro, en el Espiritu. Y éste, en el Padre. 
Los que fuimos bautizados en el nombre del Padre, del Hijo y del 
Espiritu; los que iniciamos cada celebración pronunciando sus 
nombres y la concluimos recibiendo la bendición también en su 
nombre: somos en verdad "trinitarios". Y nos enriqueceríamos 
mucho si esta convicción nos introdujera en la dinámica de amor y 
de vida y comunicación del Dios que nos reveló Jesús. J. A. 
_MI-DO/99/08-01


19.

TRI/MISTERIO: MISTERIO:NO SIGNIFICA PROBLEMA INSOLUBLE SINO REALIDAD LLENA DE VIDA.

La fiesta de hoy, en honor de la Stma. Trinidad, tardó muchos siglos de establecerse en la Iglesia. Incluso cuando en la Edad Media empezaba a celebrarse en algunos lugares, hubo algún Papa que la prohibió y la razón era: porque no se puede convertir en celebración de un día lo que es permanente en la fe, lo que celebramos siempre. Finalmente prevaleció el establecer esta fiesta, pero más como recordatorio para todos nosotros de la importancia radical del misterio salvador de la Trinidad, que no como si se tratara de una fiesta junto a otras fiestas.

Varias veces he repetido, en este comentario, las palabras: misterio salvador, para referirme al misterio de la Trinidad. Y es que hay un melentendido que hemos de superar para podernos plantear qué significa nuestra fe en la Trinidad. Y el malentendido está en la palabra "misterio" Curiosamente es una palabra muy utilizada desde los primeros tiempos del cristianismo y también muy utilizada ahora. Pero con sentidos diversos. Cuando lo decimos ahora, pensamos en un problema que no podemos entender. Cuando lo decían los primeros cristianos, querían significar una realidad llena de vida. De ahí que al decir "misterio salvador" quisiera referirme a este sentido antiguo: nuestra fe en la Trinidad es para nosotros un misterio de salvación, es decir, aquello que para nosotros es fuente de vida y vida en plenitud. Lo cual es precisamente lo que hemos leído en el evangelio: "Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo para que tengan vida eterna".

J. GOMIS
MISA DOMINICAL 1981/03