LA IGLESIA "ESTÁ EN LA TRINIDAD"

No se puede comprender el misterio de Jesús de Nazaret sin 
encuadrarlo en el misterio de la Trinidad. De la misma manera, la 
Iglesia, Cuerpo de Cristo, se apoya en el misterio de la Trinidad 
como sobre el único fundamento de su existencia. La Iglesia es, en 
primer lugar, la Familia del Padre. Ella es la que reúne en torno al 
Hijo único a los hijos adoptivos del Padre, que realmente están 
divinizados, por su unión viva con el Hijo Unigénito. Todos los hijos 
de la familia participan de la misma vida y de la misma herencia. El 
hombre se ve colmado por encima de toda esperanza, cuando por 
medio del Hijo tiene acceso al Padre.
La Iglesia es además el Cuerpo de Cristo. La conexión viva que 
existe entre las hijos adoptivos y el Hijo Unigénito del Padre está 
representada por la relación humana que existe entre el Cristo 
glorioso y los miembros de su Cuerpo. No hay más camino de 
acceso al Padre que la humanidad gloriosa del Hijo. Los hombres, 
incorporados a Cristo en la Iglesia, pueden emprender a su vez el 
camino de obediencia, hasta morir en la cruz, sacrificio que es 
siempre agradable al Padre, como el de Cristo. Esta fidelidad total 
a su condición de criatura hace posible a los miembros del Cuerpo 
de Cristo el reconocer al Dios único de Jesucristo y, por tanto, el 
profesar un estricto monoteísmo.
Finalmente, la Iglesia es Templo del Espíritu, su tierra de 
elección. El Espíritu realiza plenamente su obra allí donde existe un 
diálogo perfecto entre Dios y los hombres. Como Cristo es el único 
mediador de este encuentro perfecto, el Espíritu del Padre no vive 
totalmente más que en Cristo. El es su Espíritu.
Pero, al mismo tiempo, anima a la Iglesia de una manera también 
perfecta, porque la Iglesia es el Cuerpo de Cristo. La acción del 
Espíritu expresa toda la solicitud bondadosa del Padre para con los 
hombres. El Espíritu vivifica, santifica, unifica. Pero también por ser 
Espíritu de Cristo está presente en el corazón del cristiano y le 
hace exclamar: "Padre." Le invita a conducirse como amigo y a 
anudar con Dios unos lazos de amor eterno, partiendo de los 
cuales ha de contribuir a la edificación progresiva del Reino. 

MAERTENS-FRISQUE
NUEVA GUIA DE LA ASAMBLEA CRISTIANA IV
MAROVA MADRID 1969.Pág. 304 ss.