ACOGER O RECHAZAR EL CLAMOR DE LOS EXPLOTADOS
VICTOR CODINA
Sumario
1. INTRODUCCIÓN
2. INTERPELACIÓN ECONÓMICA
3. INTERPELACIÓN CULTURAL
4. INTERPELACIÓN RELIGIOSA
5. INTERPELACIÓN HISTÓRICA
6. INTERPELACIÓN ECLESIAL
7. INTERPELACIÓN TEOLÓGICA
8. CONCLUSIÓN
8.1. Un clamor desde los lugares marginales
8.2. Un clamor salvador
8.3. Un clamor que engendra una nueva humanidad
* * * * *
1. INTRODUCCIÓN
Estamos acostumbrados a que los pueblos del Tercer mundo, las
gentes que vienen de aquellas tierras, siempre nos pidan cosas:
dinero, personal, ayuda... Esta colaboración, es siempre necesaria.
Pero hoy, no querría pedir, sino ofrecer, dar, agradecer...
No tenemos ni oro ni plata, Nuestro don, lo que el Tercer mundo
puede ofrecer a los países ricos, es su misma pobreza; es el clamor
de los países pobres, sus interrogantes, sus problemas, a semejanza
de lo que los niños pueden dar al mundo de los adultos, que no es
madurez, ni fuerza, ni experiencia, sino su propia visión del mundo
desde su debilidad y su impotencia.
Y este ofrecimiento es interpelante. Como se ha escrito, el único
sacramento absolutamente necesario, es el sacramento de los
pobres. Pero es un sacramento duro, amargo, nada agradable a
nuestra sensibilidad. Es un sacramento no litúrgico, sino profético.
El Tercer mundo ejerce ante el Primer mundo la misma función
profética, que los profetas de Israel ejercían durante el tiempo de la
monarquía davídica y salomónica. Los profetas recuerdan siempre el
plan de Dios, las exigencias del Éxodo, la alianza; lo mismo que
Moisés reclamaba al Faraón. El Primer mundo viene a ser como la
monarquía davídica y salomónica que ha olvidado el plan de Dios y
tiene que escuchar la voz de los profetas, la voz del Tercer mundo,
que tiene también los suyos (Romero, Helder Cámara, por no citar a
otros, como Gandhi o Desmond Tutu). Pero hoy quisiéramos fijarnos
en un tipo de profecía colectiva, de todo un pueblo, en el grito
anónimo de millones de seres que claman y se hacen oír. En América
Latina, este clamor, que ya se oía en Medellín, (Pobreza de la Iglesia,
n. 2), se oye en Puebla con claridad, de manera creciente e
impetuosa (Puebla, 89).
Recogiendo algunas de las interpretaciones de los profetas de
Israel a la monarquía davídica y salomónica, podemos decir,
siguiendo a Walter Broegmann, que, frente a un mundo de
abundancia y consumo, el Tercer mundo le recuerda el hambre de la
mayor parte de la Humanidad. A un mundo que se vuelve cada vez
más racional y racionalista, el Tercer mundo le recuerda la dimensión
del misterio. A un mundo que busca ante todo el orden, el Tercer
mundo le recuerda la prioridad del sufrimiento, el pathos. A un mundo
optimista y estancado en el presente, le recuerda el futuro y el clamor
de un pueblo. A un mundo cerrado en la inmanencia, le recuerda la
trascendencia de Dios . A un mundo domesticado le recuerda que es
necesario buscar alternativas de futuro. A un mundo en el que unos
pocos viven en el lujo, le recuerda la necesidad de justicia y
compasión. A un mundo que alardea de realismo, le recuerda la
importancia de la imaginación. A mundo frío e insensible al dolor, le
recuerda la ternura y la sensibilidad al dolor de los otros. A un mundo
que cierra los ojos y no quiere saber nada de lo que pasa más allá de
sus puertas, le recuerda que tiene que saber "la verdadera historia".
A un mundo vacío de simbología, el Tercer mundo le ofrece símbolos
de vida. A un mundo que considera que la muerte es un tabú
irresistible, el clamor del Tercer mundo le anuncia lo que será
definitivo, el fin último, la escatología.
Todo esto que hemos dicho de manera genérica y algo abstracta,
intentaremos presentarlo ahora de forma más concreta y pragmática,
desde el mundo de América Latina, concretamente, desde Bolivia.
Esta interpelación incluye muchos frentes. Es económica, cultural,
religiosa, histórica, eclesial y teológica.
Desarrollaremos estos diferentes capítulos.
2. INTERPELACIÓN ECONÓMICA
Posiblemente, es la más conocida, la más sobrecogedora, la más
punzante. La que sorprende más cuando se llega a América Latina y
se regresa a Europa. Por otra parte, la economía se une a la política y
a la dimensión social, formando un bloque compacto.
Lo que llama más la atención es el contraste entre el lujo y el
hambre, entre el superdesarrollo y el subdesarrollo, entre minorías
que viven en la abundancia y mayorías que lo hacen en la miseria.
A modo de ejemplo:
- Los países ricos e industrializados, tienen el 25% de la población
mundial; el 90%. de la industria mundial, el 85% de las riquezas del
mundo y dominan el 90%, del mercado mundial.
- Los países pobres son el 75% de la población mundial; poseen el
17% del producto nacional bruto, el 8% de la industria mundial, el 15%
de la energía mundial, el 6% de los gastos mundiales de salud, el 5%
de la tecnología mundial, etc...
Concretamente, en América Latina, una estricta minoría gana
muchísimo, está muy bien alimentada y puede ir a la universidad,
mientras que una gran mayoría padece una grave pobreza y extrema
desnutrición, y no tan sólo no llega a la universidad sino que no acaba
ni siquiera la escuela primaria.
En Bolivia el 32% de la población carece de dormitorio, el 66% no
tiene electricidad, el 78% está sin alcantarillado, el 64% no tiene agua
potable, el 40% no dispone de cocina y el 92% no puede contar con
una ducha. Mientras el salario mínimo es de 25$, la cesta de la
compra cuesta 294$ al mes. También en Bolivia, de 100 alumnos que
comienzan la primaria, solamente tres acaban la universidad. Se
calcula que el número de analfabetos en Bolivia es del 55%. La deuda
externa alcanza los 5.000 millones de dólares; cada boliviano, desde
que nace, se hace deudor de 738$...
Esta situación repercute en todo. E1 subdesarrollo es integral. Y
estos países, en vez de mejorar se hunden cada día más. Como dice
Juan Pablo II, la situación del Tercer mundo es peor que la de hace 20
años, cuando se publicó la Populorum Progesszo (1967); la situación
de América Latina en Puebla (1979) era peor que la de Medellín
(1968); Bolivia cada vez baja más, de manera que ahora gana en el
ranking de pobreza de toda la América Latina por encima del mismo
Haití.
Toda esta problemática se proyecta en la política, en la fragilidad
democrática, en la continua tentación de golpes militares, en la
postura "herodiana" de los sectores ricos que están en conexión con
las transnacionales, en la tentación de ejercer la violencia y la
guerrilla a falta de otras soluciones, en la corrupción y la economía
sumergida (narcotráfico), etc...
Así, América Latina, Bolivia, ofrece un lugar privilegiado para
realizar un análisis de nuestro mundo. Como dice Ellacuria es
necesario hacer un coproanálisis, un análisis de la economía del
Primer mundo desde la terrible situación del Tercer mundo, desde la
negación y la muerte. Desde el Tercer mundo, nuestro sistema
económico es inviable, puesto que es un sistema que engendra paro,
diferencias y marginación constante.
Esta realidad no es causal, ni fruto de la mala suerte, del azar, del
clima o de la raza. Es consecuencia de un sistema inhumano, cruel,
injusto, que para los cristianos tiene un nombre: pecado personal y
social, estructuras de pecado, injusticia estructural. El clamor del
Tercer mundo se convierte en una acusación para el Primer mundo:
"Caín, ¿qué has hecho de tu hermano?" Es un grito que clama
venganza al cielo, y como dice Juan Pablo II, los pueblos del Sur
pobre juzgarán un día a los países ricos del Norte. Es un lamento que
nos dice, en formulación de Juan Pablo II en Sollicitudo rei socialis,
que tanto el subdesarrollo como el superdesarrollo son intolerables y
deshumanizadores.
Esta sería la primera interpelación profética del Tercer mundo a los
países ricos del Norte, parecida a la de los profetas de Israel a la
monarquía que había olvidado el Éxodo y sus exigencias. El Primer
mundo se ha convertido en el nuevo Faraón de los pobres del Tercer
mundo, Faraón con nombres y apellidos, colectivos algunas veces; a
menudo, un Faraón anónimo, pero que mata y asesina. Es el nuevo
Herodes que mata inocentes cuyos llantos y gemidos se oyen, como
el clamor bíblico de Raquel que llora por sus hijos (Mt. 2, 18).
3. INTERPELACIÓN CULTURAL
Estamos convencidos de que la cultura que llamamos occidental (y
cristiana) es "la cultura", la cultura moderna y la única con futuro.
Consideramos a los pueblos de otras culturas como poco civilizados
tal vez bárbaros; en todo caso, creemos que es necesario integrarlos
a nuestra cultura, a la cultura moderna. Muchas veces añadimos a
nuestra misión evangelizadora una especie de misión cultural y
observamos con mirada compasiva a los otros pueblos de otras
culturas.
Esta es también, la postura de las clases dominantes en los países
del Tercer mundo, en América Latina. A veces unas minorías
culturales modernas, occidentalizadas, creen que la única manera de
modernizar el país, de hacerlo prosperar, es integrar las otras culturas
a la moderna, la del Estado. Se llega a identificar la identidad nacional
con la cultura moderna oficial del Estado.
Semejantes puntos de vista no nos permiten acoger la interpelación
de otras culturas, de las culturas del Tercer mundo. Se ha escrito que
la Iglesia -y la misma sociedad- siempre ha sido más sensible al pobre
que al diferente, al oprimido económicamente que al otro. Incluso en
América Latina la teología de la liberación, sobre todo en sus
comienzos, ha estado más preocupada por la opresión económica
que por la cultural, por la dependencia económica y social que por la
cultural; más atenta a la voz de los explotados del Tercer mundo que
a los problemas del respeto a las culturas, más abierta a los
marginados económicos que a los marginados culturales. No es que
ambas cuestiones sean independientes, pues la Nueva América que
soñamos la queremos libre no sólo de las opresiones económicas sino
también de las culturales, con un gran respeto a todas sus etnias,
razas, culturas y naciones. Actualmente, la teología de la liberación
quiere preocuparse especialmente del indio, del negro y de la mujer.
Las opresiones son económicas, pero también culturales, raciales y
sexuales.
Los países pobres del Tercer mundo, poseen grandes riquezas
culturales que constituyen su propia identidad.
En un encuentro intercultural indígena del oriente boliviano, una
señora, doña María Menacho, hablaba así:
«Con el permiso de la madrecita, que es más entendida que yo,
pero yo tengo ésta (señalaba su memoria..), que no me falla nunca y
es mejor. Voy a presentarme. Me llamo María, soy de S. Ignacio de
Moxos San Ignacio es un gran pueblo. Es muy bonito. Sobre todo
cuando es la fiesta. ¡Ay la fiesta! Pues así es mi pueblo. En mi pueblo
antes se cosechaba de todo. Y sobraba. Teníamos hasta azúcar
¿.Saben Vdes. lo que es el azúcar? Pues eso teníamos y nos
sobraba. Ahora los blancos nos han arrinconado y quieren que
sigamos plantando. Nos quitaron las tierras. Y ¿acaso se puede
sembrar en un puñete? Incluso ahora no podemos cortar leña, porque
todo está alambrado. Y cuando nuestros hombres entran en los
alambrados, siquiera para cortar un varejón, les quieren matar. Ya no
se puede sembrar, ni cortar leña. Estamos arrinconados y cada vez
más encerrados..,
Este testimonio de Dña. María nos presenta toda la problemática
cultural. El ayer y el hoy, la libertad y la opresión, la pobreza y al
mismo tiempo el orgullo y el sentido de su propia identidad cultural
que se expresa especialmente en las fiestas.
Estas etnias, razas y culturas que llamamos primitivas en sentido
peyorativo, tiene valores que nosotros hemos perdido.
En Bolivia, lugar de mayoría autóctona, donde se concentran 40
naciones en una, llama la atención la gran riqueza de las culturas
tradicionales. En el mundo andino existe un gran sentido de
comunidad (ayllu), de reciprocidad (ayni), del compartir. Encontramos
un gran respeto por los ancianos, una especial atención a la
naturaleza, un gran sentido de fiesta, una profunda integración de la
muerte como realidad que corta la vida, pero que crea una vinculación
especial entre vivos y muertos, una gran riqueza simbólica que se
manifiesta en la música, los trajes, los colores y las tradiciones
rituales. Hay una gran frugalidad y austeridad y, al mismo tiempo,
cuando llega la fiesta, un sentido de abundancia y generosidad que
contrasta con nuestro sentido occidental de ahorro, seguramente de
origen calvinista. Hace falta libar la tierra (Pachamama), es necesario
pedirle perdón antes de ararla y de herirla con el arado. Es la mujer
quien siembra detrás del marido que hace surcos y de los bueyes
ataviados con cintas de colores. Se debe poner "feto de llama" en los
fundamentos de los edificios para que no se muevan; hay que
celebrar toda inauguración de la casa, el campo, el vestido, etc... El
nacimiento y la muerte tienen sus celebraciones propias, de una gran
riqueza simbólica. La fiesta de los muertos, a primeros de noviembre,
es una gran fiesta. Los muertos vienen a visitar a los vivos; hay que
preparar los manjares que más les gustaban, hacer altares con su
fotografía, poner una escalera, pasteles, bebida para el viaje, una
caña que haga de bastón, etc... El matrimonio, que pasa por un
período de prueba (servinaku), tiene un ritual muy rico. De vez en
cuando se tienen que ofrecer víctimas a la tierra (wilanchas) y a la
mina (al Tío). El Carnaval es una gran fiesta. En Oruro, la ciudad se
ve llena de demonios que bailan, ríen, critican, luchan contra los
ángeles y finalmente, se arrodillan ante Nuestra Señora del Socavón,
patrona de los mineros. Hay música, color, crítica social (los
caporales); todo ello unido a un sentido religioso en una especie de
auto sacramental que nada tiene que ver con el Carnaval de Río, de
Niza o de Colonia. En el lago Titikaka, origen tradicional de la cultura
aymara, los pescadores surcan el lago con unas naves llamadas
totoras, junco con el que están hechas, que apenas hacen ruido,
deslizándose suavemente por el lago, en contraste con las motonaves
y ruidosas embarcaciones modernas que ensucian el lago.
Podríamos multiplicar estas pinceladas (la cultura de la enfermedad,
de los manjares, de los vestidos, de las artesanías...) que son también
una interpelación para nosotros, para nuestra cultura occidental, para
nuestro modelo de sociedad consumista, individualista, permisivo, tan
cruel con los ancianos y marginados, tan competitivo, tan poco
respetuoso con la ecología, tan explotador y abusivo de la tierra, con
tanto miedo y tabú a la muerte que hace como si ésta no existiera y no
quiere ni oír hablar de ella.
¿No tienen estas culturas que llamamos primitivas, un mensaje para
nuestro mundo? ¿No pueden ofrecer modelos utópicos de
convivencia, de respeto, de realismo, de moderación y de frugalidad a
nuestro mundo consumista, hedonista, violento y terriblemente
agresivo?
Evidentemente, hay también otros interrogantes: ¿qué pasará el día
en que estas culturas tradicionales se abran al "progreso", como
empieza ya a suceder con los jóvenes, con la gente que va a las
ciudades, con los universitarios? ¿Son culturas residuales destinadas
a desaparecer? ¿Podrán sobrevivir? En cualquier caso, la asimilación
de la cultura moderna desde esta cultura tradicional, dará unos
resultados que por supuesto no serán iguales a nuestros resultados
occidentales.
Lo que parece claro es que en nombre del progreso, de la cultura y
de la civilización, no se pueden marginar estas culturas milenarias
(pensamos en las culturas mayas, aztecas, incas, en las raíces
africanas de tantos lugares del Caribe o del Brasil, en los grupos
indígenas que todavía no han contactado con la cultura moderna).
Más aún: estas culturas tienen valores irrenunciables y pueden
ofrecer esquemas ricos para la organización, la vida, la sociedad, la
economía, la salud, etc... Nuestro esquema de democracia no encaja
en muchos de estos esquemas tradicionales; tampoco los de salud,
trabajo, propiedad, sindicalismo, matrimonio, etc...
Todo esto nos hace más humildes y cautelosos. Cuestiona nuestro
etnocentrismo europeo, occidental y moderno. No tenemos que caer
en arqueologismos anacrónicos, pero tampoco en una especie de
autosatisfacción que confunda la técnica con la cultura. Pueden ser
países pobres, pero con su riqueza cultural y su identidad, que es su
orgullo, como manifiesta Dña. María Menacho. Pero, aún hay más, ya
que la cultura tiene una dimensión religiosa que apenas he nombrado
hasta ahora. Se trata de otra cuestión.
4. INTERPELACIÓN RELIGIOSA
Toda cultura es integral, tiene que ver con la vida real, con la
sociedad, la historia, la vida y la muerte, la naturaleza y el más allá.
Toda cultura implica una relación con el mundo religioso, aunque sea
para negarlo, como a menudo hace la cultura moderna en muchos
sectores.
Nosotros vivimos una cultura que llamamos secular, que no niega la
religión sino que la deja en su lugar de respuesta detrás de las
cuestiones definitivas de la vida y la muerte. Este proceso de
secularización ha sido fruto de siglos de progreso técnico, social,
político, etc.... La secularización está ligada al mundo moderno
occidental. Nosotros estamos orgullosos, creemos que es algo
positivo, aunque haga vivir la fe en un silencio de Dios, a veces
angustioso. Inconscientemente queremos exportar este modelo
también al Tercer mundo.
Pero la realidad del Tercer mundo es otra. Se vive una cultura
profundamente religiosa, incluso sacral. Dios es componente esencial
de la vida, Dios está presente, tanto a través de formas culturales más
ligadas a la tradición autóctona, como a través de formas más
cristianas. Se vive en un mundo lleno de espíritus, de ángeles y de
demonios, de santos, de Vírgenes, imágenes, procesiones, calvarios,
vía crucis, bendiciones, misas, agua bendita... Toda fiesta tiene su
contenido religioso, inseparable, ineludible. Sacerdotes que se han
negado a celebrar algunas de estas fiestas por creer que sería motivo
de desórdenes o de paganismo, lo han pagado caro.
Espontáneamente tendemos a considerar esta religiosidad como
supersticiosa, mágica, ambigua, sincretista, a veces alienante. Y a
menudo lo es de verdad. Pero nos hace falta ser más críticos y
respetuosos .
La teología del Concilio Vaticano II y la primera del postconcilio
apenas hablaba de la religiosidad popular. Sí que lo hace la de
Medellín y Puebla. También en Europa y en el Primer mundo se
vuelve a hablar (Harvey Cox, Maldonado...). Aquellos que
consideraban la religiosidad popular como alienante, se quedan sin
palabras al ver cómo dicha religiosidad popular ha llevado la
revolución a Nicaragua; o cómo los cristianos más comprometidos en
El Salvador tienen como lema: «,Dios primero». Los sociólogos y
pensadores creen que pretender hacer un cambio social en América
Latina sin tener en cuenta la religiosidad popular, es un grave error.
El mismo Fidel Castro ha tomado conciencia de que ha
menospreciado la fuerza de la religión para el cambio revolucionario y
ahora empieza a interesarse. (Fidel y la religión.)
Evidentemente, también aquí nos encontramos con serios y varios
interrogantes. Esta religiosidad, como decíamos anteriormente de la
cultura, ¿sobrevivirá al choque cultural de la modernidad secular,
incluso atea? ¿No disminuye con el tiempo? ¿,Por qué la gente, en
San Salvador, durante la Semana Santa, va a la playa y deja las
procesiones? En todo caso, podemos afirmar que la secularización del
pueblo de América Latina nunca será la europea o la
norteamericana.
Por otra parte, podemos preguntarnos si el entusiasmo
secularizador de los años 60, no está ya de vuelta. La misma ciudad
secular necesita su religión y si ésta no es liberadora, será
conservadora, incluso exótica. ¿No estaremos asistiendo a un
ambiguo resurgimiento de espiritualismos, misticismos, cultos exóticos,
pentecostalismos, fundamentalismos, iglesias electrónicas, etc...?
¿Está tan patente que nuestro mundo sea secular e incluso ateo?
¿No hemos sacralizado el sexo, la política, los partidos, el dinero, el
consumo, los MCS, el turismo, los viajes, el coche, el ordenador, por
no hablar de las armas, el terrorismo y la violencia? Esto que
llamamos nivel de vida, e incluso, cualidad de vida, ¿no es acaso
ambiguo y constituye posiblemente una divinidad, pequeña y familiar,
pero divinidad al cabo, como los "lares" de los romanos?
Esta frialdad del mundo moderno occidental, esta asepsia por el
hecho religioso, velado en la prensa y en la televisión, ¿no es un
apriorismo ideológico que se encuentra cuestionado por las culturas y
pueblos más pobres?.
Ciertamente, que pesa mucho toda la acusación marxista sobre la
religión como opio del pueblo. Tememos que nos tilden de infantiles,
ilusos, poco realistas...; que Freud, Marx y Nietzsche tengan razón.
Pero esta identificación entre progreso humano y ocaso de creencias,
o entre religiosidad y probeza, bien merece una crítica más
minuciosa.
Podemos preguntarnos si, además de estas reflexiones, podemos
encontrar otras razones o fundamentos. No es raro que el Primer
mundo, que vive en la riqueza y en situaciones estructurales de
injusticia hacia el Tercer mundo, esté lejos de Dios. Ateísmo e
injusticia van estrechamente unidas. La injusticia apaga la fe (Rm.
1,18). La abundancia debilita la sensibilidad por la religión. Nosotros
ya no pedimos agua bendita para hacérsela beber a un enfermo.
Contamos con medicinas, médicos, hospitales...Pero pensar que el
campesino que viene a pedirte agua bendita es un supersticioso, es
totalmente superficial. Es una especie de súplica, es el único remedio
para la gente que ya ha agotado todos los otros recursos. Es oración
y es súplica a Dios. Es como la gente que tocaba los bordes de la
túnica de Jesús, pensando que se curaría y Jesús muchas veces les
curaba y sentían interiormente que tenían fe y que de El había salido
el poder de salvación. La religión del pobre, esta es la religiosidad
popular; según EN, expresa una actitud que todos tendríamos que
tener ante Dios, impotencia, sentido de pecado, confianza. Será
necesario evangelizar la religiosidad popular, pero también nuestra
frialdad secular. La fe no puede quedar reducida al ámbito de la
privacidad, a la esfera de ayuda de cámara. La secularización no es
un dogma, sino un proceso histórico. Y si se vuelve inhumana, quiere
decir que necesita corrección. Posiblemente, el Tercer mundo nos
puede ayudar a hacerla.
5. INTERPELACIÓN HISTÓRICA
En España nos han enseñado la conquista de América como uno
de los momentos más gloriosos de nuestra historia, como una gesta
incomparable en la que Castilla conquistó, evangelizó y dio lengua y
cultura a todo un Contiene. El 500 aniversario del Descubrimiento
representa una gran fiesta triunfal. En realidad, esta es la historia
vista por los vencedores, por los que estaban en el poder, por los que
hacían las crónicas, la historia oficial.
La historia real, la historia vista desde los vencidos, es bien
diferente. Es una historia muy triste, una historia de violencia, de
asesinatos, de violaciones de sangre, de latrocinios, de explotación,
de aniquilamiento de culturas, de esclavitud... Los vencidos
gritaban:"Dejadnos morir; ya no tenemos nuestros dioses, nuestras
tierras, nuestras tradiciones". Fue un terrible genocidio, como pueden
serlo los genocidios actuales. Fue el comienzo de una larga historia
de dependencia de la que todavía no se ha liberado. Y lo que es peor
es que todo se hizo en nombre de la fe, en nombre de Jesucristo, en
nombre de la Iglesia que estaba con el Conquistador. Un texto de
Hernán Cortés nos puede dar una idea de lo que esto suponía:
"Otro día torné a salir por otra parte, antes que fuese de día, sin ser
sentido de ellos, con los de a caballo y peones y los indios mis
amigos, y les quemé más de diez pueblos, en que hubo pueblos de
ellos de más de tres mil casas, y allí pelearon los del pueblo, que otra
gente no debía estar allí. E como traíamos la bandera de la cruz y
pugnábamos por nuestra fe y por servicio de vuestra sacra majestad,
en su muy real ventura nos dio tanta victoria, que les matábamos
mucha gente, sin que los nuestros recibieran daño". (Cartas de
relación de la conquista de Méjico).
Otras veces es el estandarte de María, la Madre de Dios, el que
realiza el milagro de la victoria, una Madre de Dios a la que los
españoles denominaban ."La Conquistadora".
Estos testimonios son escalofriantes; como el de aquella india que
,gritaba al ver que, con un hierro candente, le marcaban la cara como
a los animales, en señal de esclavitud:
"No me hierre, soy hija de cristiana española de las cautivas que
tienen los indios", y soy informado que aviéndola herrado la enviaron
a las hijas del Virrey, "marqués de Guadalcázar". (Archivo general de
Indias, Guatemala, Guatemala 156).
Y todo esto, como decíamos, en nombre de Dios. Oviedo escribe.
con cinismo: "La pólvora contra los infieles es incienso para el
Señor".
Nos habían hablado también de la leyenda negra (el negro es
siempre un color negativo y feo en el lenguaje de los blancos), de la
cual formaban parte las críticas de la conquista y sobre todo las
críticas de Bartolomé de Las Casas, al que, incluso Menéndez Pidal,
presenta como un hombre desequilibrado y paranoico.
La realidad es otra. Las Casas forma parte del grupo de misioneros
y de obispos que se pusieron al lado de los indios, en contra de SUS
compatriotas españoles, que fueron profetas de los sin voz,
defensores de los indios; y de los cuales Puebla habla con elogio:
"Intrépidos luchadores de la paz, como Antonio de Montesinos,
Bartolomé de las Casas, Juan de Zumárraga, Vasco de Quiroga, Juan
del Valle, Julián Garcés, José de Anchieta, Manuel Nóbrega y tantos
otros que defendieron a los indios ante conquistadores y
encomenderos, incluso hasta la muerte, como el Obispo Antonio de
Valdivieso" (Puebla 8).
Puebla habla de figuras como Rosa de Lima, Martín de Porres,
Toribio de Mogrovejo, Luis Leltrán (Puebla 7) y de las síntesis de
evangelización y cultura de las misiones de dominicos, mercedarios,
agustinos, franciscanos y jesuitas (Puebla 9).
Es cierto que la corona de Castilla defendía a los indios en sus
documentos, que no quería la esclavitud, que las leyes de Indias y
sobre todo las "Leyes Nuevas", luchaban contra los abusos; pero la
realidad fue muy diferente y virreyes y comendadores, lejos de la
Corona, actuaban con total impunidad y libertad. Aunque la teoría
fuera humanitaria, la realidad fue cruel. El primer obispo residencial
de Sucre, escribía:
«Hará cuatro años, que para acabarse de perder esta tierra, se
descubrió una boca del infierno por la cual entra cada año gran
cantidad de gente que la codicia de los españoles sacrifica a su dios,
y es una mina de plata que se llama Potosí".
Desde esta panorámica pensemos cómo fue la primera
evangelización de América Latina. Puebla habla de las luces y
sombras que acompañaron a aquella gesta evangelizadora (Puebla
10). Es un milagro ver que, a pesar de tantas contradicciones, la fe
arraigó en aquellas tierras hasta hoy. Además del mal ejemplo de los
conquistadores que se llamaban cristianos, los misioneros carecían
de una formación cultural y teológica necesaria para comprender el
auténtico significado de las religiones indígenas y las culturas
autóctonas. En nombre de la fe, forzaron conversiones y, muchas
veces, en lugar de inculturar la fe a las nuevas culturas,
occidentalizaron a los indios. El bautismo les hacia simultáneamente
hijos de Dios, súbditos del Papa y del Rey y miembros de la cultura
hispánica.
Los indígenas, guiados por el miedo y las presiones, aceptaron la
religión de los vencedores blancos, pero, muy a menudo, continuaron
creyendo en sus antiguas divinidades. El sincretismo que se advierte
en América Latina tiene profundas raíces, así como la falta de
coherencia entre la fe y la vida. Los latinoamericanos de hoy hacen
como los conquistadores de ayer: creen, pero viven a su aire... Una fe
que no alcanza a la región de corazón, de la imaginación, de los
símbolos, de la cultura, será siempre una fe desarraigada,
superficial.
Cuando hoy se habla de una nueva evangelización de América
Latina, es necesario que ésta sea totalmente distinta de la primera. No
puede ser desde arriba, ni a través del poder o las presiones, ni sin
que se respeten las culturas. No puede seguir la línea esclavista y
opresora de Ginés de Sepúlveda, que decía que, como los indios
eran seres inferiores, se les podía someter. No es suficiente la línea
centrista de Vitoria, que defendía a los indios, pero decía que podían
ser dominados si ofrecían resistencia a la fe. Hay que seguir la línea
liberadora de Las Casas y los otros grandes misioneros, hecha de
respeto, amor a los indios, tolerancia, indignación contra las
injusticias. Sólo una evangelización liberadora puede ser evangélica.
Todas estas realidades interpelan nuestra manera de comprender
la historia, la cultura y la fe. Y, aunque la Corona de Aragón, los
catalanes, no pisaron tierra americana hasta el s. XVIII, cuando lo
hicieron fue con la única idea e interés de enriquecerse. Muchos
nombres de familias ricas de América Latina, son de procedencia
catalana. También hoy los catalanes que se encuentran en aquellas
tierras, o son misioneros, o van por cuestión de negocios.
Es también necesario plantear y pensar de nuevo nuestro concepto
eurocéntrico de cultura y de fe. Inconscientemente, creemos que la
forma occidental y europea es la única válida para vivir la fe. Nos hace
falta hacer un esfuerzo para llegar a entender que la fe tiene que
estar arraigada en cada cultura, que no existe cultura que sea
cristiana o católica; que la fe las asume todas y las purifica y potencia.
Hay que defender una fe arraigada a la cultura y a las iglesias locales,
superando así un concepto equivocado de catolicismo que identifica
la universalidad con el centralismo, la catolicidad con la cultura latina,
romana, occidental, medieval o moderna... Necesitamos ser críticos
con la visión de iglesia, de Papado, de misión, que fundamentaba
aquella evangelización y conquista. Ya Vitoria criticaba al Papa que,
en nombre de Dios, dividía el mundo descubierto entre España y
Portugal. Casaldáliga, comentando unos versos de Pemán, escribe:
"Llevaban la espiga" (Y también la espada)
"Llevaban la rosa" (con muchas espigas)
"Y los mandamientos" (todos conculcados)
"Y el avemaría" (llena de desgracia para la Amerindia).
6. INTERPELACIÓN ECLESIAL
Estamos acostumbrados a ver el Tercer mundo como países de
misión, como iglesias jóvenes que dependen de las iglesias madres
del Primer mundo: dependencia económica (por ejemplo, de Alemania
y España), dependencia pastoral (de los misioneros, sacerdotes y
religiosas de Europa y Norteamérica) y dependencia espiritual. E1
Primer mundo exporta misioneros, dinero, planes pastorales, etc...
Todo esto es verdad, y sin la ayuda del Primer mundo, las iglesias del
Tercer mundo de América Latina difícilmente podrían subsistir. Pero la
realidad es más compleja y más rica. En el Tercer mundo, y
concretamente en América Latina, continente pobre pero cristiano,
está surgiendo, precisamente desde su misma pobreza, una nueva
forma de iglesia, pequeña, débil, una flor sin defensa -como dice el
biblista Mesters-, tierna, frágil, pero con la fuerza de la vida, del niño
que es pequeño y débil pero tiene toda una vida por delante. ¿Cómo
se podría concretar esta nueva manera de ser de iglesia, esta
"eclesiogénesis", hablando en términos de Boff?.
En primer lugar, nace una nueva espiritualidad, un nuevo sentido
del cristianismo, que se puede formular como el seguimiento de Jesús
con una opción por los pobres, como la presencia de Jesús en los
pobres, como la Utopía del Reino de Dios, amada y deseada, querida,
añorada. Es un deseo de respetar la vida y de dar gloria a Dios
respetándola, sobre todo la vida del pobre; de luchar contra los ídolos
de la muerte que matan y asesinan al pueblo. Esta opción lleva a no
aceptar como natural o fatídico todo lo que pasa en América Latina,
sino a considerarlo contrario a los planes de Dios, pecado, tanto
personal como estructural.
Todo esto ha hecho que muchos cristianos se comprometiesen con
estos procesos de cambio de América Latina y comenzasen a vivir un
cristianismo no ligado al orden establecido -como tradicionalmente-,
sino al cambio, a la revolución. Las formas de compromiso han sido
varias según países y lugares, pero hay una nueva forma de entender
el cristianismo que ya no es el opio del pueblo y que hace que incluso
Cuba se interese por todo este movimiento.
Han surgido las Comunidades Eclesiales de Base, pequeñas,
débiles, pero con gran fuerza vital en algunos lugares como Brasil,
donde se calculan unas 120.000. Son comunidades en las que los
cristianos, sobre todo populares, se encuentran para leer la vida a la
luz de la Palabra y la Palabra desde la vida, buscando un compromiso
transformador. Son lugares de encuentro humano (comunidades),
pero desde la fe y como iglesia (eclesiales) y desde sectores
ordinariamente populares o que están unidos a ellos y que buscan
una nueva sociedad (de base). Con muchas variantes, son un camino
de esperanza para la iglesia de América Latina, como aparece en
Medellín y Puebla.
Movidos por la misma necesidad, han nacido movimientos de laicos,
de ministerios laicales, agentes pastorales, catequistas y
evangelizadores que anuncian la Palabra a su pueblo, hombres y
mujeres sencillos, entusiastas, que dedican tiempo, trabajo y fuerzas
para extender la Buena Nueva. Muchos lugares donde los sacerdotes
no pueden llegar mantienen su fe gracias a estos agentes pastorales
laicos. Algunos son ordenados diáconos, muchos son simplemente
laicos, en general mujeres, gente sencilla, del pueblo. En esta línea
cabría señalar todo el movimiento de catequesis familiar: los laicos,
padres, parejas, etc... preparan a los hijos y sus padres para recibir
los sacramentos, sobre todo de cara a la primera comunión.
Se crea un nuevo estilo de obispos, cercanos al pueblo, que
defienden sus derechos como los antiguos obispos defensores de los
indios. Hay nombres conocidos como Casaldáliga, Helder Cámara.
Méndez Arceo, Proaño, etc... Otros, posiblemente menos conocidos
aquí como Arns, Lorscheider, Fragoso, Samuel Ruiz, Silva Heríquez,
Medina, Luna, Terrazas.
Nace un estilo de sacerdote sencillo, que está con el pueblo,
siguiendo una tradición profética, una espiritualidad ligada al estilo de
Jesús, con un cierto parentesco a lo que fueron en Europa los
sacerdotes obreros, el Prado; sacerdotes unidos a la comunidad, a la
base, al pueblo. Recuerdo la figura de Federico Carrasquilla, en
Medellín, con quien trabajó nuestro Mn. Breu.
Dentro de la vida religiosa hay un movimiento llamado de "inserción"
y que consiste en vivir en los lugares más pobres, con indígenas, con
campesinos, con mineros, en suburbios, chabolas, pueblos jóvenes,
asentamientos, ciudades míseras, etc...; la mayoría de las veces
dejando grandes obras de las clásicas o tradicionales, o realizando
cambios importantes. Se pueden encontrar religiosos y religiosas en
los campos de refugiados, en zonas de guerrilla, acompañando al
pueblo en las situaciones más duras; se hacen presentes en los
lugares más alejados con tribus desconocidas, etc... La Conferencia
Latinoamericana de Religiosos lo fomenta, cree que es un nuevo
camino y una nueva forma de vida religiosa en América Latina que,
sin pretender el exclusivismo, marca un camino, una "caminhada" muy
concreta. Estos religiosos y religiosas tienden a la inculturación,
incluso en el mundo religioso (religiosidad popular: imágenes,
procesiones, peregrinaciones...). Está a punto de publicarse una
nueva colección de textos para ayudar a los religiosos que viven en
esta nueva situación, y en todas partes hay agrupaciones de todos
los que viven esta renovación. (Crimpo).
Todo este estilo se refleja en la liturgia, en los cantos, incluso en el
arte. Los dibujos de Maximino Cerezo Barreda, o las pinturas "Naif" de
Solentiname, expresan esta nueva manera de vivir la fe. Las liturgias
de los encuentros de las CEBs son un modelo de creatividad,
simbolismo, vida, participación, cantos nuevos, etc...
Faltaría un aspecto importante si no hablásemos de la persecución
y el martirio. Esta espiritualidad profética, que lucha por la justicia y
por el pueblo, está mal vista por los sectores dominantes de la
sociedad y, a veces, de la misma Iglesia. Hay tensiones,
persecuciones, mártires. Conocemos nombres de obispos como
Romero o Angelelli, de sacerdotes y religiosos como Espinal, Rutilio
Grande, Alsina, Alvaro Uncué, de las monjas de Maryknoll. Pero son
miles los perseguidos por la fe y la justicia: catequistas, padres y
madres de familia, jóvenes, campesinos, mineros, seminaristas,
líderes sindicales, indígenas que defendían su tierra, mujeres del
pueblo, universitarios, etc... Y lo que es nuevo es que se trata de
gobiernos, de militares, de grupos que se llaman "católicos" y
defensores de la civilización cristiana occidental, los que son
responsables y promotores de estas persecuciones. Estamos ante
una iglesia seria y profunda; martirial, como la de los primeros siglos
del cristianismo, con la diferencia de que ahora los Nerones,
Domicianos, etc... se llaman cristianos y comulgan, asisten a las
procesiones y a las misas y Te Deums de la iglesia.
Evidentemente, no todo se ha de idealizar. No todos los obispos son
Casaldáligas, ni las CEBs florecen en todas partes ni todos los
religiosos viven entre los pobres e inculturados en la inserción; no
todos viven la espiritualidad del seguimiento de Jesús, ni tienen
vocación de mártires. Encontramos grandes ambigüedades y
contradicciones, lagunas inmensas; una línea de iglesia
restauracionista o de nueva cristiandad con figuras tan destacadas
como López Trujillo, Sales, Kloppenburg, etc... Estamos ante el
desafío de las sectas, sumamente grave e interpelador. Pero, a pesar
de todo, algo está naciendo, el Espíritu sopla fuertemente; estamos
ante una irrupción volcánica de Dios en América Latina, como dice
Gustavo Gutiérrez, ante una nueva primavera que llena de
esperanza.
Posiblemente, esta primavera tiene una palabra para las iglesias
viejas, madres, del Primer mundo, instaladas, ricas, con personal,
organizaciones, estructuras... pero que tal vez han perdido el sentido
de profecía, han quedado ahogadas por el ambiente, la abundancia,
el consumo, por la mediocridad, la tecnología... Es posible que la
solidaridad con las iglesias jóvenes podría dar un fuerte empuje, un
mayor dinamismo. De hecho, para muchas iglesias de Europa, la
solidaridad con el Tercer mundo está sirviendo para vigorizar la vida.
No se trata de imitar modelos de fuera, sino de dejarse interpelar y
escuchar otras voces.
7. INTERPELACIÓN TEOLÓGICA
Hasta ahora, América Latina importaba no tan solo tecnología,
productos del Primer mundo, sino también teología. E1 pensamiento y
la reflexión teológica no era propia; se recibía de Alemania, Francia,
España, Estados Unidos... América Latina también era una colonia
teológicamente.
Pero ha sucedido algo nuevo. De este Continente, pobre y
cristiano, comienza a surgir una nueva reflexión propia, lo que se
denomina Teología de la Liberación.
No es una teología que trate de violencia, guerrillas, revolución,
sino que trata de lo que trata toda teología: Dios, Cristo. E1 Espíritu,
la iglesia, los sacramentos, la espiritualidad, la gracia y el pecado, la
salvación, la escatología.
La diferencia está en que lo hace desde otros presupuestos
diferentes del clásico y del moderno.
Es una teología hecha desde abajo, desde los pobres, desde el
Tercer mundo. No intenta dirigirse a los hombres ilustrados,
seculares, lo que se denomina la Primera Ilustración, sino que se hace
desde los pobres, piensa en el Tercer mundo, desde los hombres
reducidos a una condición inhumana, desde lo que llamamos la
Segunda Ilustración. Busca liberar, no sólo a la razón sino también a
los pueblos. No pretende hacer una teoría universal, abstracta y
ahistórica, sino responder a los problemas concretos de unos pueblos
que viven en situación de dependencia, de esclavitud. No pretende
únicamente hacer teorías, sino cambiar la realidad. No es una
teología exclusivamente de laboratorio, quiere que salga a la calle,
que llegue al pueblo.
De hecho, esta teología ha salido ya por las calles, las plazas, en la
televisión, en la prensa. E1 documento de Santa Fe -preparado por
los asesores de Reagan- la ataca; Rockefeller la considera peligrosa,
sectores eclesiales la tienen como sospechosa y juguete del
marxismo; las sectas quieren ser la respuesta religiosa a la teología
de la Liberación, en América Latina. De Roma salen documentos con
reservas. Teólogos como Boff, han sido censurados... Y viceversa.
Fidel Castro, se interesa por ella; sectores que nunca se habían
interesado por la iglesia comienzan a mirarla con respeto. Es una
teología conflictiva porque no es neutral, toma partido por los
pobres.
La novedad de esta teología no proviene de los temas que trata,
que son los de siempre, sino del método, de la forma de reflexión. Su
método es el de ver/juzgar/actuar, partir de la realidad, juzgarla a la
luz de la Palabra de Dios, ver qué compromiso supone.
Pongamos un ejemplo: Hemos visto la situación de pobreza de
América Latina, el hambre, la mortandad infantil, el analfabetismo...
Hemos visto la discriminación cultural que padecen muchos sectores
de América Latina, lo que ha sido la colonización, la evangelización
primera, etc...
Esta situación no puede ser casual; tiene causas que las ciencias
sociales estudian. A la luz de la Palabra de Dios hay que decir que
esto Dios no lo quiere, que es pecado, que es contrario al plan de
Dios, ya que Dios es el Dios de la vida, no de la muerte.
Cuando se lee el Antiguo Testamento desde esta perspectiva, se
descubre que en el Éxodo, en una situación de esclavitud y de
opresión, Dios se puso al lado de los israelitas, en contra del Faraón,
y los liberó. Es la Pascua, un hecho a la vez espiritual y político,
teológico y económico.
Los profetas de Israel aparecen como los que continúan
recordando el plan de Dios, la alianza, en contra de los poderosos
(monarquía) que se habían convertido en los nuevos faraones.
El Nuevo Testamento presenta a un Jesús libertador, que quiere
salvar toda la persona, que anuncia el Reino como cercano, que hace
milagros, cura, perdona, da de comer, como signos de que el Reino
de Dios ya ha llegado. Se pone al lado de los pobres, viene a dar la
vida, empezando por aquellas personas que la tienen amenazada.
Esta acción de Jesús es conflictiva, y le llevará a enfrentarse tanto
al poder religioso judío como al imperio romano. El Dios de la vida
entra en lucha contra los dioses de la muerte y muere en cruz, Víctima
de ellos.
La Resurrección de Jesús es el triunfo de Dios de la vida, es un
signo de esperanza para todos los crucificados de este mundo. Dios
continua escuchando el clamor de los pobres, como en Egipto, y
libera al Jesús de la muerte y le resucita, comenzando la Utopía del
mundo nuevo, la tierra nueva, la nueva humanidad.
La Iglesia, si quiere seguir el camino de Jesús, tiene que ser
liberadora, estar al lado de los pobres, luchar por la justicia, por el
Reino; transformar la historia, anticipar, aunque sea parcialmente, la
escatología final; ser la iglesia de todos, pero especialmente de los
pobres.
- El Espíritu se distingue en la iglesia como Espíritu de novedad, de
justicia, como el que hace avanzar la historia hacia el Reino de Dios,
Espiritualidad ni es huir del mundo, ni encerrarse en la vida interior; es
responder a la voz del Espíritu que clama por los pobres, escucharle,
llevar adelante la historia, construir un mundo más justo y humano.
Todo esto lleva al compromiso. ¿Qué hacer para cambiar nuestra
historia?
No puede extrañar que esta teología sea conflictiva, porque no es
puramente teórica y académica, sino que quiere unir la fe con la vida,
quiere trabajar para cambiar el mundo.
Toda teología nace de una espiritualidad (en el Antiguo
Testamento, en el Nuevo Testamento, en el tiempo de los Padres de
la Iglesia, en el tiempo de la vida monástica, de los mendicantes, de la
reforma...). También ahora, de una nueva praxis cristiana y eclesial
(CEBs) surge una nueva teología, teología conflictiva, incluso
martirial, como la iglesia de la cual nace.
Esta teología tiene una dimensión más académica (ved la colección
Teología y Liberación, o Cristianismo y Sociedad), una dimensión más
pastoral (escritos bíblicos de Mesters) y una dimensión más popular
(hojas, cantos, poemas, dibujos...).
Evidentemente, como toda teología, puede tener sus peligros
(reduccionismo, uso inadecuado de las ciencias sociales y del
marxismo, pérdida del sentido eclesial y universal...). Pero todo esto
se tiene cada día más en cuenta y no puede decirse que los grandes
defensores de esta teología caigan fácilmente en estos obstáculos.
La historia de esta teología va unida al Concilio Vaticano II y más
concretamente a Medellín y Puebla. Se va extendiendo a otros países
del Tercer mundo y a los sectores oprimidos de los países ricos del
Primer mundo. Actualmente forma parte de la teología católica
universal, de la historia de la teología del s. XX.
Puede ser una interpelación para toda la iglesia, para la teología
del Primer mundo, para todas las iglesias. Se puede decir que,
después del Concilio Vaticano II, la teología europea ha perdido
fuerza, vigor, originalidad, que la antorcha del Concilio ha pasado a
América Latina, al Tercer mundo.
Podemos preguntarnos de qué espiritualidad nace la teología
europea, quién es su interlocutor, de dónde le viene la fuerza, cuál es
su mística, cuál su horizonte. Se puede decir con razón que sus
interlocutores son otros, que no son los pobres, que es el hombre
moderno y postmoderno, etc... Pero lo que no podemos ignorar es
que la mayor parte de la humanidad pasa hambre y muere antes de
tiempo y que toda reflexión que ponga entre paréntesis el hambre y el
clamor se hace, como mínimo, sospechosa. Se puede preguntar si la
falta de fuerza de la teología del Primer mundo no podría nacer de
una situación estructural falsa, pecaminosa, de un poder no
compartido y mal ganado. La teología del Primer mundo tendría que
ser profética y critica. El rico Epulón no puede hacer teología mientras
Lázaro siga en la puerta, pidiendo limosna, mientras los perros lamen
sus llagas.
La teología del Primer mundo se pregunta cómo hacer teología
después de Auschwitz, pero lo que no acaba de comprender es que
Auschwitz continua hoy: el Tercer mundo es un inmenso campo de
concentración donde la gente muere lentamente, violentamente, antes
de tiempo. La pregunta no es cómo hacer teología después de
Auschwitz, sino cómo hacer teología en un mundo donde la mayor
parte vive en el Tercer mundo, vive todavía en Auschwitz.
8. CONCLUSIÓN
Hemos visto que el Tercer mundo, desde su pobreza y desde su
clamor, nos interpela y cuestiona nuestra economía, la cultura, la
religión, la historia, la iglesia y la teología.
Nos interroga, nos inquieta. Nos ofrece otras alternativas, otros
estilos de vida, otras posibles utopías diferentes a la nuestra. Nos
invita a la conversión, porque esto no está bien, el mundo no puede
continuar así. El clamor de los pobres del mundo se vuelve profecía,
denuncia y anuncio de un mundo nuevo, más conforme a los planes
de Dios.
Esta interpelación encuentra aliados en el mismo Primer mundo.
Mucha gente de allí ve que estas estructuras producen en el mismo
Primer mundo una marginación terrible, que son inhumanas, que
conducen a la muerte. Hay mucha gente en el Primer mundo que vive
las mismas situaciones que en el Tercer mundo. Y los jóvenes se
rebelan contra este mundo que les hemos dejado, y quieren huir: se
drogan, dejan su casa, buscan otros estilos de vida e incluso, en
casos de desesperación, acuden al suicidio...
Hay una gran insatisfacción en todo el mundo. El estilo de vida del
Primer mundo no tan solo produce consecuencias negativas en el
Tercer mundo, sino también en él mismo. Mata, pero destruye a los
mismos responsables.
En esta situación, el clamor del Tercer mundo se hace voz que hay
que acoger, un signo de los tiempos; una voz débil pero fuerte. En
este clamor podemos distinguir diversos aspectos.
8.1. UN CLAMOR DESDE LOS LUGARES MARGINALES
El Tercer mundo está al margen del mundo moderno, no cuenta.
Carece de voz que resuene en los fórums internacionales, no pesa,
no tiene poder económico. Y, paradójicamente, parece que Dios lo ha
escogido para llevar adelante su misión. Es como la voz débil de los
profetas, impotentes ante los faraones y reyes de turno. Pero es una
ley bíblica, teológica. Cuando Dios quiere enderezar el camino del
pueblo, cuando quiere empezar una cosa nueva, actúa no desde el
centro sino desde lugares marginales, desde la periferia. Abraham era
un pagano desconocido y será el padre de los creyentes. Sara era
anciana y estéril, y de ella saldría el hijo de la promesa. Mujeres
estériles engendran libertadores, una virgen de Nazaret será la madre
del Mesías, un carpintero será el Salvador; unos pobres pecadores
serán los apóstoles del evangelio en el mundo. La misma ley la
encontramos en la historia de la iglesia. De los lugares marginales
surge vida y renovación. Y ahora, de un lugar marginal, del Tercer
mundo, sale una vida, una voz que pide cambios, pasar de nuestro
egoísmo a un mundo de solidaridad, pide un cambio de valores, de
actitudes; una conversión personal y social.
8.2. UN CLAMOR SALVADOR
Pero este clamor del Tercer mundo, es todavía más profundo. Es el
grito de Cristo en la cruz, el clamor del Crucificado que grita a través
de los crucificados de este mundo, que sufre la soledad del Cristo en
la cruz.
Es el clamor del siervo de Jahvé, aquel hombre sin belleza alguna,
como un leproso, triturado, desfigurado, condenado; que carga con el
pecado de los otros y que, paradójicamente, se convierte en
instrumento de salvación, que redime el pecado del mundo, carga
sobre sí las culpas del pueblo y, con su sufrimiento, su silencio y su
paciencia, salva al pueblo. El Tercer mundo es el nuevo siervo de
Yahvé, que purifica el mundo y lo salva con Cristo y desde Cristo. Y
se convierte en signo de esperanza. Su clamor se hace súplica,
oración a Dios que no deja de escuchar, como lo hizo ante el clamor
de los israelitas en Egipto. Sus lágrimas de dolor mueven el corazón
del Padre, y Dios se conmueve ante tanto sufrimiento y hace del
Tercer mundo un instrumento de salvación. Del Tercer mundo surgen
figuras que nos hacen presente el rostro de Cristo hoy, como por
ejemplo, Mons. Romero. Su vida y su muerte, son la imagen viva del
camino de Jesús.
8.3 UN CLAMOR QUE ENGENDRA UNA NUEVA HUMANIDAD
Este clamor tiene mucho de los dolores de parto, de gestación de
una nueva humanidad. Es gemido que se transforma en gozo al ver
que nace una nueva vida. Es un anhelo del Reino, es el deseo de una
Tierra nueva y un Cielo nuevo. Es como la mujer del Apocalipsis que
grita de dolor pero son dolores de parto. (Apoc. 12,1-6). Esta nueva
Iglesia, esta nueva sensibilidad, esta nueva forma de vivir y pensar la
fe, esta nueva solidaridad, está engendrando algo nuevo. Casaldáliga
lo expresa en un poema:
"Que las madres de la Plaza de Mayo
-alaridos de América en dolores de parto-
consigan dar a luz
el Hombre nuevo
el Pueblo libre
la Gran Patria Amerindia, negra, criolla, ella."
Ahora nos toca a nosotros acoger este clamor. No se trata de
rechazar el progreso moderno, no se trata de caer en un idealismo
extraño. Se trata de enfocar la vida de forma diferente, de buscar
otros estilos de vida más humanos, más ricos, más solidarios.
Rehusar este clamor es como rehusar la voz de los profetas. Hoy el
profeta es colectivo y, de alguna manera, más fuerte que el profetismo
individual. O los profetas individuales se arraigan en el surco del
Tercer mundo.
Nuestra postura puede tener una transcendencia histórica. Acoger
el clamor del Tercer mundo es acoger la voz de Dios; rechazarlo es
rechazar la voz del Espíritu. Nos encontramos ante una alternativa
como la de los judíos del tiempo de Jesús cuando la luz vino al mundo
y muchos prefirieron las tinieblas, porque sus obras eran malas, y
quien hace el mal odia la luz.
¿,Es posible, todavía, acoger este clamor?. ¿No llegamos
demasiado tarde?. Nuestro pragmatismo nos ata y nos frena mucho.
Preferimos las pequeñas seguridades cotidianas...
La profecía piensa no tan solo en aquello que es posible, sino
también en aquello que es deseable, en la utopía. Dicho de otra
manera: Para Dios no hay nada imposible, todo es posible para Dios,
como aparece en el Génesis cuando se anuncia que Sara será
madre, y se lee de nuevo en Lucas cuando María pregunta cómo será
posible que Ella sea madre del Mesías. Para Dios no hay nada
imposible (Lc. 1,37; Gn. 18,14).
Se trata de ponerse a caminar, cada uno en su sitio, con sus
posibilidades y sus carismas, sabiendo que de todos nosotros
depende, que no hay nadie inútil, que hermanados podemos mucho,
que organizados tenemos fuerza, que unidos los hombres de buena
voluntad de todo el mundo somos invencibles, esperando, contra toda
esperanza, una mañana mejor.
Acabemos con unos versos de Casaldáliga:
"América, Amerindia,
todavía en la pasión
un día esta tu Muerte
tendra resurrección.
La pascua que comemos
nos nutre de porvenir.
Los pobres de la tierra
queremos inventar
esta tierra sin males
que viene cada mañana".
VICTOR
CODINA
CRISTIANISME 23