¿Qué es la acción diabólica?
Fuente: Cristiandad.org
Autor: n/a
Breve
introducción a la acción diabólica
Deformada por la creencia popular, la literatura efectista y el cine de masas,
la actividad diabólica es, para la fe católica, una realidad y un desafío
constante que debemos enfrentar. ¿Cómo y bajo qué forma el demonio y sus
secuaces procuran nuestra perdición? ¿Que es la posesión, la tentación y la
infestación y la obsesión? Con estas consideraciones abrimos una temática
apasionante, esbozada en su sobrecogedora generalidad.
Nociones básicas de demonología
"Una joven profesora de Avignon, Francia, que daba señales de posesión
demoníaca, fue conducida, por orden del Obispo, al Santo Cura de Ars. Iba
acompañada de un vicario y de la superiora de las franciscanas de Orange.
Llegaron a Ars el 27 de diciembre de 1857. Al día siguiente la hicieron entrar
a la Sacristía en el momento en que el Santo Cura se revestía para celebrar la
Misa. Enseguida la posesa se puso a gritar, procurando huir:
- ¡Hay demasiada gente aquí! – exclamaba.
- Hay demasiada gente – agregó el cura -. Pues bien, salgan todos.
Y, a una señal de su mano, quedó solo, frente a frente con Satanás. Al inicio,
apenas se oyó dentro de la iglesia tan solo un ruido confuso y violento.
Luego, el tono se elevó aun más. El vicario de Avignon, vigilante junto a la
puerta, pudo captar el siguiente diálogo:
- ¿Quieres salir a toda costa? – decía el Padre Vianney.
- ¡Sí!
- ¿Y por qué?
- ¡Porque estoy con un hombre que no quiero!
- ¿Entonces no me quieres? – preguntó el Cura con tono irónico.
- ¡No! – gritó el espíritu infernal. Y este no fue proferido en un tono
estridente y furioso.
Casi enseguida la puerta se volvió a abrir. Todos pudieron ver a la joven
profesora llorando de alegría. Y volviéndose hacia el Padre Vianney le dice:
- ¡Tengo miedo de que regrese!
- No, hija mía – le respondió el santo varón -. O al menos no tan pronto...
La joven pudo retomar sus funciones educativas en la ciudad de Orange. Y el
demonio no regresó".
He aquí uno dentro de tantos hechos históricos que comprueban
experiencialmente la existencia del demonio y su acción característica en el
alma y el cuerpo de una posesa, descrito por Mons. Cristiani, conocido autor
francés, en su obra La presencia de Satanás en el mundo moderno (1).
El renombrado teólogo francés Ad Tanquerey, en su conocida obra Compendio de
teología ascética y mística, describe así la acción del demonio sobre los
hombres:
"Deseoso de imitar la acción divina en el alma de los santos, el demonio se
esfuerza por ejercer también su imperio, o mejor, su tiranía sobre los
hombres. A veces asedia, por así decir, al alma por afuera, suscitándole
horribles tentaciones; otras veces se instala en el cuerpo y lo mueve a su
gusto, como si fuese el señor de el mismo, a fin de perturbar el alma. En el
primer caso tenemos la obsesión, en el segundo, la posesión" (2).
La obsesión: tentaciones más intensas y prolongadas
"La obsesión es en substancia una serie de tentaciones más violentas y
duraderas que las ordinarias. Es externa cuando actúa sobre los sentidos
externos, por medio de apariciones; e interna cuando provoca impresiones
íntimas. Es raro que sea solamente externa, dado que el demonio no actúa sobre
los sentidos sino para perturbar más fácilmente al alma. Hay, sin embargo,
santos que por el hecho de ser obsesionados exteriormente por toda clase de
"fantasmas", conservan en el alma una paz inalterable" (3)
Respecto a las apariciones demoníacas podemos decir que los ángeles (buenos y
malos) son de por sí invisibles pero, en determinadas ocasiones, pueden
adoptar formas visibles, como se constata en numerosos pasajes de la Sagrada
Escritura. En estos casos se hacen sensibles a la vista y al oído, hablan y se
expresan como seres humanos; sin embargo, no están dotados de un cuerpo
humano, ni pueden estarlo, y no sólo porque no lo necesitan sino porque éste
es incompatible con su propia esencia.
Al hacerse visibles al ojo humano, pueden tomar formas humanas, de animales o
de objetos inmateriales. En el caso de Santa Gemma Galgani (1878-1903)
encontramos un ejemplo clarísimo de esto:
"Gemma también, como todos los santos, tuvo que sufrir mucho por causa del
ángel rebelde a Dios y enemigo del género humano. Pero el Señor le había
advertido: ‘Te habré de hacer pisotear bajo los pies de los diablos.
Prepárate, hija; el demonio, a mis órdenes, será el que con la guerra que te
hará dará la última mano a la obra que quiero realizar en ti’.
(...)La persecución del maligno contra Gemma fue tremenda, espantosa,
extenuante... En los últimos años, además, ‘el demonio, anota la santa (L.
71), se metió con las manos y con la cola y con todos los medios’. Con
promesas y halagos, con amenazas y golpes, con engaños y apariciones: la
perseguía por todas partes: en la casa, por la calle, en la iglesia, en la
cama, de día y de noche. Asumía el aspecto de perro, de gato, de mico negro,
de pequeño monstruo, de personas conocidas y de hombres feroces y espantosos
(pp. 178-179) (4).
Posesión: método aún más violento de acción diabólica
Así como mediante la obsesión el demonio actúa externamente suscitando en el
hombre tentaciones, grandes o pequeñas, pero siempre peligrosas, por la
posesión él se instala en el cuerpo de éste para perturbar al alma.
He aquí la explicación presentada por Mons. Cristiani sobre la naturaleza y
causa de la posesión:
"No existe tal vez hecho más extraordinario que el de la posesión diabólica.
Que tal hecho existe es lo que demuestran muchísimas experiencias. Sin duda
hubo posesos desde mucho tiempo antes de la venida de Jesucristo a la tierra.
Hubo posesos alrededor de él como nos muestra el Evangelio. En la Iglesia
primitiva fueron innumerables los casos, y la institución de la Orden de
Exorcistas entre los miembros del clero es una buena prueba de esto. (...)
La teología católica, basada en los hechos de posesión demoníaca, tomó
posición tan decidida respecto a este problema que llegó a elaborar una teoría
completa sobre el asunto. Así, el Ritual Romano, libro oficial de ceremonial
eclesiástico, explica las señales por las cuales se conoce a la auténtica
posesión y da los remedios necesarios para combatirla: los exorcismos" (5).
El mismo autor afirma, en lo que concierne a la posesión y sus causas, que no
podemos escoger guía más segura y precisa que la obra de Mons. Saudreau (6):
"Según Mons. Saudreau, la posesión nunca llega hasta la animación. Esto quiere
decir que el demonio no substituye el alma del poseso, no da vida al cuerpo,
pero, sin que sepamos cómo se apodera de este cuerpo, hace en él su morada,
sea en el cerebro, sea en las entrañas o incluso, dado el caso, en el sistema
nervioso. No saca al alma, por lo tanto, de su dominio normal sobre el cuerpo
y sobre los miembros sino que imprime a la expresión del rostro una expresión
desconocida y que corresponde a la acción demoníaca".
En consecuencia – según santo Tomás – como no puede ejercer ninguna operación
propiamente vital, no puede sentir, comer o engendrar. En cambio, sí puede
ejercer operaciones simplemente mecánicas, como es forzar el cuerpo a moverse,
emitir sonidos e incluso hablar. En esto podemos encontrar la explicación de
extraños fenómenos, como es el caso de las posesiones demoníacas en que la
víctima habla lenguas desconocidas. El demonio utiliza el mecanismo bucal y
pulmonar del ser poseídos para hacerlo hablar. Puede hacerle decir blasfemias,
o revelar cosas que el demonio conoce de otras personas, para provocar
conflictos.
El demonio no está siempre presente en el poseso. Entra en él cuando quiere.
Provoca ataques. Un poseso podría hasta ser liberado momentáneamente por los
exorcismos, y después volver nuevamente a ser presa del demonio. En su estado
normal, el poseso es como todo el mundo...
Y sigue Mons. Saudreau: "Por otro lado, los demonios no actúan todos de la
misma manera porque están lejos de ser totalmente iguales. Se creía, no sin
razón, que todos los dioses del paganismo eran demonios" (7).
"Omnes dii gentium, daemonia", dice la Escritura (Salmos 95, 5).
Posibles causas de posesión: sortilegio, brujería, purgación, etc.
"El buen sentido común colocaría en primera línea de las causas de posesión a
las faltas cometidas por el poseso. No es así en absoluto. Las causas de
posesión son, en verdad, muy variables.
Si los demonios hiciesen libremente sus estragos entre los hombres, la
humanidad estaría trastornada, no seríamos más dueños de nuestros destinos, la
obra de Dios entre nosotros estaría desviada de su objetivo. El hecho es, en
sí, inconcebible. Y, por muy poderosos que sean los demonios, la verdad es que
‘esos perros están encadenados’...
Los demonios no actúan entre nosotros sino en la medida en que obtienen – como
está escrito en el libro de Job – la permisión de Dios, Soberano Señor. El
caso del mismo Job, sometido a las infestaciones de Satanás, es una buena
prueba de que no son las faltas de la víctima las que explican sus penas".
Afirma Crisóstomo: "Los endemoniados sacan de su condición una doble utilidad:
en primer lugar, se vuelven más buenos y santos; en segundo lugar, habiendo
descontado aquí las penas debidas por los pecados, se presentan puros al
Señor".
A veces, también, puede existir culpa del poseso, como reconoce Mons. Saudreau:
‘Una persona quedó posesa a consecuencia de una oración a Mercurio, hecha por
ella, por consejo de una vieja curandera’ (8).
En muchos casos parecería que el origen de la posesión habría sido un
maleficio. Es lo que el público denomina más comúnmente brujería. Mons.
Saudreau es categórico en este punto: ‘Una de las causas más frecuentes de las
vejaciones diabólicas es el maleficio’. Y aclara: ‘Los maleficios son los
sacramentos del demonio’.
Parecería que el demonio, después de haber establecido su ritual propio de
lanzamiento de sortilegios, se ve obligado a actuar cuando el brujo observa
las formas que él prescribió. (...) Sin embargo los maleficios no tienen todos
la misma eficacia.
En el siglo XVII, en un célebre proceso, se descubrió que los maleficios
tenían por base asesinatos de niños, pecados contra la naturaleza y misas
sacrílegas" (9).
La posesión puede ser y es seguramente, a veces, una prueba permitida por Dios
como en el caso del santo varón Job o como el caso citado del Santo Cura de
Ars, sin que haya existido falta por parte del infestado o del poseso, y sin
que haya ocurrido maleficio.
Hay, pues, muchos motivos por los que Dios puede permitir al demonio poseer un
cuerpo por un determinado período de tiempo y hay tipos diferentes de
posesión, si bien conservan rasgos distintivos que permiten que se les
detecte, como hemos comentado ya. Citaremos aquí un caso famoso, para
ejemplificar su existencia y forma de proceder. Recomendamos también la
lectura de los otros casos que se encuentran en el apartado Demonología de
esta revista.
El endemoniado de Cochinchina
Sucedió en 1733 en Cheta, un suburbio del pueblo Dodo en la provincia de Cham,
en el reino de la Cochinchina; se trata de un joven de 18 años. El episodio se
narra en una carta que el padre Delacourt, misionero, le escribió al doctor
Winslow el 25 de noviembre de 1738. Este es un breve extracto:
"Pensé en un exorcismo – cuenta el misionero- ordenar al demonio, en latín,
que transportara al poseso al cielo raso de la iglesia, con los pies hacia
arriba y la cabeza hacia abajo. Inmediatamente su cuerpo se volvió rígido y,
como si fuera totalmente impotente, fue arrastrado de la mitad de la iglesia a
una columna, y allí, con los pies unidos y el dorso unido a la columna, sin
ayudarse con las manos, fue transportado en un abrir y cerrar de ojos al cielo
raso, como un peso lanzado a lo alto con velocidad... Lo tuve en el aire más o
menos media hora y no teniendo la fuerza para dejarlo allí por más tiempo,
estaba aterrado por lo que estaba viendo, ordené al demonio que lo pusiera a
mis pies sin hacerle ningún daño... E inmediatamente me lo restituyó como un
paquete de ropa sucia".
"En suma, los casos de posesión son casos extremos de un hecho inmenso que se
extiende por todo el universo espiritual: la lucha del bien contra el mal, de
la Ciudad de Dios contra la Ciudad de Satanás" (10).
El dossier de esta semana pretende dejar en el lector las nociones más básicas
sobre el problema de la convivencia del hombre con el demonio. No hemos
tratado aquí el exorcismo, ni la posesión de casas, ni la inspiración
diabólica, ni la esencia y funcionamiento del maleficio, el lugar de la
psiquiatría en todo esto, ni muchos otros temas e interrogantes que
seguramente surgen en la mente de quienes han leído estas cortas páginas. Sin
embargo, nos parece importante iniciar un acercamiento al tema, para luego, ya
asentadas las bases, poder agregar elementos que den una idea más o menos
acabada de un fenómeno que, aunque parece lejano y descontextualizado de
nuestras vidas, se encuentra sin embargo de una u otra forma, con mayor o
menor intensidad, activo y operante en muchos momentos de nuestra existencia.