El fenómeno del satanismo

Extracto de una carta pastoral de la Conferencia Episcopal de la República Dominicana

Es curiosos que a finales del siglo XX se haya producido este fenómeno, cuando a los comienzos del mismo siglo el problema era la duda o la negación de la existencia del demonio y la afirmación de que los planteamientos de Jesucristo sobre él no era otra cosa que reminiscencias del Antiguo Testamento, influenciado por el medio pagano circundante; y que, aun admitida su existencia, tal realidad no pertenecía al núcleo central del Evangelio y que, por lo tanto, no comprometía nuestra fe y podía ser dejada a un lado.

Defendían de buena fe que la idea de Satanás haría perder crédito a nuestra predicación y debilitaría nuestras enseñanzas acerca de Dios, que era lo importante.

Mas aún, no pocos proclamaban a todos los vientos que los nombres de Satanás, diablo y demonio no eran otra cosa que personificaciones míticas y funcionales del mal y del pecado sobre la humanidad.

Las cosas llegaron a tal extremo que la Iglesia oficialmente tuvo que exponer con claridad su genuina doctrina sobre el tema, y así la Congregación para la Doctrina de la Fe publicó el 26 de junio de 1975 un documento con el título Fe cristiana y demonología.

Increíble pero real

Resulta sorpresivo que de repente surja, con fuerza creciente, el hecho de personas, grupos y movimientos que, aislada u organizadamente, practiquen algún tipo de culto al que en la Biblia es llamado demonio, diablo y Satanás.

El satanismo es algo complejo. Bajo ese nombre se incluyen diversas formas de someterse al diablo, a Satanás; diversos modos de concebirlo, diversos ritos y ceremonias para expresar su sujeción o para ganar su favor y benevolencia, y diversas razones o motivaciones para actuar así.

Diversas formas de someterse al diablo

Hay quienes lo hacen en privado, de modo particular, aunque esporádicamente participen en actos de grupos llamados satánicos, y los hay que lo hacen a través de la integración a un grupo o secta satánica.

Existen grupos o sectas relacionadas entre sí y autónomas. Las hay públicas y clandestinas, de corta y larga duración. Casi todas se dividen y subdividen.

Diversas concepciones sobre Satanás en los que le rinden culto

Muchos defienden que Satanás es un ser real, príncipe de las tinieblas, al que es posible dirigirse para obtener favores y al que hay que adorar, venerar e invocar. No faltan quienes lo identifican con el «mal», con una especie de fuerza vital e impersonal, objeto de culto, para dominarla. Hay otros que creen que se trata de un ser más o menos simbólico del mal, adversario de Dios y de la Iglesia, que nos puede liberar de los condicionamientos religiosos, morales y culturales.

Diversos ritos

Los ritos son el aspecto más repugnante y sórdido, más perverso, destructivo de la personalidad y significativo del satanismo. Básicamente consisten en actos de reconocimiento, adoración, veneración e invocación para lograr determinados fines. Estos fines son variadísimos: liberarse de toda atadura religiosa, moral y cultural; mostrar su oposición y aun odio a la religión en general y en concreto contra el cristianismo, el Evangelio, la Iglesia y la liturgia; adquirir poderes especiales imposibles de conseguir por medios naturales; lograr toda clase de ventajas materiales; hacer daños profundos a personas o grupos enemigos; liberarse de miedos y tabúes irreprimibles; satisfacer ciertas desviaciones sexuales, etc.

Entre los ritos empleados para conseguir todos estos fines hay que explicitar, con horror, profanaciones de cementerios y cadáveres; violaciones de vírgenes y de menores; sacrificios de seres humanos y de animales; orgías sexuales con recurso a drogas; uso de Hostias consagradas para diversas prácticas, y las conocidas «misas negras», profanación y burla del santo sacrifico de la Misa.

Diversas motivaciones para actuar así

Es natural que muchos se pregunten qué es lo que ha podido inducir a la gente a practicar el satanismo. Empecemos diciendo que hay inclinaciones, tendencias anormales, creencias y actividades que predisponen e incitan al satanismo. Ejemplo: deseo de experimentar nuevas vías de conocimiento y poder; frecuentar ambientes esotéricos u ocultistas hasta habituarse a ellos; participación en reuniones espiritistas, y tendencia a recurrir a la magia y a la brujería.

La tentación del satanismo es una prolongación de la actitud de los ángeles caídos y de los primeros padres: hacerse Dios, subordinando a su propia voluntad la voluntad de Dios.

Dos posiciones peligrosas

La primera es subestimar el satanismo: negar su difusión, su importancia y relevancia; y, sobre todo, creer ingenuamente que nadie de sus allegados pueda estar metido en ese mundo.

La segunda es la de sobrevalorar el fenómeno, creyéndolo excesivamente difundido, viendo satanismo en todo y considerando, por ejemplo, «grupo satánico» a toda asociación dedicada al robo, al crimen o a cualquier forma de maldad.

Doctrina de la Iglesia

Detrás del pecado de nuestros primeros padres está la voz seductora de un ser opuesto a Dios (cfr. Gn 3, 1.5) que, por envidia, los hace caer en la muerte (cfr. Sb 2, 24).

La Escritura y la Tradición de la Iglesia ven en este ser un ángel caído, llamado satán o diablo (cfr. Jn 8, 44; Ap 12,9). La Iglesia enseña que «el diablo y los otros demonios fueron creados por Dios con una naturaleza buena, pero ellos se hicieron a sí mismos malos» (IV concilio de Letrán, año 1215).

La Escritura atestigua la influencia nefasta de aquel a quien Jesús llama «homicida desde el principio» (Jn 8, 44) y que incluso trató de apartarlo a Él mismo de la misión recibida del Padre (cfr. Mt 4, 1-11). Su poder, sin embargo, no es absoluto. El demonio no es más que una criatura, poderosa por ser espíritu, pero siempre criatura. Aunque pueda causar grandes daños al ser humano y a la sociedad, siempre puede ser vencido por Cristo.

La posesión diabólica

Existen diversas formas de influjo del demonio sobre una persona: la simple tentación, la perturbación y la posesión. La más grave y directamente relacionada con el demonio es la tercera. Consiste en que el demonio se adueña de un individuo por unas fuerzas que limitan y hasta suprimen el control de las funciones psíquicas y aun físicas, pero sin cambiar el núcleo profundo de la personalidad. Es evidente que existen fenómenos similares a los de la posesión que son síntomas específicos de enfermedades concretas. Hay que distinguir claramente la posesión diabólica de tales síntomas como criterio de posesión diabólica. Tal criterio es la actitud del poseso diabólico ante lo santo y las cosas sagradas.