Entrevista
Habla un exorcista: La estrategia de Satanás es
confundir
Entrevista con el padre Pedro Mendoza, de la archidiócesis de México
CIUDAD DE MÉXICO, martes, 14 septiembre 2004 (ZENIT.org).-
Satanás existe y su estrategia es la confusión constata en esta entrevista
concedida a Zenit el padre Pedro Mendoza Pantoja, exorcista de la archidiócesis
de México.
El sacerdote fue uno de los organizadores del Primer Encuentro Nacional de
Exorcistas y Auxiliares de Liberación de México que se celebró del 31 de agosto
al 2 de septiembre en la sede de la Conferencia Episcopal Mexicana con unos
quinientos participantes.
El padre Mendoza Pantoja coordina la labor de los ocho exorcistas, cada uno para
cada vicaría territorial de esa archidiócesis, considerada como una de las más
grandes del mundo.
--¿Qué es un exorcista?
--Padre Mendoza: Es un obispo o un sacerdote designado por éste, que por mandato
de Jesucristo y en el nombre de Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo hace una
oración en la que, de forma imperativa, en caso de posesión diabólica, ordena a
Satanás salga y deje en total libertad al poseso, o bien de forma deprecativa,
es decir de intercesión o suplica, se pide que, por la sangre preciosa de Cristo
y la intercesión de la Virgen María, sea liberada una persona, lugar, casa o
cosa de toda influencia demoníaca, ya sea infestación, obsesión u opresión.
--¿Cualquier persona puede ser exorcista?
--Padre Mendoza: No. De acuerdo con el Evangelio, Cristo enriqueció a sus
apóstoles con dones carismáticos cuando los envió a evangelizar. En Mateo 10, 1
dice «Y llamando a sus doce discípulos, les dio poder sobre los espíritus
inmundos para expulsarlos y para sanar toda enfermedad y toda dolencia». Se
puede leer también Marcos 16,17-18. Por lo mismo corresponde a los obispos,
sucesores de los apóstoles, ejercer este ministerio de expulsar a los demonios;
pero ellos, de acuerdo con el canon 1172 del Código de Derecho Canónico, pueden
designar para ejercer este ministerio, de una manera estable o para un caso
especial, a «un presbítero piadoso, docto, prudente y con integridad de vida».
Esto hablando de posesiones diabólicas y por lo mismo de exorcismo propiamente
dicho, llamado también exorcismo solemne.
Pero todo presbítero por su ordenación participa del sacerdocio ministerial de
Cristo y tiene con Él la misión de liberar a los fieles de toda obsesión,
opresión o influencia demoníaca, con oraciones deprecativas de intercesión y
suplica, con la evangelización y administración de los sacramentos,
principalmente de la Penitencia y Eucaristía. Por lo mismo, todo sacerdote es
exorcista en cuanto a la Pastoral de Liberación dentro de su misión de
evangelizar, y esto, por mandato de Cristo; no necesita ser designado para
realizar el llamado exorcismo menor. Los laicos no pueden ser exorcistas.
--El encuentro que ustedes organizaron convocaba también a «Auxiliares de
Liberación». ¿Quiénes son y qué hacen estas personas?
--Padre Mendoza: Auxiliares de Liberación son: los sacerdotes que no tienen el
carácter de exorcista oficial, médicos, psiquiatras, religiosos y laicos que
ayudan al sacerdote exorcista en el discernimiento o auxiliándole en el
ejercicio de su ministerio, bien con su oración de intercesión o en diversas
eventualidades. Los sacerdotes auxilian con oración de liberación y los laicos
con oración de intercesión. El sacerdote no exorcista oficial puede hacer el
exorcismo menor, llamado también oración de liberación, auxiliado a su vez por
todos los laicos que lo acompañan en el discernimiento y con oraciones de
intercesión. Los laicos no pueden hacer oraciones de liberación.
--Se trata del primer encuentro de exorcistas de México y uno de los primeros
de estas características en el mundo, si no me equivoco. Da la impresión de que
en los últimos cuarenta años la figura del exorcista estaba desapareciendo. ¿Es
una impresión que corresponde a la realidad?
--Padre Mendoza: Efectivamente, así es. Las causas son varias, pero diríamos que
están englobadas en el gran reto que la segunda cincuentena del siglo pasado
presenta a la Iglesia en su tarea de evangelización.
En la primera cincuentena, Satanás venía atacando a la humanidad en el campo de
las ideas y del pensamiento: racionalismo, materialismo, gnosticismo, masonería,
rosacrucismo, sectarismo, socialismo, marxismo-leninismo, etc., que alejan al
hombre de Dios. Por una parte la negación de un Dios personal y la negación
también de la existencia de Satanás como un ser personal, cambiando al Dios
Verdadero por un dios impersonal que se identifica con este mundo material y
reduciendo a Satanás a un mero símbolo. Varias naciones se vieron inmersas en
dos guerras mundiales, y otras tantas sufrieron revoluciones intestinas y
persecuciones religiosas, derramándose la sangre de muchos cristianos que
sufrieron el martirio como testimonio de su fe. Sin embargo, la Iglesia católica
se mantenía como baluarte de evangelización. La familia era la primera escuela
de la fe, fe que estaba inculturada en sus tradiciones y se manifestaba en el
actuar de las asociaciones católicas y en las celebraciones litúrgicas,
lográndose así enraizar al pueblo en su fe.
No faltaron leyendas de lloronas, de nahuales, de espantos, brujos, hechiceros y
todo lo que hay ahora, pero no eran relevantes ni se les daba importancia; no
había necesidad de exorcismos, estos sólo se efectuaban en el rito del bautismo.
Al terminar la segunda guerra mundial, en 1945, comienza una revolución
industrial: los grandes consorcios mundiales, que hasta entonces tenían el gran
negocio de la fabricación de implementos de guerra, cambian a la fabricación de
implementos domésticos. Evolucionan aceleradamente la ciencia y la técnica,
inventando aparatos y objetos que hacen más fácil y placentera la vida:
refrigeradores, estufas, radios, televisión etc. Esto sume a la sociedad en un
afán consumista: “dime cuánto tienes y cómo vives y te diré cuánto vales”. Los
padres, que antes eran capaces de satisfacer las necesidades básicas de familias
incluso numerosas, ya no lo son ante la creación de nuevas necesidades. Tienen
que trabajar hasta 3 turnos e incluso la mujer tiene que trabajar fuera del
hogar. La familia se desintegra y deja de ser la primera escuela de la fe. Para
1960 la Iglesia se encuentra en crisis, ya no está cumpliendo eficazmente su
misión evangelizadora.
Viene la manifestación del Espíritu Santo con la convocatoria, por el Papa Juan
XXIII, del Concilio Vaticano II, que comienza en 1962 y termina en 1965 para
poner a la Iglesia al día y en consonancia con los tiempos en su tarea
evangelizadora. Las conclusiones del Concilio van concretándose en las
conferencias episcopales, en los sínodos diocesanos, consejos vicariales,
decanales y parroquiales en la nueva y permanente misión evangelizadora.
Para los años sesenta ya la influencia demoníaca ha hecho estragos en el pueblo
de Dios: choque de generaciones, rebeldía juvenil, drogadicción, hipismo y la
vuelta a las antiguas y constantes ideas pregonadas en los años sesenta por
Louis Pauwels y Jacques Bergier con su libro titulado «El Retorno de los
Brujos». En él se relataba la historia de la evolución del hombre: un fantástico
viaje por la ciencia, la alquimia, las sociedades secretas y el conocimiento.
Eran ya tratados magistralmente los grandes temas que hoy preocupan a la «New
Age» o Nueva Era, que tomó forma en 1980 con el libro de la investigadora
Marilyn Ferguson «La conspiración de Acuario» que diseña una «manera nueva» de
pensar viejos problemas, lo que se conoce como «nuevo paradigma».
Por los años setenta surge la llamada teología de la muerte de Dios y,
consecuentemente, surge también con el protestante R. Bultmann la teología de la
muerte de Satanás.
Tal corriente infectó también a nuestros teólogos, que últimamente no hablaban
ya del diablo ni de los ángeles. En los seminarios no se da una preparación
sobre exorcismos e incluso desapareció, junto con las antes llamadas órdenes
menores, el exorcitado. Pero como contraparte el hombre sintió la nostalgia de
Dios. Y se da a la búsqueda de lo sobrenatural y mágico, como solución a la
problemática en la que se ha visto envuelto por su alejamiento de Dios, y viene
a caer en las garras de la New Age, que con sus engañosas espiritualidades y
ficticias soluciones mágicas y esotéricas ha abierto las puertas al demonio,
quien se niega a ser ignorado, haciendo estragos en las personas que han caído
en las prácticas esotéricas y mágicas de la New Age. La Iglesia ha tenido, por
lo mismo, que reavivar algo que ya se había olvidado como cosa del pasado,
aunque oficialmente nunca se ha negado: los exorcismos del evangelio como algo
urgente en nuestros tiempos, en la Misión Permanente de la Nueva Evangelización:
anunciar a los alejados la Pascua de Cristo, quien vino a liberarnos de las
acechanzas de Satanás.
--Se dice que en algunos países el avance de sectas satánicas no ha podido
ser afrontado por la Iglesia de manera adecuada por la falta de exorcistas.
¿Cree que hay algo de verdad en esta constatación?
--Padre Mendoza: La respuesta a esta pregunta está relacionada con la anterior.
En efecto, a nuestra feligresía y a los mismos sacerdotes nos ha envuelto el mar
de confusiones al que la New Age nos lleva con su mezcolanza de ideas, de
engaños y mentiras, manipulando espiritualidades orientales mezcladas de
panteísmo, así como las medicinas tradicionales, que en sí mismas son un don de
Dios y nada tienen de diabólico, pero de cuya eficacia se sirven los promotores
de la New Age para darse crédito y hacer creer que todo lo que dicen es verdad.
Así también a obispos y sacerdotes nos tomó por sorpresa, sin saber qué hacer ni
cómo actuar ante ese mar de confusiones. Y a algunos les llenó de miedo la
fenomenología que presentan los afectados por el demonio. O bien, les llevó a
escudarse en un escepticismo craso ante esas realidades, atribuyéndolas a
problemas sicológicos o a enfermedades difíciles de curar y por lo mismo les
llevó a no atenderles.
Por otra parte, en los seminarios no se da una preparación para afrontar esta
problemática. Por todo esto es que, ha través de nuestros encuentros y congresos
a nivel tanto nacional como internacional, buscamos la formación tanto para
nosotros los exorcistas oficiales como para todos los sacerdotes y para los
laicos comprometidos en la pastoral de liberación.
--Muchos, quizá incluso creyentes, niegan el que pueda haber personas
poseídas por el demonio. Consideran que se trata más bien de problemas
psicológicos o psiquiátricos. ¿Cómo distingue un exorcista los casos de posesión
de los casos de perturbaciones de otro género?
--Padre Mendoza: El Código de Derecho Canónico y el mismo Nuevo Ritual de
Exorcismos, así como el Catecismo de la Iglesia Universal, establecen que antes
de hacer el exorcismo mayor debe hacerse un discernimiento: si se trata de una
verdadera posesión o de una simple obsesión u opresión diabólica, sirviéndose
incluso de asesoramiento previo de médicos y siquiatras a fin de que den su
diagnóstico, siendo siempre el sacerdote el que debe decidir, pues por otra
parte, el ritual de exorcismos nos indica cuáles son esos signos que nos pueden
indicar o hacer sospechar de una verdadera posesión diabólica: hablar o
entender, como si fueran propias, lenguas desconocidas; revelar cosas ocultas o
lejanas; manifestar fuerzas superiores a su edad o condición física, apartarse
vehementemente de Dios, aversión al Santísimo nombre de Jesús, de la Virgen
María y de los santos, a imágenes, lugares y objetos sagrados.
--Entre muchas personas, sin embargo, estos casos de posesión diabólica
parecen más bien historias de películas de Hollywood. Da la impresión de que la
estrategia del demonio es la de hacer creer que no existe. Como exorcista, ¿cree
que es verdad?
--Padre Mendoza: En realidad, según mi apreciación, Satanás utiliza varias
estrategias para apartarnos de Dios. Lo que le interesa al diablo es más bien
confundirnos, ya sea para que creamos que no existe y que por lo mismo, si él no
existe, tampoco existen el infierno ni el cielo y así no temamos el estar lejos
de Dios. Por otra parte, en cambio, se manifiesta con opresiones y obsesiones
para atormentar terriblemente a los que le han abierto las puertas, a fin de que
le tengan miedo y no traten de cerrarle las puertas y liberarse de él. A
algunos, en cambio, les favorece para que crean en su poder y confíen en él. Así
podemos explicar el culto satánico y a la santa muerte para obtener poder, su
favor y protección. Satanás es el padre de la mentira y del engaño.
--Todo ministerio en la Iglesia es una gracia de Dios y un servicio a los
hermanos. Usted, personalmente, ¿percibe como una gracia para su vida el
ministerio de exorcista?
--Padre Mendoza: Toda mi vida es una gracia de Dios: mi bautismo el don que me
convierte en hijo de Dios, miembro de la Iglesia y coheredero con Cristo de su
gloria; el ministerio sacerdotal, el don que me permite participar de su pascua
y de su obra de salvación y servicio a mis hermanos. El ministerio de exorcista
es también un don de su gracia y misericordia, que en mi pequeñez,
insignificancia y limitaciones, me permite experimentar, como instrumento suyo,
su poder liberador y salvífico en el servicio a mis hermanos, lo cual me alienta
y me impulsa a adherirme más a Él para tener parte en su victoria y, con ella,
de su gloria.
--¿Cómo es el servicio del exorcista a la Iglesia y a sus hermanos? En otras
palabras, ¿hay algún caso que pueda contarnos en el que su ministerio de
exorcista le haya permitido experimentar en plenitud su vocación como hombre y
sacerdote?
--Padre Mendoza: Son muchos los casos en que, practicando la oración de
liberación (desde hace veinticuatro años, aun sin ser exorcista), he constatado
el poder del que Dios nos hace partícipes a los sacerdotes en el servicio a
nuestros hermanos que sufren. La terapia de fe con la oración de sanación, de
liberación y de perdón, con la cual se logra muchas veces lo que resulta
imposible, fuera de su alcance, a la ciencia médica y psicológica.
Ahora, como exorcista desde hace seis años, he atendido varios casos de
opresiones y obsesiones diabólicas en personas atormentadas y ya desesperadas
después de haber pasado por toda clase de especialistas, curanderos y brujos que
empeoraron su situación, al grado de hacerlos pensar en una posesión diabólica y
pedir ansiosamente un exorcismo. En algunos casos se han presentado señales que
me han llevado a sospechar de una presencia o posesión diabólica y, aun sin
estar seguro, a hacer el llamado exorcismo de diagnóstico, es decir, oración
imperativa, lograr con ello hacerlos entrar en una paz y tranquilidad aun sin
llegar a hacer plenamente el exorcismo solemne, bastando el continuar con la
oración de liberación. Ha sido una gran satisfacción lograr la liberación de mis
hermanos, a través del servicio de mi humilde ministerio, por el poder de la
oración de intercesión y ver el incremento de su fe, gracias a una
evangelización y catequesis que los lleva a convertirse, a renovar su fe y
adherirse más plenamente al Señor y verlos continuar su vida llenos de amor y
confianza en Dios.
--¿Qué debe hacer una persona que cree ser víctima de la posesión diabólica o
que conoce a alguien que podría encontrarse en esa situación?
--Padre Mendoza: Recurrir a su párroco y hacer una buena confesión para que, de
primera instancia, este sacerdote le atienda. Si su párroco descubre que hay una
influencia demoníaca pero no signos de posesión diabólica, que le haga oración
acompañado de su equipo de liberación y la inserte en algún grupo de
evangelización o de crecimiento en la fe o en algún ministerio de la parroquia.
Si el párroco percibe signos que le hagan sospechar de una posesión diabólica o
no se siente capaz para afrontar el problema, entonces que la canalice con el
exorcista de su diócesis o con el exorcista más cercano. Nunca debe recurrir a
brujos o curas mágicas.
[Para otras preguntas, comentarios o aclaraciones sobre las anteriores, puede
contactar al Pedro Mendoza Pantoja en pedromen@prodigy.net.mx]