CAPÍTULO
40
Prosigue
en la misma materia de decir las grandes mercedes que el Señor la ha hecho (1).
1.
Estando una vez en oración, era tanto el deleite que en mí sentía, que, como
indigna de tal bien, comencé a pensar en cómo merecía mejor estar en el lugar
que yo había visto estar para mí en el infierno, que, como he dicho, nunca
olvido de la manera que allí me vi (2).
Comenzóse
con esta consideración a inflamar más mi alma, y vínome un arrebatamiento de
espíritu de suerte que yo no lo sé decir. Parecióme estar metido y lleno de
aquella majestad que he entendido otras veces. En esta majestad se me dio a
entender una verdad, que es cumplimiento de todas las verdades. No sé yo decir
cómo, porque no vi nada (3).
Dijéronme,
sin ver quién, mas bien entendí ser la misma Verdad: No es poco esto que hago
por ti, que una de las cosas es en que mucho me debes. Porque todo el daño que
viene al mundo es no conocer las verdades de la Escritura con clara verdad. No
faltará una tilde de ella.
A
mí me pareció que siempre yo había creído esto, y que todos los fieles lo
creían. Díjome: ¡Ay, hija, qué pocos me aman de verdad! que si me amasen, no
les encubriría Yo mis secretos. ¿Sabes qué es amarme con verdad? Entender que
todo es mentira lo que no es agradable a mí. Con claridad verás esto que ahora
no entiendes, en lo que aprovecha a tu alma.
2.
Y así lo he visto, sea el Señor alabado, que después acá tanta vanidad y
mentira me parece lo que yo no veo va guiado al servicio de Dios, que no lo
sabría yo decir como lo entiendo, y la lástima que me hacen los que veo con la
oscuridad que están en esta verdad, y con esto otras ganancias que aquí diré
y muchas no sabré decir. Díjome aquí el Señor una particular palabra de
grandísimo favor (4). Yo no sé cómo esto fue, porque no vi nada; mas quedé
de una suerte que tampoco sé decir, con grandísima fortaleza, y muy de veras
para cumplir con todas mis fuerzas la más pequeña parte de la Escritura
divina. Paréceme que ninguna cosa se me pondría delante que no pasase por esto
(5).
3.
Quedóme una verdad de esta divina Verdad que se me representó, sin saber cómo
ni qué, esculpida, que me hace tener un nuevo acatamiento a Dios, porque da
noticia de su majestad y poder, de una manera que no se puede decir. Sé
entender que es una gran cosa.
Quedóme
muy gran gana de no hablar sino cosas muy verdaderas, que vayan adelante de lo
que acá (6) se trata en el mundo, y así comencé a tener pena de vivir en él.
Dejóme con gran ternura y regalo y humildad. Paréceme que, sin entender cómo,
me dio el Señor aquí mucho. No me quedó ninguna sospecha de que era ilusión.
No vi nada, mas entendí el gran bien que hay en no hacer caso de cosas que no
sea para llegarnos más a Dios, y así entendí qué cosa es andar un alma en
verdad delante de la misma Verdad (7). Esto que entendí, es darme el Señor a
entender que es la misma Verdad.
4.
Todo lo que he dicho entendí hablándome algunas veces, y otras sin hablarme
(8), con más claridad algunas cosas que las que por palabra se me decían.
Entendí grandísimas verdades sobre esta Verdad, más que si muchos letrados me
lo hubieran enseñado. Paréceme que en ninguna manera me pudiera imprimir así,
ni tan claramente se me diera a entender la vanidad de este mundo.
Esta
verdad que digo se me dio a entender, es en sí misma verdad, y es sin principio
ni fin, y todas las demás verdades dependen de esta verdad, como todos los
demás amores de este amor, y todas las demás grandezas de esta grandeza,
aunque esto va dicho oscuro para la claridad (9) con que a mí el Señor quiso
se me diese a entender. ¡Y cómo se parece (10) el poder de esta Majestad, pues
en tan breve tiempo deja tan gran ganancia y tales cosas imprimidas en el alma!
¡Oh
Grandeza y Majestad mía! ¿Qué hacéis, Señor mío todopoderoso? ¡Mirad a
quién hacéis tan soberanas mercedes! ¿No os acordáis que ha sido esta alma
un abismo de mentiras y piélago de vanidades (11) y todo por mi culpa, que con
haberme Vos dado natural de aborrecer el mentir, yo misma me hice tratar en
muchas cosas mentira? ¿Cómo se sufre, Dios mío, cómo se compadece tan gran
favor y merced, a quien tan mal os lo ha merecido?
5.
Estando una vez en las Horas (12) con todas, de presto se recogió mi alma, y
parecióme ser como un espejo claro toda, sin haber espaldas ni lados ni alto ni
bajo que no estuviese toda clara, y en el centro de ella se me representó
Cristo nuestro Señor, como le suelo ver (13). Parecíame en todas las partes de
mi alma le veía claro como en un espejo, y también este espejo yo no sé decir
cómo se esculpía todo en el mismo Señor por una comunicación que yo no
sabré decir, muy amorosa (14).
Sé
que me fue esta visión de gran provecho, cada vez que se me acuerda, en
especial cuando acabo de comulgar. Dióseme a entender que estar un alma en
pecado mortal es cubrirse este espejo de gran niebla y quedar muy negro, y así
no se puede representar ni ver este Señor, aunque esté siempre presente
dándonos el ser. Y que los herejes es como si el espejo fuese quebrado, que es
muy peor que oscurecido (15). Es muy diferente el cómo se ve, a decirse, porque
se puede mal dar a entender. Mas hame hecho mucho provecho y gran lástima de
las veces que con mis culpas oscurecí mi alma para no ver este Señor.
6.
Paréceme provechosa esta visión para personas de recogimiento (16), para
enseñarse a considerar al Señor en lo muy interior de su alma, que es
consideración que más se apega, y muy más fructuosa que fuera de sí como
otras veces he dicho (17) y en algunos libros de oración está escrito, adónde
se ha de buscar a Dios. En especial lo dice el glorioso San Agustín, que ni en
las plazas, ni en los contentos ni por ninguna parte que le buscaba, le hallaba
como dentro de sí (18). Y esto es muy claro ser mejor. Y no es menester ir al
cielo, ni más lejos que a nosotros mismos, porque es cansar el espíritu y
distraer el alma y no con tanto fruto.
7.
Una cosa quiero avisar aquí, porque si alguno la tuviere; (19) que acaece en
gran arrobamiento que, pasado aquel rato que el alma está en unión (que del
todo tiene absortas las potencias, y esto dura poco, como he dicho) (20),
quedarse el alma recogida y aun en lo exterior no poder tornar en sí, mas
quedan las dos potencias, memoria y entendimiento, casi con frenesí, muy
desatinadas. Esto digo que acaece alguna vez, en especial a los principios.
Pienso si procede de que no puede sufrir nuestra flaqueza natural tanta fuerza
de espíritu, y enflaquece la imaginación. Tendría por bueno que se forzasen a
dejar por entonces la oración y la cobrasen en otro tiempo aquel que pierden,
que no sea junto, porque podrá venir a mucho mal. Y de esto hay experiencia y
de cuán acertado es mirar lo que puede nuestra salud.
8.
En todo es menester experiencia y maestro, porque, llegada el alma a estos
términos, muchas cosas se ofrecerán que es menester con quién tratarlo. Y si
buscado no le hallare, el Señor no le faltará, pues no me ha faltado a mí,
siendo la que soy. Porque creo hay pocos que hayan llegado a la experiencia de
tantas cosas; y si no la hay, es por demás dar remedio sin inquietar y afligir.
Mas esto también tomará el Señor en cuenta, y por esto es mejor tratarlo
(como ya he dicho otras veces (21) y aun todo lo que ahora digo, sino que no se
me acuerda bien y veo importa mucho), en especial si son mujeres, con su
confesor, y que sea tal; (22) y hay muchas más que hombres a quien el Señor
hace estas mercedes, y esto oí al santo Fray Pedro de Alcántara (y también lo
he visto yo), que decía aprovechaban mucho más en este camino que hombres, y
daba de ello excelentes razones, que no hay para qué las decir aquí, todas en
favor de las mujeres.
9.
Estando una vez en oración, se me representó muy en breve (sin ver cosa
formada, mas fue una representación con toda claridad), cómo se ven en Dios
todas las cosas y cómo las tiene todas en Sí. Saber escribir esto, yo no lo
sé, mas quedó muy imprimido en mi alma, y es una de las grandes mercedes que
el Señor me ha hecho y de las que más me han hecho confundir y avergonzar,
acordándome de los pecados que he hecho.
Creo,
si el Señor fuera servido viera esto en otro tiempo y si lo viesen los que le
ofenden, que no tendrían corazón ni atrevimiento para hacerlo. Parecióme, ya
digo sin poder afirmarme en que vi nada, mas algo se debe ver, pues yo podré
poner esta comparación (23), sino que es por modo tan sutil y delicado, que el
entendimiento no lo debe alcanzar, o yo no me sé entender en estas visiones,
que no parecen imaginarias, y en algunas algo de esto debe haber; sino que, como
son en arrobamiento, las potencias no lo saben después formar como allí el
Señor se lo representa y quiere que lo gocen.
10.
Digamos ser la Divinidad como un muy claro diamante, muy mayor que todo el
mundo, o espejo, a manera de lo que dije del alma en estotra visión, salvo que
es por tan más subida manera, que yo no lo sabré encarecer; y que todo lo que
hacemos se ve en ese diamante, siendo de manera que él encierra todo en sí,
porque no hay nada que salga fuera de esta grandeza. Cosa espantosa me fue en
tan breve espacio ver tantas cosas juntas aquí en este claro diamante, y
lastimosísima, cada vez que se me acuerda, ver que cosas tan feas se
representaban en aquella limpieza de claridad, como eran mis pecados. Y es así
que, cuando se me acuerda, yo no sé cómo lo puedo llevar, y así quedé
entonces tan avergonzada, que no sabía, me parece, adónde me meter.
¡Oh,
quién pudiese dar a entender esto a los que muy deshonestos y feos pecados
hacen, para que se acuerden que no son ocultos, y que con razón los siente
Dios, pues tan presentes a la Majestad pasan, y tan desacatadamente nos habemos
delante de El!
Vi
cuán bien se merece el infierno por una sola culpa mortal, porque no se puede
entender cuán gravísima cosa es hacerla delante de tan gran Majestad, y qué
tan fuera de quien El es son cosas semejantes. Y así se ve más su
misericordia, pues entendiendo nosotros todo esto, nos sufre.
11.
Hame hecho considerar si una cosa como ésta así deja espantada el alma, ¿qué
será el día del juicio cuando esta Majestad claramente se nos mostrará (24),
y veremos las ofensas que hemos hecho? ¡Oh, válgame Dios, qué ceguera es
ésta que yo he traído! Muchas veces me he espantado en esto que he escrito. Y
no se espante vuestra merced (25) sino cómo vivo viendo estas cosas y
mirándome a mí. ¡Sea bendito por siempre quien tanto me ha sufrido!
12.
Estando una vez en oración con mucho recogimiento y suavidad y quietud,
parecíame estar rodeada de ángeles y muy cerca de Dios. Comencé a suplicar a
Su Majestad por la Iglesia. Dióseme a entender el gran provecho que había de
hacer una Orden en los tiempos postreros, y con la fortaleza que los de ella han
de sustentar la fe (26).
13.
Estando una vez rezando cerca del Santísimo Sacramento, aparecióme un santo
cuya Orden ha estado algo caída. Tenía en las manos un libro grande. Abrióle
y díjome que leyese una letras que eran grandes y muy legibles y decían así:
En los tiempos advenideros florecerá esta Orden; habrá muchos mártires (27).
14.
Otra vez, estando en Maitines en el coro, se me representaron y pusieron delante
seis o siete me parece serían de esta Orden, con espadas en las manos. Pienso
que se da en esto a entender han de defender la fe. Porque otra vez, estando en
oración, se arrebató mi espíritu: parecióme estar en un gran campo, adonde
se combatían muchos, y éstos de esta Orden peleaban con gran hervor. Tenían
los rostros hermosos y muy encendidos, y echaban muchos en el suelo vencidos,
otros mataban. Parecíame esta batalla contra los herejes.
15.
A este glorioso Santo (28) he visto algunas veces, y me ha dicho algunas cosas y
agradecídome la oración que hago por su Orden y prometido de encomendarme al
Señor. No señalo las Ordenes (si el Señor es servido se sepa, las
declarará), porque no se agravien otras. Mas cada Orden había de procurar, o
cada uno de ellas por sí, que por sus medios hiciese el Señor tan dichosa su
Orden que, en tan gran necesidad como ahora tiene la Iglesia, le sirviesen.
¡Dichosas vidas que en esto se acabaren!
16.
Rogóme una persona una vez que suplicase a Dios le diese a entender si sería
servicio suyo tomar un obispado. Díjome el Señor, acabando de comulgar: Cuando
entendiere con toda verdad y claridad que el verdadero señorío es no poseer
nada, entonces le podrá tomar; dando a entender que ha de estar muy fuera de
desearlo ni quererlo quien hubiere de tener prelacías, o al menos de
procurarlas (29).
17.
Estas mercedes y otras muchas ha hecho el Señor y hace muy continuo (30) a esta
pecadora, que me parece no hay para qué las decir; pues por lo dicho se puede
entender mi alma, y el espíritu que me ha dado el Señor. Sea bendito por
siempre, que tanto cuidado ha tenido de mí.
18.
Díjome una vez, consolándome, que no me fatigase (esto con mucho amor), que en
esta vida no podíamos estar siempre en un ser; (31) que unas veces tendría
hervor y otras estaría sin él; unas con desasosiegos y otras con quietud y
tentaciones, mas que esperase en El y no temiese.
19.
Estaba un día pensando si era asimiento darme contento estar con las personas
que trato mi alma y tenerlos amor, y a los que yo veo muy siervos de Dios, que
me consolaba con ellos. Me dijo que si un enfermo que estaba en peligro de
muerte le parece le da salud un médico, que no era virtud dejárselo de
agradecer y no le amar; que qué hubiera hecho si no fuera por estas personas;
que la conversación de los buenos no dañaba, mas que siempre fuesen mis
palabras pesadas (32) y santas, y que no los dejase de tratar, que antes sería
provecho que daño. Consolóme mucho esto, porque algunas veces, pareciéndome
asimiento, quería del todo no tratarlos.
Siempre
en todas las cosas me aconsejaba este Señor, hasta decirme cómo me había de
haber con los flacos y con algunas personas. Jamás se descuida de mí.
20.
Algunas veces estoy fatigada de verme para tan poco en su servicio y de ver que
por fuerza he de ocupar el tiempo en cuerpo tan flaco y ruin como el mío más
de lo que yo querría. Estaba una vez en oración y vino la hora de ir a dormir,
y yo estaba con hartos dolores y había de tener el vómito ordinario (33). Como
me vi tan atada de mí y el espíritu por otra parte queriendo tiempo para sí,
vime tan fatigada, que comencé a llorar mucho y a afligirme.
Esto
no es sola una vez, sino como digo muchas, que me parece me daba un enojo contra
mí misma, que en forma (34) por entonces me aborrezco. Mas lo continuo es
entender de mí que no me tengo aborrecida, ni falto a lo que veo me es
necesario. Y plega al Señor que no tome muchas más de lo que es menester, que
sí debo hacer.
Esta
que digo (35), estando en esta pena, me apareció el Señor y regaló mucho, y
me dijo que hiciese yo estas cosas por amor de El y lo pasase, que era menester
ahora mi vida. Y así me parece que nunca me vi en pena después que estoy
determinada a servir con todas mis fuerzas a este Señor y consolador mío, que,
aunque me dejaba un poco padecer, no me consolaba (36) de manera que no hago
nada en desear trabajos.
Y
así ahora no me parece hay para qué vivir sino para esto, y lo que más de
voluntad pido a Dios. Dígole algunas veces con toda ella: "Señor, o morir
o padecer; no os pido otra cosa para mí". Dame consuelo oír el reloj,
porque me parece me allego un poquito más para ver a Dios de que veo ser pasada
aquella hora de la vida.
21.
Otras veces estoy de manera, que ni siento vivir ni me parece he gana de morir,
sino con una tibieza y oscuridad en todo, como he dicho (37) que tengo muchas
veces, de grandes trabajos, y con haber querido el Señor se sepan en público
estas mercedes que Su Majestad me hace, como me lo dijo algunos años ha, que lo
habían de ser (38), que me fatigué yo harto, y hasta ahora no he pasado poco,
como vuestra merced sabe, porque cada uno lo toma como le parece; consuelo me ha
sido no ser por mi culpa. Porque en no lo decir sino a mis confesores o a
personas que sabía de ellos lo sabían, he tenido gran aviso y extremo; y no
por humildad, sino porque, como he dicho (39), aun a los mismos confesores me
daba pena decirlo.
Ahora
ya, gloria a Dios, aunque mucho me murmuran, y con buen celo, y otros temen
tratar conmigo y aun confesarme, y otros me dicen hartas cosas, como entiendo
que por este medio ha querido el Señor remediar muchas almas (porque lo he
visto claro, y me acuerdo de lo mucho que por una sola pasara el Señor), muy
poco se me da de todo.
No
sé si es parte para esto haberme Su Majestad metido en este rinconcito tan
encerrado (40), y adonde ya, como cosa muerta, pensé no hubiera más memoria de
mí. Mas no ha sido tanto como yo quisiera, que forzado he de hablar algunas
personas. Mas, como no estoy adonde me vean, parece ya fue el Señor servido
echarme a un puerto, que espero en Su Majestad será seguro, [22] por estar ya
fuera de mundo y entre poca y santa compañía. Miro como desde lo alto, y
dáseme ya bien poco de que digan, ni se sepa. En más tendría se aprovechase
un tantito un alma, que todo lo que de mí se puede decir. Que después que
estoy aquí, ha sido el Señor servido que todos mis deseos paren en esto; y
hame dado una manera de sueño en la vida, que casi siempre me parece estoy
soñando lo que veo; (41) ni contento ni pena, que sea mucha, no la veo en mí.
Si alguna me dan algunas cosas, pasa con tanta brevedad, que yo me maravillo, y
deja el sentimiento como una cosa que soñó.
Y
esto es entera verdad, que aunque después yo quiera holgarme de aquel contento
o pesarme de aquella pena, no es en mi mano, sino como lo sería a una persona
discreta tener pena o gloria de un sueño que soñó. Porque ya mi alma la
despertó el Señor de aquello que, por no estar yo mortificada ni muerta a las
cosas del mundo, me había hecho sentimiento, y no quiere Su Majestad que se
torne a cegar.
()
() ()
23.
De esta manera vivo ahora, señor y padre mío (42). Suplique vuestra merced a
Dios, o me lleve consigo, o me dé cómo le sirva (43). Plega a Su Majestad esto
que aquí va escrito haga a vuestra merced algún provecho, que, por el poco
lugar (44), ha sido con trabajo; mas dichoso sería el trabajo, si he acertado a
decir algo que sola una vez se alabe por ello el Señor, que con esto me daría
por pagada, aunque vuestra merced luego lo queme.
24.
No querría fuese sin que lo viesen las tres personas que vuestra merced sabe,
pues son y han sido confesores míos (45). Porque, si va mal, es bien pierdan la
buena opinión que tienen de mí; si va bien, son buenos y letrados, sé que
verán de dónde viene y alabarán a quien lo ha dicho por mí.
Su
Majestad tenga siempre a vuestra merced de su mano y le haga tan gran santo, que
con su espíritu y luz alumbre esta miserable, poco humilde y muy atrevida, que
se ha osado determinar a escribir cosas tan subidas. Plega al Señor no haya en
ello errado, teniendo intención y deseo de acertar y obedecer, y que por mí se
alabase en algo el Señor, que es lo que ha muchos años que le suplico. Y como
me faltan para esto las obras, heme atrevido a concertar esta mi desbaratada
vida, aunque no gastando en ello más cuidado ni tiempo de lo que ha sido
menester para escribirla, sino poniendo lo que ha pasado por mí con toda la
llaneza y verdad que yo he podido.
Plega
al Señor, pues es poderoso y si quiere puede, quiera que en todo acierte yo a
hacer su voluntad, y no permita se pierda esta alma que con tantos artificios y
maneras y tantas veces ha sacado Su Majestad del infierno y traído a Sí.
Amén.
NOTAS
CAPÍTULO 40
1
El Señor la hecho, escribió la Santa, con elisión de "ha".
2
Alude a la visión referida en el c. 32, 1-6. Ya allí habló del continuo
recuerdo de aquella experiencia mística (nn. 1 y 6). - La gracia mística que
ahora va a referir es el contrapunto de aquélla.
3
Alusión a la palabra de Jesús en Mt 5, 18.
4
Cf. c. 39, 20 nota.
5
Todo este pasaje (nn. 1-4) es un típico ejemplo de inefabilidad mística:
balbuceo y forcejeo por expresar su experiencia de la verdad y de la palabra
bíblica. - Cf. Moradas 6, 10, 5-6 en que vuelve sobre esta misma experiencia.
6
Que vayan adelante de lo que acá: más allá de nuestra inmersión en lo
terreno.
7
Experiencia mística que inspira la doctrina teresiana de la
"humildad": cf. M. 6, 10, 7; Rel. 28.
8
Hablándome... y sin hablarme: son las dos formas de comunicación mística, con
o sin palabras formadas: de ella habló en el c. 27 (ver el título).
9
Oscuro para...: oscuro en comparación de...
10
Cómo se parece: cómo se evidencia...
11
Piélago de vanidades: océano, mar sin fondo de... En sentido figurado. Imagen
ya utilizada en el c. 18, 8.
12
Estando... en las Horas: rezando en el coro una de las Horas litúrgicas.
13
Es decir, en "visión imaginaria" (como en el c. 28, 1.3). Expresiones
similares en: cc. 29, 4; 37, 4; 39, 1. Y Fund c. 1, 8.
14
Experiencia muy inspiradora doctrinalmente: de ella depende el libro de las
Moradas (1, c. 1) y el c. 29 de Camino. Compárese con las Rel. 24, 16 y 18.
15
Cf. M. 1, 2.
16
La recomendará en los cc. 28 y 29 del Camino.
17
Más fructuosas que considerarle fuera de sí: lo ha dicho en el c. 9, 4-6. -
Los libros de oración aludidos son probablemente el Tercer Abecedario de Osuna
(18, 1), y la Subida del Monte Sión, (III, cc. 22 y 41) de Laredo.
18
Se refiere a los Soliloquios pseudo-agustinianos, c. 31. O bien a otros pasajes
de las Confesiones (L. 10, c. 27). Otras alusiones a S. Agustín en M. 4, 3, 3;
6, 7, 9; Camino c. 28, 2; Exclamaciones 5, 2.
19
Más bien: "por si alguno la tuviere".
20
Dura poco el éxtasis que mantenga suspensas las potencias: lo ha dicho en los
cc. 18, 12; 19, 14; 20, 18. Pasado "aquel rato que el alma está en
unión" suspendidas las potencias, sigue un estado semiextático más o
menos prolongado (cf. c. 20, 19).
21
O sea: "ha dicho otras veces" lo que acaba de afirmar, y acaso todo lo
que viene diciendo, "que no se le acuerda bien", y lo repite ahora
porque "me importa mucho".
22
Que sea tal: un confesor que lo sea verdaderamente, que sea de calidad.
23
Esta comparación: la que sigue en el n. 10.
24
Reminiscencia de las palabras de Jesús en Mt 25, 31.
25
Alude al P. García de Toledo.
26
"La de Santo Domingo", anota Gracián al margen de su libro. - Ribera,
en cambio, la refiere a la Compañía de Jesús (Vida de Santa Teresa, L. 4, c.
5). - Otros, a la Orden del carmen. Cf. TOMAS ALVAREZ Pleito sobre visiones en
Teresianum (= Ephem. Carm.) 8.1957, 3-43.
27
Aparecióme un santo...: "Santo Domingo", anota de nuevo Gracián.
Coincide Ribera (ib.). - Otros lo identifican con San Alberto de Sicilia,
carmelita, y con la Orden del Carmen. Cf. el art. citado en la nota anterior.
28
"Santo Domingo", anota de nuevo Gracián.
29
"Era el inquisidor Soto, Obispo de Salamanca", advierte Gracián en su
libro. - Francisco de Soto Salazar, inquisidor que fue de Córdoba, Sevilla y
Toledo, no será Obispo de Salamanca hasta febrero de 1575. Antes fue
preconizado obispo de Segorbe (1571). A su paso por Avila (hacia 1562),
aconsejó a la Santa redactar por extenso su vida ("una larga relación de
todo") para enviarla a San Juan de Avila (Rel 4, 6).
30
Muy continuo: muy de continuo.
31
Estar en un ser: permanecer en un mismo estado de ánimo. Sobre esa inevitable
inestabilidad, cf. 30, 16.
32
Palabras pesadas: ponderadas.
33
El vómito ordinario: se refiere al vómito que ella tenía que procurarse cada
día antes de dormir (cf. c. 7, 11; y Re 26, 2).
34
En forma: formalmente, en serio, de hecho.
35
Esta vez que digo.
36
No me consolaba: por "no me consolase", pero con sentido afirmativo:
"me consolaba" (Cf. c. 39, 1 nota).
37
Alude a las purificaciones y estados místicos referidos en el c. 30, 8 y ss.
38
Cf. c. 31, 13.
39
En el c. 26, 4; y c. 38, 1.
40
No sé si es parte: si es causa, o se debe a... - Este rinconcito: el monasterio
de San José.
41
Sueño en la vida... estoy soñando lo que veo: impresión ya testificada en el
c. 38, 7; y 16, 6.
42
Comparece de nuevo el P. García de Toledo, "señor" por su nobleza y
linaje, y "padre mío" por entrañamiento en las cosas de la autora.
43
Es otra versión del lema "o morir o padecer" (n. 20: cf. Pensamientos
y apuntes, 3, 3).
44
Poco lugar: poco tiempo (cf. c. 10, 7).
45
Una de esas "tres personas" era ciertamente el P. Báñez; las otras
dos eran, probablemente, el P. Baltasar Alvarez y Gaspar de Salazar, o acaso
Gaspar Daza. El libro debería llegar también a manos de San Juan de Avila, en
Andalucía.
EPÍLOGO
1.
El Espíritu Santo sea siempre con vuestra merced, amén (1).
No
sería malo encarecer a vuestra merced este servicio, por obligarle a tener
mucho cuidado de encomendarme a nuestro Señor, que según lo que he pasado en
verme escrita y traer a la memoria tantas miserias mías, bien podría; aunque
con verdad puedo decir que he sentido más en escribir las mercedes que el
Señor me ha hecho, que las ofensas que yo a Su Majestad.
2.
Yo he hecho lo que vuestra merced me mandó en alargarme (2), a condición que
vuestra merced haga lo que me prometió en romper lo que mal le pareciere. No
había acabado de leerlo después de escrito, cuando vuestra merced envía por
él. Puede ser vayan algunas cosas mal declaradas y otras puestas dos veces;
porque ha sido tan poco el tiempo que he tenido, que no podía tornar a ver lo
que escribía. Suplico a vuestra merced lo enmiende y mande trasladar, si se ha
de llevar al Padre Maestro Avila, porque podría ser conocer alguien la letra
(3). Yo deseo harto se dé orden en cómo lo vea, pues con ese intento lo
comencé a escribir (4). Porque, como a él le parezca voy por buen camino,
quedaré muy consolada, que ya no me queda más para hacer lo que es en mí. En
todo haga vuestra merced como le pareciere y ve está obligado a quien así le
fía su alma.
3.
La de vuestra merced encomendaré yo toda mi vida a nuestro Señor. Por eso,
dese prisa a servir a Su Majestad para hacerme a mí merced, pues verá vuestra
merced, por lo que aquí va, cuán bien se emplea en darse todo como vuestra
merced lo ha comenzado a quien tan sin tasa se nos da.
4.
Sea bendito por siempre, que yo espero en su misericordia nos veremos adonde
más claramente vuestra merced y yo veamos las grandes que ha hecho con
nosotros, y para siempre jamás le alabemos, amén.
Acabóse
este libro en junio, año de 1562 (5).
NOTAS
EPÍLOGO
1
Este epílogo, en forma de "carta de envío", está dirigido
probablemente al P. García de Toledo, principal interlocutor de todo el
escrito, el mismo que le ha "mandado alargarse" en el relato (c. 30,
22) y que ahora tiene prisa en poseerlo apenas terminado.
2
"Vuestra merced (García de Toledo) me tornó a enviar a mandar que no se
me diese nada en alargarme": concluía así el c. 30, n. 22. Otros pasajes
similares: c. 10, 8; c. 37, 1. - Al mismo P. García le había propuesto varias
veces la hipótesis de "romper" o "quemar" el escrito: cf.
c. 36, 29 nota 72.
3
Persiste la doble preocupación de mantener el anonimato de la autora, y el
relativo secreto del contenido. - De hecho, al Maestro Juan de Avila no le
enviará un "traslado" del libro, sino el autógrafo mismo.
4
Se refiere a la segunda redacción, única que ha llegado hasta nosotros. - La
idea de escribir para el Maestro Avila "una larga relación de todo"
(Re, 4, 6) fue del Inquisidor Francisco Soto Salazar, quien la sugirió hacia
1562/1563, cuando ya había escrito la primera redacción de la obra, y al menos
un par de años antes de redactarla por segunda vez.
5
Esta datación ("Acabóse... 1562") fue añadida tardíamente por la
Santa al texto que precede. - A continuación escribe el P. Báñez: "Esta
fecha se entiende de la primera vez que le escribió la M. Teresa de Jesús sin
distinción de capítulos. Después hizo este traslado y añadió muchas cosas
que acontecieron después de esta fecha, como es la fundación del monasterio de
San José de Avila, como en la hoja 169 parece. L. Fray Domingo Bañes". -
Fray Luis unió la nota de Báñez con el texto de la Santa, introduciendo en
una y otro pequeños retoques (p. 544) y omitiendo el nombre de Báñez. - En el
autógrafo siguen todavía seis páginas del mismo P. Báñez, con la
aprobación del libro y del espíritu de la autora. Las escribe para el Consejo
de la Inquisición, a raíz de las delaciones de la Princesa de Eboli y otros. Y
las firma en Valladolid a 7 de julio de 1575. (Pueden verse en la BMC, t. 2,
211-213). - En 1590, al hacer su declaración en los procesos de beatificación
de la Santa ante el tribunal de Salamanca, Báñez protestó porque el texto de
esa censura no fue incluido en la edición de las Obras de la Santa hecha por
fray Luis de León en la misma Salamanca, 1588.
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