CAPÍTULO 38

En que trata de algunas grandes mercedes que el Señor la hizo, así en mostrarle algunos  secretos del cielo, como otras grandes visiones y revelaciones que Su Majestad tuvo por  bien viese. Dice los efectos con que la dejaban y el gran aprovechamiento que quedaba en  su alma.

1. Estando una noche tan mala que quería excusarme de tener oración, tomé un rosario por ocuparme vocalmente, procurando no recoger el entendimiento, aunque en lo exterior estaba recogida en un oratorio.

Cuando el Señor quiere, poco aprovechan estas diligencias. Estuve así bien poco, y vínome un arrebatamiento de espíritu con tanto ímpetu que no hubo poder resistir. Parecíame estar metida en el cielo, y las primeras personas que allá vi fue a mi padre y madre, y tan grandes cosas en tan breve espacio como se podía decir una avemaría que yo quedé bien fuera de mí, pareciéndome muy demasiada merced.

Esto de en tan breve tiempo, ya puede ser fuese más, sino que se hace muy poco (1). Temí no fuese alguna ilusión, puesto que no me lo parecía. No sabía qué hacer, porque había gran vergüenza de ir al confesor (2) con esto; y no por humilde, a mi parecer, sino que me parecía había de burlar de mí y decir: que ¡qué San Pablo para ver cosas del cielo, o San Jerónimo! (3) Y por haber tenido estos santos gloriosos cosas de éstas me hacía más temor a mí, y no hacía sino llorar mucho, porque no me parecía llevaba ningún camino. En fin, aunque más sentí, fui al confesor, porque callar cosa jamás osaba, aunque más sintiese en decirla, por el gran miedo que tenía de ser engañada. El, como me vio tan fatigada, que me consoló mucho y dijo hartas cosas buenas para quitarme de pena.

2. Andando más el tiempo, me ha acaecido y acaece esto algunas veces.

Ibame el Señor mostrando más grandes secretos. Porque querer ver el alma más de lo que se representa, no hay ningún remedio, ni es posible, y así no veía más de lo que cada vez quería el Señor mostrarme. Era tanto, que lo menos bastaba para quedar espantada y muy aprovechada el alma para estimar y tener en poco todas las cosas de la vida.

Quisiera yo poder dar a entender algo de lo menos que entendía, y pensando cómo puede ser, hallo que es imposible; porque en sólo la diferencia que hay de esta luz que vemos a la que allá se representa, siendo todo luz, no hay comparación, porque la claridad del sol parece cosa muy desgustada (4). En fin, no alcanza la imaginación, por muy sutil que sea, a pintar ni trazar cómo será esta luz, ni ninguna cosa de las que el Señor me daba a entender con un deleite tan soberano que no se puede decir. Porque todos los sentidos gozan en tan alto grado y suavidad, que ello no se puede encarecer, y así es mejor no decir más.

3. Había una vez estado así más de una hora mostrándome el Señor cosas admirables, que no me parece se quitaba de cabe mí. Díjome: Mira, hija, qué pierden los que son contra Mí; no dejes de decírselo.

¡Ay, Señor mío, y qué poco aprovecha mi dicho a los que sus hechos los tienen ciegos, si Vuestra Majestad no les da luz! A algunas personas, que Vos la habéis dado, aprovechádose han de saber vuestras grandezas; mas venlas, Señor mío, mostradas a cosa tan ruin y miserable (5), que tengo yo en mucho que haya habido nadie que me crea. Bendito sea vuestro nombre y misericordia, que al menos a mí conocida mejoría he visto en mi alma.

Después quisiera ella estarse siempre allí y no tornar a vivir, porque fue grande el desprecio que me quedó de todo lo de acá: parecíame basura y veo yo cuán bajamente nos ocupamos los que nos detenemos en ello.

4. Cuando estaba con aquella señora que he dicho (6), me acaeció una vez, estando yo mala del corazón (porque, como he dicho (7), le he tenido recio, aunque ya no lo es), como era de mucha caridad, hízome sacar joyas de oro y piedras, que las tenía de gran valor, en especial una de diamantes que apreciaban en mucho. Ella pensó que me alegraran. Yo estaba riéndome entre mí y habiendo lástima de ver lo que estiman los hombres, acordándome de lo que nos tiene guardado el Señor, y pensaba cuán imposible me sería, aunque yo conmigo misma lo quisiese procurar, tener en algo a aquellas cosas, si el Señor no me quitaba la memoria de otras.

Esto es un gran señorío para el alma, tan grande que no sé si lo entenderá sino quien lo posee; porque es el propio y natural desasimiento, porque es sin trabajo nuestro; todo lo hace Dios, que muestra Su Majestad estas verdades de manera, que quedan tan imprimidas que se ve claro no lo pudiéramos por nosotros de aquella manera en tan breve tiempo adquirir.

5. Quedóme también poco miedo a la muerte, a quien yo siempre temía mucho. Ahora paréceme facilísima cosa para quien sirve a Dios, porque en un momento se ve el alma libre de esta cárcel (8) y puesta en descanso. Que este llevar Dios el espíritu y mostrarle cosas tan excelentes en estos arrebatamientos, paréceme a mí conforma mucho a cuando sale un alma del cuerpo, que en un instante se ve en todo este bien; dejemos los dolores de cuando se arranca, que hay poco caso que hacer de ellos; y a los que de veras amaren a Dios y hubieren dado de mano a las cosas de esta vida, más suavemente deben de morir.

6. También me parece me aprovechó mucho para conocer nuestra verdadera tierra (9) y ver que somos acá peregrinos, y es gran cosa ver lo que hay allá y saber adónde hemos de vivir. Porque si uno ha de ir a vivir de asiento a una tierra, esle gran ayuda, para pasar el trabajo del camino, haber visto que es tierra adonde ha de estar muy a su descanso, y también para considerar las cosas celestiales y procurar que nuestra conversación sea allá; (10) hácese con facilidad. Esto es mucha ganancia, porque sólo mirar el cielo recoge el alma; porque, como ha querido el Señor mostrar algo de lo que hay allá, estáse pensando, y acaéceme algunas veces ser los que me acompañan y con los que me consuelo los que sé que allá viven, y parecerme aquéllos verdaderamente los vivos, y los que acá viven, tan muertos, que todo el mundo me parece no me hace compañía, en especial cuando tengo aquellos ímpetus.

7. Todo me parece sueño lo que veo, y que es burla, con los ojos del cuerpo (11). Lo que he ya visto con los del alma, es lo que ella desea, y como se ve lejos, éste es el morir. En fin, es grandísima la merced que el Señor hace a quien da semejantes visiones, porque la ayuda mucho, y también a llevar una pesada cruz, porque todo no la satisface (12), todo le da en rostro. Y si el Señor no permitiese a veces se olvidase, aunque se torna a acordar, no sé cómo se podría vivir. ¡Bendito sea y alabado por siempre jamás!

Plega a Su Majestad, por la sangre que su Hijo derramó por mí, que ya que ha querido entienda algo de tan grandes bienes y que comience en alguna manera a gozar de ellos, no me acaezca lo que a Lucifer, que por su culpa lo perdió todo. No lo permita por quien El es, que no tengo poco temor algunas veces; aunque por otra parte, y lo muy ordinario, la misericordia de Dios me pone seguridad, que, pues me ha sacado de tantos pecados, no querrá dejarme de su mano para que me pierda.

Esto suplico yo a vuestra merced (13) siempre le suplique.

8. Pues no son tan grandes las mercedes dichas, a mi parecer, como ésta que ahora diré, por muchas causas y grandes bienes que de ella me quedaron y gran fortaleza en el alma; aunque, mirada cada cosa por sí, es tan grande, que no hay qué comparar.

9. Estaba un día, víspera del Espíritu Santo, después de misa (14). Fuime a una parte bien apartada, adonde yo rezaba muchas veces, y comencé a leer en un Cartujano esta fiesta (15). Y leyendo las señales que han de tener los que comienzan y aprovechan y los perfectos, para entender está con ellos el Espíritu Santo, leídos estos tres estados, parecióme, por la bondad de Dios, que no dejaba de estar conmigo, a lo que yo podía entender. Estándole alabando y acordándome de otra vez que lo había leído, que estaba bien falta de todo aquello, que lo veía yo muy bien, así como ahora entendía lo contrario de mí, y así conocí era merced grande la que el Señor me había hecho. Y así comencé a considerar el lugar que tenía en el infierno merecido por mis pecados, y daba muchos loores a Dios, porque no me parecía conocía mi alma según la veía trocada. Estando en esta consideración, diome un ímpetu grande, sin entender yo la ocasión. Parecía que el alma se me quería salir del cuerpo, porque no cabía en ella (16) ni se hallaba capaz de esperar tanto bien. Era ímpetu tan excesivo, que no me podía valer y, a mi parecer, diferente de otras veces, ni entendía qué había el alma, ni qué quería, que tan alterada estaba. Arriméme, que aun sentada no podía estar, porque la fuerza natural me faltaba toda.

10. Estando en esto, veo sobre mi cabeza una paloma, bien diferente de las de acá, porque no tenía estas plumas, sino las alas de unas conchicas que echaban de sí gran resplandor. Era grande más que paloma. Paréceme que oía el ruido que hacía con las alas. Estaría aleando espacio de un avemaría. Ya el alma estaba de tal suerte, que, perdiéndose a sí de sí, la perdió de vista (17).

Sosegóse el espíritu con tan buen huésped, que, según mi parecer, la merced tan maravillosa le debía de desasosegar y espantar; y como comenzó a gozarla, quitósele el miedo y comenzó la quietud con el gozo, quedando en arrobamiento.

11. Fue grandísima la gloria de este arrobamiento. Quedé lo más de la Pascua (18) tan embobada y tonta, que no sabía qué me hacer, ni cómo cabía en mí tan gran favor y merced. No oía ni veía, a manera de decir, con gran gozo interior. Desde aquel día entendí quedar con grandísimo aprovechamiento en más subido amor de Dios y las virtudes muy más fortalecidas. Sea bendito y alabado por siempre, amén.

12. Otra vez vi la misma paloma sobre la cabeza de un padre de la Orden de Santo Domingo (19), salvo que me pareció los rayos y resplandor de las mismas alas que se extendían mucho más. Dióseme a entender había de traer almas a Dios.

13. Otra vez vi estar a nuestra Señora poniendo una capa muy blanca al Presentado de esta misma Orden (20), de quien he tratado algunas veces. Díjome que por el servicio que la había hecho en ayudar a que se hiciese esta casa le daba aquel manto en señal que guardaría su alma en limpieza de ahí adelante y que no caería en pecado mortal (21). Yo tengo cierto que así fue; porque desde a pocos años murió (22), y su muerte y lo que vivió fue con tanta penitencia la vida, y la muerte con tanta santidad, que, a cuanto se puede entender, no hay que poner duda. Díjome un fraile que había estado a su muerte, que antes que expirase le dijo cómo estaba con él Santo Tomás. Murió con gran gozo y deseo de salir de este destierro. Después me ha aparecido algunas veces con muy gran gloria y díchome algunas cosas. Tenía tanta oración que, cuando murió, que con la gran flaqueza la quisiera excusar, no podía, porque tenía muchos arrobamientos. Escribióme poco antes que muriese, que qué medio tendría; porque, como acababa de decir misa, se quedaba con arrobamiento mucho rato (23), sin poderlo excusar. Diole Dios al fin el premio de lo mucho que había servido toda su vida.

14. Del rector de la Compañía de Jesús que algunas veces he hecho de él mención (24) he visto algunas cosas de grandes mercedes que el Señor le hacía, que, por no alargar, no las pongo aquí. Acaecióle una vez un gran trabajo, en que fue muy perseguido, y se vio muy afligido. Estando yo un día oyendo misa, vi a Cristo en la cruz cuando alzaba la Hostia; díjome algunas palabras que le dijese de consuelo, y otras previniéndole de lo que estaba por venir y poniéndole delante lo que había padecido por él, y que se aparejase para sufrir. Diole esto mucho consuelo y ánimo, y todo ha pasado después como el Señor me lo dijo.

15. De los de la Orden de este Padre, que es la Compañía de Jesús, toda la Orden junta he visto grandes cosas: vilos en el cielo con banderas blancas en las manos algunas veces, y, como digo, otras cosas he visto de ellos de mucha admiración; y así tengo esta Orden en gran veneración, porque los he tratado mucho y veo conforma su vida con lo que el Señor me ha dado de ellos a entender.

16. Estando una noche en oración, comenzó el Señor a decirme algunas palabras trayéndome a la memoria por ellas cuán mala había sido mi vida, que me hacían harta confusión y pena; porque, aunque no van con rigor, hacen un sentimiento y pena que deshacen, y siéntese más aprovechamiento de conocernos con una palabra de éstas que en muchos días que nosotros consideremos nuestra miseria, porque trae consigo esculpida una verdad que no la podemos negar. Representóme las voluntades con tanta vanidad que había tenido, y díjome que tuviese en mucho querer que se pusiese en El voluntad que tan mal se había gastado como la mía, y admitirla El.

Otras veces me dijo que me acordase cuando parece tenía por honra el ir contra la suya. Otras, que me acordase lo que le debía; que, cuando yo le daba mayor golpe, estaba El haciéndome mercedes. Si tenía algunas faltas, que no son pocas, de manera me las da Su Majestad a entender, que toda parece me deshago, y como tengo muchas, es muchas veces. Acaecíame reprenderme el confesor, y quererme consolar en la oración y hallar allí la reprensión verdadera.

17. Pues tornando a lo que decía (25), como comenzó el Señor a traerme a la memoria mi ruin vida, a vuelta de mis lágrimas (como yo entonces no había hecho nada, a mi parecer), pensé si me quería hacer alguna merced. Porque es muy ordinario, cuando alguna particular merced recibo del Señor, haberme primero deshecho a mí misma, para que vea más claro cuán fuera de merecerlas yo son; pienso lo debe el Señor de hacer.

Desde a un poco, fue tan arrebatado mi espíritu, que casi me pareció estaba del todo fuera del cuerpo; al menos no se entiende que se vive en él. Vi a la Humanidad sacratísima con más excesiva gloria que jamás la había visto. Representóseme por una noticia admirable y clara estar metido en los pechos del Padre (26). Esto no sabré yo decir cómo es, porque sin ver me pareció me vi presente (27) de aquella Divinidad. Quedé tan espantada y de tal manera, que me parece pasaron algunos días que no podía tornar en mí; y siempre me parecía traía presente aquella majestad del Hijo de Dios, aunque no era como la primera. Esto bien lo entendía yo, sino que queda tan esculpido en la imaginación, que no lo puede quitar de sí por en breve que haya pasado (28) por algún tiempo, y es harto consuelo y aun aprovechamiento.

18. Esta misma visión he visto otras tres veces. Es, a mi parecer, la más subida visión que el Señor me ha hecho merced que vea, y trae consigo grandísimos provechos. Parece que purifica el alma en gran manera, y quita la fuerza casi del todo a esta nuestra sensualidad (29). Es una llama grande, que parece abrasa y aniquila todos los deseos de la vida; porque ya que yo, gloria a Dios, no los tenía en cosas vanas, declaróseme aquí bien cómo era todo vanidad, y cuán vanos, y cuán vanos (30) son los señoríos de acá. Y es un enseñamiento grande para levantar los deseos en la pura verdad. Queda imprimido un acatamiento que no sabré yo decir cómo, mas es muy diferente de lo que acá podemos adquirir. Hace un espanto al alma grande de ver cómo osó, ni puede nadie osar, ofender una majestad tan grandísima.

19. Algunas veces habré dicho estos efectos de visiones y otras cosas, mas ya he dicho (31) que hay más y menos aprovechamiento; de ésta queda grandísimo.

Cuando yo me llegaba a comulgar y me acordaba de aquella majestad grandísima que había visto, y miraba que era el que estaba en el Santísimo Sacramento (y muchas veces quiere el Señor que le vea en la Hostia), los cabellos se me espeluzaban (32), y toda parecía me aniquilaba. ¡Oh Señor mío! Mas si no encubrierais vuestra grandeza, ¿quién osara llegar tantas veces a juntar cosa tan sucia y miserable con tan gran majestad? ¡Bendito seáis, Señor! Alaben os los ángeles y todas las criaturas, que así medís las cosas con nuestra flaqueza, para que, gozando de tan soberanas mercedes, no nos espante vuestro gran poder de manera que aun no las osemos gozar, como gente flaca y miserable.

20. Podríanos acaecer lo que a un labrador, y esto sé cierto que pasó así; hallóse un tesoro, y como era más que cabía en su ánimo, que era bajo, en viéndose con él le dio una tristeza, que poco a poco se vino a morir de puro afligido y cuidadoso de no saber qué hacer de él. Si no le hallara junto, sino que poco a poco se le fueran dando y sustentando con ello, viviera más contento que siendo pobre, y no le costara la vida.

21. ¡Oh riqueza de los pobres, y qué admirablemente sabéis sustentar las almas y, sin que vean tan grandes riquezas, poco a poco se las vais mostrando!

Cuando yo veo una majestad tan grande disimulada en cosa tan poca como es la Hostia, es así que después acá a mí me admira sabiduría tan grande, y no sé cómo me da el Señor ánimo ni esfuerzo para llegarme a El; si El, que me ha hecho tan grandes mercedes y hace, no me le diese, ni sería posible poderlo disimular, ni dejar de decir a voces tan grandes maravillas. ¿Pues qué sentirá una miserable como yo, cargada de abominaciones y que con tan poco temor de Dios ha gastado su vida, de verse llegar a este Señor de tan gran majestad cuando quiere que mi alma le vea? ¿Cómo ha de juntar boca, que tantas palabras ha hablado contra el mismo Señor, a aquel cuerpo gloriosísimo, lleno de limpieza y de piedad? Que duele mucho más y aflige al alma, por no le haber servido, el amor que muestra aquel rostro de tanta hermosura con una ternura y afabilidad, que temor pone la majestad que ve en El.

Mas ¿qué podría yo sentir dos veces que vi esto que diré? (33).

22. Cierto, Señor mío y gloria mía, que estoy por decir que, en alguna manera, en estas grandes aflicciones que siente mi alma he hecho algo en vuestro servicio. ¡Ay... que no sé qué me digo..., que casi sin hablar yo, escribo ya esto!; porque me hallo turbada y algo fuera de mí, como he tornado a traer a mi memoria estas cosas. Bien dijera, si viniera de mí este sentimiento, que había hecho algo por Vos, Señor mío. Mas, pues no puede haber buen pensamiento si Vos no le dais, no hay qué me agradecer. Yo soy la deudora, Señor, y Vos el ofendido.

23. Llegando una vez a comulgar, vi dos demonios con los ojos del alma (34), más claro que con los del cuerpo, con muy abominable figura. Paréceme que los cuernos rodeaban la garganta del pobre sacerdote, y vi a mi Señor con la majestad que tengo dicha puesto en aquellas manos, en la Forma que me iba a dar, que se veía claro ser ofendedoras suyas; y entendí estar aquel alma en pecado mortal.

¿Qué sería, Señor mío, ver vuestra hermosura entre figuras tan abominables? Estaban ellos como amedrentados y espantados delante de Vos, que de buena gana parece que huyeran si Vos los dejarais ir. Diome tan gran turbación, que no sé cómo pude comulgar, y quedé con gran temor, pareciéndome que, si fuera visión de Dios, que no permitiera Su Majestad viera yo el mal que estaba en aquel alma. Díjome el mismo Señor que rogase por él, y que lo había permitido para que entendiese yo la fuerza que tienen las palabras de la consagración, y cómo no deja Dios de estar allí por malo que sea el sacerdote que las dice, y para que viese su gran bondad, cómo se pone en aquellas manos de su enemigo, y todo para bien mío y de todos.

Entendí bien cuán más obligados están los sacerdotes a ser buenos que otros, y cuán recia cosa es tomar este Santísimo Sacramento indignamente (35), y cuán señor es el demonio del alma que está en pecado mortal. Harto gran provecho me hizo y harto conocimiento me puso de lo que debía a Dios. Sea bendito por siempre jamás.

24. Otra vez me acaeció así otra cosa que me espantó muy mucho. Estaba en una parte adonde se murió cierta persona que había vivido harto mal, según supe, y muchos años; mas había dos que tenía enfermedad y en algunas cosas parece estaba con enmienda. Murió sin confesión, mas, con todo esto, no me parecía a mí que se había de condenar. Estando amortajando el cuerpo, vi muchos demonios tomar aquel cuerpo, y parecía que jugaban con él, y hacían también justicias en él, que a mí me puso gran pavor, que con garfios grandes le traían de uno en otro. Como le vi llevar a enterrar con la honra y ceremonias que a todos, yo estaba pensando la bondad de Dios cómo no quería fuese infamada aquel alma, sino que fuese encubierto ser su enemiga.

25. Estaba yo medio boba de lo que había visto. En todo el Oficio no vi más demonio. Después, cuando echaron el cuerpo en la sepultura, era tanta la multitud que estaban dentro para tomarle, que yo estaba fuera de mí de verlo, y no era menester poco ánimo para disimularlo. Consideraba qué harían de aquel alma cuando así se enseñoreaban del triste cuerpo. Pluguiera al Señor que esto que yo vi ¡cosa tan espantosa! vieran todos los que están en mal estado, que me parece fuera gran cosa para hacerlos vivir bien.

Todo esto me hace más conocer lo que debo a Dios y de lo que me ha librado. Anduve harto temerosa hasta que lo traté con mi confesor, pensando si era ilusión del demonio para infamar aquel alma, aunque no estaba tenida por de mucha cristiandad. Verdad es que, aunque no fuese ilusión, siempre me hace temor que se me acuerda (36).

26. Ya que he comenzado a decir de visiones de difuntos, quiero decir algunas cosas que el Señor ha sido servido en este caso que vea de algunas almas. Diré pocas, por abreviar y por no ser necesario, digo, para ningún aprovechamiento.

Dijéronme era muerto un nuestro Provincial (37) que había sido, (y cuando murió, lo era de otra Provincia), a quien yo había tratado y debido algunas buenas obras. Era persona de muchas virtudes. Como lo supe que era muerto, diome mucha turbación, porque temí su salvación, que había sido veinte años prelado, cosa que yo temo mucho, cierto, por parecerme cosa de mucho peligro tener cargo de almas, y con mucha fatiga me fui a un oratorio. Dile todo el bien que había hecho en mi vida (38), que sería bien poco, y así lo dije al Señor que supliesen los méritos suyos lo que había menester aquel alma para salir de purgatorio.

27. Estando pidiendo esto al Señor lo mejor que yo podía, parecióme salía del profundo de la tierra a mi lado derecho, y vile subir al cielo con grandísima alegría. El era ya bien viejo, mas vile de edad de treinta años, y aun menos me pareció, y con resplandor en el rostro. Pasó muy en breve esta visión; mas en tanto extremo quedé consolada, que nunca me pudo dar más pena su muerte, aunque veía fatigadas personas hartas por él, que era muy bienquisto. Era tanto el consuelo que tenía mi alma, que ninguna cosa se me daba, ni podía dudar en que era buena visión, digo que no era ilusión.

Había no más de quince días que era muerto. Con todo, no descuidé de procurar le encomendasen a Dios y hacerlo yo, salvo que no podía con aquella voluntad que si no hubiera visto esto; porque, cuando así el Señor me lo muestra y después las quiero encomendar a Su Majestad, paréceme, sin poder más, que es como dar limosna al rico. Después supe porque murió bien lejos de aquí la muerte que el Señor le dio, que fue de tan gran edificación, que a todos dejó espantados del conocimiento y lágrimas y humildad con que murió.

28. Habíase muerto una monja en casa (39), había poco más de día y medio, harto sierva de Dios. Estando diciendo una lección de difuntos una monja, que se decía por ella en el coro, yo estaba en pie para ayudarla a decir el verso; a la mitad de la lección la vi, que me pareció salía el alma de la parte que la pasada y que se iba al cielo. Esta no fue visión imaginaria como la pasada, sino como otras que he dicho; mas no se duda más que las que se ven (40).

29. Otra monja se murió en mi misma casa: de hasta dieciocho o veinte años, siempre había sido enferma y muy sierva de Dios, amiga del coro y harto virtuosa. Yo, cierto, pensé no entrara en purgatorio, porque eran muchas las enfermedades que había pasado, sino que le sobraran méritos. Estando en las Horas (41) antes que la enterrasen, habría cuatro horas que era muerta, entendí salir del mismo lugar e irse al cielo.

30. Estando en un colegio de la Compañía de Jesús (42), con los grandes trabajos que he dicho tenía algunas veces y tengo de alma y de cuerpo, estaba de suerte que aun un buen pensamiento, a mi parecer, no podía admitir. Habíase muerto aquella noche un hermano (43) de aquella casa de la Compañía, y estando como podía encomendándole a Dios y oyendo misa de otro padre de la Compañía por él, diome un gran recogimiento y vile subir al cielo con mucha gloria y al Señor con él. Por particular favor entendí era ir Su Majestad con él.

31. Otro fraile de nuestra Orden, harto buen buen fraile (44), estaba muy malo y, estando yo en misa, me dio un recogimiento y vi cómo era muerto y subir al cielo sin entrar en purgatorio. Murió a aquella hora que yo lo vi, según supe después. Yo me espanté de que no había entrado en purgatorio. Entendí que por haber sido fraile que había guardado bien su profesión, le habían aprovechado las Bulas de la Orden para no entrar en purgatorio (45). No entiendo por qué entendí esto. Paréceme debe ser porque no está el ser fraile en el hábito digo en traerle para gozar del estado de más perfección que es ser fraile.

32. No quiero decir más de estas cosas; porque, como he dicho (46), no hay para qué, aunque son hartas las que el Señor me ha hecho merced que vea. Mas no he entendido, de todas las que he visto, dejar ningún alma de entrar en purgatorio, si no es la de este Padre y el santo fray Pedro de Alcántara y el padre dominico que queda dicho (47). De algunos ha sido el Señor servido vea los grados que tienen de gloria, representándoseme en los lugares que se ponen. Es grande la diferencia que hay de unos a otros (48).

NOTAS CAPÍTULO 38

1 Es decir, me parece o se me hace muy breve tiempo.

2 Por lapsus material, en el autógrafo repite la palabra "confesor". Era probablemente el P. Baltasar.

3 Alusión al rapto de san Pablo (2 Cor 12, 2-4) y a la visión de san Jerónimo (Carta a Eustoquio: ML, 22, 416). La Santa la había leído en su juventud (c. 3, 7; y c. 11, 10).

4 Desgustada: deslustrada.

5 Se refiere a sí misma. Cf. c. 18, 4.

6 Ha hablado de Doña Luisa de la Cerda en el c. 34, 1 y ss.

7 De su mal de corazón ha hablado en los cc. 4, 5; 5, 7; 6, 1-2.5; 7, 11, etc.

8 Esta cárcel del cuerpo: es imagen de origen paulino, y tópico en la literatura espiritual de su tiempo: cf. c. 20, 25 ("esta cárcel de esta vida") y el poema "Vivo sin vivir" ("esta cárcel y estos hierros en que el alma está metida").

9 Tierra en acepción de "patria".

10 Eco del texto bíblico de Flp 3, 20 (ya presente en el c. 24, 5).

11 En orden: "todo lo que veo con los ojos del cuerpo me parece sueño... y burla" (cf. fray Luis p. 490). - Ya se había expresado así en el c. 16, 6. Y más adelante, en c. 40, 22.

12 Todo no la satisface: nada la satisface.

13 Dialoga de nuevo con García de Toledo.

14 Era la víspera de Pentecostés. Esa parte bien apartada a que se retiró la Santa era una de las ermitas del monasterio de San José. Muchos años más tarde, otra vez en víspera de Pentecostés, esta gracia mística provocará otra no menos espléndida, pero más apostólica y memorable. Comienza así la Merced 67: "Estando en San José de Avila, víspera de Pascua del Espíritu Santo, en la ermita de Nazaret, considerando en una grandísima merced que nuestro Señor me había hecho en tal día como éste, 20 años había, poco más o menos...". La Santa misma dató esta segunda merced en 1579. La primera no pudo suceder en 1559 ("veinte años..."), sino muy probablemente el 29 de mayo de 1563.

15 Leer en un Cartujano": Llamábanse "Cartujanos" los volúmenes de la Vida de Cristo escritos en latín por el "cartujo" LUDOLFO DE SAJONIA y, por orden del cardenal Cisneros, traducidos por Ambrosio de Montesinos (editados en Alcalá 1502, 1503, etc.). La meditación de Pentecostés trata de los "incipientes", "proficientes" y "perfectos", que son los "tres estados" de la vida espiritual, a que aludirá enseguida la Santa.

16 Quizás es un lapsus, por "no cabía en él" (en el cuerpo). "No cabía en mí", escribe enseguida (n. 11).

17 Perdiéndose a sí de sí: terminología mística para indicar el ingreso en el éxtasis.

18 Lo más de la Pascua: la mayor parte del día de Pentecostés (o incluso de la semana de Pentecostés).

19 "Fray Pedro Ibáñez", anota el P. Gracián en su libro.

20 De nuevo anota Gracián: "Fray Pedro Ibáñez".

21 En el libro, es uno de los pocos casos alusivos a la llamada "confirmación en gracia". - Compárese el simbolismo de la visión con la referida en el c. 33, 14.

22 Desde a pocos años: pocos años después. - Al margen del autógrafo apostilla el P. Ibáñez: "Este Padre murió en Trianos". Fecha de su muerte: 2.2.1565.

23 Mucho rato: palabras añadidas al margen por la Santa.

24 El P. Gracián anota en su ejemplar: "Baltasar Alvarez". Con él coincide María de San José (Salazar). No es segura esa atribución. Por esas fechas (1562-1565), el P. Baltasar no había sido "rector", sino "ministro" (cf. 29, 5; 33, 8). Al ser retirado de Avila el Rector, P. Gaspar de Salazar, el P. Baltasar hizo sus veces, pero sin título de rector. Por ello es dudoso a cuál de los dos se refiere el presente pasaje de la Santa. Véase la Vida del P. Baltasar por La Puente, c. 23).

25 Tornando a lo que decía: al episodio del n. 16. - A continuación: A vuelta de mis lágrimas: con ocasión de mis lágrimas. Cf. el mismo giro en el c. 39, 1.

26 Estar metido: Cristo, de cuya Humanidad viene hablando.

27Porque sin ver... me vi presente: es decir, con visión intelectual, como la referida en el c. 27, 2.

28 En otro orden: "queda tan esculpido..., que, por en breve que haya pasado, no lo puede quitar de sí en algún tiempo".

29 Sensualidad: la parte sensitiva o sensible del compuesto humano (cf. c. 3, 2 nota).

30 Repetición enfática, como en otros casos: c. 10, 7 nota.

31 De los efectos de las visiones habló en el c. 28, nn. 10-13, y c. 32, n. 12. De la diferencia de grados entre unas y otras en el c. 37, 2.

32 Espeluzan: cf. c. 20, 7.

33 Lo referirá en el n. 23.

34 Los ojos del alma: con la vista interior. Como otras veces, alude a la visión mística no intelectual.

35 Es un eco del texto paulino de la 1 Cor 11, 27.

36 Fray Luis ordenó la frase: "siempre que se me acuerda me hace temor" (p. 503).

37 Un nuestro Provincial: Gregorio Fernández. Murió en 1561, siendo Provincial de los Carmelitas de Andalucía. Había sido Provincial de Castilla en 1550-1556. También había sido prior del Carmen de Avila.

38 Dile todo el bien... de mi vida: se lo ofrecí al Señor por él...

39 En casa: en la Encarnación. Cuando esto escribe, ninguna monja había fallecido en San José.

40 Es decir, no fue visión imaginaria sino intelectual... - Más que las que se ven: más que las imaginarias.

41 En las Horas: en el rezo del Oficio litúrgico.

42 Colegio de la Compañía: San Gil de Avila. Alude a los años de grandes sufrimientos ya narrados en los cc. 23-25, con "grandísimos trabajos de alma, junto con tormentos y dolores de cuerpo" (c. 30, 6).

43 Era el Hermano Alonso de Henao, venido del colegio de Alcalá y fallecido el 11.4.1557.

44 "Fray Matía", advierte Gracián en su libro. Se trata de fray Diego Matía, carmelita de Avila, que en algún tiempo fue confesor de la Encarnación.

45 Alude a los privilegios de la llamada Bula Sabatina.

46 En el c. 37, 1... Lo repetirá en el c. 39, 20 y c. 40, 17.

47 El P. Pedro Ibáñez: c. 38, 13.

48 Cf. el texto de San Pablo en 1 Cor 15, 41.

 

CAPÍTULO 39

Prosigue en la misma materia de decir las grandes mercedes que le ha hecho el Señor.  Trata de cómo le prometió de hacer por las personas que ella le pidiese. Dice algunas cosas señaladas en que le ha hecho Su Majestad este favor.

1. Estando yo una vez importunando al Señor mucho porque diese vista a una persona que yo tenía obligación (1), que la había del todo casi perdido, yo teníale gran lástima y temía por mis pecados no me había el Señor de oír. Aparecióme como otras veces (2) y comenzóme a mostrar la llaga de la mano izquierda, y con la otra sacaba un clavo grande que en ella tenía metido. Parecíame que a vuelta del clavo (3) sacaba la carne. Veíase bien el gran dolor, que me lastimaba mucho, y díjome que quien aquello había pasado por mí, que no dudase sino que mejor haría lo que le pidiese; que El me prometía que ninguna cosa le pidiese que no la hiciese (4), que ya sabía El que yo no pediría sino conforme a su gloria, y que así haría esto que ahora pedía; que aun cuando no le servía, mirase yo que no le había pedido cosa que no la hiciese mejor que yo lo sabía pedir, que cuán mejor lo haría ahora que sabía le amaba, que no dudase de esto.

No creo pasaron ocho días, que el Señor no tornó la vista (5) a aquella persona. Esto supo mi confesor luego. Ya puede ser no fuese por mi oración; mas yo como había visto esta visión, quedóme una certidumbre que, por merced hecha a mí, di a Su Majestad las gracias.

2. Otra vez estaba una persona muy enfermo de una enfermedad muy penosa, que por ser no sé de qué hechura, no la señalo aquí (6). Era cosa incomportable lo que había dos meses que pasaba y estaba en un tormento que se despedazaba. Fuele a ver mi confesor, que era el Rector que he dicho (7), y húbole gran lástima, y díjome que en todo caso le fuese a ver, que era persona que yo lo podía hacer, por ser mi deudo. Yo fui y movióme a tener de él tanta piedad, que comencé muy importunamente a pedir su salud al Señor. En esto vi claro, a todo mi parecer, la merced que me hizo; porque luego otro día estaba del todo bueno de aquel dolor.

3. Estaba una vez con grandísima pena, porque sabía que una persona, a quien yo tenía mucha obligación, quería hacer una cosa harto contra Dios y su honra, y estaba ya muy determinado a ello. Era tanta mi fatiga, que no sabía qué hacer. Remedio para que lo dejase, ya parecía que no le había. Supliqué a Dios muy de corazón que le pusiese; mas hasta verlo, no podía aliviarse mi pena.

Fuime, estando así, a una ermita bien apartada (8), que las hay en este monasterio, y estando en una, adonde está Cristo a la Columna, suplicándole me hiciese esta merced, oí que me hablaba una voz muy suave, como metida en un silbo. Yo me espelucé toda, que me hizo temor, y quisiera entender lo que me decía, mas no pude, que pasó muy en breve. Pasado mi temor, que fue presto, quedé con un sosiego y gozo y deleite interior, que yo me espanté que sólo oír una voz (que esto oílo con los oídos corporales y sin entender palabra) hiciese tanta operación (9) en el alma. En esto vi que se había de hacer lo que pedía, y así fue que se me quitó del todo la pena en cosa que aún no era, como si lo viera hecho, como fue después. Díjelo a mis confesores, que tenía entonces dos, harto letrados y siervos de Dios (10).

4. Sabía que una persona que se había determinado a servir muy de veras a Dios y tenido algunos días oración y en ella le hacía Su Majestad muchas mercedes, y que por ciertas ocasiones que había tenido la había dejado, y aún no se apartaba de ellas, y eran bien peligrosas. A mi me dio grandísima pena por ser persona a quien quería mucho y debía. Creo fue más de un mes que no hacía sino suplicar a Dios tornase esta alma a Sí.

Estando un día en oración, vi un demonio cabe mí que hizo unos papeles que tenía en la mano pedazos con mucho enojo. A mí me dio gran consuelo, que me pareció se había hecho lo que pedía; y así fue, que después lo supe que había hecho una confesión con gran contrición, y tornóse tan de veras a Dios, que espero en Su Majestad ha de ir siempre muy adelante. Sea bendito por todo, amén.

5. En esto de sacar nuestro Señor almas de pecados graves por suplicárselo yo, y otras traídolas a más perfección, es muchas veces. Y de sacar almas de purgatorio y otras cosas señaladas, son tantas las mercedes que en esto el Señor me ha hecho, que sería cansarme y cansar a quien lo leyese si las hubiese de decir, y mucho más en salud de almas que de cuerpos. Esto ha sido cosa muy conocida y que de ello hay hartos testigos. Luego luego dábame mucho escrúpulo, porque yo no podía dejar de creer que el Señor lo hacía por mi oración. Dejemos ser lo principal, por sola su bondad. Mas son ya tantas las cosas y tan vistas de otras personas, que no me da pena creerlo, y alabo a Su Majestad y háceme confusión, porque veo soy más deudora, y háceme a mi parecer crecer el deseo de servirle, y avívase el amor. Y lo que más me espanta es que las que el Señor ve no convienen, no puedo, aunque quiero, suplicárselo, sino con tan poca fuerza y espíritu y cuidado, que, aunque más yo quiero forzarme, es imposible, como otras cosas que Su Majestad ha de hacer, que veo yo que puedo pedirlo muchas veces y con gran importunidad. Aunque yo no traiga este cuidado, parece que se me representa delante.

6. Es grande la diferencia de estas dos maneras de pedir, que no sé cómo lo declarar; porque aunque lo uno pido (que no dejo de esforzarme a suplicarlo al Señor, aunque no sienta en mí aquel hervor que en otras, aunque mucho me toquen), es como quien tiene trabada la lengua, que aunque quiera hablar no puede, y si habla, es de suerte que ve que no le entienden; o como quien habla claro y despierto a quien ve que de buena gana le está oyendo (11). Lo uno se pide, digamos ahora, como oración vocal, y lo otro en contemplación tan subida, que se representa el Señor de manera que se entiende que nos entiende y que se huelga Su Majestad de que se lo pidamos y de hacernos merced.

Sea bendito por siempre, que tanto da y tan poco le doy yo. Porque ¿qué hace, Señor mío, quien no se deshace toda por Vos? ¡Y qué de ello, qué de ello, qué de ello y otras mil veces lo puedo decir, me falta para esto! Por eso no había de querer vivir (aunque hay otras causas), porque no vivo conforme a lo que os debo. ¡Con qué de imperfecciones me veo! ¡Con qué flojedad en serviros! Es cierto que algunas veces me parece querría estar sin sentido, por no entender tanto mal de mí. El, que puede, lo remedie.

7. Estando en casa de aquella señora que he dicho (12), adonde había menester estar con cuidado y considerar siempre la vanidad que consigo traen todas las cosas de la vida, porque estaba muy estimada y era muy loada y ofrecíanse hartas cosas a que me pudiera bien apegar, si mirara a mí; mas miraba el que tiene verdadera vista a no me dejar de su mano (13).

8. Ahora que digo de "verdadera vista", me acuerdo de los grandes trabajos que se pasan en tratar (personas a quien Dios ha llegado a conocer lo que es verdad) en estas cosas de la tierra, adonde tanto se encubre, como una vez el Señor me dijo. Que muchas cosas de las que aquí escribo, no son de mi cabeza, sino que me las decía este mi Maestro celestial. Y porque en las cosas que yo señaladamente digo "esto entendí", o "me dijo el Señor", se me hace escrúpulo grande poner o quitar una sola sílaba que sea; así, cuando puntualmente no se me acuerda bien todo, va dicho como de mío; porque algunas cosas también lo serán; no llamo mío lo que es bueno, que ya sé no hay cosa en mí, sino lo que tan sin merecerlo me ha dado el Señor; sino llamo "dicho de mí", no ser dado a entender en revelación.

9. Mas ¡ay Dios mío, y cómo aun en las espirituales queremos muchas veces entender las cosas por nuestro parecer, y muy torcidas de la verdad también, como en las del mundo, y nos parece que hemos de tasar nuestro aprovechamiento por los años que tenemos algún ejercicio de oración, y aun parece queremos poner tasa a quien sin ninguna da sus dones cuando quiere, y puede dar en medio año más a uno que a otro en muchos! Y es cosa ésta que la tengo tan vista por muchas personas, que yo me espanto cómo nos podemos detener en esto.

10. Bien creo no estará en este engaño quien tuviere talento de conocer espíritus y le hubiere el Señor dado humildad verdadera; que éste juzga por los efectos y determinaciones y amor, y dale el Señor luz para que lo conozca. Y en esto mira el adelantamiento y aprovechamiento de las almas, que no en los años; que en medio (14) puede uno haber alcanzado más que otro en veinte. Porque, como digo, dalo el Señor a quien quiere y aun a quien mejor se dispone. Porque veo yo venir ahora a esta casa unas doncellas que son de poca edad (15), y en tocándolas Dios y dándoles un poco de luz y amor digo en un poco de tiempo que les hizo algún regalo, no le aguardaron, ni se les puso cosa delante, sin acordarse del comer, pues se encierran para siempre en casa sin renta, como quien no estima la vida por el que sabe que las ama. Déjanlo todo, ni quieren voluntad, ni se les pone delante que pueden tener descontento en tanto encerramiento y estrechura: todas juntas se ofrecen en sacrificio por Dios.

11. ¡Cuán de buena gana les doy yo aquí la ventaja y había de andar avergonzada delante de Dios! Porque lo que Su Majestad no acabó conmigo en tanta multitud de años como ha que comencé a tener oración y me comenzó a hacer mercedes, acaba con ellas en tres meses y aun con alguna en tres días, con hacerlas muchas menos que a mí, aunque bien las paga Su Majestad. A buen seguro que no están descontentas por lo que por El han hecho (16).

12. Para esto querría yo se nos acordase de los muchos años a los que los tenemos de profesión y las personas que los tienen de oración, y no para fatigar a los que en poco tiempo van más adelante, con hacerlos tornar atrás para que anden a nuestro paso; y a los que vuelan como águilas con las mercedes que les hace Dios, quererlos hacer andar como pollo trabado; (17) sino que pongamos los ojos en Su Majestad y, si los viéremos con humildad, darles la rienda; que el Señor que los hace tantas mercedes no los dejará despeñar. Fíanse ellos mismos de Dios, que esto les aprovecha la verdad que conocen de la fe, ¿y no los fiaremos nosotros, sino que queremos medirlos por nuestra medida conforme a nuestros bajos ánimos? No así, sino que, si no alcanzamos sus grandes efectos y determinaciones, porque sin experiencia se pueden mal entender, humillémonos y no los condenemos; que, con parecer que miramos su provecho, nos le quitamos a nosotros y perdemos esta ocasión que el Señor pone para humillarnos y para que entendamos lo que nos falta, y cuán más desasidas y llegadas a Dios deben estar estas almas que las nuestras, pues tanto Su Majestad se llega a ellas.

13. No entiendo otra cosa ni la querría entender, sino que oración de poco tiempo que hace efectos muy grandes, que luego se entienden (que es imposible que los haya, para dejarlo todo sólo por contentar a Dios, sin gran fuerza de amor), yo la querría más que la de muchos años, que nunca acabó de determinarse más al postrero que al primero a hacer cosa que sea nada por Dios, salvo si unas cositas menudas como sal, que no tienen peso ni tomo que parece un pájaro se las llevara en el pico, no tenemos por gran efecto y mortificación; que de algunas cosas hacemos caso, que hacemos por el Señor, que es lástima las entendamos, aunque se hiciesen muchas.

Yo soy ésta, y olvidaré las mercedes a cada paso. No digo yo que no las tendrá Su Majestad en mucho, según es bueno; mas querría yo no hacer caso de ellas, ni ver que las hago, pues no son nada. Mas perdonadme, Señor mío, y no me culpéis, que con algo me tengo de consolar, pues no os sirvo en nada, que si en cosas grandes os sirviera, no hiciera caso de las nonadas. ¡Bienaventuradas las personas que os sirven con obras grandes! Si con haberlas yo envidia y desearlo se me toma en cuenta, no quedaría muy atrás en contentaros; mas no valgo nada, Señor mío. Ponedme Vos el valor, pues tanto me amáis.

14. Acaecióme un día de estos que con traer un Breve de Roma para no poder tener renta este monasterio (18), se acabó del todo, que paréceme ha costado algún trabajo. Estando consolada de verlo así concluido y pensando los que había tenido y alabando al Señor que en algo se había querido servir de mí, comencé a pensar las cosas que había pasado. Y es así que en cada una de las que parecía eran algo, que yo había hecho, hallaba tantas faltas e imperfecciones, y a veces poco ánimo, y muchas poca fe; porque hasta ahora, que todo lo veo cumplido cuanto el Señor me dijo de esta casa (19) se había de hacer, nunca determinadamente lo acababa de creer, ni tampoco lo podía dudar. No sé cómo era esto. Es que muchas veces, por una parte me parecía imposible, por otra no lo podía dudar, digo creer que no se había de hacer. En fin, hallé lo bueno haberlo el Señor hecho todo de su parte, y lo malo yo; y así dejé de pensar en ello, y no querría se me acordase por no tropezar con tantas faltas mías. Bendito sea El, que de todas saca bien, cuando es servido, amén.

15. Pues digo que es peligroso ir tasando los años que se han tenido de oración, que aunque haya humildad, parece puede quedar un no sé qué de parecer se merece algo por lo servido. No digo yo que no lo merecen y les será bien pagado; mas cualquier espiritual que le parezca que por muchos años que haya tenido oración merece estos regalos de espíritu, tengo yo por cierto que no subirá a la cumbre de él. ¿No es harto que haya merecido le tenga Dios de su mano para no le hacer las ofensas que antes que tuviese oración le hacía, sino que le ponga pleito por sus dineros, como dicen? (20) No me parece profunda humildad. Ya puede ser lo sea; mas yo por atrevimiento lo tengo; pues yo, con tener poca humildad, no me parece jamás he osado. Ya puede ser que, como nunca he servido, no he pedido; por ventura si lo hubiera hecho, quisiera más que todos me lo pagara el Señor.

16. No digo yo que no va creciendo un alma y que no se lo dará Dios, si la oración ha sido humilde; mas que se olviden estos años, que es todo asco cuanto podemos hacer, en comparación de una gota de sangre de las que el Señor por nosotros derramó. Y si con servir más quedamos más deudores, ¿qué es esto que pedimos, pues si pagamos un maravedí de la deuda, nos tornan a dar mil ducados? Que, por amor de Dios, dejemos estos juicios, que son suyos. Estas comparaciones siempre son malas, aun en cosas de acá; pues ¿qué será en lo que sólo Dios sabe? Y lo mostró bien Su Majestad cuando pagó tanto a los postreros como a los primeros (21).

17. Es en tantas veces las que he escrito estas tres hojas y en tantos días porque he tenido y tengo, como he dicho (22), poco lugar, que se me había olvidado lo que comencé a decir (23), que era esta visión:

Vime estando en oración en un gran campo a solas. En rededor de mí mucha gente de diferentes maneras que me tenían rodeada. Todas me parece tenían armas en las manos para ofenderme: unas, lanzas; otras, espadas; otras, dagas y otras, estoques muy largos. En fin, yo no podía salir por ninguna parte sin que me pusiese a peligro de muerte, y sola, sin persona que hallase de mi parte. Estando mi espíritu en esta aflicción, que no sabía qué me hacer, alcé los ojos al cielo, y vi a Cristo, no en el cielo, sino bien alto de mí en el aire, que tendía la mano hacia mí, y desde allí me favorecía de manera que yo no temía toda la otra gente, ni ellos, aunque querían, me podían hacer daño.

18. Parece sin fruto esta visión, y hame hecho grandísimo provecho, porque se me dio a entender lo que significaba. Y poco después me vi casi en aquella batería y conocí ser aquella visión un retrato del mundo, que cuanto hay en él parece tiene armas para ofender a la triste alma. Dejemos los que no sirven mucho al Señor, y honras y haciendas y deleites y otras cosas semejantes, que está claro que, cuando no se cata (24), se ve enredada, al menos procuran todas estas cosas enredar; mas amigos, parientes y, lo que más me espanta, personas muy buenas, de todo me vi después tan apretada, pensando ellos que hacían bien, que yo no sabía cómo me defender ni qué hacer.

19. ¡Oh, válgame Dios! si dijese de las maneras y diferencias de trabajos que en este tiempo tuve, aun después de lo que atrás queda dicho (25), ¡cómo sería harto aviso para del todo aborrecerlo todo!

Fue la mayor persecución me parece de las que he pasado. Digo que me vi a veces de todas partes tan apretada, que sólo hallaba remedio en alzar los ojos al cielo y llamar a Dios. Acordábame bien de lo que había visto en esta visión. E hízome harto gran provecho para no confiar mucho de nadie, porque no le hay que sea estable sino Dios. Siempre en estos trabajos grandes me enviaba el Señor, como me lo mostró, una persona de su parte que me diese la mano, como me lo había mostrado en esta visión, sin ir asida a nada más de a contentar al Señor; que ha sido para sustentar esa poquita de virtud que yo tenía en desearos servir. ¡Seáis bendito por siempre!

20. Estando una vez muy inquieta y alborotada, sin poder recogerme, y en batalla y contienda, yéndoseme el pensamiento a cosas que no eran perfectas aún no me parece estaba con el desasimiento que suelo, como me vi así tan ruin, tenía miedo si las mercedes que el Señor me había hecho eran ilusiones. Estaba, en fin, con una oscuridad grande de alma. Estando con esta pena, comenzóme a hablar el Señor y díjome que no me fatigase, que en verme así entendería la miseria que era, si El se apartaba de mí, y que no había seguridad mientras vivíamos en esta carne. Dióseme a entender cuán bien empleada es esta guerra y contienda por tal premio, y parecióme tenía lástima el Señor de los que vivimos en el mundo. Mas que no pensase yo me tenía olvidada, que jamás me dejaría, mas que era menester hiciese yo lo que es en mí. Esto me dijo el Señor con una piedad y regalo, y con otras palabras en que me hizo harta merced, que no hay para qué decirlas (26).

21. Estas me dice Su Majestad muchas veces, mostrándome gran amor: Ya eres mía y Yo soy tuyo.

Las que yo siempre tengo costumbre de decir, y a mi parecer las digo con verdad, son: ¿Qué se me da, Señor, a mí de mí, sino de Vos? Son para mí estas palabras y regalos tan grandísima confusión, cuando me acuerdo la que soy, que como he dicho creo otras veces (27) y ahora lo digo algunas a mi confesor, más ánimo me parece es menester para recibir estas mercedes, que para pasar grandísimos trabajos. Cuando pasa, estoy casi olvidada de mis obras, sino un representárseme que soy ruin, sin discurso de entendimiento, que también me parece a veces sobrenatural.

22. Viénenme algunas veces unas ansias de comulgar tan grandes, que no sé si se podría encarecer. Acaecióme una mañana que llovía tanto, que no parece hacía para salir de casa. Estando yo fuera de ella, yo estaba ya tan fuera de mí con aquel deseo, que aunque me pusieran lanzas a los pechos, me parece entrara por ellas, cuánto más agua. Como llegué a la iglesia, diome un arrobamiento grande: parecióme vi abrir los cielos, no una entrada como otras veces he visto. Representóseme el trono que dije a vuestra merced he visto otras veces (28), y otro encima de él, adonde por una noticia que no sé decir, aunque no lo vi, entendí estar la Divinidad. Parecíame sostenerle unos animales; a mí me parece he oído una figura de estos animales; pensé si eran los evangelistas (29). Mas cómo estaba el trono, ni qué estaba en él, no lo vi, sino muy gran multitud de ángeles. Pareciéronme sin comparación con muy mayor hermosura que los que en el cielo he visto. He pensado si son serafines o querubines, porque son muy diferentes en la gloria, que parecía tener inflamamiento: es grande la diferencia, como he dicho (30). Y la gloria que entonces en mí sentí no se puede escribir ni aun decir, ni la podrá pensar quien no hubiere pasado por esto.

Entendí estar allí todo junto lo que se puede desear, y no vi nada. Dijéronme, y no sé quién, que lo que allí podía hacer era entender que no podía entender nada, y mirar lo nonada que era todo en comparación de aquello. Es así que se afrentaba después mi alma de ver que pueda parar en ninguna cosa criada, cuánto más aficionarse a ella, porque todo me parecía un hormiguero.

23. Comulgué y estuve en la misa, que no sé cómo pude estar. Parecióme había sido muy breve espacio. Espantéme cuando dio el reloj y vi que eran dos horas las que había estado en aquel arrobamiento y gloria. Espantábame después, cómo en llegando a este fuego, que parece viene de arriba, de verdadero amor de Dios (porque aunque más lo quiera y procure y me deshaga por ello, si no es cuando Su Majestad quiere, como he dicho otras veces (31), no soy parte para tener una centella de él), parece que consume el hombre viejo de faltas y tibieza y miseria; y a manera de como hace el ave fénix según he leído (32) y de la misma ceniza, después que se quema, sale otra, así queda hecha otra el alma después con diferentes deseos y fortaleza grande. No parece es la que antes, sino que comienza con nueva puridad el camino del Señor.

Suplicando yo a Su Majestad fuese así, y que de nuevo comenzase a servirle, me dijo: Buena comparación has hecho; mira no se te olvide para procurar mejorarte siempre.

24. Estando una vez con la misma duda que poco ha dije (33), si eran estas visiones de Dios, me apareció el Señor y me dijo con rigor: ¡Oh hijos de los hombres! ¿Hasta cuándo seréis duros de corazón? Que una cosa examinase bien en mí: si del todo estaba dada por suya, o no; que si lo estaba y lo era, que creyese no me dejaría perder.

Yo me fatigué mucho de aquella exclamación. Con gran ternura y regalo me tornó a decir que no me fatigase, que ya sabía que por mí no faltaría de ponerme a todo lo que fuese su servicio; que se haría todo lo que yo quería (y así se hizo lo que entonces le suplicaba); que mirase el amor que se iba aumentando en mí cada día para amarle, que en esto vería no ser demonio; que no pensase que consentía Dios tuviese tanta parte el demonio en las almas de sus siervos y que te pudiese dar la claridad de entendimiento y quietud que tienes. Diome a entender que habiéndome dicho tantas personas, y tales, que era Dios, que haría mal en no creerlo.

25. Estando una vez rezando el salmo de Quicumque vult (34), se me dio a entender la manera cómo era un solo Dios y tres Personas tan claro, que yo me espanté y consolé mucho. Hízome grandísimo provecho para conocer más la grandeza de Dios y sus maravillas, y para cuando pienso o se trata de la Santísima Trinidad, parece entiendo cómo puede ser, y esme mucho contento (35).

26. Un día de la Asunción de la Reina de los Angeles y Señora nuestra, me quiso el Señor hacer esta merced, que en un arrobamiento se me representó su subida al cielo, y la alegría y solemnidad con que fue recibida y el lugar adonde está. Decir cómo fue esto, yo no sabría. Fue grandísima la gloria que mi espíritu tuvo de ver tanta gloria. Quedé con grandes efectos, y aprovechóme para desear más pasar grandes trabajos, y quedóme gran deseo de servir a esta Señora, pues tanto mereció.

27. Estando en un Colegio de la Compañía de Jesús (36), y estando comulgando los hermanos de aquella casa, vi un palio muy rico sobre sus cabezas. Esto vi dos veces. Cuando otras personas comulgaban, no lo veía.

NOTAS CAPÍTULO 39

1 Una persona (a la) que yo tenía obligación. Como en el n. 3: "Obligación": la correspondencia que uno debe tener al beneficio de otro" (Cobarruvias).

2 Es decir, en forma perceptible, visión no-intelectual. Cf. pasajes similares en c. 20, 4; 37, 4; Fund. c. 1, 8.

3 A vuelta del clavo: al sacarlo (cf. c. 38, 17 nota).

4 Eco de la promesa de Jesús en el evangelio: Mt 21, 22.

5 No... pasaron ocho días, que... no: No pasaron ocho días sin que. Cf. c. 40, 20.

6 "Era su primo hermano: llamábase Pedro Mejía", anota Gracián en su libro. Sufría de mal de piedra.

7 El P. Gaspar de Salazar. De él ha hablado en el c. 33, 7, ss. Que (yo) le fuese a ver. Se trata de un episodio anterior a la fundación de San José.

8 La ermita del "Cristo a la Columna" en San José de Avila, así llamada por una hermosa pintura del Señor a la Columna, hecha por orden y bajo la dirección de la propia Santa. Declara a este propósito Isabel de Santo Domingo: (hizo) "otra ermita de Cristo a la Columna, con las lágrimas de San Pedro enfrente de ella (es decir, otro cuadro de San Pedro llorando), la cual pintura de Cristo a la Columna hizo pintar la Santa Madre en la dicha ermita después de haber tenido sobre ella muchas horas de oración e industriando a un muy buen pintor que lo pintaba en el modo cómo lo había de pintar, y de qué manera había de disponer las ataduras, las llagas, el rostro, los cabellos, especialmente un rasgón en el brazo izquierdo junto al codo. Y sabe esta declarante, por haberlo así oído a algunas religiosas que se hallaron presentes, que acabado de pintar esta imagen, y llegando la Santa Madre a verla, se quedó arrobada delante del pintor sin poderlo impedir. Esta pintura salió tan buena y tan devota, que se echa bien de ver que tiene así participado el buen espíritu con que se hizo pintar, y así a todos los que la ven se le pone grandísimo. Y estando esta declarante tratando con la dicha Santa Madre de cuán devota estaba la dicha pintura, le dijo: Yo le digo, hija, que se pintó con hartas oraciones, y que el Señor me puso gran deseo de que se acertase a pintar esta figura. Bendito El sea, que así quiso ponerse por nosotros; yo me consuelo de que tengan este regalo en esta casa" (BMC, t, 19, p. 496).

9 Hiciese operación: produjese tal efecto.

10 Probablemente son los dominicos García de Toledo y Domingo Báñez.

11 El sentido de la frase es: "dos maneras de pedir: ... lo uno... es como quien tiene trabada la lengua...; (lo otro) como quien habla claro y despierto a quien... de buena gana está oyendo".

12 Doña Luisa de la Cerda: c. 34, 1 y ss.

13 Queda suspenso el sentido de la cláusula por una brusca digresión provocada por la última expresión "verdadera vista". Reanuda el relato en el n. 17.

14 En medio año.

15 Probablemente se refiere a Isabel de San Pablo, hija de Francisco de Cepeda, que profesó el 21 de octubre de 1564 a los 17 años; o bien, a María Bautista (cf. 32, 10), María de San Jerónimo e Isabel de Santo Domingo, todas ellas jóvenes recién profesas.

16 Un elogio similar puede verse en Fund c. 1.

17 Reitera las consignas del c. 13, 3.5.

18 Se trata de la Bula expedida por Pío IV, facultando definitivamente al monasterio de San José para vivir en pobreza absoluta: 17 de julio de 1565, que llegaría a Avila meses después.

19 Esta casa: carmelo de San José de Avila.

20 Le ponga pleito por sus dineros: dicho popular que expresa la actitud de quien cobra caro el favor recibido. En el presente contexto, la postura de quien cree que "se merece favores místicos en paga de las propias virtudes, que en definitiva también son dones de Dios".

21 Parábola de los jornaleros: Mt 20, 12.

22 Lo ha dicho en el c. 10, 2.

23 Lo que comenzó a decir en el n. 8. Visión cuyo contenido profético se refiere a las contiendas ocasionadas por la fundación de San José.

24 Cuando no se cata: cuando menos se percata o da cuenta.

25 En el relato de la fundación de San José: cc. 32-36.

26 Ingenua reticencia. Cf. insinuaciones similares en el c. 40, 2.17; y c. 38, 32.

27 Cf. c. 7, 19; y c. 31, 12.

28 Alusión a relatos orales hechos al P. García de Toledo. El episodio data, probablemente, de cuando la Santa permaneció en Toledo (enero-julio de 1562).

29 Cf. Apoc. 4, 6-8; y Ez. 1, 4 ss.

30 En el c. 29, 13.

31 En el c. 37, 7; y c. 21, 9.

32 Lo leyó probablemente en Osuna, Tercer Abecedario, tr. 16, c. 5. Pero ese mito del ave fénix estaba tan divulgado entonces, que pudo leerlo en cualquier otro escrito.

33 En el c. 39, 20. - A continuación, el Señor usa las palabras del salmo 4, v. 3.

34 No es un salmo, sino el símbolo de la fe, llamado "atanasiano", que entonces se recitaba a veces en la Hora litúrgica de Prima.

35 Cf. c. 27, 9.

36 Colegio de San Gil de Avila.