CAPÍTULO 25

En que trata el modo y manera cómo se entienden estas hablas que hace Dios al alma sin  oírse, y de algunos engaños que puede haber en ello, y en qué se conocerá cuándo lo es. Es de mucho provecho para quien se viere en este grado de oración, porque se declara  muy bien, y de harta doctrina. *

1. Paréceme será bien declarar cómo es este hablar que hace Dios al alma y lo que ella siente, para que vuestra merced lo entienda (1). Porque desde esta vez que he dicho que el Señor me hizo esta merced (2), es muy ordinario hasta ahora, como se verá en lo que está por decir.

Son unas palabras muy formadas (3), mas con los oídos corporales no se oyen, sino entiéndense muy más claro que si se oyesen; y dejarlo de entender, aunque mucho se resista, es por demás. Porque cuando acá no queremos oír, podemos tapar los oídos o advertir a otra cosa, de manera que, aunque se oiga, no se entienda. En esta plática que hace Dios al alma no hay remedio ninguno, sino que, aunque me pese, me hacen escuchar y estar el entendimiento tan entero para entender lo que Dios quiere entendamos, que no basta querer ni no querer. Porque el que todo lo puede, quiere que entendamos se ha de hacer lo que quiere y se muestra señor verdadero de nosotros. Esto tengo muy experimentado, porque me duró casi dos años el resistir (4), con el gran miedo que traía, y ahora lo pruebo algunas veces, mas poco me aprovecha.

2. Yo querría declarar los engaños que puede haber aquí (aunque a quien tiene mucha experiencia paréceme será poco o ninguno, mas ha de ser mucha la experiencia) y la diferencia que hay cuando es espíritu bueno o cuando es malo, o cómo puede también ser aprensión del mismo entendimiento (5) que podría acaecer o hablar el mismo espíritu a sí mismo. Esto no sé yo si puede ser, mas aún hoy me ha parecido que sí.

Cuando es de Dios, tengo muy probado en muchas cosas que se me decían dos o tres años antes, y todas se han cumplido, y hasta ahora ninguna ha salido mentira, y otras cosas adonde se ve claro ser espíritu de Dios, como después se dirá.

3. Paréceme a mí que podría una persona, estando encomendando una cosa a Dios con gran afecto y aprensión, parecerle entiende alguna cosa si se hará o no, y es muy posible; aunque a quien ha entendido de estotra suerte (6), verá claro lo que es, porque es mucha la diferencia, y si es cosa que el entendimiento fabrica, por delegado que vaya, entiende que ordena él algo y que habla; que no es otra cosa sino ordenar uno la plática, o escuchar lo que otro le dice; y verá el entendimiento que entonces no escucha, pues que obra; y las palabras que él fabrica son como cosa sorda, fantaseada, y no con la claridad que estotras. Y aquí está en nuestra mano divertirnos, como callar cuando hablamos; en estotro no hay términos.

Y otra señal más que todas: (7) que no hace operación. Porque estotra que habla el Señor es palabras y obras; y aunque las palabras no sean de devoción, sino de reprensión, a la primera disponen un alma, y la habilita y enternece y da luz y regala y quieta; y si estaba con sequedad o alboroto y desasosiego de alma, como con la mano se le quita, y aun mejor, que parece quiere el Señor se entienda que es poderoso y que sus palabras son obras.

4. Paréceme que hay la diferencia que si nosotros hablásemos u oyésemos, ni más ni menos. Porque lo que hablo, como he dicho (8), voy ordenando con el entendimiento lo que digo. Mas si me hablan, no hago más de oír sin ningún trabajo.

Lo uno va como una cosa que no nos podemos bien determinar si es, como uno que está medio dormido; estotro es voz tan clara que no se pierde una sílaba de lo que se dice. Y acaece ser a tiempos que está el entendimiento y alma tan alborotada y distraída, que no acertaría a concertar una buena razón, y (9) halla guisadas grandes sentencias que le dicen, que ella, aun estando muy recogida, no pudiera alcanzar, y a la primera palabra, como digo, la mudan toda. En especial si está en arrobamiento, que las potencias están suspendidas, ¿cómo se entenderán cosas que no habían venido a la memoria aun antes? ¿Cómo vendrán entonces, que no obra casi, y la imaginación está como embobada?

5. Entiéndase que cuando se ven visiones o se entienden estas palabras, a mi parecer, nunca es en tiempo que está unida el alma en el mismo arrobamiento; que en este tiempo como ya dejo declarado, creo en la segunda agua (10) del todo se pierden todas las potencias y a mi parecer allí ni se puede ver ni entender ni oír: está en otro poder toda, y en este tiempo, que es muy breve, no me parece la deja el Señor para nada libertad. Pasado este breve tiempo, que se queda aún en el arrobamiento el alma, es esto que digo; (11) porque quedan las potencias de manera que, aunque no están perdidas, casi nada obran; están como absortas y no hábiles para concertar razones. Hay tantas para entender la diferencia, que si una vez se engañase, no serán muchas.

6. Y digo que si es alma ejercitada y está sobre aviso, lo verá muy claro; porque dejadas otras cosas por donde se ve lo que he dicho (12), ningún efecto hace, ni el alma lo admite (porque estotro, mal que nos pese) (13), y no se da crédito, antes se entiende que es devanear del entendimiento, casi como no se haría caso de una persona que sabéis tiene frenesí.

Estotro es como si lo oyésemos a una persona muy santa o letrada y de gran autoridad, que sabemos no nos ha de mentir. Y aun es baja comparación, porque traen algunas veces una majestad consigo estas palabras, que, sin acordarnos quién las dicen (14), si son de reprensión hacen temblar, y si son de amor, hacen deshacerse en amar. Y son cosas, como he dicho (15), que estaban bien lejos de la memoria, y dícense tan de presto sentencias tan grandes, que era menester mucho tiempo para haberlas de ordenar, y en ninguna manera me parece se puede entonces ignorar no ser cosa fabricada de nosotros.

Así que en esto no hay que me detener, que por maravilla me parece puede haber engaño en persona ejercitada, si ella misma de advertencia no se quiere engañar.

7. Acaecídome ha muchas veces, si tengo alguna duda, no creer lo que me dicen, y pensar si se me antojó (esto después de pasado, que entonces es imposible), y verlo cumplido desde a mucho tiempo; (16) porque hace el Señor que quede en la memoria, que no se puede olvidar. Y lo que es del entendimiento (17) es como primer movimiento del pensamiento, que pasa y se olvida. Estotro es como obra que, aunque se olvide algo y pase tiempo, no tan del todo que se pierda la memoria de que, en fin, se dijo, salvo si no ha mucho tiempo o son palabras de favor o doctrina; mas de profecía no hay olvidarse, a mi parecer, al menos a mí, aunque tengo poca memoria.

8. Y torno a decir que me parece (18) si un alma no fuese tan desalmada que lo quiera fingir (que sería harto mal) y decir que lo entiende no siendo así; mas dejar de ver claro que ella lo ordena y lo parla entre sí, paréceme no lleva camino, si ha entendido el espíritu de Dios, que si no, toda su vida podrá estarse en ese engaño y parecerle que entiende, aunque yo no sé cómo. O esta alma lo quiere entender, o no: si se está deshaciendo de lo que entiende y en ninguna manera querría entender nada por mil temores y otras muchas causas que hay para tener deseo de estar quieta en su oración sin estas cosas, ¿cómo da tanto espacio al entendimiento que ordene razones? Tiempo es menester para esto. Acá (19) sin perder ninguno, quedamos enseñadas y se entienden cosas que parece era menester un mes para ordenarlas, y el mismo entendimiento y alma quedan espantadas de algunas cosas que se entienden.

9. Esto es así, y quien tuviere experiencia verá que es al pie de la letra todo lo que he dicho. Alabo a Dios porque lo he sabido así decir. Y acabo con que me parece, siendo del entendimiento (20), cuando lo quisiésemos lo podríamos entender, y cada vez que tenemos oración nos podría parecer entendemos. Mas en estotro no es así, sino que estaré muchos días que aunque quiera entender algo es imposible, y cuando otras veces no quiero, como he dicho (21), lo tengo de entender.

Paréceme que quien quisiese engañar a los otros, diciendo que entiende de Dios lo que es de sí, que poco le cuesta decir que lo oye con los oídos corporales; y es así cierto con verdad, que jamás pensé había otra manera de oír ni entender hasta que lo vi por mí; y así, como he dicho, me cuesta harto trabajo (22).

10. Cuando es demonio (23), no sólo no deja buenos efectos, mas déjalos malos. Esto me ha acaecido no más de dos o tres veces, y he sido luego avisada del Señor cómo era demonio. Dejado la gran sequedad que queda, es una inquietud en el alma a manera de otras muchas veces que ha permitido el Señor que tenga grandes tentaciones y trabajos de alma de diferentes maneras; y aunque me atormenta hartas veces, como adelante diré (24), es una inquietud que no se sabe entender de dónde viene, sino que parece resiste el alma y se alborota y aflige sin saber de qué, porque lo que él dice no es malo sino bueno. Pienso si siente un espíritu a otro. El gusto y deleite que él da, a mi parecer, es diferente en gran manera. Podrá él engañar con estos gustos a quien no tuviere o hubiere tenido otros de Dios.

11. De veras digo gustos (25), una recreación suave, fuerte, impresa, deleitosa, quieta; que unas devocioncitas del alma, de lágrimas y otros sentimientos pequeños, que al primer airecito de persecución se pierden estas florecitas, no las llamo devociones, aunque son buenos principios y santos sentimientos, mas no para determinar estos efectos de buen espíritu o malo. Y así es bien andar siempre con gran aviso, porque cuando a personas que no están más adelante en la oración que hasta esto, fácilmente podrían ser engañadas si tuviesen visiones o revelaciones (26).

Yo nunca tuve cosa de estas postreras hasta haberme Dios dado, por sólo su bondad, oración de unión, si no fue la primera vez que dije, que ha muchos años (27), que vi a Cristo, que pluguiera a Su Majestad entendiera yo era verdadera visión como después lo he entendido, que no me fuera poco bien. Ninguna blandura queda en el alma, sino como espantada y con gran disgusto (28).

12. Tengo por muy cierto que el demonio no engañará ni lo permitirá Dios a alma que de ninguna cosa se fía de sí y está fortalecida en la fe, que entienda ella de sí que por un punto de ella morirá mil muertes. Y con este amor a la fe, que infunde luego Dios, que es una fe viva, fuerte, siempre procura ir conforme a lo que tiene la Iglesia, preguntando a unos y a otros, como quien tiene ya hecho asiento fuerte en estas verdades, que no la moverían cuantas revelaciones pueda imaginar aunque viese abiertos los cielos un punto de lo que tiene la Iglesia (29)

Si alguna vez se viese vacilar en su pensamiento contra esto, o detenerse en decir: "pues si Dios me dice esto, también puede ser verdad, como lo que decía a los santos" (no digo que lo crea, sino que el demonio la comience a tentar por primer movimiento; que detenerse en ello ya se ve que es malísimo, mas aun primeros movimientos muchas veces en este caso creo no vendrán si el alma está en esto tan fuerte como la hace el Señor a quien da estas cosas, que le parece desmenuzaría los demonios sobre una verdad de lo que tiene la Iglesia, muy pequeña), [13] digo que si no viere en sí esta fortaleza grande y que ayude a ella la devoción o visión, que no la tenga por segura (30).

Porque, aunque no se sienta luego el daño, poco a poco podría hacerse grande. Que, a lo que yo veo y sé de experiencia, de tal manera queda el crédito de que es Dios, que vaya conforme a la Sagrada Escritura, y como un tantico torciese de esto, mucha más firmeza sin comparación me parece tendría en que es demonio que ahora tengo de que es Dios, por grande que la tenga. Porque entonces no es menester andar a buscar señales ni qué espíritu es, pues está tan clara esta señal para creer que es demonio, que si entonces todo el mundo me asegurase que es Dios, no lo creería.

El caso es que, cuando es demonio parece que se esconden todos los bienes y huyen del alma, según queda desabrida y alborotada y sin ningún efecto bueno. Porque aunque parece pone deseos, no son fuertes. La humildad que deja es falsa, alborotada y sin suavidad. Paréceme que a (31) quien tiene experiencia del buen espíritu, lo entenderá.

14. Con todo, puede hacer muchos embustes el demonio, y así no hay cosa en esto tan cierta que no lo sea más temer e ir siempre con aviso, y tener maestro que sea letrado y no le callar nada, y con esto ningún daño puede venir; aunque a mí hartos me han venido por estos temores demasiados que tienen algunas personas.

En especial me acaeció una vez que se habían juntado muchos a quien yo daba gran crédito y era razón se le diese que, aunque yo ya no trataba sino con uno, y cuando él me lo mandaba hablaba a otros, unos con otros trataban mucho de mi remedio, que me tenían mucho amor y temían no fuese engañada. Yo también traía grandísimo temor cuando no estaba en la oración, que estando en ella y haciéndome el Señor alguna merced, luego me aseguraba. Creo eran cinco o seis, todos muy siervos de Dios (32). Y díjome mi confesor que todos se determinaban en que era demonio, que no comulgase tan a menudo y que procurase distraerme de suerte que no tuviese soledad.

Yo era temerosa en extremo, como he dicho (33). Ayudábame el mal de corazón, que aun en una pieza sola no osaba estar de día muchas veces. Yo, como vi que tantos lo afirmaban y yo no lo podía creer, diome grandísimo escrúpulo, pareciendo poca humildad; porque todos eran (34) más de buena vida sin comparación que yo, y letrados, que por qué no los había de creer. Forzábame lo que podía para creerlo, y pensaba que mi ruin vida (35) y que conforme a esto debían de decir verdad.

15. Fuime de la iglesia con esta aflicción y entréme en un oratorio, habiéndome quitado muchos días de comulgar, quitada la soledad, que era todo mi consuelo, sin tener persona con quien tratar, porque todos eran contra mí: unos me parecía burlaban de mí cuando de ello trataba, como que se me antojaba; otros avisaban al confesor que se guardase de mí; otros decían que era claro demonio; sólo el confesor (36), que, aunque conformaba con ellos por probarme según después supe, siempre me consolaba y me decía que, aunque fuese demonio, no ofendiendo yo a Dios, no me podía hacer nada, que ello se me quitaría, que lo rogase mucho a Dios. Y él y todas las personas que confesaba lo hacían harto, y otras muchas, y yo toda mi oración, y cuantos entendía eran siervos de Dios, porque Su Majestad me llevase por otro camino. Y esto me duró no sé si dos años, que era continuo pedirlo al Señor.

16. A mí ningún consuelo me bastaba, cuando pensaba que era posible que tantas veces me había de hablar el demonio. Porque de que no tomaba horas de soledad para oración, en conversación me hacía el Señor recoger y, sin poderlo yo excusar, me decía lo que era servido y, aunque me pesaba, lo había de oír.

17. Pues estándome sola, sin tener una persona con quien descansar, ni podía rezar ni leer, sino como persona espantada de tanta tribulación y temor de si me había de engañar el demonio, toda alborotada y fatigada, sin saber qué hacer de mí. En esta aflicción me vi algunas y muchas veces, aunque no me parece ninguna en tanto extremo. Estuve así cuatro o cinco horas, que consuelo del cielo ni de la tierra no había para mí, sino que me dejó el Señor padecer, temiendo mil peligros. ¡Oh Señor mío, cómo sois Vos el amigo verdadero; y como poderoso, cuando queréis podéis, y (37) nunca dejáis de querer si os quieren! ¡Alaben os todas las cosas, Señor del mundo! ¡Oh, quién diese voces por él, para decir cuán fiel sois a vuestros amigos! Todas las cosas faltan; Vos Señor de todas ellas, nunca faltáis. Poco es lo que dejáis padecer a quien os ama. ¡Oh Señor mío!, ¡qué delicada y pulida y sabrosamente los sabéis tratar! ¡Quién nunca se hubiera detenido en amar a nadie sino a Vos! Parece, Señor, que probáis con rigor a quien os ama, para que en el extremo del trabajo se entienda el mayor extremo de vuestro amor. ¡Oh Dios mío, quién tuviera entendimiento y letras y nuevas palabras para encarecer vuestras obras como lo entiende mi alma! Fáltame todo, Señor mío; mas si Vos no me desamparáis, no os faltaré yo a Vos. Levántense contra mí todos los letrados; persíganme todas las cosas criadas, atorméntenme los demonios, no me faltéis Vos, Señor, que ya tengo experiencia de la ganancia con que sacáis a quien sólo en Vos confía.

18. Pues estando en esta gran fatiga (aún entonces no había comenzado a tener ninguna visión), solas estas palabras bastaban para quitármela y quietarme del todo: No hayas miedo, hija, que Yo soy y no te desampararé; no temas (38). Paréceme a mí, según estaba, que era menester muchas horas para persuadirme a que me sosegase y que no bastara nadie.

Heme aquí con solas estas palabras sosegada, con fortaleza, con ánimo, con seguridad, con una quietud y luz que en un punto vi mi alma hecha otra, y me parece que con todo el mundo disputara que era Dios. ¡Oh, qué buen Dios! ¡Oh, qué buen Señor y qué poderoso! No sólo da el consejo, sino el remedio. Sus palabras son obras (39). ¡Oh, válgame Dios, y cómo fortalece la fe y se aumenta el amor!

19. Es así, cierto, que muchas veces me acordaba de cuando el Señor mandó a los vientos que estuviesen quedos, en la mar, cuando se levantó la tempestad (40) y así decía yo: ¿Quién es éste que así le obedecen todas mis potencias, y da luz en tan gran oscuridad en un momento, y hace blando un corazón que parecía piedra, da agua de lágrimas suaves adonde parecía había de haber mucho tiempo sequedad? ¿Quién pone estos deseos? ¿Quién da este ánimo? Que me acaeció pensar: ¿de qué temo? ¿Qué es esto? Yo deseo servir a este Señor. No pretendo otra cosa sino contentarle. No quiero contento ni descanso ni otro bien sino hacer su voluntad (que de esto bien cierta estaba, a mi parecer, que lo podía afirmar). Pues si este Señor es poderoso, como veo que lo es y sé que lo es, y que son sus esclavos los demonios (y de esto no hay que dudar, pues es fe) (41), siendo yo sierva de este Señor y Rey, ¿qué mal me pueden ellos hacer a mí? ¿Por qué no he yo de tener fortaleza para combatirme con todo el infierno?

Tomaba una cruz en la mano y parecía verdaderamente darme Dios ánimo, que yo me vi otra en un breve tiempo, que no temiera tomarme con ellos a brazos (42), que me parecía fácilmente con aquella cruz los venciera a todos. Y así dije: "ahora venid todos, que siendo sierva del Señor yo quiero ver qué me podéis hacer".

20. Es sin duda que me parecía me habían miedo, porque yo quedé sosegada y tan sin temor de todos ellos, que se me quitaron todos los miedos que solía tener, hasta hoy. Porque, aunque algunas veces los veía, como diré después (43), no los he habido más casi miedo, antes me parecía ellos me le habían a mí.

Quedóme un señorío contra ellos bien dado del Señor de todos, que no se me da más de ellos que de moscas. Parécenme tan cobardes que, en viendo que los tienen en poco, no les queda fuerza. No saben estos enemigos de hecho acometer, sino a quien ven que se les rinde, o cuando lo permite Dios para más bien de sus siervos que los tienten y atormenten.

Pluguiese a Su Majestad temiésemos a quien hemos de temer y entendiésemos nos puede venir mayor daño de un pecado venial que de todo el infierno junto, pues es ello así.

21. ¡Qué espantados nos traen estos demonios, porque nos queremos nosotros espantar con otros asimientos de honras y haciendas y deleites! (44), que entonces, juntos ellos con nosotros mismos que nos somos contrarios amando y queriendo lo que hemos de aborrecer, mucho daño nos harán. Porque con nuestras mismas armas les hacemos que peleen contra nosotros, poniendo en sus manos con las que nos hemos de defender. Esta es la gran lástima. Mas si todo lo aborrecemos por Dios, y nos abrazamos con la cruz, y tratamos servirle de verdad, huye él de estas verdades como de pestilencia. Es amigo de mentiras, y la misma mentira; no hará pacto con quien anda en verdad (45).

Cuando él ve oscurecido el entendimiento, ayuda lindamente a que se quiebren los ojos; porque si a uno ve ya ciego en poner su descanso en cosas vanas, y tan vanas que parecen las de este mundo cosa de juego de niños, ya él ve que éste es niño, pues trata como tal, y atrévese a luchar con él una y muchas veces (46).

22. Plega al Señor que no sea yo de éstos, sino que me favorezca Su Majestad para entender por descanso lo que es descanso, y por honra lo que es honra, y por deleite lo que es deleite, y no todo al revés, y ¡una higa (47) para todos los demonios!, que ellos me temerán a mí. No entiendo estos miedos: "¡demonio! ¡demonio!", adonde podemos decir: "¡Dios ¡Dios!", y hacerle temblar (48). Sí, que ya sabemos que no se puede menear si el Señor no lo permite. ¿Qué es esto? Es sin duda que tengo ya más miedo a los que tan grande le tienen al demonio que a él mismo; porque él no me puede hacer nada, y estotros, en especial si son confesores, inquietan mucho, y he pasado algunos años de tan gran trabajo, que ahora me espanto cómo lo he podido sufrir. ¡Bendito sea el Señor que tan de veras me ha ayudado!.

NOTAS CAPÍTULO 25

De nuevo introduce en el relato autobiográfico un paréntesis doctrinal. Lo motiva la "palabra interior" referida en el c. 24, 5, que resolvió su problema afectivo. Desde ella se propone explicar "las hablas místicas": en qué consisten y cómo discernirlas. La exposición se ilustra con hechos personales (nn. 7, 14-15), y culmina en el relato de una nueva "palabra interior", decisiva: "no hayas miedo, hija, yo soy" (n. 18). - Desarrollará el tema en el lugar paralelo de las Moradas VI, c. 3.

1 El capítulo reanuda el diálogo con el P. García de Toledo. Al final del capítulo, el diálogo se extenderá a todo el grupo de letrados asesores.

2 Se refiere a la palabra escuchada en ese "primer arrobamiento", referido en el c. anterior, n. 5.

3 Palabras muy formadas: en acepción mística. Son experiencias místicas con contenido ideológico y expresión verbal, por oposición a las noticias puras, comunicadas en las visiones intelectuales, sin verbalización. Véase la nota 18 al capítulo 27, n. 6, y las anotaciones al c. 3 de las Moradas VI. - San Juan de la Cruz emplea una terminología parecida ("palabras sucesivas, formales y sustanciales" pero en un cuadro doctrinal diverso del teresiano (Subida II, c. 28, 2; y cc. 30-31).

4 Duró casi dos años el resistir a las hablas interiores, a pesar de la respuesta de san Francisco de Borja (24, 3). De nuevo testificará esa dolorosa resistencia en el n. 15 y en el c. 27, 1.

5 Aprensión del mismo entendimiento (en el autógrafo: apreensión, repetido en el n. 3). Término que proviene del léxico escolástico de sus letrados asesores. "Aprehensio" era el acto germinal de la mente que concibe una idea. En el texto teresiano indica la formulación de una palabra interior por la propia mente (autoescucha, autosugestión), en contraposición a las otras dos formas de palabra interior: la sugerida por el demonio, o la infundida por Dios. Para la autora el problema del capítulo es cómo discernirlas.

6 Entendido de estotra suerte: en forma de habla mística, como ha dicho en el n. 1. - A partir del n. 2 establece la Santa un paralelo entre las hablas místicas y las ficticias (fantaseadas por el sujeto o sugeridas por el demonio). El término "estotro" designará constantemente las hablas místicas, por contraposición a las otras dos.

7 Otra señal más distinta (= más señal) que todas es que no hace operación. Es decir, que las hablas fantaseadas no producen efectos interiores. Al contrario las del Señor, "son palabras y obras": alusión bíblica a Fil. 4, 13, insinuada dos veces en este número; y ya antes en el c. 13, 3.

8 En los nn. 2-3.

9 "Y": en cambio...

10 No en la segunda sino en la cuarta agua: c. 18, 1 y s.; y c. 20, 3 y ss.

11 Lo ha dicho al final del n. 4. - Las dos cosas que aquí afirma son: que durante el arrobamiento propiamente dicho (con suspensión de las potencias), no se dan las hablas místicas; que después de él, al cesar dicha suspensión, "aún queda en una especie de arrobamiento el alma...". Entonces "es esto que digo": entonces tienen lugar las hablas místicas (como ha dicho del "primer arrobamiento": c. 24, 5). - Para inteligencia de todo este pasaje, téngase en cuenta la doctrina teresiana del éxtasis: cc. 18 y 20; especialmente, los nn. 12-13 del c. 18.

12 Por donde se ve lo que he dicho: la diferencia entre hablas místicas y pseudomísticas, de que viene hablando desde el n. 2.

13 Es decir: "porque estotro (las hablas místicas) lo admitimos mal que nos pese". Véase el mismo pensamiento formulado en el n. 1.

14 Quien las dicen: fray Luis corrige el probable lapsus: "quién las dice" (p. 295).

15 Dicho en el n. 4.

16 O sea, "de allí a mucho tiempo".

17 Y en cambio, lo que es fabricado del entendimiento... - La Santa usa con frecuencia la conjunción "y" en sentido adversativo: en cambio, sin embargo (cf. nota 9).

18 Frase incompleta: me parece imposible engañarse. El "torno a decir" enlaza con el final del n. 6. - Alma tan desalmada: "Desalmado, el que tiene mala conciencia y no cura de vivir como hombre de razón" (Cobarruvias).

19 Acá: en las genuinas hablas místicas. - Sin perder ningún tiempo.

20 Es decir: "acabo diciendo que me parece que, siendo fantaseado por el entendimiento, cuando lo quisiéremos lo podríamos entender".

21 Lo ha dicho en los nn. 1 y 6.

22 Se refiere a los episodios narrados en el c. 23.

23 Cuando es demonio: cuando las hablas provienen del demonio.

24 Hablará de ello especialmente en el c. 31. Cf. además los cc. 32, 1; 36, 7-11; 38, 23-24; 39, 4.

25 De veras digo gustos: digo gustos, que sean realmente tales, en la acepción mística del término.

26 Frase inconclusa. Fray Luis la reelaboró a su modo (p. 299). Podría completarse así: porque cuando es a personas que no están más adelante en la oración que hasta esto (= a personas que en la oración no han llegado más que a devocioncitas y lágrimas...), fácilmente podrían ser engañados (= engañadas).

27 Alude a la visión del rostro de Cristo en el locutorio de la Encarnación: c. 7, 6-7.

28 Se sobreentiende "cuando es cosa del demonio".

29 Vea los cielos abiertos: frase bíblica de los Hechos (7, 55). Lo que tiene la Iglesia: fórmula usada por la Santa (dos veces en este mismo número) para designar lo que la Iglesia cree o enseña en materia de fe (cf. los prólogos a Moradas, n. 3 y Fundaciones, n. 6; la Protestación de Camino; y Vida, c. 30, 12).

30 Periodo diversamente puntuado por los editores de la Santa. Seguimos la puntuación de fray Luis (p. 300). La frase "digo que si no tiene..." reanuda el pensamiento que dejó suspenso antes del largo paréntesis: "Si alguna vez se viese vacilar...".

31 Es redundante esa "a".

32 Los cinco o seis: podemos indicar únicamente nombres probables: como Gaspar Daza, Gonzalo de Aranda, Baltasar Alvarez (o su predecesor, P. Prádanos), y quizás Alonso Alvarez Dávila. - Mi confesor: probablemente el P. Baltasar Alvarez, joven jesuita de San Gil, ordenado sacerdote en 1558, a los 25 años de edad. Tanto F. de Ribera (Vida de la Santa, I, c. 11), como L. de la Puente (Vida del P. Baltasar, c. 11), afirman que este último fue quien la sometió a esa prueba.

33 Lo ha recordado en el c. 23, 13.

34 En el autógrafo siguen unas palabras borradas e ilegibles. No aparecen en la ed. de fray Luis (p. 302).

35 Fray Luis corrigió: "pensaba en mi ruin vida" (p. 302).

36 Probablemente el P. Baltasar Alvarez. - El dolor de esas jornadas, especialmente la privación de la comunión, será recordado por la Santa en Fund. 6, 20.

37 Probable reminiscencia bíblica: Lc 5, 12.

38 Son un condensado de las palabras del Resucitado; Lc 24, 36, y de su promesa en Jn 14, 18.

39 Fil. 4, 13 (cf. n. 3).

40 Mc 4, 39.

41 Es fe: es verdad de fe.

42 Tomarme con ellos a brazos: luchar cuerpo a cuerpo: Cf. Camino 16, 3.

43 En los cc. 31, 32, 38 y 39. (cf. nota 24 de este c.).

44 Honras, haciendas, deleites: categorías frecuentes en la Santa: cf. c. 20, 26-28.

45 Las dos afirmaciones tienen ascendencia evangélica: Satanás es "el mendaz" y "el padre de la mentira" (Jn 8, 44). Andar en verdad (cf. Jn 8, 44) será la famosa definición de la humildad según la Santa (Moradas 6, 10, 7; y Vida 26, 1).

46 Sobre el mismo tema véase Camino 23, 4-5.

47 Cobarruvias en su Tesoro de la lengua define así la higa: "Es una manera de menosprecio que hacemos cerrando el puño y mostrando el dedo pulgar por el índice y el medio: es disfrazada pulla". Más adelante reaparecerá el término en contexto más doloroso (c. 29, 5 y 6; cf. Moradas 6, 9, 13 y Fund. 8, 3).

48 Alude irónicamente al grupo de letrados miedosos (n. 14) que la amedrantaron. Más adelante, uno de sus teólogos asesores reconocía: "Hale dado Dios un tan fuerte y valeroso ánimo, que espanta. Solía ser temerosa; agora atropella a todos los demonios. Es muy fuera de melindres y niñerías de mujeres; muy sin escrúpulos. Es rectísima" (Dictamen del P. Pedro Ibáñez, escrito poco antes que estas páginas de Vida: BMC, t. 2, p. 132, n. 28).

 

CAPÍTULO 26

Prosigue en la misma materia. Va declarando y diciendo cosas que le han acaecido, que la hacían  perder el temor y afirmar que era buen espíritu el que la hablaba.

1. Tengo por una de las grandes mercedes que me ha hecho el Señor este ánimo que me dio contra los demonios. Porque andar un alma acobardada y temerosa de nada sino de ofender a Dios, es grandísimo inconveniente. Pues tenemos Rey todopoderoso y tan gran Señor que todo lo puede y a todos sujeta, no hay qué temer, andando como he dicho (1) en verdad delante de Su Majestad y con limpia conciencia. Para esto, como he dicho (2), querría yo todos los temores: para no ofender en un punto a quien en el mismo punto nos puede deshacer; que contento Su Majestad, no hay quien sea contra nosotros que no lleve las manos en la cabeza (3).

Podráse decir que así es, mas que ¿quién será esta alma tan recta que del todo le contente?, y que por eso teme. No la mía, por cierto, que es muy miserable y sin provecho y llena de mil miserias. Mas no ejecuta Dios como las gentes, que entiende nuestras flaquezas (4). Mas por grandes conjeturas siente el alma en sí si le ama de verdad, porque las que llegan a este estado (5) no anda el amor disimulado como a los principios, sino con tan grandes ímpetus y deseo de ver a Dios, como después diré o queda ya dicho: (6) todo cansa, todo fatiga, todo atormenta. Si no es con Dios o por Dios, no hay descanso que no canse, porque se ve ausente de su verdadero descanso, y así es cosa muy clara que, como digo, no pasa en disimulación.

2. Acaecióme otras veces verme con grandes tribulaciones y murmuraciones sobre cierto negocio que después diré (7), de casi todo el lugar adonde estoy y de mi Orden, y afligida con muchas ocasiones que había para inquietarme, y decirme el Señor: ¿De qué temes? ¿No sabes que soy todopoderoso? Yo cumpliré lo que te he prometido (8) (y así se cumplió bien después), y quedar luego con una fortaleza, que de nuevo me parece me pusiera en emprender otras cosas, aunque me costasen más trabajos, para servirle, y me pusiera de nuevo a padecer.

Es esto tantas veces, que no lo podría yo contar. Muchas las que me hacía reprensiones y hace, cuando hago imperfecciones, que bastan a deshacer un alma; al menos traen consigo el enmendarse, porque Su Majestad como he dicho (9) da el consejo y el remedio. Otras, traerme a la memoria mis pecados pasados, en especial cuando el Señor me quiere hacer alguna señalada merced, que parece ya se ve el alma en el verdadero juicio; porque le representan la verdad con conocimiento claro, que no sabe adónde se meter. Otras avisarme de algunos peligros míos y de otras personas, cosas por venir, tres o cuatro años antes muchas, y todas se han cumplido. Algunas podrá ser señalar.

Así que hay tantas cosas para entender que es Dios, que no se puede ignorar, a mi parecer.

3. Lo más seguro es (yo así lo hago, y sin esto no tendría sosiego, ni es bien que mujeres le tengamos, pues no tenemos letras) (10) y aquí no puede haber daño sino muchos provechos, como muchas veces me ha dicho el Señor, que no deje de comunicar toda mi alma y las mercedes que el Señor me hace, con el confesor, y que sea letrado, y que le obedezca. Esto muchas veces.

Tenía yo un confesor (11) que me mortificaba mucho y algunas veces me afligía (12) y daba gran trabajo, porque me inquietaba mucho, y era el que más me aprovechó, a lo que me parece. Y aunque le tenía mucho amor, tenía algunas tentaciones por dejarle, y parecíame me estorbaban aquellas penas que me daba de la oración. Cada vez que estaba determinada a esto, entendía luego que no lo hiciese, y una reprensión que me deshacía más que cuanto el confesor hacía. Algunas veces me fatigaba: cuestión por un cabo y reprensión por otro, y todo lo había menester, según tenía poco doblada la voluntad.

Díjome una vez que no era obedecer si no estaba determinada a padecer; que pusiese los ojos en lo que El había padecido, y todo se me haría fácil (13).

4. Aconsejóme una vez un confesor que a los principios me había confesado, que ya que estaba probado ser buen espíritu, que callase y no diese ya parte a nadie, porque mejor era ya estas cosas callarlas. A mí no me pareció mal, porque yo sentía tanto cada vez que las decía al confesor, y era tanta mi afrenta, que mucho más que confesar pecados graves lo sentía algunas veces; en especial si eran las mercedes grandes, parecíame no me habían de creer y que burlaban de mí. Sentía yo tanto esto, que me parecía era desacato a las maravillas de Dios, que por esto quisiera callar. Entendí entonces que había sido muy mal aconsejada de aquel confesor, que en ninguna manera callase cosa al que me confesaba, porque en esto había gran seguridad, y haciendo lo contrario podría ser engañarme alguna vez.

5. Siempre que el Señor me mandaba una cosa en la oración, si el confesor me decía otra, me tornaba el mismo Señor a decir que le obedeciese; después Su Majestad le volvía para que me lo tornase a mandar (14).

Cuando se quitaron muchos libros de romance, que no se leyesen (15), yo sentí mucho, porque algunos me daba recreación leerlos y yo no podía ya, por dejarlos en latín; me dijo el Señor. No tengas pena, que Yo te daré libro vivo. Yo no podía entender por qué se me había dicho esto, porque aún no tenía visiones (16). Después, desde a bien pocos días, lo entendí muy bien, porque he tenido tanto en qué pensar y recogerme en lo que veía presente, y ha tenido tanto amor el Señor conmigo para enseñarme de muchas maneras, que muy poca o casi ninguna necesidad he tenido de libros; Su Majestad ha sido el libro verdadero adonde he visto las verdades ¡Bendito sea tal libro, que deja imprimido lo que se ha de leer y hacer, de manera que no se puede olvidar! ¿Quién ve al Señor cubierto de llagas y afligido con persecuciones que no las abrace y las ame y las desee? ¿Quién ve algo de la gloria que da a los que le sirven que no conozca es todo nonada cuanto se puede hacer y padecer, pues tal premio esperamos? ¿Quién ve los tormentos que pasan los condenados, que no se le hagan deleites los tormentos de acá en su comparación, y conozcan lo mucho que deben al Señor en haberlos librado tantas veces de aquel lugar?

6. Porque con el favor de Dios se dirá más de algunas cosas, quiero ir adelante en el proceso de mi vida (17). Plega al Señor haya sabido declararme en esto que he dicho. Bien creo que quien tuviere experiencia lo entenderá y verá que he atinado a decir algo; quien no, no me espanto le parezca desatino todo. Basta decirlo yo para quedar disculpado, ni yo culparé a quien lo dijere.

El Señor me deje atinar en cumplir su voluntad. Amén.

NOTAS CAPÍTULO 26

1 Lo ha dicho en el c. 25, 21.

2 Remite al n. 20 del mismo c. 25.

3 Lleve las manos en la cabeza: ir derrotado, salir escarmentado.

4 Dios... entiende nuestras flaquezas: faceta típica de la imagen de Dios en la Santa: cf. 37, 5; y 4, 10.

5 En las que llegan, corrigió fray Luis (p. 309).

6 Después diré: c. 29, 8-14 y 30, 19. - O queda dicho: c. 20, 9-14 y 22; c. 21, 6, etc.

7 Después diré: alude al pequeño drama de la fundación de San José (cc. 32-36). - Este lugar: Avila. - Y mi Orden: la Orden del Carmen. Nótese la constancia del anonimato: a lo largo del relato nunca se dice que las cosas suceden "en Avila", o que la protagonista es monja "carmelita" en "la Encarnación de Avila". Recuérdese el criterio adoptado en el c. 10.

8 De nuevo, las palabras interiores son un condensado de pasajes bíblicos: Jn 6, 20, etc.

9 Lo ha dicho en el c. 25, 3 y 18.

10 No tenemos letras: no tenemos estudios, no somos "letradas".

11 Un confesor: el P. Baltasar Alvarez (cf. 28, n. 14).

12 Había escrito: me afligía mucho; luego borró esta última palabra, por hallarse repetida cuatro veces en pocas líneas. Fray Luis también la omitió (p. 311).

13 Palabra interior, que pasará a ser una de sus consignas cristológicas: cf. Moradas I, 2, 11; 7, 4, 8: Camino 2, 1. Reaparecerá en Vida 35, 14; 39, 12; y en las Relaciones: 8. 11. 15. 36.

14 Es una de sus normas de discernimiento interior: cf. Rel. 4, 11: "Jamás hizo cosa (habla de sí misma) por lo que entendía en la oración, antes si le decían sus confesores al contrario, lo hacía luego".

15 Alude al "Indice de libros prohibidos", publicado por el inquisidor Fernando de Valdés en Valladolid el 17 de agosto de 1559. - En él se prohibían no sólo libros heréticos de allende los Pirineos, sino obras de los "espirituales españoles", como san Juan de Avila, san Francisco de Borja, Bernabé de Palma, Bartolomé de Carranza, Luis de Granada, etc. Este último, en carta al arzobispo Carranza escribía a propósito del Indice: "Con todo esto habrá un pedazo de trabajo, por estar el Arzobispo (= el inquisidor Valdés) tan contrario a cosas que él llama de contemplación para mujeres de carpinteros" (Obras de fr. L. de Granada, t. 14, p. 441). - En el Camino de Perfección, la Santa ironizará repetidas veces contra ese "Indice": cf. Camino E. 35, 4; 36, 4.

16 Aún no tenía visiones: el episodio del "Indice" es, pues, un buen hito cronológico: anuncia el comienzo de las "visiones" (cc. 27-28...), dentro del periodo de "unión mística" y de "arrobamientos" que preceden a esa fecha (agosto de 1559).

17 Concluye aquí el paréntesis doctrinal (c. 25...) dedicado a fijar criterios para discernir las "palabras interiores", si bien en este último capítulo la exposición se ha entrelazado con nuevos datos autobiográficos.

 

CAPÍTULO 27

En que trata otro modo con que enseña el Señor al alma y sin hablarla la da a entender su  voluntad por una manera admirable. Trata también de declarar una visión y gran merced que la hizo el Señor no imaginaria. Es mucho de notar este capítulo. *

1. Pues tornando al discurso de mi vida (1), yo estaba con esta aflicción de penas y con grandes oraciones como he dicho (2) que se hacían porque el Señor me llevase por otro camino que fuese más seguro, pues éste me decían era tan sospechoso. Verdad es que, aunque yo lo suplicaba a Dios, por mucho que quería desear otro camino, como veía tan mejorada mi alma, si no era alguna vez cuando estaba muy fatigada de las cosas que me decían y miedos que me ponían, no era en mi mano desearlo, aunque siempre lo pedía. Yo me veía otra en todo. No podía (3), sino poníame en las manos de Dios, que El sabía lo que me convenía, que cumpliese en mí lo que era su voluntad en todo.

Veía que por este camino le llevaba para el cielo, y que antes iba al infierno. Que había de desear esto ni creer que era demonio, no me podía forzar a mí, aunque hacía cuanto podía por creerlo y desearlo, mas no era en mi mano.

Ofrecía lo que hacía, si era alguna buena obra, por eso. Tomaba santos devotos porque me librasen del demonio. Andaba novenas (4). Encomendábame a San Hilarión (5), a San Miguel Angel, con quien por esto tomé nuevamente devoción; y otros muchos santos importunaba mostrase el Señor la verdad, digo que lo acabasen con Su Majestad.

2. A cabo de dos años que andaba con toda esta oración mía y de otras personas para lo dicho (6), o que el Señor me llevase por otro camino, o declarase la verdad, porque eran muy continuo las hablas que he dicho me hacía el Señor (7), me acaeció esto: estando un día del glorioso San Pedro (8) en oración, vi cabe mí o sentí, por mejor decir, que con los ojos del cuerpo ni del alma no vi nada, mas parecíame estaba junto cabe mi Cristo y veía ser El el que me hablaba, a mi parecer. Yo, como estaba ignorantísima de que podía haber semejante visión, diome gran temor al principio, y no hacía sino llorar, aunque, en diciéndome una palabra sola de asegurarme, quedaba como solía, quieta y con regalo y sin ningún temor. Parecíame andar siempre a mi lado Jesucristo, y como no era visión imaginaria (9), no veía en qué forma; mas estar siempre al lado derecho, sentíalo muy claro, y que era testigo de todo lo que yo hacía, y que ninguna vez que me recogiese un poco o no estuviese muy divertida (10) podía ignorar que estaba cabe mí.

3. Luego fui a mi confesor (11), harto fatigada, a decírselo. Preguntóme que en qué forma le veía. Yo le dije que no le veía. Díjome que cómo sabía yo que era Cristo. Yo le dije que no sabía cómo, mas que no podía dejar de entender estaba cabe mí y lo veía claro y sentía, y que el recogimiento del alma era muy mayor, en oración de quietud y muy continua, y los efectos que eran muy otros que solía tener (12), y que era cosa muy clara.

No hacía sino poner comparaciones para darme a entender; y, cierto, para esta manera de visión, a mi parecer, no la hay que mucho cuadre. Así como es de las más subidas (según después me dijo un santo hombre y de gran espíritu, llamado Fray Pedro de Alcántara, de quien después haré mención (13), y me han dicho otros letrados grandes, y que es adonde menos se puede entremeter el demonio de todas), así no hay términos para decirla acá las que poco sabemos, que los letrados mejor lo darán a entender. Porque si digo que con los ojos del cuerpo ni del alma (14) no lo veo, porque no es imaginaria visión, ¿cómo entiendo y me afirmo con más claridad que está cabe mí que si lo viese? (15) Porque parecer que es como una persona que está a oscuras, que no ve a otra que está cabe ella, o si es ciega, no va bien. Alguna semejanza tiene, mas no mucha, porque siente con los sentidos, o la oye hablar o menear, o la toca. Acá no hay nada de esto, ni se ve oscuridad, sino que se representa por una noticia al alma más clara que el sol. No digo que se ve sol ni claridad, sino una luz que, sin ver luz, alumbra el entendimiento, para que goce el alma de tan gran bien. Trae consigo grandes bienes.

4. No es como una presencia de Dios que se siente muchas veces, en especial los que tienen oración de unión y quietud (16), que parece en queriendo comenzar a tener oración hallamos con quién hablar, y parece entendemos nos oye por los efectos y sentimientos espirituales que sentimos de gran amor y fe, y otras determinaciones, con ternura. Esta gran merced es de Dios, y téngalo en mucho a quien lo ha dado, porque es muy subida oración, mas no es visión, que entiéndese que está allí Dios por los efectos que, como digo, hace al alma, que por aquel modo quiere Su Majestad darse a sentir (17). Acá vese claro que está aquí Jesucristo, hijo de la Virgen. En estotra oración represéntanse unas influencias de la Divinidad; aquí, junto con éstas, se ve nos acompaña y quiere hacer mercedes también la Humanidad Sacratísima.

5. Pues preguntóme el confesor: ¿quién dijo que era Jesucristo? .El me lo dice muchas veces, respondí yo; mas antes que me lo dijese se imprimió en mi entendimiento que era El, y antes de esto me lo decía y no le veía. Si una persona que yo nunca hubiese visto sino oído nuevas de ella, me viniese a hablar estando ciega o en gran oscuridad, y me dijese quién era, lo creería, mas no tan determinadamente lo podría afirmar ser aquella persona como si la hubiera visto. Acá sí, que sin verse, se imprime con una noticia tan clara que no parece se puede dudar; que quiere el Señor esté tan esculpido en el entendimiento, que no se puede dudar más que lo que se ve, ni tanto. Porque en esto algunas veces nos queda sospecha, si se nos antojó; acá, aunque de presto dé esta sospecha, queda por una parte gran certidumbre que no tiene fuerza la duda.

6. Así es también en otra manera que Dios enseña el alma y la habla de la manera que queda dicha (18). Es un lenguaje tan del cielo, que acá se puede mal dar a entender aunque más queramos decir, si el Señor por experiencia no lo enseña. Pone el Señor lo que quiere que el alma entienda, en lo muy interior del alma, y allí lo representa sin imagen ni forma de palabras, sino a manera de esta visión que queda dicha (19). Y nótese mucho esta manera de hacer Dios que entienda el alma lo que El quiere y grandes verdades y misterios; porque muchas veces lo que entiendo cuando el Señor me declara alguna visión que quiere Su Majestad representarme es así, y paréceme que es adonde el demonio se puede entremeter menos, por estas razones. Si ellas no son buenas, yo me debo engañar.

7. Es una cosa tan de espíritu esta manera de visión y de lenguaje (20), que ningún bullicio hay en las potencias ni en los sentidos, a mi parecer, por donde el demonio pueda sacar nada. Esto es alguna vez y con brevedad, que otras bien me parece a mí que no están suspendidas las potencias ni quitados los sentidos, sino muy en sí; que no es siempre esto en contemplación, antes muy pocas veces; mas éstas que son, digo que no obramos nosotros nada ni hacemos nada. Todo parece obra el Señor.

Es como cuando ya está puesto el manjar en el estómago, sin comerle, ni saber nosotros cómo se puso allí, mas entiende bien que está, aunque aquí no se entiende el manjar que es, ni quién le puso. Acá sí; (21) mas cómo se puso no lo sé, que ni se vio, ni se entiende, ni jamás se había movido a desearlo, ni había venido a mi noticia podía ser (22).

8. En la habla que hemos dicho antes (23), hace Dios al entendimiento que advierta, aunque le pese, a entender lo que se dice, que allá parece tiene el alma otros oídos con que oye, y que la hace escuchar y que no se divierta; (24) como a uno que oyese bien y no le consistiesen tapar los oídos y le hablasen junto a voces, aunque no quisiese, lo oiría; y, en fin, algo hace, pues está atento a entender lo que le hablan. Acá, ninguna cosa; que aun esto poco que es sólo escuchar, que hacía en lo pasado, se le quita. Todo lo halla guisado y comido; no hay más que hacer de gozar, como uno que sin deprender ni haber trabajado nada para saber leer ni tampoco hubiese estudiado nada, hallase toda la ciencia sabida ya en sí, sin saber cómo ni dónde, pues aun nunca había trabajado aun para desprender el abecé.

9. Esta comparación postrera me parece declara algo de este don celestial, porque se ve el alma en un punto sabia, y tan declarado el misterio de la Santísima Trinidad y de otras cosas muy subidas, que no hay teólogo con quien no se atreviese a disputar la verdad de estas grandezas (25). Quédase tan espantada, que basta una merced de éstas para trocar toda un alma y hacerla no amar cosa, sino a quien ve que, sin trabajo ninguno suyo, la hace capaz de tan grandes bienes y le comunica secretos y trata con ella con tanta amistad y amor que no se sufre escribir (26). Porque hace algunas mercedes que consigo traen la sospecha, por ser de tanta admiración y hechas a quien tan poco las ha merecido, que si no hay muy viva fe no se podrán creer. Y así yo pienso decir pocas de las que el Señor me ha hecho a mí si no me mandaren otra cosa, si no son algunas visiones que pueden para alguna cosa aprovechar, o para que, a quien el Señor las diere, no se espante pareciéndole imposible, como hacía yo, o para declararle el modo y camino por donde el Señor me ha llevado, que es lo que me mandan escribir (27).

10. Pues tornando a esta manera de entender, lo que me parece es que quiere el Señor de todas maneras tenga esta alma alguna noticia de lo que pasa en el cielo, y paréceme a mí que así como allá sin hablar se entiende (lo que yo nunca supe cierto es así, hasta que el Señor por su bondad quiso que lo viese y me lo mostró en un arrobamiento), así es acá, que se entienden Dios y el alma con sólo querer Su Majestad que lo entienda, sin otro artificio para darse a entender el amor que se tienen estos dos amigos. Como acá si dos personas se quieren mucho y tienen buen entendimiento, aun sin señas parece que se entienden con sólo mirarse. Esto debe ser aquí, que sin ver nosotros cómo, de en hito en hito se miran estos dos amantes, como lo dice el Esposo a la Esposa en los Cantares; (28) a lo que creo, lo he oído que es aquí.

11. ¡Oh benignidad admirable de Dios, que así os (29) dejáis mirar de unos ojos que tan mal han mirado como los de mi alma! ¡Queden ya, Señor, de esta vista acostumbrados en no mirar cosas bajas, ni que les contente (30) ninguna fuera de Vos! ¡Oh ingratitud de los mortales! ¿Hasta cuándo ha de llegar? Que sé yo por experiencia que es verdad esto que digo, y que es lo menos de lo que Vos hacéis con un alma que traéis a tales términos, lo que se puede decir. ¡Oh almas que habéis comenzado a tener oración y las que tenéis verdadera fe!, ¿qué bienes podéis buscar aun en esta vida dejemos lo que se gana para sin fin, que sea como el menor de éstos?

12. Mirad que es así cierto, que se da Dios a Sí (31) a los que todo lo dejan por El. No es aceptador de personas; (32) a todos ama. No tiene nadie excusa por ruin que sea, pues así lo hace conmigo trayéndome a tal estado. Mirad que no es cifra (33) lo que digo, de lo que se puede decir; sólo va dicho lo que es menester para darse a entender esta manera de visión y merced que hace Dios al alma; mas no puedo decir lo que se siente cuando el Señor la da a entender secretos y grandezas suyas, el deleite tan sobre cuantos acá se pueden entender, que bien con razón hace aborrecer los deleites de la vida, que son basura todos juntos. Es asco traerlos a ninguna comparación aquí, aunque sea para gozarlos sin fin, y de estos que da el Señor sola una gota de agua del gran río caudaloso que nos está aparejado (34).

13. ¡Vergüenza es y yo cierto la he de mí y, si pudiera haber afrenta en el cielo, con razón estuviera yo allá más afrentada que nadie! ¿Por qué hemos de querer tantos bienes y deleites y gloria para sin fin, todos a costa del buen Jesús? ¿No lloraremos siquiera con las hijas de Jerusalén, ya que no le ayudemos a llevar la cruz con el Cirineo? (35) ¿Que con placeres y pasatiempos hemos de gozar lo que El nos ganó a costa de tanta sangre? Es imposible. ¿Y con honras vanas pensamos remedar un desprecio como El sufrió para que nosotros reinemos para siempre?No lleva camino, errado, errado va el camino. Nunca llegaremos allá.

Dé voces vuestra merced (36) en decir estas verdades, pues Dios me quitó a mi esta libertad. A mí me las querría dar siempre, y óigome tan tarde (37) y entendí a Dios, como se verá por lo escrito, que me es gran confusión hablar en esto, y así quiero callar. Sólo diré lo que algunas veces considero. Plega al Señor me traiga a términos que yo pueda gozar de este bien.

14. ¡Qué gloria accidental será (38) y qué contento de los bienaventurados que ya gozan de esto, cuando vieren que, aunque tarde, no les quedó cosa por hacer por Dios de las que le fue posible, ni dejaron cosa por darle de todas las maneras que pudieron, conforme a sus fuerzas y estado, y el que más, más! ¡Qué rico se hallará el que todas las riquezas dejó por Cristo! (39) ¡Qué honrado el que no quiso honra por El, sino que gustaba (40) de verse muy abatido! ¡Qué sabio el que se holgó de que le tuviesen por loco, pues lo llamaron a la misma Sabiduría! ¡Qué pocos hay ahora, por nuestros pecados! Ya, ya parece se acabaron los que las gentes tenían por locos, de verlos hacer obras heroicas de verdaderos amadores de Cristo. ¡Oh mundo, mundo, cómo vas ganando honra en haber pocos que te conozcan!

15. Mas ¡si pensamos se sirve ya más Dios de que nos tengan por sabios y por discretos! Eso, eso debe ser, según se usa discreción. Luego nos parece es poca edificación no andar con mucha compostura y autoridad cada uno en su estado. Hasta el fraile y clérigo y monja nos parecerá que traer cosa vieja y remendada es novedad y dar escándalo a los flacos; y aun estar muy recogidos y tener oración, según está el mundo y tan olvidadas las cosas de perfección de grandes ímpetus que tenían los santos, que pienso hace más daño a las desventuras que pasan en estos tiempos, que no haría escándalo a nadie dar a entender los religiosos por obras, como lo dicen por palabras, en lo poco que se ha de tener el mundo; que de estos escándalos el Señor saca de ellos grandes provechos. Y si unos se escandalizan, otros se remuerden. Siquiera que hubiese un dibujo de lo que pasó por Cristo y sus Apóstoles, pues ahora más que nunca es menester.

16. ¡Y qué bueno nos le llevó Dios ahora (41) en el bendito Fray Pedro de Alcántara! No está ya el mundo para sufrir tanta perfección. Dicen que están las saludes más flacas y que no son los tiempos pasados. Este santo hombre de este tiempo era; estaba grueso el espíritu como en los otros tiempos, y así tenía el mundo debajo de los pies. Que, aunque no anden desnudos, ni hagan tan áspera penitencia como él, muchas cosas hay como otras veces he dicho (42) para repisar el mundo, y el Señor las enseña cuando ve ánimo. ¡Y cuán grande le dio Su Majestad a este santo que digo, para hacer cuarenta y siete años tan áspera penitencia, como todos saben! Quiero decir algo de ella, que sé es toda verdad.

17. Díjome a mí y a otra persona (43), de quien se guardaba poco (y a mí el amor que me tenía era la causa, porque quiso el Señor le tuviese para volver por mí y animarme en tiempo de tanta necesidad, como he dicho y diré) (44), paréceme fueron cuarenta años los que me dijo había dormido sola hora y media entre noche y día, y que éste era el mayor trabajo de penitencia que había tenido en los principios, de vencer el sueño, y para esto estaba siempre o de rodillas o en pie. Lo que dormía era sentado, y la cabeza arrimada a un maderillo que tenía hincado en la pared. Echado, aunque quisiera, no podía, porque su celda como se sabe no era más larga de cuatro pies y medio.

En todos estos años jamás se puso la capilla, por grandes soles y aguas que hiciese, ni cosa en los pies ni vestida; sino un hábito de sayal, sin ninguna otra cosa sobre las carnes, y éste tan angosto como se podía sufrir, y un mantillo de lo mismo encima. Decíame que en los grandes fríos se le quitaba, y dejaba la puerta y ventanilla abierta de la celda, para que con ponerse después el manto y cerrar la puerta, contentaba al cuerpo, para que sosegase con más abrigo. Comer a tercer día era muy ordinario; (45) y díjome que de qué me espantaba, que muy posible era a quien se acostumbraba a ello. Un su compañero me dijo que le acaecía estar ocho días sin comer. Debía ser estando en oración, porque tenía grandes arrobamientos e ímpetus de amor de Dios, de que una vez yo fui testigo (46).

18. Su pobreza era extrema y mortificación en la mocedad, que me dijo que le había acaecido estar tres años en una casa de su Orden y no conocer fraile, si no era por el habla; porque no alzaba los ojos jamás, y así a las partes que de necesidad había de ir no sabía, sino íbase tras los frailes. Esto le acaecía por los caminos. A mujeres jamás miraba; esto muchos años. Decíame que ya no se le daba más ver que no ver. Mas era muy viejo cuando le vine a conocer (47), y tan extrema su flaqueza, que no parecía sino hecho de raíces de árboles.

Con toda esta santidad era muy afable, aunque de pocas palabras, si no era con preguntarle. En éstas era muy sabroso, porque tenía muy lindo entendimiento. Otras cosas muchas quisiera decir, sino que he miedo dirá vuestra merced que para qué me meto en esto, y con él lo he escrito. Y así lo dejo con que fue su fin como la vida, predicando y amonestando a sus frailes. Como vio ya se acababa, dijo el salmo de Laetatus sum in his quae dicta sunt mihi (48), e, hincado de rodillas, murió.

19. Después ha sido el Señor servido yo tenga más en él que en la vida (49), aconsejándome en muchas cosas. Hele visto muchas veces con grandísima gloria. Díjome la primera que me apareció, que bienaventurada penitencia que tanto premio había merecido y otras muchas cosas. Un año antes que muriese, me apareció estando ausente (50), y supe se había de morir, y se lo avisé. Estando algunas leguas de aquí cuando expiró, me apareció y dijo cómo se iba a descansar (51). Yo no lo creí, y díjelo a algunas personas, y desde a ocho días vino la nueva cómo era muerto, o comenzado a vivir para siempre, por mejor decir.

20. Hela aquí acabada esta aspereza de vida con tan gran gloria. Paréceme que mucho más me consuela que cuando acá estaba. Díjome una vez el Señor que no le pedirían cosa en su nombre que no la oyese (52). Muchas que le he encomendado pida al Señor, las he visto cumplidas. Sea bendito por siempre, amén.

21. Mas ¡qué hablar he hecho, para despertar a vuestra merced (53) a no estimar en nada cosa de esta vida, como si no lo supiese, o no estuviera ya determinado a dejarlo todo y puéstolo por obra! Veo tanta perdición en el mundo, que, aunque no aproveche más decirlo yo de cansarme de escribirlo (54), me es descanso; que todo es contra mí lo que digo. El Señor me perdone lo que en este caso le he ofendido, y vuestra merced, que le canso sin propósito. Parece que quiero haga penitencia de lo que yo en esto pequé.

NOTAS CAPÍTULO 27

Reanuda la narración. Refiere "el hecho decisivo" de su vida: la experiencia mística de Cristo presente. - El epígrafe del capítulo comienza anunciando otro tema doctrinal: "otro modo" de comunicación mística de Dios con el alma. El "modo primero" son las "hablas o palabras interiores", tratadas en el c. 25, a raíz de la sorprendente palabra interior referida en el c. 24, 5. - El "hecho decisivo" lo referirá en el lugar paralelo de las Moradas 6, c. 4, si bien con léxico diverso.

1 Torna al discurso de su vida, interrumpido al final del c. 24, mantenido con breves alusiones en los cc. 25 y 26. - Para completar el sentido del periodo, inconcluso, fray Luis añadió aquí: yo estaba con esta aflicción... (p. 314).

2 Lo ha dicho en el c. 25, 15.

3 No podía desearlo. Cf. c. 29, 5.

4 Andaba novenas: hacía novenas.

5 San Hilarión: monje oriental del siglo IV. Figura en la lista de "devociones particulares" de la Santa, que le dedicó uno de sus poemas festivos: "Hoy ha vencido un guerrero / al mundo y sus valedores...". La leyenda carmelitana, muy viva en tiempo de la Santa, lo contaba entre los ermitaños del Carmelo. En el breviario de la Santa (1568) figura su fiesta litúrgica el 22 de octubre (en el misal carmelitano, el 21 de octubre).

6 Para lo dicho en el c. 25, 15: "que Dios me llevase por otro camino", y no por el de las gracias místicas.

7 Un día del glorioso San Pedro: probablemente el 29 de junio de 1560. Después de serle comunicado el contenido del "Indice de libros prohibidos" de Valdés (26, 5). Más adelante recordará que esta primera visión ocurrió en la fiesta de San Pedro y San Pablo (c. 29, 5), que se celebraba el 29 de junio.

9 No era visión imaginaria: es decir, era visión sin imagen alguna de lo visto. - "Imaginaria", en su acepción técnica: intermedia entre "visión corporal" y "visión intelectual". La Santa distingue estas tres clases de visiones místicas (cf. c. 30, 4): intelectuales, como la presente, que describirá en el n. 3; imaginarias, percibidas con "los ojos del alma" (n. 3), es decir, con los sentidos interiores, como la visión de que hablará en el c. 28, 1 y ss. (porque "allá -adentro- parece tiene el alma otros oídos con que oye" y otros sentidos: n. 8); y corporales, percibidas con los ojos de la cara (sentidos exteriores), de las que dirá que ella nunca las tuvo (c. 28, 4). - Con todo, en Vida nunca designará a las primeras con el término culto de "intelectuales". Este término escolástico lo utilizará mucho más tarde: en las Relaciones (4, 15; 6, 3; 12, 6; 24; 25, 1, etc.) y en las Moradas (6, 3, 12; 6, 4, 5; 6, 4, 9, etc., y especialmente en el c. 8 de esas Moradas sextas, desde el epígrafe del capítulo). A causa de esa carencia lexical, en Vida las designa con la circunlocución: "las visiones que no se ven" (33, 15), porque "con los ojos del cuerpo ni del alma no vi nada" (27, 2).

10 Divertida: distraída.

11 Mi confesor: el P. Baltasar Alvarez.

12 Los efectos eran muy otros (diversos) que los que solía tener.

13 Hará mención de él en este mismo capítulo, nn. 16-20, y en el c. 30, 2-7, etc.

14 Ojos del alma: sentidos interiores. En contraposición a los "ojos del cuerpo": cf. 28, 4; 30, 4-5.

15 Reordenando la frase: ¿cómo entiendo y afirmo que está cabe mí, con más claridad que si lo viese?

16 Oración de unión y quietud: en su acepción técnica, oración de "cuarto grado" (unión incipiente), y de "segundo grado" (quietud).

17 Acá: en la visión mística del n. 2. Con el término genérico "acá" seguirá designándola en adelante.

18 La (le) habla sin hablar: alude a las palabras místicas de que trató el c. 25, titulado "cómo se entienden estas hablas que hace Dios sin oírse" (cf. su definición en 25, 1). - Son hablas místicas de la misma especie que las visiones no imaginarias que viene exponiendo. Por su parecido con éstas, las definirá enseguida: hablas "sin imagen ni forma de palabras, sino a manera de esta visión que queda dicha" (alude a la referida en el n. 2 de este capítulo). - En el presente contexto parece distinguir dos formas de hablas místicas: hablas con palabras formadas, si bien "se entienden sin oírse" (c. 25); y hablas no formadas, sin palabras, como "lo que pasa en el cielo", "que así como allá sin hablar se entiende... así es acá, que se entienden Dios y el alma con sólo querer S.M. que lo entienda, sin otro artificio" (27, 10). De estas últimas comienza a tratar a partir del n. 6.

19 Sigue refiriéndose a la visión del n. 2.

20 Esta manera de visión y lenguaje son las dos formas de comunicación divina: por visión, y en palabras interiores.

21 Acá sí: en las hablas místicas.

22 A que esto podía ser: "a" redundante. Fray Luis (p. 321) leyó: "ni había venido a mi noticia aquesto podía ser".

23 La referida en el c. 25 passim.

24 No se divierta: no se distraiga.

25 Uno de aquellos teólogos escribe de ella por estas mismas fechas: "Estas cosas causan en ella una claridad de entendimiento y una luz en las cosas de Dios ardmirable" (Dictamen del dominico Pedro Ibáñez: BMC, II, p. 132). - Acerca de su penetración del misterio de la Trinidad, véanse las Relaciones 16, 24, 47. - De esa seguridad personal frente a los teólogos, había escrito poco antes en la Relación 1, n. 6: "cuando estoy en oración y los días que ando quieta y el pensamiento en Dios, aunque se junten cuantos letrados y santos hay en el mundo y me diesen todos los tormentos imaginables y yo quisiese creerlo, no me podrían hacer creer que esto es demonio, porque no puedo". - El mismo P. Ibáñez se hace eco de esa seguridad: "Si todos los de la Compañía y siervos de Dios que hay en la tierra le dicen que es demonio o dijesen, teme y tiembla antes de las visiones, pero estando en oración y recogimiento, aunque la hagan mil pedazos, no se persuadiría sino que es Dios el que trata y habla" (Dictamen, BMC, II, p. 132).

26 Que no se sufre escribir: no se pueden escribir, o no son para escritos.

27 Pasaje que apunta los motivos de fondo por los que la Santa cuenta sus gracias místicas, las "que se sufre escribir".

28 Ct. 4, 9 y 6, 4: "Con una sola mirada, hermana y novia mía, me has robado el corazón". En los Conceptos, ella citará Ct. 6, 2: "que mire yo a mi Amado y mi Amado a mí; y que mire El por mis cosas, y yo por las suyas" (Conc. 4, 8).

29 Que así os: palabras añadidas al margen del autógrafo y aceptadas por fray Luis (p. 323) para suplir una línea ilegible, tachada en el texto quizás por la autora.

30 Por lapsus material, la Santa escribe: ni que les que contente. Ya corregido por fray Luis (p. 323).

31 Fray Luis editó: "que se da Dios así" (p. 324).

32 Palabra bíblica: Mt 22, 16; Rom 2, 11. Citada de nuevo en C. 16, 12.

33 Cifra: en la acepción de "muestra", "suma y compendio": "mirad que lo que digo no es ni cifra (muestra, indicio) de lo que se puede decir". Cf. el título del c. 32, o Moradas 7, 1, 1.

34 Frase lacónica y vigorosa. Su sentido es: Es asco establecer comparación entre los goces místicos y los terrenos, aunque los terrenos fuesen para sin fin, y los místicos fuesen una sola gota del gran río caudaloso que nos está aparejado en el cielo". - Fray Luis puntuó mal este pasaje (p. 234), y tras él, casi todos los editores.

35 Doble alusión evangélica: a Lc 23, 27 y a Mt 27, 32.

36 Dé voces vuestra merced: "Habla con el Padre fray García de Toledo", anota Gracián en su ejemplar.

37 La Santa escribió: "y oyome". Fray Luys (p. 235) dio pie a una lectura errónea, que él mismo enmendó en la segunda edición (p. 233). El sentido es: "Dé voces v.m... A mí me las querría dar yo siempre, y (= y sin embargo) he tardado tanto en oirme..."

38 Gloria accidental: gloria sobreañadida a la visión beatífica.

39 Alusión al pasaje evangélico de Mt 19, 29.

40 Por lapsus de pluma, escribió gustaban. Todo el pasaje está cuajado de reminiscencias bíblicas: Mt 19, 21-29; 27, 28; 2 Cor 11, 16...

41 San Pedro de Alcántara había muerto el 18.10.1562 en Arenas de San Pedro (Avila).

42 Cf. n. 14 y c. 16, nn. 1.4.8, y c. 21 passim. - Repisar el mundo: pisar una y otra vez, en sentido metafórico, "menospreciarlo". Cf. Camino 1, 5.

43 "Esta persona de quien habla aquí la Santa, era la venerable María Díaz (Maridíaz), de mucha fama en Avila por sus grandes virtudes. Tuvo por maestro de espíritu a San Pedro de Alcántara. En su correspondencia habla la Santa de esta piadosa mujer con mucho encarecimiento. Atribúyese a San Pedro de Alcántara el dicho de que Avila encerraba dentro de sus muros tres santas a la vez: la Madre Teresa, María Díaz de Vivar y Catalina Dávila, de noble familia esta última" (P. Silverio). - Una anécdota curiosa de Maridíaz puede verse en la carta de la Santa a Leonor de la Misericordia, de mayo 1582.

44 Lo ha dicho en el n. 3, y lo dirá en el c. 30.

45 Ordinario: frecuente.

46 Episodio sucedido en la Encarnación de Avila, en 1561. La Santa hubo de servirle la comida en el locutorio del monasterio, y allí pudo sorprenderlo en éxtasis. Lo refiere Francisco Marchese en la biografía del Santo (Lión 1670), L. 7º, c. 5).

47 No tan viejo: La Santa lo conoció en el verano de 1558, cuando aún no llegaba a los 60 años de edad. Había nacido en Alcántara en 1499, y murió en Arenas de San Pedro (Avila) en 1562.

48 Salmo 121, 1. La Santa escribió a su modo: "letatum sun yn is que dita sun miqui".

49 Ya tenga más ayuda... que en vida.

50 Debió suceder en el otoño de 1561. La Santa se hallaba en dificultad con motivo del Breve para la fundación de San José de Avila. (Cf. la biografía del Santo por F. Marchese, L. III, c. 11; y en la autobiografía de la Santa, el c. 36, n. 20). - El episodio mereció ser citado en la Bula de canonización de S. Pedro de Alcántara.

51 "Acuérdome que me dijo la primera vez que le vi (= en esta primera aparición), entre otras cosas, diciéndome lo mucho que gozaba, que dichosa penitencia había sido la que había hecho, que tanto premio había alcanzado" (c. 36, n. 20).

52 Es un remedo del texto evangélico de Jesús en Jn 14, 13.

53 Epílogo del capítulo, en diálogo con García de Toledo, como en cc. anteriores.

54 En otro orden: "aunque decirlo yo no aproveche más que cansarme en escribirlo".