Prosigue
y acaba este postrer grado de oración. * Dice lo que siente el alma que está
en él de tornar
1.
Pues acabando en lo que iba (1), digo que no ha menester aquí consentimiento de
esta alma; ya se le tiene dado, y sabe que con voluntad se entregó en sus manos
y que no le puede engañar, porque es sabedor de todo. No es como acá, que
está toda la vida llena de engaños y dobleces: cuando pensáis tenéis una
voluntad ganada, según lo que os muestra, venís a entender que todo es
mentira. No hay ya quien viva en tanto tráfago, en especial si hay algún poco
de interés.
¡Bienaventurada
alma que la trae el Señor a entender verdades! (2) ¡Oh, qué estado éste para
los reyes! ¡Cómo les valdría mucho más procurarle, que no gran señorío!
¡Qué rectitud habría en el reino! ¡Qué de males se excusarían y habrían
excusado! Aquí no se teme perder vida ni honra por amor de Dios. ¡Qué gran
bien éste para quien está más obligado a mirar la honra del Señor, que todos
los que son menos, pues han de ser los reyes a quien sigan! Por un punto de
aumento en la fe y de haber dado luz en algo a los herejes, perdería mil
reinos, y con razón. Otro ganar es. Un reino que no se acaba. Que con sola una
gota que gusta un alma de esta agua de él, parece asco todo lo de acá. Pues
cuando fuere estar engolfada en todo (3) ¿qué será?
2.
¡Oh Señor! Si me dierais estado para decir a voces esto (4), no me creyeran,
como hacen a muchos que lo saben decir de otra suerte que yo; mas al menos
satisficiérame yo. Paréceme que tuviera en poco la vida por dar a entender una
sola verdad de éstas; no sé después lo que hiciera, que no hay que fiar de
mí. Con ser la que soy, me dan grandes ímpetus por decir esto a los que
mandan, que me deshacen (5). De que no puedo más, tórnome a Vos, Señor mío,
a pediros remedio para todo; y bien sabéis Vos que muy de buena gana me
desposeería yo de las mercedes que me habéis hecho, con quedar en estado que
no os ofendiese, y se las daría a los reyes; porque sé que sería imposible
consentir cosas que ahora se consienten, ni dejar de haber grandísimos bienes
(6).
3.
¡Oh Dios mío! Dadles a entender a lo que están obligados, pues los quisisteis
Vos señalar en la tierra de manera, que aun he oído decir hay señales en el
cielo cuando lleváis a alguno (7). Que, cierto, cuando pienso esto, me hace
devoción que queráis Vos, Rey mío, que hasta en esto entiendan os han de
imitar en vida, pues en alguna manera hay señal en el cielo, como cuando
moristeis Vos, en su muerte.
4.
Mucho me atrevo. Rómpalo vuestra merced (8) si mal le parece, y crea se lo
diría mejor en presencia, si pudiese o pensase me han de creer, porque los
encomiendo a Dios mucho, y querría me aprovechase. Todo lo hace aventurar la
vida, que deseo muchas veces estar sin ella, y era por poco precio aventurar a
ganar mucho. Porque no hay ya quien viva, viendo por vista de ojos el gran
engaño en que andamos y la ceguedad que traemos.
5.
Llegada un alma aquí, no es sólo deseos los que tiene por Dios; Su Majestad la
da fuerzas para ponerlos por obra. No se le pone cosa delante, en que piense le
sirve, a que no se abalance; y no hace nada, porque como digo (9) ve claro que
no es todo nada, sino contentar a Dios. El trabajo es que no hay qué se ofrezca
a las que son de tan poco provecho como yo. Sed Vos, Bien mío, servido venga
algún tiempo en que yo pueda pagar algún cornado (10) de lo mucho que os debo.
Ordenad Vos, Señor, como fuereis servido, cómo esta vuestra sierva os sirva en
algo. Mujeres eran otras y han hecho cosas heroicas por amor de Vos (11). Yo no
soy para más de parlar, y así no queréis Vos, Dios mío, ponerme en obras.
Todo se va en palabras y deseos cuanto he de servir, y aun para esto no tengo
libertad, porque por ventura faltara en todo. Fortaleced Vos mi alma y
disponedla primero, Bien de todos los bienes y Jesús mío, y ordenad luego
modos cómo haga algo por Vos, que no hay ya quien sufra recibir tanto y no
pagar nada. Cueste lo que costare, Señor, no queráis que vaya delante de Vos
tan vacías las manos, pues conforme a las obras se ha de dar el premio. Aquí
está mi vida, aquí está mi honra y mi voluntad; todo os lo he dado, vuestra
soy, disponed de mí conforme a la vuestra. Bien veo yo, mi Señor, lo poco que
puedo; mas llegada a Vos, subida en esta atalaya adonde se ven verdades, no os
apartando de mí, todo lo podré; que si os apartáis, por poco que sea, iré
adonde estaba, que era al infierno.
6.
¡Oh, qué es un alma que se ve aquí, haber de tornar a tratar con todos, a
mirar y ver esta farsa de esta vida tan mal concertada, a gastar el tiempo en
cumplir con el cuerpo, durmiendo y comiendo! Todo la cansa, no sabe cómo huir,
vese encadenada y presa. Entonces siente más verdaderamente el cautiverio que
traemos con los cuerpos, y la miseria de la vida. Conoce la razón que tenía
San Pablo de suplicar a Dios le librase de ella (12). Da voces con él. Pide a
Dios libertad, como otras veces he dicho; (13) mas aquí es con tan gran ímpetu
muchas veces, que parece se quiere salir el alma del cuerpo a buscar esta
libertad, ya que no la sacan. Anda como vendida en tierra ajena, y lo que más
la fatiga es no hallar muchos que se quejen con ella y pidan esto, sino lo más
ordinario es desear vivir. ¡Oh, si no estuviésemos asidos a nada ni
tuviésemos puesto nuestro contento en cosa de la tierra, cómo la pena que nos
daría vivir siempre sin él templaría el miedo de la muerte con el deseo de
gozar de la vida verdadera!
7.
Considero algunas veces cuando una como yo, por haberme el Señor dado esta luz,
con tan tibia caridad y tan incierto el descanso verdadero por no lo haber
merecido mis obras, siento tanto verme en este destierro muchas veces, ¿qué
sería el sentimiento de los santos? ¿Qué debía de pasar San Pablo y la
Magdalena y otros semejantes, en quien tan crecido estaba este fuego de amor de
Dios? Debía ser un continuo martirio.
Paréceme
que quien me da algún alivio y con quien descanso de tratar, son las personas
que hallo de estos deseos; digo deseos con obras; digo con obras, porque hay
algunas personas que, a su parecer, están desasidas, y así lo publican y
había ello de ser, pues su estado lo pide y los muchos años que ha que algunas
han comenzado camino de perfección, mas conoce bien esta alma desde muy lejos
los que lo son de palabras, o los que ya estas palabras han confirmado con
obras; porque tiene entendido el poco provecho que hacen los unos y el mucho los
otros, y es cosa que a quien tiene experiencia lo ve muy claramente.
8.
Pues dicho ya estos efectos que hacen los arrobamientos que son de espíritu de
Dios... (14), verdad es que hay más o menos. Digo menos, porque a los
principios, aunque hace estos efectos, no están experimentados con obras, y no
se puede así entender que los tiene. Y también va creciendo la perfección y
procurando no haya memoria de telaraña (15), y esto requiere algún tiempo. Y
mientras más crece el amor y humildad en el alma, mayor olor dan de sí estas
flores de virtudes, para sí y para los otros.
Verdad
es que de manera puede obrar el Señor en el alma en un rapto de estos, que
quede poco que trabajar al alma en adquirir perfección, porque no podrá nadie
creer, si no lo experimenta, lo que el Señor la da aquí, que no hay diligencia
nuestra que a esto llegue, a mi parecer. No digo que con el favor del Señor,
ayudándose muchos años, por los términos que escriben los que han escrito de
oración, principios y medios, no llegarán a la perfección y desasimiento
mucho con hartos trabajos; (16) mas no en tan breve tiempo como, sin ninguno
nuestro, obra el Señor aquí y determinadamente saca el alma de la tierra y le
da señorío sobre lo que hay en ella, aunque en esta alma no haya más
merecimientos que había en la mía, que no lo puedo más encarecer, porque era
casi ninguno.
9.
El por qué lo hace Su Majestad (17), es porque quiere, y como quiere hácelo, y
aunque no haya en ella disposición, la dispone para recibir el bien que Su
Majestad le da (18). Así que no todas veces los da porque se lo han merecido en
granjear bien el huerto aunque es muy cierto a quien esto hace bien y procura
desasirse, no dejar de regalarle, sino que es su voluntad mostrar su grandeza
algunas veces en la tierra que es más ruin, como tengo dicho (19), y dispónela
para todo bien, de manera que parece no es ya parte (20) en cierta manera para
tornar a vivir en las ofensas de Dios que solía. Tiene el pensamiento tan
habituado a entender lo que es verdadera verdad, que todo lo demás le parece
juego de niños. Ríese entre sí algunas veces cuando ve a personas graves de
oración y religión hacer mucho caso de unos puntos de honra que esta alma
tiene ya debajo de los pies. Dicen que es discreción y autoridad de su estado
para más aprovechar. Sabe ella muy bien que aprovecharía más en un día que
pospusiese aquella autoridad de estado por amor de Dios, que con ella en diez
años.
10.
Así vive vida trabajosa y con siempre cruz (21), mas va en gran crecimiento.
Cuando parece a los que la tratan, están muy en la cumbre. Desde a poco están
muy más mejoradas, porque siempre las va favoreciendo más Dios. Es alma suya.
Es El que la tiene ya a cargo, y así le luce. Porque parece asistentemente (22)
la está siempre guardando para que no le ofenda, y favoreciendo y despertando
para que le sirva.
En
llegando mi alma a que Dios la hiciese esta tan gran merced, cesaron mis males y
me dio el Señor fortaleza para salir de ellos, y no me hacía más estar en las
ocasiones y con gente que me solía distraer, que si no estuviera, antes me
ayudaba lo que me solía dañar. Todo me era medios para conocer más a Dios y
amarle y ver lo que le debía y pesarme de la que había sido.
11.
Bien entendía yo no venía aquello de mí ni lo había ganado con mi
diligencia, que aún no había habido tiempo para ello. Su Majestad me había
dado fortaleza para ello por su sola bondad.
Hasta
ahora, desde que me comenzó el Señor a hacer esta merced de estos
arrobamientos, siempre ha ido creciendo esta fortaleza, y por su bondad me ha
tenido de su mano para no tornar atrás. Ni me parece, como es así, hago nada
casi de mi parte, sino que entiendo claro el Señor es el que obra.
Y
por esto me parece que a almas que el Señor hace estas mercedes que, yendo con
humildad y temor, siempre entendiendo el mismo Señor lo hace y nosotros casi
nonada, que se podía poner entre cualquiera gente; aunque sea más distraída y
viciosa, no le hará al caso, ni moverá en nada; antes, como he dicho (23), le
ayudará y serle ha modo para sacar muy mayor aprovechamiento. Son ya almas
fuertes que escoge el Señor para aprovechar a otras; aunque esta fortaleza no
viene de sí. De poco en poco, en llegando el Señor aquí un alma, le va
comunicando muy grandes secretos.
12.
Aquí son las verdaderas revelaciones en este éxtasis y las grandes mercedes y
visiones, y todo aprovecha para humillar y fortalecer el alma y que tenga en
menos las cosas de esta vida y conozca más claro las grandezas del premio que
el Señor tiene aparejado a los que le sirven.
Plega
a Su Majestad sea alguna parte (24) la grandísima largueza que con esta
miserable pecadora ha tenido, para que se esfuercen y animen los que esto
leyeren a dejarlo todo del todo por Dios. Pues tan cumplidamente paga Su
Majestad, que aun en esta vida se ve claro el premio y la ganancia que tienen
los que le sirven, ¿qué será en la otra?
NOTAS
CAPÍTULO 21
Ultimo
capítulo del tratadillo dedicado a exponer los grados de oración (cc. 11-21).
Suavemente la exposición doctrinal se vuelve autobiográfica. En el presente
capítulo se funden esas dos líneas, teórica y narrativa-testifical. Este 4º
grado de oración se identifica con la experiencia mística que
"ahora" vive la autora (cf. n. 11), y cuya narración reanudará en el
c. 23.
1
Acabando en lo que iba: reanuda el tema de los efectos y el estado
correspondientes al 4º grado de oración. Comenzó a tratarlo en el c. 19, n.
1. Volvió sobre el tema fragmentariamente en el c. 20, nn. 7 y 23. - Ahora
comienza aludiendo a una afirmación del c. 19, 2: "allí no hubo casi
consentimiento...". - El sentido de la primera frase es: Dios "no ha
menester en este estado místico consentimiento del alma".
2
Con idéntica afirmación había concluido el c. 20: Ya tiene "los ojos
abiertos para entender las verdades". "Subida a esta atalaya (desde)
donde se ven verdades" (n. 5).
3
Es decir: "estar totalmente engolfada" en él.
4
Decir a voces, o bien "dar voces": es deseo suyo reiterado y mal
reprimido. Ver c. 16, 2; 20, 25... O la Rel. 1, 5, poco anterior a Vida.
5
Es decir: me dan tan grandes ímpetus, que me deshacen.
6
"Yendo a la fundación de Toledo en 1569, y pasando por la Corte, hizo la
Santa llegar a Felipe II, por medio de la PrincesaDñaJuana, algunos avisos que
impresionaron vivamente al Rey, quien mostró deseos de conocer personalmente a
la célebre fundadora. Aún no se tiene noticia segura de si llegaron a verse;
pero el Rey prudente hizo siempre mucha estima de la Santa y la favoreció no
poco para llevar adelante su obra de reformación" (P. Silverio).
7
Alusión a una creencia popular antiquísima: de la muerte de César cantó
Virgilio que el sol "caput obscura nitidum ferrugine texit". Y casi en
tiempo de la Santa se divulgó el rumor de una horripilante lluvia de estrellas
en la muerte de Felipe el Hermoso (1506). - Sigue una alusión a Mt. 27, 45.
8
Alude al P. García de Toledo, a quien ya ha incitado a "romper" o
"quemar" las páginas atrevidas (cf. 7, 22; 10, 7; 16, 8; 36, 29;
epíl. n. 2).
9
Como digo: cf. n. 1 y cap. 20, nn. 22 y 26. - La frase no hace nada equivale a
"no le cuesta trabajo", "no precisa esforzarse". Acentuando
el factor pasivo de esta situación, dirá en el n. 11: ni me parece... hago
casi nada de mi parte. - Ve claro que no es todo nada: hoy decimos sin la
negativa: "que todo es nada".
10
Cornado: moneda de vellón que corrió desde el tiempo de Sancho IV de Castilla
hasta los Reyes Católicos, llamada así por llevar grabada una corona
(coronado). Por su ínfimo valor (según Cobarruvias, "tres cornados
valían una blanca"), pasó a significar "cosa de escaso precio".
- La Santa usa también "cornadillo" (cf. carta del 6 de julio de
1568), y más frecuentemente "blanca" (Fund. 3, 2; 21, 2; 24, 17,
etc.).
11
Cf. c. 1, 4.
12
Alude al anhelo de San Pablo en Rom. 7, 24 (cf. 20, nota 57).
13
Ha dicho reiteradamente las dos cosas: "dar voces" (ver nota 4) y
"pedir libertad" (c. 20, nota 57).
14
Frase anacolútica: parece ser que la Santa la truncó de intento con dos
fuertes trazos de pluma, pasando sin más al período siguiente. Fray Luis la
enmendó en parte: "pues dicho he ya..." (p. 250).
15
Memoria de telaraña: recuerdo de faltas propias (cf. c. 19, 2; 20, 28). - En el
autógrafo: hay, en lugar de haya. Trascribimos como fray Luis (p. 250).
16
O sea: "No digo que... no llegarán, con hartos trabajos, a la
perfección...". - La terna "principios y medios y...
perfección", alude a las tres etapas de la vida espiritual, tradicionales
entre "los escritores de oración" (cf. c. 11, 3; 12, 2, nota 8).
17
Es decir, por qué a veces Dios da gracias místicas a quien está menos dotado
de virtudes y méritos... Compárese con San Juan de la Cruz, Subida 3, 42, 3:
"porque estas mercedes hácelas Dios cuando y como y donde quiere...".
Cf. Rom. 9, 15-16.
18
Tratará de ello en el Camino. El c. 16 se titula: "... cómo es posible
algunas veces subir Dios un alma distraída a perfecta contemplación...".
19
Cf. c. 19, nn. 6-10; y c. 18, 4; c. 10, 4.
20
No es ya parte... para tornar a vivir: no es capaz, no puede concurrir a... (cf.
19, 2 nota 4; 20, 7).
21
Es decir: "y siempre sin cruz". - En la frase siguiente: parece, en
acepción de aparecer, ser vista. Y "están", por "está",
esto es: "cuando se deja ver de los que la tratan, está muy en la cumbre;
desde a poco (en breve) está mucho más mejorada...".
22
Asistentemente: con especial asistencia divina: la explicación de este término
se da en el n. 11.
23
Antes, muy usado por la Santa en la acepción de antes bien (cf. n. 10). - Todo
el período que precede es de sentido difícil, por los incisos, los cambios de
número y aun de sujeto: "... me parece que ... almas a quienes
(transposición) yendo con humildad y temor (y) entendiendo siempre (que es) el
Señor mismo (quien) lo hace y nosotros (ellas, las almas) casi nonada, que
(redundante) se podía(n) poner entre cualquiera gente: aunque sea (la gente)
más distraída y viciosa, no le(s) hará al caso... antes las ayudará... - El
como he dicho, alude a lo afirmado al fin del n. 10.
24
Sea alguna parte: contribuya algo (ver nota 20).
En
que trata cuán seguro camino es para los contemplativos no levantar el
espíritu a cosas
1.
Una cosa quiero decir, a mi parecer importante; si a vuestra merced (1) le
pareciere bien, servirá de aviso, que podría ser haberle menester; porque en
algunos libros (2) que están escritos de oración tratan que, aunque el alma no
puede por sí llegar a este estado, porque es todo obra sobrenatural que el
Señor obra en ella, que podrá ayudarse levantando el espíritu de todo lo
criado y subiéndole con humildad, después de muchos años que haya ido por la
vida purgativa, y aprovechando por la iluminativa (3).
No
sé yo bien por qué dicen "iluminativa"; entiendo que de los que van
aprovechando.
Y
avisan mucho que aparten de sí toda imaginación corpórea y que se lleguen a
contemplar en la Divinidad; porque dicen que, aunque sea la Humanidad de Cristo,
a los que llegan ya tan adelante, que embaraza o impide a la más perfecta
contemplación.
Traen
lo que dijo el Señor a los Apóstoles (4) cuando la venida del Espíritu Santo
digo cuando subió a los cielos para este propósito. Paréceme a mí que si
tuvieran la fe, como la tuvieron después que vino el Espíritu Santo, de que
era Dios y hombre, no les impidiera, pues no se dijo esto a la Madre de Dios,
aunque le amaba más que todos (5).
Porque
les parece que como esta obra toda es espíritu (6), que cualquier cosa
corpórea la puede estorbar o impedir; y que considerarse en cuadrada manera
(7), y que está Dios de todas partes y verse engolfado en El, es lo que han de
procurar.
Esto
bien me parece a mí, algunas veces; mas apartarse del todo de Cristo y que
entre en cuenta este divino Cuerpo con nuestras miserias ni con todo lo criado,
no lo puedo sufrir. Plega a Su Majestad que me sepa dar a entender.
2.
Yo no lo contradigo, porque son letrados y espirituales (8), y saben lo que
dicen, y por muchos caminos y vías lleva Dios las almas. Cómo ha llevado la
mía quiero yo ahora decir en lo demás no me entremeto y en el peligro en que
me vi por querer conformarme con lo que leía. Bien creo que quien llegare a
tener unión y no pasare adelante digo a arrobamientos y visiones y otras
mercedes que hace Dios a las almas, que tendrá lo dicho por lo mejor, como yo
lo hacía; y si me hubiera estado en ello, creo nunca hubiera llegado a lo que
ahora, porque a mi parecer es engaño. Ya puede ser yo sea la engañada; mas
diré lo que me acaeció.
3.
Como yo no tenía maestro y leía en estos libros, por donde poco a poco yo
pensaba entender algo (y después entendí que, si el Señor no me mostrara, yo
pudiera poco con los libros deprender (9), porque no era nada lo que entendía
hasta que Su Majestad por experiencia me lo daba a entender, ni sabía lo que
hacía), en comenzando a tener algo de oración sobrenatural, digo de quietud,
procuraba desviar toda cosa corpórea, aunque ir levantando el alma yo no osaba,
que, como era siempre tan ruin, veía que era atrevimiento. Mas parecíame
sentir la presencia de Dios, como es así, y procuraba estarme recogida con El;
y es oración sabrosa, si Dios allí ayuda, y el deleite mucho. Y como se ve
aquella ganancia y aquel gusto, ya no había quien me hiciese tornar a la
Humanidad (10), sino que, en hecho de verdad, me parecía me era impedimento.
¡Oh
Señor de mi alma y Bien mío, Jesucristo crucificado! No me acuerdo vez de esta
opinión que tuve, que no me da pena, y me parece que hice una gran traición,
aunque con ignorancia.
4.
Había sido yo tan devota toda mi vida de Cristo. Porque esto era ya a la postre
(digo a la postre de antes que el Señor me hiciese estas mercedes de
arrobamientos y visiones) (11), y en tanto extremo duró muy poco estar en esta
opinión. Y así siempre tornaba a mi costumbre de holgarme con este Señor, en
especial cuando comulgaba. Quisiera yo siempre traer delante de los ojos su
retrato e imagen, ya que no podía traerle tan esculpido en mi alma como yo
quisiera. ¿Es posible, Señor mío, que cupo en mi pensamiento ni una hora que
Vos me habíais de impedir para mayor bien? ¿De dónde me vinieron a mí todos
los bienes sino de Vos?
No
quiero pensar que en esto tuve culpa, porque me lastimo mucho, que cierto era
ignorancia; y así quisisteis Vos, por vuestra bondad, remediarla con darme
quien me sacase de este yerro, y después con que os viese yo tantas veces, como
adelante diré (12), para que más claro entendiese cuán grande era (13), y que
lo dijese a muchas personas que lo he dicho, y para que lo pusiese ahora aquí.
5.
Tengo para mí que la causa de no aprovechar más muchas almas y llegar a muy
gran libertad de espíritu, cuando llegan a tener oración de unión, es por
esto.
Paréceme
que hay dos razones en que puedo fundar mi razón, y quizá no digo nada, mas lo
que dijere helo visto por experiencia, que se hallaba muy mal mi alma hasta que
el Señor la dio luz; porque todos sus gozos eran a sorbos, y salida de allí,
no se hallaba con la compañía que después para los trabajos y tentaciones.
La
una es (14), que va un poco de poca humildad tan solapada y escondida, que no se
siente. Y ¿quién será el soberbio y miserable, como yo, que cuando hubiere
trabajado toda su vida con cuantas penitencias y oraciones y persecuciones se
pudieren imaginar, no se halle por muy rico y muy bien pagado, cuando le
consienta el Señor estar al pie de la Cruz con San Juan? (15) No sé en qué
seso cabe no se contentar con esto, sino en el mío que de todas maneras fue
perdido en lo que había de ganar.
6.
Pues si todas veces la condición o enfermedad, por ser penoso pensar en la
Pasión, no se sufre, ¿quién nos quita estar con El después de resucitado,
pues tan cerca le tenemos en el Sacramento, adonde ya está glorificado, y no le
miraremos tan fatigado y hecho pedazos, corriendo sangre, cansado por los
caminos, perseguido de los que hacía tanto bien, no creído de los Apóstoles?
(16) Porque, cierto, no todas veces hay quien sufra pensar en tantos trabajos
como pasó. Hele aquí sin pena, lleno de gloria, esforzando a los unos,
animando a los otros, antes que subiese a los cielos, compañero nuestro en el
Santísimo Sacramento, que no parece fue en su mano apartarse un momento de
nosotros. ¡Y que haya sido en la mía apartarme yo de Vos, Señor mío, por
más serviros! Que ya cuando os ofendía, no os conocía; ¡mas que,
conociéndoos, pensase ganar más por este camino! ¡Oh, qué mal camino
llevaba, Señor! Ya me parece iba sin camino, si Vos no me tornarais a él, que
en veros cabe mí, he visto todos los bienes. No me ha venido trabajo que,
mirándoos a Vos cuál estuvisteis delante de los jueces, no se me haga bueno de
sufrir. Con tan buen amigo presente, con tan buen capitán que se puso en lo
primero en el padecer, todo se puede sufrir: es ayuda y da esfuerzo; nunca
falta; es amigo verdadero. Y veo yo claro, y he visto después, que para
contentar a Dios y que nos haga grandes mercedes, quiere sea por manos de esta
Humanidad sacratísima, en quien dijo Su Majestad se deleita (17). Muy muy
muchas veces lo he visto por experiencia. Hámelo dicho el Señor. He visto
claro que por esta puerta hemos de entrar (18), si queremos nos muestre la
soberana Majestad grandes secretos.
7.
Así que vuestra merced, señor (19), no quiera otro camino, aunque esté en la
cumbre de contemplación; por aquí va seguro. Este Señor nuestro es por quien
nos vienen todos los bienes (20). El le enseñará. Mirando su vida, es el mejor
dechado. ¿Qué más queremos de un tan buen amigo al lado, que no nos dejará
en los trabajos y tribulaciones, como hacen los del mundo? Bienaventurado quien
de verdad le amare y siempre le trajere cabe sí. Miremos al glorioso San Pablo,
que no parece se le caía de la boca siempre Jesús, como quien le tenía bien
en el corazón. Yo he mirado con cuidado, después que esto he entendido, de
algunos santos, grandes contemplativos, y no iban por otro camino. San Francisco
da muestra de ello en las llagas; San Antonio de Padua, el Niño; San Bernardo
se deleitaba en la Humanidad; Santa Catalina de Sena... otros muchos que vuestra
merced (21) sabrá mejor que yo.
8.
Esto de apartarse de lo corpóreo, bueno debe ser, cierto, pues gente tan
espiritual lo dice; mas, a mi parecer, ha de ser estando el alma muy
aprovechada, porque hasta esto, está claro, se ha de buscar al Criador por las
criaturas (22). Todo es como la merced el Señor hace a cada alma; en eso no me
entremeto. Lo que querría dar a entender es que no ha de entrar en esta cuenta
la sacratísima Humanidad de Cristo. Y entiéndase bien este punto, que querría
saberme declarar.
9.
Cuando Dios quiere suspender todas las potencias, como en los modos de oración
que quedan dichos hemos visto (23), claro está que, aunque no queramos, se
quita esta presencia. Entonces vaya enhorabuena; dichosa tal pérdida que es
para gozar más de lo que nos parece se pierde; porque entonces se emplea el
alma toda en amar a quien el entendimiento ha trabajado conocer (24), y ama lo
que no comprendió, y goza de lo que no pudiera tan bien gozar si no fuera
perdiéndose a sí, para, como digo, más ganarse.
Mas
que nosotros de maña y con cuidado nos acostumbremos a no procurar con todas
nuestras fuerzas traer delante siempre y pluguiese al Señor fuese siempre esta
sacratísima Humanidad, esto digo que no me parece bien y que es andar el alma
en el aire, como dicen; porque parece no trae arrimo, por mucho que le parece
anda llena de Dios. Es gran cosa, mientras vivimos y somos humanos, traerle
humano (25), que éste es el otro inconveniente que digo hay. El primero, ya
comencé a decir (26) es un poco de falta de humildad de quererse levantar el
alma hasta que el Señor la levante, y no contentarse con meditar cosa tan
preciosa, y querer ser María antes que haya trabajado con Marta. Cuando el
Señor quiere que lo sea, aunque sea desde el primer día, no hay que temer; mas
comidámonos nosotros, como ya creo otra vez he dicho. Esta motita de poca
humildad, aunque no parece es nada, para querer aprovechar en la contemplación
hace mucho daño.
10.
Tornando al segundo punto (27), nosotros no somos ángeles, sino tenemos cuerpo.
Querernos hacer ángeles estando en la tierra y tan en la tierra como yo estaba
es desatino, sino que ha menester tener arrimo el pensamiento para lo ordinario.
Ya que algunas veces el alma salga de sí o ande muchas tan llena de Dios que no
haya menester cosa criada para recogerla, esto no es tan ordinario, que en
negocios y persecuciones y trabajos, cuando no se puede tener tanta quietud, y
en tiempo de sequedades, es muy buen amigo Cristo, porque le miramos Hombre y
vémosle con flaquezas y trabajos, y es compañía y, habiendo costumbre, es muy
fácil hallarle cabe sí, aunque veces vendrán que lo uno ni lo otro se pueda.
Para
esto es bien lo que ya he dicho: (28) no nos mostrar a procurar consolaciones de
espíritu; venga lo que viniere, abrazado con la cruz, es gran cosa. Desierto
quedó este Señor de toda consolación; solo le dejaron en los trabajos; no le
dejemos nosotros, que, para más sufrir, El nos dará mejor la mano que nuestra
diligencia, y se ausentará cuando viere que conviene y que quiere el Señor
sacar el alma de sí, como he dicho (29).
11.
Mucho contenta a Dios ver un alma que con humildad pone por tercero (30) a su
Hijo y le ama tanto, que aun queriendo Su Majestad subirle a muy gran
contemplación como tengo dicho (31), se conoce por indigno, diciendo con San
Pedro: Apartaos de mí, que soy hombre pecador (32).
Esto
he probado. De este arte ha llevado Dios mi alma. Otros irán como he dicho (33)
por otro atajo. Lo que yo he entendido es que todo este cimiento de la oración
va fundado en humildad y que mientras más se abaja un alma en la oración, más
la sube Dios (34). No me acuerdo haberme hecho merced muy señalada, de las que
adelante diré, que no sea estando deshecha de verme tan ruin. Y aun procuraba
Su Majestad darme a entender cosas para ayudarme a conocerme, que yo no las
supiera imaginar.
Tengo
para mí que cuando el alma hace de su parte algo para ayudarse en esta oración
de unión, que aunque luego luego parece la aprovecha, que como cosa no fundada
se tornará muy presto a caer; y he miedo que nunca llegará a la verdadera
pobreza de espíritu, que es no buscar consuelo ni gusto en la oración que los
de la tierra ya están dejados, sino consolación en los trabajos por amor de El
que siempre vivió en ellos, y estar en ellos y en las sequedades quieta. Aunque
algo se sienta, no para dar inquietud y la pena que a algunas personas, que, si
no están siempre trabajando con el entendimiento y con tener devoción, piensan
que va todo perdido, como si por su trabajo se mereciese tanto bien.
No
digo que no se procure y estén con cuidado delante de Dios; mas que si no
pudieren tener aun un buen pensamiento, como otra vez he dicho (35), que no se
maten; siervos sin provecho somos, ¿qué pensamos poder?
12.
Más quiere el Señor que conozcamos esto y andemos hechos asnillos para traer
la noria del agua que queda dicha (36), que, aunque cerrados los ojos y no
entendiendo lo que hacen, sacarán más que el hortelano con toda su diligencia.
Con libertad se ha de andar en este camino, puestos en las manos de Dios. Si Su
Majestad nos quisiere subir a ser de los de su cámara y secreto, ir de buena
gana; si no, servir en oficios bajos y no sentarnos en el mejor lugar (37), como
he dicho alguna vez. Dios tiene cuidado más que nosotros y sabe para lo que es
cada uno. ¿De qué sirve gobernarse a sí quien tiene dada ya toda su voluntad
a Dios?
A
mi parecer, muy menos se sufre (38) aquí que en el primer grado de la oración,
y mucho más daña. Son bienes sobrenatural (39). Si uno tiene mala voz, por
mucho que se esfuerce a cantar no se le hace buena; si Dios quiere dársela, no
ha él menester antes dar voces. Pues supliquemos siempre nos haga mercedes,
rendida el alma, aunque confiada de la grandeza de Dios. Pues para que esté a
los pies de Cristo la dan licencia, que procure no quitarse de allí (40), esté
como quiera; imite a la Magdalena, que de que esté fuerte, Dios la llevará al
desierto.
13.
Así que vuestra merced, hasta que halle quien tenga más experiencia que yo y
lo sepa mejor, estése en esto (41). Si son personas que comienzan a gustar de
Dios, no las crea, que les parece les aprovecha y gustan más ayudándose (42).
¡Oh, cuando Dios quiere, cómo viene al descubierto sin estas ayuditas!; que,
aunque más hagamos, arrebata el espíritu, como un gigante tomaría una paja, y
no basta resistencia. ¡Qué manera para creer que, cuando El quiere, espera a
que vuele el sapo por sí mismo! (43) Y aun más dificultoso y pesado me parece
levantarse nuestro espíritu, si Dios no le levanta; porque está cargado de
tierra y de mil impedimentos, y aprovéchale poco querer volar; que, aunque es
más su natural que del sapo, está ya tan metido en el cieno, que lo perdió
por su culpa.
14.
Pues quiero concluir con esto: que siempre que se piense de Cristo, nos
acordemos del amor con que nos hizo tantas mercedes y cuán grande nos le
mostró Dios en darnos tal prenda del que nos tiene; que amor saca amor. Y
aunque sea muy a los principios y nosotros muy ruines, procuremos ir mirando
esto siempre y despertándonos para amar; porque si una vez nos hace el Señor
merced que se nos imprima en el corazón este amor, sernos ha todo fácil y
obraremos muy en breve y muy sin trabajo. Dénosle Su Majestad pues sabe lo
mucho que nos conviene por el que El nos tuvo y por su glorioso Hijo, a quien
tan a su costa nos le mostró, amén (44).
15.
Una cosa querría preguntar a vuestra merced: cómo en comenzando el Señor a
hacer mercedes a un alma, tan subidas, como es ponerla en perfecta
contemplación, que de razón había de quedar perfecta del todo luego (de
razón, sí por cierto, porque quien tan gran merced recibe no había más de
querer consuelos de la tierra), pues ¿por qué en arrobamiento y en cuando
está ya el alma más habituada a recibir mercedes, parece que trae consigo los
efectos tan más subidos, y mientras más, más desasida, pues en un punto que
el Señor llega la puede dejar santificada, como después, andando el tiempo, la
deja el mismo Señor con perfección en las virtudes? (45).
Esto
quiero yo saber, que no lo sé. Mas bien sé es diferente lo que Dios deja de
fortaleza cuando al principio no dura más que cerrar y abrir los ojos y casi no
se siente sino en los efectos que deja, o cuando va más a la larga esta merced.
Y muchas veces paréceme a mí si es el no se disponer del todo luego el alma,
hasta que el Señor poco a poco la cría y la hace determinar y da fuerzas de
varón, para que dé del todo con todo en el suelo. Como lo hizo con la
Magdalena con brevedad (46), hácelo en otras personas, conforme a lo que ellas
hacen en dejar a Su Majestad hacer. No acabamos de creer que aun en esta vida da
Dios ciento por uno (47).
16.
También pensaba yo esta comparación: que puesto que sea todo uno lo que se da
a los que más adelante van que en el principio, es como un manjar que comen de
él muchas personas, y las que comen poquito, quédales sólo buen sabor por un
rato; las que más, ayuda a sustentar; las que comen mucho, da vida y fuerza; y
tantas veces se puede comer y tan cumplido de este manjar de vida, que ya no
coman cosa que les sepa bien sino él; porque ve el provecho que le hace, y
tiene ya tan hecho el gusto a esta suavidad, que querría más no vivir que
haber de comer otras cosas que no sean sino para quitar el buen sabor que el
buen manjar dejó.
También
una compañía santa no hace su conversación tanto provecho de un día como de
muchos; y tantos pueden ser los que estemos con ella, que seamos como ella, si
nos favorece Dios. Y en fin, todo está en lo que Su Majestad quiere y a quien
quiere darlo; mas mucho va en determinarse, a quien ya comienza a recibir esta
merced, en desasirse de todo y tenerla en lo que es razón.
17.
También me parece que anda Su Majestad a probar quién le quiere, si no uno, si
no otro, descubriendo quién es con deleite tan soberano, por avivar la fe si
está muerta de lo que nos ha de dar, diciendo: "Mirad, que esto es una
gota del mar grandísimo de bienes", por no dejar nada por hacer con los
que ama, y como ve que le reciben, así da y se da (48). Quiere a quien le
quiere. Y ¡qué bien querido! Y ¡qué buen amigo!
¡Oh
Señor de mi alma, y quién tuviera palabras para dar a entender qué dais a los
que se fían de Vos, y qué pierden los que llegan a este estado, y se quedan
consigo mismos! No queréis Vos esto, Señor, pues más que esto hacéis Vos,
que os venís a una posada tan ruin como la mía. ¡Bendito seáis por siempre
jamás!
18.Torno
a suplicar a vuestra merced (49) que estas cosas que he escrito de oración, si
las tratare con personas espirituales, lo sean. Porque si no saben más de un
camino o se han quedado en el medio, no podrán así atinar. Y hay algunas que
desde luego las lleva Dios por muy subido camino, y paréceles que así podrán
los otros aprovechar allí y quietar el entendimiento y no se aprovechar de
medios de cosas corpóreas, y quedarse han secos como un palo. Y algunos que
hayan tenido un poco de quietud, luego piensan que como tienen lo uno pueden
hacer lo otro; y en lugar de aprovechar, desaprovecharán, como he dicho (50).
Así que en todo es menester experiencia y discreción. El Señor nos la dé por
su bondad.
NOTAS
CAPÍTULO 22
Capítulo
intermedio entre el tratadillo doctrinal de los grados de oración y el regreso
a la narración autobiográfica. En él se entrelazan dos temas: no forzar las
gracias místicas; no prescindir de la Humanidad de Cristo dentro de la vida
mística. El 1º ya ha sido tratado en el c. 12 (ver el título). El 2º lo
tratará más a fondo en las Moradas VI, c. 7. - Polemiza con libros y maestros
espirituales. Y empalma con el magisterio oral de la misma Santa (ver los nn. 4
y 8), en diálogo con el lector principal del escrito, P. García de Toledo (nn.
1. 7. 13. 15).
1
Dialoga con el P. García de Toledo. Con reclamos intermitentes de su atención:
nn. 7 y 13, y final del capítulo.
2
Entre los libros aludidos por la Santa están el "Tercer Abecedario"
de F. de Osuna, la "Subida del Monte Sión" de B. de Laredo, y más
directamente la "Via Spiritus" de Bernabé de Palma. Quizás también
el "Enquiridión o manual del caballero cristiano" de Erasmo, uno de
cuyos capítulos se titula: "Que todas las cosas visibles se deben tener en
poco, y que éstas son las que el Apóstol llama carne, y cómo conviene
levantarnos siempre a las invisibles" (c. 32). - Abundante documentación
sobre el tema puede verse en: TOMAS ALVAREZ, Jesucristo en la experiencia de
Santa Teresa, en "Monte Carmelo" 88, 1980, pp. 78-86. - Cf. además el
n. 3 de este capítulo.
3
Vida (o via) purgativa... iluminativa: alusión aproximativa a la teoría
tradicional de las "tres vías o etapas de la vida espiritual". Cf. c.
20 nota 16.
4
Jn 16, 7: "os conviene que yo me vaya, porque si no me voy, no os vendrá
el Paráclito".
5
Todo el pasaje "Paréceme a mí... más que todos", fue añadido por
la autora al margen del autógrafo. Fray Luis lo introdujo en el texto con
ciertos retoques (p. 255).
6
Cita textual del libro de Bernabé de Palma: "esta obra es toda de
espíritu", "esta obra es toda espiritual" (Via spiritus III, c.
4).
7
Considerarse en cuadrada manera: también es cita de la "Via Spiritus",
cuyo c 4º del tratado 3º, se titula: "Cómo nos habemos de haber en el
pensar, conforme a este tercero estado y cómo debemos cuadrar el
entendimiento". En Laredo pudo también leer la Santa el modo de
"cuadrarse la inteligencia sobre un abismo de gracias" (Subida, P. 3,
c. 13). Más datos en el artículo citado en nota 2, p. 85.
8
Opositores de la tesis teresiana eran no sólo los libros sino algunos de sus
"letrados" asesores.
9
Cf. lo dicho en el c. 12, 6 y 14, 7.
10
Tornar a fundar mi oración en la Humanidad de Cristo.
11
Toda la aclaración contenida en el paréntesis: "digo a la postre... y
visiones", fue añadida por la Santa al margen del autógrafo. - Fray Luis
la incluyó en el texto (p. 257). - Data aproximativa de ese hecho: iniciado ya
su estado de "unión mística" (c. 18: cuarta agua), y antes de que
comenzase su experiencia extática (c. 19-21). - A continuación había escrito
"duró muy poco estar en este error"; luego borró "error" y
escribió "opinión", por respeto a sus opositores.
12
En el c. 28 y siguientes.
13
Es decir, "cuán gran yerro era".
14
La una: es decir, la primera de las dos razones que alega. La segunda aparecerá
en los nn. 9-10.
15
Jn 19, 26.
16
Pasaje de puntuación difícil. Adoptamos la de fray Luis (p. 259). El sentido
es: pues si nuestra condición no sufre que pensemos siempre en la Pasión, por
ser penoso, ¿quién nos quita estar con El después de resucitado, pues tan
cerca le tenemos en el Sacramento..., adonde ya está glorificado, y (donde) no
le miraremos tan... hecho pedazos...; es decir, donde no nos veremos precisados
a contemplarle en forma tan penosa...
17
Alusión al texto de Mt 3, 17.
18
Alusión a Jn 10, 9.
19
Se dirige a García de Toledo. Antes le ha llamado "hijo" (16, ) y
"padre" (ib.). Ahora le da el título de "señor", que le
corresponde por ser hijo de los Condes de Oropesa. Ese título le da también en
su Epistolario (carta del 6.7.1567 a Don Alvaro de Mendoza).
20
Reminiscencia bíblica: Heb 2, 10 y 2 Pe 1, 4.
21
Igual referencia bíblica al texto de Sab 13, 5. - El sentido de la frase
siguiente es: "todo es según la merced que el Señor hace a cada
alma". Repite de intento la idea del n. 2.
22
Gracián anotó en su ejemplar: "habla aquí con el P. García de
Toledo".
23
Lo ha dicho en la 4ª agua (cc. 19-21). Es lo que sucede en el éxtasis.
24
Ha trabajado en conocer.
25
Traer arrimo o apoyo humano. - A continuación: "comenzó a decir" la
primera de estas dos razones en el n. 5.
26
María / Marta (Lc 10, 42), símbolo de las dos vidas, contemplativa y activa.
Aquí: querer ascender a la contemplación mística, sin haber trabajado en
oración y virtudes.
27
El apuntado en el n. 9.
28
En el c. 11, 13; y en c. 12, 3.
29
Dicho en el n. 9: "sacar el alma de sí", en éxtasis.
30
Pone por tercero: por mediador o intercesor.
31
Alude al mismo n. 9.
32
Lc 5, 8.
33
En los nn. 2 y 8.
34
Alusión del dicho evangélico: Lc 14, 11.
35
En el c. 11, 10. - Sigue la alusión a Lc 17, 10.
36
En el c. 14. Regresa a la imagen del "riego del huerto". La frase
tiene sentido figurado, y se basa en la tarea del asnillo que da vueltas a la
noria con los ojos vendados y sin saber lo que hace. La tarea del asnillo son
los actos de humildad; los esfuerzos del hortelano es el discurrir del
entendimiento. "Más quiere Dios" lo primero que lo segundo.
37
Dos alusiones bíblicas: "la cámara secreta" alude al Cantar de los
Cantares 1, 3; la elección de lugar, repite la consigna de Jesús en Lc 14, 10.
38
Muy menos se sufre: mucho menos se permite o tolera.
39
Sobrenatural: así escribe la Santa, como en otros pasajes. Fray Luis
trascribió: "bienes sobrenaturales" (p. 266). Cf. c. 12 nota 11.
40
Lc 10, 39. La frase siguiente alude a la leyenda de Santa María Magdalena, que
la Autora leyó en el Flos Sanctorum.
41
Estése en esto: aténgase a esto, o manténgase en la contemplación de la
Humanidad de Cristo.
42
Ayudándose: aquí tiene sentido técnico: intentando "levantar el
espíritu" a cosas sobrenaturales (a la experiencia mística). Ironiza
enseguida, al decir que Dios no necesita de nuestras "ayuditas" para
darnos su gracia.
43
Ironiza de nuevo con la imagen del "sapo que intenta volar". Imagen
tomada de los libros que ella está combatiendo. En la "Via Spiritus"
(III, c. 4) se lee: "más lejos son de nos las cosas divinas para
propiamente entenderlas, que el volar del águila de la torpeza del sapo".
44
El sentido de la frase: "Dénosle (ese amor) Su Majestad... por su glorioso
Hijo a (= en) quien tan a su costa nos mostró ese amor". Quizás la
preposición "a" sea redundante. O bien, la frase sea elíptica: denos
ese amor "a nosotros" a quienes etc...". Fray Luis enmendó todo
el período (p. 267).
45
El sentido de la pregunta que la Santa hace a García de Toledo queda oscuro por
culpa de los incisos que truncan el período. Su problema es: por qué esas
grandes gracias místicas no dejan al alma "santificada", como
llegará a estar "después, andando el tiempo". El mismo problema
había aflorado ya en el c. 11, 1.
46
La Santa tiene la convicción de que la Magdalena pasó rápidamente de la vida
de pecadora al amor perfecto. Lo mismo -piensa ella- que ocurrió a San Pablo.
Cf. Camino 40, 3.
47
Lc 18, 29-30, y Mc 10, 29-30.
48
Es decir: "conforme ve le reciben, así da y se da".
49
De nuevo dialoga con García de Toledo. El consejo que le da implica una cierta
desconfianza de los maestros espirituales que tercian en la polémica del
capítulo.
50
En el n. 5.
En
que torna a tratar del discurso de su vida, y cómo comenzó a tratar de más
perfección, y
1.
Quiero ahora tornar adonde dejé de mi vida (1), que me he detenido, creo, más
de lo que me había de detener, porque se entienda mejor lo que está por venir.
Es otro libro nuevo de aquí adelante, digo otra vida nueva. La de hasta aquí
era mía; la que he vivido desde que comencé a declarar estas cosas de
oración, es que vivía Dios en mí (2), a lo que me parecía; porque entiendo
yo era imposible salir en tan poco tiempo de tan malas costumbres y obras. Sea
el Señor alabado que me libró de mí.
2.
Pues comenzando a quitar ocasiones y a darme más a la oración, comenzó el
Señor a hacerme las mercedes, como quien deseaba, a lo que pareció, que yo las
quisiese recibir. Comenzó Su Majestad a darme muy ordinario oración de
quietud, y muchas veces de unión, que duraba mucho rato (3).
Yo,
como en estos tiempos habían acaecido grandes ilusiones en mujeres y engaños
que las había hecho el demonio (4), comencé a temer, como era tan grande el
deleite y suavidad que sentía, y muchas veces sin poderlo excusar, puesto que
veía en mí por otra parte una grandísima seguridad que era Dios, en especial
cuando estaba en la oración, y veía que quedaba de allí muy mejorada y con
más fortaleza. Mas en distrayéndome un poco, tornaba a temer y a pensar si
quería el demonio, haciéndome entender que era bueno, suspender el
entendimiento para quitarme la oración mental y que no pudiese pensar en la
Pasión ni aprovecharme del entendimiento, que me parecía a mí mayor pérdida,
como no lo entendía.
3.
Mas como Su Majestad quería ya darme luz para que no le ofendiese ya y
conociese lo mucho que le debía, creció de suerte este miedo, que me hizo
buscar con diligencia personas espirituales con quien tratar, que ya tenía
noticia de algunos, porque habían venido aquí los de la Compañía de Jesús
(5), a quien yo sin conocer a ninguno era muy aficionada, de sólo saber el modo
que llevaban de vida y oración; mas no me hallaba digna de hablarlos ni fuerte
para obedecerlos, que esto me hacía más temer, porque tratar con ellos y ser
la que era hacíaseme cosa recia.
4.
En esto anduve algún tiempo, hasta que ya, con mucha batería (6) que pasé en
mí y temores, me determiné a tratar con una persona espiritual para
preguntarle qué era la oración que yo tenía, y que me diese luz, si iba
errada, y hacer todo lo que pudiese por no ofender a Dios. Porque la falta como
he dicho (7) que veía en mí de fortaleza me hacía estar tan tímida.
¡Qué
engaño tan grande, válgame Dios, que para querer ser buena me apartaba del
bien! En esto debe poner mucho el demonio en el principio de la virtud, porque
yo no podía acabarlo conmigo. Sabe él que está todo el medio (8) de un alma
en tratar con amigos de Dios, y así no había término para que yo a esto me
determinase. Aguardaba a enmendarme primero, como cuando dejé la oración (9),
y por ventura nunca lo hiciera, porque estaba ya tan caída en cosillas de mala
costumbre que no acababa de entender eran malas, que era menester ayuda de otros
y darme la mano para levantarme. Bendito sea el Señor que, en fin, la suya fue
la primera.
5.
Como yo vi iba tan adelante mi temor, porque crecía la oración, parecióme que
en esto había algún gran bien o grandísimo mal. Porque bien entendía ya era
cosa sobrenatural lo que tenía, porque algunas veces no lo podía resistir.
Tenerlo cuando yo quería, era excusado. Pensé en mí que no tenía remedio si
no procuraba tener limpia conciencia y apartarme de toda ocasión, aunque fuese
de pecados veniales, porque, siendo espíritu de Dios, clara estaba la ganancia;
si era demonio, procurando yo tener contento al Señor y no ofenderle, poco
daño me podía hacer, antes él quedaría con pérdida. Determinada en esto y
suplicando siempre a Dios me ayudase, procurando lo dicho algunos días, vi que
no tenía fuerza mi alma para salir con tanta perfección a solas, por algunas
aficiones que tenía a cosas que, aunque de suyo no eran muy malas, bastaban
para estragarlo todo.
6.
Dijéronme de un clérigo letrado que había en este lugar (10), que comenzaba
el Señor a dar a entender a la gente su bondad y buena vida. Yo procuré por
medio de un caballero santo que hay en este lugar (11). Es casado, mas de vida
tan ejemplar y virtuosa, y de tanta oración y caridad, que en todo él
resplandece su bondad y perfección. Y con mucha razón, porque grande bien ha
venido a muchas almas por su medio, por tener tantos talentos, que, aun con no
le ayudar su estado, no puede dejar con ellos de obrar. Mucho entendimiento y
muy apacible para todos. Su conversación no pesada, tan suave y agraciada,
junto con ser recta y santa, que da contento grande a los que trata. Todo lo
ordena para gran bien de las almas que conversa, y no parece trae otro estudio
sino hacer por todos los que él ve se sufre (12) y contentar a todos.
7.
Pues este bendito y santo hombre, con su industria (13), me parece fue principio
para que mi alma se salvase. Su humildad a mí espántame, que con haber, a lo
que creo, poco menos de cuarenta años que tiene oración no sé si son dos o
tres menos, y lleva toda la vida de perfección (14), que, a lo que parece,
sufre su estado. Porque tiene una mujer tan gran sierva de Dios y de tanta
caridad, que por ella no se pierde; en fin, como mujer de quien Dios sabía
había de ser tan gran siervo suyo, la escogió. Estaban deudos suyos casados
con parientes míos (15). Y también con otro harto siervo de Dios, que estaba
casado con una prima mía, tenía mucha comunicación.
8.
Por esta vía procuré viniese a hablarme este clérigo que digo (16) tan siervo
de Dios, que era muy su amigo, con quien pensé confesarme y tener por maestro.
Pues trayéndole para que me hablase, y yo con grandísima confusión de verme
presente de hombre tan santo, dile parte (17) de mi alma y oración, que
confesarme no quiso: dijo que era muy ocupado, y era así. Comenzó con
determinación santa a llevarme como a fuerte, que de razón había de estar
según la oración vio que tenía, para que en ninguna manera ofendiese a Dios.
Yo,
como vi su determinación tan de presto en cosillas que, como digo (18), yo no
tenía fortaleza para salir luego con tanta perfección, afligíme; y como vi
que tomaba las cosas de mi alma como cosa que en una vez había de acabar con
ella, yo veía que había menester mucho más cuidado.
9.
En fin, entendí no eran por los medios que él me daba por donde yo me había
de remediar, porque eran para alma más perfecta; y yo, aunque en las mercedes
de Dios estaba adelante, estaba muy en los principios en las virtudes y
mortificación. Y cierto, si no hubiera de tratar más de con él, yo creo nunca
medrara mi alma; porque de la aflicción que me daba de ver cómo yo no hacía
ni me parece podía lo que él me decía, bastaba para perder la esperanza y
dejarlo todo.
Algunas
veces me maravillo, que siendo persona que tiene gracia particular en comenzar a
llegar almas a Dios, cómo no fue servido entendiese la mía ni se quisiese
encargar de ella, y veo fue todo para mayor bien mío, porque yo conociese y
tratase gente tan santa como la de la Compañía de Jesús.
10.
De esta vez quedé concertada con este caballero santo, para que alguna vez me
viniese a ver. Aquí se vio su gran humildad, querer tratar con persona tan ruin
como yo. Comenzóme a visitar y a animarme y decirme que no pensase que en un
día me había de apartar de todo, que poco a poco lo haría Dios; que en cosas
bien livianas había él estado algunos años, que no las había podido acabar
consigo. ¡Oh humildad, qué grandes bienes haces adonde estás y a los que se
llegan a quien la tiene! Decíame este santo (que a mi parecer con razón le
puedo poner este nombre) flaquezas, que a él le parecían que lo eran, con su
humildad, para mi remedio; y mirado conforme a su estado, no era falta ni
imperfección, y conforme al mío, era grandísima tenerlas.
Yo
no digo esto sin propósito, porque parece me alargo en menudencias, e importan
tanto para comenzar a aprovechar un alma y sacarla a volar (que aún no tiene
plumas, como dicen), que no lo creerá nadie, sino quien ha pasado por ello. Y
porque espero yo en Dios vuestra merced ha de aprovechar muchas (19), lo digo
aquí, que fue toda mi salud saberme curar y tener humildad y caridad para estar
conmigo, y sufrimiento de ver que no en todo me enmendaba. Iba con discreción,
poco a poco dando maneras para vencer el demonio. Yo le comencé a tener tan
grande amor, que no había para mí mayor descanso que el día que le veía,
aunque eran pocos. Cuando tardaba, luego me fatigaba mucho, pareciéndome que
por ser tan ruin no me veía.
11.
Como él fue entendiendo mis imperfecciones tan grandes, y aun serían pecados
(aunque después que le traté, más enmendada estaba), y como le dije las
mercedes que Dios me hacía, para que me diese luz, díjome que no venía lo uno
con lo otro (20), que aquellos regalos eran ya de personas que estaban muy
aprovechadas y mortificadas, que no podía dejar de temer mucho, porque le
parecía mal espíritu (21) en algunas cosas, aunque no se determinaba, mas que
pensase bien todo lo que entendía de mi oración y se lo dijese. Y era el
trabajo que yo no sabía poco ni mucho decir lo que era mi oración; porque esta
merced de saber entender qué es, y saberlo decir, ha poco que me lo dio Dios
(22).
12.
Como me dijo esto, con el miedo que yo traía, fue grande mi aflicción y
lágrimas. Porque, cierto, yo deseaba contentar a Dios y no me podía persuadir
a que fuese demonio; mas temía por mis grandes pecados me cegase Dios para no
lo entender.
Mirando
libros para ver si sabría decir la oración que tenía, hallé en uno que se
llama Subida del Monte (23), en lo que toca a unión del alma con Dios, todas
las señales que yo tenía en aquel no pensar nada, que esto era lo que yo más
decía: que no podía pensar nada cuando tenía aquella oración; y señalé con
unas rayas las partes que eran, y dile el libro para que él y el otro clérigo
que he dicho, santo y siervo de Dios, lo mirasen y me dijesen lo que había de
hacer; y que, si les pareciese, dejaría la oración del todo, que para qué me
había yo de meter en esos peligros; pues a cabo de veinte años casi que había
que la tenía (24), no había salido con ganancia, sino con engaños del
demonio, que mejor era no la tener; aunque también esto se me hacía recio,
porque ya yo había probado cuál estaba mi alma sin oración.
Así
que todo lo veía trabajoso, como el que está metido en un río, que a
cualquier parte que vaya de él teme más peligro, y él se está casi ahogando.
Es
un trabajo muy grande éste, y de éstos he pasado muchos, como diré adelante;
(25) que aunque parece no importa, por ventura hará provecho entender cómo se
ha de probar el espíritu.
13.
Y es grande, cierto, el trabajo que se pasa, y es menester tiento, en especial
con mujeres, porque es mucha nuestra flaqueza y podría venir a mucho mal
diciéndoles muy claro es demonio; sino mirarlo muy bien, y apartarlas de los
peligros que puede haber, y avisarlas en secreto pongan mucho (26) y le tengan
ellos, que conviene.
Y
en esto hablo como quien le cuesta harto trabajo no le tener algunas personas
con quien he tratado mi oración, sino preguntando unos y otros, por bien me han
hecho harto daño, que se han divulgado cosas que estuvieran bien secretas pues
no son para todos y parecía las publicaba yo. Creo sin culpa suya lo ha
permitido el Señor para que yo padeciese. No digo que decían lo que trataba
con ellos en confesión; mas, como eran personas a quien yo daba cuenta por mis
temores para que me diesen luz, parecíame a mí habían de callar. Con todo,
nunca osaba callar cosa a personas semejantes.
Pues
digo que se avise con mucha discreción, animándolas y aguardando tiempo, que
el Señor las ayudará como ha hecho a mí; que si no, grandísimo daño me
hiciera, según era temerosa y medrosa. Con el gran mal de corazón que tenía,
espántome cómo no me hizo mucho mal (27).
14.
Pues como di el libro, y hecha relación de mi vida (28) y pecados lo mejor que
pude por junto (que no confesión, por ser seglar, mas bien di a entender cuán
ruin era), los dos siervos de Dios miraron con gran caridad y amor lo que me
convenía.
Venida
la respuesta que yo con harto temor esperaba, y habiendo encomendado a muchas
personas que me encomendasen a Dios y yo con harta oración aquellos días, con
harta fatiga vino a mí y díjome que, a todo su parecer de entrambos, era
demonio; que lo que me convenía era tratar con un padre de la Compañía de
Jesús, que como yo le llamase diciendo tenía necesidad vendría, y que le
diese cuenta de toda mi vida por una confesión general, y de mi condición, y
todo con mucha claridad; que por la virtud del sacramento de la confesión le
daría Dios más luz; que eran muy experimentados en cosas de espíritu; que no
saliese de lo que me dijese en todo, porque estaba en mucho peligro si no había
quien me gobernase.
15.
A mí me dio tanto temor y pena, que no sabía qué me hacer. Todo era llorar. Y
estando en un oratorio muy afligida, no sabiendo qué había de ser de mí, leí
en un libro que parece el Señor me lo puso en las manos que decía San Pablo:
Que era Dios muy fiel, que nunca a los que le amaban consentía ser del demonio
engañados (29). Esto me consoló mucho.
Comencé
a tratar de mi confesión general y poner por escrito todos los males y bienes,
un discurso de mi vida lo más claramente que yo entendí y supe, sin dejar nada
por decir (30).
Acuérdome
que como vi, después que lo escribí, tantos males y casi ningún bien, que me
dio una aflicción y fatiga grandísima. También me daba pena que me viesen en
casa tratar con gente tan santa como los de la Compañía de Jesús, porque
temía mi ruindad y parecíame quedaba obligada más a no lo ser y quitarme de
mis pasatiempos, y si esto no hacía, que era peor; y así, procuré con la
sacristana y portera no lo dijesen a nadie. Aprovechóme poco, que acertó a
estar a la puerta, cuando me llamaron, quien lo dijo por todo el convento. Mas
¡qué de embarazos pone el demonio y qué de temores a quien se quiere llegar a
Dios!
16.
Tratando con aquel siervo de Dios (31) que lo era harto y bien avisado toda mi
alma, como quien bien sabía este lenguaje (32), me declaró lo que era y me
animó mucho. Dijo ser espíritu de Dios muy conocidamente, sino que era
menester tornar de nuevo a la oración: porque no iba bien fundada, ni había
comenzado a entender mortificación (y era así, que aun el nombre no me parece
entendía), y que en ninguna manera dejase la oración, sino que me esforzase
mucho, pues Dios me hacía tan particulares mercedes; que qué sabía si por mis
medios quería el Señor hacer bien a muchas personas, y otras cosas (que parece
profetizó lo que después el Señor ha hecho conmigo); que tendría mucha culpa
si no respondía a las mercedes que Dios me hacía.
En
todo me parecía hablaba en él el Espíritu Santo para curar mi alma, según se
imprimía en ella.
17.
Hízome gran confusión. Llevóme por medios que parecía del todo me tornaba
otra. ¡Qué gran cosa es entender un alma! Díjome tuviese cada día oración
en un paso de la Pasión, y que me aprovechase de él, y que no pensase sino en
la Humanidad (33), y que aquellos recogimientos y gustos resistiese cuanto
pudiese, de manera que no los diese lugar hasta que él me dijese otra cosa.
18.
Dejóme consolada y esforzada, y el Señor que me ayudó y a él para que
entendiese mi condición y cómo me había de gobernar. Quedé determinada de no
salir de lo que me mandase en ninguna cosa, y así lo hice hasta hoy. Alabado
sea el Señor, que me ha dado gracia para obedecer a mis confesores, aunque
imperfectamente; y casi siempre han sido de estos benditos hombres de la
Compañía de Jesús; aunque imperfectamente, como digo, los he seguido.
Conocida
mejoría comenzó a tener mi alma, como ahora diré.
NOTAS
CAPÍTULO 23
Reanuda
el relato autobiográfico. Lo había interrumpido en el c. 10. Los capítulos
11-21 intercalan un tratado doctrinal sobre la oración y sus grados. Lo
introdujo para "declarar algo de cuatro grados de oración en que el
Señor... ha puesto algunas veces mi alma" (11, 8). Ahora asegura que
servirán para que "se entienda mejor lo que está por venir" (23, 1),
es decir, para hacer comprensible el relato autobiográfico que se desplaza del
plano exterior al plano de los hechos y experiencias místicas: "libro
nuevo de aquí adelante, digo otra vida nueva" (23, 1). - Para ello,
regresa a "los principios", no de su vida, sino de su
"experiencia mística": en torno a 1554/1555, cuando ella contaba 40
años.
1
Interrumpió el relato en el c. 10, albores de su vida mística.
2
Paralelismo con el dicho y la experiencia de San Pablo: Gal 2, 20 ("no vivo
yo, vive en mí Cristo"), ya recordada en el c. 6, 9.
3
Oración de quietud y... de unión: las dos modalidades místicas expuestas en
la 2ª y 4ª agua: cc. 14-15 y 18-21.
4
Los casos de visionarias embusteras habían sido una plaga de la espiritualidad
española de los decenios anteriores a estas efemérides vividas por la Santa.
Habían pululado entre "alumbrados" y "espirituales",
motivando intervenciones ruidosas de la Inquisición. Aún era reciente y sonado
el caso de sor Magdalena de la Cruz, abadesa de las Clarisas de Córdoba, cuyos
embustes llegaron a embaucar la propia corte imperial, y cuyo proceso
inquisitorial (1544-1546) "puso espanto a toda España", en frase del
P. RIBERA (Vida de Santa Teresa, I, c. 11). "Tiempos recios", los
definiría ella (33, 5).
5
Los jesuitas habían fundado en Avila el Colegio de San Gil en 1544. De este
año datan los hechos que ahora cuenta la Santa.
6
Batería: turbación, guerra interior. - La persona espiritual aludida a
continuación es difícil de identificar. Quizás coincida con "el
caballero santo" del n. 6.
7
En el n. 3.
8
Medio: remedio.
9
Referido en el c. 7, 1 y deplorado en el c. 19, 10 ss.
10
"El maestro Daza", anota Gracián en su ejemplar. - Este lugar: Avila.
- El clérigo letrado, Gaspar Daza ( 1592), sacerdote secular de Avila que en
adelante intervendrá activamente en las cosas de la Santa y la ayudará en la
fudación de San José (32, 18; y 36, 18).
11
"Francisco de Salcedo", anota Gracián en su ejemplar. Inmortalizado
por la Santa con el título de "caballero santo". Asistió 20 años a
las clases de teología en Santo Tomás de Avila, y vivió como un auténtico
"espiritual" de su siglo. Al enviudar (1570), se ordenó sacerdote.
Muerto en 1580, fue sepultado en el primer carmelo teresiano, en la capilla de
San Pablo, fundada por él mismo.
12
Se sufre: se puede.
13
Industria: diligencia, habilidad.
14
La frase queda más clara suprimiento la "y". Fray Luis retocó todo
el pasaje (p. 275). - A continuación: sufre su estado: es compatible con su
estado de casado.
15
Salcedo estaba casado conDñaMencía del Aguila (prima deDñaCatalina del Aguila
que fue mujer de Pedro S. de Cepeda, el tío aquel que inició a la Santa en la
lectura de libros espirituales: c. 3, 4 y c. 4, 7). -El otro harto siervo de
Dios era D. Alonso Alvarez Dávila, "hombre -según el P. Ribera- muy noble
en linaje, y más en virtudes, por cuya causa le llamaban Alonso Alvarez el
santo" (Vida de S. Teresa L. 2, c. 5). Una de sus hijas se hará carmelita
en San José de Avila con el nombre de María de San Jerónimo, (cf. Ribera, ib.
).
16
Gaspar Daza.
17
Dile parte: lo informé.
18
Cf. n. 5.
19
Vuestra merced: García de Toledo. Ha de aprovechar a muchas almas. - A
continuación: saberme él curar.
20
Es decir: que no eran compatibles los pecados y las mercedes místicas.
21
Mal espíritu: eufemismo por "demonio", como la Santa entenderá
enseguida (nn. 12 y 13).
22
Cf. c. 17 nota 17.
23
Subida del Monte Sión, por la vía contemplativa. Contiene el conocimiento
nuestro y el seguimiento de Cristo y el reverenciar a Dios en la contemplación
quieta, copilado en un convento de frailes menores... Impreso por primera vez en
Sevilla en 1535, fue su autor BERNARDINO DE LAREDO, lego franciscano y médico
que había sido de D. Juan II de Portugal.
24
Veinte años: desde 1536/1537 aproximadamente (cf. 4, 7). En 1554/55 eran algo
menos de 20 años. Cf. otras alusiones a este período en el c. 17, 2; 19, 11; y
8, 3 notas 4 y 6.
25
Cf. c. 28, nn. 5-6 y los últimos cc. de Vida.
26
En orden: "avisarlas pongan mucho cuidado en tener secreto...".
27
Ya ha hablado de su "mal de corazón" en el c. 4, 5; 7, 11; y lo dirá
especialmente en el c. 25, 14.
28
O sea, el libro de B. de Laredo (cf. n. 12), anotado, y además una relación
autobiográfica, probablemente la primera escrita por la Santa. No ha llegado
hasta nosotros.
29
Es el pasaje de 1 Cor 10, 13. El libro en que, probablemente, lo leyó ella, fue
el "Tercer Abecedario" de Osuna (Tr. 5, c. 4). Cf. ROMAN LLAMAS: Una
cita teresiana en Vida 23, 15". En Monte Carmelo 92 (1984), pp. 461-468. -
El mismo episodio se repetirá años más tarde (1575) y lo referirá ella en la
Rel 58.
30
Nueva Relación autobiográfica, también perdida.
31
"El P. Zetina", anota el P. Gracián en su ejemplar. El jesuita Diego
de Cetina (1531-1572), ordenado sacerdote en 1544, es aún estudiante de
teología. Nacido en Huete (Cuenca), contaba sólo 23/24 años cuando se hace
cargo de los problemas de la Santa.
32
Bien sabía este lenguaje: entendía de cosas de espíritu. Cf. 11, 6; 12, 5;
14, 8 y de nuevo en 27, 7.
33
La Humanidad de Cristo.
Prosigue en lo comenzado, y dice cómo fue aprovechándose su alma después que
1.
Quedó mi alma de esta confesión tan blanda, que me parecía no hubiera cosa a
que no me dispusiera; y así comencé a hacer mudanza en muchas cosas, aunque el
confesor (1) no me apretaba, antes parecía hacía poco caso de todo. Y esto me
movía más, porque lo llevaba por modo de amar a Dios y como que dejaba
libertad y no apremio (2), si yo no me le pusiese por amor.
Estuve
así casi dos meses, haciendo todo mi poder en resistir los regalos y mercedes
de Dios. Cuanto a lo exterior, veíase la mudanza, porque ya el Señor me
comenzaba a dar ánimo para pasar por algunas cosas que decían personas que me
conocían, pareciéndoles extremos, y aun en la misma casa (3). Y de lo que
antes hacía, razón tenían, que era extremo; mas de lo que era obligada al
hábito y profesión que hacía, quedaba corta.
2.
Gané de este resistir gustos y regalos de Dios, enseñarme Su Majestad. Porque
antes me parecía que para darme regalos en la oración era menester mucho
arrinconamiento, y casi no me osaba bullir. Después vi lo poco que hacía al
caso; porque cuando más procuraba divertirme (4), más me cubría el Señor de
aquella suavidad y gloria, que me parecía toda me rodeaba y que por ninguna
parte podía huir, y así era. Yo traía tanto cuidado, que me daba pena. El
Señor le traía mayor a hacerme mercedes y a señalarse mucho más que solía
en estos dos meses, para que yo mejor entendiese no era más en mi mano (5).
Comencé
a tomar de nuevo amor a la sacratísima Humanidad. Comenzóse a asentar la
oración como edificio que ya llevaba cimiento, y a aficionarme a más
penitencia, de que yo estaba descuidada por ser tan grandes mis enfermedades.
Díjome aquel varón santo que me confesó, que algunas cosas no me podrían
dañar; que por ventura me daba Dios tanto mal, porque yo no hacía penitencia,
me la quería dar Su Majestad. Mandábame hacer algunas mortificaciones no muy
sabrosas para mí. Todo lo hacía, porque parecíame que me lo mandaba el
Señor, y dábale gracia para que me lo mandase de manera que yo le obedeciese.
Iba ya sintiendo mi alma cualquiera ofensa que hiciese a Dios, por pequeña que
fuese, de manera que si alguna cosa superflua traía, no podía recogerme hasta
que me la quitaba. Hacía mucha oración porque el Señor me tuviese de su mano;
pues trataba con sus siervos, permitiese no tornase atrás, que me parecía
fuera gran delito y que habían ellos de perder crédito por mí.
3.
En este tiempo vino a este lugar el padre Francisco, que era duque de Gandía
(6) y había algunos años que, dejándolo todo, había entrado en la Compañía
de Jesús. Procuró mi confesor, y el caballero que he dicho también vino a
mí, para que le hablase y diese cuenta de la oración que tenía, porque sabía
iba adelante en ser muy favorecido y regalado de Dios, que como quien había
mucho dejado por El, aun en esta vida le pagaba.
Pues
después que me hubo oído, díjome que era espíritu de Dios y que le parecía
que no era bien ya resistirle más, que hasta entonces estaba bien hecho, sino
que siempre comenzase la oración en un paso de la Pasión, y que si después el
Señor me llevase el espíritu, que no lo resistiese, sino que dejase llevarle a
Su Majestad, no lo procurando yo. Como quien iba bien adelante, dio la medicina
y consejo, que hace mucho en esto la experiencia. Dijo que era yerro resistir ya
más.
Yo
quedé muy consolada, y el caballero (7) también holgábase mucho que dijese
era de Dios, y siempre me ayudaba y daba avisos en lo que podía, que era mucho.
4.
En este tiempo mudaron a mi confesor de este lugar a otro (8), lo que yo sentí
muy mucho, porque pensé me había de tornar a ser ruin y no me parecía posible
hallar otro como él. Quedó mi alma como en un desierto, muy desconsolada y
temerosa. No sabía qué hacer de mí. Procuróme llevar una parienta mía a su
casa (9), y yo procuré ir luego a procurar otro confesor en la Compañía. Fue
el Señor servido que comencé a tomar amistad con una señora viuda (10), de
mucha calidad y oración, que trataba con ellos mucho. Hízome confesar a su
confesor (11), y estuve en su casa muchos días. Vivía cerca. Yo me holgaba por
tratar mucho con ellos, que, de sólo entender la santidad de su trato, era
grande el provecho que mi alma sentía.
5.
Este Padre me comenzó a poner en más perfección. Decíame que para del todo
contentar a Dios no había de dejar nada por hacer; también con harta maña y
blandura, porque no estaba aún mi alma nada fuerte, sino muy tierna, en
especial en dejar algunas amistades que tenía. Aunque no ofendía a Dios con
ellas, era mucha afición, y parecíame a mí era ingratitud dejarlas, y así le
decía que, pues no ofendía a Dios, que por qué había de ser desagradecida.
El me dijo que lo encomendase a Dios unos días y rezase el himno de Veni,
Creator (12), porque me diese luz de cuál era lo mejor. Habiendo estado un día
mucho en oración y suplicando al Señor me ayudase a contentarle en todo,
comencé el himno, y estándole diciendo, vínome un arrebatamiento tan súbito
que casi me sacó de mí, cosa que yo no pude dudar, porque fue muy conocido.
Fue la primera vez que el Señor me hizo esta merced de arrobamientos (13).
Entendí estas palabras: Ya no quiero que tengas conversación con hombres, sino
con ángeles. A mí me hizo mucho espanto, porque el movimiento del ánima fue
grande, y muy en el espíritu se me dijeron estas palabras, y así me hizo
temor, aunque por otra parte gran consuelo, que en quitándoseme el temor que a
mi parecer causó la novedad, me quedó.
6.
Ello se ha cumplido bien, que nunca más yo he podido asentar en amistad ni
tener consolación ni amor particular sino a personas que entiendo le tienen a
Dios y le procuran servir, ni ha sido en mi mano (14), ni me hace el caso ser
deudos ni amigos. Si no entiendo esto o es persona que trata de oración, esme
cruz penosa tratar con nadie. Esto es así, a todo mi parecer, sin ninguna
falta.
7.
Desde aquel día yo quedé tan animosa para dejarlo todo por Dios como quien
había querido en aquel momento que no me parece fue más dejar otra a su
sierva. Así que no fue menester mandármelo más; que como me veía el confesor
tan asida en esto, no había osado determinadamente decir que lo hiciese. Debía
aguardar a que el Señor obrase, como lo hizo. Ni yo pensé salir con ello,
porque ya yo misma lo había procurado, y era tanta la pena que me daba, que
como cosa que me parecía no era inconveniente, lo dejaba; ya aquí me dio el
Señor libertad y fuerza para ponerlo por obra. Así se lo dije al confesor y lo
dejé todo conforme a como me lo mandó. Hizo harto provecho a quien yo trataba
ver en mí esta determinación.
8.
Sea Dios bendito por siempre, que en un punto me dio la libertad que yo, con
todas cuantas diligencias había hecho muchos años había (15), no pude
alcanzar conmigo, haciendo hartas veces tan gran fuerza, que me costaba harto de
mi salud. Como fue hecho de quien es poderoso y Señor verdadero de todo,
ninguna pena me dio.
NOTAS
CAPÍTULO 24
1
El confesor: Diego de Cetina.
2
Premio, escribe la Santa, como en otros pasajes (3, 12).
3
La misma casa: el monasterio de la Encarnación.
4
Divertirme: distraerme.
5
O sea: no estaba en mi mano, no dependía de mí.
6
Es san Francisco de Borja. Primer personaje coetáneo que aparece en el relato
con nombre propio. Más adelante saldrá también del anonimato Pedro de
Alcántara (27, 16). - El Padre Francisco había sido nombrado por San Ignacio
Comisario para las Provincias de España (7.1.1554). Invitado por el cabildo de
Avila en Mayo de 1554, predicó en la Catedral uno de los días de la octava del
Corpus (junio de 1554). Por esas fechas se encontraría con la Santa por vez
primera. - En la Rel. 5ª asegura ella que "al P. Francisco... trató dos
veces". La segunda vez sería, probablemente, en 1557. En el proceso de
beatificación de la Santa depuso la Duquesa de Gandía, Doña Juana de Velasco:
"En especial se acuerda... haber oído que alababa el espíritu, vida y
santidad de la dicha madre Teresa de Jesús el padre Francisco de Borja, que fue
general de la Compañía de Jesús" (BMC, t. 20, p. 262). - Mi confesor y
el caballero santo: eran Diego de Cetina y Francisco de Salcedo.
7
El caballero: el mismo F. de Salcedo.
8
El P. Diego de Cetina hubo de regresar a Salamanca para proseguir sus estudios.
9
Una parienta mía: no es fácil de identificar.
10
Una señora viuda: "Dª Guiomar de Ulloa, mujer que fue de Francisco de
Avila", anota Gracián en su ejemplar. Ella y la Santa se habían conocido
en la Encarnación, donde era monja Doña Aldonza de Guzmán, hermana de Doña
Guiomar. Llegó a tener gran amistad con la Madre Teresa, "más estrecha
amistad que pudiera tener con hermana", escribiría la propia Santa a su
hermano Lorenzo el 23.12.1561. De ella seguirá hablando la Santa en el resto
del relato. En 1578 entró en el carmelo de San José, pero hubo de abandonar la
vida carmelita por falta de salud.
11
"El P. Prádanos", anota Gracián en su ejemplar. El jesuita Juan de
Prádanos, nacido en Calahorra (1528), se había ordenado sacerdote poco antes
(1554), y pronto sería rector del Colegio de San Gil (1555. Murió en
Valladolid el 4.11.1597).
12
Es el himno litúrgico de la fiesta de Pentecostés, pero de recitación
ordinaria fuera de esa fecha litúrgica. En 1556, Pentecostés se celebró el 24
de mayo; en 1557, el 6 de junio.
13
Este primer arrobamiento ocurrió probablemente en 1556, o quizás en 1557. -
Compárese con otras "primeras gracias místicas": cf. c. 19, 9:
"primera palabra"; c. 7, 6: "primera visión". - La
resistencia de la Santa a los arrobamientos duró dos años (c. 25, 15; c. 27,
1-2) o "casi dos años" (c. 25, 1).
14
Ni ha sido en mi mano: no me ha sido posible. Deudos: familiares.
15 Hacía muchos años.