NOTICIAS ECLESIALES 1 de Agosto de 2002

 

* Santo Padre: "Declaramos y definimos santo al beato Juan Diego"

* Con emotivas palabras, Cardenal Rivera agradeció al Papa por canonización de Juan Diego

* Gran alegría por canonización de Juan Diego, testigo de las apariciones marianas

 

SANTO PADRE: "DECLARAMOS Y DEFINIMOS SANTO AL BEATO JUAN DIEGO"

México, 1 (NE - eclesiales.org) "Declaramos y definimos santo al beato Juan Diego", dijo el Papa Juan Pablo II y en seguida se oyó el estruendo de docenas de caracoles marinos y de 10.000 maracas agitadas por los asistentes. Todo México estuvo de fiesta el día de ayer con la canonización del Beato Juan Diego, quien se convirtió así en el primer santo indígena del continente americano.

En la enorme basílica de Nuestra Señora de Guadalupe, el Santuario Mariano más visitado del mundo -se calcula que al año llegan a él unas 20 millones de personas- cupieron unas 12 mil personas y otras 30 mil vieron el desarrollo de la ceremonia en unas pantallas gigantes ubicadas en la explanada externa. Los principales canales de televisión mexicanos transmitieron en directo para todo el país. Millones de mexicanos y millares de personas de diversos países siguieron la ceremonia de canonización desde las calles y en sus casas.

Durante la ceremonia, sentado al lado del Santo Padre, estuvo el Cardenal Norberto Rivera Carrera, Arzobispo de México y detrás del Papa se ubicaron otros cardenales y numerosos obispos mexicanos, de América, Filipinas y otros lugares. Asimismo, asistieron el Presidente de México, Vicente Fox y autoridades civiles. También había una multitud de indígenas venidos de las diversas regiones del país, representantes de las etnias y culturas mexicanas, a quienes el Santo Padre expresó su cercanía.

En un momento, se realizó una danza ritual de catorce aztecas adornados con bellísimas plumas multicolores en homenaje religioso a la Virgen mestiza y al indio chichimeca Juan Diego Cuauhtlatoatzin, cuyo nombre significa, como recordó el Papa, "el águila que habla".

El Santo Padre, después de escuchar el Evangelio en español y en náhuatl -el idioma en el que se comunicaron la Virgen y Juan Diego-,inició su homilía citando un documento de los Obispos Mexicanos según el cual "'el Acontecimiento Guadalupano significó el comienzo de la evangelización con una vitalidad que rebasó toda expectativa. El mensaje de Cristo a través de su Madre tomó los elementos centrales de la cultura indígena, los purificó y les dio el definitivo sentido de salvación'". Al respecto comentó que "Guadalupe y Juan Diego tienen un hondo sentido eclesial y misionero y son un modelo de evangelización perfectamente inculturada".

Asimismo, el Papa afirmó que "Juan Diego, al acoger el mensaje cristiano sin renunciar a su identidad indígena, descubrió la profunda verdad de la nueva humanidad, en la que todos están llamados a ser hijos de Dios en Cristo. Así facilitó el encuentro fecundo de dos mundos y se convirtió en protagonista de la nueva identidad mexicana, íntimamente unida a la Virgen de Guadalupe, cuyo rostro mestizo expresa su maternidad espiritual que abraza a todos los mexicanos". "Por ello -continuó-, el testimonio de su vida debe seguir impulsando la construcción de la nación mexicana, promover la fraternidad entre todos sus hijos y favorecer cada vez más la reconciliación de México con sus orígenes, sus valores y tradiciones".

"¡Bendito Juan Diego, indio bueno y cristiano, a quien el pueblo sencillo ha tenido siempre por varón santo! -exclamó el Santo Padre suscitando emocionadas salvas de aplauso de la multitud presente- Te pedimos que acompañes a la Iglesia que peregrina en México, para que cada día sea más evangelizadora y misionera". "¡Dichoso Juan Diego -volvió a decir-, hombre fiel y verdadero! Te encomendamos a nuestros hermanos y hermanas laicos, para que, sintiéndose llamados a la santidad, impregnen todos los ámbitos de la vida social con el espíritu evangélico".

El Papa Juan Pablo II culminó su homilía diciendo: "¡amado Juan Diego, 'el águila que habla'! Enséñanos el camino que lleva a la Virgen Morena del Tepeyac, para que Ella nos reciba en lo íntimo de su corazón, pues Ella es la Madre amorosa y compasiva que nos guía hasta el verdadero Dios. Amén". El entusiasmo de los asistentes era incontenible.

Hoy jueves en la misma Basílica, el Santo Padre beatificará a Juan Bautista y Jacinto de los Ángeles, mártires indígenas asesinados en 1700, luego de lo cual retornará a Roma concluyendo con ello su visita pastoral internacional número 97.

 

CON EMOTIVAS PALABRAS, CARDENAL RIVERA AGRADECIÓ AL PAPA POR CANONIZACIÓN DE JUAN DIEGO

Ciudad de México, 1 (NE - eclesiales.org) Con emotivas y elocuentes palabras, el Cardenal Norberto Rivera, Arzobispo de México, agradeció ayer al Papa Juan Pablo II su presencia en tierras mexicanas para canonizar a Juan Diego. "La presencia de su Santidad tan esperada, por quinta vez nos inunda de paz y de consuelo, pues a pesar de tantas dificultades físicas, de tantos dolores morales, de las múltiples tristezas que carga en sus hombros por los odios y violencias en los pueblos, su Santidad está aquí, tangible, palpable, cansado pero feliz y contento porque aquella totus tuus, la señora del Tepeyac, lo ha traído como un imán," afirmó el Purpurado al iniciarse la ceremonia en la Basílica de Guadalupe.

"Y aquí está el día de hoy fiel a la cita, y aquí está México queriendo ser siempre fiel al amor de Cristo, al amor de 'La Morenita', al amor del Papa y de la Iglesia. Su Santidad llega hoy para cumplir la promesa de María de Guadalupe al más pequeño de sus hijos a quien escogió como mensajero diciéndole: 'ten por seguro que mucho agradeceré y pagaré, que por ello te enriqueceré, te glorificaré'".

"La señora del cielo que un día hizo de una estéril colina un jardín de rosas, y de un ayate su mejor pintura, cumple por la acción suprema del sumo pastor de la Iglesia, la promesa hecha a Juan Diego." "Por eso Padre Santo, todo corazón exulta de alegría y da gracias a Dios por ese don de magnificencia".

Más adelante, el Cardenal Rivera reiteró su agradecimiento al Papa por visitar "la tierra de nuestros mayores a proclamar la santidad de un humilde laico contemplativo y evangelizador. Un indio sencillo y humilde que nos reveló el rostro dulce y sereno de nuestra 'Morenita'".

"Aquí -señaló a continuación- resuenan las voces de los indígenas de nuestra América y de las islas remotas, aquí nos llegan los ecos desde las tundras esquimales hasta las planicies de la Patagonia, nuestra alegría es la alegría de los desiertos, de las serranías, de las selvas amazónicas cruzadas por los ríos impetuosos, de los majestuosos andes coronados de antiguos picos nevados, aquí está también el gozo agradecido de la Hispania fecunda que nos mandó apóstoles y evangelizadores, constructores y artistas, cultura y humanismo".

"Padre Santo, todos indígenas de piel morena como el color de la tierra, criollos y los que llevamos orgullosamente nuestro mestizaje nos fundimos en algo común, el amor y el agradecimiento a Santa María de Guadalupe, porque quiso escoger a Juan Diego Cuauhtlatoatzin, como su mensajero dignísimo de confianza. Gracias Padre Santo por el regalo que nos trae en la canonización de Juan Diego."

"Santísimo Padre, que su apostólica bendición caiga como rocío fecundo sobre esta nación mexicana y sobre todos los pueblos de América", señaló al concluir.

 

GRAN ALEGRÍA POR CANONIZACIÓN DE JUAN DIEGO, TESTIGO DE LAS APARICIONES MARIANAS

Ciudad de México, 1 (NE - eclesiales.org) Con gran alegría, millones de devotos de la Virgen de Guadalupe celebraron el día de ayer la canonización de Juan Diego, testigo de las apariciones marianas. San Juan Diego Cuauhtlatoatzin fue un indio nacido en 1474, cuyo nombre significa "águila que habla", y que se convirtió al cristianismo junto con su esposa entre 1524 y 1525. Cuando ésta fallleció, en 1529, se trasladó con su tío Juan Bernardino a Tolpetlac, a unos 14 kilómetros de la iglesia de Tlatilolco en Tenochtitlán

El 9 de diciembre de 1531, mientras se dirigía a pie a Tlatelolco, en un lugar denominado Tepeyac, tuvo una aparición de María Santísima, que se le presentó como "la perfecta siempre Virgen Santa María, Madre del verdadero Dios". La Virgen le encargó que en su nombre pidiese al Obispo capitalino el franciscano Juan de Zumárraga, la construcción de una iglesia en el lugar de la aparición. Y como el Obispo no aceptase la idea, la Virgen le pidió que insistiese. Al día siguiente, domingo, Juan Diego volvió a encontrar al Prelado, quien lo examinó en la doctrina cristiana y le pidió pruebas objetivas en confirmación del prodigio.

El 12 de diciembre, martes, mientras el Beato se dirigía de nuevo a la Ciudad, la Virgen se le volvió a presentar y le consoló, invitándole a subir hasta la cima de la colina de Tepeyac para recoger flores y traérselas a ella. No obstante la fría estación invernal y la aridez del lugar, Juan Diego encontró unas flores muy hermosas. Una vez recogidas las colocó en su "tilma" y se las llevó a la Virgen, que le mandó presentarlas al Sr. Obispo como prueba de veracidad. Una vez ante el obispo el Beato abrió su "tilma" y dejó caer las flores, mientras en el tejido apareció, inexplicablemente impresa, la imagen de la Virgen de Guadalupe, que hasta el día de hoy se venera en la Basílica de Guadalupe.

El Beato, movido por una tierna y profunda devoción a la Madre de Dios, dejó los suyos, la casa, los bienes y su tierra y, con el permiso del Obispo, pasó a vivir en una pobre casa junto al templo de la "Señora del Cielo". Su preocupación era la limpieza de la capilla y la acogida de los peregrinos que visitaban el pequeño oratorio. En espíritu de pobreza y de vida humilde Juan Diego recorrió el camino de la santidad, dedicando mucho de su tiempo a la oración, a la contemplación y a la penitencia. Dócil a la autoridad eclesiástica, tres veces por semana recibía la Santísima Eucaristía.

Juan Diego muere en 1548 a los 74 años y pasa a ser uno de los protagonistas de la devoción popular de toda Latinoamérica. En 1737 la Virgen de Guadalupe es proclamada Patrona de México y en 1910 Patrona de las Américas. En 1935 Filipinas la proclama también patrona. El Papa Juan Pablo II eleva a los altares al beato Juan Diego en 1990.

Según la tradición oral continua y los documentos escritos, tanto de matriz española como mestiza y sobre todo indígena, como el Nican Mopohua, el Nican Motecpana y otros, entre el 9 y el 12 de diciembre de 1531 ocurrieron las "apariciones guadalupanas" al indio Juan Diego.

La vida de San Juan Diego está atestiguada a través de documentos positivos, de una tradición oral constante entre las poblaciones indias, especialmente de cultura náhuatl y de otras vecinas, como la totonaca, históricamente examinadas y justamente valoradas en su origen, naturaleza y estilo. Las fuentes históricas también son de índole pictórica, algunas contemporáneos al acontecimiento del Tepeyac. Según un experto, las fuentes tanto escritas y "plásticas" (pintura, escultura, etc..), como las orales, coinciden y convergen en los datos fundamentales sobre Juan Diego y las apariciones marianas.

En el Nican Mopohua se conservan las palabras de Santa María a Juan Diego: "Sábelo, ten por cierto, hijo mío el más pequeño, que yo soy la perfecta siempre Virgen Santa María, Madre del verdaderísimo Dios por quien se vive, el creador de las personas, el dueño de la cercanía y de la inmediación, el dueño del cielo, el dueño de la tierra, mucho deseo que aquí me levanten mi casita sagrada". "En donde lo mostraré, lo ensalzaré al ponerlo de manifiesto: Lo daré a las gentes en todo mi amor personal, en mi mirada compasiva, en mi auxilio, en mi salvación: Porque yo en verdad soy vuestra madre compasiva, Tuya y de todos los hombres que en esta tierra estáis en uno, Y de las demás variadas estirpes de hombres, mis amadores, los que a mí clamen, los que me busquen, los que confíen en mí, Porque allí les escucharé su llanto, su tristeza, para remediar para curar todas sus diferentes penas, sus miserias, sus dolores."