Significación salvífica de la Unción de Enfermos
I. Doctrina de la Iglesia
1. El Concilio de Trento dice sobre la virtud salvífica de la
extremaunción (Sesión XIV, cap. 2): "Ahora bien, la realidad y el
efecto de este sacramento se explican por las palabras: Y la
oración de la fe salvará al enfermo y los pecados que hubiere
cometido le serán perdonados (St 5, 15). Porque esta realidad es la
gracia del Espíritu Santo, cuya unción limpia las culpas, si alguna
queda aún para expiar, y las reliquias del pecado, y alivia y
fortalece el alma del enfermo (can. 2), excitando en él una grande
confianza en la divina misericordia, por la que, animado el enfermo,
soporta con más facilidad las incomodidades y trabajos de la
enfermedad, resiste mejor a las tentaciones del demonio que
acecha a su calcañar (Gen. 3, 15) y a veces, cuando conviniere a
la salvación del alma, recobra la salud del cuerpo." (D. 909). Cfr.
canon 2.
2. Interpretando esta explicación podemos decir: también el
sacramento de la extremaunción es primariamente una revelación
de la gloria de Dios; como todo lo creado sirve, en primer lugar, a la
gloria de Dios. Dios se revela en la extremaunción como el
Poderoso y el Santo, como Justicia y Amor. Enfermedad y muerte,
que quedaron también en el hombre redimido como recuerdos y
señales del pecado, actualizaran para el hombre el misterio de Dios
bajo el punto de vista de la santidad y justicia. En la extremaunción,
como veremos en seguida, el hombre es ungido y armado para que
su muerte sea una participación de la muerte de Cristo. El Padre
celestial mismo concede a este sacramento participación en la
muerte de Cristo de manera que puedan realizarse en él la virtud
curativa y de gracia de la muerte de Cristo. Dios, que en la muerte
de Cristo se reveló como Juez y a la vez como perdonador y
misericordioso, se revela en la extremaunción -sacramento de la
consagración para la muerte-, como el Santo y Justo y como el
Perdonador y Misericordioso. La muerte de Cristo fue tránsito hacia
la vida; en ella se realizó la gloria de Dios en cuanto plenitud de
vida y victoria sobre la muerte. Dios se revela, por tanto, en la
extremaunción, garantía de la participación en la muerte de Cristo,
como Dios vivo, como la Vida misma. En la extrema debilidad y en el
extremo abandono del hombre, allí donde declina toda gloria de lo
terrestre surgen radiantes para los ojos de la fe el poder victorioso
de Dios y su omnipotencia. El reino de Dios se instaura en la
debilidad humana.
II. Comunidad con Cristo
1. Dios, Padre celestial, revela en la extremaunción su gloria a
través de la muerte y resurrección de Cristo, ya que en la
extremaunción el bautizado es consagrado para participar en la
muerte y resurrección de Cristo. En este sacramento se realiza la
virtud vencedora y victoriosa de Cristo que muere y resucita. Quien
recibe la extremaunción se convierte en representación y aparición
de Cristo, que llega a la gloria pasando por la muerte y la
resurrección. Si, según San Agustín, el cristiano debe ser llamado
en cierto modo Cristo, el ungido con la extremaunción puede ser
llamado en cierto modo Cristo crucificado y resucitado para la
gloria; es un monumento en honor del Señor muerto por nosotros
de mucho más valor que todos los monumentos de piedra.
2. Cuando el que recibe la extremaunción capta en su conciencia
y corazón este sentido primario del sacramento, lo que fue primero
glorificación objetiva de Dios se convierte en honra consciente y
voluntaria de la gloria del Padre celestial y de Cristo sacrificado en
la cruz; con amor y entrega entra en la angustia de la muerte en la
pasión y muerte de Cristo, en el juicio y gracia de su muerte. La
preparación para la muerte obrada en el sacramento de la
extremaunción se convierte así en obediencia al Padre celestial que
juzga y perdona en la muerte. Sólo quien está unido en el Espíritu
Santo y a través de Cristo con el Padre puede estar así dispuesto.
3. Dios revela siempre su gloria realizándola en modos finitos. El
Padre celestial revela su gloria en la extremaunción a través de
Cristo, configurando a quien recibe el sacramento con su Hijo
encarnado y glorificado a través de la cruz. La configuración de
quien recibe el sacramento con Cristo es el efecto fundamental que
obra la extremaunción en quien la recibe. San Alberto Magno dice
(Comentario a las Sentencias, lib. 4, ses. I, art. 2): "Mediante la
unción somos asemejados al Resucitado. Es administrada a los
moribundos en el signo de la unción junto con la gloria futura,
cuando los elegidos han sido completamente despojados de la
mortalidad."
Ya en el bautismo y confirmación es el hombre asemejado a
Cristo; la semejanza a Cristo, fundada en el bautismo y
confirmación, concede a quien recibe esos sacramentos
participación en el reino, doctrina y sacrificio del Señor; le da
también un puesto especial dentro de la Iglesia. Tal semejanza
tiene significación duradera; no puede ser borrada. La semejanza a
Cristo obrada en la extremaunción no es un sello indeleble como el
carácter del bautismo y de la confirmación; más bien completa lo
ocurrido en ellos; aclara y destaca algunos rasgos de la semejanza
a Cristo obrada en el bautismo y confirmación; termina de
conformar y configurar la imagen del Señor desde un determinado
punto de vista en quien recibe el sacramento; le hace semejante a
Cristo, en cuanto logra a través de la muerte la gloria perfecta y
patente del cielo y se sienta a la diestra del Padre.
Este es el efecto mentado por la unción. Siempre habían sido
ungidos los reyes y sacerdotes; la unción significa, por tanto, una
vida regia y sacerdotal, la participación en la vida regia y sacerdotal
que Cristo empezó en sus días mortales y cumple ahora
perfectamente en el reino del Padre, junto con los ángeles y
bienaventurados. La unción es a la vez un símbolo del Espíritu
Santo. El Espíritu Santo consagró a Cristo para rey y sacrificador;
el Espíritu Santo es quien configura según la imagen de Cristo al
que recibe el sacramento, o más exactamente: El Padre configura
al hombre según la imagen de su Hijo encarnado, crucificado y
glorificado, en el Espíritu Santo, en el amor personificado que es el
Espíritu Santo. Mediante la extremaunción se perfecciona y
completa para la revelación del cielo la participación en el reinado y
sacerdocio de Cristo. fundada en el bautismo y confirmación.
4. La nueva asimilación a Cristo implica una unión más viva del
hombre con Cristo. Quien recibe la extremaunción es injertado más
hondamente en la muerte de Cristo y consagrado así para la vuelta
al Padre.
La entrada en la casa del Padre celestial significa a la vez la
entrada en las filas de los ángeles y bienaventurados.
Págs. 644-647
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La mayor asimilación y unión con Cristo significan, sobre todo, un
fortalecimiento de la vida divina: una comunidad más íntima con el
Dios trinitario, aumento de la gracia santificante y perdón de los
pecados y de sus consecuencias.
El fortalecimiento de la vida divina ocurre en los enfermos que
reciben la extremaunción, en vistas a la situación especial en que
les pone la enfermedad. Incluye, por tanto, las ayudas de Dios
necesarias y útiles para dominar su situación. Si la muerte es el
punto culminante y la piedra de toque de la vida, su realización
necesitaba un auxilio especial de Dios; gracias a él el hombre se
fortalece contra los ataques de la desesperación, contra la
impaciencia en los dolores y contra los ataques del diablo. Dios
mismo despierta la confianza segura en su misericordia y en su
resistencia victoriosa frente a las amenazas del cuerpo y del alma.
"Mientras que el primer efecto de la gracia afecta y cura la ley y
el hecho de la muerte como tal, incorpora del todo a la obra
salvadora de Cristo, sacando del dominio de Satanás y libera del
aguijón venenoso de la maldición, el segundo efecto
(fortalecimiento del alma) atañe a la lucha de la muerte como tal, a
las dificultades especiales del ultimo combate, a las propias
impugnaciones del hombre que muere. Cuanto más entorpecido
está el espíritu por las perturbaciones de los órganos sensoriales,
con mayor fuerza es influida la fantasía por los estados morbosos
del cuerpo e incluso sería accesible a las influencias diabólicas, si
no se las enfrentaran las fuerzas protectoras del cielo. Pero como
el espíritu está claro y libre, el recuerdo de las faltas y errores
anteriores y de las obligaciones no cumplidas pueden deprimirle
excesivamente, desanimarle y asustarle. A este respecto hay que
tener en cuenta, sobre todo, las situaciones que determinaron la
vida pasada, pero que no fueron consideradas como objeto propio
de la confesión, aunque estaban en estrecha y personalísima
relación con la conciencia moral y la vocación ética.
En esta situación la extremaunción es la mano que el Salvador
ofrece a Pedro cuando se está ahogando para mantener a salvo el
alma, aunque la vida terrena se hunda en las olas del mar y de la
tempestad. A estas expresiones trágicas se suman todavía el
pecado y la culpa, sea en la forma de locura acusadora, en que
aparecen los pecados habituales, ahora cuando el cuerpo se
deshace, sea en forma de ultimo intento de agarrarse a los amados
ídolos, antes de que se rompa del todo la apariencia aduladora.
Señor, ayúdame, grita San Pedro, ayúdame a librarme de las
garras de las debilidades interiores y exteriores. Hombre de poca
fe, ¿por qué dudas?, le dice el Salvador. Fortalecido por el espíritu
de Jesús, por el espíritu de la extremaunción, por el Dios de toda
consolación, Pedro cumple la tarea que aceptó... él, el tímido y
cobarde. "Señor, si eres Tú, manda que vaya hacia Ti sobre las
aguas." El Señor llamó a Pedro: "ven". En la virtud del Espíritu
Santo, que unge también a los que mueren, Pedro caminó incólume
sobre las aguas y llegó hasta el Señor de la vida" (Schell). A los
enfermos se dirige, pues, lo que dice el Apocalipsis de San Juan: "Y
puso el Cristo su diestra sobre mí, diciendo: no temas; yo soy el
primero y el último y el que Vive; y estuve muerto y he aquí que
estoy vivo por los siglos de los siglos; y tengo las llaves de la
muerte y del infierno" (1, 17-18). "Al que venciere le daré que se
siente conmigo en mi trono, como yo también vencí y me senté con
mi Padre en su trono" (3, 21).
III. La extremaunción borra los pecados
l. Como la extremaunción aumenta la comunidad con Cristo y a
través de El la comunidad con el Dios trinitario, la extremaunción
supera las dificultades e impedimentos de la unión con Cristo: los
pecados y las penas de los pecados. Para borrar los pecados y sus
penas está destinado primariamente el sacramento de la
penitencia; pero la extremaunción también es un medio
independiente para borrar los pecados. Supera los pecados y
penas que no fueron alcanzados por la penitencia sacramental.
Santo Tomás de Aquino dice en la Suma contra los Gentiles (lib.
4, cap. 73): "Mas, como el hombre por negligencia o por las varias
ocupaciones de la vida, o también por causa de la brevedad del
tiempo o cosas parecidas, no cura de raíz y perfectamente dichos
defectos, se le provee saludablemente para que por este
sacramento logre dicha curación y se libre de la pena temporal, de
modo que, al salir el alma del cuerpo, nada haya en él que pueda
impedir a su alma la percepción de la gloria. Y por esto dice
Santiago que el "Señor le aligerará". Acontece también que el
hombre no conoce o no recuerda todos los pecados que cometió,
con el fin de borrar cada uno de ellos por la penitencia. Hay,
además, pecados cotidianos que acompañan de continuo la vida
presente, de los cuales es conveniente que se purifique el hombre
por este sacramento al partir, con la finalidad de que nada haya en
él que impida la percepción de la gloria. Y por esto añade Santiago:
"Si está en pecado, se le perdonará."
Vimos la extremaunción como plenitud y acabamiento del
bautismo y de la confirmación y podemos verla ahora como plenitud
de la penitencia (cfr. Schuster, Liber sacramentarum 1, 207-212).
Concede, como dice Santo Tomás después del texto citado, la
completa salud espiritual del hombre y prepara a quien la recibe
para recibir la gloria; por tanto, aparta todo estorbo que se
interponga en su camino de entrada a la gloria de Dios. La
extremaunción fue instituida por Cristo con este fin. Aunque no sea
su efecto principal el borrar los pecados, también se ordena al
perdón de los mismos. Condición por parte de quien la recibe es
que se aparte del pecado y se convierta a Dios, por tanto, que
tenga al menos arrepentimiento imperfecto. Se puede decir que la
conversión a Dios implica la aversión de todos los pecados graves,
aunque no se recuerden los pecados graves cometidos ni sean
objeto expreso de arrepentimiento.
2. Normalmente la extremaunción sólo borra los pecados leves.
La extremaunción es sacramento de vivos; por tanto, el que se
sabe culpable de pecado grave debe liberarse de él antes de
recibir la extremaunción. Pero cuando el hombre está atado con las
ligaduras de la enfermedad y paralizado por la debilidad de la
naturaleza que se deshace, tiene obstaculizado el camino del
arrepentimiento perfecto. Cuando no puede recibir el sacramento
de la penitencia, para cuya recepción basta el arrepentimiento
imperfecto, le son perdonados también los pecados graves por el
sacramento de la extremaunción. Dios no permite que pierda la
salvación quien está atado por la enfermedad y debilidad;
enfermedad y muerte son en último término consecuencias y
efectos del pecado; son, pues, ligaduras con las que Satanás
esclaviza a los hombres. Como el diablo fue vencido por la obra
redentora de Cristo, Dios ha previsto que los que no pueden hacer
ya arrepentimiento perfecto ni usar el sacramento de la penitencia
por culpa de la enfermedad y de la muerte, no pierdan la salvación,
para que el diablo no triunfe sobre quien está unido a Cristo por el
bautismo.
Para recibir la extremaunción basta que quien la recibe se
encuentre en estado de conversión a Dios y en el de
arrepentimiento imperfecto implicado en ella, aunque a
consecuencia de la falta de conciencia y de debilidad no pueda
despertar un arrepentimiento consciente y actual. El estado de
arrepentimiento imperfecto debe suponerse en un católico serio.
Cuando, después de recibir la extremaunción, es posible confesar
los pecados graves, debe hacerse, porque, como hemos visto, todo
pecado grave debe ser sometido al poder de las llaves de la Iglesia.
La extremaunción es también plenitud de la penitencia en el
sentido de que borra también las penas del pecado y supera la
inclinación al pecado y la debilidad de voluntad originadas por el
hecho del pecado. No supera, claro está, inmediatamente esa
debilidad de la voluntad y esa inclinación a pecar, sino quo
fortalece la voluntad en su entrega al bien y a Dios de una
manera que pueda dominar las tentaciones. Págs.648-651
SCHMAUS
TEOLOGIA DOGMATICA VI
LOS SACRAMENTOS
RIALP. MADRID 1961