Remedios
para el desamor
El amor es compromiso que apunta hacia la fidelidad, la cual se sustenta a través
de continuas y pequeñas lealtades. Por eso la libertad de cada uno queda
comprometida en el amor.
Remedios para el desamor
Autor: Enrique Rojas
Fuente: La Nación
Desde la atalaya de mi consulta psiquiátrica he visto circular delante de mí
muchas crisis conyugales. Unas veces ha sido posible encontrar vías de
comunicación y de solución. En otras, la pareja se ha roto, se ha partido por
la mitad. El fenómeno es muy complejo y sus raíces tienen una rica etiología.
Pero desde el punto de vista psicológico hay tres notas importantes que deben
ser subrayadas:
1) se trata de un hecho epidémico, que ha sustituido a las viejas epidemias de
siglos y años precedentes;
2) es contagioso, cosa que no debe exaltarnos, ya que las modas se contagian más
que las enfermedades infecciosas;
3) se enmarca dentro de una profunda crisis de valores que está recorriendo la
sociedad del bienestar.
¿Qué está pasando? ¿Quién iba a decirnos hace tan sólo unos años que en
esta etapa de progreso de los grandes países de Occidente, superadas tantas
dificultades históricas, nos íbamos a encontrar con esta terrible plaga? El
problema tiene muchas variantes. Ahora lo vamos a ver desde tres secuencias
diferentes: características del amor en general, ingredientes del amor de la
pareja, y, por último, tipos de crisis conyugales y posibles objetivos terapéuticos.
¿Qué es el amor? La pregunta parece casi una osadía. Cuántos libros,
novelas, poemas y tratados se han ocupado de él, bien de una forma o de otra.
El término amor es polisémico, tiene muchos sentidos. En él se dan cita un
conjunto de significaciones. Pero su uso, abuso, falsificación, manipulación y
adulteración exigen un esfuerzo especial de clarificación para evitar que
llegue a quedar reducido a cosa, cosificado, trivializado, como tantas veces está
sucediendo hoy.
Hay muchos tipos de amores. Desde la amistad hasta la simpatía, desde la amplia
gama de relaciones interpersonales (amor a los padres, a los hijos, a los
familiares no tan cercanos, a los compañeros de trabajo, etcétera) hasta el
amor a cosas u objetos inanimados (los muebles antiguos, el arte medieval, el
Renacimiento, la literatura romántica). También está el amor a cuestiones
reales (la justicia, el derecho, la verdad, el rigor metodológico) o a ciertos
temas de vida (a la tradición, a la vida en contacto con la naturaleza, al
trabajo bien hecho, al estilo de vida clásico). Finalmente, el amor al prójimo,
entendido éste en su sentido etimológico y literal, a los que están más
cerca, y el amor entre un hombre y una mujer, que va a ser el núcleo de nuestro
análisis. Y el amor a Dios, para el hombre de fe.
Bases de un matrimonio
Lo común a todo amor es la atracción, la aprobación, la tendencia a adherirse
a ese algo, que ve como bueno y que conduce a su posesión. Es el amor humano el
puente sobre el que inicialmente se hilvana todo el sentimiento. Porque amar a
alguien traduce un sentimiento de gozo, de alegría interior que tiende a la unión.
El sentimiento va a ser el motor de esta dinámica, aunque con el paso de los años,
cuando ese amor lleve ya un cierto rodaje, necesitará de otros componentes que
veremos enseguida. El enamoramiento está presidido por emociones y
sentimientos; el amor de la pareja está recorrido además por el sentimiento,
por la voluntad, la inteligencia, el compromiso y la entrega. Mientras el
primero supone una concepción adolescente, el segundo alberga un sentido más
maduro.
Veamos ahora las características del amor conyugal, matrimonial o de la pareja.
Lo inicial es el sentimiento, que arranca de ese poderoso estímulo que es la
atracción. El amor es ante todo un sentimiento, pero no se agotan todos sus
contenidos en él. Es además una tendencia que se quiebra en tres direcciones:
físico-sexual, psicológica y espiritual.
Debe apoyarse, también, en una filosofía de vida común, similar. Cuando los cónyuges
viven unas creencias firmes y coherentes, los avatares del porvenir son vistos
con otra perspectiva. En el hombre de Occidente, el pensamiento cristiano ha
llenado con creces todas las inquietudes humanas. Viene después el amor como
acto de la voluntad, así se producirán esfuerzos concretos por mejorar la
convivencia diaria, luchando cada uno y poco a poco por ir venciéndose
personalmente. Un amor sin voluntad es un amor inmaduro, frívolo, superficial,
trivial, producto típico del nuevo hombre light . Para los defensores de esa
concepción el amor es sólo un sentimiento, que va y que viene según soplen
los vientos. Ese es el amor de las canciones de moda, monumento ligero e
insustancial.
Otro componente importante es la inteligencia. ¿Qué quiere decir esto?
Significa que el amor ya establecido debe ser un acto inteligente o, dicho de
otro modo, hay que amar con el corazón y con la cabeza. Así se descubre el
jeroglífico que es la convivencia: se aplica la cabeza, poniéndose orden y
claridad. Ese amor se hace más personal, se individualiza. Así uno es capaz de
entender la psicología del otro, con objetividad y, por supuesto, con el efecto
y amor necesarios. La voluntad y la inteligencia como ingredientes del amor de
la pareja son esenciales, pero hoy son impopulares, no tienen buena prensa, no
se llevan. Y es lógico, dado el clima hedonista y permisivo en el que nos
movemos.
Dos notas más queremos añadir a esta colección de elementos. El amor es
compromiso que apunta hacia la fidelidad, la cual se sustenta a través de
continuas y pequeñas lealtades. Por eso la libertad de cada uno queda
comprometida en el amor. No olvidemos que todo compromiso, a la larga, puede
aparecer en un momento determinado excesivamente costoso. La fidelidad hace que
el amor sea vivido con integridad y coherencia. Cuando todo es pasajero,
relativo, hasta que uno y otro se soporten, nos vamos a encontrar con un
subproducto que es el amor light , amor sin compromiso, sin voluntad, sin
cabeza, sin esfuerzo, sujeto a los vientos que vengan: terminará siendo un
producto afectivo degradado.
Y la última nota con la que resumimos la alquimia del amor humano: ésta
implica un proceso dinámico. Con el paso de los años, éste se verá sometido
a cambios, oscilaciones, giros, pero manteniendo sus puntos primordiales. El
subsuelo del amor permanece.
Queda así analizado fenomenológicamente el amor conyugal, mezcla de
sentimiento, tendencia, filosofía de vida común, voluntad, inteligencia,
compromiso y curso dinámico.
Puentes de acercamiento
La diversidad de tipos de crisis conyugales impide trazar una línea terapéutica
recta. Pero sí podemos dar una serie de remedios para el desamor. Observaciones
psicológicas que pueden servir de ayuda y orientación para esas etapas difíciles:
Para
empezar a arreglar una situación conyugal difícil es necesario esforzarse
por asumir y digerir el pasado entre ambos. Es menester una especie de borrón
y cuenta nueva. Si esto lo hacemos en otros terrenos de la vida, cómo no lo
vamos a poner en práctica en este campo. La incapacidad para superar el
pasado convierte a muchos en personas neuróticas, amargadas.
Es
importante esforzarse por no sacar la lista de agravios. Ese inventario de
pequeños y grandes fallos, errores, defectos o fracasos que se acumulan
tras la convivencia.
Respeto
mutuo en tres direcciones: palabra, obra y gestos. ¡Cuántas parejas podrían
haberse mantenido si no fuera por la utilización descontrolada de palabras
fuertes, duras, hirientes, cargadas de acusaciones, descalificantes! El
respeto de obra es esencial: en el lenguaje jurídico hablamos de sevicias
para referirnos al maltrato. Es clave también cuidar el lenguaje no verbal:
por eso el respeto de gestos y ademanes tiene un enorme valor.
Evitar
discusiones innecesarias. Aquí entraría de lleno lo que los psiquiatras
llamamos "adquisición en habilidades de comunicación".
Aprender a remontar momentos, días o situaciones difíciles. Tener capacidad de reacción y poner en marcha enseguida recursos psicológicos adecuados.
Estos cinco puntos sólo abren un rico campo de posibilidades. Buscan puentes de
acercamiento y comprensión. Y sin perder de vista que en el amor conyugal lo
importante es lo pequeño.
No hay felicidad sin amor y no hay amor sin renuncia.