Capitulo VI

La concepción luterana de la eucaristía y sus principales líneas teológicas.


El Concilio de Trento, su concepción de la eucaristía y las prácticas eucarísticas de los siglos XVI al XIX.

Con el otoño de la edad media aplicado a los siglos XIV y XV, tanto la teología eucarística como la liturgia de la misa, habían quedado inmersas en multitud de desviaciones y deformaciones incluyendo las prácticas supersticiosas y se había oscurecido la belleza pascual y de la eucaristía.

Y aunque muchos concilios y sínodos ya se pronunciaban contra estos graves problemas y pedían cambios profundos que se dilataban y diferían por diversas circunstancias, fueron naciendo diferentes corrientes reformistas que querían corregir, no sólo las desviaciones de la piedad eucarística medieval, sino tambien la deformación sobre las enseñanzas de los Padres de la Iglesia en relación con el banquete eucarístico, el sentido del memorial y el carácter sacrificial de la celebración.

Aparece en la vida de la Iglesia, la gran figura de Martín Lutero, religioso agustino alemán nacido a finales del siglo XV y quien luego de estudiar en la Universidad de Erfurt viaja a Roma hacia 1515. A los 32 años de vida, escribe su "Comentario a la Carta a los romanos" con las primeras tesis reformistas. En dicho escrito, se opone al negocio de las indulgencias, publica sus conocidas 95 tesis en Wittenberg y al tiempo que organiza su nueva iglesia, contrae matrimonio con Catalina von Bora en 1525.

En nuestro curso, no vamos a detenernos en su concepción de la Biblia como único fundamento de la doctrina eclesial, ni en los problemas de la decadencia de la Iglesia o en la teoría sobre la fundamentación de la salvación en la fe. Tampoco sobre el tema de la supresión del celibato, el culto a las imágenes o la jerarquía eclesiástica. Nos interesa el tema sobre la consusbstanciación, pues para Lutero, el pan y el vino conservan su propia sustancia la cual coexiste con la presencia de Cristo, es decir, con su cuerpo y con su sangre. Esta concepción cambia la doctrina tradicional de la transsubstanciación, mediante la cual se transforma la substancia del pan y del vino, en el cuerpo y la sangre de Cristo.

Cuando en 1523 Lutero, publica su "Formula Missae", excluye de la celebración, tanto la parte inicial del prefacio, como el relato de la institución de la eucaristía. Dos años más tarde, escribe la famosa "Deutsche Messe" ( Misa alemana), en donde ya no había prefacio, dando origen a distintas posturas frente a la eucaristía pues unos eran partidarios de entender la cena del Señor solo en forma simbólica y otros continuaban con Lutero, creyendo en la presencia real de Cristo en el pan y el vino, pero rechazando la transsubstanciación y optando por la consubstanciación.

Zwinglio niega la presencia de Cristo en la eucaristía y elabora una liturgia de la cena en donde incluye el relato de la institución y para él los fieles, luego del padre nuestro y la comunión deberían permanecer sentados pues no había campo a la adoración. Zwinglio a su vez inspira otro enfoque en Calvino.

De todas formas entre los reformados, la eucaristía se celebra utilizando el conocido " Prayer Book" ( Libro de las oraciones ) de mediados del siglo XVI, tiempo desde el cual la celebración, entre ellos, se hace en lengua viva o vulgar y se da la comunión tambien con el cáliz. Entre los católicos se plantea la posibilidad de celebrar en lenguas vivas tan solo a partir de 1963 con el Concilio Vaticano II.

De todas formas Lutero, re - encontró la concepción primera de la cruz como victoria de Dios en Jesucristo con la cual se acaba la enemistad entre el hombre y Dios, para restaurar la relación filial del hombre con el Padre. Igualmente Lutero reafirma la concepción agustiniana de que en la eucaristía Cristo está presente con todo su cuerpo místico para incorporarnos a él y hacernos vivir una vida en la cual se desarrolla, el misterio de la salvación.

Lo que Lutero pretendía era ante todo apartarse de las concepciones desviadas del sacrificio de la misa que querían hacer de ella un sacrificio diferente al de la cruz y por eso muy seguramente, eliminó ese aspecto de la celebración. En fin, reaccionó contra la multiplicación abusiva de las misas privadas y reafirmó la idea de que la misa es un testimonio de Cristo al entregarnos su cuerpo y su sangre por el perdón de los pecados. De esta forma, se alcanza la idea primera del memorial eucarístico.

El Concilio de Trento.

Es indiscutible que el Concilio de Trento sugirió una intensa renovación en la concepción de la teología eucarística que duró prácticamente dos medios siglos ( de 1563 a 1614 ), siglos de renovación que desafortunadamente, fueron seguidos por tres siglos de anquilosamiento eucarístico bastante enfermizo para la vida de la Iglesia.

La enseñanza dogmática del Concilio de Trento sobre la eucaristía sólo se entiende si se compara con las ideas referentes a la fe e introducidas en tiempo de la reforma, tal como acabamos de verlo. La revisión de los libros litúrgicos, tambien se entiende a partir del movimiento reformista, revisión que fuera encomendada por el Concilio al Papa Pio IV antes de su clausura, pues la liturgia romana era criticada por los reformadores tanto desde el punto de vista teológico como litúrgico.

A principios del siglo XVI un gran sector de la Iglesia, ve la urgencia de renovar tanto la teología como las prácticas celebrativas respecto a la eucaristía, puesto que se habían contaminado, no sólo de superstición, sino de superficialidades que ocultaban la verdadera teología eucarística.

Ante esta delicada situación el Papa Pablo III convoca en 1542 el Concilio de Trento que habrá de prolongarse hasta 1563 en un ambiente fuertemente influenciado por la reforma protestante que obliga a pronunciarse sobre los excesos de la doctrina católica en relación con la eucaristía, así como sobre los abusos que la reforma fustigaba y de los cuales los padres conciliares eran más que conscientes, pues sabían que los reformistas en gran parte tenían la razón.

Uno de los asuntos que la reforma solicitaba, era el de utilizar las lenguas vivas, pero esto se descartó pues las razones dadas por la mayoría de los padres conciliares eran las mismas propuestas por los reformadores, de tal forma que no se podía abonar en el mismo terreno. Se trató como dijimos, sobre la eliminación de las supersticiones, sobre la supresión de los estipendios o emolumentos y sobre la supresión de las músicas profanas.

Ante la muerte del Papa Pio IV le corresponde a su sucesor el Papa Pio V emprender la restauración del misal romano y del breviario.

Aparecen figuras como la de San Carlos Borromeo quien inicia todo un proceso de catequesis para los fieles con el fin de formarlos y sacarlos de la ignorancia en que estaban sobre la eucaristía, con el fin de lograr una fe auténtica y madura.

Nacen tambien, como iniciativa del Concilio, los " Seminarios" llamados luego Seminarios Conciliares para la formación de los clérigos, puesto que no solo necesitaban instrucción y formación los fieles, sino ante todo los pastores que tambien estaban en una delicada situación, pues no había suficiente formación teológica, bíblica ni sacramental.

Así como se impuso la formación de los fieles y de los sacerdotes tambien era necesario crear instituciones educativas para los jóvenes que serían el " futuro" de la iglesia. El éxito del Concilio radicaría, en la formación de los fieles, de los futuros sacerdotes y de los jóvenes laicos. Nacen tambien las misiones parroquiales que deberían ayudar en el avance en la fe para extender la influencia de la Iglesia en los medios populares.

Siete años después de la clausura del Concilio de Trento, es decir, en 1570 se promulgó el Misal Romano bajo el pontificado del Papa Pio V, acompañado de las rúbricas generales para la celebración.

Desaparecen muchas fiestas de los santos que la época gótica había aumentado sin límites. Y es tanto el deseo de reforma, que hasta la celebración de los domingos desapareció quedando únicamente las fiestas aprobadas antes del siglo XI. Se purificó la celebración de una infinidad de errores con los cuales se había cargado la eucaristía durante la edad media, de allí que es conveniente decir que Pio V, fue una innovador valiente pues incluso muchas de las " novedades" que él sugirió fueron puestas en práctica cuatro siglos después en el Concilio Vaticano II.

El asunto radicaba en que era necesaria una gran estabilidad que desafortunadamente nos duró cuatro siglos, convirtiendo la Iglesia, su teología y su liturgia eucarística, en una especie de museo arqueológico, es decir en un centro de paleografía. Sin duda alguna, la influencia en nuestras tierras ameríndias de la teología tridentina se vio favorecida porque la imprenta estaba en pleno auge al igual que la labor misionera de los evangelizadores españoles y portugueses.

Las prácticas eucarísticas del siglo XVI al siglo XIX.

Aparece el culto al santísimo sacramento al igual que las bendiciones con el santísimo y las adoraciones promovidas por los jesuitas y las nacientes asociaciones de laicos. La razón en el fondo fue muy sencilla puesto que Trento había cerrado todas las posibilidades de abusos eucarísticos, entonces los tradicionalistas que no querían acatar el Concilio pot encontrarlo muy abierto, se ingeniaron esta clase de prácticas para dar rienda suelta a lo que ya no se podía hacer en las celebraciones eucarísticas, como el volver a la polifonía que creaba un ambiente de fiesta, introducir la lengua vulgar en las bendiciones y exposiciones, cosa impensable en las celebraciones de la eucaristía, para que el pueblo se sintiera cercano e incluyendo las conocidas exhortaciones ante el santísimo, para unir la presencia del Señor con la vida real. Para las bendiciones con el Santísimo se tenía una exposición y una adoración y los lugares para dichas exposiciones eran grandes salas de fiesta con tribunas, galerías y palcos con mucha decoración y un gran sagrario con columnas de mármol y hasta capiteles. Se introdujeron imponentes estatuas para vigilar la adoración y ya el altar no llamaba la atención pues se parecía más a un sepulcro que a una mesa. Se elaboraron enormes custodias para exponer al santísimo y se colocaron los tornos para hacerlas girar, dando la impresión de estar en un verdadero ceremonial cortesano.

Lo curioso es que se había hecho en Trento un catalogo de los "Abusus Missae" y aunque lo importante fueron las decisiones dogmáticas del Concilio y la recuperación del valor sacrificial de la eucaristía para poner de relieve la Palabra y la cena del Señor y así implementar la verdadera comunión de los fieles, los tradicionalistas no querían alinearse en estos nuevos esquemas pues les suprimieron algunas misas votivas tachadas de supersticiosas y solo se conservaron algunas secuencias. Dado que algunas diócesis comenzaron a dar más importancia a las prácticas eucarísticas, el Papa Pablo V ya desde el año de 1614, se vio obligado a promulgar un nuevo ritual.

Y comienzan así, tres siglos de rigidez y estabilidad desde principios del XVII hasta más o menos mediados del siglo XX, viviéndose en una era de equivocada estabilidad dado el juridicismo litúrgico y el nuevo y desmesurado crecimiento al culto de los santos quedando así sepultadas las corrientes reformistas.

La casuística adquiere lugar preponderante y ante el fixismo de las rúbricas, nacen las fiestas del Señor, de la Virgen, se introduce la fiesta del Sagrado Corazón, la de la Preciosísima Sangre, la de Cristo Rey, la de San José y se hacen formularios para la reciente fiesta de la Inmaculada Concepción y de la Asunción, a finales del siglo XIX.

Igualmente nace la llamada " Misa Parroquial " para darle importancia a la celebración dominical, la cual comienza con la bendición del agua, unas veces en la sacristía, otras en el altar e incluso otras a la entrada de las iglesias. Y para darle gusto al pueblo, se establece la aspersión, se hace una " plática" pequeño sermón ) unida a algunos anuncios y a la instrucción, que reemplazaba la catequésis.

Se instauró el rito parroquial del " pan bendito " para llevar y tener en la casa con el fin de protegerse de maleficios, tempestades y terremotos y para que nunca falte el alimento en la casa y se introdujo una procesión en la misa parroquial con el fin de venerar la patena que contenía el pan que habría de ser consagrado. Tambien en esta misa se inició con el tema de la limosna con la moneda del momento dejada en una bandeja, la cual después fue cambiada por unos canastillos. Puesto que continuaba la lejanía de los fieles a la comunión, algunos de ellos para no ponerse en evidencia de que no se habían confesado lo hacían cuando la gente se iba y luego se inventaron una misas matinales diferentes a la misa mayor para que comulgasen sin que los vieran.

Quienes llevasen ofrendas para el sacerdote o la comunidad religiosa, el sacrificio sería celebrado para ellos y por los suyos. Pero las ofrendas no eran solamente para ser llevadas al altar sino que tambien se incluían en los " testamentos" para que los sacerdotes orasen por lo dantes al morir y así les quedaban a ellos y a las comunidades de canónigos o de religiosos, múltiples bienes materiales.

Como la misa no era todos los días, en las instituciones educativas y en las escuelas populares especialmente las de San Juan Bautista de La Salle, se celebraba todos los días para los estudiantes costumbre que perduró por muchisimos años convirtiendo la eucaristía en parte de curriculum académico y degenerando en lo estrictamente disciplinar. En fin, aparecen los famosos "ejercicios para la santa misa" o pequeños misales que servían para seguir la misa pues estaban compuestos de consideraciones o meditaciones piadosas a los formularios litúrgicos que eran recitados en voz muy baja por el sacerdote. Los misalitos eran pues un gran apoyo para los fieles que se concentraban en ellos durante toda la celebración.

De todas formas había un gran interés por formar a los fieles en la comprensión del verdadero sentido de la eucaristía y por eso se iniciaron los cursos de formación litúrgica para los clérigos y las catequesis con comentarios litúrgicos para los laicos, apoyados por eminentes eruditos en las ciencias teológicas y litúrgicas.

Ante el anquilosamiento de la teología eucarística y el resurgir de otras desviaciones debidas al excesivo rubricismo del momento, se inicia una reforma liderada por el Papa Pio X en 1903 y apoyada por los principales monasterios benedictinos como el de Solesmes en Francia, el de Mont Cesar en Bélgica y el de María Laach en Alemania.

Se inicia así una nueva reflexión teológica sobre la eucaristía en el siglo XX y muy especialmente sobre la celebración del domingo con el fin de darle más importancia a dicha fiesta que a las fiestas de los santos que habían tomado un puesto más destacado y se fueron abriendo muchas posibilidades para diversas celebraciones como, por ejemplo, las misas especiales para los niños, las misas dialogadas para los jóvenes y la formación teológica y la celebración de la eucaristía para los universitarios, con teólogos como Romano Guardini y Odo Casel iniciándose así una nueva visión del misterio eucarístico.

Es indudable que entre los años 1903 y 1950 se va abriendo un gran camino denominado "movimiento litúrgico" y que con la segunda guerra mundial toma un giro de verdadera pastoral litúrgica cual es ratificado por el Papa Pio XII.

Ante esto, la mayoría de los obispos se convirtieron en promotores de una nueva visión eucarística, al igual que los misioneros, pues percibieron los problemas que ya la modernidad les colocaba frente a la teología de la eucaristía.

Aparece la famosa encíclica Mediator Dei de Pio XII en donde se contempla por primera vez la posibilidad de celebrar la misa por las tardes, así como el cambio en la normatización del ayuno previo a la eucaristía. A partir de 1950 se autorizó igualmente la celebración de la vigilia pascual y en el año 54 se restauró la Semana Santa. Se colocó mucha atención a la liturgia de la Palabra dando permiso para leer la epístola y el evangelio en la lengua del pueblo siempre y cuando primero se leyera en latín, así como cantar algunos cantos religiosos en las lenguas vivas. Todos estos años preparaban los espíritus y los corazones para la convocatoria del Concilio Vaticano II que el Papa Juan XXIII hiciera el 25 de Enero de 1959, invitando a la renovación de la iglesia, al " aggiornamento"..