CAPITULO IV

ORGANIZACIÓN Y EVOLUCIÓN DE LOS FORMULARIOS Y LOS RITOS EUCARÍSTICOS DEL SIGLO IV AL SIGLO VI.


Al terminarse las persecuciones contra la Iglesia en el siglo IV se inició un proceso de gran crecimiento y por tanto el de sus asambleas, viéndose así la necesidad de organizar, no solo los espacios para la celebración de la eucaristía, sino tambien la necesidad de fijar los distintos formularios que se requerían para dichas celebraciones. Y así como se organizarían los formularios fue necesario organizar los gestos y los símbolos esenciales de la eucaristía enmarcados por unos ritos que destacarían y pondrían de relieve su significado y su vivencia. Pero como era de esperar, la eucaristía se fue revistiendo de usos profanos y los pastores se convirtieron en personajes importantes del imperio constantiniano igual que los grandes magistrados o los sacerdotes del paganismo antiguo.

Tambien la acción eucarística asumió una pluralidad de aspectos que la fueron alejando de la herencia de los primeros siglos aunque se luchó por conservar la unidad fundamental de una teología eucarística ya seriamente elaborada, hasta tal punto que los concilios locales debieron iniciar una cercana vigilancia sobre los modelos eucarísticos exigiendo el control y el juicio de personas instruidas en los asuntos sobre la eucaristía. Incluso los mismo obispos compusieron formularios para usos exclusivos de sus iglesias locales que se difundían como fascículos parciales llamados tambien, libelli y que con el tiempo se convirtieron en complicados formularios, oraciones o plegarias.

Conviene saber por lo menos para información general, que en Occidente poseemos los libros de las oraciones presidenciales que se denominaron los "Sacramentarios" para diferenciarlos de los libros que manejaban en el Oriente y que se llamaban " Eucologios". Los principales sacramentarios que tenemos en Occidente son los tres que conocemos como, el sacramentario leoniano, el sacramentario gelasiano y el sacramentario gregoriano.

El leoniano fue atribuido al Papa San León en el año 450 y que ha sido llamado más exactamente " Sacramentario de Verona" por ser en la biblioteca de dicha ciudad en donde se conserva. Es una colección de formularios sobre las celebraciones.

El gelasiano contiene las celebraciones de Navidad y parte del santoral. Este sacramentario está dedicado a las celebraciones presididas por el presbítero.

Y el gregoriano que es atribuido a San Gregorio Magno quien fuera monje antes de ser Papa hacia el año 600 fue elaborado para las celebraciones presididas por el Romano Pontífice.

Después de los "sacramentarios" aparecieron los " ordines " o guías que describían las celebraciones, para aquellos que no estaban acostumbrados a las ceremonias romanas.

De todas formas lo que más nos interesa saber es que la organización de los formularios fue lenta y solo hasta el siglo VIII fue cuando se llegó a su pleno cumplimiento, recordando que la celebración es el acontecimiento de un pueblo vivo que no podemos enmarcar en unos cuantos formularios o en las notas de unos ceremonieros que lo que pretendían era consignar en codicilos, la vida de un pueblo que caminaba hacia el Señor buscando responder con acciones a su Palabra que es acción, ya que a hechos, se responde con hechos y no con palabras.

Es indiscutible que la participación activa del pueblo marcó la vida de la iglesia aunque el nacimiento de variados grupos " especializados " en la celebración de la eucaristía, acaparó la organización misma de dicha celebración como por ejemplo las famosas " escuelas de cantores " ( scholae cantorum ).Pero a pesar de estas escuelas, no podemos olvidar la realización de la asamblea de la ciudad de Jerusalén, lugar privilegiado de peregrinaciones, descrita en el "Itinerario de la peregrina Egeria " quien a principios del siglo V nos habla de un pueblo que acude con muchas lámparas, tanto en la mañana como en la tarde a las iglesias iluminadas, iglesias en donde ya los monjes y las vírgenes habían cantado himnos, antífonas y salmos. Y describe a los niños haciendo mucho ruido mientras se interpreta los Kyrie eleison y sobre los lectores que proclaman los pasajes bíblicos. Incluso la peregrina Egeria consigna los gritos, los gemidos y las lágrimas de los participantes mientras se leía la pasión de Cristo. Luego nos comenta algo sobre las moniciones de los diáconos y su invitación a inclinarse para recibir la bendición recordándoles la cita para la próxima reunión y tambien nos habla de un pueblo que se apretujaba para recibir la comunión.

Después de los sacramentarios y los ordines aparecieron las llamadas " stationes" que designaban, o un ayuno público, o una reunión de la comunidad en un día y en un lugar especiales, sin un fin litúrgico pero con representación de todos los fieles de la ciudad. Las " estaciones " convocadas especialmente en cuaresma eran tambien unas procesiones del clero alrededor del obispo quien con el pueblo se dirigía hacia la basílica estacional en donde se presentaba la Collecta u oración de toda la comunidad. Fuera de las estaciones normales había las misas estacionales que servían como modelo de todas las liturgias, pues siendo presididas por el obispo eran la principal manifestación de la iglesia como participación plena y activa de todo el pueblo, tal como aún hoy en la Constitución " Sacrosanctum Concilium 41 " se nos describe la eucaristía.

 

LA PLEGARIA EUCARÍSTICA, SU DESARROLLO Y SU TEOLOGÍA.

La profunda comprensión de la teología sobre la eucaristía tiene un momento de especial importancia a saber, el de su celebración de acuerdo con el testimonio de aquella comunidad jerosolimitana descrita en el Itinerario de Egeria.

Hemos recalcado durante este curso que la eucaristía debemos reflexionarla y vivirla a lo largo de nuestra existencia, pero la eucaristía tambien tenemos que celebrarla, pues el hombre expresa su existencia simbolizándola ya que de esa forma se manifiesta como un ser que alaba, ( eulogeo ) como un ser que recuerda y conmemora, ( anamneo ) y como un ser que da gracias, (eujaristeia).

De esta forma el bautizado elabora, una teología de la alabanza, una teología del memorial y una teología de la gratitud ante la presencia dinámica y creadora de Dios, por esto, cuando profundizamos la teología eucarística tambien debemos profundizar la celebración y muy especialmente la plegaria eucarística, estudiando su estructura, sus líneas dinámicas, su desarrollo y su teología.

Es indudable que la plegaria eucarística es un lugar teológico de importancia capital dado que nos permite acercarnos a las formas cultuales de la estructura eucarística mostrándonos el desarrollo eucológico de la economía salvífica, que celebra y conmemora la Pascua de Cristo en un marco trinitario de alabanza a la obra creadora, situando así la eucaristía en su relación sacramental con el misterio de la redención y con toda la historia de la salvación.

Sin embargo, tanto la falta de una correcta comprensión de la eucaristía por parte del clero y del pueblo, como el mal interpretado respeto al misterio ( mysterium ) eucarístico y la excesiva importancia al rito celebrativo de la eucaristía, nos han llevado a un desenfoque vital de la teología eucarística, de allí la importancia de conocer para crear, al igual que la necesidad de, conocer para creer. No es posible una verdadera creación en el ámbito teológico, sin el contacto directo con las fuentes vivas de la tradición de la iglesia, pues creación en este caso, no es partir de cero como si de una creación cosmológica se tratase, sino edificar algo nuevo con fundamentos sólidos y antiguos. Así elaboraremos una nueva teología sobre la eucaristía, de lo contrario nos quedaremos con simples innovaciones que no nos llevan sino a nuevas rutinas y a nuevas repeticiones. No es que se trate de inventar una teología sobre la eucaristía, sino de sacar ( crear ) cosas nuevas y cosas viejas del tesoro de sabiduría y de tradición que tiene la Iglesia, por eso todos necesitamos conocer para creer y sobre todo conocer para crear.

El desarrollo de la plegaria eucarística implica muchísimos elementos que no podemos pretender agotar en este curso pues correspondería a un curso especial sobre la teología de la plegaria eucarística, sin embargo conviene detenernos brevemente en su desarrollo global para comprender su importancia en la vida de la iglesia.

Lo primero que aparece en su desarrollo es entonces que bendecimos, alabamos y damos gracias al Padre por las maravillas que ha obrado y sigue obrando en nuestra historia mediante su economía salvífica. Es toda una alabanza por la creación sellada con la plegaria del "verdaderamente es justo y necesario darte gracias".

Lo segundo es que nuestra plegaria se convierte en memoria de Cristo, es decir, celebramos el memorial al Padre por habernos enviado a su Hijo Jesucristo como signo de su amor salvador. Desde aquí vemos cómo la eucaristía centra su sentido en el misterio pascual de la muerte y resurrección del Señor y en el relato de la institución, sacramento anterior a su muerte, por eso cuando centramos nuestra plegaria en el sacrificio pascual de Cristo, el memorial se convierte en ofrecimiento, para perpetuar la entrega del Señor por nosotros.

Lo tercero es que se incluye la invocación al Espíritu Santo sobre la celebración, acción que es y debe ser entendida como doble, pues el Espíritu Santo es quien consagra todo el acontecimiento celebrativo.

Lo cuarto es la inclusión de las intercesiones, conmemoraciones y la comunión eclesial, entendidas como la prolongación o cumplimiento de la fuerza del Espíritu sobre toda la iglesia de tal forma que se produzca lo más importante de la eucaristía, a saber, la construcción de la unidad iglesia como cuerpo de Cristo, su presencia real en ella.

Teología de la plegaria eucarística

Es indudable que la plegaria eucarística contiene una completa teología tanto sobre el misterio eucarístico, como sobre nuestra fe, a tal punto que representa el sacramento de nuestra fe, es decir, el misterio de nuestra fe, pues aparece como un verdadero compendio o en otras palabras como un "credo " resumido de nuestra profesión de fe y que va desde nuestra realidad suprema que es Dios, pasando por la creación y la redención, hasta la totalidad de la Iglesia y la realidad escatológica de nuestra salvación.

Por la plegaria eucarística proclamamos la historia de la salvación como renovación sacramental llegando a la plenitud de la salvación final. Vemos entonces cómo la plegaria eucarística contiene todo el misterio cristiano concentrado en la celebración. Podríamos decir, que así como abarca toda una teología de la alabanza y de la gratitud, igualmente es una oración que nos educa en una actitud comprometida de fe.

Ante lo anteriormente afirmado podemos entonces precisar, que celebrar la eucaristía, es actualizar el memorial de la muerte y de la resurrección de Cristo, es decir, es actualizar el memorial del misterio pascual como acontecimiento central de la salvación en el cual tenemos nuestras raíces. Podemos sin lugar a dudas afirmar que en la eucaristía lo que en verdad celebramos es el sacramento de la muerte del Señor y su resurrección.

La plegaria eucarística nos muestra que la cruz se hace presente en la celebración, es decir que no solo actualizamos la presencia de Cristo en el pan y el vino, sino que hacemos presente la entrega en la cruz, la entrega del Cordero que toma sobre sí los pecados de la humanidad para salvarla. Aquí comprendemos mejor por qué el Señor resucitado además de estar presente en su Palabra, está presente en los signos sacramentales del pan y del vino por eso, necesitamos celebrar nuestra historia, insertada en la dinámica histórica de la salvación prevista por Dios.

Otro punto de interés teológico que aparece en la plegaria eucarística es que nosotros como Iglesia, hacemos nuestro el sacrificio de Cristo para ofrecerlo al Padre, es decir, que nosotros como asamblea le ofrecemos al Padre lo que proclamamos como acontecimiento fundamental de nuestra salvación. En otras palabras la entrega individual de Cristo en la cruz, la actualizamos en nuestra vida cristiana y en la celebración eucarística, por eso convertimos la eucaristía en sacrificio y en sacramento. Pero aquí ya no es únicamente Cristo el que se ofrece, sino que toda la comunidad, la Iglesia, tambien se ofrece como víctima viva y permanente. Veamos entonces cómo toda la vida del bautizado debe ser " sacrificio " pascual al igual que el sacrificio de Cristo. Es a partir de éste momento en el que comprendemos que el Espíritu santo, es quien transforma la comunidad en el cuerpo de Cristo, actualizando en ese cuerpo la palabra y los gestos del Señor sobre el pan y el vino que se convierten en el cuerpo y la sangre de Cristo.

Es en la plegaria eucarística en la que pedimos que se actualice en nosotros el acontecimiento central de nuestra salvación, es decir, la Pascua, por esto dentro de la teología de la plegaria eucarística hemos de precisar que ella es tanto memorial y alabanza como ofrenda e invocación.

Por todo lo anterior, vemos que la asamblea como comunidad de creyentes y de bautizados, es convocada a celebrar el memorial del Señor, para que todos formen un solo cuerpo y un solo espíritu. Es aquí en donde vemos por qué, así como la iglesia " hace " la eucaristía y actualiza la entrega sacramental de Cristo, tambien ella, la Iglesia, es construida por la eucaristía o sea que se la hace sentir en " comunión " de unos para con otros y con toda la comunidad de los creyentes.

¿Cuál es entonces la relación de la plegaria eucarística, con las realidades existenciales del hombre de hoy ?

Creo que, así como el pan y el vino son fruto de la vid y del trabajo de los hombres y representan el esfuerzo del hombre con su trabajo, tambien deben ser signos de la nueva creación y de todo lo que el hombre y la mujer por sus labores realizan cotidianamente. Esa nueva creación, debe transformarse en la nueva realidad de Cristo para nosotros, de tal forma que, caminemos hacia cielos nuevos y tierras nuevas en la medida en que la humanidad colabore con la obra creadora de Dios. Y puesto que Cristo realizó su " Pascua ", la Iglesia ha de hacer el gran paso, su pascua, iniciar una nueva existencia y una nueva historia como proyección escatológica del paso por la tierra.

A lo largo de nuestro curso sobre eucaristía hemos analizado la dimensión bíblica de la eucaristía, así como la dimensión histórica de la tradición eclesial en torno al memorial de la eucaristía que Cristo encargó a la comunidad. Tambien hemos tomado la dimensión litúrgica al analizar el texto central de la celebración eucarística, la plegaria eucarística.

Hacemos ahora la reflexión teológica sobre la eucaristía en sí misma la cual ha evolucionado progresivamente resaltando aspectos tan importantes como, la presencia real de Cristo en las especies del pan y del vino, el aspecto sacrificial de la eucaristía, el papel de la asamblea y su consagración por medio del Espíritu Santo y la celebración como tal.

Ha sido necesario durante nuestro curso, resaltar los aspectos que estaban abandonados y relativizar aquellos que habían adquirido prioridad a partir de la edad media. Acentuamos en la teología de la eucaristía el aspecto de la comida fraterna y la cena del Señor colocando el énfasis sobre la comunidad toda ella celebrante y toda ella transformada por el Espíritu Santo. Igualmente hemos insistido sobre el compromiso total del bautizado con la eucaristía, más como acontecimiento comunitario y eclesial que como rito y como celebración. Es decir, hemos procurado colocar en su justo lugar aspectos sobre los cuales se había insistido demasiado como, el de la presencia real de Cristo en la eucaristía, el rito eucarístico, las palabras consecratorias y el centralismo del presbítero en la celebración.

En estas reflexiones teológicas, estamos insistiendo en la relación vital del Señor resucitado con la comunidad, mucho más que con los elementos del pan y del vino y por eso hemos profundizado más en la consagración de toda la comunidad por obra del Espíritu Santo, que en la consagración únicamente de las especies sacramentales, es decir, acentuamos la dirección personalista del misterio eucarístico indicando la nueva significación, en lugar de la dirección materialista del mismo y que enfoca más el aspecto de la transsubstanciación.

Durante este curso, hemos unido los aspectos que habían sido considerados separados a saber, sacrificio y sacramento, la entrega en la cruz y la entrega en el memorial. No hemos dividido el sacrificio para la celebración y el sacramento para el culto a la eucaristía y hemos considerado los dos alimentos de la Palabra y de la Eucaristía, como complementarios e incluyentes. Tambien hemos querido resaltar la eucaristía más como acontecimiento y acción salvífica, que como rito eficaz para obtener la salvación. En fin, estamos tratando de comprender la eucaristía desde la perspectiva de la Pascua del Señor, o sea que nos hemos interesado más en el don que representa Cristo para nosotros invitándonos a la celebración del memorial, que en el cómo está Cristo presente en los elementos del pan y del vino. En otras palabras para nosotros, la nueva pascua es la muerte y resurrección de Cristo y la eucaristía es la celebración eclesial y sacramental de dicha pascua. La eucaristía como celebración pascual es participación en la acción salvífica de Cristo (muerte y resurrección) pero en el marco de una asamblea de creyentes que escuchan la Palabra, dan gracias y participan del pan y del vino transformados por el Espíritu Santo en el cuerpo y en la sangre del Señor resucitado, al igual que la comunidad creyente que es tambien transformada en Cristo resucitado.

Así pues, la finalidad última de la eucaristía no es ni el hecho de que la Iglesia celebre y comulgue sacramentalmente con la eucaristía, sabiendo que el culto es la prolongación de la celebración, ni tampoco es el hecho de la presencia real de Cristo en el pan y el vino, lo que en definitiva cuenta es que, vivamos la comunión de vida que Cristo nos ofrece o sea la participación en su pascua, la koinonía en la vida de Cristo, en su sacrificio pascual. Se trata en dos palabras de entender que la presencia continuada del Señor en la eucaristía, nos invita a una comunión vital, a una comunión existencial y prolongada a lo largo de la vida, a lo largo de los días y de las semanas para vivir una respuesta personal a la entrega de Cristo. No se trata de una respuesta ritual o cultual, reduciendo la respuesta a algo puntual como es el asistir a un rito eucarístico que no trae consigo compromiso alguno sino de una respuesta de vida para comulgar con el plan de salvación trazado desde antiguo.