PADRE NUESTRO y PAZ

1. MISA/PAZ.PAZ/RITO.
En la última reforma de nuestra misa se ha recuperado para 
todas las Eucaristías un gesto simbólico que hacemos 
inmediatamente antes de acudir a comulgar con el Cuerpo y 
Sangre de Cristo: nos damos la paz unos a otros.
Es un gesto, no meramente de urbanidad, o de amistad, o de 
saludo: es un gesto comprometedor. No podemos ir a comulgar con 
Cristo si no estamos en actitud interior de comunión con el 
hermano. Los vecinos a los que damos la mano o el abrazo son 
representantes de todos aquellos con los que entramos en 
contacto en la vida. El gesto no es un signo de lo bien que van las 
cosas, o de la fraternidad que ya reina entre nosotros: sino de la 
que queremos y nos comprometemos a construir. 

J. ALDAZABAL
MISA DOMINICAL 1986, 14

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2. PAZ/LITURGIA  GESTOS-PAZ GESTOS/PATER 

LOS GESTOS DEL PADRENUESTRO Y LA PAZ.
El rito de la comunión nos introduce en la misma dinámica, tal 
como lo tenemos -¡desde hace siglos!- en la liturgia romana: 
recitamos el padrenuestro y nos comunicamos la paz de Cristo 
unos a otros. Del reconocimiento de Dios como Padre, al 
reconocimiento de los otros como hermanos, a través de la 
confesión de la paz de Cristo resucitado, que, en definitiva, es un 
modo de referirse al don del Espíritu Santo.
Los gestos que acompañan estos momentos de la celebración 
ayudan a entrar en esta dinámica educativa. El padrenuestro lo 
recitamos con las manos abiertas y elevadas. Es la actitud típica del 
orante cristiano, la que encontramos en las catacumbas como 
expresión del fiel que vive de cara a Dios. La paz, en cambio, nos la 
comunicamos con un gesto de amor al prójimo: el abrazo, el 
apretón de manos, el beso... Con este doble gesto expresamos las 
dos dimensiones imprescindibles del amor cristiano, centrándolo 
todo en Jesucristo, muerto y resucitado.
En algunos lugares hay quien parece creer que es mejor recitar 
el padrenuestro dándose las manos todos los presentes, como 
signo de hermandad. No estoy seguro de que ese sea el mejor 
gesto para ese momento. En el padrenuestro, las manos elevadas 
hacia el Padre común, como hijos, son mucho más adecuadas que 
la expresión de la fraternidad entre nosotros. La fraternidad con 
todo el realismo de la dificultad que supone vivir como hermanos, la 
expresamos con el gesto de paz y reconciliación.
Si sólo hacemos gestos de fraternidad -darse las manos, 
abrazarse, besarse, etc.- podríamos correr el riesgo de llegar a 
olvidar la fuente y la raíz de esta fraternidad.

PERE TENA
EN "CATALUÑA CRISTIANA"

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3. MANOS/PATER 
UN GESTO PARA EL PADRENUESTRO 
La postura de las manos puede ayudar a que una oración sea 
más expresiva. Así, no es indiferente el que un presidente proclame 
el prefacio con los brazos cruzados o elevados al cielo, que 
perdone los pecados sólo con palabras o con la imposición de las 
manos. 
La comunidad, por el contrario, parece maniatada. Dice palabras, 
pero hace pocos gestos con sus manos. Uno de los momentos en 
que se puede pensar si convendría introducir un gesto, aunque no 
esté en los libros ni en la tradición, es el del padrenuestro.
El que preside extiende las manos mientras dice esta oración. La 
comunidad, en principio, no. Y es que hay momentos en que las 
palabras lo dicen todo, como es éste del padrenuestro. Y otros en 
que no hacen falta palabras, como el gesto de la paz, porque ya es 
expresivo de por sí. 
Pero si quisiéramos "inventar" una postura de las manos para 
hacer más expresivo el padrenuestro, podríamos pensar en dos. 
Esta oración tiene una dirección vertical -"Padre"- y pediría unas 
manos elevadas al cielo; y otra horizontal -"nuestro"- y podría 
pensarse en que todos se cogieran unos a otros de las manos 
durante su rezo. 
De los dos gestos, el más adecuado para este momento parece 
el de las manos elevadas, con las palmas hacia arriba, como hace 
el sacerdote (aunque sin tanto carácter presidencial). La razón 
principal es que la dirección horizontal -de fraternidad- ya se 
expresará en seguida dándose el saludo del paz con los más 
cercanos. 
Expresar la solidaridad es algo muy laudable: no somos sociedad 
anónima en la celebración. Pero es lo que estamos haciendo 
cuando oramos y cantamos y caminamos juntos a la comunión. 
Además, cogerse de la mano -con el contacto prolongado que 
supone, sobre todo si el padrenuestro se canta- resulta eh 
bastante regiones un tanto violento. Y no se puede uno negar 
fácilmente. Uno puede comulgar en la mano o en la boca, como 
quiera; pero si dicen de cogerse de la mano, llamaría la atención 
que uno se negara a hacerlo. 
Mientras que sí resulta más factible y expresivo el que el 
padrenuestro lo podamos decir con las manos extendidas, como 
signo de que nuestro ser entero tiende a Dios, y que decimos esas 
palabras a "alguien". Es la postura clásica de los cristianos orantes, 
ya desde los primeros siglos. Es la postura que el misal oficial 
italiano invita a adoptar a los fieles, si quieren. 
No estaría mal que pensáramos si también entre nosotros sería 
un gesto que ayudaría a superar la rutina y a dar un poco más de 
vida a este momento tan interesante de preparación a la comunión 
que es el padrenuestro.

J. ALDAZÁBAL
MISA DOMINICAL 1998, 13, 51

EL GESTO DE LA PAZ

"El segundo elemento de preparación a la comunión en nuestro misal es el gesto de la paz, con el que "los fieles imploran la paz y la unidad para la Iglesia y para la familia humana, y se expresan mutuamente la caridad, antes de participar de un mismo pan" (IGMR 56B)

En la última reforma se ha situado este gesto inmediatamente después del padrenuestro, mientras que antes se intercambiaba en medio de la fracción del pan. Ahora es más lógica la secuencia de la celebración.

El gesto de la paz entre cristianos es muy antiguo. Cf. por ejemplo. Rm16,16: "saludaos unos a los otros con el beso santo". No es extraño que se introdujera en la Eucaristía.

Pero hemos visto costumbres distintas en los varios documentos. En algunas liturgias sigue haciéndose después de la liturgia de la palabra, como "sello" de la oración universal, y antes de la preparación de los dones sobre el altar, siguiendo así expresamente la recomendación de Mt 5,23-24: "si al presentar tu ofrenda en el altar te acuerdas de que un hermano tuyo tiene algo contra ti, deja tu ofensa allí y vete primero a reconciliarte con tu hermano; luego vuelves y presentas tu ofrenda".

En Roma también se hizo así en los cuatro primeros siglos, como nos atestiguan Justino o Hipólito para los siglos II y III. Tiene muy buen sentido que se haga así: la paz, con todo lo que tiene de compromiso fraterno, es una buena respuesta a la palabra proclamada y celebrada en comunión.

Pero a finales del siglo IV y principios del V, en Roma se prefirió cambiar de ubicación este gesto, situándolo antes de la comunión. El Papa Inocencio I parece interpretarlo como conclusión de la anáfora y del padrenuestro, mientras que Gregorio Magno, lo relacionó directamente con la comunión. Prevaleció esta última interpretación.

Hay que decir que el sentido profundo del gesto de la paz queda muy bien resaltado en la cercanía de la comunión: antes de acudir a la mesa común, a recibir el mismo pan de vida en familia, la comunidad hace un gesto de reconciliación, como expresando con un acto simbólico lo que acaba de pedir y prometer en el padrenuestro: ser perdonados y perdonar.

Este gesto conoció una historia de decadencia, y nosotros, antes de la actual reforma, lo hemos conocido como casi reservado al clero, sólo en las misas solemnes, y en un sentido que podemos llamar "descendente": el presidente besaba el altar, como recibiendo la paz de Cristo, y la comunicaba al diácono, y este a su vez a otros ministros. Fuera del presbiterio se daba a través del "portapaz", pero no a todo el pueblo. Ahora la paz es "ascendente", horizontal y simultánea: antes de acudir a la comunión, todos se hacen mutuamente, con los más cercanos, el signo de la fraternidad.

Una oración prepara y da sentido al gesto: "Señor Jesucristo, que dijiste a los apóstoles...". Una oración que antes (a partir del siglo XI) era una de las "privadas" del sacerdote, pero ahora se ha querido hacer en voz alta (y convirtiendo el "pecata mea" en "pecata nostra") para motivar el gesto simbólico. Se habla de "mi paz os dejo, mi paz os doy": se trata, no de una paz meramente humana, ya conquistada, o relacionada primariamente con la amistad humana, sino procedente de Cristo resucitado, que es nuestra verdadera paz (cf. Ef 2,13-18; Flp 2,5)

Sigue un deseo de paz por parte del presidente a la comunidad y una invitación diaconal para que todos hagan el gesto.

El gesto, que cada conferencia episcopal podría adaptar a su cultura (IGMR 56b), tendría que ser a la vez expresivo y moderado, con toda intención de compromiso que tiene antes de la comunión, cara a la fraternidad y reconciliación universal, como uno de los frutos de la unión con Cristo.

Nos resultaría educador que cada vez se nos recuerde que la Eucaristía, además de unirnos a Cristo, nos debe unir como hermanos. San Pablo (1Co 11) llegó a decir a los corintos que lo que celebran no tenía nada que ver con la cena del Señor ("eso no es comer la cena del Señor), porque les faltaba fraternidad ("avergonzáis a los pobres, despreciáis a la comunidad").

La Eucaristía
José Aldazabal SDB