SACRAMENTOS DE INICIACIÓN

 

-Tres etapas sacramentales

El bautismo de adultos en la Noche de Pascua, desde el momento en que se celebra en el seno de la comunidad que ha preparado a los catecúmenos, permite reconocer la unidad existente entre los tres sacramentos de la iniciación cristiana: bautismo, confirmación y eucaristía. En efecto, después de la homilía viene la bendición del agua bautismal introducida por el canto de una breve letanía, a continuación se administra el bautismo y la confirmación, y comienza la celebración eucarística en la que participan los recién bautizados.

No deja de tener importancia subrayar aquí brevemente esta unión entre las tres etapas sacramentales de los sacramentos de iniciación. Para convencerse de ello hay que tomar como punto de partida la Historia de la salvación y la intervención del Espíritu que dirige su desenvolvimiento.

En la primera creación, el Espíritu aletea sobre las aguas en el momento en que el Señor crea el mundo en la unidad (Gn 1, 2). Tanto en los seres infrahumanos entre sí como en los hombres entre ellos y con él, quiso el Señor una estrecha unidad de servicio mutuo para su gloria. La catástrofe de la rebelión contra lo divino produjo la ruptura de esta unidad que el Señor no cesaría de intentar crear de nuevo en el Antiguo Testamento, brindando su Alianza en repetidas ocasiones. Es difícil descubrir en el Antiguo Testamento la intervención del Espíritu en relación con las personas que deben reunir y dirigir al pueblo de Dios, como en el caso de los Jueces, suscitados por el Espíritu para la salvación de Israel (Jn 3, 10-11; 14, 6; 1 Sam 10, 1-6,11, 2, 11; Ex 35, 31, etc.). También se da el Espíritu en orden a un testimonio, que es el caso de los profetas, y aquí es preciso subrayar la unión entre el Espíritu y la palabra (ls 8, 11; Jr 1, 9-15; 20, 7; Ez 3, 12-14.24; 8, 3-11, 5; Am 3, 8; 7, 14; Is 61, 1-8). El Espíritu se da también para un servicio sacerdotal, por medio de una consagración. El Siervo es constituido por el Espíritu como Profeta, Rey y Sacerdote que ofrece un sacrificio en el que Dios se complace y que es aceptado por él como expiación por los pecados (Is 53). En el servicio sacerdotal se juntan la misión profética (anuncio de la justicia para las naciones, Is 42, 1) y la de testigo.

Pero estas misiones no tienen éxito. Al final de los tiempos, el Señor envía su Hijo. Y aquí volvemos a encontrar la actividad del Espíritu que suscita el nacimiento del Verbo eterno en la carne. Este nacimiento del Verbo según la carne, en el seno de la Virgen, se debe al influjo del Espíritu, y el descenso de Dios tiene como finalidad la nueva creación en la unidad. Desde el instante de su nacimiento, el Verbo hecho carne tiene las cualidades de profeta, mesías, rey y sacerdote.

BAU/ENCARNACIÓN: Podemos unir inmediatamente nuestro bautismo con este hecho de la Encarnación. Bajo el influjo del Espíritu descendió el Verbo a la humanidad para asumir la carne. Y bajo el influjo del Espíritu, en el bautismo nos convertimos nosotros en una nueva criatura y asumimos nuestra cualidad de hijos de adopción; somos "divinizados". El bautismo nos da el "ser cristianos", hijos adoptivos del Padre. En el bautismo, en el Jordán y en la Transfiguración interviene el Espíritu de una manera muy particular en la existencia de Jesús. Allí se le designa oficialmente para realizar su papel de profeta, mesías, rey y sacerdote. Estas cualidades las poseía Jesús desde su nacimiento según la carne, y allí se le reviste de ellas oficialmente para la nueva creación de un pueblo. En esta circunstancia, la voz del Padre expresa la misión del Hijo en quien se complace. Si el Padre se complace en el Hijo es porque el Hijo cumple la voluntad del Padre. La tradición ha enriquecido la palabra "hijo" con la de "Siervo", el que anuncia y ofrece sacrificio ofreciendo su vida para rescate de su pueblo. Esta consagración se realiza para el sacrificio que en su gesto sacerdotal ha de ofrecer Jesús al Padre. También arrancando de ahí empieza Jesús su predicación y anuncia su muerte y su resurrección. Con esta intervención del Espíritu en la existencia del Verbo según la carne, para conferirle oficialmente su misión, podemos unir la intervención en nosotros del Espíritu de Pentecostés.

La confirmación, lo que proporciona la "perfección" cristiana, lo que viene a añadirse a nuestro "ser cristiano" recibido en el bautismo, todo esto constituye nuestra misión oficial por la cual se nos designa para el testimonio y el ofrecimiento del sacrificio. Cristo desempeñó su misión sacerdotal sobre todo en su misterio pascual de muerte, resurrección, ascensión y envío del Espíritu. Nosotros desempeñamos asimismo nuestro papel cuando ofrecemos el sacrificio unidos complementariamente con el sacerdote ordenado que, consagrado por el Espíritu, ha podido hacer actual para nosotros el sacrificio de Cristo.

Así somos llevados a comprobar la unión íntima que existe entre los tres sacramentos de la iniciación. Los dos primeros nos dan un modo de ser al que la teología llama "carácter" y que es en definitiva esto: existimos en la vida cristiana bajo el influjo del Espíritu y somos hijos adoptivos. Recibimos oficialmente nuestro papel y nuestra actuación de cristianos en la confirmación, y esto también es definitivo. La eucaristía, al repetirse, reanima en nosotros el carácter recibido en el bautismo y en la confirmación. Al celebrar la eucaristía damos testimonio, anunciando al mundo la muerte y la resurrección de Cristo hasta que vuelva.

-Fuente de vida

Ahora los cantores, arrodillados en medio del presbiterio, cantan las letanías introductorias de la bendición del agua bautismal, efectuada en el baptisterio si la amplitud del lugar permite fácilmente la participación de los fieles; de lo contrario, se bendice el agua en un recipiente colocado en el presbiterio.

AGUA/BAU La oración para la bendición del agua bautismal no es la oración original que nos proporcionan los antiguos libros de la liturgia de la Vigilia, pero, aunque abreviada, no ha perdido los pasajes importantes que la unen con la Historia de la salvación. En ella encontramos los "tipos", es decir, los acontecimientos del pasado que no son mero ejemplo, sino que encuentran ahora su verdadera realización en la Iglesia. Sucesivamente se va recordando en ella al Espíritu que en los orígenes del mundo se cierne sobre las aguas; al agua del diluvio con su significado de muerte al pecado y nacimiento del hombre justo; al paso del Mar Rojo; a las aguas del Jordán; al agua que brota de la llaga del costado de Cristo; y sigue, en esta mención, el mandato de Cristo, de bautizar a todos los pueblos. La bendición finaliza con esta oración: Que esta agua reciba, por el Espíritu Santo, la gracia de tu Unigénito, para que el hombre, creado a tu imagen y limpio en el bautismo, muera al hombre viejo y renazca, como niño a nueva vida por el agua y el Espíritu.

BAU/DILUVIO: En su tratado De los Sacramentos, comenta ·Ambrosio-SAN los diferentes "tipos" escriturísticos del bautismo. A propósito del diluvio, dice:

También en el diluvio hubo una figura anticipada del bautismo. Empezamos a explicarla ayer. ¿Qué es el diluvio si no el medio de preservar al justo para propagar la justicia, el medio de hacer morir el pecado? Por eso el Señor al ver que se multiplicaban las culpas de los hombres, preservó sólo al Justo con su descendencia, mientras ordenaba al agua cubrir incluso la cumbre de los montes. Por eso aquel diluvio hizo que pereciera toda la corrupción de la carne, mientras que sólo subsistieron la raza y el modelo justo. ¿No es aquel diluvio este bautismo en el que son borrados todos los pecados mientras que sólo resucitan el espíritu y la gracia del justo?.

Tertuliano, por su parte, escribía en su Tratado del bautismo: Después que las aguas del diluvio hubieron purificado la antigua mancha -después del bautismo del mundo, me atrevería a decir-, la paloma soltada desde el arca y vuelta a ella llevando un ramo de olivo, símbolo de paz incluso para los paganos, fue la que vino como mensajera a anunciar a la tierra el apaciguamiento del cielo. Así, según una disposición parecida pero cuyo efecto es íntegramente espiritual, la paloma del Espíritu Santo vuela a la tierra, es decir, a nuestra carne, a esta carne que sale del baño lavada de sus antiguos pecados. Ella trae la paz de Dios como mensajera del cielo a donde se encuentra la Iglesia, de la que es figura el arca (TERTULIANO. Tratado del bautismo 8, 4, SC 35, 77-78; CCI 1, 283).

Una inscripción del bautisterio de Letrán, en tiempo del papa Sixto III, expresa poéticamente este aspecto maternal de las fuentes bautismales:

Nace aquí para el cielo un pueblo de casta divina,
engendrado por el Espíritu que estas aguas fecunda.

En este caudal, la Iglesia Madre alumbra
el fruto virginal concebido por obra del Espíritu...

No existen diferencias entre los renacidos
a los que convierten en uno
la misma fuente, la misma fe, y el mismo Espíritu...

Ya san Justino, en su 1ª Apología, había pensado en esta imagen del seno materno de la Iglesia representado por las fuentes bautismales (JUSTINO 1ª Apología 61, 34.14). San -León-M-SAN repite en uno de sus sermones el tema del seno virginal de la Iglesia: Para todo hombre que renace, el agua del bautismo es un seno virginal; el Espíritu que hizo fecunda a la Virgen hace fecundas también a las aguas bautismales (LEÓN MAGNO Sermón 4 sobre la Natividad, SC 22 bis 114, 115; CCL 138, 112-113). Estos "tipos" del agua integran la enseñanza bautismal de la Iglesia antigua. ·Ambrosio-SAN proporciona en sus catequesis un comentario de la mayoría de estos tipos. Por ejemplo, a propósito de las aguas amargas de Mará, puede leerse: /Ex/15/23-25

AGUA/MARA Moisés había llegado al desierto y el pueblo tenía sed. Al llegar el pueblo a la fuente de Mará, quiso beber. Nada más sacar el agua, notó su amargor y ya no pudo beber. Por eso Moisés introdujo un madero en la fuente, y el agua que antes era amarga empezó a volverse dulce. ¿Qué significa esto sino que toda criatura sujeta a la corrupción es una agua amarga para todos? Aunque momentáneamente sea dulce, aunque momentáneamente sea agradable, es amarga por no poder quitar el pecado. Nada más beber, sentirás sed... Pero tan pronto como ese agua recibe el madero de Cristo, el sacramento celestial, empieza a endulzarse y a volverse agradable; y dulce con razón, pues hace alejarse de la culpa (AMBROSIO DE MILÁN, op. cit., 1, 15; SC 25 bis. 69).

-Renacer del agua y del Espíritu

Para los catecúmenos se acerca ahora el momento decisivo para el que la Iglesia los ha ido preparando, durante largos días, por medio de frecuentes exorcismos. El sacerdote se dirige a ellos y les interroga acerca de su fe. En la antigüedad, este era el momento en que los candidatos al bautismo se despojaban de sus vestidos y entraban en la piscina bautismal. El sacerdote les preguntaba: "¿Crees en Dios, Padre Todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra?" Y el candidato, movido por la gracia del Espíritu Santo, respondía: "Sí, creo". Entonces el sacerdote le sumergía la cabeza en el agua de la fuente bautismal, o tomaba un poco de agua de los orificios que alimentaban el baptisterio y la derramaba sobre la cabeza del bautizado, que permanecía sumergido en el agua hasta media pierna.

Por segunda vez se preguntaba al candidato: "¿Crees en Jesucristo, su único Hijo, nuestro Señor, que nació y padeció la Pasión?" -"Sí, creo". Y el sacerdote practicaba la segunda inmersión. Por tercera vez preguntaba el sacerdote al candidato: "¿Crees también en el Espíritu Santo, en la santa Iglesia católica, en la comunión de los santos, en el perdón de los pecados, en la resurrección de la carne y en la vida eterna?" -"Sí, creo". Este era el antiguo rito del bautismo. Como acaba de verse, se realizaba con la triple interrogación y con la triple inmersión. Así se cumplía mejor la realidad recordada por san Pablo: "Fuisteis sepultados con Cristo en la muerte y resucitasteis con él". El bautizado mostraba su participación activa en la gracia bautismal que se le daba. Respondiendo "Sí, creo", manifestaba su colaboración con la gracia divina. Cuando, hacia el siglo VII, eran sobre todo niños los que recibían el bautismo, al no poder responder ellos por sí mismos al interrogatorio, éste iba dirigido a los padrinos y para la administración del bautismo propiamente dicho, se empleó la fórmula imperativa "Yo te bautizo en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo".

A continuación, el sacerdote unge al bautizado con el santo crisma, indicando con este signo que el recién bautizado posee en potencia las cualidades de mesías, profeta, rey y sacerdote. Seguidamente se le reviste con una vestidura blanca, exhortándole a llevarla sin mancha hasta el día del juicio. Con esta ceremonia, el bautizado es revestido con el signo de la resurrección: sepultado con Cristo en la muerte, es resucitado con él, convertido en nueva criatura. Después se le coloca en la mano una vela encendida y se le pide que guarde los mandamientos de Dios y mantenga encendida aquella luz hasta que vuelva el Señor para las bodas eternas, a fin de salir a su encuentro con los santos y los elegidos.

SAN Ambrosio-1 recuerda al recién bautizado el interrogatorio de que fue objeto: Se te preguntó: '¿Crees en Dios, Padre Todopoderoso?" Respondiste: "Sí, creo, y fuiste sumergido en el agua, es decir, sepultado. Segunda vez se te preguntó: "¿Crees en nuestro Señor Jesucristo y en su cruz?" Respondiste: "Sí, creo", y fuiste sumergido, con lo cual fuiste sepultado con Cristo. Porque el que es sepultado con Cristo, con Cristo resucita. Por tercera vez se te preguntó: "¿Crees también en el Espíritu Santo?" Respondiste: "Sí, creo", y por tercera vez fuiste sumergido, para que la triple confesión destruyera las repetidas caídas del pasado (AMBROSIO DE MILÁN, op. cit., 2, 20; SC 25 bis, 85-87).

El mismo SAN Ambrosio explica también el sentido de la inmersión y de la salida de la fuente bautismal:

Para romper la atadura del diablo, se ha encontrado el medio de hacer que muera el hombre en vida y que en vida resucite. ¿Qué quiere decir en vida? Quiere decir viviendo con la vida del cuerpo al venir a la fuente bautismal y ser sumergido en ella. ¿De dónde viene el agua si no de la tierra? Se satisface, pues, a la sentencia divina sin el entorpecimiento de la muerte. El hecho de sumergirte rompe esta sentencia: Tierra eres y a la tierra volverás. Se cumple la sentencia, y hay lugar para el beneficio y el remedio del cielo. El agua viene de la tierra. Por otra parte, nuestras condiciones de vida no permitían que fuéramos cubiertos de tierra y que resucitáramos de ella. Además, la tierra no lava, la que lava es el agua. Así, la fuente bautismal es como una sepultura (AMBROSIO DE MILÁN, op. cit., 2, 18; SC 25 bis, 85.).

PILA/BAU: A los Padres les gusta llamar a la fuente bautismal sepulcro y madre que engendra a la vida.

San Ambrosio-2 comenta sobre todo el rito de la inmersión, que ha descrito anteriormente. Como punto de partida toma la frase de san Pablo en la carta a los Romanos (/Rm/06/03): Así pues, como acabáis de oír hace unos instantes, el Apóstol exclama: "Cuantos fuimos bautizados en Cristo Jesús, fuimos bautizados en su muerte". ¿Qué significa "en su muerte"? Que así como Cristo murió al pecado y vive para Dios, también tú, por el sacramento del bautismo, has de haber muerto a los antiguos atractivos de los pecados, y resucitado por la gracia de Cristo. Así pues, esa muerte es muerte no por la realidad de una muerte corporal, sino simbólicamente. Así que cuando eres sumergido, adquieres la semejanza con su muerte y con su sepultura, recibes el sacramento de su cruz: pues Cristo estuvo sujeto en la cruz, y su cuerpo fijado en ella con clavos. Estás, pues, crucificado al mismo tiempo, sujeto a Cristo, sujeto con los clavos de nuestro Señor Jesucristo para que el diablo no pueda soltarte de él. Que te amarren esos clavos de Cristo que la debilidad de la naturaleza humana arranca (AMBROSIO DE MILÁN, op. cit. 2, 23; SC 25 bis, 87-89).

BAU/VESTIDURA: En el tratado De los Misterios, comenta el mismo san Ambrosio-3 el sentido de la vestidura blanca que le es entregada al recién bautizado: Recibiste luego una vestidura blanca, para indicarte que has sido despojado de la envoltura del pecado y revestido con el ropaje puro de la inocencia... Cuando, en el Evangelio, Cristo mostró la gloria de su resurrección, eran blancas como la nieve sus vestiduras... Tras la adquisición de estas vestiduras blancas por la inmersión de la regeneración, dice la Iglesia con el Cantar: "Negra soy, pero graciosa, hijas de Jerusalén" (/Ct/01/04), negra por la fragilidad de la naturaleza humana, hermosa por la gracia; negra por estar integrada por pecadores, hermosa por el sacramento de la fe (Idem, De los Sacramentos 35; SC 25 bis, 175).

Comenta luego san Ambrosio el Cantar de los Cantares. El Señor encuentra toda hermosa a su Iglesia, que él rescató con su sangre, y se entabla el diálogo con ella, siguiendo el texto del Cantar.

Estos ritos del bautismo son comentados por otros muchos Padres. No podemos tratar de transcribir su pensamiento, pero lo dicho por san Ambrosio puede darnos una idea bastante cabal de la enseñanza de los Padres.

En el antiguo ritual de la Iglesia, después de haber recibido los bautizados la unción posbautismal, se revestían con un alba blanca, o se la hacía circular, y luego avanzaban hacia el obispo. Este les imponía las manos, les ungía después la cabeza y les daba a besar la cruz.

Entonces se organizaba un cortejo hacia el altar, llevando cada uno de los recién bautizados una vela. Por primera vez iban a participar en la eucaristía los que acababan de ser bautizados. Este momento era para ellos, como para todos los fieles, la cumbre de la Vigilia pascual. Iban a recibir como comida a Cristo muerto y resucitado, y, con ello, la prenda de su propia vida eterna. Mientras avanzaban hacia el altar, los recién bautizados cantaban el salmo 22: "El Señor es mi pastor". Los comentarios de los Padres son numerosos y frecuentemente interesantes, a este respecto. Hay que leer el salmo en toda su extensión, para entender el sentido que le da la interpretación de los Padres:

El Señor es mi pastor, nada me falta:

en verdes praderas me hace recostar;

me conduce hacia fuentes tranquilas

y repara mis fuerzas;

me guía por el sendero justo,

por el honor de su nombre.

Aunque camine por cañadas oscuras,

nada temo, porque tú vas conmigo:

tu vara y tu cayado me sosiegan.

Preparas una mesa ante mí

enfrente de mis enemigos;

me unges la cabeza con perfume,

y mi copa rebosa.

Tu bondad y tu misericordia me acompañan

todos los días de mi vida,

y habitaré en la casa del Señor

por años sin término.

San Ambrosio también comenta este texto:

Escucha qué sacramento has recibido, escucha a David que te habla. El también preveía en espíritu estos misterios y, rebosando de gozo, decía que "nada le faltaba". ¿Por qué? Pues porque el que ha recibido el cuerpo de Cristo nunca volverá a padecer hambre. ¿Cuántas veces has oído el salmo 22 sin entenderlo? Mira qué bien les cuadra a los sacramentos celestiales (AMBROSIO DE MILÁN 5, 12-13; SC 25 bis 125).

Accidentalmente nos indica san Ambrosio en qué momento se canta ese salmo; escribe efectivamente:

Depuestos los restos del antiguo error y renovada su juventud como la del águila se apresura a acudir al celestial banquete. Llega y, al ver el altar preparado, exclama: has aderezado delante de mí una mesa (AMBROSIO-4 DE MILÁN, Sobre los Sacramentos SC 25 bis, 181).

En esta mesa han visto representada los Padres la eucaristía, en la que por vez primera va a participar el recién bautizado. Pero también los versículos anteriores tienen su significado. En la expresión "me conduce hacia fuentes tranquilas, han visto significado el bautismo. Por ejemplo, san Cirilo de Alejandría: ·CIRILO-ALEJANDRIA-S El lugar de verdes praderas es el paraíso del que caímos y al que Cristo nos conduce y en el que nos instala por el agua tranquila del remanso, es decir por el bautismo (CIRILO DE ALEJANDRÍA, PG 69, 841).

La unción que perfuma la cabeza ha sido interpretada como la confirmación. S. Cirilo de Jerusalén. en su IV Catequesis, nos da su interpretación: BAU/UNCION: Ha ungido con óleo la cabeza en la frente, mediante el sello que recibes de Dios, para que recibas la impresión del sello (CIRILO DE JERUSALÉN, 4ª catequesis mistagógica 7; SC 126, 140- 141).

Alude también el salmo a una "copa que rebosa". En su IV catequesis, san Cirilo de Jerusalén relaciona la copa de que habla con el cáliz de la Cena: "...tu cáliz me embriaga como el mejor". Aquí ves mencionado el cáliz que Jesús tomó en sus manos y sobre el que dio gracias y dijo: esta es mi sangre derramada por muchos para remisión de los pecados (CIRILO DE JERUSALÉN, 4ª catequesis mistagógica 7; SC 126, 142-143).

El actual ritual prevé el bautismo de adultos y su confirmación; después viene el bautismo de niños. También los fieles hacen su profesión de fe.

A continuación comienza la celebración eucarística. El Prefacio canta el misterio que se celebra:

En verdad es justo y necesario,

es nuestro deber y salvación,

glorificarte siempre, Señor;

pero más que nunca en esta noche

en que Cristo, nuestra Pascua,

ha sido inmolado.

Porque él es el verdadero Cordero

que quitó el pecado del mundo,

muriendo destruyó nuestra muerte,

y resucitando restauró la vida.

Por eso,

con esta efusión de gozo pascual,

el mundo entero (1) se desborda de alegría.

(Aquí, el texto francés dice textualmente: "...el pueblo de los bautizados, desbordante de alegría...".-N. del T).

La Noche finaliza con una oración en la que se pide la unión de todos en el amor de

Dios: Derrama, Señor, sobre nosotros tu espíritu de caridad, para que vivamos siempre unidos en tu amor los que hemos participado en un mismo sacramento pascual.

ADRIEN NOCENT
EL AÑO LITURGICO: CELEBRAR A JC 4 SEMANA SANTA Y TIEMPO PASCUAL
SAL TERRAE SANTANDER 1981, pág. 136-146