De María conquistadora a María  liberadora

Mariología popular latinoamericana

 

Antonio González Dorado S.J.

 

 

 

 

 

INDICE

           

Prólogo
Introducción

1.—Teología de la Religiosidad popular

De la Teología a la Teología de la Religiosidad Popular
Génesis de la Teología Popular
Método de investigación de la Teología Popular

II.—¿Quién es la Virgen María?

La María de la Historia
La María de la fe pascual del Nuevo Testamento
La María de la Iglesia Magisterial y Teológica
La María de la Piedad de la Iglesia y de las Iglesias

III.María «La Conquistadora» ante el mundo amerindio ...

Devoción mariana de los conquistadores
Configuración de la Virgen como «La Conquistadora»
Ambigüedad teológica de «La Conquistadora»  
Ambigüedad de «La Conquistadora» frente al mundo amerindio

IV.—La incorporación de María en América Latina

La Guadalupana
La Virgen de Copacabana
Madre Libertadora

V.—Maria Madre en la Maternidad Popular Latinoamericana

Machismo y maternidad
Maternidad y opresión
Maternidad y cultura campesina
Maternidad latinoamericana

VI.—La María de América Latina

La María pascual y eclesial
La María de la Historia
La María de la piedad y de nuestra historia
Las expresiones de la piedad filial
Las celebraciones festivas y dolorosas
Ofrendas, mandas y promesas
La oración

¿Quién es María en la Religiosidad Popular?

VII—Análisis de la Teología Mariana Popular

Mariología en la óptica del oprimido en un ambiente machista
Maniqueísmo y opresión
Proyecciones en la mariología popular
Limitaciones de la mariología popular
¿Mariolatría?

VIII—De la Madre de los Oprimidos a la Madre de la liberación

Nueva historia y nuevo momento mariológico en América Latina

La situación opresión-liberación como nuevo lugar hermenéutico

María, Nuestra Madre de la Liberación
María, mujer antes que madre
María, la mujer de la historia frente al fatalismo
La María Cristológica frente al machismo
Liberación y Maternidad Universal

Conclusiones


   

                             

ORACIÓN A MARIA,

Nuestra Señora de América

 

Virgen de la esperanza,

Madre de los pobres,

Señora de los que peregrinan:

óyenos.

Hoy te pedimos

por América Latina,

el continente que tú visitas

con los pies descalzos,

ofreciéndole la riqueza del niño

que aprietas en tus brazos.

Un niño frágil que nos hace fuertes,

un niño pobre que nos hace ricos,

un niño esclavo que nos hace libres.

Virgen de la Esperanza:

América despierta...

sobre sus cerros despunta la luz

de una mañana nueva.

Es el día de la salvación

que ya se acerca.

Señora de los que peregrinan:

Somos el pueblo de Dios

en América Latina.

Somos la Iglesia

que peregrina hacia la Pascua.

Nuestra Señora de América:

ilumina nuestra esperanza,

alivia nuestra pobreza,

peregrina con nosotros hacia el Padre.

Así sea.

Cardenal E. Pironio (Adaptación)

 



 

Introducción

 

América Latina, desde los primeros años de su Evangelización, ha abierto un original y autóctono capítulo en la devoción mariana de la Iglesia. Como ha afirmado Rubén Vargas Ugarte, «las imágenes más populares, las de más arraigo entre nosotros, aquellas cuyo culto no se ha interrumpido, antes bien, ha ido en aumento, son precisamente las de más genuina cepa americana, las más nuestras por su origen y por las circunstancias que han rodeado su desenvolvimiento. Bastaría citar nombres: Guadalupe, Zapopan, Oclotán, Izamal, Talpa, en México; Chiquinquirá, Las Lajas, en Colombia; Coromoto, en Venezuela; el Quinche, Guápulo, en el Ecuador; Cocharcas, Chapi y Charataco, en el Perú; Copacabana, Cotoca, en Bolivia; Andacollo, en Chile; Luján, Itatí, en la Argentina; Caacupé, en el Paraguay».1

En una reflexión más profunda, nuestros Obispos reunidos en Puebla afirmaban abiertamente que «el Evangelio encarnado en nuestros pueblos los congrega en una originalidad histórica cultural que llamamos América Latina». Y añadían: «Esa identidad se simboliza muy luminosamente en el rostro mestizo de María de Guadalupe, que se yergue al inicio de la Evangelización».2 Y Juan Pablo II intuye que María y «sus misterios pertenecen a la identidad propia de estos pueblos y caracterizan su piedad popular». 3

La Iglesia Latinoamericana se encuentra hoy en un nuevo y trascendente momento evangelizador del Continente, que se define como compromiso de una Evangelización Liberadora, cuya condición de posibilidad la sitúa en una preferencial identificación con el mundo de los pobres, en los que descubre un potencial evangelizador, dado que la interpelan constantemente, llamándola a la conversión, y la evangelizan testimonialmente porque muchos de ellos realizan en su vida los valores evangélicos de solidaridad, servicio, sencillez y disponibilidad para acoger el don de Dios.4

Son los pobres de América Latina los sujetos privilegiados que viven y mantienen las tradicionales culturas populares latinoamericanas. Es en ellos en los que se enraíza y florece preferentemente la denominada religión del pueblo o catolicismo popular.5 Y es del mismo mundo de los pobres de donde surge un clamor «claro, creciente, impetuoso y, en ocasiones, amenazante», pidiendo una liberación que no llega de ninguna parte. 6

Teniendo en cuenta estos dos hechos —la trascendencia de María en las culturas mestizas y en la historia de América Latina, y el nuevo momento de evangelización liberadora del continente desde el potencial evangelizador de los pobres—, parece normal que Puebla haya afirmado que «ésta es la hora de María, tiempo de un nuevo Pentecostés que ella preside con su oración, cuando, bajo el influjo del Espíritu Santo, inicia la Iglesia un nuevo tramo en su peregrinar».7

Para personas marcadas por el sello del secularismo e ignorantes de la verdad de nuestro pueblo latinoamericano, puede aparecer incluso como infantil y ridícula la afirmación de nuestros Obispos sobre María ante un proyecto pastoral de tanto alcance y tan lleno de dificultades ajenas al campo religioso. Quizás ignoran, perdidos en tecnicismos, la importancia primordial de la fe y de los símbolos para que un pueblo viva en una esperanza sacrificada y dinámica sin peligro de corrupción y de alienación. Y sobre todo, desde un punto de vista cristiano, desconocen que Jesucristo «asumió (la misma carne y sangre que) la de ellos, para con su muerte reducir a la impotencia al que tenía dominio sobre la muerte, es decir, al diablo, y liberar a todos los que por miedo a la muerte pasaban la vida entera como esclavos» (Hbr. 2, 14-15).

Mis reflexiones suponen la confianza en el universo integrado en la fe cristiana, y consiguientemente también en María, en orden a la verdadera liberación, pues «para que seamos libres nos liberó Cristo» (Gal. 5,1). Suponen mi fe en la María del Magnificat, incorporada e inculturada mestizamente al pueblo latinoamericano y, de una manera especial, a través de la religiosidad popular vivida preferentemente por los pobres. Suponen el deseo de conocer más profundamente a través de María al propio pueblo latinoamericano, para poder colaborar con él en su proyecto, obviando las manipulaciones foráneas y respetando el protagonismo que Dios le ha concedido en el desarrollo y construcción de su propia historia.

El objetivo de este estudio es un acercamiento crítico a la Teología Mariana que subyace en el catolicismo popular latinoamericano, con la finalidad de alcanzar un conocimiento más ajustado de la Virgen María en la que cree nuestro pueblo, y de conocer más profundamente al propio pueblo a través de las expresiones con las que ha recreado como latinoamericana a la Virgen María.

Al aproximarme al tema he encontrado tal cantidad de dificultades prácticas, teóricas y metodológicas que, en realidad, sólo me es posible apuntar un camino para ulteriores investigaciones.

En efecto, es abundante la bibliografía sobre la piedad mariana y sus manifestaciones en América Latina. Pero desconozco estudios sobre la teología autóctona subyacente a dicha piedad, quizás porque nunca se ha considerado al pueblo como teólogo o autor original de teología.

Queda abierta la pregunta de qué entendemos por teología del catolicismo popular, y de qué métodos podemos disponer para determinar sus afirmaciones y su sistema, dado que no se trata de una teología científicamente elaborada en tratados.

El problema se hace más complejo cuando advertimos que la religiosidad popular se origina en una relación vital entre el dato revelado y la cultura popular, y en América Latina nos encontramos ante un mosaico cultural, donde hallamos culturas tan diferentes como la azteca, la maya, la incaica, la guaraní, la afro americana, para sólo recordar las más conocidas y sobresalientes.

Por otra parte, la misma expresión de «la Virgen María», es de una gran complejidad. Lo que nos hace preguntarnos a qué Virgen María se refiere nuestro pueblo cuando la venera y la piensa en el misterio de su fe.

Para proceder con un cierto orden, expondré, en primer lugar, lo que entiendo por teología de la religiosidad popular y la metodología para llegar a su descubrimiento, y brevemente la complejidad que se encierra bajo el nombre de la Virgen María. Posteriormente procuraré desarrollar el proceso de incorporación de María en la historia y en la cultura de América Latina, para desembocar en un primer intento de síntesis de la teología mariana popular. Por último, someteré a crítica y discernimiento dicha mariología, apuntando algunas posibilidades de una ulterior evangelización de la misma.


1 VARGAS UGARTE, Rubén, Historia del culto de María en Ibero América y de sus imágenes y santuarios más celebrados, T. 1. Madrid 1956, p. XX. En el mismo autor es interesante ver la abundante toponimia mariana existente en América Latina, pp. 81 ss.

PUEBLA n. 446. En adelante citaré a Puebla con la sigla P.

AAS LXXI, p. 228.

4 P. n. 1147.

5 P. nn. 447 y 444.

6 P. nn. 89 y 88.

7 P. n. 303.