El Budismo

2. Doctrina fundamental

 

El Sermón de Benarés contiene esencialmente las "cuatro nobles verdades", que deben servir de guía al que practica la "vía media" que quiere ser el budismo, a mitad de camino entre la ascesis rigurosa y la vida placentera.

La tradición budista nos ha transmitido, muy elaborado ciertamente, el contenido del sermón que Gautama Siddharta , ahora ya convertido en Buda, pronunció en el parque de los ciervos de Benarés.

En este largo texto, que resume la doctrina de Buda, hay toda una concepción de la vida, de sus problemas fundamentales y de la conducta adecuada para superarlos. La vida es esencialmente dolor, en el amplio sentido de la palabra, en el que se incluye también la frustración de no poder conseguir los anhelos profundos del hombre. La causa de este dolor es el deseo: deseo de placer, deseo de poseer, deseo de vivir. Sólo quien quiere conseguir algo o conservar lo que ya posee, sufre cuando no lo consigue o lo pierde tras tenerlo. De lo que no se desea, no se sufre por no tenerlo o por perderlo.

La solución para no sufrir, como nos dice la tercera noble verdad, es no anhelar nada, suprimir todo deseo, incluso el deseo de vivir. Y la forma de conseguir este estado de absoluta serenidad es el objeto de la cuarta noble verdad, con sus normas de conducta concretas, que culminan en la recta meditación, en la que, desaparecido todo placer y dolor, se permanece en la absoluta paz del nirvana.

El camino que Buda propone es muy elevado. Se ha de comenzar por rechazar las malas acciones: el robo, la mentira, las relaciones sexuales ilícitas, toda forma de violencia, incluida la violencia contra los animales, etc. Pero no basta esta vida virtuosa. Es preciso llegar a conseguir, por la práctica de la concentración y la meditación asidua, un estado de desasimiento de todo lo que nos puede turbar interiormente: imaginaciones, deseos, recuerdos.

Poco a poco, quien sigue el “óctuple camino” va encontrando la paz interior por la superación de todo lo mundano y sensible.

Quien ha llegado a este estado interior puede decirse que, ya en esta vida, ha alcanzado en cierto modo la liberación y la paz, aunque sólo será después de la muerte, interrumpida la cadena de renacimientos, cuando se podrá entrar en la indescriptible y absoluta paz del “nirvana”.