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III. Mentalidades hostiles a la vida
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| 1. Concepción utilitarista del
hombre |
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| 2. Consumismo |
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| 3. Tiranía de la programación |
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| 4. Violencias de todo orden |
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| 5. Manipulación de los casos
conflictivos |
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| 6. Concepto absolutista de
libertad |
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Nuestra civilización, que privilegia la dimensión "productiva" del hombre debido a su reflejo económico, introduce, por el mismo hecho, una visión reduccionista de la dignidad humana. De una manera sutil se introduce una discriminación contra todas las personas "improductivas".
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El privilegiar las cosas como medio de felicidad humana, e incluso como signo de dignidad, reduce a la persona a los niveles más superficiales. El deseo insaciable de las cosas que se "usan y después se tiran" es un germen peligroso, que puede desarrollarse hasta ver un objeto más en la persona, cuya dignidad queda ofuscada por su utilidad. |
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El hombre sistemáticamente programador y planificador de nuestro tiempo en el mundo industrializado constituye una amenaza para la vida. La planificación, humanamente realizada, es un signo de la dimensión racional del hombre. Una educación unilateral del hombre en su dimensión de programador no ha de hacerle tan rígido e intolerante, que no sea capaz de reaccionar ante la sorpresa de otra manera que eliminando los resultados no programados.
Vivimos en un mundo en el que, si bien se ha adquirido un intensa conciencia de la dignidad de la persona, son, sin embargo, muy frecuentes violencias de todo orden dirigidas contra la misma, que son muestras de una práctica depreciación de la vida del hombre.
Asistimos a una manipulación bien orquestada de hechos muy dolorosos, incluso dramáticos, para encontrar una plataforma de lanzamiento que lleve a poder suprimir las vidas más débiles e indefensas. Es preocupante que en nuestra sociedad se acuda tanto a excusar la eliminación de vidas "molestas", que crean situaciones difíciles.
Es ésta la expresión del liberalismo más burgués, aun tratándose de movimientos y personas que reniegan de él. La más auténtica realización de la libertad del hombre es la que responde a las exigencias fundamentales que dimanan del sentido profundo de la vida. La libertad del hombre se envilece cuando actúa de modo despótico y egoísta, es decir, cuando prescinde de la dimensión religiosa y de la dimensión social del ser humano.
La eficaz defensa de la vida supone, pues, una acción conjuntada en varios campos: en el político, en el de las costumbres y en el de las ideas.
