EL ABORTO

I. Introducción

 

  
1. Un tema “vital” y de actualidad
2. La postura del creyente
3. ¿Un asunto particular de cada uno?
4. Una cuestión social
  

 

1. Un tema “vital” y de actualidad

El respecto a la vida aparece como fundamental y evidente en nuestra cultura pero, a la vez presenta una cierta ambigüedad ética: ¿qué valor tienen las vidas que alcanzan un nivel determinado de calidad (enfermos, ancianos sin interés, no-nacidos, etc.)? El progreso de la tecnología permite hoy una intervención cada vez más eficaz y audaz, pero también plantea problemas éticos: ¿por qué ciertas vidas valen y otras no?

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2. La postura del creyente

La defensa y protección de la vida humana es un objetivo que los pueblos y las culturas han concebido y realizado de modos diferentes. La teología cristiana ha tenido también su propia percepción de este valor y ha creado su propia normativa. La moral cristiana ha sido un agente educador de la conciencia cristiana y humana a favor de un respeto creciente de la vida.

Ante la vida como algo puramente útil o productivo, al servicio de planificados objetivos de carácter económico o de nuestra cultura del bienestar, el creyente acepta la dependencia del ser humano respecto de su Creador, de quien ha recibido la vida como don. Por eso, la vida humana en sí misma es el "fundamento de todos los bienes, la fuente y condición necesaria de toda actividad y de toda convivencia social".

Ante los dogmatismos fanáticos, intolerantes y excluyentes que amenazan la vida, el creyente ha de defender la vida incluso despertando la conciencia social.

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3. ¿Un asunto particular de cada uno?

El hecho del aborto es evidentemente decisión y acción de unas personas determinadas; pero no puede reducirse a un problema de mera moralidad individual. No todos los abortos son el resultado de la irresponsabilidad, de la degradación moral de las personas implicadas.

Las técnicas abortistas se han perfeccionado, de tal modo que sus consecuencias negativas se ha reducido de un modo significativo. La facilidad técnica del aborto contribuye su impacto psicológico negativo.

La emancipación de la mujer entendida como una acción encaminada a la igualdad de derechos con el varón, es una exigencia. Pero, hay grupos que entienden la emancipación de la mujer como una derecho a abortar libremente en nombre del dominio sobre el propio cuerpo. Es ésta la expresión del liberalismo más burgués, aun tratándose de movimientos y personas que reniegan de él. La más auténtica realización de la libertad del hombre es la que responde a las exigencias fundamentales que dimanan del sentido profundo de la vida. La libertad del hombre se envilece cuando actúa de modo despótico y egoísta, es decir, cuando prescinde de la dimensión religiosa y de la dimensión social del ser humano.

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4. Una cuestión social

La eficaz defensa de la vida supone, pues, una acción conjuntada en varios campos: en el político, en el de las costumbres y en el de las ideas.

El crecimiento demográfico es percibido como gravedad que se considera lícito cualquier método para atajarlo, incluyendo las técnicas anticonceptivas más radicales y el aborto.

Nuestra sociedad rinde culto a la vida plena, a la vida joven en su dimensión de puro bienestar físico. En este horizonte, resulta cada vez más difícil la acogida de los seres que sufren importantes disminuciones físicas o psíquicas. Nuestra civilización, que privilegia la dimensión "productiva" del hombre debido a su reflejo económico, introduce, por el mismo hecho, una visión reduccionista de la dignidad humana. De una manera sutil se introduce una discriminación contra todas las personas "improductivas".

En todo problema tiene una gran importancia el concepto de persona. Es innegable que el proceso iniciado en la fecundación humana encierra todos los dinamismos para llevar a una ser personal. No hay duda de que en las fases desarrolladas de la vida humana todos son considerados personas, pero en cuanto a la fase inicial, existe una oscuridad que para nosotros los cristianos ha sido disipada por la fe.

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