Los terroristas islámicos, no son mártires

De nuevo, al igual que en el S-11, sobre los atentados terroristas del M-11, y no digamos con los patológicos atentados de Palestina e Israel, se ha vuelto a leer, escribir, decir y escuchar la equivocada analogía de identificar a los asesinos terroristas con los mártires. Después de ver y sentir cómo la religión nos ha ayudado tanto para aliviar el sufrimiento y la incertidumbre por los atentados de Madrid, no se puede seguir identificando a los terroristas fundamentalistas con los mártires cristianos. Quienes utilizan esta analogía, o bien lo hacen desde una clara intencionalidad ideológica antirreligiosa, o bien lo hacen desde una evidente ignorancia religiosa de lo que significan los mártires. La palabra mártir es exclusiva del cristianismo pero a lo largo de la historia la han ido prostituyendo sus perseguidores. Mártires son los hombres y mujeres cristianos que viven el Evangelio, dando testimonio de su fe en Cristo y en su Iglesia, sin miedo a las coacciones y amenazas de muerte. El martirio, pues, es la aceptación voluntaria(no buscada)de la muerte por la persecución que sufre un cristiano en defensa de la fe en Jesucristo o por cualquier otro acto de virtud hacia Dios y los hombres. El mártir, pues, defiende la inviolabilidad de un orden moral universal, que engrandece al hombre en todas sus dimensiones. Aclarado esto, el abismo entre los terroristas nihilistas y los mártires, es infinito. Los primeros culpables de esta degeneración diacrónica de la palabra mártir, fueron los mal llamados mártires jacobinos y laicistas de la Revolución francesa, que al igual que los narcisistas sanguinarios islámicos, morían matando en nombre del dios estado y de los postulados revolucionarios de la igualdad, libertad y fraternidad. Después, los hijastros de esta revolución, los totalitarismos ideológicos de los siglos XIX y XX, siguieron falsificando más a los mártires identificándolos con las armas y bombas de los anarquistas, en especial los soviéticos. Ellos también mataban en nombre del terrorismo de estado. Y ahora, como herencia del siglo XX, los fundamentalistas islámicos, siguen falsificando a los mártires, utilizándolos para asesinar a los infieles en nombre de guerras nunca santas y en nombre de Dios misericordioso. Los mártires no son terroristas suicidas, que utilizan las armas del odio, la violencia y la destrucción total de las personas, para imponer unas ideas equivocadas de Dios, la religión o la patria. Los mártires cristianos son el testimonio histórico vivo de la fe en el Cristo de la libertad y de la Salvación. De ahí que todos sean santos, porque entregaron su vida de forma pacífica y no violenta por Cristo y su Iglesia. La muerte de Cristo en la cruz, es la muerte de un inocente en manos de la barbarie del poder ciego. También los mártires son personas inocentes que son asesinados dando su vida por Cristo y los demás. Muchísimos serían los ejemplos de sacerdotes, religiosos y laicos que murieron de una forma tan opuesta a como lo hacen los terroristas fundamentalistas: murieron rezando y perdonando a sus enemigos. Basta sólo con recordar la larga lista anónima de las misioneras y los misioneros que han sido asesinados en el Tercer Mundo. O los que tenemos en nuestra memoria más cercana como la católica Edith Stein, el luterano Dietrich Bonhoffer, el ortodoxo Pavel A. Floreuski, o el también católico Jerzy Popieluszko. ¡Qué mayor pruebas de amor que estas! Por ello, basta ya de identificar a los mártires con los terroristas fundamentalistas. Que no se manche más la memoria histórica del cristianismo, porque nuestros mártires son un patrimonio de santidad que no se puede seguir profanando.

DIEGO QUIÑONES ESTÉVEZ. Publicado en Religión Digital.Com [14 abril 2004].