JUAN PABLO II Y LA MISIÓN DE SER ROCA
VISIBLE
Mensaje
dominical
de
Mons. Carmelo Giaquinta, arzobispo
de Resistencia,
2
de noviembre de
2003
1.
Pasado el natural ruido de la celebración del 25° aniversario de
pontificado de Juan Pablo II, conviene que los cristianos nos preguntemos
sobre lo más hondo de esa celebración. ¿Qué hemos celebrado? ¿Al primer
Papa no italiano de los tiempos modernos? ¿Al hombre que en su juventud se
fogueó bajo los tanques soviéticos y las botas nazis, y llegó a la
responsabilidad máxima en la Iglesia? ¿Al pontífice más viajero? Si hemos
celebrado bien, hemos celebrado a Jesucristo la Roca, que manifiesta su
poder en su servidor el Papa Juan Pablo, hoy más débil que nunca, pero en
quien él manifiesta su poder. Porque toda celebración cristiana, si lo es,
celebra primeramente a Jesucristo.
I. EL SEÑOR ES LA ROCA DE LA IGLESIA
2. La
Santa Biblia atribuye a Dios el nombre de Roca. Así se lo designa ya en el
testamento de Jacob cuando éste elogia a su hijo José: “Los arqueros lo
hostigaron, pero los arcos permanecieron rígidos, por el poder del Fuerte
de Jacob, la Roca de Israel” (Gen 49,24). Y luego en innumerables pasajes,
especialmente en los salmos cantados por el pueblo: “Yo te amo, Señor, mi
fuerza, mi Roca, mi fortaleza y mi libertador, mi Dios, el peñasco en que
me refugio. ¿Quién es Dios fuera del Señor? ¿Quién es la Roca fuera de
nuestro Dios?. ¡Viva el Señor! ¡Bendita sea mi Roca!” (Sal 18,2-3, 32.47).
3. En la parábola de los viñadores homicidas, Jesús sugiere que él
es la Roca, atribuyéndose lo dicho de Dios en un salmo: “¿No han leído
este pasaje de la Escritura: La piedra que los constructores rechazaron ha
llegado a ser la piedra angular?” (Mc 12,10; Sal 118,22).
Este convencimiento es
claro en la predicación del apóstol Pedro: “Sepan ustedes y todo el pueblo
de Israel: este hombre está aquí sano delante de ustedes por el nombre de
nuestro Señor Jesucristo de Nazaret. Él es la piedra que ustedes los
constructores han rechazado, y ha llegado a ser la piedra angular” (Hch
4,10-11). También en su carta (1 Pe 2,4.7-8).
II. SIMÓN, EL APÓSTOL “ROCA”
4. En julio de 1955, al terminar mis estudios en Europa, con los
ahorros de una beca concedida por la embajada de Francia, me anoté a un
viaje al Cercano Oriente, con un grupo de estudiosos de la Biblia. Un día,
viajamos desde Damasco a Maalula, un pueblito donde todavía se hablaba el
arameo, la lengua materna de Jesús. Un colega, que hablaba el árabe, tomó
un puñado de tierra y le preguntó a un chico: “¿Cómo se dice esto en tu
lengua?”. El chico respondió sin dudar: “Adán”. Y luego, tomando una
piedra, le volvió a preguntar: “¿Y esto?”. El chico respondió: “Kefás”. Me
emocionó escuchar estas palabras en la misma lengua de Jesús.
5. Llama la atención que este calificativo haya sido atribuido por
Jesús a Simón el pescador. Cuando su hermano Andrés, después de haber
estado un día con Jesús, se encontró con él, “lo llevó a donde estaba
Jesús. Éste lo miró y le dijo: Tú eres Simón el hijo de Juan: tú te
llamarás Kefás, que traducido significa Piedra” (Jn 1,42). Igualmente
llama la atención que este nombre, traducido al griego como “pétros” o “pétra”,
se haya difundido primero bajo la forma aramea “Kefás” en Iglesias que no
conocían esa lengua, por ejemplo en Corinto y en Galacia (1 Co 1,12; 3,22;
9,5; 15,5; Ga 1,18; 2,7-9.11.14).
6. ¿Por qué Jesús le puso este nombre? ¿Qué entendían los primeros
cristianos? La imposición del nombre o su cambio eran algo muy importante
en la antigüedad. Así en el caso de Abraham: “Cayó con el rostro en
tierra, mientras Dios le seguía diciendo: Ya no te llamarás más Abrám; en
adelante tu nombre será Abraham, para indicar que yo te he constituido
padre de una multitud de naciones” (Gen 17,3.5).
Los primeros cristianos
entendían que el nombre de “Kefás” impuesto por Jesús a Simón el pescador,
era mucho más que un sobrenombre como estilamos los modernos. Que con él
Jesús le confiaba una misión. El evangelista San Mateo la explica muy
bien: “Al llegar a la región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus
discípulos: ‘¿Qué dice la gente sobre el Hijo del Hombre? ¿Quién dicen que
es?’ Ellos le respondieron: ‘Unos dicen que es Juan el Bautista; otros,
Elías; y otros Jeremías, o alguno de los profetas’. Y ustedes, les
preguntó, ‘¿quién dicen que soy?’ Tomando la palabra Simón Pedro
respondió: ‘Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo’. Y Jesús le dijo:
‘Feliz de ti, Simón, hijo de Jonás, porque esto no te lo ha revelado ni la
carne ni la sangre, sino mi Padre que está en el cielo. Y yo te digo: Tú
eres Pedro (Kefás), y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder
de la Muerte no prevalecerá contra ella. Y yo te daré las llaves del Reino
de los cielos. Todo lo que ates en la tierra, quedará atado en el cielo, y
todo lo que desates en la tierra, quedará desatado en el cielo” (Mt
16,13-19).
Jesús, por tanto, le
confió a Simón la misión de ser la roca visible sobre la que él construye
su Iglesia.
III. SIMÓN ES “KEFÁS” POR LA FUERZA DE CRISTO
7. Simón es “Kefás” o Roca visible de la Iglesia no por sus propias
cualidades, sino por la fuerza que Cristo le confiere. De ningún otro
apóstol los Evangelios pintan tanto los defectos, como si quisiesen
resaltar la especial fuerza que le viene de Jesucristo. Así, en medio de
la tempestad, Simón camina sobre las aguas mientras obedece la orden de
Jesús, pero se hunde como un cascote y necesita ser salvado por él cuando
se pone a mirar la tempestad (Mt 14,28-31). No entiende la parábola sobre
lo puro y lo impuro (Mt 15,15-16), incluso después de Pentecostés, pues se
resiste a llevar el Evangelio a los paganos, considerados impuros por los
judíos (Hch 10-11,18). Aunque confiesa que Jesús es el Mesías, no admite
su muerte en manos de los gentiles (Mt 16,21-23). Y desvaría mientras está
con Jesús transfigurado (Mc 9,6). E incluso se duerme mientras su Maestro
está por ser traicionado (Mc 14,37). ¿Se podría haber dicho mejor que en
el frágil Simón refulge la fuerza de Cristo? (Continuará).
Mons. Carmelo Giaquinta,
arzobispo de Resistencia |