ÁNGELUS
Meditación
mariana del Santo Padre, en el palacio pontificio de Castelgandolfo, domingo 19
de agosto
1. El año pasado, precisamente a esta hora, concluía en Roma la XV Jornada mundial de la juventud con el grandioso encuentro de Tor Vergata. Me vuelven a la memoria las imágenes sugestivas de la emotiva vigilia del sábado por la tarde y de la solemne celebración eucarística del domingo, con la que concluyó el encuentro. Aquel acontecimiento extraordinario, situado en el corazón del gran jubileo del año 2000, ha quedado grabado en la memoria de todos, especialmente de los jóvenes, que son los protagonistas de una prometedora primavera de esperanza para la Iglesia y para el mundo. Durante la vigilia les dije con gran afecto: "En vosotros veo a los centinelas de la mañana en este amanecer del tercer milenio"; y, al día siguiente, en la homilía de la misa de clausura, les dije que, si son lo que deben ser, "prenderán fuego al mundo entero".
2. Sigo reviviendo espiritualmente aquellos momentos de intensa emoción y,
en mi interior, me proyecto ya hacia el próximo encuentro mundial, que tendrá
lugar en julio de 2002. Será una nueva etapa de la peregrinación juvenil que
comenzó con el Año de la juventud de 1985 y que, de vez en cuando, invita a
reunirse en torno a la cruz a un número creciente de participantes en
diferentes lugares de los cinco continentes. Esta vez nos encontraremos en
Toronto, moderna metrópoli de Canadá, en América del norte, donde conviven
habitantes de origen, culturas y religiones diversas. En una realidad tan
variada y compleja, se advierte de manera inmediata cuán necesario es para los
cristianos ser "sal de la tierra" y "luz del mundo". Por
eso, las palabras de Jesús: "Vosotros sois la sal de la tierra...
Vosotros sois la luz del mundo" (Mt 5, 13-14) serán el tema y el
motivo inspirador de la próxima Jornada mundial de la juventud.
Los jóvenes
creyentes, conscientes del compromiso que deriva de su bautismo, no se conforman
con diversiones vanas, con modas pasajeras y con proyectos limitados; al
contrario, cultivan altos anhelos por el Señor y se esfuerzan por evitar la
mediocridad y el conformismo, por desgracia muy difundidos en la sociedad
actual.
3. Queridos
jóvenes, vosotros comprendéis bien que sólo se puede ser "sal de la
tierra" y "luz del mundo" tendiendo a la santidad. Ojalá que
nunca falte en vuestra vida este elevado ideal espiritual. La humanidad
del tercer milenio necesita jóvenes fuertes en la fe y generosos en el
servicio a sus hermanos. Necesita jóvenes enamorados de Cristo y de su
Evangelio.
La Iglesia
os pone el ejemplo de muchos de vuestros coetáneos que, en las situaciones más
diversas, también en nuestros días, realizan la vocación propia de todo
bautizado. Os indica el camino de la oración y del recurso confiado a la ayuda
divina y a la intercesión materna de María. Encomiendo la preparación, las
expectativas y el desarrollo de la próxima Jornada mundial de la juventud a la
Virgen santísima, a quien en días pasados, recordando el encuentro de los jóvenes
hace diez años en Czestochowa, con ocasión de la fiesta de la Asunción,
invoqué repetidamente con las palabras de entonces: "Maria,
Regina mundi! Maria, Mater Ecclesiae! Tibi adsumus!".
Al
final del rezo del Ángelus, el Romano Pontífice, saludó a los fieles
presentes en el patio del palacio apostólico de Castelgandolfo en sus lenguas
respectivas: francés, inglés, alemán, español, portugués, italiano y
polaco. Asimismo, hizo el siguiente llamamiento en favor de numerosos cristianos
detenidos en el Líbano por las autoridades, con la acusación de haber
colaborado con Israel:
A la dramática
situación que atenaza a Tierra Santa se han sumado, en estos días, graves
tensiones políticas en Líbano, tras una serie de detenciones que obstaculizan
el diálogo nacional.
Apelo al sentido de responsabilidad de las autoridades de esa querida nación, que tanto ha sufrido a causa de sus divisiones internas. Ojalá que no se sacrifiquen los valores de la democracia y de la soberanía nacional a los intereses políticos del momento. Un Líbano pluralista y libre constituye una riqueza para toda la región de Oriente Próximo. Es de desear que todos ayuden a los libaneses a conservarla y a hacerla fructificar.