Cambios en la sexualidad de las chicas

 

Rocio Serrano

 

Muchos padres se enfrentan con algo de temor a la adolescencia de sus hijas. Para ellos es doloroso comprobar que su dulce y cariñosa niña es, de la noche a la mañana, una mujercita ensimismada, huidiza e irritable. Pero la transformación nunca es tan repentina: desde los diez u once años, las niñas desarrollan cambios en su sexualidad que les afectan tanto psicológica como físicamente, y para los que SUS PADRES deben prepararse y prepararlas.

 

Algo más adelantadas que los niños, las niñas inician la maduración sexual alrededor dc los once años o, incluso algo antes. Los primeros cambios físicos en nuestra hija irán precedidos por otros -psíquicos y sociales especialmente, que también tienen su origen en las alteraciones hormonales.

 

Al llegar a   la pubertad, se sentirá más nerviosa mas sentimental un tanto melancólica y bastante irritable, comenzará a ensimismarse, va no le gustarán tanto los juegos de antes, preferirá perderse en ensoñaciones... Es la “edad del pavo”, una época de cambios y sorpresas para nuestra hija, que pueden asustarle si no le preparamos para afrontarlas como algo bueno y natural.

 

EL “BING BANG”

El punto de arranque de todas estas transformaciones es, al igual que en los niños, la glándula hipófisis. Cuando el organismo de la niña haya alcanzado un determinado punto de madurez, esta glándula enviará hormonas a las suprarrenales, y también a los ovarios.

 

La presencia de estas pequeñas células en esos puntos estratégicos del organismo provocará cambios extraordinarios, que afectarán a nuestra hija tanto a nivel físico, como psíquico y emocional. Conviene por lo tanto, que esté advertida y preparada, si no queremos que sufra un choque que dificulte su madurez afectiva.

 

Llegada la edad, un día cualquiera sentirá malestar y algunos dolores en la región genital, se dará cuenta de que ha sangrado por la vagina y que ha manchado sus prendas interiores. Si la hemos preparado para esta sorpresa, entenderá que es algo normal, que empieza a ser mujer y que la naturaleza la prepara para que un día pueda ser madre.

 

PRIMEROS CAMBIOS

Los primeros signos del inicio puberal ocurren para ellas ya alrededor de los 11 años, y se resumen en una serie de transformaciones físicas.

 

El aumento del tamaño de los pechos con elevación de los pezones, y la aparición de vello en pubis y axilas       son las primeras señales de que nuestra hija se aproxima a su madurez sexual. El desarrollo de las mamas continuará durante aproximadamente los siguientes cuatro años, mientras que la progresión del vello púbico seguirá unos dos años y medio, aunque estos periodos pueden variar mucho de una chica a otra.

 

El desarrollo de las mamas se produce en ocasiones de modo asimétrico, y puede causarle preocupación, pero lo habitual es que -si no hay síntomas o quistes- se alcance la simetría cuando concluya la madurez,

 

Aproximadamente un año después, las niñas experimentan el estirón típico que precede al inicio de la menstruación o menarquia. Durante este periodo el cuerpo de la niña redistribuye la grasa que comienza a acumularse en muslos, caderas y nalgas. Las caderas, además, se ensanchan, para adquirir una configuración más adecuada a la procreación.

 

MENSTRUACIÓN

La primera menstruación aparece usualmente unos seis meses antes del estirón, cuando el desarrollo mamario prácticamente ha alcanzado su grado máximo.

 

Durante el primer año, las menstruaciones suelen ser irregulares y tanto el intervalo entre los periodos corno la duración de éstos pueden variar conforme madura el sistema endocrino de la hipófisis y los ovarios. Para completar los primeros doce periodos menstruales se requieren una media de dieciocho meses.

 

Esos primeros ciclos, además, suelen ser anovulatorios, es decir no se libera ningún óvulo en el ovario. Son periodos irregulares con sangrado abundante y prolongado pero sin dolor menstrual. Estas pequeñas anomalías no requieren ningún tratamiento, pues corresponden a un periodo fisiológico de acomodación orgánica de duración muy variable que, aunque resulte largo, no reviste ninguna gravedad.

 

La dismenorrea es el dolor abdominal de tipo cólico que aparece en los dos o tres primeros días del flujo menstrual. Se debe a las contracciones del músculo del útero, provocados por las alteraciones hormonales que ocurren en él. Hasta un 65 % de adolescentes padecen habitualmente estas molestias, y es la causa principal de absentismo escolar en estas edades.

 

EL QUE AVISA...

Los primeros indicios de que nuestra hija se acerca a su madurez sexual -el crecimiento del pecho, especialmente- son en sí mismos un aviso de la Naturaleza que debemos atender. Percibidos estos, no debemos retrasar más la información que hemos de dar a nuestra hija y, en cualquier caso, hacerlo siempre antes del undécimo cumpleaños. Si llegamos tarde, ella ya estará sumida en la confusión de los cambios y habremos perdido un tiempo precioso para ahorrarle problemas.

 

Además, debemos explicarle todas esas transformaciones recurriendo siempre a la verdad -aunque adecuemos el mensaje a su edad- y evitando tanto el angelismo como el biologismo, pues ella debe entenderlo como un proceso natural.

 

Adelantarnos a los cambios tiene la enorme ventaja de que evitaremos producir turbación en nuestra hija y ésta podrá prepararse para encarar bien todas las alteraciones fisiológicas y anímicas que sufrirá cuando sus hormonas se pongan en pie de guerra.

 

Además, si no tomamos la precaución de hablar antes con ella, probablemente reciba toda esta información en el colegio, de sus compañeras. Y lo que le cuenten le resultara siempre más crudo y le será más difícil afrontarlo.

 

DE MUJER A MUJER

Lo más adecuado es que sea la madre la que se encargue de hablar con ella. La conversación con otra mujer sobre estos temas será siempre más fluida y fácil que con el padre. La mujer adulta tiene, además, una experiencia a sus espaldas que su hija puede valorar ahora. A ella le resultará más sencillo explicar a su hija los cambios que están a punto de desarrollarse en su  persona, sus razones, las consecuencias que conllevan y las medidas que deben tomar para afrontarlos.

 

Ella podrá explicar mejor a la chica, no sólo las normas de higiene que a partir de ahora debe practicar, sino también los nervios que aparecerán en los días de menstruación, el sentimentalismo, la melancolía y la irritabilidad.

 

Sabiendo lo que va a ocurrir, nuestra hija aprenderá con mayor facilidad a dominarse, y le estaremos ayudando a formar un carácter equilibrado.

 

 ¡HECHA Y DERECHA!

Otra forma de ayudar a nuestra hija en este periodo de inestabilidad será nuestra predisposición al diálogo, facilitando la conversación natural y veraz sobre los temas que le preocupan y para los cuales siente un natural pudor.

 

Percibir un mayor grado de respeto a sus propios criterios, comprobar que los sermones maternos son sustituidos por conversaciones igualmente serias pero en las cuales se la escucha con mayor atención, sentir que puede hablar de lo que le inquieta con personas de la más absoluta confianza, serán matices que ayudarán tanto a nuestra hija como a nosotros mismos a adaptarnos a la nueva situación.

 

Poco a poco, tendremos que ir dándole cuerda para que emita sus propios juicios, asuma criterios...

 

Lo importante no es que le demos todo masticado sino proporcionarle pautas que le ayuden a determinar sus propias posturas ante los nuevos retos que se le plantearán en breve.

 

NO PASA NADA

Aunque antiguamente se daba a las jóvenes un buen número de medidas de precaución durante los días de la regla, como evitar los baños o hacer deporte, la ciencia médica ha desmitificado ya muchas de ellas. Actualmente, aunque se recomienda evitar los cambios bruscos de temperatura durante el primer día del ciclo, las demás advertencias están casi olvidadas.

 

Se ha demostrado, incluso, que el deporte puede ser un medio natural y eficacísimo para calmar los dolores abdominales. También hay una gran oferta de antiinflamatorios que permiten olvidar estas molestias sin producir efectos secundarios. Otro recurso habitual y efectivo es la aplicación de calor local -con manta eléctrica o bolsa de agua- en la zona afectada.

 

UNA VISITA TEMIDA

Lo normal es que la adolescente no necesite consultar al ginecólogo, pero si su regularización, por ejemplo, se retrasa más de dos o tres años, o si los ciclos son excesivamente dolorosos, sí sería aconsejable acudir al médico especialista.

 

En estos casos, es frecuente que la joven e, incluso, su madre, se resistan a ello. Sin embargo, deben saber que para estas consultas no se requiere la temida exploración. Salvo situaciones excepcionales, el médico tan sólo requerirá unas explicaciones por nuestra parte, palpar la zona por fuera y, si acaso, realizar una ecografía.

 

EN RESUMEN...