Los senderos de la creatividad

Liliana Koremblit

 

Es posible crear en un mundo donde pareciera que ya todo está creado?. ¿Es que crean únicamente 'los creadores'?

¿Es la creatividad un acto reservado para los "artistas iluminados" o es posible crear en nuestra vida cotidiana?

En fin, ¿de qué creatividad se trata?

Ante todo se nos impone, como primer elemento para aproximarnos a posibles respuestas, todo lo que se relacione con la espontaneidad. Es lícito asociarla con la capacidad de juego-jugar. ¿Por qué afirmamos esto? Porque uno de los efectos específicos del juego es la recreación de la realidad, que se expresa en el contenido simbólico del juego y en la acción concreta del jugar.

Ilustrémoslo con un ejemplo. Nos encontramos de visita en la casa de una pareja de amigos. Tienen una hijita de dos años que se llama Camila. La madre debe salir por unas horas. Frente a esto, la niña expresa con su llanto la angustia. La abrazamos, intentamos distraerla con distintos juegos, pero ella seguía preguntándose por la presencia de su madre ausente. Miraba hacia la puerta, la señalaba, repetía la explicación que su padre le habia dado. Podríamos decir que la niña estaba inmersa en una situación padeciéndola pasivamente. A los minutos se esconde tras una puerta, nosotros comenzamos a preguntar ¿Dónde está Camila?. A los segundos asoma su rostro manifestando en él, placer lúdico que se apropiaba de todo su cuerpo. Repite varias veces el juego sin dejar de manifestar su asombro frente a cada nueva aparición, reencuentro.

¿Qué nos enseña tal escena? La niña, en la repetición de su juego encuentra espontáneamente una manera de elaborar y transformar la realidad angustiante que se le imponía frente a la ausencia de su madre. Es ella, ahora, la que se va y nos deja sólos, reapareciendo sólo tras nuestra pregunta por su presencia.

El contenido del juego le permite, en la acción de jugar, recrear activamente la realidad que había padecido pasivamente. De la pasividad a la actividad transformadora, de apropiación de otro espacio y de otro tiempo por la vía del juego-jugar. Subrayemos que no se trata de reducir al juego a la acción concreta de jugar, sino, lo que define su importancia es su dimensión simbólica. Mediante el juego recreamos los distintos objetos de la realidad dándole nuevos sentidos.

Otro ejemplo. Estamos en un pueblo del Nordeste brasileño. Sumido en la miseria tras cuatro años de sequía. Frente a una casa de adobe, un niño juega con un hueso de vaca como si fuera un cochecito. Este chiquito atrapado en esta realidad, mediante el juego accede a la creación de un nuevo sentido al supuesto, al dado. El objeto-hueso, que simboliza por convención a la muerte y en este caso a la pobreza, al desamparo e imposibilidad, se transmuta en el objeto-juguete, que simboliza otra posibilidad, una apropiación inédita de la realidad. Este niño no niega la realidad que lo oprime sino que en su acto creador la 'despedaza' y la reconstruye simbólicamente en su jugar.

Sigmund Freud afirmaba que un sujeto accedía a la salud cuando no negaba la realidad y a su vez la transformaba. Es dable destacar, en función de este ejemplo, que si las condiciones materiales de existencia están fragmentadas por la crisis, el límite que impone la angustia frente a una supervivencia incierta se constituye como asesino del sujeto, su palabra, su acción, su creatividad.

Jean Paul Sartre, al contar autobiográficamente su vida, dice acerca de su infancia: "Ser era poseer una marca registrada en las Tablas Infinitas del Verbo". Este pensador francés nos guía hacia otro sendero que no es más que otra dimensión de la temática que nos ocupa. Volvamos sobre los ejemplos.

Conocimos un niño que se llamaba Atila. Cuando se le preguntaba por su nombre, respondía invaria blemente hasta los tres años: "Meme-Toto-lam". Metafóricamente podríamos decir que el niño al llegar a un mundo de palabras, las recombina en una 'sopa de letras' para poder nombrarse a sí y a sus objetos. Esto en absoluto quiere decir que las palabras así creadas carezcan de sentido, sino, por lo contrario, las mismas constituyen el primer 'dialecto' que introduce al niño al universo del lenguaje compartido.

Reflexionamos que en el adulto tal función creadora de la palabra se manifiesta en los diferentes objetos que evocamos frente a la escucha de una misma palabra. Supongamos que varias personas escuchan la palabra 'botella'. Todas estarán relativamente de acuerdo de que se trata, por convención, de un recipiente que generalmente contiene algún líquido. Pero ocurre que una evoca una botella de ginebra, otra una botella utilizada por un náufrago y la tercera una botella de miel. Esto ilustra que los sentidos subjetivos que le damos a las palabras, a las cosas o valores que representan, estarán multideterminados por nuestra historia, por el contexto cultural, por nuestras vivencias actuales. Lo mismo vale para la posible generación de otros sentidos a los que habíamos accedido hasta ese momento.

Volviendo a Freud, podríamos decir que así como el niño recrea su realidad mediante el juego-jugar, el adulto lo hace en su fantasía, heredera del juego infantil. Esto no quiere decir ni que el niño no tenga fantasías, ni que el adulto no juegue, sino que las fantasías y los juegos adquieren nuevos estatutos a lo largo de la vida del sujeto. Sostenemos que en el seno de nuestra sociedad, no existen dispositivos de promoción de tales actividades, siendo que ellas son un sostén de nuestra subjetividad, un espacio de humanización. Cómo podrían existir a nivel verdaderamente comunitario cuando el sistema educativo como tal está desmantelado, cuando en los centros de atención para la salud se carece de todo elemento, cuando crece la crisis hasta horizontes impensados, cuando en lo social se ha desarticulado toda grupalidad prevaleciendo el individualismo a ultranza como una manera de 'preservarse'. Realmente es muy difícil sostener un espacio donde se privilegie la producción grupal en función de un campo de juego atravesado por la dinámica de la creatividad dado que ésta instancia está fundamentalmente atravesada por preguntas, búsquedas, diferencias. Por lo tanto, vemos que lo creativo en sí supone interelaciones, verdadero compromiso con otros, el permitirse dudar frente a lo establecido, indagar más allá de lo obvio, superar las resistencias que todos tenemos a lo nuevo y distinto.

Entonces es difícil no quedar expuesto a verdaderas conspiraciones al cambio, dado que éste cuestiona, si se propone desde él alguna alternativa, a todo lo que se tiene como 'normal' en el sistema de normas, valores y creencias legitimados.

Enrique Pichon Riviere afirmaba que el creador es un verdadero agente de cambio, es un portavoz de lo que aún se encuentra oculto para otros y que su acción creadora sintetiza aquello que con anterioridad estaba disociado, fragmentado.

Cerramos esta nota, abrimos el diálogo, diciendo que la creatividad nos orienta en nuestro recorrido por los senderos laberínticos de la vida. Nos sostiene en nuestra búsqueda cotidiana, concreta de nuevos sentidos. Recorta espacios donde inscribirse, aposentarse. Espacios y tiempos donde ser.