CARLO M. MARTINI

HABÉIS PERSEVERADO CONMIGO
EN MIS PRUEBAS
Meditaciones sobre Job.
 


Prólogo

"Habéis perseverado conmigo en mis pruebas" es el título de un
curso de Ejercicios Espirituales que el cardenal Carlo María Martini,
Arzobispo de Milán, dirigió a un grupo de sacerdotes, la mayoría de la
diócesis ambrosiana.

Las palabras de Jesús a sus discípulos, pronunciadas poco antes
de la pasión, nos recuerdan cómo la vida del cristiano (y también la de
todos los hombres) está llena de tribulaciones. Por ese motivo se ha
elegido el Libro de Job, como texto sobre el que reflexionar, aunque
también la meditación se extenderá a otros pasajes del Antiguo y del
Nuevo Testamento.

La historia de este hombre misterioso, que no pertenecía al pueblo
elegido y vivía en una tierra lejana, quizás circulara oralmente entre
los eruditos orientales ya hacia fines del 2.000 a. C., y su redacción
en hebreo fuera posterior. Job, que era y se consideraba justo, es
probado y privado de todas sus pertenencias. También los hebreos
exiliados en Babilonia lo habían perdido todo, lo que ponía en duda su
fe en la justicia de Dios, ante quien pensaban que podían presumir de
derechos. Intentando comprender el sentido oculto del sufrimiento,
que se abate sobre quienes obran con rectitud ante Dios,
probablemente leían y cantaban las lamentaciones de Job. ¿Acaso el
hombre le puede pedir cuentas a Dios? El poeta dice: no hay que
pedirle razones a Dios, sino creer en su justicia, en su sabiduría
incomprensible.

Con profundidad espiritual y pastoral, el Cardenal se detiene ante
algunos pasajes de Job y nos ayuda a aclarar el sentido del misterio
del hombre y del misterio de Dios. En el diálogo de los dos primeros
capítulos entre Satanás y Dios "el juego se configura como un desafío
hecho al hombre: ¿existe o no la gratuidad en la acción humana?" El
problema de Job es ante todo un problema de fe; no hay lugar para el
comercio en la vida de fe, porque a la sublimidad de la gracia debe
corresponder la gratuidad de la devoción. Ciertamente, Job no ha
cometido ninguno de los crímenes de los que le acusan sus amigos,
pero ha cometido el delito por excelencia del hombre religioso: se ha
convertido en juez de Dios. Las reflexiones del Arzobispo nos
interpelan acerca de la calidad de nuestra fe, de nuestra oración
como sumisión de todo el ser al misterio inefable de Dios, de la
obediencia de la mente. En fin, como se demuestra en el singular
paralelismo de Libro con el Cantar de los Cantares, la búsqueda de
Job se nos presenta como un problema de amor.

Para una lectura plenamente fecunda del presente volumen será
necesario un compromiso espiritual que huya de la mediocridad y
convierta al alma a la plenitud de Dios. Es muy interesante la finalidad
que el Arzobispo se ha propuesto en estos ejercicios: la reconversión
al espíritu oración. En un clima de oración estas páginas serán luz,
alimento, fuerza, estímulo y consuelo.

Además se nos advierte que cualquier hombre de buena voluntad
ya está en la búsqueda de Dios, actúa conforme al modo con que el
Omnipotente guía su universo, y siente en sí mismo la crítica de la
conciencia a sus propias acciones.

Este libro nos enseña a liberar la realidad de Dios de nuestras
mezquindades y de nuestra moralidad, concebida como fuente de
autojustificación. Porque la fe se dirige principalmente a la
incomprensibilidad del amor divino que nos supera en todo momento.
De un tal amor, en el que cree el cristiano cuando ha contemplado el
signo del Crucifijo, podemos recibir la capacidad de amar
gratuitamente, de amar incluso en las pruebas y en las tribulaciones.
Aprenderemos también a crecer en la fe que ama y espera, a desear
una relación con el Señor, en la que realmente pongamos en juego
toda nuestra libertad.

El Dios que se nos da en la alianza no pide otra cosa más que el
amor y una devoción apasionada.

* * *

Introducción

Te damos gracias, Padre, porque nos has convocado de tantas
partes de nuestra diócesis, y también de otros lugares de Italia, para
escuchar tu Palabra, para recibir la gracia de amor y de misericordia
de tu Hijo, para ser confortados y consolados interiormente por el
Espíritu Santo que es amor y paz.

Te pedimos que en estos días infundas abundantemente a cada
uno de nosotros tu Espíritu de amor y de paz. Te doy gracias,
especialmente, por las experiencias vividas en Santiago de
Compostela con el Papa y con cientos de miles de jóvenes; por la fe y
la esperanza que nos hemos comunicado, por los dones que se nos
han dado en la contemplación de este futuro de la Iglesia, tan rico de
energías, de espíritu de sacrificio, de valor y de alegría.

Haz que podamos servir a esta juventud que tanto espera de
nosotros.

Estamos ante ti, Padre, conscientes de nuestra pobreza, de nuestro
no saber qué decir o qué pensar, pero con la confianza de que toda
nuestra suficiencia, toda nuestra capacidad viene de ti, en la gracia
del Espíritu santo, en la gracia del ministerio de la Nueva Alianza.
Virgen María, madre de Jesús y madre nuestra, guíanos en el
camino de estos Ejercicios. Tú que has pasado a través de tantas
pruebas, tú, cuya alma ha sido traspasada por una espada,
concédenos percibir el sentido de las pruebas que nosotros, la
humanidad y la Iglesia, estamos viviendo.

* * *

Renovar el espíritu de oración

ORA/RECONVERSION: La finalidad fundamental que se nos
propone en un retiro espiritual es la conversión, el pedir a Dios que
nos cambie en mejor.

Entre los muchos posibles temas de conversión de nuestra vida,
que cada uno podrá encontrar por sí mismo, quisiera subrayar la
necesidad de renovar el espíritu de oración. Tenemos una enorme
necesidad de renovarlo, porque continuamente la multiplicidad de los
asuntos temporales acaba por empobrecerlo.

Me parece importante recuperar ese espíritu de oración, en estos
días, en sus tres momentos:

—En el tiempo dedicado a la oración, que puede ser más amplio
que de costumbre;

—En los hábitos, que tienden a deshilacharse, y que, en el curso de
estos días, podemos redisciplinar;

—En el modo, que debiera caracterizarse por tres comportamientos.

En primer lugar por la devoción, el respeto hacia Dios, que se actúa
en las palabras, en los gestos del cuerpo, en la atención, en el
silencio; después la sumisión de todo nuestro ser al misterio de Dios,
la reverencia amorosa; finalmente el afecto: la oración es un
acontecer afectivo. Quizás, por las circunstancias difíciles de la vida,
el afecto permanece sólo en el fondo, o incluso en el inconsciente;
durante estos días debemos hacerlo emerger para aprender a resistir
al indiferentismo que nos rodea. Sin un profundo sentido afectivo de
Dios en la oración es casi imposible combatir eficazmente el ateísmo
en nuestro ambiente occidental. Por mi parte intentaré ayudaros en la
reconversión al espíritu de oración, sugiriéndoos algunas reflexiones
sobre un tema sacado de las palabras de Jesús durante la última
cena: "Vosotros sois los que habéis perseverado conmigo en mis
pruebas" (/Lc/22/28).


El tema de los Ejercicios

PRUEBA/TENTACION: La afirmación de Jesús es muy hermosa, y si al final de la vida podemos escuchar: "Tú eres uno de aquellos que perseveraron conmigo en mis pruebas", nuestra alegría será completa. Es interesante observar que estas palabras las pronunció Jesús después de una discusión entre los apóstoles: "Entre ellos hubo también un altercado sobre quién parecía ser el mayor" (Lc 22,24).

Partiendo pues de una disputa que revela las ambiciones, tensiones
y pequeñas envidias existentes en el grupo de los apóstoles, Jesús
nos enseña que quien quiera ser el mayor debe servir a los demás, e
inmediatamente después añade: "Vosotros sois los que habéis
perseverado conmigo en mis pruebas". Jesús no se hace ilusiones.
Sabe que los Doce no han alcanzado un santidad excelsa, pero
también sabe que puede haber una gran fidelidad incluso allí donde
hay defectos, debilidades y mezquindad.

Como introducción a las sucesivas meditaciones, os invito a
reflexionar sobre cada uno de los vocablos de la expresión
evangélica: las pruebas, la perseverancia en las pruebas, mis
pruebas, la perseverancia conmigo.

1. La palabra griega peirasmós es muy frecuente en la Escritura.

Originariamente significa "exploración", "intento". Se trata de
comprobar lo que uno vale, su fidelidad, su resistencia, su fuerza.
A este sentido originario se le añaden después, en la Biblia, otros
dos: a) la tentación, que es un empuje al pecado de parte de
cualquier potencia maligna. La vida humana está enjaretada
precisamente entre tentaciones; b) la prueba, a la que se refiere la
afirmación de Jesús y que puede venir incluso de parte de Dios. Alude
a todas las situaciones de aflicción y dificultad que con frecuencia
encontramos en nuestra vida. Forman parte del camino de la Palabra
en nosotros, de su entrada en el terreno del corazón humano. Así, en
la parábola de la semilla que cae sobre terreno pedregoso leemos
que los de "sobre roca son los que, al oir la Palabra, la reciben con
alegría; pero éstos no tienen raíz; creen por algún tiempo, pero a la
hora de la prueba desisten" (Lc 8,13).

La Palabra, entrando en el corazón humano, queda sujeta a la
tentación. El evangelista Mateo especifica algunos de sus modos: "El
que fue sembrado en pedregal, es el que oye la Palabra, y al punto la
recibe con alegría; pero no tiene raíz en sí mismo, sino que es
inconstante y, cuando se presenta una tribulación o persecución por
causa de la Palabra, sucumbe enseguida."

Prueba, tentación, tribulación, llámese como se llame, es una
situación corriente, ordinaria en la vida del hombre sobre la tierra,
especialmente del hombre justo, entendiendo por "justo" aquel que
quiere ser fiel a Dios y trata de caminar por sus senderos.

El libro de Job expresa esta realidad en forma poética,
particularmente cuando dice: "¿No es una milicia lo que hace el
hombre por la tierra?" (7,1). La nota de la Biblia de Jerusalén explica
que la "milicia" indica más bien la condición del servicio militar, a la vez
lucha y servidumbre. La versión griega traduce el término como
"prueba", refiriéndolo precisamente a la prueba de la existencia
humana. La Vulgata, sin embargo, presenta la famosa frase: "militia
est vita hominis super terram", y la expresión se vuelve a tomar en el
capítulo XIII del libro I de la Imitación de Cristo: De tentationibus
resistendis, es decir, del resistir a las tentaciones. Es un capítulo muy
importante que empieza así: "Mientras dure nuestra vida en este
mundo no podemos estar exentos de tribulaciones y de tentaciones.
Por eso en el libro de Job está escrito: «La vida del hombre sobre la
tierra es tentación»."

Y Job continúa:
"¿No son jornadas de mercenario sus jornadas?
Como esclavo que suspira por la sombra,
o como jornalero que espera su salario,
así meses de desencanto son mi herencia,
y mi suerte noches de dolor.
Al acostarme, digo: «¿Cuándo llegará el día?»
Al levantarme: «¿Cuándo será de noche?»
y hasta el crepúsculo estoy ahito de inquietudes.
Mi carne está cubierta de gusanos y de costras terrosas,
mi piel se agrieta y supura.
Mis días han sido más raudos que la lanzadera,
han desaparecido al acabarse el hilo.
Recuerda que mi vida es un soplo" (7,1-7a).

La Biblia de Jerusalén anota: "Job, solidario de la humanidad que
sufre, resignado a morir, esboza una oración para pedir a Dios
algunos instantes de paz antes de su muerte".
El pasaje veterotestamentario describe la existencia humana como
una prueba.

2. Jesús, refiriéndose a esta prueba, dice: "Vosotros sois los que
habéis perseverado". En griego "habéis perseverado" significa
aquellos que no se han marchado. Es una palabra de alabanza:
Habéis sufrido tanto que os hubiérais podido marchar, y sin embargo
no lo habéis hecho.

PERSEVERANCIA/FE: Viene a la mente el episodio de Jn 6,67-68: "¿También vosotros queréis marcharos?", y Pedro le respondió: "Señor, ¿con quién vamos a ir?" Jesús verifica que hasta el último instante los apóstoles permanecieron, perseveraron, no le abandonaron.

El concepto de perseverancia se encuentra con frecuencia en la
Escritura con expresiones diversas. Por ejemplo "conservar la
palabra" indica la paciencia que perdura y resiste: "Los que en buena
tierra, son los que, después de haber oído, conservan la Palabra con
corazón bueno y recto, y fructifican con perseverancia" (/Lc/08/15). El
hombre hace frente a la situación de prueba con la perseverancia, la
resistencia, la conservación de la Palabra.

Mientras la prueba tiende a volverse atrás, induce a perder el
ánimo, el comportamiento directamente contrario no es
necesariamente el de la victoria inmediata, sino el de la resistencia, el
permanecer firme, sólido. El evangelista Juan utiliza un verbo muy
sencillo: ménein, que indica algo similar. "Si permanecéis en mi—dice
Jesús-, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que queráis
y lo conseguiréis" (Jn 15,7). El "permanecer en Jesús" es el modo de
oponerse a la prueba.

3. "Vosotros habéis perseverado en mis pruebas", no
genéricamente "en las pruebas".

Esta especificación da un color completamente distinto a la
existencia humana.

Nosotros nos preguntamos: ¿Cuáles son las pruebas de Jesús?

—En realidad los evangelios nos dan pocas indicaciones sobre este
tema, pero son suficientes para comprender que también Jesús fue
tentado y probado.

"A continuación, el Espíritu le impulsa al desierto, y permaneció en
el desierto cuarenta días, siendo tentado por Satanás"; así Marcos
inicia la historia de la vida pública del Señor (Mc 1,12-13). Al colocar
este pasaje de la prueba de Jesús al principio de su evangelio está
indicando que no ha sido tentado por una vez en su vida, sino que
toda su existencia ha sido colocada bajo el signo de esa prueba.
La Carta a los Hebreos nos abre a una ulterior espiral: "Pues no
tenemos un Sumo Sacerdote que no pueda compadecerse de
nuestras flaquezas, sino probado en todo igual que nosotros, excepto
en el pecado" (/Hb/04/15). "En todo", por consiguiente en tantos
aspectos concretos de la vida, difíciles, pesados, penosos, incluso
repugnantes, por los que Jesús ha pasado y ha participado con los
Doce.

—Pero la expresión "mis pruebas" no se puede limitar a las
circunstancias históricas del Jesús de Nazaret; él habla de sí mismo
como Mesías, como aquel que recoge la existencia de todo el pueblo
de Dios, como aquel que acompaña a este pueblo en el camino hacia
el Padre. Por tanto debemos referirla a las pruebas mesiánicas, del
Reino. Los apóstoles se vieron implicados en estas pruebas, cribados,
triturados, zarandeados. Muchas de las pruebas de nosotros los
creyentes vienen de situaciones concretas de la realidad histórica y
social en la que nos reconocemos, es decir, la Iglesia católica con sus
problemas, sus fatigas, sus penas y dificultades. Estas son las
pruebas de Jesús, cabeza del pueblo mesiánico.

—Podemos decir algo más. Desde el momento en que Jesús es Hijo
del hombre, él hace suya y vive en sí mismo la prueba de todo
hombre y de toda mujer sobre la tierra; el es la cabeza de la
humanidad y sus pruebas alcanzan a la multitud inmensa de personas
que han poblado, pueblan y poblarán la tierra.

Creciendo en la experiencia de la vida, crecemos en la participación
en estas pruebas porque conocemos más la Iglesia, las gentes,
extendemos nuestra amistad a un gran número de personas y
sufrimos con ellas. Hoy asumimos como cosa nuestra las pruebas del
Líbano, porque las siente el Papa, leemos los periódicos, vemos la
televisión, conocemos personas de ese país.

Y también son nuestras las pruebas de la China; las pruebas de la
paupérrima India; las pruebas de la miseria terrible, del hambre de los
pueblos de América Latina y de Africa; son también nuestras las
pruebas de Israel, del pueblo hebreo, del pueblo elegido, con todas
sus dificultades y con todos sus problemas de diálogo.

Todo esto nos pesa, quizás nos irrita, nos inquieta, porque acecha
nuestra fe, nuestra esperanza, nuestra caridad, nuestra paciencia,
nuestra capacidad de soportar, nuestro sentido del límite. Pero son
precisamente estas las pruebas que Jesús dice "mías".

Además, naturalmente, cada uno vive las pruebas de las personas
que le han sido confiadas: la gente de la parroquia, los jóvenes,
aquellos hacia quienes tenemos deberes pastorales específicos.
Cada uno está inmerso de alguna forma en los sufrimientos de su
propia gente, de sus propios hermanos, de cuantos amamos.
Son todas las pruebas de Jesús el Mesías, el Hijo del hombre,
cabeza del pueblo mesiánico y de la humanidad; de ellas participamos
íntimamente y con todo el realismo, no únicamente con la fantasía.

4. "Habéis perseverado conmigo en mis pruebas". Las pruebas no
son simplemente objetivas, como si fueran piedras u ondas que se
revuelven contra nosotros. Diciendo "conmigo", Jesús las carga de un
sabor distinto, subraya un aspecto afectivo, personal, muy profundo.
Las sufrimos con él, amándole, en intimidad con él. Él nos pide entrar
en este camino para identificarlas y comprenderlas mejor; de hecho
es importante poder mirarlas cara a cara.

Con frecuencia nos sentimos oprimidos, fatigados, frustrados por
alguna cosa. El Señor nos invita a dar un nombre a nuestras
dificultades, a enumerarlas y después a comprender cómo afrontarlas
junto con él. Porque es sabiduría fundamental del hombre y del
cristiano aprovechar la utilidad de las pruebas y así vivir la vida con
fidelidad.

Y cuanto más ama uno, cuanto más sirve y se hace disponible,
tanto mayores son las pruebas.

Si, por el contrario, nos encerramos en nuestro propio ambiente, si
somos misántropos, si no salimos del egoísmo, experimentaremos
únicamente la prueba de la frustración personal.

El apóstol Santiago comienza su Carta con la siguiente exhortación:
"Considerar como un gran gozo, hermanos míos, el estar rodeados
por toda clase de pruebas, sabiendo que la calidad probada de
vuestra fe produce la paciencia en el sufrimiento; pero la paciencia ha
de ir acompañada de obras perfectas para que seáis perfectos e
íntegros sin que dejéis nada que desear" (/St/01/02-04). Y más
adelante añade: "¡Feliz el hombre que soporta la prueba! Superada la
prueba, recibirá la corona de la vida que ha prometido el Señor a los
que le aman" (1,12). Esta es la síntesis de la vida humana, que nos
ofrece Santiago expresando en sus palabras la gran sabiduría de
todo el Nuevo Testamento.

A este respecto se pronuncia también el Apocalipsis, que es por
excelencia el texto de los cristianos en la prueba: "Ya que has
guardado mi recomendación de ser paciente en el sufrimiento"—por
tanto has guardado mi palabra resistiendo—"también yo te guardaré
de la hora de la prueba que va a venir sobre el mundo entero para
probar a los habitantes de la tierra" (/Ap/03/10). Es el concepto de
prueba cósmica, universal, que vuelve con frecuencia en nuestro
tiempo, sobre todo en ciertas predicciones de carácter apocalíptico. A
ella alude quizás la oración que recitamos cotidianamente: "No nos
dejes caer en la tentación", no permitas que caigamos en la gran
prueba.

Sin embargo debemos saber cuál es esta prueba global, cósmica,
en la que de hecho estamos inmersos y de la que con frecuencia no
nos damos cuenta, siendo así que constituye nuestra vida real en su
totalidad.


El libro de Job

El tema de los Ejercicios alcanza, pues, un aspecto que caracteriza
constantemente la vida, pero que no debe hacerla triste. Diré más:
afrontar la prueba es la única garantía de serenidad en la existencia.
Vivir la prueba es lo que vuelve singular la alegría del cristiano.
Queremos reflexionar durante estos días ante el Jesús que nos
dice: Tú eres aquel que desea perserverar conmigo en mis pruebas;
yo quiero ayudarte, quiero echarte una mano, quiero invitarte a rezar,
a meditar, a mirar cara a cara a tus propias pruebas, a darles un
nombre preciso apartándolas de la nebulosa; y después quiero
ayudarte a aceptarlas con amor, a abrazarlas como yo he abrazado la
cruz.

"Haznos, Señor, partícipes de tu comportamiento valiente,
permítenos entrar en tu verdad para poder experimentar la alegría de
quien afronta con entusiasmo la vida como prueba."

Buscando en la Escritura en las páginas que se refieren al tema de
la lucha, de la prueba, de la tentación, nos detendremos de modo
particular en Job, el libro de la prueba del hombre. Os sugiero, por
tanto, que lo leáis, ya que nosotros no podremos hacer su exégesis
paso a paso.

Os pido además un nueva lectura al menos de algunos capítulos de
la Imitación de Cristo, un texto un tanto olvidado, pero que sin
embargo tiene un sentido muy grande de la vida del hombre como
lucha. Es rico en sabiduría, equilibrio, serenidad, precisamente
porque quien lo escribió, había advertido el carácter de tentación y de
experiencia de la existencia humana. Así lo advirtieron los Padres que
comentaron el Libro de Job, por ejemplo san Gregorio Magno; este
Papa, habiendo vivido toda la vida como prueba, encontraba,
efectivamente, un gran aliento en su meditación y explicación.
Dejémonos guiar por estos maestros de la fe y contemplando la
palabra de Jesús en el Evangelio de Lucas, pidamos:

"Señor, haz que pueda mirar cara a cara a mis pruebas, darme
cuenta de cómo las afronto, ponerme en la posición justa para
superar las de mis gentes, con la conciencia de participar en las
pruebas de toda la Iglesia, de nuestra Diócesis, de la humanidad en
este momento crucial de la historia del mundo. "


Introducción
al misterio de la prueba

"Permítenos, Señor, introducirnos en esta realidad de la prueba,
que no es simplemente un hecho; es un misterio, porque mediante
ella aceptamos un aspecto de la contingencia histórica sufrida, que
somos nosotros, y al mismo tiempo es algo de ti. Nosotros, además,
deseamos conocerte y penetrar con el corazón y con la mente en tu
misterio indecible. Infunde, pues, en nosotros, Padre, alguna migaja
de la contemplación de tu misterio a través de la experiencia de la
prueba ".

Como tema de esta primera meditación propongo los primeros dos
capítulos del Libro de Job, que constituyen la introducción en prosa al
poema propiamente dicho.

Ante todo llevemos a cabo una lectura resumida y después nos
plantearemos algunas cuestiones.

Hace ya tiempo que deseaba reflexionar sobre Job durante unos
Ejercicios.

Sin embargo las incertidumbres eran numerosas, porque este libro
tan fascinante es también muy difícil; San Jerónimo lo parangona a
una anguila que cuanto más se pretende aferrar, tanto más se
escapa.

Finalmente me he decidido a evocar, en estos días, al menos
algunas páginas que nos ayuden a entornar la puerta de este texto
misterioso y lleno de enigmas: enigmas filológicos, históricos,
literarios, interpretativos.


La historia del prólogo de Job

Los personajes fundamentales de la historia son tres:

—Job, que vivía en la tierra de Uz, fuera por tanto de los confines
de Israel, "un hombre cabal y recto, que temía a Dios y se apartaba
del mal". Hombre rico: "Le habían nacido siete hijos y tres hijas. Su
hacienda era de siete mil ovejas, tres mil camellos, quinientas yuntas
de bueyes, quinientas asnas, además de una servidumbre muy
numerosa. Este hombre era, pues, más grande que todos los hijos de
Oriente" (/Jb/01/01-03).

—La segunda figura característica del prólogo es Satanás, el
Acusador, personaje misterioso que aparece junto a la corte de Dios
como quien saca a la luz negativamente las acciones de los hombres.
Él es el que pide que Job sea tentado.

—El tercer personaje del drama es Dios, que desde lo alto de su
trono sigue las acciones de los hombres y de alguna manera las tiene
presentes.

La historia está compuesta de dos momentos o pruebas:

—Job es probado en sus bienes. "Un día en que sus hijos y sus
hijas estaban comiendo y bebiendo vino en casa del primogénito, vino
un mensajero donde Job y le dijo: «Tus bueyes estaban arando y las
asnas pastando cerca de ellos; de pronto irrumpieron los sabeos y se
los llevaron, y a los criados los pasaron a cuchillo. Sólo yo pude
escapar para traerte la noticia». Todavía estaba éste hablando,
cuando llegó otro que dijo: «Cayó del cielo el fuego de Dios, que
quemó tus ovejas y tus hombres y los devoró. Sólo yo pude escapar
para traerte la noticia»". El tercer mensajero anuncia el robo de los
camellos y el cuarto la muerte de sus hijos e hijas a causa del viento
impetuoso que había arremetido contra la casa donde estaban
comiendo y bebiendo (cfr. /Jb/01/13-20).
Ante esta prueba, ciertamente durísima, sigue un comportamiento
de Job, que viene expresado de la siguiente forma:

"Entonces Job se levantó y rasgó su vestido. Luego se rapó la
cabeza, cayó en tierra, se postró, y dijo:
«Desnudo salí del seno de mi madre, desnudo allá retornaré.
Yahveh dio, Yahveh quitó:
¡Sea bendito el nombre de Yahveh!»
En todo esto no pecó Job, ni profirió la menor insensatez contra
Dios (/Jb/01/20-22)."

—Entonces Satanás pidió una segunda posibilidad de probar a Job
y lo hirió con una llaga maligna "desde la planta de los pies hasta la
coronilla de la cabeza" (2,7). Privado de su integridad física, además
de todos sus bienes, Job es considerado como maldito ante Dios;
alejado de su casa estaba sentado entre la basura, indicando
simbólicamente que no había más que miseria. "Entonces su mujer le
dijo: «¿Todavía perseveras en tu entereza? ¡Maldice a Dios y
muérete!»". En realidad, la mujer le invita no a bendecir sino a
maldecir a Dios; la Escritura forma así la frase para no ofender. "Pero
él le dijo: «Hablas como una estúpida cualquiera. Si aceptamos de
Dios el bien, ¿no aceptaremos el mal?» En todo esto no pecó Job con
sus labios."

La historia se concluye con la noticia de los tres amigos que se
acercan a Job para condolerse y consolarle. Levantan los ojos desde
lo lejos, no le reconocen, y después rompen a llorar a gritos. Se
sientan junto a él durante siete días y siete noches en silencio.
Hasta aquí el prólogo.


Las preguntas

1. ¿Qué significan los personajes?

—Job es ciertamente una figura irreal, una especie de modelo de
laboratorio. Es un símbolo del hombre justo, y por tanto bendito de
Dios, que no tiene motivo alguno para atraer sobre sí al mal; ni por su
causa ni por causa de sus hijos, desde el momento que incluso suelen
hacer sacrificios cada vez que realizan un banquete, y así cancelar las
eventuales culpas cometidas.

No es un personaje real porque cada uno de nosotros tiene culpas
de las que dolerse y de las que debe soportar sus consecuencias
perjudiciales. Se crea, pues, a propósito una figura abstracta a través
de la que se pueda llegar a un modo de conocimiento de Dios.
Es asimismo interesante que Job se presente con características
que no lo ligan a una particular tradición religiosa, confesional. En
todo el Libro, de hecho, no ocurren lo vocablos típicos de la tradición
hebrea —alianza, ley, templo, Jerusalén, sacerdocio—. En Job se
puede reflejar cualquier hombre de buena voluntad, honesto, que
tenga el sentido de Dios y de su misterio.

—Satanás significa todo aquello que de alguna forma pueda tentar
y probar al hombre en sus momentos difíciles.

2. Si estas son las dos realidades que se mueven en la escena
introductoria, nos preguntamos qué hay en el centro de esta acción
tan singular.

—Podremos leer de nuevo la pregunta de Satanás, que es quien
mueve la acción. El Señor le dice: "«¿No te has fijado en mi siervo
Job? ¡No hay nadie como él en la tierra; es un hombre cabal y recto,
que teme a Dios y se aparta del mal!» Respondió Satán a Yahveh:
«¿Es que Job teme a Dios de balde? ¿No has levantado tú una valla
en torno a él, a su casa y a todas sus posesiones? Has bendecido la
obra de sus manos y sus rebaños hormiguean por el país. Pero
extiende tu mano y toca todos sus bienes; ¡verás si no te maldice a la
cara!»" (/Jb/01/08-11).

A-DEO/INTERESADO GRATUIDAD/INTERES: La acción se
configura como una pregunta irreverente o una apuesta hecha sobre
el hombre: ¿existe o no existe la gratuidad en la acción humana?
¿Existe o no existe la libertad que se juega por sí misma y no por un
cálculo sutil? ¿Acaso no es verdad que todo lo que le sucede al
hombre, incluso en sus pensamientos más profundos, es fruto de un
cálculo, de un tomar cuentas, de una esperanza de recibir, de un "do
ut des"?

Esta es la acusación que cada uno de nosotros siente en el fondo
de sí mismo y que el análisis de lo profundo saca continuamente a la
luz: el hombre no sabe amar gratuitamente y toda su acción está
motivada por un interés o incluso por un resentimiento, por una
venganza.

Acciones verdaderamente limpias, íntegras, no existen y la misma
religiosidad—la acción más sublime del hombre—nace de la
esperanza de recibir un premio o se apoya en un premio ya recibido.
Es el drama que rodea nuestra realidad, porque toda situación
humana libre quiere saber si se funda en la verdad, en la
autenticidad, en la gratuidad, o bien en un interés. ¿Cuántas veces
nos cuestionamos sobre si la elección de la vocación, la
perseverancia, nuestro servicio, son fruto del amor de Dios o más
bien de la comodidad, el cálculo, la inclinación o una buena
predisposición? Y al final nos encontramos desolados porque nos
damos cuenta de que los motivos reales de nuestras acciones con
frecuencia son demasiado mezquinos.

Satanás, el Acusador, afirma, pues, que no existe religiosidad
verdadera, que el hombre es incapaz de un amor gratuito, incapaz de
vivir en alianza con Dios. Dios le ofrece una alianza con un amor
auténtico y sincero y espera una respuesta de sincero y auténtico
amor; pero ésta no es posible, es falsa, es una ilusión. La religión, por
tanto, es opio del pueblo, máscara de motivos económicos, sociales,
políticos, psicológicos, culturales; no existe el verdadero amor a Dios,
la divinidad misma ha sido inventada por el hombre para enmascarar
y sublimar sus propios motivos. En realidad el hombre juega consigo
mismo.

—En el centro del drama narrado en el Prólogo, se encuentra sin
embargo, no únicamente la apuesta de Satanás sobre el hombre, sino
también una apuesta de Dios que cree en la verdad del hombre y que
confía en él.

Por eso es un drama universal; cubre toda la gama de las
situacions humanas libres, sobre todo aquellas en las que un
sufrimiento inocente pone a prueba al hombre en la expresión más
verdadera de sí mismo.

El lector se siente integrado en la lucha porque advierte
súbitamente que es un juego incluso su capacidad o incapacidad de
ser auténtico. Como dice un comentarista contemporáneo del libro de
Job: "La representación sagrada de Job es demasiado poderosa para
admitir lectores indiferentes. Quien no entre en la acción con sus
preguntas y respuestas interiores, quien no tome posición con pasión,
no comprenderá un drama que por su culpa quedará incompleto. Pero
si entra y toma posición, se descubrirá a sí mismo bajo la mirada de
Dios, puesto a prueba en la representación del drama eterno y
universal del hombre Job" (cfr. Alonso Schokel, Job, Borla 1985, p.
108).

Es lo que pedimos al Señor que podamos hacer a través de la
lectura del Prólogo del Libro. Os invito a una meditación personal.


Las enseñanzas

Para ayudaros os propongo algunas reflexiones conclusivas sobre
el tema de la prueba.

1. La prueba está ahí, y está ahí para todos, incluso para los
mejores. Job no ofrecía motivo alguno para ser tentado, porque era
perfecto en todo. Es por tanto necesario tomar conciencia de que la
prueba o tentación es un hecho fundamental en la vida.

2. Dios es misterioso. Él sabe perfectamente si el hombre vale o no,
lo sabe antes de probarlo, y sin embargo lo prueba.
"Yahveh tu Dios te ha hecho andar durante estos cuarenta años en
el desierto para humillarte, probarte y conocer lo que había en tu
corazón: si ibas o no a guardar sus mandamientos" (cfr. /Dt/08/02),
dice el Señor a los israelitas expresando el mismo concepto. Este
comportamiento de Dios es parte, me parece, de aquel misterio
impenetrable por el que, incluso al Hijo, le pone a prueba en la
Encarnación. Porque también la Encarnación y la vida de Jesús son
una prueba.

3. El comportamiento al que hay que tender en la prueba es la
sumisión, el aceptar y no preguntar. En el Prólogo aparece esta idea
como conclusiva y resolutiva, pero después vendrá elaborada en sus
etapas a lo largo del poema. "Desnudo salí del seno de mi madre,
desnudo allá retornaré. Yahveh dio, Yahveh quitó: ¡Sea bendito el
nombre de Yahveh! Si aceptamos de Dios el bien, ¿no aceptaremos
el mal?" (1,21;2,10). Esta misteriosa sumisión, cumbre de la existencia
humana ante Dios, se presenta desde el principio como la postura a la
que se debe aspirar. Esto no quiere decir que ya esté en nosotros,
porque en Job mismo será el fruto de todo su trabajo. Y sin embargo,
sólo ella, la sumisión, es capaz de lanzar una pequeña estela de luz
sobre la experiencia dramática de la existencia.

4. En la prueba corremos también el riesgo de la reflexión. El
hombre, por la gracia de Dios, puede asumir rápidamente el
comportamiento sumiso, pero enseguida viene el momento de la
reflexión que es la prueba más terrible. El Libro de Job se hubiera
podido concluir al final del segundo capítulo, demostrando que Job
había resistido porque su amor por Dios era verdadero, auténtico. En
realidad, hay que estar atentos, y la situación concreta de Job no es
la de quien se conforma con un suspiro, con una aceptación dada una
vez por todas; más bien es la situación concreta de un hombre que,
habiendo expresado la aceptación, debe encarnarla en lo cotidiano.
Todo esto da paso al desarrollo dramático del Libro.

Quizás experimentemos algo parecido: frente a una decisión difícil,
a un suceso grave, lo aceptamos con el entusiasmo y el valor que se
nos da en los momentos duros de la vida. Pero, después de una
cierta reflexión aparece una serie de ideas distintas y experimentamos
la dificultad de aceptar lo que con anterioridad habíamos admitido.
Esta es la prueba verdadera.

El primer "sí" dicho por Job es, precisamente, propio de aquel que
reacciona instintivamente hacia lo mejor; el problema está en
mantener durante toda una vida este "sí" ante el acoso de los
sentimientos y de la batalla mental.

La primera aceptación, por tanto, que con frecuencia es una gracia
de Dios, aún no es completamente reveladora de la gratuidad de la
persona. Tiene que pasar por la larga prueba de la cotidianeidad.
La prueba de Job no consiste tanto en ser privado de todo bien y
en quedar lleno de llagas, sino en el deber resistir día a día las
palabras de los amigos, la cascada de razonamientos que intentan
hacerle perder el sentido de lo que él es verdaderamente. Desde este
punto la prueba comienza dentro de la inteligencia del hombre y la
verdadera tentación continua, en la que también nosotros entramos y
ante la que corremos el riesgo de sucumbir, es la de perdernos en el
terrible trabajo de la mente, del corazón, de la fantasía.


El libro de los más pobres de la humanidad

Añado una última anotación que podéis tener presente, meditando
sobre Job como el libro de los más pobres de la humanidad. A este
propósito me ha iluminado mucho un comentario sobre Job, que me
regaló el año pasado en Moscú su propio autor, Gustavo Gutiérrez
(cfr. G. Gutiérrez, Job. Hablar de Dios desde el sufrimiento del
inocente, Ed. Du Cerf, París 1987). No se trata de una reflexión
propiamente exegética, sino de un texto capaz de iluminar la
humanidad del Libro de Job, que Gutiérrez lee implicando el grito de
los pobres de América Latina.

Todos sufrimos a causa de los errores, también de los nuestros, y
sin embargo una gran parte de los hombres sufre más de lo que
mereciera, más de lo que han pecado: es la gente miserable, que
sufre, oprimida, que constituyen quizás las tres cuartas partes de la
humanidad. Esta multitud inmensa hace que nos preguntemos: ¿por
qué?, ¿qué sentido tiene?, ¿es posible hablar de un sentido?

Afrontar cuestiones tan dramáticas es propio de un libro que está
fuera de los esquemas ordinarios de la vida, como es el Libro de Job.

Y nosotros, que queremos ser fieles a Jesús en sus pruebas y
sabemos que sus pruebas son las del pueblo mesiánico, del pueblo
que sufre, de los pueblos del hambre y de la pobreza, intentamos, a
través de nuestras reflexiones, acercarnos a sus pruebas y aceptar
las nuestras, con frecuencia pequeñas, pensando en aquellas tan
grandes que afligen a una gran parte de la humanidad.


La prueba del joven rico

Homilía del lunes de la XXª semana "per annum"
Lectura: Jc 2,11-19; Mt 19,16-22

Nos encontramos, en esta capilla, frente a la imagen de la Virgen en
el momento de la prueba más terrible de su vida, en el momento de su
más grande y más dramática tentación: la imagen de la Virgen
Dolorosa. Su rostro nos hace ver las lágrimas de María, es decir su
participación en nuestra pruebas, en las pruebas y sufrimientos de
sus hijos.

"Oh María, madre nuestra, te ofrecemos estos días, te ofrecemos
nuestra vida, todo aquello por lo que nos vamos a esforzar para entrar
con mayor intimidad en el misterio de Jesús, en la intimidad con sus
pruebas y con su camino."

—La primera lectura (/Jc/02/11-19) suscita en nosotros una
cuestión acerca del significado de un Libro del Antiguo Testamento
que habla de guerras, de batallas, de muertes, ciertamente muy
alejado de nuestra forma de vivir el misterio de Dios.
Sin embargo se puede suponer que quiera ser respuesta a la
cuestión que los hebreos se ponían pensando en los inicios de su
historia: ¿Cómo Dios ha prometido una tierra donde mana leche y
miel, y después no nos la da gratuitamente, sino como una tierra que
hay que conquistar con fatigas, a través de innumerables ansiedades
y sufrimientos?

¿Cómo nos la ha dado después de siglos de incertidumbres,
haciéndonos sentir durante tanto tiempo la amenaza de otros pueblos,
casi extranjeros en esta tierra?

Se proponen varias respuestas a esta cuestión que, en el fondo, es
la misma de la prueba de Job: ¿por qué Dios se ha comportado
conmigo de esta forma y no de otra?

Por ejemplo, en el capítulo siguiente al pasaje que acabamos de
escuchar, se dice que Dios no quería que los israelitas olvidaran el
arte de la guerra, arte que sus padres habían aprendido para entrar
en la tierra prometida. En otro lugar se responde que Dios quería que
el terreno no se hiciera salvaje; cuando las cosas van muy bien el
hombre tiende a la pereza, a rechazar la fatiga de cultivar la tierra. O
bien en los Libros sapienciales se aduce, como motivo, el querer dar
posibilidad de conversión a los otros pueblos.

La razón fundamental que aporta el Libro de los Jueces es que los
hebreos no merecían el don de la tierra prometida y que se alejaban
regularmente del Señor cada vez que tenían la oportunidad.

Podemos extraer una gran verdad: cada uno de nosotros y la
humanidad como conjunto nos desgastamos fácilmente cuando las
cosas van a toda vela, cuando la oración, la salud, el apostolado, la
amistad y los afanes mundanos van de maravilla. No debiera ser así
desde el punto de vista teórico, desde el momento en que el hombre
está hecho para la felicidad, para la plenitud de los dones. Pero en
concreto la situación histórica del hombre, herido por el pecado, hace
que en la condición de bienestar se dedique a adorar a los ídolos, se
llene de orgullo, se adore a sí mismo, su propio poder, la ostentación
de sus propias posibilidades, de sus propias prestaciones físicas,
sociales e intelectuales.

El Señor pone a prueba a los israelitas cuando, habiendo alcanzado
un mínimo de paz y de bienestar, se hacen idólatras.

La prueba aparece, pues, como una manera providencial con la
que Dios nos mantiene despiertos.

Debemos admitir, volviendo a pensar en nuestra experiencia, que
nos adormeceríamos fácilmente si contínuamente no hubiera
pequeños sufrimientos, estímulos físicos y morales, que nos obligaran
a situarnos en disposición de lucha espiritual.

Hay una providencia divina misteriosa en el hecho de que el pueblo
no pueda disfrutar pacíficamente, desde el inicio, de la posesión de la
tierra; hay un camino misterioso de purificación de las personas, como
individuos y como grupo, a través de las dificultades y del dolor.
Incluso si no comprendemos muy bien el porqué de esta economía
divina, hemos sido llamados a contemplarla en el caminar del pueblo
de Dios, para poder aceptarla al menos un poco en nuestra existencia
personal.

—En el pasaje evangélico (/Mt/19/16-22) Jesús pone a prueba a un
joven que creía ser muy valiente, creía haber alcanzado la posesión
plena de la propia tierra, de sus propias facultades, que creía que las
había puesto bajo la ley de la razón, bajo la ley de Dios. Consideraba
que estaba en el lugar exacto y preguntaba: ¿Qué me falta, que aún
no tenga? Aquí estoy, estoy dispuesto.

Jesús pronuncia unas simples frases: "Si quieres ser perfecto, vete,
vende lo que tienes y dáselo a los pobres, y tendrás un tesoro en los
cielos; luego ven y sígueme" (v. 21). Y el joven comprendió que aún
estaba muy lejos de la meta: "Al oir estas palabras, el joven se marchó
apenado, porque tenía muchos bienes" (v. 22). Este es el misterio de
la prueba, que se verifica cuando una persona se considera segura,
casi en el ápice de su camino espiritual. Con una nueva exigencia, el
Señor nos hace comprender que aún queda mucho por hacer, y feliz
la persona que no se escandalice.

El drama del joven está en no haber comprendido que se trataba de
una prueba, como si dijéramos que tomó la invitación de Jesús
demasiado en serio. Si hubiese respondido: Tú me pides, Señor, una
cosa difícil, y sólo ahora he abierto verdaderamente mis ojos. No sé
cómo hacer para seguir tu propuesta, pero ayúdame, dame la gracia
necesaria. Si el joven hubiese tenido este brillo de inteligencia, su
historia hubiese sido bien distinta.

Él no se ha dado cuenta de que la prueba mostraba una fragilidad
ante la que no debía sorprenderse, porque era un pequeño escalón
en el camino más abierto hacia Jesús. Así que se entristeció y se
marchó.

Su situación es una de tantas en la que la prueba, no aceptada,
genera ofuscación y muerte.

PRUEBA/CRISIS: "Señor, estamos aquí frente a ti, para decirte que somos frágiles; aunque ni siquiera imaginemos cual pueda ser tu exigencia capaz de hacernos entrar en crisis, sabemos que existe. Pero no nos sorprenderemos si nos cuesta aceptarla, si nos resulta incluso repugnante. Más bien te pediremos: ¡Ten piedad de nosotros! ¡Concédenos tu misericordia!

Oh María, madre de Jesús crucificado, infunde en nuestro corazón
aquel amor y aquella humildad que el Señor hubiera querido en el
joven rico. Haz que allí donde constatemos incapacidad o rechazo,
podamos servirnos de ellos como escalón para crecer en el
conocimiento de nosotros mismos, en el amor de tu Hijo. Y a través
del don de la muerte y de la resurrección de Jesús, proporciona a
nuestro corazón la medicina que le cure de su pobreza, angustia y
miedo, para que pueda ser iluminado por la alegría de la divina
presencia.

 

 

EDICEP CB. Valencia 1990.Págs. 5-39