LOS PADRES ACONSEJAN ACERCA DEL COMPORTAMIENTO.

 

 

     1º.   CUANDO ESTA PERMITIDO EL JUICIO.

 

 

     Hemos visto, hasta aquí, la insistencia de los Padres del Desierto en definir la critica, la ma- ledicencia y la calumnia como reprobables. Pero ¿existen casos en los que es licito comunicar el pecado del hermano sin que sea una acción pecaminosa?.

 

     Ya en el prologo se recogen algunos ejemplos de cuando esta permitido juzgar; es mas: cuando es necesario hacerlo. En este capitulo nos ocuparemos del argumento en relación con la vida personal del hombre.

 

     Basilio el Grande, en sus “Reglas Detalladas”, responde a la pregunta << ¿qué significa “no juzguéis si no queréis ser juzgados”? >> con estas palabras: << Cuando el Señor nos manda, por una parte, no juzgar para no ser juzgados y, por otra, juzgar con un juicio justo, nos enseña que existe una diferencia en la forma de juzgar. Sobre esta diferencia entre juicio permitido y juicio ilícito nos ha hablado muchas veces, y con gran claridad el apóstol Pablo: “no se pueden juzgar los asuntos que la Sagrada Escritura nos prohíbe ( por ejemplo, el estar atentos a ciertos alimentos impuros ) o sobre las cosas que no agradan a Dios, por las que él Apóstol acusa a los que las condenan” . Esta opinión paulina está contenida en las palabras “ Pues bien, yo por mi parte corporalmente ausente, pero presente en espíritu, he juzgado ya, como si me hallara presente, al que así obro; en nombre del Señor Jesús, reunidos vosotros y mi espíritu con el poder de Jesús, Señor nuestro, sea entregado a Satanás para la destrucción de la carne, a fin de que el espíritu se salve en él día del Señor” ( 1ª Cor. 5,3-5 )

 

     << Si se trata de cosas personales o inciertas, caso muy frecuente, abstenerse del juicio, de acuerdo con lo que dice S. Pablo “ A si que no juzguéis nada antes de tiempo hasta que venga el Señor. El iluminara los secretos de las tinieblas y pondrá de manifiesto los designios de los corazones” ( 1ª Cor. 4,5 ).

 

     Pero es necesario luchar para que no se aniquilen las leyes de Dios; de lo contrario nuestra indiferencia seria causa de condena, tanto para el que permanece pasivo, como para el que ha pecado. Quien juzgue, que este en guardia para no cometer el mismo pecado de aquel a quien se juzga, pues el Señor dice: “ Saca primero la viga de tu ojo, y entonces podrás ver para sacar la paja del ojo de tu hermano” ( Mt. 7,5 ) >>

 

     En otro momento de su obra responde Basilio el Grande a la pregunta << ¿Qué es maledi-cencia? En estos términos: << Dos son los casos en que se puede decir el mal de una personas: el primero es cuando es necesario discutir con otros, dotados de diácresis, la mejor forma de corregir al que ha pecado, el segundo es cuando hay que proteger a hermanos que, por su ignorancia, pueden ser confundidos por otros. El mismo S. Pablo prohíbe relacionarse con los que tratan de engañar. El que no protege a los hermanos es como si se pusiera un lazo en torno al cuello. Por eso, es necesario ayudarse mutuamente, como dice S. Pablo en su carta a Timoteo

“ Alejandro, el herrero, me ha hecho mucho mal. El Señor le retribuirá según sus obras. Tú tam- bien guárdate de él, pues se a opuesto tenazmente a nuestra predicación” ( 2ª Tim. 4,14-15 )

 

     Basilio el Grande, en un caso análogo, se comporto como había sugerido. Para ayudar a los

que escribía, en una de las cartas cuenta como se había visto forzado a hablar mal de una persona: << El caso es muy difícil y no sabemos que hacer frente a una persona de carácter tan inicuo y, por otra parte, no existe ya esperanza de enmienda. Cuando se le interpela, no se presenta. Si se presenta, habla echando pestes y blasfema tanto sobre su inocencia que solo de- seas alejarte de él lo antes posible. Le he visto a menudo devolver las acusaciones contra los que le denunciaban. Se podría decir que no existe sobre la tierra otro ser de naturaleza tan inicua e inclinada al mal. Vosotros decís que habéis decidido soportar su injusto comportamiento como si fuese la ira de Dios y me pedís que intervenga; pues bien, os sugiero que le alejéis de las oraciones comunes para que no os contagiéis y que interrumpáis su comunicación con el resto del clero. Si os protegéis de él de esta forma, quizá se avergüence>>

 

     Como ya se ha dicho en el prólogo, al monje se le permite hablar con el Abad sobre los pecados de un hermano cuando no pueda corregírselo él solo, y exclusivamente con miras a un beneficio espiritual.

 

     Para resumir el pensamiento de Basilio el Grande sobre cuando es licito el juicio, se puede decir que esta permitido juzgar cuando el monje comete acciones contrarias a la voluntad divina

Y él que le corrige no quiere ser culpable del mismo pecado; cuando la ayuda al pecador se discute con padres espirituales con diácresis, y cuando se quiere proteger a otros hermanos de los de una relación fortuita con el pecador y los peligros derivados de ella.

 

      Los Padres posteriores a Basilio el Grande repiten los mismos conceptos. Abbá Barsanufio, por ejemplo, en respuesta a la pregunta de un hermano, dice: << Si cuentas algo sobre el com- portamiento de un hermano y estas libre de pasiones, no te manchas con la maledicencia, sino que actúas para que no aumente el mal >>

 

     La enseñanza de Máximo el Confesor es análoga: << Dos son las razones por las que puedes referir el pecado del hermano: la primera es la corrección del que ha pecado, con tal de que tu estés libre de pasiones y, la segunda es la corrección de los demás. Pero cuando tu propósito es difamar y humillar, entonces eres abandonado por Dios >>

 

     Los tres autores citados ( Basilio el Grande, Máximo el Confesor y Abbá Bersanufio ) nos hablan de un aspecto particular del juicio: la intención.

 

     Si no existen buena intención hasta la mejor acción se convierte en pecado, y prueba de ello es la extrema cautela que muestran los Padres al pronunciar cualquier juicio.

 

     Un ultimo caso en el que es licito el juicio es cuando hay que rechazar una enseñanza herética. Anastasio el Sinaita, hablando de la constumbre de calumniar al clero que tienen algunos, dice que dicha acción es inadmisible en si misma, a no ser que el sacerdote al que se le acusa haya << errado en argumentos dogmáticos >>

 

     Pero incluso en tal caso hay que tener mucho cuidado, porque el juicio sobre un error dogmático no es facil, ni todos lo pueden discernir. El que esta privado de instrucción teológica, o se apresura en el juicio, se arriesga a encontrar errores donde no los hay.

 

     Algo semejante debió ocurrirle a Basilio el Grande, porque escribe en una de sus cartas. <<Si el error es sobre argumentos de fe, debemos examinar con cuidado el texto que lo contiene porque el error podía haber sido cometido por aquel que ha formulado la acusación y no por el que ha sido acusado. Se ha constatado que muchas acciones buenas y justas no constan como ta-

les a hombres malvados e injustos que sacan conclusiones falsas de su juicio erróneo. A quien tiene el paladar enfermo hasta la miel le resulta amarga, y un ojo defectuoso no ve las cosas cercanas e imagina las que están lejos.

 

     Sucede algo análogo con el significado de las palabras de un texto, cuando el lector que juzga es inferior intelectualmente al contenido del texto que se lee. Seria pues oportuno que el que escribe y el que lee y juzga tuvieran el mismo grado de instrucción. De la misma forma que el que desconoce la agricultura no puede juzgar cosas relativas al campo, ni el que carece de oído musical puede distinguir la justa melodía de un fragmento de música, así tampoco puede ser juez de palabras si no se presentan los maestros  y estudios realizados. Lo mismo vale para asuntos espirituales, puesto que el que esta privado de diácresis no puede juzgar >>.

 

     Procede una ultima observación: muchas son las palabras que los Padres usan para condenar la critica, la maledicencia y la calumnia; pocas son las que emplean para ilustrar los casos en los que es licito juzgar y comunicar a los demás el propio juicio. Por lo tanto, es aconsejable que quienes se inician en el ejercicio espiritual eviten del todo el formular cualquier juicio.

 

 

 

  2º.   COMO SE PUEDEN REMEDIAR LOS DAÑOS PRODUCI-

         DOS POR LA MALEDICENCIA Y LA CALUMNIA.

 

 

 

     Los Padres no han dejado una terapia sistemática para estos dos pecados, y ya se ha dijo que la curación de estos males, como la de otros muchos, no se logra con el conocimiento, sino con resolución y lucha.

 

     Incluso la mejor terapia, si es letra muerta, no conduce a ningún resultado. Al contrario, el conocimiento del mal sin la compasión del alma hace al hombre mas duro e impasible, porque le quita el miedo a la ignorancia y la posibilidad de desesperarse.

 

     Todos los Padres proponen generalmente dos vías para vencer criticas, maledicencia y calumnias: la primera es de tipo negativo y consiste en intentar evitarlas; la segunda es de tipo positivo e impulsa a actuar para vencerlas.

 

 

   A)   LA VIA NEGATIVA.           

 

 

       Una primera recomendación de los Padres es, ante todo, alejarnos de quienes critican y juzgan con maledicencia, para protegernos a nosotros, y a ellos de este pecado. Quien escucha al que critica demuestra que quiere participar en sus palabras y, por tanto, peca. El que practica la maledicencia habla a menudo de forma análoga al auditorio que tiene delante, como dice el Beato Antíoco: << Si escuchamos palabras contra un hermano, no acusemos al que las dice sino a nosotros que las estamos escuchando. El que usa la maledicencia se adapta a la disposición del que le escucha >>

 

     Por eso, el que escucha al que critica cae en su mismo pecado. Un hermano pregunto al Beato Juan << Si un hombre no siente inclinación a criticar, pero escucha con placer al que cri-

tica, ¿será juzgado por ello?>>. Y el santo monje contesto << El que escucha con placer las criticas se mancha de maledicencia y será castigado del mismo modo >>.

 

     El Beato Antíoco repite el mismo concepto << Es bueno no juzgar en absoluto y ni siquiera escuchar al que critica: el que escucha cae en el mismo pecado porque, al oír las criticas, se vuelve hostil hacia el hermano >>.

 

     Isaac el Sirio concluye: << Si amas la pureza de corazón, con la que puedes contemplar al Rey del universo, no debes hablar mal de nadie ni debes escuchar al que hable mal del prójimo. Si te encuentras en medio de dos personas que empiezan a litigar, vete de allí y cierra tus oídos para no escuchar palabras de odio y para no matar tu alma >>.

 

     Abbá Ammón enseña acerca de estar en compañía de quienes critican << Si alguien habla mal de un hermano en tu presencia evítalo para que no te sucedan también a ti cosas desagrada- bles >>

 

     Máximo el Confesor dice que no hay que escuchar las palabras de los que critican, aun cuando éstas sean ciertas: << No consideres amigos a los que, con sus palabras, te provoquen tristeza y odio hacia otros hermanos, aunque digan la verdad. Debes evitarlos como si fueran serpientes venenosas. Si actúas así, los frenaras en su acción y salvaras tu alma de semejante maldad >>

 

     Juan Clímaco es todavía mas categórico, y ordena interrumpir al que critica: << No tienes que avergonzarte, sino al contrario: debes decirle que se calle, porque los pecados que cada uno hace cotidianamente son peores que los atribuidos a otros. Si actúas como te he aconsejado obtendrás dos cosas: salvarte a ti mismo y a tu prójimo con una única medicina >>

 

     Un ultimo caso, mas bien difícil, es la critica a un enemigo. Abbá Isaac dice: << Si tu herma-no ha hecho algo malo contra ti y viene otro a contártelo, controla tu corazón para que no despunte él odio. Recuerda que, si  quieres que Dios te perdone tus pecados, has de evitar la venganza >>

 

     La segunda parte de este texto trata de la necesidad de no ser curioso con la vida de los demás. La practica de esta virtud, que se ve obstaculizada por nuestro carácter mediterráneo, conduce a estar despreocupados ( no indiferentes ) no sólo de los hermanos malos, sino también de los buenos.

 

     En las “Sentencias de los Padres” se lee que Abbá Moisés dijo a un hermano: << Si nos ocú- pasemos de mirar nuestros pecados, no tendríamos tiempo de mirar los de nuestro prójimo. ¿No es imprudente aquel que deja su propio muerto para ir a llorar al del vecino?. El significado del dicho “muere por tu prójimo” está en mirar los propios pecados, a fin de evitar el deseo de saber si el prójimo es bueno o malo >>

 

     Ocuparnos del otro nos quita un tiempo precioso para observar nuestros pecados, acción que seria muy útil para curarnos de la critica y la maledicencia. El Beato Nilo de Ancira dice: <<Quien se afana por indagar los pensamientos ajenos no ve sus propias acciones >>.

 

     El que no se ocupa de los demás no tiene la posibilidad de juzgar ni de condenar, y Dios le recompensa y le salva. Máximo el Confesor, profundo teólogo y maestro de nuestra Iglesia Or- todoxa, escribe en su obra “ Preguntas y Respuestas” que existen cuatro posibilidades de salva-

ción para el hombre. Una de ellas es la siguiente << Cuando escuches que el Señor te dice “no juzguéis para que no seáis juzgados” respeta la palabra divina y no juzgues a nadie; así, el otro tampoco será juzgado aunque sea culpable, porque has respetado el mandamiento. No dudes: Dios no olvida lo que ha prometido >>.

 

     Anastasio el Sinaíta repite el mismo concepto en el siguiente episodio: << Una vez un monje “megalosquima” ( Uno de los mas altos grados monásticos ) que había vivido de forma impru-dente y con pereza espiritual, enfermo gravemente. Aunque sabia que estaba próxima su muerte no tenia miedo, soñó que, al contrario, la esperaba con alegría y deseo.

 

     << Uno de los venerables hermanos que le asistía en la agonía le dijo: “No podemos com-prender como puedes estar tan tranquilo en una hora como ésta, cuando has pasado toda tu vida en negligencia y pereza”. El otro respondió “ Es verdad, padres venerables, mi vida a trascu-rrido como habéis dicho, pero los Ángeles de Dios me acaban de traer el manuscrito de mis pecados y me lo han leído a partir de cuando empecé a ser monje. Me han preguntado también si me acordaba de ellos y yo les he dicho que sí. He añadido, además, que yo no había juzgado jamás a nadie ni mostrado malicia hacia alguno, pues rogué poder cumplir siempre las palabras divinas que dicen “ no juzguéis para que no seáis juzgados”. Pues bien, hermanos queridos, apenas he dicho esto a los Ángeles, ellos han roto el manuscrito de mis pecados. Ahora puedo ir hacia Cristo con gran alegría y sin ninguna preocupación”

 

     >>Mientras decía estas palabras, entrego su alma a Dios y fue objeto de las oraciones de todos >>

 

 

   B)   LA VIA POSITIVA.             

 

    

     Esta vía se puede dividir en tres partes. La primera la componen las recomendaciones de los Padres acerca de reflexionar sobre las propias culpas, pequeñas o grandes. De los pequeños pecados, a menudo pasados por alto, se originan los grandes, como dice Abbá Doroteo << Si es- cuchasemos las palabras de los Padres espirituales, difícilmente caeríamos en pecado. Si no des- preciasemos los pecados pequeños, sin prestarles atención, no existirían siquiera los grandes y graves. La costumbre de menospreciar los pequeños pecados de curiosidad conduce al pecado mas grave de maledicencia, calumnia y humillación del prójimo >>.

 

     El Beato Nilo de Ancira afirma: << No te erijas en juez arrogante de los que se equivocan, mas bien, presta atención a ti mismo y a tus acciones. Si te has equivocado debes gemir por ello; y si todo te ha ido bien, no presumas de ello. Si no te han acusado todavía, no seas soberbio para que no te cubras con el mal como si se tratase de un ornamento >>

 

     Cuando el hombre esta atento a sus pecados, no tiene tiempo a ver los de los demás: <<Quien quiere salvarse ( dice Abbá Doroteo ) no observa los defectos ajenos, sino que ve los suyos y avanza de esta forma en el camino de la virtud >>

 

     Juan Clímaco es mas claro aun << Los que se constituyen jueces severos de los defectos ajenos se convierten ellos mismos en objeto de pasiones semejantes, puesto que no se interesan jamás por los defectos propios. Sin embargo, quien ve sus propios defectos, desprovistos del velo del egoísmo, no tiene otra curación que llorar el resto de su vida y derramar tantas lagrimas como agua contiene el Jordán >>

     También es bueno vigilar las causas de la maledicencia: oídos y ojos. Abbá Isaías nos enseña << Si escuchas palabras de maledicencia no las retengas en tu camino de vuelta al monasterio; si proteges tus oídos, tu lengua no pecará >>.

 

     Es útil, asimismo, repetir la opinión de Nicetas Stethatos citada antes: << Cuando, debido a nuestra pereza espiritual, permitamos que los demonios susurren en nuestros oídos sospechas hacia nuestros hermanos, pero no estamos atentos al mismo tiempo a nuestros ojos, ocurre entonces que estos demonios nos hacen juzgar no solamente a los hermanos, sino también a los que son perfectos en la virtud >>.

 

     La autocrítica de estos males de los que hablamos debe ser mas profunda todavía. Se llega así a la segunda parte de la vía positiva que hay que recorrer para hacer frente a la maledicencia: la humildad.

 

     Es verdad que la humildad se encuentra siempre en la base de toda virtud, pero aquí nos ocupamos de ella en relación con los pecados que estamos tratando.

 

     Al principio del libro se ha dicho que la principal causa de la maledicencia es el orgullo. Evagrio Póntico afirma: << Si el hombre no es humilde no puede tener éxito en el ejercicio espiritual, porque desprecia la gracia al pensar que se han fatigado más que los demás >>

 

     Abbá Isaías lo hace mas patente todavía: << El humilde no tiene lengua para acusar al otro de negligencia o para hablar con desprecio; no tiene ojos para ver los defectos de los demas y ni siguiera tiene oidos para escuchar cosas inútiles para el alma; no tiene nada contra nadie y solo piensa en sus propios pecados >>

     Y además: << Cuando estés sentado en tu celda y te vengan ganas de juzgar a alguien, piensa que tus pecados son mas numerosos que los del otro; y si crees que tus acciones son buenas, de- bes pensar que no le han agradado a Dios >>

 

     Paralelamente a la lucha por conseguir la virtud de la humildad, los Padres proponen una tercera via positiva: el interés por el prójimo.

 

     Una posible revisión de nuestro modo erróneo de mirar a los demás seria la de observar sus virtudes y sacrificios, comparándolos después con los nuestros para alcanzar, de esta forma, compasión y beneficio espiritual.

 

     El Beato Juan, con ocasión de que algunos monjes estaban criticando a otros a los que se consideraban mas avanzados en la lucha espiritual, les reprende primero y después les dice: <<¿No seria preferible desear cosas buenas para nuestros hermanos, y sacar provecho de reconocer nuestra negligencia mientras ellos ejercitan la continencia? >>

 

     Un paso mas en el interés por el prójimo es el de sufrir con él. El Beato Antíoco observa <<Debemos pensar solo en lo que se nos ha ordenado: llorar por nuestro defectos; pedir a Dios que nos limpie de nuestra inmundicia y sufrir con nuestros hermanos y con los que creen en Cristo. Si hacemos esto, agradaremos al Señor >>.

 

     Nilo de Ancira lo expresa mas claramente: << Si tu prójimo peca, tu debes gemir, al hacerlo gemirás por ti mismo, porque todos somos responsables del pecado>>.

 

     Simeón Metafrasto añade: << Cuando veas que un hermano llora de arrepentimiento por sus pecados, siente simpatía por él y llora a su lado: muchas veces sucede que los pecados del prójimo son motivo de corrección para los nuestros. El que llora con lagrimas amargas por los pecados ajenos se cura a si mismo de todos aquellos pecados por los que ha llorado >>

 

     En la misma línea de estas recomendaciones se encuentra la siguiente anécdota de los “Rela-tos de los Ancianos” << Una vez un monje se quejo a su confesor de que un hermano le impe- dia concentrarse espiritualmente. La respuesta fue esta “ Resiste, hermano mío, y Dios al ver tu paciencia, corregirá a tu hermano. La dureza no sirve para corregir, igual que un demonio no puede expulsar a otro; solo la bondad puede dar buenos resultados: Nuestro Señor corrige a los hombres con la consolación.

 

     En Tebaida había dos monjes; uno tenia pensamientos impuros y quería volver al mundo, pe- ro el otro le suplicaba llorando que no se fuere, pues de ese modo perdería las fatigas espiritua-les que había hecho y la virginidad. A pesar de ello, el primero no se convencía y entonces el segundo se dirigió a un padre espiritual, que le aconsejo que se fuese con aquel al mundo. Cuan- do llegaron a la primera ciudad, Dios le quito el aguijón de la carne al primero ya que el segundo se había sacrificado, los dos se volvieron sin problemas al desierto >>.

 

     Una ultima forma de interés por los demás es la oración, sobre todo por aquellos que son objeto de maledicencias. Isaac el Sirio dice: No odies al pecador, pues todos somos responsa-bles. Pero si quieres por gracia divina, acercarte a él, llora por él. ¿ Por qué has de odiarle?. Odia mas bien sus pecados, reza por él y así te parecerás a Cristo, que no desprecia a los pecadores sino que reza por ellos >>

 

     En un elogio de Isaac el Sirio, escrito por un autor anónimo, se lee: << Quien ama la paz del alma y la pureza de corazón no ve los errores del prójimo; no trata de corregirlos con palabras, sino que ora continuamente al Señor, con piedad y lagrimas, para que perdone los pecados de todos: los que han pecado por ignorancia y los que lo han hecho conscientemente. Todos, en efecto, grandes y pequeños, caemos en el pecado porque somos humanos>>.

 

     En la “Vida de la Beata Teodora” se lee también: << Note alegres de las caídas de tu prójimo sino que llora por ellas. Si crees que alguien vive en el mal, reza por él >>

 

 

 

   3º   CUANDO LOS DEMAS HABLAN MAL DE NOSOTROS.         

 

       

      La enseñanza de los Padres del Desierto no se limita únicamente a condenar los graves pecados de maledicencia, critica, chisme y calumnia, a explicar las razones de esta condena e informar a los cristianos sobre los distintos modos de evitarlo, sino que nos dan consejos de cómo afrontar la calumnia cuando nosotros somos objeto de ella.

 

     Se trata de consejos de carácter espiritual y no técnicos, porque no enseñan una metodología “laica” para afrontar la maledicencia, sino que inducen a reflexionar sobre ella y a superarla con el exclusivo fin de progresar en la vía de la virtud.

 

     Los Padres advierten al cristiano que empieza el camino espiritual sobre la situación parti-cular en que se encuentra. Su sensibilidad le podría llevar a sospechar, de los demás, y juzgarlos

Tal hipersensibilidad no es totalmente independiente del defecto de orgullo, que es el campo del demonio, así pues, sospechar de que los demás hablan mal de nosotros es otra tentación del que es enemigo del genero humano.

 

     El gran Bersanufio lo expresa claramente << Pensar que los demás hablan mal de ti es la pri- mera batalla como principiante >>.Una aclaración de lo que se siente al ser objeto de la calum- nia nos la ofrece Abbá Isaías cuando dice que el dolor sentido en tal ocasión es signo del orgu- llo, creación “ que lleva a despertar al hombre viejo y que impide la compasión por el pecador”

 

     Y mas todavía: el dolor que se siente es obra del demonio, y darle importancia es signo de orgullo, y aleja al fiel del correcto ejercicio espiritual. Esto es lo que dice Abbá Isaías. <<Si alguien te acusa y sufres por ello, tu dolor no es verdadero. Si dicen de ti algo que es falso y te sientes ofendido, has de saber que en tu sentimiento no hay temor de Dios. Tus reacciones de- muestra que el hombre viejo vive en ti y te gobierna aun. No creas que detrás de todo esto esta la cólera de los que te acusan y ni siquiera que las molestias que sufres están relacionadas con el verdadero dolor del hombre, que solo se forma por la voluntad de Dios. >>.

 

     Algo similar también nos dice Marcos el Eremita: << Algunos, elogiados por sus virtudes, se han vuelto tan alegres que se han creído que su jubilo es algo constructivo. Otros acusados por sus pecados, han sufrido tanto que han creído que su dolor era obra del mal. >>.

 

     Al decir esto, los Padres indican el modo de superar positivamente la maledicencia que se dirige contra nosotros, porque ella representa solo una pequeña parte de la suma de nuestros pecados conocida por Dios.

 

     Dice Abbá Isaías:  << Si sientes que alguien te ha hecho mal, resiste de buen grado, para que no te lamentes de él con los demás, le juzgues o difames y le pongas como reo en la boca de todos, diciendo después que no has hecho nada censurable. Si tienes temor del infierno, Detén los males que quieres devolver a tu prójimo y dite a ti mismo; soy un miserable; porque por una parte rezo por mis pecados y Dios los perdona sin hacerlos públicos, y por otra parte, lleno de rabia contra el prójimo, no admito el perdón para él y lo arrojo para pasto de bocas ajenas.

 

     Si tu corazón es dócil y sabes protegerte de los males, tendrás sobre ti la misericordia divina; pero si tu corazón se endurece como  piedra, entonces Dios te olvidara. Perdóname hermano mío, porque yo soy pecador y tengo vergüenza de mi mismo>>.

 

     Con el mismo espíritu, Abbá Isaías continua en tono epigramático: << ¡ Ay aquel que deseoso de inmundicia, exige honor como si fuese un santo >>. Y concluye diciendo: << Si al- guien justa o injustamente, nos reprende o habla mal de nosotros ....... pero ¿qué digo?: aunque nos condujese a la muerte “como ovejas al matadero” , no debemos rebatirle para nada, sino consolarle y hablarle con humildad >>

 

     Los Padres nos ayudan sabiamente en la lucha espiritual que debemos combatir contra noso-tros mismos cuando somos objeto de maledicencia. El perfeccionamiento del cristiano no es obra de individuos, sino una acción que sucede dentro de la Iglesia y con la Iglesia. Por tanto, es necesario que el cristiano calumniado no se preocupe solo de cómo superar su herida personal, sino que se esfuerce también por no ser causa de maledicencia con un comportamiento tolerante o escandaloso para los fieles, y refuerce con su actitud a los indiferentes y a los traidores a la fe.

 

     Necesita una doble virtud para afrontar las ofensas con tolerancia y silencio. Primeramente hay que controlar las emociones, tratando le eliminar la rabia y la venganza para no añadir una herida a otra herida. Si no es capaz de ello, mejor es encomendar todo a Dios para que El esta- blezca la verdad. En efecto, una respuesta mal dada en vez de corregir el mal puede aumentarlo en tres dimensiones: dañando al que responde, al que recibe la respuesta y al que esta escuchando.

 

     Es ejemplar lo que Basilio el Grande, como cristiano y jefe eclesiástico, enseña con palabras y obras. Una vez el obispo de Neocesarea del Mar Negro y su clero se enfrentaron con malicia contra Basilio el Grande por cuestiones disciplinarias, y él, no queriendo ningun mal entendido, les escribió una carta a la que no dieron ninguna respuesta. Así pues, escribió una segunda carta que empieza así << Ya que todos, sin excepción, os encontráis en estado de odio y seguís fiel- mente a vuestro obispo en la guerra que me habéis declarado, había pensado permanecer en silencio sufriendo por el disgusto que me habéis causado. Pero como no hay que callarse ante las calumnias cuando ponen en riesgo la verdad, pues con ello se daña a los que creen, he pensado que seria justo enviaros a todos vosotros una nueva carta, aunque no haya recibido nin- guna respuesta a la que os envié >>.

 

     En otro momento escribe así a los monjes de una Provincia lejana << Todas las Iglesias se han conmovido y todas las almas se han agitado porque algunos han empezado a acusar a sus hermanos. La mentira se dice sin temor y la verdad se oculta. Los que han sido acusados son condenados sin juicio; y los que acusan se les cree sin ningún examen. Cuando he oído que, desde hace tiempo, circulan cartas contra mi, en las que se me acusa de hechos de los que  estoy dispuesto a defenderme en el tribunal de la verdad, he decidido permanecer en silencio. Me bas- ta tener al Señor como testigo contra la calumnia, porque solo El conoce los secretos de los hombres.

 

     >> Pero como muchos han interpretado mi silencio como confirmación de las acusaciones que se hacían contra mi, y no como un acto de longanimidad por mi parte, he decidido escri-biros esta carta. Apelo, pues, a vuestro amor y os pido que no aceptéis como validas las acusa-ciones que se hacen contra mi, porque son falsas. Ninguna ley juzga a alguien sin primero haberlo escuchado >>

 

     El gran obispo no tenia ninguna dificultad en afrontar en silencio las acusaciones que se le hacían y el único motivo que juzgaba valido para interrumpir su silencio era el proteger a los demás de los pensamientos malignos que pudiesen nacer en ellos. Por eso les invitaba a refle- xionar sobre todos los aspectos del caso en cuestión.

 

     La sumisión de Basilio el Grande ante las acusaciones, y como las soportaba con paciencia, es particularmente evidente en un episodio en el que quien le acusaba era una mujer herética lla- mada Simplicia

 

     Puesto que las mentiras y las blasfemias que esta mujer profirió contra él no fueron divulga- das, Basilio el Grande prefirió no comentarlas y escribió: << Ya que los hombres acostumbran a odiar a los mejores y amar a los peores, cierro mi boca y sofoco en el silencio la vergüenza pro- vocada por tus blasfemias. No tomo en consideración los juicios humanos, sino que prefiero es- perar al Juez del Cielo, que sabe defender toda injusticia mejor que cualquier otra persona >>.