Paganismo y devoción a María

M/PAGANISMO: Con frecuencia se ha recurrido para explicar la irrupción de esta devoción femenina, de este culto de una mujer en una religión marcadamente patriarcal como la judeocristiana, al influjo del paganismo y más concretamente del culto de las diosas-madres, tan extendido en el oriente medio y en toda la cuenca del Mediterráneo. La tesis del origen pagano de la devoción mariana ha sido presentada por autores como Gressmann, Norden, Dibelius, Loisy, de formas más o menos radicales. Para algunos se trataría de un influjo de la mitología pagana relativa a las diosas vírgenes y madres sobre los relatos de la infancia.

Pero la diferencia de mentalidad de estructura e incluso de datos materiales entre esas mitologías, con sus teogamias y sus antropomorfismos que reproducen los ciclos naturales, y los relatos de la infancia, con su insistencia en la acción soberana de un Dios trascendente que llama a una persona, es tal que resulta imposible establecer una relación efectiva de las mismas con los relatos evangélicos de la infancia.

La segunda forma que reviste esa tesis puede expresarse con este texto de Fr. Heiler: "Sobre el fundamento natural de la creencia en las diosas-madres se desarrolló la fe cristiana en María como madre de Dios". Textos semejantes pueden encontrarse en S. Reinach, G. van der Leeuw y en otros muchos autores, hasta convertir la hipótesis en una especie de lugar común cuya repetición evitaba el deber de la prueba.

Es un hecho que el cristianismo no ha podido dejar de tener contacto con las innumerables diosas del paganismo en la época del helenismo: la cananea Astarté, la babilonia Istar, las griegas Rea y Gaia, la frigia Cibeles, la Artemisa de Éfeso, la Deméter de Eleusis, la egipcia Isis, etc.

¿Pero qué efectos han tenido eso contactos? La violenta oposición del cristianismo a la actitud sincretista hace difícil comprender una asimilación por el cristianismo de elementos importantes de la religiosidad pagana. Más bien el temor a la introducción de este elemento de las divinidades femeninas del paganismo en el seno del cristianismo podría haber actuado como freno al desarrollo di la piedad mariana. En todo caso hay dos diferencias fundamentales entre el culto cristiano a María y los cultos paganos: la clara conciencia de la absoluta trascendencia de Dios, que opera como factor que elimina cualquier tendencia idolátrica y la oposición por parte del cristianismo a una divinización de la vida que ponga en peligro el carácter absolutamente libre de la decisión creadora de Dios.

Asunción por el cristianismo de elementos paganos

Pero, establecida la originalidad del culto cristiano de la Virgen, queda por resolver el problema de si este culto, que de hecho ha sustituido al de las diosas madres en las poblaciones entre las que se extiende el cristianismo, no ha tomado elementos de estos cultos anteriores, integrándolos en una nueva síntesis. El problema tiene dos aspectos diferentes: el primero es la existencia de tomas concretas de elementos paganos por el cristianismo al extenderse entre las capas populares; el segundo, la posible influencia de los esquemas simbólicos o arquetipos que, presentes en el alma humana, se expresaban en los símbolos paganos de las diosas madres e impregnan el culto cristiano de la virgen María.

En cuanto a la primera cuestión parece cierto que el cristianismo ha asumido elementos de la religiosidad anterior. Es claro, por ejemplo, la sustitución por el cristianismo de fiestas paganas anteriores. Al pueblo, decía san Gregorio Nacianceno, le gustan las fiestas, y muchas de las del ciclo estacional o del proceso agrícola serán sustituidas y cambiadas de sentido por el cristianismo. Todo parece indicar, además, que la consigna de san Gregorio Magno en 595 de que no hay que destruir los templos (paganos), sino transformarlos en iglesias ha sido seguida en más de una ocasión. El p. Noyon reconoce que "el culto de María ha sucedido en algunos casos a un culto local femenino". H. Rahner ha mostrado en qué medida el cristianismo ha asumido elementos tales como fiestas, símbolos, temas míticos del paganismo, integrándolos en el conjunto de su culto y en el del culto mariano. Ante la imposibilidad de hacer un recuento de estos elemento, nos referiremos a uno particularmente importante en la historia de la devoción mariana: los santuarios.

De hecho, en la eclosión primera y la proliferación posterior de santuarios que se produce tras la crisis iconoclasta, se constata que los santuarios surgidos en torno a los sepulcros de los mártires y a los lugares de los ermitaños se extenderán después a otros santos y posteriormente serán con frecuencia reemplazados por santuarios marianos. Pues bien, entre las razones que se aducen de esta proliferación de santuarios, se citan "las urgencias de la pastoral rural de superar el paganismo restante, sustituyendo los lugares campestres del culto idolátrico por medio de santuarios cristianos". Es, pues, un hecho que la implantación del cristianismo entre poblaciones previamente paganas ha llevado a la asunción de determinados elementos del paganismo, aun cuando es preciso afirmar también que esa integración ha supuesto una notable transformación en los elementos asumidos.

Devoción mariana y arquetipo femenino

En relación con el segundo tema, no es difícil encontrar en estudios del fenómeno religioso afirmaciones genéricas que dan por supuesto ese enraizamiento de la devoción mariana en arquetipos relativos a lo femenino, que se habrían manifestado igualmente en los cultos paganos. "En la figura femenina —escribe, por ejemplo, G. Widengren—se dan sobre todo los rasgos que ciertos adoradores buscan y encuentran en la divinidad. El tierno y cálido amor de la diosa madre se ofrece a sus creyentes como a hijos suyos. El amor místico a Dios del adorador masculino va a buscar con gusto rasgos femeninos en la imagen de Dios; así en la devoción a la Virgen del cristianismo...". Pero es sin duda la psicología analítica de orientación jungiana la que más ha desarrollado este tema. De acuerdo con ella, en la figura de María se expresaría el arquetipo de lo femenino con sus distintos aspectos de virgen, esposa y madre, después de eliminar los lados negativos que contiene ese arquetipo y que se concretan en las figuras femeninas de Gorgona, Hekate, Astarté, etc., que son madres terribles que absorben y castran la libertad, o esposas que enloquecen al hombre, y que en el cristianismo tal vez se habrían concretado en la figura de Eva.

El descubrimiento de la presencia de este arquetipo humano en el aspecto mariano del cristianismo lleva a algunos autores a reducir la figura de María a una cristalización de ese arquetipo. Fr. Heiler, por ejemplo, después de afirmar que "todas las religiones antiguas conocieron la veneración de la gran diosa madre" y que el cristianismo, religión eminentemente patriarcal por sus orígenes judíos, se complementa "con la figura femenina de la sabiduría divina, de la madre iglesia y de la Virgen madre de Dios", describe la evolución del culto a María, para concluir: "al final del largo y complicado desarrollo del culto mariano está la imagen puramente humana del eterno femenino". Pero un estudio detenido de los rasgos concretos de la figura de María en la doctrina de la iglesia, en el culto oficial y en la misma devoción popular permite detectar rasgos diferenciales esenciales en ella en relación con las divinidades femeninas de otros contextos, llevando a concluir en una originalidad radical de la figura de María, aun cuando en la relación que los cristianos mantienen con ella se manifiestan anhelos, necesidades, orientaciones profundas del alma humana que ha tenido su expresión en los diferentes símbolos concretos de lo femenino que atestigua la historia de la religión y la historia de la humanidad. Señalemos entre esos rasgos originales la condición estrictamente histórica de la figura de María, su igualdad con los hombres y su incondicional supeditación al Dios único, al que en ningún momento suplanta, sino al que sirve y obedece; su condición de discípula modelo que cree, escucha la palabra y permanece fiel hasta la cruz.

Así pues, la devoción mariana popular de la edad media ha podido sufrir la influencia de la religiosidad precristiana en las expresiones que ha utilizado, pero en modo alguno constituye una sustitución de la devoción y del culto de los primeros siglos por un culto de carácter sincretista. Probablemente esta evolución quede mejor expresada con el término de folclorización del cristianismo, que ha sido utilizada para el mismo fenómeno en épocas posteriores.

JUAN MARTÍN VELASCO
DICC-DE-MARIOLOGIA. Págs. 580-582