La influencia de la «Theotokos» en la evangelización del pueblo ruso

Diacono Antonio Santi, mopp, Moscú

 

            Es un honor poder colaborar en la reflexión de hoy y quisiera abrir mi ponencia con un testimonio que marque desde el comienzo el tono y sugiera el estilo adecuado para el tema de hoy.

 

1. El encuentro en el umbral de la iglesia de la Madre de Dios en Moscú

            El jueves 22 de mayo, al entrar muy de mañana en la iglesia de la Inmaculada Concepción de Moscú para asistir a la reunión mensual de los operadores pastorales de la región central, iba pensando en algunos asuntos que me preocupaban mucho. Acababa de terminar un estudio sobre la situación de la fe en Rusia; al cabo de 27 años de presencia y casi 60 de vida, me preguntaba sobre mi papel actual en el servicio de la evangelización; esperaba entonces la visita del responsable de mi comunidad, la misión obrera Pedro y Pablo; luego, a Philippe, con quien queríamos trazar un balance de conjunto. Al entrar a la iglesia sentía físicamente la atmósfera, como una nube sobre los presentes, y la voz del obispo mientras expresaba su preocupación por la Iglesia católica que vive en este país. Reflexionaba, al entrar, sobre el hecho de que nosotros, los misioneros católicos, nos hemos convertido, a estas alturas, en un signo de contradicción para los rusos ortodoxos y también para los católicos que retornan a la fe de sus antepasados. Todos aquí prescindirían de buena gana de nosotros. Rusia está volviendo a encontrar su grandeza y gloria, y nuestra presencia ha dejado de ser la de quienes acudían con primeros auxilios en un momento de emergencia y aún no se había convertido en la del huésped grato que acompaña el desarrollo. Al entrar, pues, iba rezando a la Madre de Dios, protectora de esta iglesia y esta diócesis.

            En la puerta, el padre Igor me aguardaba, no sé si desde hacía mucho; me saludó y enseguida empezó a hablar, con un tono firme, de la conferencia del día y de la necesidad de que yo lo reemplazara, pues más tarde él debía salir para Berlín, para participar en la reunión de los secretarios de las conferencias episcopales europeas. Con gran asombro de mi parte, oí que yo decía que sí y es así aquí me encuentro, con Uds. para abordar un tema de extraordinaria importancia para la vida de la Iglesia rusa. Más tarde me pregunté cómo había hecho el padre Igor para vencer con tanta facilidad las defensas que con tanto esmero había preparado, para poder dedicarme este año a la escucha y al estudio de la situación social y religiosa de Rusia. Quizá porque ambos estamos involucrados, cada cual con su competencia, en la tarea de resucitar la música sacra en Rusia.

            Agrego pocas palabras, con toda simplicidad, antes de comenzar. Me alegré mucho al recibir la sinopsis de esta videoconferencia y ver que hablaría después del padre Cottier, que fue mi profesor en mi juventud en la escuela de la fe de Friburgo y, sobre todo, testigo de la fundación, hace casi 50 años, de mi familia misionera en Marsella, por parte de Jacques Loew.

 

2. La Madre de Dios en la historia de la Iglesia rusa

            Si pudiera ser medida la influencia, aunque nosotros bien sabemos que permanece escondida en Dios, podría decirse que la presencia de la Madre de Dios en Rusia es grande y su protección ha estado siempre presente. Sería suficiente observar y vivir el ciclo litúrgico de la Iglesia ortodoxa. Para quien tuviera interés, indico que estoy utilizando el mejor sitio de Internet: http://www.days.ru/. El calendario ortodoxo recuerda a la Madre de Dios en las fiesta que se le dedican, es decir, cinco de las 18 grandes fiestas (Pascua, las 12 fiestas del Señor y las cinco grandes fiestas), pero está presente, con seguridad, por lo menos en otras cinco. Hay además otras fiestas dedicadas a sus iconos, que la «revelan», que, de alguna manera son «testigos» de su bondad para con nosotros: se trata de las «generadoras de maravillas» que, a lo largo del año litúrgico, son recordadas bajo 211 nombres distintos y, dado que algunas son «grandes generadoras», alcanzan un total de 255 fiestas. Los iconos más presentes son el de la Odiguitria, es decir, el del camino; el de la Kasanskaya, o sea, el de la liberación; Vladimirskaya, es decir, el de la ternura, evocados respectivamente 12, 11 y 6 veces por año.

            Hasta los iconos más modestos son «tocados» por esa presencia que ennoblece su origen. Un día de junio, hace diez años, visitando, con el Card. Saldarini de Turín, al Patriarca Alejo II, en ocasión de la publicación de la liturgia latina en ruso moderno, el Patriarca dijo: «Me alegra que hayáis venido hoy, en un día bendecido por la Madre de Dios, hoy, en que se recuerda un icono “generador de maravillas” de origen italiano».

            Si observamos también el testimonio de los santos como lugar teológico para nuestro conocimiento de Dios, podemos decir, entonces, que los dos santos más «elocuentes» de la Iglesia rusa, S. Sergio de Radonets y S. Serafín de Sarov, sin menoscabo de los demás santos canonizados o escondidos en Dios, han cambiado el curso de sus vidas gracias a una intervención directa de la Madre de Dios, convirtiéndose, a su vez, en testigos de su benevolencia.

            Si, en cambio, hacemos referencia a la tradición conservada por la Iglesia sobre la vida terrenal y los honores reservados después a María, Madre de Dios, «theotokos», vemos que en la tradición del pueblo ruso se mantiene el recuerdo de la vida de María en Galilea, en Jerusalén y en Éfeso, lo mismo que sus viajes, junto con el apóstol Juan y los demás apóstoles, hasta Chipre y el Monte Athos. Hace poco, con ocasión del jubileo del año 2000, se ha vuelto a publicar el libro de Poselianin que recoge esas tradiciones (www.serafimov.narod.ru/d_maria). De las tradiciones, que luego fueron confirmadas por los concilios del siglo V, se desprende que la comprensión fundamental del título de «theotokos», traducido en ruso como «Bogoroditsa», «Bogomateri» o «Boyie Materi», concuerda profundamente con lo que ha sido transmitido por la tradición occidental y expresado cabalmente en los textos del Vaticano II y en el último catecismo católico, desde hace tiempo traducidos al ruso.

            Si tratamos de describir el misterio de María, Madre de Dios, tal como permanece custodiado por el corazón del pueblo ruso, podríamos decir, según los testimonios numerosos que he podido recoger a lo largo de mi vida, que muchos sienten la presencia de María en sus propias vidas, cercana personalmente a cada uno, y siempre discreta, como una protección que no abruma y que intercede en tiempos de peligro y de pecado, y como primera instancia para llegar a Dios a través de su Hijo.

            En ruso, existe una palabra que indica la finalidad de la intercesión maternal de María: «oboyenie», equivalente a la «theôsis» de los griegos, con la connotación de estar sumergido en Dios. María es experimentada, en sus santos y sus fieles, como la que, a la derecha del Hijo en el iconostasio y en la puerta del cielo que éste simboliza, los presenta al encuentro con Dios en Jesús. Así como ha engendrado al Hijo de Dios en la fe y el amor, de la misma manera, en su amor maternal, nos engendra hoy a nosotros hijos suyos en la vida divina y nos hace entrar en esta filiación que se vuelve cada vez más inmersión en Dios y su misterio por el Espíritu que ha sido brindado a nosotros.

            El culto de la Madre de Dios es aquí floreciente y ha permitido que el pueblo mantuviera su fidelidad en los tiempos de la persecución, cuando la liturgia estaba prohibida y el clero era escaso a causa del exilio o la prisión. La relación personal de los fieles con la Madre de Dios se funda en la oración personal que es la base de todo cristiano. La oración es, en primer lugar «hogareña», es decir, tiene lugar en la «iglesia doméstica», porque, tradicionalmente, cada casa tiene su rincón «hermoso», en el que el individuo o la familia se reúnen ante el icono para rezarle a la Madre de Dios con himnos, salmos y acciones de gracias.

            A menudo, los textos usados por los fieles son los textos litúrgicos de sus numerosas fiestas; se usa muchísimo el himno acatistos de la Madre de Dios, ya sea bajo la forma original, que se remonta a Constantinopla en el siglo VI, ya sea con otras formas que han sido compuestas después, respetando siempre la estructura poética, que consiste en kondakios e ikos. Se trata, pues, de poesías redactadas para contemplar el misterio de la vida de María, que perduran en la memoria y luego acompañan en la vida cotidiana.

            El alma cristiana rusa es, pues, profundamente mariana, no sólo en su acercamiento a Dios y a Jesús, sino también en el concepto que el fiel tiene de sí mismo y del mundo que lo rodea. Hay una profunda consonancia con la actitud «positiva» de María, que se siente sierva del Señor en las obras, la memoria y la alabanza de las maravillas del Señor. Esta humanidad mariana tiene también sus excesos, como pueden verse, por ejemplo, en una pasividad y credulidad a veces exageradas. Sin embargo, la tradición preserva de los excesos, pues mantiene una sobriedad en la vida espiritual que impide el desarrollo de fantasías. El canon, vivido bien, preserva lo imaginario de la iconografía y la oración en el cauce de la revelación y la tradición.

            Si se pudiera resumir en pocas palabras este misterio tan profundo de la participación de los pueblos en la plenitud de la vida en Cristo, podría hacerse alusión al lugar que José conserva en la tradición oriental, en la que María ocupa un lugar privilegiado, y hablar de la sagrada familia como la presenta la tradición oriental.

            La mirada exacta hacia María es la mirada del «justo» José. Muchos iconos presentan en una esquina a José tentado por el diablo el día del nacimiento de Jesús. Pero, en realidad, el icono mismo es, como los iconos que son el Evangelio de Lucas o de Juan, la mirada misma que el justo José dirige a la Madre de Dios después de haber vencido la tentación. José percibe la presencia de lo divino en la mujer sencilla que le ha sido dada por Dios y ve a su propia mujer como un instrumento privilegiado de la misericordia divina y a sí mismo como servidor y protector de la obra de Dios, según el corazón de Dios.

 

3. La Madre de Dios en la evangelización de Rusia hoy

            En Rusia, hemos salido de una fase histórica en que la Iglesia estaba obligada a vivir en las catacumbas o en los corazones y no podía expresarse; y ése ha sido, para la Iglesia, el tiempo de la servidumbre y el silencio, pero también de la fidelidad heroica y el martirio para gloria de Dios. Ahora acabamos de entrar en una fase en que la Iglesia está llamada a hablar públicamente y afirmar su función social, antes negada. Los templos se reconstruyen a gran velocidad, aunque con mayor lentitud de lo deseado, y el culto público, las liturgias se celebran con dignidad y esplendor, así había sucedido al terminar la primera gran persecución, después del edicto de Constantino. La historia no se repite, pero ilumina nuestro presente, como nos recuerda Eusebio de Cesarea en la lectura del breviario romano del 31 de diciembre.

            Últimamente, en noviembre de 2002, en las vecindades de Moscú se ha reunido el tercer congreso misionero ortodoxo, al que han asistido representantes de todas las diócesis, con el objeto de enfrontar juntos el tema que a muchos preocupa: ¿cómo volver a acercar a Dios al pueblo que ha sido alejado por el comunismo? ¿cómo evangelizar Rusia, ahora que se entiende mejor la antigua frase de Leskov: «Rusia fue tan sólo bautizada, no evangelizada»? Se trata, precisamente, de una nueva evangelización, si se toma en consideración la ruptura social provocada por el comunismo. Dice el arzobispo Juan de Bielgorod (responsable de http://www.sedmitza.ru/): «la Iglesia está en busca de formas y métodos nuevos para realizar su servicio en la continuidad con la tradición transmitida por Cirilo y Metodio, desde los grandes misioneros rusos hasta el patriarca Tijón... y los nuevos mártires del siglo XX».

            No es éste el sitio para exponer detalladamente la estrategia apostólica que se propone a la Iglesia ortodoxa, pero podemos, en cambio, percibir por lo menos un parecido a las estrategias de las Iglesias de Occidente, en el análisis y las propuestas, aunque presente un lenguaje distinto y mantenga sus reservas y distancias respecto de éstas. Los principios propuestos para la nueva evangelización son los principios apostólicos transmitidos y vividos en especial por San Innokentii. Sobre nuestro tema puede observarse tan sólo, parafraseando lo que en su momento decía H.U. von Balthasar, que se corre el riesgo de ofuscar el principio mariano de la Iglesia a favor del principio petrino o, como otros dicen, jerárquico.

            Nótese que se trata del mismo desafío vivido por la Iglesia católica en el último medio siglo, en el que los papas, portadores del principio petrino, han unido a él el principio del apóstol San Juan, el principio paulino y, en fin, el principio mariano.

            ¿Cuál es la situación social y religiosa en Rusia y qué influencia tiene la Madre de Dios en el acercamiento del pueblo a Dios al cabo del largo invierno del ateísmo? Ya existen muchos institutos de sociología religiosa que tratan de trazar un cuadro de la situación. Los medios de comunicación los difunden y, de manera especial, la red, que tiene gran actividad en la comunicación y la formación también en el ámbito religioso. Al tener que preparar esta ponencia que será difundida por Internet, he preferido escoger y consultar fuentes de este tipo, antes que recurrir a las bibliotecas sinodal y estatal, como hubiera sido lo normal.

            He escogido los datos propuestos por Izviesta, el más importante diario ruso, el 26 de agosto de 2002, que repite los resultados confirmados y las estimaciones producidas por los institutos de investigación sociológica más serios. Las preguntas se refieren a la fe en Dios, la confesión religiosa a que pertenecen, el conocimiento de la doctrina, la participación en el culto, la lectura de los textos sagrados y la oración personal. La mayor parte del pueblo se declara creyente, pero de los creyentes pocos son fieles o, como se dice en ruso, «adjuntos a las Iglesias» (5%); cercanos pero no adjuntos, 21%; cercanos sólo por tradición cultural, 22%; cercanos, pero indecisos, 21%. Sólo el 31% se considera no creyente.

            En este análisis no se examina la composición multirreligiosa y multiconfesional de Rusia. Para ello he consultado el sitio oficial del estado sobre la religión (http://religare.ru/), que comunica datos exactos y no estadísticos del ministerio de justicia y los comenta.

            Según el ministerio de justicia, al principio de este siglo, eran alrededor de 20.000 las organizaciones religiosas registradas en Rusia. Eran cristianas el 80% (54% de la Iglesia ortodoxa, 24% protestantes, 1% católicas, 1% armenias y otras). Los musulmanes eran el 15%, los budistas 1%, los judíos 1%, los hindúes 1%, los testigos de Jehová 1%, y otras 22 organizaciones forman el resto.

            Hay que tener en cuenta que, según la ley, son consideradas como religiones tradicionales la ortodoxia, el islam, el judaísmo y el budismo. Son no tradicionales, aunque históricamente presentes, las confesiones occidentales (concretamente, protestantes y católicos), las minorías ortodoxas y otras religiones.

            Estos datos son comentados por Remir Lopatkin, profesor de «Introducción al hecho religioso» de la «Academia rusa del servicio de estado», máxima autoridad en la materia. Lopatkin se detiene, con lujo de detalles, en el pasaje del ateísmo de estado a la libertad de conciencia y la nueva afirmación social del cristianismo ortodoxo. Compara los datos de los últimos años con los del inicio de la perestroika, en los años 80 del siglo XX, observando que entonces se declaraban creyentes el 20%, en 1990 el 40%, en 1998 el 52% y a fines del siglo 60%. Según su opinión, la situación religiosa se ha estabilizado porque todos han podido tomar posición según su conciencia. Los mismos datos son comentados por Anatoli Krasikov presidente del MARS («Asociación internacional para la libertad religiosa»), que reúne todas las confesiones religiosas. Los tonos son distintos, pero la realidad presentada es similar. En síntesis, puede decirse que la primera fase del renacimiento religioso ha concluido, porque la mayor parte de la población ha tenido oportunidad de escoger la pertenencia que mejor le conviene, en especial desde un punto de vista étnico-confesional. Ahora comienza el tiempo de la fe, de la profundización y de la vida personal y comunitaria, el de la pertenencia a Dios.

 

            Según me consta, no hay, en las encuestas, datos sobre la actitud de los creyentes hacia la Virgen María. Hay que recordar que ella ocupa un lugar muy importante no sólo en la ortodoxia sino también en todas las confesiones cristianas, e incluso en el islam, vivido desde hace seis siglos como minoría dentro de un país cristiano. He considerado pues importante, para esta ponencia, consultar a personas de confianza, a quienes conozco por su comportamiento religioso, sabiendo que pertenecen a confesiones y espiritualidades distintas.

            La mayor parte de las personas que he entrevistado, católicos y ortodoxos, han declarado que tienen una experiencia directa de la relación con la Madre de Dios. En algunos momentos de su vida la han sentido cercana de una manera que no es posible describir, han percibido una presencia y una protección consoladora, y aunque no sepan contarla, pueden referir exactamente cuándo y dónde aconteció, aún muchos años después. Lo mismo puedo decir yo personalmente, tal lo como recuerdo, poco antes de ser arrestado y expulsado de la Unión Soviética, hace 25 años.

            Estas personas, que mantienen una práctica continua de oración a la Virgen, han comprendido que se trata de ella, aunque no hayan tenido una visión clara. La mayor parte declara que tiene dificultades con la Iglesia, independientemente de la confesión, y en especial con el clero, que se convierte en filtro y medida de su búsqueda de un contacto con Dios, lo que a menudo los lleva a alejarse de la práctica religiosa comunitaria. Todos declaran que la primera oración que brota de sus labios es a la Madre de Dios, y a ella se dirigen como a una madre, aunque sus relaciones con Dios sean un poco confusas, en especial por un sentido de culpa, tal vez más grande que el pecado cometido.

            En estos años, en que se ha recuperado la memoria de los mártires y los testigos del siglo XX, surgen en la conciencia eclesial, además de los textos ya citados, otros que han sido creados bajo la influencia de la Madre de Dios en el último siglo. Quizá puedan ser el punto de partida para una renovación del culto a la Madre de Dios y la introducción a la nueva evangelización.

 

4. Una conclusión que es una introducción

            Dios atrae a todos y todos están convencidos de que lo que ha sucedido en los últimos años en esta tierra es la demostración de Su victoria sobre los hombres que se oponían a Él. No es una victoria de la Iglesia, y menos aún de los hombres de Iglesia. Es una victoria de la Madre de Dios, embajadora de Dios ante sus hijos. A ella se debe que se conozca su bondad misericordiosa y también a Jesús, que es visto como más lejano y poco conocido. Por el hecho de verlo a menudo representado como Pantocrátor, muchos lo sienten más como juez que como salvador.

            Podríamos decir pues que, una vez más, la Madre de Dios puede ser la puerta del cielo para los rusos de esta generación. Puede introducir a Jesús y hacerles contemplar su verdadero Rostro de misericordia. Ella puede comenzar a rendir gracias con Jesús al Padre por las maravillas cumplidas para con nosotros.

            Quisier dar término a mi comunicación citando un acatisto especial, escrito en el momento más intenso de la persecución religiosa, en los años 30 del siglo pasado, por un metropolita de Moscú, Trifón, que se había formado en el monasterio de Optino, obispo y padre espiritual de la generación perseguida, gran devoto de la Madre de Dios. Se trata de un magnificat que, en mi opinión, llega, como para Job, al final de la prueba y está marcado por la mirada de María sobre la realidad del mundo y de Dios. Es una invitación a glorificar al Padre, porque es verdadero y justo darle gracias por todo.

 

Kondakio 11

            Dentro de la helada secuencia de los siglos siento el calor de Tu aliento divino, y oigo el latido de tu sangre. Estás cerca y la cadena del tiempo se quiebra, veo tu cruz, que es para mí. Mi espíritu es polvo a los pies de tu Cruz: aquí el triunfo del amor es nuestra salvación, aquí la alabanza no disminuye en los siglos:

¡Aleluya!

 

Ikos 11

            Bendito aquel que es invitado a la cena de tu Reino, pero ya sobre la tierra tú me has introducido en tu bienaventuranza. ¡Cuántas veces has extendido tu diestra con tu cuerpo y tu sangre, y yo, pecador indigno, he participado en las cosas santas y he saboreado tu amor, indecible y sobrenatural.

            Gloria a ti por la fuerza de tu gracia, que es inasequible y da la vida.

            Gloria a ti, que preparas a tu Iglesia como puerto de salvación para el mundo atormentado.

            Gloria a ti, que haces renacer de las aguas vivas del bautismo.

            Gloria a ti, que haces que los penitentes vuelvan a la pureza inmaculada del lirio.

            Gloria a ti, por tu inagotable océano de perdón.

            Gloria a ti, por la copa de la vida, por el pan de la vida eterna.

            Gloria a ti, que quieres llevarnos contigo al cielo.

            Gloria a ti, oh Dios, en los siglos.

 

Kondakio 12

            ¿Qué es mi alabanza ante ti? No he oído el cantar de los querubines: está reservado a las almas elegidas, pero sé que la naturaleza te alaba. He contemplado en invierno, cuando en un silencio lunar toda la tierra silenciosa te reza, envuelta en su manto blanco, resplandeciente por la nieve brillante. He visto cómo se alegra el sol que surge y el coro de los pájaros hacerse eco de su alabanza. He oído cómo murmura sobre ti el bosque, cantan los vientos, gorgotean las aguas, cómo te anuncian los coros de las estrellas con su movimiento ordenado en el espacio sin límites. ¿Qué es mi alabanza ante ti? La naturaleza te obedece, y yo no, pero mientras viva y vea tu amor, quiero darte gracias, rezarte e invocar:

            Gloria a ti, que muestras la luz.

            Gloria a ti, que nos amas con amor profundo, sin límites, divino.

            Gloria a ti, que nos recoges en la luz junto con la asamblea de los ángeles y los santos.

            Gloria a ti, Padre Santo, que nos invitas a tu Reino.

            Gloria a ti, Hijo Redentor, que nos has regenerado con tu Sangre.

            Gloria a ti, Espíritu Santo, sol que no tiene ocaso, creador de toda la vida.

            Gloria a ti por todo, oh Trinidad Divina, fuente de toda luz.

            Gloria a ti, oh Dios, por los siglos.

            Ven Espíritu Santo, ven por María.

 

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