LECTURAS
Y HOMILÍA DE LA FIESTA DE LA ANUNCIACIÓN
25 de marzo
Is 7, 10-14; 8.10: Te daré una señal
Salmo 39
Hb 10, 4-10: Nacido de mujer
Lc 1, 26-38: Hágase en mí según tu palabra
Hablamos mucho hoy de opción por los pobres y de opción por el pueblo. Pero no vamos
a pensar que es una creación nuestra. El primero en hacer esas opciones fue Dios mismo.
La fiesta que hoy celebramos es un maravilloso ejemplo de esa forma de actuar de Dios en
su relación con las personas. La Anunciación marca el momento en el que todo el plan de
salvación, la voluntad de Dios de llevar a la humanidad a una nueva vida en plenitud y
armonía pende de la palabra de una persona. El Dios que nos ha creado libres se fía de tal
modo de nuestra libertad que consulta con nosotros, nos pide permiso para llevar adelante
su plan. Dios no invade nuestro mundo ungido con su fuerza todopoderosa y terrible. Dios
se acerca sin hacer ruido, llama a la puerta y hace depender todo de la respuesta y
colaboración de nosotros, de cada uno de nosotros. ¡Qué ejemplo enorme de respeto! Pero
no sólo eso. No se buscó a los poderosos de este mundo, a los que oficialmente tenían
poder para abrir y cerrar las puertas de sus reinos a la presencia de Dios, a los que tenían
poder para obligar a las personas a seguir una determinada fe. Dios se dirige a los
humildes y sencillos. Una sencilla chica de Galilea es la destinataria del mensaje del ángel.
Ya el hecho del envío del ángel es una señal de cómo Dios cree en nosotros. Él cree en
nuestra libertad, cree en nuestra responsabilidad.
El Dios que nos ha creado libres respeta de tal modo nuestra libertad, que no quiere
salvarnos sin nuestro consentimiento. Cuando se acerca a nosotros no lo hace de modo
paternalista y autoritario. No nos trata como a niños. Dios entra en relación con cada uno
de nosotros, nos invita a sentirnos libres y responsables. Llama a nuestra puerta y
solamente entra si le abrimos. Es nuestra oportunidad. Es nuestra responsabilidad. San
Pablo dirá que "Para ser libres, Cristo nos liberó". María supo ciertamente ejercitar su
libertad y responder libremente a la oferta de Dios. Con muchas limitaciones, es cierto, pero
toda persona tiene una semilla de divinidad: la libertad. Esforzarnos por ser plenamente
libres y creer en la librertad de nuestros hermanos son posiblemente nuestros primeros
deberes como cristianos.
SERVICIO BIBLICO LATINOAMERICANO