SALVE REGINA

 

A esta época se remonta el origen de la Salve Regina. Se ha atribuido a Ademaro de Monteil, obispo de Puy-en-Velay, el famoso predicador de la primera cruzada, muerto en el 1908.

Dios te salve, Reina y Madre, de misericordia,

vida, dulzura y esperanza nuestra: Dios te salve.

A ti llamamos los desterrados hijos de Eva.

       A ti suspiramos, gimiendo y llorando en este valle de lágrimas.

Ea, pues, Señora abogada nuestra, vuelve a nosotros esos tus ojos misericordiosos. Y después de este destierro, muéstranos a Jesús, fruto bendito de tu vientre.

 

Las últimas invocaciones las añadirá San Bernardo:

Oh clemente, oh piadosa, oh dulce Virgen María.