09. SE CELEBRABA UNA BODA EN CANÁ Y ESTABA ALLÍ LA MADRE DE JESÚS

 

A) EL SIGNO DE CANÁ

Los dos textos del evangelio de Juan en que aparece de forma destacada María, aunque no se mencione su nombre, son el relato de las bodas de Caná (2,1-12) y el de su presencia junto a la cruz de Jesús (19,25-27). Iluminado por el Espíritu Santo, que conduce a los discípulos a la verdad plena (Jn 16,13), Juan nos narra el signo de las bodas de Caná, viendo la relación entre la revelación del Sinaí, Caná y la Cruz. Caná es la culminación de la revelación del Sinaí y el preludio de la revelación plena de la Pascua. En el comienzo y en el final de la obra de Cristo, está junto a Jesús su madre, la Mujer, símbolo de la Hija de Sión, la Virgen Israel. La fe de Israel culmina en la fe de María:

Ella sobresale entre los humildes y pobres del Señor, que de El esperan con confianza la salvación. Con ella, excelsa Hija de Sión, finalmente, tras la larga espera de la promesa, se cumple la plenitud de los tiempos y se inaugura la nueva economía (LG 55).

Se trata de la "hora" de la glorificación de Cristo. Como en el Sinaí, "al tercer día", Yahveh manifestó su gloria a Moisés y el pueblo creyó en Él (Ex 19,9.11), así, "al tercer día", Jesús manifestó su gloria y sus discípulos creyeron en El (Jn 2,1.11). En la Cruz será plenamente glorificado y, "al tercer día", manifestará su gloria en la resurrección, "levantando el santuario de su cuerpo" (Jn 2,19-21). Los tres momentos -Sinaí, Caná y Cruz gloriosa- están unidos como tres momentos fundamentales de la historia de la salvación.

En el Sinaí, Moisés se hallaba entre Yahveh y la asamblea de sus hermanos (Dt 5,5). En Caná, María se halla entre Jesús y los servidores. Ella ocupa el lugar del mediador: Dice la Madre de Jesús a El: "No tienen vino"... Y dice su madre a los servidores: "Cuanto El os diga, hacedlo" (Jn 2,3.5). En el Sinaí, el pueblo se declaró dispuesto a hacer y escuchar todo lo que Yahveh les dijera a través de Moisés. En Caná, María exhorta a los servidores a hacer cuanto les diga Jesús. En el Sinaí se oyó el "sí" de la Esposa, la asamblea de Israel, al Esposo, Yahveh, que establecía la alianza con el pueblo. En Caná nos hallamos también en el comienzo de las bodas mesiánicas. En el Sinaí, tras la respuesta del pueblo, Yahveh les dio el don de la Ley. En Caná, cuando los servidores hicieron lo que Jesús les dijo, según la invitación de María, Jesús dio el don del "vino bueno", símbolo de la nueva Ley.

En la tradición judía, Yahveh es el Esposo e Israel es la Esposa. Moisés es el padrino de bodas. El Sinaí es parangonado a la cámara nupcial. La respuesta de fe pronunciada por la asamblea de Israel es el "sí" que sella la alianza, como la apostasía del becerro de oro es el adulterio cometido en el mismo tálamo nupcial. La invitación de María coincide con las palabras de la asamblea de Israel en el Sinaí. En la intención del evangelista hay una identificación entre la asamblea de Israel y María, la madre de Jesús, a quien Él da el título de "Mujer", con el que es representado en el Antiguo Testamento y en la literatura judía el pueblo elegido. La "Mujer" de Juan es la "Hija de Sión", a la que aludirá Lucas (MC 57).1

1 A. SERRA, Maria a Cana e presso la croce., Roma 1991.

San Juan, en su evangelio, nos presenta principalmente a Cristo. También en el relato de las bodas de Caná, fundamentalmente nos habla de Cristo, del "comienzo de los signos", con los que "manifiesta su gloria", para que "los discípulos crean en El". Pero, en este primer signo, es significativa la presencia de María: "Se celebraba una boda en Caná de Galilea y estaba allí la madre de Jesús" (Jn 2,1). Lo que sí es cierto es que el significado de la "madre de Jesús" procede de su relación específica con su Hijo. Lo que a Juan interesa es la misión de esta "Mujer" en la economía de la salvación. En esta perspectiva de salvación, María tiene una significación única. El misterio de María sólo se comprende vinculado al misterio de Cristo y de la Iglesia.

En el evangelio de Juan hay tres etapas fundamentales en la manifestación gloriosa de Cristo. La primera es la encarnación misma: "Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros y hemos contemplado su gloria, gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y de verdad" (Jn 1,14). La segunda es la de Caná, cuando con su primer signo `Jesús manifestó su gloria" (2,11). Esta etapa se prolonga en todos los demás signos hasta la manifestación plena cuando sea glorificado en la cruz. María está presente significativamente en los tres momentos.

En el relato de Caná lo importante son las bodas y el vino, que en la tradición bíblica están cargados de un simbolismo excepcional. Desde el principio se subraya su importancia: "Al tercer día hubo una boda en Caná de Galilea y estaba allí la madre de Jesús. Fue invitado también Jesús con sus discípulos a la boda. No tenían vino, porque el vino de la boda se había acabado. En esto dijo la madre de Jesús a éste: No tienen vino" (2,1-3). En los primeros versículos ya aparecen las dos palabras repetidas tres veces, sin que se diga nada de los novios. Desde esta óptica podemos decir que Juan ve, en las bodas de Caná, un símbolo de las bodas mesiánicas de Jesús con el nuevo pueblo de Dios, representado en María y los discípulos. Así "Caná es un signo, un símbolo de la Nueva Alianza".2

Las bodas de Caná anticipan como signo el misterio pascual como acontecimiento de alianza nupcial, cumplimiento y superación de la alianza del Sinaí. Con el trasfondo del simbolismo veterotestamentario de los esponsales entre Yahveh y su pueblo, expresión de la alianza mesiánica,3 el signo de Caná revela a Jesús como el Esposo divino del nuevo pueblo de Dios, con el que establece la alianza nueva y definitiva en su misterio pascual. Bajo esta luz, el banquete nupcial de Caná aparececomo el signo de la llegada del tiempo prometido. Dios, en Jesús, llega a colmar sobreabundantemente la espera y transforma el agua de las purificaciones de la antigua ley en el vino nuevo del Reino. El agua de la letra se transforma en el vino del Espíritu. Esto se realizará plenamente en la "hora" de Jesús, en el acontecimiento pascual de la pasión, muerte y resurrección, que recorre todo el evangelio de Juan. Esa "hora" es el momento esperado, anunciado, preparado y realizado. Es la "hora" de pasar de este mundo al Padre. Es la "hora" de Cristo como cumplimiento de las promesas. La respuesta del Hijo: "Mujer, ¿qué tengo yo contigo? Aún no ha llegado mi hora" (2,4), es la invitación a María a pasar del plano de la necesidad material y de la antigua espera al plano de la novedad del Evangelio.

En las bodas de Caná, los personajes principales no son los novios, sino Jesús y su madre, a la que Jesús se dirige llamándola "Mujer", como hará más tarde, cuando llegue "su hora" en la cruz (Jn 19,26). María y Jesús, dos invitados a las bodas, son quienes dan órdenes a los sirvientes: "haced lo que él os diga", "llenad las tinajas de agua", "sacadlo ahora y llevadlo al maestresala". Y los sirvientes hacen lo que les ordenan: "llenaron las tinajas hasta el borde y, luego, se lo llevaron al maestresala". Juan subraya la obediencia inmediata y perfecta de los sirvientes, a quienes no llama criados (douloi) sino sirvientes (diakonoi).4 Con esta palabra Juan designa a los verdaderos discípulos de Jesús: "Si alguno me sirve (diakonéi), que me siga, y donde yo esté, allí estará mi servidor (diakonos)". Los

2 A. FEULLET, L'heure de Jésus et le signe de Cana, Études johanniques, Desclée de Brouwer 1962, p.11- 13.
3
Cfr. Os 2,16-25; Jr 2,1-2;3,1.6-12; Ez 16; Is 50,1 54,4-8 62, 4-5; Ct y Sal 45.
4
El relato está cargado de palabras significativas diáconos, hora, esposo,
agua para las purificaciones, vino, comienzo, signo, gloria, creer, discípulos...

"servidores" que obedecen a Jesús representan al nuevo pueblo de Dios, los discípulos de Jesús, que "siguen" fielmente a su Maestro, le "sirven" y se mantienen a su lado.

Los esposos de Caná no aparecen sino para la puesta en escena; la acción se realiza entre Jesús y su madre, sobre el fondo de un banquete nupcial. La madre constata la falta de vino. No tienen de ese vino cuya abundancia caracteriza a los tiempos mesiánicos (Is 25,6; J12,24; 4,18; Am 9,13s). El esposo es progresivamente reemplazado por Jesús, mientras que la esposa se halla totalmente ausente. Pero, en un plano diferente al del matrimonio, su papel pasa a ser representado por María. Jesús y María actúan como si fueran ellos los personajes principales del relato. San Agustín ya lo comprendió así:

El esposo de estas bodas representaba a la persona del Señor; es a él a quien se dice: Tú has guardado el vino bueno hasta ahora.5

Como esposo designará a Cristo, un poco después, Juan Bautista, el "amigo del Esposo", que "se alegra grandemente" porque "ha oído la voz del Esposo" (Jn 3,29-30). Cristo es el verdadero Esposo de la Nueva Alianza, que nos da el "vino bueno", el "vino de las bodas". Como Yahveh con Israel en el pasado, Jesús concluye con su pueblo la Nueva Alianza. El milagro que realiza es el signo con el que se manifiesta como Esposo divino del nuevo pueblo de Dios, con el que quiere establecer una alianza nueva y definitiva, una alianza que llegará a su pleno cumplimiento en el misterio pascual, cuando la selle con su sangre. También allí estará presente María. Como escribe San Efrén: "El esposo terrestre de Caná invitó al Esposo celeste. Y el Señor, pronto a desposarse, vino a las bodas. Pero El, a su vez, nos ha invitado a nosotros, lo mismo que El y los discípulos habían sido invitados". La antífona de Laudes de la Epifanía, fiesta de la manifestación del Señor, canta:

5 SAN AGUSTÍN, Trac. in loan. IX,2: PL 35,1495.

Hoy, la Iglesia se ha unido a su Esposo celeste, porque Cristo, en el Jordán, la ha lavado sus pecados; los magos, cargados de presentes, acuden a las bodas del Rey y los invitados se alegran por el agua convertida en vino. Aleluya.

En Caná "el Esposo de aquellas bodas era figura de Jesucristo en persona".6 Entonces, si Jesús es el Esposo, ¿quién es la Esposa en estas bodas simbólicas? Israel, concretizado en "la excelsa hija Sión" (LG 55), María. "Ella, desde el principio, se halla tan íntimamente presente y vinculada a estas bodas, que el milagro que aquí se realiza se reduce, en realidad, a la colaboración de estas dos personas: Jesús y la madre de Jesús".7 "En sus gestos y en su diálogo, la Virgen María y Cristo transcienden ampliamente el plano humano y material de aquella fiesta, suplantan a los jóvenes esposos de Caná, para venir a ser el Esposo y la Esposa espirituales del banquete mesiánico".8 "Si en la densidad del símbolo Jesús es el Esposo del nuevo pueblo de Dios, María apa

6 SAN AGUSTÍN, In Johannis Evangelium, Tract. CXXIV 9,2: PL 35,1459.
7
E. PRYWARA,
citado por I. DE LA POTTERIE, o.c.,p.248.
8
J. CHARLIER,
Le signe de Gana. Essai de Théologie joharuúque, Bruselas 1959, p.77.

rece como la figura esponsal de la mujer, la virgen Israel, la Iglesia virgen y madre, en el pacto nupcial, que es la nueva y eterna alianza".9

María, la Mujer, se comporta como estrecha "colaboradora" de Jesús en la preparación del "vino bueno", signo de las bodas mesiánicas. "En su calidad de Esposa de Cristo, María es la primera colaboradora de Cristo. En cuanto Esposa de Cristo, se hace verdaderamente una ayuda semejante a El (Gn 2,18). En Caná, ella le ayuda a preparar el vino, a aderezar la mesa del banquete y dirige el servicio de la casa (Pr 9,1-5). Ya en la hora en que se realiza el signo, Juan nos muestra a la Virgen-Esposa integrada de la manera más profunda en el plan redentor".10 María es quien dice a los servidores: "Haced lo que El os diga". Esto significa que ella les impulsa a adoptar la verdadera actitud de alianza: la obediencia a Dios en Cristo. No por causalidad son llamados "servidores", que hace referencia a los verdaderos "discípulos" de Jesús.

9 B. FORTE, María, la mujer icono del misterio, Salamanca 1993, p.102.
10
Ibídem, p.80.

 

B) NO TIENEN VINO

En el Antiguo Testamento Yahveh manifiesta su gloria a través de las "grandes obras", los "prodigios", las "maravillas" que realiza en la creación y en la historia de su pueblo.11 Igualmente, Jesús manifiesta su gloria con los signos que realiza. El primer signo de Caná es el inicio de la revelación del misterio de su persona. Jesús comienza revelándose como el Esposo divino de las bodas mesiánicas, las bodas de la Nueva Alianza. El "vino bueno" es el primer signo y el prototipo de los demás signos que realizará Jesús, encaminados siempre a "manifestar su gloria" y a suscitar la fe en Él. Es también el preludio del signo del "tercer día" de su muerte-resurrección, sello definitivo de su obra redentora: `Jesús realizó en presencia de los discípulos otros muchos signos. Estos, -concluirá Juan al final del Evangelio-, han sido escritos para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios y, para que creyendo, tengáis vida en su nombre" (Jn 20,30-31).

11 Cfr. Sal 19,2; Nm 14,21-22; Ex 14,18; 16,7; 24,15ss; 29,43; 40,34; 1R 8,10...

El signo del agua convertida en vino es el comienzo de los tiempos mesiánicos, el inicio de la nueva alianza. "Hasta ahora" no se había dado el "vino bueno". "Ahora" es sacado, han llegado los tiempos mesiánicos, aunque sólo sea como comienzo, anticipo de la verdadera hora, la de la cruz, en la que Cristo será glorificado. Pero ya aquí `Jesús manifestó su gloria y los discípulos creyeron en El".

El banquete nupcial es un símbolo mesiánico (Mt 22,1-14) y el Mesías es presentado como el Esposo de su pueblo (Is 54,4-8; 62,4-5; Ap 19,9). Y la abundancia del vino, "que alegra el corazón del hombre" (Sal 104,15), es igualmente símbolo de la era mesiánica (Am 9,13-14; Os 14,7; Jr 31,12). La era mesiánica se caracterizará porque "Yahveh preparará para todos los pueblos, sobre este monte, un banquete de manjares frescos y de vinos excelentes, de vinos depurados" (Is 25,6). Cristo es el "vino bueno" y "último", es decir, el Mesías enviado por el Padre. Y María, la "mujer", es quien nos presenta a Cristo.

En la Escritura, la promesa del vino es con frecuencia el anuncio y el símbolo de la nueva alianza; el vino es uno de los elementos importantes del festín mesiánico.12 En el Cantar de los Cantares es frecuente la referencia al vino para celebrar la unión del esposo y la esposa.13 Y en el evangelio de Mateo, Jesús habla explícitamente del vino de la Nueva Alianza: "Nadie echa vino nuevo en odres viejos; de otro modo se romperían los odres, el vino se derramaría y los odres se perderían; sino que se echa el vino nuevo en odres nuevos, y así el uno y los otros se preservan" (Mt 9,17). En forma de banquete de bodas es prometida la salvación final de Dios: "Alegrémonos y regocijémonos y démosle gloria, porque han llegado las bodas del Cordero, y su Esposa se ha engalanado de lino deslumbrante... Dichosos los invitados al banquete de bodas del Cordero" (Ap 19,7-9). Pero ya en la literatura sapiencial aparece la relación entre el vino y la Sabiduría. La Sabiduría ha organizado un banquete e invitado a las gentes a beber el vino que ella ha preparado.14 Y en el Targúm y en los escritos rabínicos, "el vino es uno de los símbolos preferidos de la Torá".15

12 Cfr. Am 9,13-14; Jl 2,24; 4,18; Is 25,6.
13 Ct 1,2.4; 4,10; 5,1; 7,3.9; 8,2.
14 pr 9,2.5; Si 24,17-21.
15 A. SERRA, Contributi dell'antica letteraturagiudaica perl'essegesi di Gv2,1-12 e 19,25-27, Roma 1977. En el Targum sobre Cant 8,1-2 se lee: "En aquel tiempo, se manifestará el Rey-Mesías a la asamblea de Israel, y los hijos de Israel le dirán: Ven, sé nuestro hermano, subamos a Jerusalén y gustaremos contigo las palabras de la Ley; contigo beberemos el vino añejo".

En la narración de las bodas de Caná el vino tiene una importancia singular. Se le nombra cinco veces (v. 3.5.10). Su abundancia es significativa: seis tinajas llenas hasta el borde. Y es el "vino bueno", muy superior al anterior. ¿Cuál es su significado dentro del primer signo de Jesús? Los Padres han visto en el "agua de las purificaciones" una figura de la Ley, que Jesús transforma en la gracia del Evangelio.16 La purificación mediante la Ley de Moisés ha terminado; ahora será fruto del Evangelio, de la Palabra de Cristo (Jn 15,3).

El vino nuevo de las bodas de Caná es el vino mesiánico que El ha guardado hasta ahora, vino que procede del agua de las tinajas destinadas a la "purificación" de los judíos. Estas tinajas estaban llenas del agua ritual de la Ley de Moisés. Jesús transforma el agua de la Ley antigua en el vino de la Ley nueva: "Si la Ley fue dada por mediación de Moisés, la gracia y la verdad nos han llegado por Jesucristo" (Jn 1,17). Esta palabra del capítulo primero se hace relato en el segundo. La Ley nueva, Ley de gracia y verdad, nos es dada por Jesucristo, en la "manifestación" que El hace de sí mismo. Como dice San Agustín: "Cristo ha reservado hasta ahora el vino bueno, es decir, su Evangelio".17 Así lo interpretó la tradición monástica y litúrgica de la Edad Media:

En lo que se refiere al milagro de Caná, el simbolismo es tan rico como simple: Jesús convierte el agua de la letra en el vino del espíritu. Habiéndola heredado de la Ley antigua, la transforma en la gracia del Evangelio... De entre los símbolos que el Evangelio nos ofrece, es éste el más utilizado en la literatura exegética y en la liturgia.18

María, la hija de Sión, recoge la profecía que compara a Israel con una viña pisoteada y convertida en erial, en la que "ya no hay vino",- "se lamentan en las calles por el vino", "desapareció toda alegría, emigró el alborozo de la tierra" (Is 5,1-7; 24,7-13)- y se lo hace presente a su Hijo. Y Jesús, el Esposo, cambia el agua en vino y "en abundancia". Para esto ha venido Jesús: "para'que tengan vida y en abundancia": seis tinajas de dos o tres metretas, que equivalían a unos seiscientos litros. iAún hoy nosotros estamos bebiendo de aquel vino! Con Cristo llega la abundancia y la alegría de las bodas de Dios con los hombres, anunciada por los profetas.19 Mandando llenar las tinajas hasta el borde Jesús expresa su deseo de colmar los corazones de su alegría: "Os he dicho esto para que mi alegría esté en vosotros y que vuestra alegría se vea colmada" (Jn 15,11).

16 El vino en el Antiguo Testamento es símbolo de la era mesiánica por su abundancia (Am 9,13; Jl 2,19-26; Jr 31,12); por su cualidad (Os 14,8; Is 25,6; Za 9,17); por su gratuidad (Is 55,1). El simbolismo del vino está unido al de las bodas de Dios con su pueblo (Os 2,21-24; Is 62,5-8; Jr 31,8-10.31-37; Ct 1,2.4; 2,4; 4,10; 5,1; 7,3.10; 8,2). El Targ•únr aún es más explícito en este simbolismo. Y el Nuevo Testamento sigue uniendo el símbolo del vino con el Reino de Dios y la Nueva Alianza (Mc 14,25; Lc 22,20; 1Co 11,25... Jesús es el Esposo de las bodas mesiánicas, que ofrece el "vino bueno" del Evangelio (Mt 9,14-17; Mc 2,18-22; Lc 5,33-39). Cfr. más textos comentados en A. SERRA, o.c.
17 SAN AGUSTIN, Trae. in Ioannern IX,2: PL 35,1459.
18 H. DE LUBAC,
Exégése médiévale I, París 1959, p.334-346.
19 Cfr Os 2,4-18; Ez 16; Jr 3,1-10; Is 54,4-5.

La gloria pascual comienza a despuntar, la fe pascual comienza a nacer: "Así Jesús comenzó sus signos, manifestó su gloria y sus discípulos creyeron en El" (Jn 2,11). Caná es la primera etapa hacia la hora, en la que el pueblo de la primera alianza pasará a la alianza nueva en el Espíritu Santo. A esta "mujer", presente en el primer signo de Jesús, Juan la vuelve a encontrar al pie de la cruz: "En pie, junto a la cruz de Jesús, estabasu madre" (Jn 19,25). En pie, "la Iglesia vertical" 20 paralela a la cruz del Hijo, está unida a El en la subida hacia el Padre, a través de la muerte.

En conclusión, el "vino bueno" de Caná, "conservado hasta ahora" (v.10), es símbolo de los tiempos mesiánicos, inaugurados con el primer signo de Jesucristo, que se proyecta a su consumación en la Cruz, cuando llegue realmente la "hora" de Jesús. "En aquel día" los discípulos conocerán que Jesús es igual que el Padre en la divinidad, es decir, "que estoy en el Padre y vosotros en mí" (Jn 14,20). Aquel día será el día de la alianza nueva de Dios con los hombres, continuación y superación de la antigua alianza.

 

C) HACED LO QUE EL OS DIGA

Mientras María hace presente a Jesús la falta del vino material, Jesús habla de otra realidad, habla de "su hora". Seguramente que María, como le sucedió en el templo (Lc 2,48-50), no entendió a qué se refería. Pero María acepta la voluntad del Hijo y se pone a su disposición, invitando a los sirvientes a hacer lo mismo: "Cuanto El os diga, hacedlo". María no sabe aún lo que El hará, ni qué sucederá, pero invita a ponerse a disposición de El.

20 P CLAUDEL en su poema Stabat Mater escribe: Al pie del árbol triunfal,\ he aquí a la Iglesia vertical\ que mira a su primogénito".

En María, la Mujer-Israel, resuena la esperanza del pueblo elegido. Ella recoge la fe de Israel y se abre al signo inaudito que el Hijo ha venido a realizar, superando con el "vino bueno" y abundante todas las expectativas de la antigua alianza. Y, con ella, invita a los "sirvientes" a asumir la misma actitud, propia de la alianza: la docilidad plena a la voluntad de Dios. Ella se abre al paso de la antigua a la nueva alianza e invita a Israel a ser Iglesia, a pasar de la ley al evangelio: "Haced lo que El os diga" (2,5).

Esta fórmula se repite en el Antiguo Testamento en relación con la alianza. Israel, en respuesta a las promesas que Dios le ha hecho, promete obediencia a Dios. Así aparece en la conclusión de la alianza en el Sinaí (Ex 19,8; 24,3-7; Dt 5,27) y, más tarde, en la renovación de la alianza (Jos 24,24; Esd 10,12;Ne 5,12): "Nosotros haremos todo cuanto nos ha dicho Yahveh". A lo largo de la historia, Israel, Esposa del Señor, hará memoria continua de su "sí" en la falda del Sinaí. Guardando en su corazón el eco de aquel momento, saborea la frescura de su primer amor. Las palabras de María -las últimas palabras de María que recogen los evangelios- son la profesión de fe de María, la Mujer Sión, como lo hizo toda la comunidad del pueblo elegido en el Sinaí, acogiendo la alianza con Dios.21 Lo que María pide a todos los servidores respecto a Jesús es que adopten la actitud de la alianza, la aceptación plena de su palabra, de la voluntad de Dios. Así ella mueve a los discípulos a creer en El (2,11),22

21 Ya en el fíat de la anunciación hay una alusión al fíat pronunciado por Israel al aceptar la alianza en el Sinaí. Y al final del encuentro con el ángel, éste "partió de ella", como Moisés que "volvió a referir al Señor las palabras del pueblo" (Ex 19,8).
22
Cfr. JUAN PABLO II, El Íatde María cumplimiento del ratde Israel en el Sinaí, en el Ángelus del 3-7-1983.

Los servidores son los que obedecen a Cristo, siguiendo la invitación de María. A ellos manifiesta Jesús su gloria: "Quien acoge mis mandamientos y los cumple, éste me ama. Y quien me ama será amado por mi Padre, y yo le amaré y me manifestaré a él" (Jn 14,21). Éste es el verdadero servidor de Jesús a quien el Padre "honrará" (Jn 12,26). Al servicio a Cristo, obedeciendo a su palabra, sigue la manifestación de Cristo. Esta es la experiencia de los servidores de Caná; ellos son los que "conocen de dónde procede el vino bueno" (Jn 2,9), porque son ellos quienes han sacado el agua, obedeciendo la palabra de Jesús: "En esto sabemos que le conocemos, porque observamos sus mandamientos" (lJn 2,3). Los servidores de Caná son el prototipo del servicio y obediencia a Cristo para entrar en la Nueva Alianza, como amigos de Jesús: "Os doy un mandamiento nuevo, que os améis los unos a los otros como yo os he amado... Seréis mis amigos si hacéis lo que os mando" (Jn 13,34; 15,14).

Después de la boda Jesús "bajó a Cafarnaúm con su madre y sus hermanos y sus discípulos, y se quedaron allí algunos días" (Jn 2,12). Al principio del relato, María y Jesús con sus discípulos han llegado separados. Al final, parten unidos. La fe de María y de los discípulos les ha congregado en torno a Jesús. Son la nueva familia en la fe: "Al final de la narración, María y los discípulos forman la comunidad mesiánica, unida en la fe en el Hijo de Dios, que ha manifestado su gloria. Allí está el núcleo de la Iglesia en torno al Señor, escuchando su palabra y cumpliendo la voluntad del Padre. María está presente en esta comunidad eclesial. Podemos imaginar a Jesús que, mientras contempla a este grupo reunido en torno a Él, dice: He aquí mi madre y mis hermanos. Pues todo el que cumpla la voluntad de mi Padre celestial, ese es mi hermano, mi hermana y mi madre" (Mt 12,49-50).23

23 M. THURIAN, o.c., p.158.

Con el don del vino nuevo y abundante nace el nuevo pueblo de Dios, la comunidad escatológica basada en la fe, de la que María es testigo y modelo: "Este fue el primer signo realizado por Jesús. Así manifestó su gloria y los discípulos creyeron en El" (v.11). La Virgen es presentada como discípula de su Hijo, unida a los demás discípulos en el testimonio de la gloria que se ha manifestado en Cristo. En los albores de la Iglesia naciente María se presenta como miembro significativo de la comunidad asidua y concorde en la plegaria (Hch 1,14); la experiencia de Pentecostés es común a María y a los discípulos.

El Evangelio nos dice: "Estaba allí la madre de Jesús". Allí está María como Esposa y como Madre. Ella es la "Mujer", como la llama Jesús. Este título reviste aquí, lo mismo que en el momento de la cruz, una significación especial. Jesús comienza a manifestarse como Mesías, por ello las relaciones entre El y María no son ya las mismas: no son ya simplemente las relaciones de un hijo con su madre. Al llamar a María "Mujer", Jesús la está implicando directamente en la misión que Él comienza con su primer signo. Jesús inicia con María -más allá de su maternidad carnal- una relación distinta en el misterio de la salvación.

Desde aquella hora ya no es "María", sino la "Madre de Jesús". Parece como si quedara sólo su misión de "madre", toda ella relativa al Hijo. Sólo existe para Él, repitiéndonos las palabras de la Alianza: "Haced lo que El os diga". Esta es la interpretación del papa Pablo VI en la conclusión de su exhortación Marialis cultus:

Sean el sello de nuestra Exhortación y una ulterior prueba del valor pastoral de la devoción a la Virgen para conducir los hombres a Cristo, las palabras mismas que ella dirigió a los servidores de las bodas de Caná: haced lo que Él os diga (Jn 2,5); palabras que en apariencia se limitan al deseo de poner remedio a la incómoda situación de un banquete, pero que en las perspectivas del cuarto Evangelio son una voz que aparece como una resonancia de la fórmula usada por el pueblo de Israel para ratificar la alianza del Sinaí, o para renovar los compromisos, y son una voz que concuerda con la del Padre en la teofanía del Tabor: Escuchadle (Mt 17,5) (n.58).

Y Juan Pablo II en su homilía del 8 de marzo de 1983, en el Santuario de Nuestra Señora de Suyapa, en Honduras, decía:

No podemos acoger plenamente a la Virgen como Madre si no somos dóciles a su palabra, que nos muestra a Jesús como Maestro de la verdad, a quien debemos escuchar y seguir: "Haced lo que El os diga". María repite continuamente estas palabras, mientras con la mirada nos muestra al Hijo que lleva en sus brazos.24

24 JUAN PABLO II, OssRom 10 de marzo de 1983.

La Iglesia es el sacramento de Cristo y tiene la tarea de conducir al hombre a Cristo. Icono de la Iglesia, María es pura relación a Cristo. Contemplando a María, los fieles no se detienen en ella; la imagen no forma pantalla, la madre conduce al Hijo. En Caná, María con su fe e intercesión prepara el "signo" que manifiesta la gloria de Cristo, suscitando la fe de los discípulos. En la Iglesia, María sigue siendo y haciendo lo mismo: Movida a compasión por la indigencia humana, sin vino, ella dispone el corazón de los hombres a la fe en la Palabra de Cristo y mueve a Cristo a darnos el "vino bueno" de la fiesta nupcial.25

25 R. LAURENTIN, La Madonna del Vaticano II, Bergamo 1965.