05. CONCEBIRÁS Y DARÁS A LUZ UN HIJO


A) LA VIRGEN-MADRE

La virginidad y maternidad están indisolublemente unidas, iluminándose mutuamente tanto en María como en la Iglesia. Tanto María como la Iglesia están virginalmente orientadas a unirse totalmente con Cristo en el Espíritu Santo, sin dejarse seducir por los ídolos o seducciones ideológicas del mundo. Por ello, ambas son fecundas, engendrando vida para el mundo. María es la puerta celestial por la que entró Dios visiblemente en este mundo. Ahí se manifiesta el título de Virgen Madre. En efecto, para engendrar a Dios en la carne, tenía que ser virgen, es decir, desposada con Dios; y como engendró a Dios en la carne, fue madre.

¡Cosa admirable! La Virgen se hace Madre y permanece virgen. Observa de nuevo el orden de la naturaleza. Entre las otras mujeres, si una es virgen no es madre. Y cuando se hace madre, ya no tiene la virginidad. En este caso, ambos atributos concurren en la misma persona. Porque ella misma es madre y virgen. Ni la virginidad impidió el parto, ni el parto disolvió la virginidad.1

En virtud de la gracia de Dios, de la que está llena, María fue preparada para su misión: ser la Virgen-Madre del Hijo de Dios. En su espíritu llevaba grabada la vocación a la virginidad y a la maternidad. Este es el fruto de la gracia de Dios, que ha modelado a María, infundiendo en ella el deseo de virginidad, para hacerla madre de su Hijo. Y la misma gracia le da esa gozosa aceptación de los designios de Dios: "Hágase en mí según has dicho".2 El fíat expresa la alegría del abandono total al querer de Dios.

María, desposada con José, aspira existencialmente a la virginidad y a la maternidad. Lo que no sabe es cómo se pueden compaginar las dos cosas. Dios ha concedido muchas veces un hijo a mujeres estériles. Pero su situación es única, sin precedentes. ¿Cómo será lo que se le anuncia? Es lo que pregunta al ángel y lo que éste le aclara: será una maternidad virginal, sin intervención de varón: "El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la virtud del Altísimo te cubrirá con su sombra. Por lo cual, el que nacerá será llamado Hijo de Dios" (Lc 1,35).

"Pues yo no conozco varón", dice María, es decir "soy virgen", como traduce Cayetano y otros comentaristas antiguos. ¿Cómo hay que interpretar estas palabras de María? Ciertamente sería un anacronismo en este momento de la historia de la salvación hablar de un propósito, y más aún de voto, de permanecer virgen.

1 S. GREGORIO NISENO, Hom. in natalem Domini: PG 46,1136.
2 Lucas, para expresar el fiat de María emplea el optativo genoito, que expresa "un gozoso deseo" de que no tiene nada de resignación u obligada sumisión.

Pero sí expresa una orientación, una inclinación profunda a vivir virginalmente, un deseo de virginidad, que María experimenta y vive existencialmente, aunque no haya tomado forma de resolución, pues ha aceptado los desposorios con José, siguiendo las costumbres de su tiempo y de su ambiente. Pero la aspiración de su alma se orienta en otra dirección. Esta paradoja interior recibe una solución maravillosa en el momento en que el ángel le anuncia que ella será madre del Mesías, del Hijo de Dios, de una manera virginal. Por obra del Espíritu Santo, virginidad y maternidad irán unidas en María por caminos llenos de misterio.

Esta es la interpretación de Santo Tomás, que habla "del deseo de virginidad".3 Con fina intuición lo ha expresado Romano Guardini en este texto que sintetizo: "María ha concluido sus esponsales y no ha podido vivirlos más que como el inicio de un camino que habría de conducirla al matrimonio en el pleno sentido de la palabra. Sin embargo, no podía comprenderse a sí misma en una situación semejante, porque a ello se oponía la orientación más profunda de su vida. Si se le hubiera preguntado qué sesgo debían tomar las cosas, hubiera respondido que no lo sabía. María no tiene a mano más que las nociones de matrimonio y de maternidad. De aquí que María se ha desposado o, más bien, ha aceptado los desposorios que le ha propuesto su tutor, pero, al mismo tiempo, abriga la convicción íntima de que los acontecimientos seguirán un curso diferente... En este estado, María vive para Dios, llena de confianza, perseverando en presencia de lo incomprensible, dejándolo todo en manos de Dios. Y cuando al fm el ángel le transmite el men-

3 SANTO TOMAS, Sum.Theol. III,q.28 a.4.

saje de que ha ser Madre por obra y gracia del Espíritu Santo, su alma profunda dirá: iDe modo que era esto!".4

San Bernardo termina su comentario de la Anunciación, dirigiéndose a María con transido lirismo:

Has oído, Virgen, el hecho; ya has oído también el modo. Las dos cosas son maravillosas, las dos son jubilosas. Alégrate, hija de Sión; grita exultante, hija de Jerusalén (Za 9,9). Ya que a tus oídos se les anunció el gozo y la alegría, escuchemos también nosotros de tu boca la gozosa respuesta que anhelamos, para que se alegren los huesos quebrantados (Is 51,10)... El ángel está aguardando la respuesta. Señora, también nosotros esperamos esa palabra tuya. Responde ya, oh Virgen, que nos urge... Abre, Virgen dichosa, el corazón a la fe, los labios al consentimiento y las entrañas al Creador. Mira que está a la puerta llamando el deseado de todos los pueblos (Ap 3,20). iAh, si por retrasarte pasa de largo! Después tendrás que volver angustiada a buscar de nuevo al amor de tu alma (Ct 5,6). ¡Levántate, corre, abre! Levántate por la fe, corre con la devoción, abre con el consentimiento.5

El mensaje del ángel a María, además del anuncio déla concepción virginal, anuncia también el nacimiento virginal de Jesús, según numerosos testimonios de la tradición patrística. San Cirilo de Jerusalén, comentando Lc 1,35, dice: "Su nacimiento fue puro, inmaculado; porque

4 R. GUARDINI, La Madre del Señor, Madrid 1960,p. 39-43.
5 SAN BERNARDO, De Laudibus Virginis Matris IV,,8: PL 183,83-84.allí donde alienta el Espíritu Santo queda suprimida toda mancha. El nacimiento carnal del Hijo único de la Virgen fue, pues, un nacimiento sin mácula
".6

En virtud de la concepción virginal y del parto virginal el niño será llamado "Hijo de Dios". Tanto la concepción virginal como el nacimiento son obra del Espíritu Santo: forman un todo. La diferencia está en que la concepción virginal tuvo lugar secretamente, en el seno de María, mientras que el nacimiento, como signo de aquella, fue exterior, sin lesión corporal para la madre y, por consiguiente, sin pérdida de sangre ("no de la sangre", dirá Juan). A la luz de estos dos signos se revela la filiación divina de Jesús. Jesús es el Hijo de Dios, porque no es José, sino Dios mismo su Padre: de ello es signo el nacimiento virginal.7 Romano el Melode pone en labios de María estas palabras dirigidas a su Hijo:

Tú eres mi fruto, tú eres mi vida. Por ti he sabido quién soy y que tú eres mi Dios. Por el sello inviolado de mi virginidad, yo puedo proclamar que tú eres el Verbo inmutable hecho carne.8


B) LA MADRE DE JESÚS

La virginidad de María es la explicitación del dato cristológico de que Jesús reconoce como padre únicamen-

6 SAN CIRILO DE JERUSALEN, Cat. XII, 32: PG 33,765A.
7 Cfr. el análisis detallado de I. DE LA POTTERIE, María en el misterio de la alianza, Madrid 1993.
8 ROMANO EL MELODE, Homilía de Navidad, II,1. Sobre la virginidad de María: CEC 496-511.

te al Padre celeste. Cuando, a los doce años, María le diga: "Mira tu padre y yo, angustiados, te buscábamos", Él le responderá: "¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debo ocuparme de las cosas de mi Padre?" (Lc 2,48-49). Un hombre no puede tener dos padres, dice con concisión Tertuliano.9 Por consiguiente, para ser la madre del Hijo de Dios, que no puede tener ningún otro padre más que Dios, María debe ser virgen, cubierta con la sombra del Espíritu Santo.

El evangelio de Juan es muy diferente de los sinópticos. Juan nos ofrece una visión teológica y espiritual de la vida de Jesús, el Verbo hecho carne. El misterio de la Encarnación es el corazón del cuarto evangelio, aunque no contenga ningún relato de la infancia de Jesús. Un hecho llamativo es que Juan nunca nombra a María por su nombre. Si no tuviéramos los otros evangelios, ni siquiera conoceríamos el nombre de "la madre de Jesús", como la designa Juan.10 Juan presenta a ciertas personas como "tipos" o símbolos y entonces el nombre de esas personas es secundario. Dos ejemplos típicos son el de "la madre de Jesús" y el del "discípulo que Jesús amaba". En el evangelio de Juan, todo lo que Jesús dice y hace viene a ser "signo" y "símbolo" de otra realidad misteriosa que sólo se percibe con los ojos de la fe. Esto no quiere decir que los episodios que se narran no hayan ocurrido, sino que son tan reales que para quien los mire y contemple con los ojos de la fe le revelan el misterio oculto en ellos.

Con relación a María, Juan concentra toda su atención en la función que ella cumple en relación a Jesús: es la madre de Aquel que es el Hijo de Dios, la madre del Verbo

9 TERTULIANO, Adv.Marc. 4,10.
10 Cfr. Jn 2,1.3.5.12;6,41;19,25.

encarnado. La Encarnación consiste en que el Hijo de Dios se hace hombre, asumiendo un cuerpo humano, nacido de mujer, "la madre de Jesús". Siendo Jesús la figura central del evangelio, Juan nunca dice que "sea el Hijo de María", poniendo el acento sobre la persona de la madre. Para Juan, la madre importa en relación al Hijo. Ella es "la madre de Jesús".

En cambio, por dos veces, Juan usa la fórmula "el hijo de José" (1,45; 6,42). Pero, en ambos casos, lo hace para describir la convicción de otros y no la suya propia. Juan conoce perfectamente la concepción virginal de María y le atribuye un valor fundamental en el contexto concreto del misterio de la Encarnación del Verbo (1,12-13). Son los habitantes de Galilea quienes murmuran porque Jesús ha dicho que "ha bajado del cielo". Ellos no pueden admitirlo y dicen: "¿No es éste Jesús, el hijo de José, cuyo padre y madre nosotros conocemos?" (6,42). Pero al final de la perícopa, Juan invierte totalmente la situación: "Sólo el que viene de parte de Dios, ése ha visto al Padre" (6,46). Juan, partiendo de la opinión de los hombres, pasa a afirmar la filiación divina de Jesús: El viene de Dios, ha visto al Padre, tiene a Dios por Padre. Es el camino desde la incredulidad de los judíos en el misterio de la Encarnación y de la filiación divina de Jesús a la verdadera fe en la revelación del Padre y del "Unigénito que viene del Padre" (1,14). Todo hombre que recorre este camino tiene "vida eterna" (6,47). Juan, pues, cita la opinión de las gentes únicamente para responder: Jesús no es el hijo de José. ¿Por qué? Porque Jesucristo es "el Hijo del Padre" (2Jn 3;Jn 5,18).

De aquí que en Juan la maternidad de María se vea, igualmente, en la perspectiva de la Iglesia, porque su maternidad y su virginidad se prolongarán en la maternidad virginal de la Iglesia con relación a los creyentes. Es decir, lo que le interesa a Juan es el papel que María ha desempeñado en la historia de la salvación, en el misterio de Cristo y en el misterio de la Iglesia.

Para Juan, el hombre concreto Jesús es el templo de la presencia de Dios. En Jesús, Dios está presente en medio de nosotros. El es el Hijo de Dios. La unidad entre el Hijo de Dios, que viene del Padre, y el hombre Jesús, que ha aparecido en medio de nosotros, es lo que Juan quiere mostrar en todo su evangelio: "El Verbo se hizo carne" (1,14; Cfr. lJn 1,2). Pero, ¿se interesa de la concepción virginal o no dice nada de ella? En el prólogo, Juan dice:

Mas a cuantos le recibieron, les dio poder de venir a ser hijos de Dios, a aquellos que creen en su nombre; el cual no de las sangres, ni de la voluntad de la carne, ni de la voluntad del hombre, sino de Dios fue engendrado (Jn 1,12-13).11

11 Esta traducción en singular del v. 13 es la de la Biblia de Jerusalén, aunque casi todas las traducciones lo leen en plural, refiriéndose al nacimiento espiritual de los cristianos. Para la justificación del singular, ver I. DE LA POTTERIE, o.c., p.128-158, con la bibliografía correspondiente.

Las citas patrísticas del siglo II, del v.13, traen todas el singular. Los manuscritos de la Biblia, que son posteriores, traen, en cambio, el plural. La forma plural aparece, por primera vez en Alejandría, en el contexto de la polémica contra los gnósticos. Tertuliano acusa a los valentinianos de haber introducido fraudulentamente el plural "para apoyar sobre un texto de Juan la existencia de sus elegidos-espirituales": "¿Qué significa, pues, el cual no de la sangre, ni de la voluntad de la carne, ni de la voluntad del hombre, sino de Dios ha nacido?" Es éste el giro que yo empleo con preferencia, y quiero acorralar a sus falsificadores. Pretenden ellos, en efecto, que se ha escrito así: "los cuales no de la sangre, ni de la voluntad de la carne o del hombre, sino de Dios son nacidos", como si estas palabras designaran a aquellos que creen en su nombre, y que se mencionan más arriba; lo hacen a fin de mostrar que son ellos esta simiente misteriosa de "Elegidos" y "Espirituales", qué se atribuyen a sí mismos. Pero, ¿cómo puede afirmarse tal cosa, siendo así que todos aquellos "que creen en su nombre" nacen, según la ley común del género humano, de la sangre y de la voluntad de la carne y del hombre, incluyendo al mismo Valentino? Así que está escrito en singular, de modo que se aplica al Señor: "sino de Dios ha nacido"; aplicación justísima, en cuanto Verbo de Dios. TERTULIANO, De Carne Christi 19,1-2.

En este pasaje Juan juega con dos tiempos del mismo verbo: el perfecto para los cristianos y el aoristo (en singular) para Cristo, lo mismo que en su primera carta: "Sabemos que todos los que han nacido de Dios no pecan, pues el Engendrado por Dios les guarda y el maligno no les toca" (1Jn 5,18). Para los creyentes, en los que se ha hecho realidad el renacimiento bautismal, Juan utiliza el perfecto, indicando una situación actual, consecuencia de una acción pasada. El cristiano es alguien que ha nacido de Dios, alguien en quien la Palabra de Dios y el Espíritu han transformado en un nuevo ser: un hijo de Dios. La Encarnación de Cristo, en cambio, es un hecho histórico, que tuvo lugar en un momento determinado, a principios del siglo primero. Para expres2rlo, Juan emplea el aoristo, el tiempo pasado: "Aquel que fue engendrado por Dios". Es el tiempo usado en Jn 1,13, donde se describe, por tanto, la Encarnación de Cristo, y no el nuevo nacimiento de los cristianos.12

12 Cuando Juan, en su evangelio, describe una cualidad de la vida cristiana, lo hace siempre por analogía con Cristo: "Yo soy la resurrección y la vida... El que cree en mí vivirá" (11,25). Esta analogía se encuentra también en el prólogo, siempre que se lea en singular el v.13: venimos a ser hijos de Dios en la medida en que creemos en el nombre de aquel "que ha sido engendrado por Dios". Él es el Hijo de Dios; nosotros llegaremos a ser hijos de Dios. Si nos abrimos al misterio de Cristo por medio de la fe, entonces se imprimirán en nuestra vida los diversos aspectos del misterio de Cristo. Éste es el comienzo y la conclusión del cuarto evangelio: "Estas señales fueron escritas para que creáis que Jesús es el Mesías, Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en su nombre" (20,31).

Si Cristo no ha sido engendrado por "la voluntad de varón" es claro que su concepción ha sido virginal. Si ningún hombre ha intervenido en la manera en que el Hijo de Dios ha tomado carne humana, es que ha sido una concepción virginal. Ya San Ireneo escribe:

No nació de la voluntad de un varón. José no tuvo parte alguna en su nacimiento; únicamente María colaboró con Él, manteniéndose disponible, para que comprendiésemos que su venida en la carne no era fruto de la voluntad de un hombre, sino de la voluntad de Dios.13

Y no sólo la concepción virginal, sino también el parto virginal se encuentra en el evangelio de Juan: "El cual no nació de las sangres..." (Jn 1,12). En castellano es extraño hablar de "sangres" (damin), pero es como está en el original, haciéndose eco del texto del Levítico, sobre las leyes de purificación de la mujer que ha dado a luz: "ella quedará en casa durante treinta y tres (o sesenta y seis) días en las sangres de su purificación... Luego el sacerdote hará por ella la expiación y será pura del flujo de sus sangres" (12,4-7). En este contexto se comprende la expresión de Juan: "el cual no nació de las sangres". Jesús, al nacer, no causó efusión de sangre en su madre. En otros términos: en el nacimiento de Jesús no habría tenido lugar impureza ritual alguna de la madre, porque no se dio pérdida de sangre. Tenemos aquí un indicio escriturístico de lo que los teólogos llaman "virginidad en el parto".

Hipólito, en el siglo segundo o comienzo del tercero, contraponiendo el nacimiento de Simón el Mago al de Cristo, escribe: "Simón no era Cristo, el que ha sido, es y será; era simplemente un hombre, salido de simiente humana, puesto en el mundo por una mujer, nacido de las sangres y del deseo carnal, como cualquier otro".14 Y así otros muchos Padres. San Ambrosio escribe: "Abrió el seno de su madre para salir de él inmaculado". Y San Jerónimo: "Admitimos

13 SAN IRENEO, Advhaer. III,21,5,7. Cfr. SAN JERÓNIMO, Epist. 65,8,2: PL 22,267.
14 HIPÓLITO, Elenchos III,9,2.

que la madre que da a luz un hijo queda manchada por la sangre...; ipero que nadie piense esto de la Madre del Salvador!".15

San Gregorio de Nisa es el primero de los Padres griegos que expone de manera explícita la virginidad de María en el parto, entendida como integridad física. Dice:

Así como la Virgen misma no supo de qué manera en su cuerpo se formó el cuerpo portador de Dios, así tampoco sintió su nacimiento, según el profeta dio testimonio de que el parto sería indoloro. Porque dice Isaías: "Antes de que viniesen los dolores del parto, dio a luz un varón" (Is 66,7). Por eso él fue elegido para renovar el orden de la naturaleza en ambos sentidos: porque ni empezó a existir por placer; ni salió de la madre con fatiga. Y todo esto sucedió de modo conveniente y no sin razón. Pues así como aquella (Eva) que por el pecado introdujo la muerte en la naturaleza, fue condenada a dar a luz en medio de dolores y fatigas, convenía que la madre de la vida comenzara a concebir con gozo, y con gozo terminara con el parto. Por eso el arcángel le dice: "Alégrate, llena de gracia" (Le 1,28), liberándola con esa palabra de la tristeza que desde el principio acompaña el dar a luz, a causa del pecado.16

En Juan se da una conexión entre el hecho y su significación, entre el acontecimiento histórico y su sentido

15 SAN AMBROSIO, In Lc2,57: PL 15,1655; SAN JERÓNIMO, Adv. Helvidium 8: PL 23,201B-C.
16 SAN GREGORIO DE NISA, Sobre el Cantar de los cantares PG 44,1037-1062.

teológico. La maternidad virginal de María es un hecho histórico, pero con un significado teológico que sitúa a María en el corazón del misterio de la salvación. La doble misión de María, como madre y como virgen, la coloca en relación permanente con la venida del Hijo de Dios al mundo, es decir, con el misterio de la Encarnación y del anuncio de la salvación a los hombres. El hecho biológico de la concepción virginal no puede nunca separarse del significado profundo que el hecho encierra. Se trata, a la vez, del hecho asombroso y singular consistente en que una mujer sea madre sin dejar de ser virgen y, al mismo tiempo, de su significación para la fe cristiana. Dios se revela en los acontecimientos concretos de la historia de la salvación.

El nacimiento virginal se presenta como signo de la filiación divina de Jesús. Su nacimiento fue un nacimiento "santo" (Lc 1,35), un nacimiento que tuvo lugar sin pérdida de las "sangres" (Jn 1,13), sin intervención de varón. "El nacimiento virginal es el origen necesario de aquel que es el Hijo de Dios"; "Nacer sin intervención alguna de un padre terreno es el origen intrínsecamente necesario de aquel que podía decir a Dios Padre mío, de aquel que, incluso en cuanto hombre, era radicalmente hijo, el Hijo de ese Padre".17 "Ha de quedar claro que el nacimiento virginal es, ante todo, una afirmación cristológica: Jesús es el Hijo del Padre eterno de una manera tan singular que no podía tener también un padre terreno".18 "La maternidad virginal constituye el signo de la filiación divina; es su manifestación en la carne".19

17 J.RATZINGER, La figlia de Sion, Milano 1972, p.49.
18 H. URS VON BALTHASAR, Marie, premiére Église, p.7.
19 J. GALOT, La conception virginale du Christ, Gregorianum 49(1968)637-666.

Es lo que hallamos en la tradición patrística. Tertuliano dice: "Si Cristo nació de un ser humano, entonces es claro que tuvo que ser de una virgen. De lo contrario, si su madre no hubiera permanecido virgen, hubiera tenido dos padres: Dios y un hombre".20 Lo mismo dice Proclo de Constantinopla, gran mariólogo de la Iglesia griega del siglo IV-V "Un Hijo único no puede nacer de dos padres. Aquel que no tiene madre en el cielo, no tiene padre en la tierra".21 Decir, pues, que María es virgen es, ante todo y esencialmente, proclamar un misterio de Cristo, el misterio de Cristo, "verdadero Dios y verdadero hombre". "Nacimiento de Cristo del Padre, sin madre. Nacimiento de Cristo de la Madre, sin padre. Los dos son maravillosos. El primer nacimiento tuvo lugar en la eternidad; el segundo, en el tiempo".22

A los Padres les gusta repetir que "la profecía de Isaías preparó la credibilidad de algo increíble, explicando lo que es un signo: `Pues el Señor os dará un signo: He aquí que una virgen concebirá en su seno y dará a luz un hijo' (Is 7,14). Un signo enviado por Dios no sería tal, si no envolviese alguna novedad extraordinaria. iNo es un signo lo que todos los días sucede, es decir, que una joven no virgen conciba y dé a luz! Pero isí es un signo el que una virgen sea madre!".23

Rufino de Aquileia dirá que para aceptar que Jesús nació de la Virgen por obra del Espíritu Santo "se requiere un oído limpio y un entendimiento puro":

20 TERTULIANO, Adv. Marcionem W 10,6-7.
21
PROCLO, Or. 4, in natalem diem Domini 3: PG 61,714B.
22
SAN AGUSTÍN, Sermo 4: PL 46,982.
23 TERTULIANO, Adversus Marcion III 13,4-5: contra los que afirman que almah significa sólo joven y no virgen. Cfr. San JUSTINO, Apología 1" 33,1; Diálogo 43,7-8; 66,1-67,2; 71,3; 84,1-3; SAN IRENEO, Adversus haeresesIII,21,1-5; ORÍGENES, Contra Celso I 32-51; SAN JUAN CRISOSTOMO,
In Matheum Hornilla 4,2-3...

iUn parto nuevo fue dado al mundo! Y no sin razón. Pues quien en el cielo es el Hijo único, también en la tierra nace único y de modo único. De todos conocidas y evocadas en los Evangelios (Mt 1,22ss) son, a este respecto, las palabras de los profetas, afirmando que "una virgen concebirá y dará a luz un hijo" (Is 7,14). Pero también el profeta Ezequiel había preanunciado el modo admirable del parto, designando simbólicamente a María "puerta del Señor", es decir, a través de la cual el Señor entró en el mundo: "La puerta que da al oriente estará cerrada y no se abrirá ni nadie pasará por ella, porque el mismo Señor Dios de Israel pasará a través de ella, y estará cerrada" (Ez 44,2). ¿Pudo decirse algo más claro sobre la consagración de la Virgen? En ella estuvo cerrada la puerta de la virginidad; por ella entró en el mundo el Señor Dios de Israel y, a través de ella, salió del vientre de la Virgen, permaneciendo asimismo cerrada la puerta de la Virgen, pues conservó la virginidad.24

24 RUFINO DE AQUILEIA, Expositio symboli, 8-11.

Con la confesión de fe en la concepción virginal, la Iglesia confiesa que Cristo, el Salvador; es puro don, irrupción gratuita de Dios, no logro humano. Y esto para todo cristiano. La salvación en Cristo es don y no conquista humana. Cristo es don, que se acoge en la fe, como María Virgen.

Una concepción por obra del Espíritu Santo y cuyo fruto es el Hijo de Dios, nacido del Padre antes de los siglos, sólo puede ser virginal. Y además la acción del Espíritu Santo transforma totalmente el ser de María. Por eso la Iglesia confiesa la virginidad de María en el nacimiento y también después del nacimiento. San Ambrosio fue el primero en dar el fundamento teológico a la fe en la perpetua virginidad de María. Pero en los Padres y en la liturgia la Iglesia celebró siempre a la "siempre Virgen".25

San Cirilo de Alejandría exclama en el concilio de Efeso: "Ella es, a la vez, madre y virgen: ioh misterio admirable! ".26 He aquí la paradoja de la fe cristiana, pues lo que se dice de la madre de Jesús reviste un valor tipológico para la vida de los creyentes en la Iglesia. La virginidad de María, ligada desde el principio al núcleo central de la fe en Cristo, tiene un valor soteriológico. El misterio del parto virginal se relaciona con el misterio de la pascua: "¿Dónde está la fanfarronería de los llamados inteligentes? La verdad es que nuestro Dios Jesús, el Ungido, fue llevado por María en el seno conforme a la disposición de Dios; del linaje, cierto, de David; por obra, empero, del Espíritu Santo. El cual nació y fue bautizado, a fin de purificar el agua con su pasión. Y quedó oculta al príncipe de este mundo la virginidad de María y el parto de ella, del mismo modo que la muerte del Señor: tres misterios sonoros que se cumplieron en el silencio de Dios".27 El "parto virginal" es el acontecimiento en que Dios se hizo visible al mundo en forma humana por primera vez, así, como, después de los dolores de

25 C. POZO, María en la obra de la salvación, Madrid 1974.
26 SAN CIRILO DE ALEJANDRÍA, Hom. 4: pg 77,991C.
27 SAN IGNACIO DE ANTIOQUÍA, Carta a los Efesios CVIII-XIX.

la pasión y de la cruz, el Señor se manifestó a los hombres en la gloria de la resurrección.

Así es como también, al nacer, el Hijo, "lejos de menoscabar, consagró la integridad virginal de la Madre" (LG 57). El desarrollo del tema de la virginidad de María después del parto es fruto del deseo de ver en María un modelo luminoso de la existencia ofrecida totalmente a Dios. La "toda santa" es guía concreta para la vida de los monjes y de las vírgenes consagradas, así como para todos los bautizados que desean vivir en plenitud la gracia del don recibido en el bautismo mediante la radicalidad de su fe.


C) THEOTÓKOS: MADRE DE DIOS

Con Pablo comienza la vinculación de la mariología a la cristología, mediante el testimonio de la maternidad divina de María y de su significado salvífico: "Cuando llegó la plenitud de los tiempos, Dios envió a su propio Hijo, nacido de mujer, nacido bajo el régimen de la ley, para rescatar a los que se hallaban bajo la ley, y para que recibiéramos la filiación adoptiva" (Ga 4,4-5).

María, como mujer, está inserta en la Encarnación mediante su maternidad: "La palabra de Dios puede entrar realmente en la serie generacional de la humanidad sólo mediante la concepción, la gravidez y el parto de una mujer. De esta manera se advierte la relación adamítica, como señala Pablo: `lo mismo que la primera mujer se deriva del hombre, así ahora el hombre existe de nuevo mediante la mujer' (1Co 11,12). Y si la madre en cuestión es la madre de un niño humano que es personalmente Dios, entonces deberá llamarse con derecho Theotókos, engendradora de Dios".28

El Evangelio de Lucas señala los dos momentos fundamentales de la maternidad de María: concebirás y darás a luz (Lc 1,31), que aparecen también en Mateo: "lo engendrado" en María es obra del Espíritu Santo y "ella dará a luz un hijo" (Mt 1,20s). Los dos momentos estaban anunciados en la profecía de Isaías: "Una virgen concebirá y dará a luz
un hijo" (Is 7,14). La Iglesia latina ha subrayado el primer momento llamando a María Dei Genitrix, que se fija en el engendrar, mientras que la Iglesia griega subraya el segundo, al llamarla Theotókos, que se refiere al momento del parto.

Sin embargo hay que decir que en la lista genealógica de Jesús, recogida por Mateo, el verbo "engendrar" se reserva a los hombres; el papel de las mujeres se expresa con la preposición de (ek): "Judá engendró a Fares y a Zéraj de Tamar. Salma engendró a Booz de Rajab. Booz engendró a Obed de Rut. David engendró a Salomón de la mujer de Urías" (Mt 1,3.5.6). Hablando del nacimiento de Jesús, Mateo usa por tres veces la misma preposición de (ek), una vez para María, de la que fue engendrado Jesús (1,16), y dos veces para el Espíritu Santo: "Lo que ha sido engendrado en ella es de (ek) el Espíritu Santo" (1,18.20). Es el Padre quien engendra al Hijo. Concebido del Espíritu Santo y de María, Jesús es "Hijo de Dios". Dios es el Padre que engendra, el Espíritu es su acción. María es el seno donde se cumple en la tierra la obra de Dios en su paternidad eterna.

28 U. VON BALTHASAR, Teodramatica III, p.269.

Jesús nace divina y humanamente de su Dios y Padre, concebido a la vez del Espíritu Santo y de María. Los hijos de Dios nacen igualmente de (ek) el Espíritu Santo (Jn 3,5.6.8), en el agua bautismal de la Iglesia.

Madre de Dios es el más antiguo e importante título dogmático de la Virgen. Es la definición dogmática del Concilio de Éfeso en el año 431 para combatir la herejía de Nestorio. Es cierto que en el Nuevo Testamento no aparece explícitamente el título "Madre de Dios", dado a María. Pero, sí hallamos las afirmaciones que, bajo la atenta reflexión de la Iglesia iluminada por el Espíritu Santo, llevan a sacar esa conclusión. De María se dice que ha concebido y dado a luz un hijo, que es Hijo del Altísimo, santo e Hijo de Dios (Lc 1,31-32.35). Es llamada corrientemente en los evangelios: la Madre de Jesús, la madre del Señor (Lc 1,43), o simplemente "la madre", "su madre" (Jn 2,1-3). A la vez que la Iglesia, en su comprensión progresiva de la fe, se esclarece a sí misma quién es Jesús, se le esclarece, consiguientemente, de quién es madre María.

Los Padres sabían muy bien que en las controversias en torno a la divinidad del Hijo estaba en juego el mismo anuncio y ofrecimiento de la salvación, que acontecieron en El. La glorificación y confesión de Jesús tuvieron, desde los orígenes, un carácter soteriológico. Y la defensa de la fe en Cristo, causa de nuestra salvación, se convirtió al mismo tiempo en testimonio en torno a María, la Madre del Señor. En ciertos ambientes judíos (como los ebionitas) y en ambientes helenistas (como los adopcionistas), se tendía a acentuar la dimensión humana de Jesús, llegándose a eliminar su divinidad. En este contexto, el interés ortodoxo por María se preocupó por afirmar la concepción virginal de María, que implicaba la absoluta iniciativa divina ya desde el comienzo de la historia de su Hijo. En dirección opuesta, contra los gnósticos y los docetas, que reducían a pura apariencia la humanidad de Cristo, la Iglesia afirmó la verdadera humanidad de Cristo y, en consecuencia, su nacimiento de mujer. Así es como, junto a la virginidad de María, signo del origen divino del Hijo, la Iglesia afirma la maternidad divina de María.

El título de Madre de Dios nos testifica que Cristo es verdadero hombre y verdadero Dios. De otro modo se podría únicamente decir que María es Madre de Jesús. Pero, confesando que María es Madre de Dios, afirmamos que Cristo es Dios y hombre en una misma y única persona. Dios se ha unido al hombre en la unidad más profunda que exista: la unidad de la persona.

En un principio, durante el período de lucha contra las herejías gnóstica y donatista, la maternidad de María es considerada sólo como maternidad física. Los gnósticos y los donatistas negaban que Cristo tuviese un verdadero cuerpo humano; no aceptaban que hubiese tomado un cuerpo de la carne de una mujer. Contra ellos, la Iglesia afirmó con fuerza que Jesús era verdaderamente hijo de María, "fruto de su seno" (Lc 1,42). María, por tanto, era verdadera madre de Jesús. Según algunos de estos herejes, Cristo había nacido de María, pero no había sido concebido en María, es decir, de su carne. Cristo habría nacido a través de la Virgen, pero no de ella: "puesto desde el cielo en María salió de ella pasando por ella y no siendo engendrado por ella, de modo que María en vez de madre sería la vía del nacimiento de Cristo".29 "María no habría llevado en su seno a Jesús como hijo, sino como huésped".30

La referencia a la maternidad divina de María está ya presente en el Símbolo apostólico, atestiguado en la Traditio apostólica de Hipólito, del comienzo del siglo III: ¿Crees tú en Jesucristo, Hijo de Dios, que nació por el Espíritu Santo de la Virgen María...?31 La maternidad de María, en esta primera fase, sirve más que nada para demostrar la verdadera humanidad de Jesús. Y en este período se formó el artículo del Credo: "Nacido del Espíritu Santo y de la Virgen María". Es la confesión de fe en Jesús como Dios y hombre, en cuanto engendrado por el Espíritu Santo y por María. Pero es en el Credo niceno constantinopolitano (381) donde la mención de la Virgen María está cargada de significado soteriológico. Afirmando que Jesucristo es verdaderamente Dios y verdaderamente hombre, concluye: "que por nosotros los hombres y por nuestra salvación descendió de los cielos y se encarnó por obra del Espíritu Santo y de María la Virgen".32 La virginidad de María se presenta como la señal ineludible del hecho de que aquel que es concebido en ella no es fruto de acción humana, sino de Dios, aunque se afirma igualmente que en ella y de ella se ha hecho verdaderamente hombre.

29 TERTULIANO, Contra los Valentinianos 27,1. Desde San Ireneo son muchos ,los Padres que rechazan la expresión de los docetas: "El Verbo ha pasado por el seno de María como agua por un canal".
30 TERTULIANO, Sobre la carne de Cristo 21,4. San Ireneo dirá que quien no comprende el nacimiento de Dios de la Virgen María tampoco podrá comprender la Eucaristía. Cfr. Advhaer. V,2,3.
31 HIPÓLITO DE ROMA, Tradición apostólica, Salamanca 1986, p.76.
32 Es significativo que en el texto original griego la preposición de rige tanto para la mención del Espíritu Santo, principio divino, como para María, principio humano de la encarnación del Hijo de Dios.

Luego, durante las controversias del siglo V cuando el problema central no es el de la humanidad de Cristo, sino el de la unidad de su persona, María es proclamada Theotókos, Madre de Dios. La maternidad de María es vista en relación a la única persona del Verbo hecho hombre. Y, como esta única persona que María concibe según la carne no es otra que la persona divina del Hijo, consecuentemente ella es verdadera "Madre de Dios". Aunque María ha dado a Jesús sólo su humanidad y no la divinidad ha de ser considerada Madre de Dios, porque en Cristo humanidad y divinidad forman una sola persona. Con el Concilio de Efeso, la Iglesia profesa: "Si alguno no confiesa que Dios es verdaderamente el Emmanuel y que, por tanto, la Santa Virgen, habiendo engendrado según la carne al Verbo de Dios hecho carne, es la Theotókos, sea anatema".33

Así se responde a los intentos reduccionistas respecto a Cristo y, en consecuencia, respecto a María de parte de Nestorio, que ve en Cristo dos personas: la divina y la humana; el Verbo divino se habría hospedado en el hombre Jesús como en un templo. En consecuencia María sería sólo Madre de Jesús y no se le podría llamar Theotókos, Madre de Dios. Contra Nestorio el Concilio de Efeso declara, según la carta de Cirilo a Nestorio:

Los santos Padres no tuvieron inconveniente en llamar Madre de Dios a la santa Virgen, no en el sentido de que la naturaleza del Verbo y su divinidad hayan tomado su principio del ser de la santa Virgen, sino en el sentido de que el Verbo se dice nacido según su carne, habiendo sacado de ella su santo cuerpo perfeccionado por el alma racional, con el cual estaba unido según la hipóstasis.34

33 SAN CIRILO DE ALEJANDRÍA, Anatematismo I contra Nestorio en Enchiridium syrnbolorum, n.252. La proclamación de María como Theotókos provocó el júbilo en el pueblo de Éfeso, que esperaba a los Padres fuera del aula conciliar y los acompañó con velas y cantos a sus casas. Entonces se multiplicaron las fiestas, iconos, himnos e Iglesias dedicadas a María Madre de Dios.
34 DS 251.

En contra del monofisismo, que tendía a eliminar la carne de Cristo, la afirmación de la maternidad de María declara la plenitud de la humanidad del Hijo; igualmente, el título de Virgen, afirmando la primacía de Dios en la encarnación, no niega la humanidad del Verbo. El concilio de Calcedonia (451) da la fórmula definitiva:

Siguiendo, pues, a los santos Padres, todos a una voz enseñamos que ha de confesarse a uno solo y el mismo Hijo, nuestro Señor Jesucristo..., engendrado del Padre antes de los siglos en cuanto a la divinidad, y el mismo, en los últimos días, por nosotros y por nuestra salvación, engendrado de María Virgen, Madre de Dios, en cuanto a la humanidad.35

35 DS 301.

Finalmente, el concilio del Laterano, convocado en el 649, dará la formulación oficial de lo que se había ido definiendo en los siglos V y VI: María es virgen antes del parto, en el parto y después del parto. Así se expresa en el tercer canon:

Si alguno no confiesa, según los santos Padres, que la santa siempre virgen e inmaculada María es en sentido propio y verdadero Madre de Dios, ella que al final de los siglos, sin semen humano, ha concebido en modo único y verdadero por obra del Espíritu Santo al mismo Dios Verbo, nacido de Dios antes de todos los siglos, y que le ha engendrado permaneciendo íntegra su virginidad, permaneciendo íntegra también después del parto, se anatema.36

Quien confiese, por fidelidad a la Escritura, que Jesús es Señor y Cristo, reconocerá también la concepción virginal y la maternidad divina de María en su integridad. El que niegue estas verdades relativas a ella comprometerá inevitablemente la fe en el Hijo de Dios, hecho hombre en la Virgen María por nosotros los hombres y por nuestra salvación. Dios mismo se ha encarnado en el seno de María, verdadero Dios y verdadero hombre, pues en Cristo no hay dos personas, sino una única Persona.37

36 DS 503. CEC 456-469. Y con precisión total, la constitución Cum quoruindan hominum condena a quienes confiesen que la'beatísima" Virgen María no es verdadera Madre de Dios ni permaneció siempre en la integridad de la virginidad, a saber, antes del parto, en el parto y perpetuamente después del parto: DS 1880.
37 "Para aclarar el título de madre de Dios hay que analizar el sentido de la maternidad, que no consiste sólo en el acto con el que la mujer concibe y da a luz al niño. Constituye una relación permanente de persona a persona, sobre el fundamento de la generación. Una madre es madre de la persona de su hijo. Según la expresión repetida en el concilio de Calcedonia, Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre, es 'uno solo y el mismo'. Así, pues, no hay antes una relación de María con el hombre Jesús, a la que se añadiría posteriormente una relación con Jesús Hijo de Dios. Hay 'una y misma' relación de la persona María con la persona divina del Hijo. Se trata de una relación directa con Dios, puesto que el Hijo es Dios...La filiación temporal es la prolongación de la filiación eterna, como su manifestación en el mundo. El Padre engendra, temporalmente, a su Hijo por obra del Espíritu Santo, y lo hace con el concurso de María. La grandeza de María consiste en ser la asociada del Padre en esta generación": J. GALOT, Maria, la donna nell'opera delta salvezza, Roma 1984, p.99-107.

El título de Madre de Dios es una defensa contra todo intento de hacer de Jesús una idea en vez de aceptarlo como una verdadera persona. María ha anclado a Dios en la tierra y en la humanidad, haciendo de él para siempre el Emmanuel, el Dios con nosotros. María acoge e introduce en el género humano al Salvador y la salvación. La Virgen de Nazaret se ha abierto al Espíritu Santo en la fe y en la obediencia y en ella se ha realizado el nacimiento terreno del Hijo nacido eternamente del Padre en el Espíritu Santo. Ya a comienzos del siglo II, San Ignacio de Antioquía, escribe a los fieles de Esmirna: "Estáis bien persuadidos en cuanto a Nuestro Señor; que es en verdad de la estirpe de David según la carne, Hijo de Dios por la voluntad y el poder divinos, verdaderamente nacido de una Virgen". Y a los Efesios les escribe: "Pues nuestro Dios, Jesús el Cristo, según la dispensación divina, fue concebido por María en su seno, de la semilla de David y del Espíritu Santo".38

38 SAN IGNACIO DE ANTIOQUÍA, Esm. 1,1; Efes. 18,219,1.


D) MARÍA Y LA MATERNIDAD VIRGINAL DE LA IGLESIA

En las controversias cristológicas de los padres griegos, el título de Theotókos estaba más en función de Cristo que de María, aunque fuera un título mariano. Fueron los Padres de la Iglesia latina, sobre todo san Agustín, los que dieron un tercer paso. María es madre en sentido personal y no solamente en sentido biológico. La maternidad de María es vista como maternidad en la fe. La insistencia en la fe de María es precisamente el motivo de inspiración de este desarrollo del dogma mariano de la maternidad virginal. En sintonía con la perspectiva evangélica, la Virgen es considerada como la figura ejemplar del creyente. San Agustín fue quien llevó a su plenitud el desarrollo del tema de la fe de María:

Mayor merecimiento de María es haber sido discípula de Cristo que el haber sido madre de Cristo. María es bienaventurada porque oyó la palabra de Dios y la puso en práctica; porque más guardó la verdad en la mente que la carne en el vientre. Verdad es Cristo; carne es Cristo; verdad en la mente de María, carne en el vientre de María, y vale más lo que se lleva en la mente que lo que se lleva en el vientre.39

Así es como la fe de María es ejemplar; ya que expresa su entrega incondicional a Dios en la fe: "Tampoco hubiera aprovechado nada el parentesco maternal a María si no hubiera sido más feliz por llevar a Cristo en su corazón que en su carne".40 Bajo esta luz Agustín afirma la perpetua virginidad de María:

Debido a su santa concepción en el seno de una virgen, realizada no con el ardor de la concupiscencia de la carne, sino con el fervor de la caridad que emana de la fe, se dice que Cristo nació del Espíritu Santo y de la Virgen María. ¿Quién comprenderá la novedad inusitada, única en el mundo, increíble pero hecha creíble y creída increíblemente en todo el mundo, de que una virgen concibió, una virgen dio a luz y, dando a luz, siguió siendo virgen?41

39 SAN AGUSTÍN, Sereno 25,7
40 SAN AGUSTÍN, De sancta virginitate 3,3.
41 SAN AGUSTÍN, Sermo 214,6: PL 38,1069; Sermo 190,2: PL 38,1008.

En la Iglesia, la virginidad sólo tendrá sentido con este significado: para, a imitación de María, ser una persona "indivisa, santa e inmaculada, dedicada únicamente a las cosas del Señor" (1Co 7,34), en una especie de maternidad espiritual, según la promesa de Jesús a quienes escuchan y guardan con fe pura la Palabra de Dios (Lc 8,12).

María es llamada la Virgen, la Santísima Virgen. Aparece, pues, en contraste con la "Virgen Sión" o la "Virgen Israel" a la que los profetas reprochan sus infidelidades al Dios de la alianza. En el Nuevo Testamento, pues, la Virgen Sión se aplica a María para dar a entender que, por primera vez, la virginidad de la hija de Sión, su perfecta fidelidad a la alianza, se realiza ahora en la Madre de Jesús. De este modo María, figura Synagogae, es al mismo tiempo icono y arquetipo de la Iglesia en el contexto de la alianza. Su virginidad de la carne es signo de su "virginidad del corazón" o "virginidad de la fe", es decir, de la integridad y pureza de la fe. Esta virginidad interior de María es la que da valor a su virginidad física. Y a este nivel del corazón, a este nivel interior de la virginidad, se aplica a María el tema profético de la "Virgen Sión", la Hija de Sión. Y es precisamente esta fidelidad interior o virginidad del corazón la que hace a María figura de la Iglesia. La virginidad del corazón es necesaria para todos en la Iglesia (2Co 11,2), porque consiste en la "virginidad de la fe"; la Iglesia ha de pasar de la "fornicación" a la "virginidad".42

Esta actitud de fidelidad es la que expresó el pueblo de Dios en el momento de la conclusión de la Alianza en el Sinaí: "Nosotros haremos todo cuanto ha dicho Yahveh" (Ex 19,8). En el fíat, expresando su pleno consentimiento a lo que ha dicho el Señor, María personifica a la Hija de Sión y se hace imagen del nuevo pueblo de Dios, que es la Iglesia.

María es Madre de Dios no sólo porque lo ha llevado físicamente en su seno, sino porque lo ha concebido antes en su corazón con la fe. Nosotros no podemos tomar a María como modelo en el primer sentido, pero sí en el segundo, concibiendo a Cristo en el corazón por la fe. Haciéndose intérprete de la tradición, San Agustín dice:

María alumbró a vuestra Cabeza, la Iglesia os alumbra a vosotros, puesto que también ésta es madre y virgen al mismo tiempo: madre por el seno de amor, virgen por la incolumidad de la fe. Ésta alumbra a pueblos que son miembros de uno solo, de la que es cuerpo y esposa, comparable también en esto a aquella única Virgen María que en muchos es madre de la unidad.43

42 SAN AGUSTÍN, Enarr. in Ps. 147,10.
43 SAN AGUSTÍN, Sermo 192,2: PL 38,1012. Cfr. H. RAHNER, María y la Iglesia, Bilbao 1958.

San Agustín relaciona constantemente el nacimiento virginal de Cristo, por obra del Espíritu Santo y de la Virgen María, y la maternidad virginal de la Iglesia:

Nacido por obra del Espíritu Santo y de la Virgen María. He aquí por qué vía vino, quién vino y a quién viene: a través de la Virgen María en la que actuó el Espíritu Santo, y no un marido humano, el Espíritu Santo fecundó a la casta, dejándola intacta... Igualmente la Santa Iglesia es virgen y da a luz. Imita a María que dio a luz al Señor. ¿Acaso la Santa María no era virgen y, sin embargo, dio a luz y permaneció virgen? Así también la Iglesia: da a luz y es virgen. Y si reflexionas, da a luz también a Cristo, porque son sus miembros quienes son bautizados... Por tanto, si la Iglesia da a luz los miembros de Cristo, quiere decir que es completamente semejante a María.44

Jesús fue el primero en aplicar a la Iglesia creyente el título de "Madre de Cristo", cuando declaró: "Mi madre y mis hermanos son quienes escuchan la Palabra de Dios y la ponen en práctica" (Lc 8,21; Mc 3,31; Mt 12,49). Y comenta San Agustín:

Comprendo que nosotros seamos hermanos de Cristo y que sean hermanas de Cristo las santas y fieles mujeres. ¿Pero en qué sentido podemos ser madres de Cristo? ¿Nos atreveremos a llamarnos madres de Cristo? ¡Ciertamente, nos atrevemos a llamarnos madres de Cristo! No me atreveré a negar lo que ha afirmado el mismo Cristo. Animo, pues, hermanos, observad cómo la Iglesia es la esposa de Cristo, lo cual es evidente. Lo que es más dificil de comprender, aunque es verdad, es que sea la madre de Cristo. La Virgen María ha precedido a la Iglesia como su figura. Ahora os pregunto: ¿cómo es que María es madre de Cristo si no es porque ha dado a luz los miembros de Cristo? Miembros de Cristo sois vosotros, a quienes estoy hablando: ¿quién os ha dado a luz? Oigo la voz de vuestro corazón: "la Madre Iglesia", esta madre santa, semejante a María, da a luz y es virgen... Los miembros de Cristo dan a luz, por tanto, con el Espíritu Santo, como María virgen dio a luz a Cristo con su vientre; así, pues, seréis madres de Cristo. No es una cosa lejana a vosotros; no está fuera de vuestro alcance; no es incompatible para vosotros; os habéis convertido en hijos, sed también madres.45

"¿De qué me sirve a mí -decía Orígenes- que Cristo haya nacido una vez de María en Belén, si no nace también por la fe en mí?".46

44 SAN AGUSTÍN, Sermo 213,3.7: PL 38,1061.1064.
45 SAN AGUSTÍN, Sermo 72A.
46 ORÍGENES, Comentario al Evangelio de Lucas 22,3.

La Lumen gentium, en fidelidad a la Tradición patrística, afirma:

La Bienaventurada Virgen, por el don de la maternidad divina, con la que está unida al Hijo Redentor, está unida también íntimamente a la Iglesia. La Madre de Dios es tipo de la Iglesia "en el orden de la fe, de la caridad y de la perfecta unión con Cristo".47 Porque en el misterio de la Iglesia, que con razón también es llamada madre y virgen, la Bienaventurada Virgen María la precedió, mostrando en forma eminente y singular el modelo de la virgen y de la madre, pues creyendo y obedeciendo, engendró en la tierra al mismo Hijo del Padre, y esto sin conocer varón, cubierta con la sombra del Espíritu Santo, como nueva Eva, prestando fe, no adulterada por duda alguna, no a la antigua serpiente, sino al mensaje de Dios. Dio a luz al Hijo, a quien Dios constituyó como primogénito entre muchos hermanos (Rm 8,29), a saber: los fieles a cuya generación y educación coopera con materno amor. Ahora bien, la Iglesia, contemplando su arcana santidad e imitando su caridad, y cumpliendo fielmente la voluntad del Padre, también es hecha Madre, por la palabra de Dios fielmente recibida; en efecto, por la predicación y el bautismo engendra para la vida nueva e inmortal a los hijos concebidos por el Espíritu Santo y nacidos de Dios. Y también ella es virgen que custodia pura e íntegramente la fe prometida al Esposo e, imitando a la Madre de su Señor, por la virtud del Espíritu Santo, conserva virginalmente la fe íntegra, la sólida esperanza, la caridad sincera (LG 63-64).

En la piscina bautismal, la Iglesia "se hace madre de todos los fieles por obra del Espíritu Santo, permaneciendo virgen".48 "La santa Iglesia, virgen por la castidad, fecunda por la prole, nos da a luz cual virgen fecundada no por un hombre, sino por el Espíritu Santo".49 San Cipriano dirá con concisión: "No se puede tener a Dios por Padre si no se tiene a la Iglesia por madre".50 Llegamos a Dios, nuestro Padre, por medio de la Iglesia, nuestra madre. Algo similar dirá San Agustín: "La Iglesia sola es nuestra madre, según lo que dice el Apóstol: `quien os engendré fui yo' (1Co 4,15). Quien desprecia a la Iglesia, no puede confiar en la gracia de Dios, su Padre".51


47SAN AMBROSIO, Expos. Lc II,7: PL 15,1555.
48 DÍDIMO ALEJANDRINO, Sobre la Trinidad II,13: PG 39,692.
49 SAN AMBROSIO, Exposición del Evangelio según San Lucas II,7.
50 SAN CIPRIANO, De catholica Ecclesiae unitate 6.
51 SAN AGUSTÍN, Sermo 92.