MARÍA, PUERTA DE ENTRADA PARA UNA NUEVA HUMANIDAD

FUE ESCOGIDA POR DIOS PARA SER SU PUERTA DE ENTRADA EN LA FAMILIA HUMANA COMO ALGUIEN DE LA CASA, UNO DE NOSOTROS.

SERVIR DE CAMINO A DIOS PARA LLEGAR A LOS HOMBRES Y MUJERES ES LA FUNCIÓN MAS IMPORTANTE DE TODO EL QUE EVANGELIZA.

Una vez que los ojos de la Hna. Mª del Villar se acostumbraron a la oscuridad de la reducida habitación de la pequeña casa en la aldea egipcia de Nazlet Khater, distinguió en la pared un cuadro ahumado de la Virgen de Fátima. Apenas hacía cuatro meses que estaba en aquella aldea y no conocía las costumbres locales, por lo que le asombró ver una fotografía cristiana de María en casa de una familia musulmana. Les preguntó si alguien en la casa era cristiano, y le dijeron que no. Pero a continuación le aseguraron que respetaban y querían mucho a María, porque había sido una mujer privilegiada, la madre del profeta Jesús (Isa). Como era el mes de agosto, cuando le ofrecieron de comer le explicaron que no podían darle algo mejor porque guardaban abstinencia en preparación a la fiesta de María, el 22 del mismo mes.

Aquel primer encuentro con María en otra religión ha sido inolvidable para la misionera. Eran personas que vivían en condiciones muy similares a las de la madre de Jesús, incluso se parecían físicamente a ella. ¿Cómo no iban a ser parte de los predilectos de Dios? Cuando Dios elige a alguien para que cumpla cierto proyecto no mira su categoría social, ni busca gente importante. Para El la alcurnia y los honores no significan nada. Prefiere escoger a gente sencilla para realizar grandes hazañas. Ese es su estilo: se fija en personas de la periferia, que cuentan poco en la sociedad humana. De ese modo, demuestra que es El quien actúa. Parte de los que están lejos de los centros de poder para evidenciar que El está por encima de todos los poderosos, de los grandes y de los sabios de la tierra.

La elección que Dios hizo de María sigue esos parámetros. Ella era de condición humilde. Y, además, era mujer, circunstancia que no es insignificante para la época. Confió en ella plenamente, pues puso en sus manos el destino de la humanidad. De ese modo, rompe con las tradiciones de tantos pueblos, pobres o ricos, donde las mujeres cuentan poco en las estructuras sociales. Dios prefirió dirigirse a una mujer, aunque aquel procedimiento no fuera religiosamente correcto.

ESPERANZA ACTIVA

En la visitación que hace María a su prima Isabel queda muy claro que ella no se siente digna de los honores que Dios le ha hecho al elegirla madre de su Hijo. Queda patente que Isabel percibe que el niño de María es fruto de una intervención milagrosa. Y que, a diferencia del suyo, no fue la madre quien buscó tal concepción. Dios cogió por sorpresa a María. Suya es la iniciativa y la acción. Ella tan sólo consintió. Se puso a disposición de Dios, para que El cumpliese la "esperanza del pueblo de Israel" que ella misma compartía. Una esperanza de resarcimiento y de salvación. El resarcimiento que todos los oprimidos desean y la salvación que todos los hombres y mujeres de todos los tiempos necesitamos.

María esperaba la salvación. Eso no significa aguardar pasivamente, dejando que otros resuelvan nuestros problemas desde fuera, sino contribuir a que esa salvación se cumpla. Es un caminar en diálogo y en colaboración con Dios hacia la meta anhelada. María fue capaz de dialogar con Dios por medio del ángel porque se apoyaba en la Palabra revelada. Ya conocía el lenguaje de Dios por las Escrituras, y por eso captó su mensaje. Aquella visita fue para ella la revelación de su destino y de su vocación. Pudo aceptarla porque estaba abierta a Dios.

El anuncio del ángel a María contenía palabras textuales de la fe de Israel y exponía sus expectativas mesiánicas; pero en aquel momento dejan de ser creencia general y se convierten en la expresión concreta de su propia vocación y compromiso. Cuando una mujer, humilde como ella, acepta colaborar en los planes de Dios se convierte en profeta de la redención universal de Cristo, conforme a las palabras centrales del Magnificat: «Ha desplegado el poder de su brazo, ha dispersado a los soberbios de corazón; ha derribado del trono a los poderosos y ha elevado a los oprimidos; ha llenado de bienes a los hambrientos y ha despedido vacíos a los ricos» (Lc 1,51-53).

CREYÓ EN MEDIO DE LA TURBACIÓN

La reacción de María a la intervención de Dios es muy frecuente. Cuando Dios habla a una persona, ésta pierde el equilibrio, porque Dios rara vez actúa de acuerdo a nuestras expectativas. Esto hace un poco difícil reconocer su llamada y comprender lo que realmente quiere.

En este caso, María se siente sorprendida porque Dios viene a su vida de un modo muy normal, a su vida cotidiana y a su realidad de mujer. En una sociedad israelita, que considera a la mujer incapaz de asumir por sí misma una palabra y pronunciar un voto vinculante, Dios se le aparece y cuenta con ella.

En su respuesta María demuestra que tiene personalidad, que es libre y creativa, que sabe dialogar con respeto y obediencia... incluso con Dios. Aunque sea Dios quien la haga fértil, ha de ser ella el escenario de la acción de Dios y realizar humanamente su obra dando a luz a Jesús.

Aceptando ser la madre de Dios y confiando en la fuerza del Espíritu Santo, María despliega su vida al servicio de los demás. En esta disponibilidad total, la Virgen resalta la grandeza de toda persona humana y nos muestra lo que Dios es capaz de realizar con quien se le ofrece. En María Dios se hace presente y se manifiesta a través de la puesta en práctica de su fe.

SIERVA DEL SEÑOR

María es sierva en el sentido más profundo del término. Sirve porque quiere; es ella quien dona su cuerpo y su alma; Dios no se los arrebata. Regala conscientemente lo que ha recibido gratuitamente del Creador. Acepta ser sierva de Dios en beneficio de la humanidad para romper el maleficio del poder y del egoísmo. Porque los hombres y mujeres viven mejor cuando comparten y no cuando compiten unos con otros. Eso es precisamente lo que hace quien acepta la llamada de Dios para entregarse al servicio y al anuncio. María, con su gestación callada y su maternidad escondida, anuncia a plena voz el misterio de Dios. Gracias a ella Dios se hace visible a los hombres y mujeres de todos los tiempos en la persona de Jesús. Esa es la misión más auténtica del evangelizador: transparentar su fe en Dios y evidenciar su presencia. No es cuestión de mucho hablar, sino de dejar que Dios actúe.

Gracias a la intervención de Dios en María, queda destruido todo particularismo racial o nacional y comienza un camino en que todos, hambrientos y oprimidos, pueden recibir la salvación. Ella sabe que su hijo, Jesús, será el Mesías de los pobres y sufrientes. Por eso canta. Es consciente de cómo Dios ha comenzado a finalizar su plan de salvación a través de una mujer sencilla, pobre, que no cuenta a los ojos de los poderosos.

COMPROMISO ACTUAL

Sólo fijándose en una mujer se le ocurrió a Dios iniciar una acción de proyección universal en clave pacificadora. María demuestra que no hay diferencia entre judíos y gentiles, cristianos y paganos, sino sólo entre opresores y oprimidos, ricos y hambrientos, egoístas y hermanos... Esa es la desigualdad que quiere destruir. Es testigo del milagro que Dios ha operado en ella y proclama que puede ocurrir en todos. De ahí que insista en su propia pequeñez, como invitándonos a humillarnos. Sólo así Dios se hace presente y transforma la humanidad desde dentro.

Cuando María dice Si pone en marcha un movimiento de vida que proviene del mismo Dios. Ella anticipa la voluntad de Dios de crear una nueva fraternidad, preconiza el mensaje de las Bienaventuranzas, pues sólo Jesús es el Salvador, y sólo por su vida, muerte y resurrección es posible la salvación.

Esto quiere decir que no podemos ser devotos de María sin un firme compromiso de liberación social. No basta con consolar, sin luchar por eliminar las causas que han producido esas lágrimas. Hay que ofrecer una ayuda que permita a los pobres ser agentes de su propia transformación. Como hizo Dios con María, y hace hoy con nosotros. María es una maestra magnifica. Nos dirige a los lados más tranquilos, a las playas más serenas, al aire apacible de la noche y a la luz fulgurante de las estrellas... hacia Dios. Pero antes toma nuestra mano y nos lleva a los valles de opresión y de lágrimas: el suburbio o el ranchito, la selva o el campo de refugiados, en donde malviven y malmueren los hambrientos; la cárcel, el exilio o los hospitales de los países pobres. Es allí donde, como Ella, damos a luz al Salvador, haciéndolo visible con nuestro modo de ser y de actuar.

TOMÁS HERREROS
MUNDO-NEGRO/97/12. Págs. 60-64