RELACIÓN MARIA - IGLESIA
TEXTOS
1. M/BARCO:Pr/31/14:
Otro versículo del canto a la «Mujer fuerte» nos introduce aún más profundamente en el
misterio entre María y la Iglesia: «Es como nave de mercader, que de lejos trae sus
víveres». María ha traído al Señor al mundo verdaderamente de lejos», de las alturas de su
eternidad. En Belén, o sea, en la «casa del pan» dio a luz al que un día dirá de sí mismo:
«Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo» (Jn. 6,51). Cristo es el pan de Belén, que
trueca el hambre del pecado en alegre convite, el tesoro sacado de las riquezas del Padre
que enriquece a los hombres.
En esto pensaban los Padres cuando leían a propósito de la «Mujer fuerte» que era
comparable a un barco ricamente cargado que viene de lejos, surca veloz y trae víveres y
tesoros. María fue este barco, prosiguen, y el Niño de Belén es el Pan y el Tesoro.
·Efrén-SAN el sirio, cantó así en uno de los hermosos cánticos a María: «Ella es un barco,
cargado con el más rico tesoro, que ha traído para los pobres riquezas celestiales. Los
muertos fueron colmados por la que les trajo vida». De lejos viene este dichoso barco, de la
casa del Padre nos ha traído María, como «Mujer fuerte», este tesoro. El místico ·Taulero
compuso este himno para cantar a María la «Mujer fuerte»:
Por una tranquila ruta
a nosotros arriba la navecilla,
nos trae ricos dones
la augusta Reina.
La navecilla avanza serena
y nos trae rica carga,
la vela es el amor,
el Espíritu Santo el mástil.
I/BARCO: Pero al mismo tiempo esto es un eco de la alta teología
de los Padres acerca de la Iglesia. La Iglesia es, en efecto, aquí también al igual de María,
la «Mujer fuerte» que viene de lejos como un barco cargado de tesoros, para traer riquezas
divinas a la humanidad empobrecida. Ya en el siglo IV se ve en el versículo cuarto de
nuestro cántico un símbolo de la Iglesia: «Sin dudar, este barco simboliza a la Iglesia, como
ya el Espíritu Santo lo ha dicho de ella por boca de Salomón: ella es semejante a un barco
mercante que viene de lejos: es la Iglesia, que bajo el soplo del Espíritu Santo se hace a la
vela por doquiera, llevando consigo el inefable e inmenso tesoro, la sangre de Cristo, con la
que toda la Humanidad y todo el cosmos ha sido redimido».
En María y en la Iglesia el mundo pobre se ha enriquecido, la Humanidad entera
hambrienta se ha hartado...
·Agustín-SAN desarrolló este tema a sus fieles en un admirable sermón, en el que aplica
el himno de la «Mujer fuerte» a la Madre Iglesia: «Quienquiera de vosotros -comienza él-
que haya oído este texto de la Escritura, dice en su corazón -como se puede deducir de su
atención-: Esta tiene que ser la Iglesia». En seguida aplica él los versículos a la Iglesia, a
esta «Mujer fuerte», a esta Madre de mártires, que en la noche de su historia se levanta del
lecho, distribuye alimentos, teje lana y lino, sin que su lámpara se extinga. Y describe así su
destino: «Aquí abajo es, pues, hacendosa, vigilante, cuidadosa, constante en tener
ordenada su casa; se levanta de noche y cuida de que la lámpara no se apague; valiente
en la prueba, aguarda temblorosa los bienes que aún no ha conseguido, dando siempre
vueltas al huso, no comiendo jamás su pan ociosa»
(·Rahner-H, María y la Iglesia)
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2.
«La una (María) ha dado la salvación a los pueblos, la otra (Iglesia) da los pueblos al
Salvador. La una ha llevado la vida en su seno, la otra la lleva en la fuente del
sacramento».
(Liturgia mozárabe)
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3. I/M:
-Primera imagen de la Iglesia.-Los pensamientos considerados y profundizados
continuamente por parte de la tradición católica sobre este tema son tan copiosos, que
bastará solamente con indicarlos aquí. Pero no se los debe calificar de insignificantes o
caducos, como pasa a menudo en la meditación actual sobre la Iglesia. María fue
entregada por su Hijo a la custodia de un apóstol y por él a toda la Iglesia apostólica. Jesús
da así a la Iglesia este centro o punto, que de una manera inimitable, que hay que renovar
sin cesar, personifica la fe de la nueva comunidad: el sí inmaculado y sin reserva al plan de
salvación total de Dios para el mundo. En este centro la Iglesia es ahora ya y no sólo en la
eternidad futura, la "novia sin mancha, sin arruga", la "inmaculada", como la llama Pablo
expresamente (/Ef/05/27)
(·BALTHASAR-3.Pág. 69)
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4. M/EVA:EVA/M:M/MEDIADORA: /Jn/19/25-27.
-Es llamativo el hecho de que Juan coloca a "la Madre de Jesús" (así siempre la
denomina Juan, nunca "María") en situaciones claves al comienzo de la vida pública de
Jesús (Bodas de Caná: Jn/02/01-11) y al final (esta perícopa), mientras la mantiene
ausente de todo el resto del Evangelio. Este hecho, más ciertas conexiones literarias y
teológicas, obliga a relacionar ambos episodios. En los dos, el extraño apelativo "mujer". En
Caná, es rechazada la intervención de María en la Obra Mesiánica, porque "no había
llegado la Hora" de Jesús. Cuando llega esta Hora, llega también la Hora de María, de su
intervención en la Obra Mesiánica. El texto comienza llamándola "madre de Jesús" y acaba
en "madre tuya", del discípulo que representa aquí a los auténticos discípulos de Jesús.
"Mujer", nueva Eva junto al nuevo Adán, bajo el árbol de la Cruz, junto a un jardín, Madre
de los creyentes.
(COMENTARIOS _BIBLICOS-6 Pág. 170)
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5. M/MADRE-DE-LA-I:
-Tres veces Juan denomina a María "su Madre": a ella, lo mismo que al discípulo, no se
la designa por su nombre humano, sino por su nombre de gracia, es decir, por su función
en el orden de la salvación. Esta insistencia en denominarla "su Madre" subraya la
anomalía del título con que Jesús se dirige a ella: "Mujer". Este es el nombre con que Adán
había saludado a Eva, en su común inocencia (Gn/02/23); como en Caná, este nombre
trastorna el nivel de las relaciones puramente humanas. Presentado solemnemente como
"Hombre" por Pilatos (Jn/19/05), Jesús reconoce en su Madre "la ayuda adecuada"
(Gn/02/18), completamente igual que "la mujer" que da a luz con dolor para dar al mundo un
Hombre (Jn 16. 21). (...) Pide a María que acepte su muerte, que no espere ya nada
terreno, que convierta en oración los sarcasmos de los judíos: "que le salve ahora, si es
que de verdad le quiere" (Mt/27/40/43). El Padre quiere hacer de ella la Madre de la Iglesia;
al notificarle Jesús esta grandeza, fruto de la Gracia, indica con qué terrible precio ha de
pagarlo, por decirlo así. De ese modo confirma Jesús la fe de su Madre, ayudándole a
consentir en la plenitud de su gloria, que es el misterio de la unidad de todos en un único
Cristo (Ef 1. 20ss).
(·BOBICHON-1/2.Pág. 102 s.)
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