PARA UNA CATEQUESIS DE MARÍA HOY



JOSÉ LUIS SABORIDO
Párroco
Director de «Catequética». Valladolid



Supongo que, a lo largo de las páginas de este número, se se ha hecho referencia a algo 
que nuevamente no queda más remedio que nombrar: el capítulo VIII de la Constitución 
Lumen Gentium del Concilio Vaticano II. Ese es el punto de partida esencial e inevitable de 
todo lo que, a partir de ese momento -1965-, puede decirse sobre María. La inclusión del 
capítulo VIII dentro de la Constitución, en vez de hacer de él un documento aparte, supone 
ya un cambio radical de perspectiva en el tema de María, desde el cual comienza a 
desarrollarse toda la "novedad" del tema mariano en nuestros días.
Ya el mismo Concilio señalaba los caminos que se debían evitar y las nuevas perspectivas 
que se debían seguir. Nos exhortaba encarecidamente a abstenernos de "toda falsa 
exageración" y, al mismo tiempo, de "una excesiva mezquindad de alma", y nos recordaba 
que "la verdadera devoción no consiste en un sentimentalismo estéril y transitorio ni en una 
vana credulidad" 1. Juan Pablo II, en nuestros días, recuerda y asume 
todo lo dicho desde entonces por el mismo Concilio y su predecesor Pablo VI 2, cuyos 
puntos esenciales, a la luz de lo que Pablo VI afirma en su Exhortación Apostólica "Marialis 
cultus", de 1974, podríamos concretar como sigue:

1. «El Concilio Vaticano II ha denunciado de manera autorizada, sea la exageración de 
contenidos o de formas que llegan a falsear la doctrina, sea la estrechez de mente que 
oscurece la figura y la misión de María» 3.
2. «Ha denunciado también algunas devociones cultuales: la vana credulidad que 
sustituye el empeño serio con la fácil aplicación a prácticas externas solamente: el estéril y 
pasajero movimiento del sentimiento tan ajeno al estilo del Evangelio, que exige obras 
perseverantes y concretas 4.
3. «Nos renovamos esta deploración: no están en armonía con la fe católica y, por 
consiguiente, no deben subsistir en el culto católico» 5.
4. «Ciertas prácticas cultuales, que en un tiempo no lejano parecían apropiadas para 
expresar el sentimiento religioso de los individuos y de las comunidades cristianas, parecen 
hoy insuficientes e inadecuadas, porque están vinculadas a esquemas socioculturales del 
pasado» 6.
5. «Así resulta que las formas en que se manifiesta dicha piedad, sujetas al desgaste del 
tiempo, parecen necesitar una renovación que permita sustituir en ellas los elementos 
caducos, dar valor a los perennes e incorporar los nuevos datos doctrinales adquiridos por 
la reflexión teológica y propuestos por el. Magisterio eclesiástico» 7.
6. «Se observa, en efecto, que es difícil encuadrar la imagen de la Virgen, tal como es 
presentada por cierta literatura devocional, en las condiciones de vida de la sociedad 
contemporánea y, en particular, en las condiciones de la mujer».8

Pero los documentos del Magisterio no se limitan a señalar errores, sino que esbozan 
también, sin agotarlos, nuevos caminos para la renovación de la piedad y teología 
marianas:

1. Presentar a María dentro del plan completo de la Historia de la Salvación.9
2. Presentar a María en la Iglesia, y no sobre ella, siguiendo el ejemplo del Concilio (cap. 
VIII de la L. G.), como tipo, modelo y madre de la Iglesia. 10
3. Buscar una rigurosa fundamentación bíblica de la figura de María y de su devoción.11
4. Supeditar la devoción y piedad subjetiva, sobre todo en el culto, a la objetividad de la 
Liturgia, constituyendo el Adviento el tiempo litúrgico propiamente «mariano» 12
5. Tener en cuenta, al proponer la figura de María, el tema del ecumenismo, al cual se 
halla estrechamente ligada. 13
6. Referir estrechamente la figura de María a la Trinidad, a Cristo y a la Iglesia, sin 
separarla de la centralidad del misterio cristiano y poniendo sus privilegios en función de la 
relacionalidad de María. 14
7. Tener muy en cuenta las adquisiciones de las Ciencias profanas a la hora de 
presentar la figura de María. 15 
8. Igualmente, tener en cuenta la sensibilidad de la sociedad actual, especialmente en lo 
que se refiere a la mujer».16
9. Mantener las devociones tradicionales válidas, pero bien comprendidas, 
especialmente el Angelus y el Rosario. 17
10. Considerar a María, especialmente, como peregrina de la fe, que precede al Pueblo 
de Dios, él también «peregrino» 18
11. Hacer hincapié en que la verdadera devoción, culto y amor a María consiste en hacer 
la voluntad del Padre en seguimiento de Jesús. 19

Las recomendaciones e incluso mandatos, del Magisterio son claros. Sin embargo, la 
realidad pastoral concreta en predicaciones, catequesis, publicaciones de todo tipo, no 
siempre tiene como presupuesto estos mínimos. Hay resistencias, como si María 
contuviese en su figura un cierto "tabú" cuya transgresión trajese consecuencias 
irremediables para uno mismo, cosa que, sin embargo, no ocurre con la figura de Jesús.

No faltan cristianos que aceptan más fácilmente la plena humanidad de Jesús que la de su Madre. Para ellos, 
María escapa enteramente a la condición humana, y sus privilegios la deshumanizan. No se atreven a hablar de 
ignorancia en María, de maduración espiritual, de progreso en la fe o en el conocimiento..20

M/DEVOCION-ERRORES: Aun siendo el tema de la manipulación de María objeto de 
otro artículo en esta misma Revista, no me resisto a denunciar incluso errores profundos 
sobre María que todavía siguen difundiéndose, colocando a María en un lugar cuyo amor y 
ternura sustituye la misericordia que no se encuentra en un pretendido Dios cuyos atributos 
son la justicia y el castigo únicamente. Tengo en mis manos todavía una publicación de 
este mismo aÑo que pretende unirse en esta línea a las voces de canto a María en el año 
mariano. Triste modo de conmemorar este acontecimiento, cayendo en el mito que ha 
gangrenado odiosamente toda una corriente de devoción mariana: el que opone la 
brutalidad masculina a la ternura indefectible de la madre.; la madre que protege a los niños 
de la cólera del macho... ; es extraño y casi increíble que semejante mito haya podido ser 
aplicado, sin vergüenza, a Cristo y a María. 21
Pero nuestro intento es acercarnos, aunque sea tímidamente, a un nuevo lenguaje sobre 
María tal como, felizmente, va apareciendo cada día más y mejor en multitud de 
publicaciones, aunque a veces no sea tan fácil que esta nueva sensibilidad alcance 
masivamente al Pueblo de Dios. La humanidad de María, su compromiso histórico concreto, 
su carácter de "oyente de la Palabra", el itinerario de su fe, su canto a la gratuidad de Dios, 
constituirán el hilo conductor de nuestros pasos.

1. Una tal María
Si la Cristología hoy, a partir de los nuevos datos aportados por la exégesis y desde las 
nuevas situaciones en que vivimos, ha sufrido una profunda evolución, no es de extrañar 
que el tema de María siga esos mismos pasos, pasando de una cristología-mariología 
"descendente" a otra "ascendente" cuyo punto de partida es la real humanidad de Jesús y, 
por tanto, de su madre María. El hombre actual que somos nosotros ha atravesado a estas 
alturas una cantidad innumerable de pruebas dolorosas para su fe, no sólo intelectuales 
sino concretas e históricas. No cabe, pues, ya más la ingenuidad. Y si afrontamos 
valientemente la humanidad real de Jesús, ¿cómo habríamos de temer acercarnos a la de 
su madre María? ¿Nos atreveremos a dar los pasos consecuentes de una desmitificación 
que pueda devolvernos el verdadero rostro de una María mujer en Nazaret?

«Lo primero que hay que dejar claro es que no se puede hacer una mariología 'de la gloria', porque así se llega 
a un secuestro burgués de la mariología, emparentado incluso con el secuestro burgués de la predestinación 
calvinista. La glorificación de María es una lectura posterior, todo lo legítima que se quiera, pero simplemente 
falsa cuando se toma como punto de partida; del mismo modo que es falsa una Resurrección que no sea la 
resurrección del Crucificado.» 22 

Quizá de esta manera podríamos tomar en serio la recomendación de Pablo VI cuando 
pone el acento en el hecho de que "nuestra época, como las precedentes, está llamada (...) 
a confrontar sus concepciones antropológicas y los problemas que derivan de ellas con la 
figura de la Virgen tal como nos es presentada por el Evangelio".23 El mismo tiene muy 
claro que "la Iglesia (...) no se vincula a los esquemas representativos de las varias épocas 
culturales ni a las particulares concepciones antropológicas subyacentes, y comprende 
cómo algunas expresiones de culto, perfectamente válidas en sí mismas, son menos aptas 
para los hombres pertenecientes a épocas y civilizaciones distintas 24. 
María, contemplada desde su vocación humana, que nos conduce directamente a su 
misión y al modo como ella la llevó a cabo, puede ser perfectamente un modo más 
apropiado en nuestros días para acceder a ella:

«Tomada de en medio de nosotros, sin dejar de ser 'una de nosotros de todo corazón', María brilla dentro de 
la comunidad de los hombres por su vocación única y, al mismo tiempo, por su manera maravillosa de 
responder a dicha vocación. Esta es la base de una auténtica piedad mariana.»25

El mismo Pablo VI intenta dar, a modo de ejemplo, algunos pasos en esta nueva 
dirección, en la que María, como mujer, comparte con la mujer de nuestros días su deseo 
de "participar con poder de decisión en las elecciones de la comunidad" y participa 
realmente en los problemas universales -la misma salvación del hombre- con su 
"consentimiento activo y responsable". Del mismo modo, su virginidad "no fue un acto de 
cerrarse a algunos de los valores del estado matrimonial", sino una decisión valiente de 
entrega a Dios. María "fue algo, en todo distinto de una mujer pasivamente remisiva o de 
religiosidad alienante", como lo muestra su canto del Magnificat. En definitiva, fue "una 
mujer fuerte que conoció la pobreza y el sufrimiento, la huida y el exilio", situaciones 
cercanas al hombre que es sensible a la situación oprimida de tantos otros hombres en el 
mundo. Tampoco es María una "madre celosamente replegada sobre su propio Hijo 
divino", sino una mujer abierta y generosa con la humanidad entera. María, lejos de 
defraudar al hombre de hoy, "ofrece el modelo perfecto del discípulo del Señor: artífice de 
la ciudad terrena y temporal, pero peregrino diligente hacia la celeste y eterna; promotor 
de la justicia que libera al oprimido y de la caridad que socorre al necesitado, pero, sobre 
todo, testigo activo del amor que edifica a Cristo en los corazones". 26
¿Cómo era, pues, María en su realidad histórica?

«María fue una campesina sin aureola, sin recursos y sin medios. Para representarla, Lucas necesita dar el 
nombre de su pueblo (Nazaret: Lc 1,26), la localización de éste (Galilea: Lc 1,26) y su referencia familiar (casada 
con un tal José: Lc 1,27). Sólo luego de estos datos nos dice su nombre. Y es claro que el evangelista no habría 
tenido que escribir así si su relato dijese, por ejemplo: 'el ángel de Dios fue enviado a Cleopatra'; pues todos sus 
lectores sabían muy bien quién era Cleopatra. Y si la María que pisó esta tierra no tuvo nada que ver con 
Cleopatra o con Popea, uno no acaba de comprender por qué la María del culto tiene que parecerse más a una 
sublimación de estas damas que a la real campesina de Nazaret.»27

Todo un camino teológico y pastoral se empeñó, a lo largo de los años, en alejar a María 
de nosotros, idealizándola y haciendo de ella sólo objeto de. culto. Hoy, el empeño está en 
recuperar a la María mujer, hermana nuestra en la carne.

María no es un ser celestial que, por así decirlo, haya 'aterrizado en paracaídas' entre los hombres al objeto de 
traerles la liberación en su Hijo. María es de los nuestros, procede de la tierra, concretamente de esa tierra de 
Israel de la que ella es verdaderamente hija. María, pues, participa abundantemente de la larga preparación 
creyente de su pueblo, lo cual le permite responder libre y gozosamente a la propuesta que Dios le hace, y así es 
como propicia la venida de la plenitud de los tiempos. Ella camina con nosotros, y nosotros podemos contemplar 
cómo camina con confianza filial.»28.

No es de última hora este modo de pensar sobre María. Ya hace muchos años, en 1964, 
René Laurentin publicaba su libro "La cuestión Mariana", donde, tras reflexionar 
ampliamente sobre toda esta ardua cuestión de la mariología entonces reinante pero en 
crisis, intentaba exponer un posible nuevo acercamiento a la figura de María:

«Arrebatar a la Virgen de Nazaret la condición oscura de la fe para elevarla desde aquí abajo a la visión 
beatífica es falsear el sentido de su destino; es, en alguna manera, disminuirla bajo el pretexto de engrandecerla. 
Hay que decir lo mismo de la teoría que le atribuye una gracia específica distinta de la gracia de Cristo Nada de 
esto la transfiere a otro phylum, a otro tipo de naturaleza o de gracia, u si su predestinación está estrechamente 
ligada a la de Cristo, no es una predestinación de otra clase que la nuestra (...). En una palabra, si María es 
superior a nosotros, en el orden de la gracia, no nos es extraña en nada. Si es nuestra reina, reinaremos también 
nosotros junto a Cristo.» 29.

¿Se ha conseguido acercar esta perspectiva a la sensibilidad popular, en la pastoral 
ordinaria? Si tomamos, por ejemplo, el mundo de la canción religiosa, tan profusa, debemos 
decir que no es fácil encontrar seriamente esta línea. La mayoría de las nuevas canciones 
acentúan el aspecto de mediación, protección, etc., muy cercana aún a una piedad popular 
no renovada. Decir, por ejemplo, así de claro, que "cuando quieras algo de Dios vete a 
hablar antes con María", realmente puede llegar a ser indignante si se toma 
verdaderamente en serio tal afirmación. Cesáreo Gabarain es quien más se ha acercado a 
una nueva perspectiva mariana, buscando una aproximación a la real humanidad de María 
y a los textos del Evangelio. Sin pretender hacer una valoración literaria o musical de estas 
canciones, sí quisiera destacar aquí su intención -didáctica, aunque a la hora de la verdad 
no sea tan fácil la conexión con una sensibilidad popular sobre cuya educación creo que no 
se han realizado esfuerzos suficientes. A modo de ejemplo, quisiera citar dos canciones de 
Gabarain 30 cuyos títulos lo indican todo: "Tú no eres así" y "En tu casa no hay milagros":

"No me gusta, María, cómo te pintan:
así, de rodillas, y juntas las manos. 
Tú no eres así, tú no eres así.

Tú eras pobre, tu casa era pobre,
pobre la aldea y pobre era José, 
pobre tu hijo, Dios carpintero, 
todo era pobre en Nazaret.
* * *
En tu casa no hay milagros 
que nos puedan sorprender.

Dios es niño, Dios es hombre, 
carpintero en Nazaret.
Es un Dios que va aprendiendo 
en la escuela de un taller".

Con una preciosa música de Jesús Glück, la cassette "Ave María de todos los pueblos" 
31 nos ofrece, entre otras cosas, una preciosa letra de José Antonio Olivar en la que se nos 
presenta una sencilla contemplación de la maternidad de María cargada de sentido y 
profundidad:

"Dios tuvo un día carne de tu carne 
y por sus venas tu sangre circuló. 
Había en su mirada un algo de tus ojos 
y con tu amor también ardió su corazón.

Algo de ti en Dios había. 
Tu mirada él heredó.
Heredó tu sonrisa, 
tu semblante y tus gestos.
De tu piel tuvo el mismo color.

Tú le enseñaste los primeros pasos 
al que fue senda para la humanidad, 
las primeras palabras aprendió de tu boca 
aquel que al mundo dio palabras de verdad.»

En el lenguaje del "comic", todavía poco explotado en la catequesis, debemos reconocer 
a José Luis Cortés como uno de los pioneros que nos ha traído una suave brisa 
refrescante, cargada de sonrisas y ternura, en todos y cada uno de sus libros. También en 
ellos encontramos a María como mujer cercana, amiga, cariñosa, sencilla y humana para 
quien pueda conservar aún su corazón de niño de Evangelio. " i Qué bueno que viniste! ", 
"Un Señor como Dios manda" y "Para servir a Dios y a usted" son, entre otros, los títulos en 
que estamos pensando.32

2. Comprometida con el pueblo
No basta decir que "el Verbo se hizo hombre", sino que se hizo Jesús de Nazaret. No 
basta, pues, hablar de la simple "humanidad" de María: hay que saber el cómo y la realidad 
concreta de esa mujer, campesina de Nazaret en el Oriente Medio hace 2000 años, de 
religión judía.

«María tendría unos cuarenta y tantos años cuando Jesús comenzó a anunciar la Buena Noticia a sus 
paisanos. Como todas las campesinas, sería a esa edad una mujer gastada por duros trabajos, pero llena de 
esa sabiduría popular que da el contacto con los dolores y las alegrías más elementales de la vida. Sus manos 
tendrían callos, vestiría humildemente y, como todas las mujeres de su clase en Israel, sería analfabeta. Era una 
mujer pobre que, como el pueblo fiel de los pobres de Yahvé', tenía puesta toda su esperanza en Dios. Como 
todas las madres, temía que su hijo corriera peligros 'metiéndose en política'».33

María fue una mujer fuerte y luchadora. Juan Pablo II, en México, asumiendo palabras de 
Pablo VI en la Marialis cultus, evocaba de este modo a María:

"María es el modelo fiel y cumplidor de la voluntad de Dios para quienes no aceptan pasivamente ]las 
circunstancias adversas de la vida personal y social ni son víctimas de la 'alienación' (... ), sino que proclaman 
con ella que Dios es el vindicador de los humildes y, si es el caso, depone del trono a los soberbios".

María no puede ser, pues, modelo de pasividad, resignación o alienación. María fue 
consciente, lo mismo que Jesús, de la opresión real, religiosa, social y política de su 
pueblo. Y compartió con Jesús la suerte de los rebeldes libres y los profetas. Una 
descripción así de María no nace de la pura subjetividad ni del oportunismo socio-político 
de cara a las situaciones que vivimos hoy en nuestro mundo. Es cierto que, en función de 
los acontecimientos actuales, de la autocomprensión que de sí misma hace la Iglesia 
-"Iglesia de los pobres"-, de los retos del Tercer Mundo, etc., brota una nueva sensibilidad. 
Pero su raíz más honda es el mismo Evangelio y el canto del Magnificat, que Lucas nos 
trasmite no con una pretensión de historicidad, sino de "Evangelio", Buena Noticia que nos 
da acceso al "ser" y la persona más auténtica de esta mujer, María.
Por eso María se identifica con todas las "madres del pueblo" de todos los tiempos y 
lugares, oprimidas a lo largo y ancho de este mundo:

«María de Nazaret, esposa prematura de José el carpintero 
-aldeana de una colonia siempre sospechosa-, 
campesina anónima de un valle del Pirineo, 
rezadora sobresaltada de la Lituania prohibida, 
indiecita masacrada del Quiché, 
favelada de Río de Janeiro, 
negra segregada del Apartheid, 
harijan de la India, 
gitanilla del mundo; 
obrera sin cualificación, 
madre soltera, 
monjita de clausura; 
niña, novia, madre, viuda, mujer.»34

Buena vecina de mi barrio, ama de casa, fregona de escaleras, solícita vecina del 4º o 
del 3º sin ascensor, mujer de mi parroquia y activa responsable de la Asociación de 
Vecinos. María, mujer del pueblo y del Pueblo de Dios, es decir, de los hombres y la tierra 
oprimida, buena luchadora «verde» y ecologista franciscana, madre de la plaza de Mayo en 
Argentina o chilena silenciosa y rebelde, que llora, sin exigir venganza, en busca de su hijo 
perdido -secuestrando-; sencilla cotidiana asistente a mi misa de la tarde en la capilla del 
barrio, con la más molinera de las casas molineras, que rechaza hacerse «monumento 
histórico» para continuar siendo historia viva en las calles y escaleras de este pequeño 
trozo semiurbano de Castilla, donde vivo.

3. Palabra recibida
Tomar así a María, ¿no será caer precisamente en esa "mezquindad de mente" 
denunciada en la Lumen Gentium y la Marialis cultus? Tal vez lo sea así para quien no 
conoce la grandeza de la humillación, sola palabra de las Bienaventuranzas, y toda la 
Buena Noticia de Jesús.

«Esta humilde condición es no solamente la raíz, sino también un elemento intrínseco de su gloria. Es la 
misma ley de las Bienaventuranzas (Mt 5,3-11; Lc 6,20-22) y, por de pronto, del magnificat (Lc 1, 48). Quedarse 
en el culto triunfante de una mujer maravillosa sería hacer de María lo que no es; una lejana princesa; hasta sería 
exponerse a convertirla en un hada extraña a nuestra condición. Sería anular un aspecto del Culto que le es 
debido: ella es no solamente un ser superior al que nosotros glorificamos y que nos asiste con la potencia que 
Cristo le ha concedido compartir; ella es primero modelo que nos atrae, y los otros aspectos de este culto no 
tienen su verdadero sentido si se excluye éste.»35.

En una cosa es elocuente el Evangelio: en su silencio sobre María. "Nada más oscuro, 
nada más desconocido en la historia de los hechos humanos que el origen y el fin de 
María".36 Un silencio que tanto ha exasperado a impenitentes maximalistas marianos que 
escardan la Escritura en busca de lo que no existe y que no perciben la belleza de ese 
silencio:

«Después de tanto hablar de ti, 
casi te callo ahora, 
concorde con la voz de tu silencio. 
(Decir el 'fiat' y entregar el seno. 
Cantar, agradecida, en la montaña, 
para todos los vientos de la Historia, 
el gozo de los pobres libertados. 
Y ya callar, detrás del Evangelio. 
Y darle al mundo el Redentor Humano. 
Y devolverle al Padre el Hijo). 

¡Dios te salve, María,
-veinticinco de Marzo y Mato Grosso-, 
madre de la Palabra, en el silencio!»37

En el silencio del Evangelio sobre María podemos rastrear, tal vez, su propia esencia: la 
de "escuchar" más que decir. El "fiat" de María casi como que se le escapa, más que lo 
dice, porque la acción primera es obra del Espíritu que la penetra e inunda. La historia de 
María es más lo que en ella es hecho que lo que ella misma hace.

«Y el ángel la deja. María vuelve a encontrarse sola, frente a la historia abierta de ese Hijo, que será también 
su propia historia. Una historia que recibir y una historia que hacer".38

4. «Hermana peregrina de los pobres de Yahvé»... 39
M/PEREGRINA: Peregrina. Hermosa palabra para definir a María. Hace años se la venía 
llamando así. El Papa Juan Pablo II recoge ahora ese título en su reciente Encíclica 
Redemptoris Mater y hace de él -"peregrina de la fe"- el centro doctrinal de toda su 
exposición. Lo esencial de María es su fe. No una fe poseída, sino una fe recibida y 
recreada como un continuo éxodo o peregrinación, desde la seguridad de quien "conoce" lo 
que cree hasta el total fiarse, desconociendo lo que espera.

«Y esta 'obediencia de la fe' por parte -de María a lo largo de su camino tendrá sorprendentes analogías con la 
fe de Abraham. Como el Patriarca del Pueblo de Dios, así también María, a través del camino de su 'fiat' filial y 
maternal 'esperando contra esperanza', creyó. De modo especial, a lo largo de algunas etapas de este camino, 
la bendición concedida a 'la que ha creído' se revelará con particular evidencia. Creer quiere decir 'abandonarse' 
en la verdad misma de la palabra del Dios viviente, sabiendo y reconociendo humildemente 'cuán insondables 
son sus designios e inescrutables sus caminos' (Rm 11,33)» 40. 

María es, por su fe, verdadera "hija de Abraham" a quien le es pronunciada la palabra 
"salir" como clave de la existencia. María, como Abraham, se pone, pues, en camino, 
haciéndose así canal de la misma promesa cumplida, como resuena en el Magnificat. El 
Magnificat mismo es una "lectura" en fe de toda su vida: 

"María, desde esta perspectiva, anuncia la bienaventuranza en medio de la persecución, la bondad en el 
desamparo, el futuro en los proyectos rotos, la saciedad en la carencia, la abundancia en el vaciamiento, el 
valimiento en la inseguridad.» 41.

María, como Jesús, tuvo que "aprender a creer" o, como dice la Escritura, "a obedecer" 
(Heb 5,8), pues fe es obediencia, en cuanto significa fidelidad en el fiarse de quien es 
Roca, en la inseguridad concreta de la vida. María no se aprendió el Magnificat en más 
catecismo que en la propia vida vivida día a día en seguimiento "creyente" de su hijo 
Jesús:

"Te pregunté, Señor, cómo aprendió María el Magnificat. Y me convence eso de que no lo aprendió solamente 
leyendo a los profetas, meditando los Salmos, orando y consultando los libros sagrados. Ni lo aprendió 
únicamente en la anunciación y mientras fue cerro arriba a la casa de Isabel. Sino que tuvo que aprenderlo a lo 
largo de su vida, contemplando tu vida y tu muerte, Señor. Aprendiendo de ti a guardar en el corazón la 
inseguridad, la insatisfacción, la humillación, la persecución y la muerte del hijo para confrontarlo todo con la 
esperanza de la fe y la lectura de los profetas y los salmos" 42.

Y no fue fácil caminar con Jesús desde la cuna hasta la cruz. La ignorancia, la tentación 
y la fe son claves para el conocimiento de María, como lo son para,el conocimiento de 
Jesús.

"Jesús: Eres valiente, mamá.
María: No, hijo, qué va, me estoy muriendo de miedo. Y sigo sin entender bien lo que Dios se trae entre manos 
contigo. Pero no te preocupes, que no me voy a atravesar en tu camino. Al contrario, me gustaría seguirte... me 
gustaría ayudarte... pero no sé cómo" 43.

La grandeza de María no consiste simplemente en ser la madre de Jesús, sino en el 
nacimiento de ella misma como "hija" -mujer nueva- al hacerse discípula de Jesús en 
seguimiento. María le enseñó a Jesús a llamar a Dios "Señor de la Historia", el "Dios 
libertador". Jesús le enseñó a María a llamarle, sobre todo, Padre. Jesús había hecho la 
síntesis. María le siguió como "primera cristiana".
Pero es difícil imaginar en María realmente una fe en crecimiento, progreso, desde la fe 
pequeña y débil hasta el sí pleno de la entrega. Estamos demasiado acostumbrados a 
imaginar el "fiat" dicho una vez nada más y sin titubeos. Pero no hay fe sin duda, ni valentía 
sin miedo. El seguimiento que María hizo de su hijo no fue tan sólo en seguimiento propio 
de la primera etapa de su vida, en plena euforia de los "signos" en que el Reino de Dios se 
está manifestando. María está, ciertamente, en ese momento, pero su seguimiento se 
profundiza en una segunda llamada, cuando ya todo está perdido y sólo queda "ir a 
Jerusalén" y "perder la vida por él" (Mt 16,21-27), llegando hasta la misma cruz:

«A los pies de la cruz, María participa, por medio de la fe, en el desconcertante misterio de este 
despojamiento. Es ésta, tal vez, la más profunda kénosis de la fe en la historia de la humanidad. Por medio de la 
fe, la Madre participa en la muerte del Hijo, en su muerte redentora»44

María sigue ahora, igual que entonces, a los pies de la cruz:

«Después de matarle al hijo
se lo entregaron para que lo llorara; 
y la madre lloraba, Señor, 
a su hijo joven asesinado.

En estos años terribles, 
las madres latino-americanas 
reproducen incesantemente 
el misterio del dolor del Viernes Santo.

María de Nazaret, 
la Piedad herida y fuerte,
es la hermana mayor 
de esta inacabable cofradía
de madres traspasadas de dolor y fortaleza.

En estos días terribles 
las Piedades de los templos 
se bajaron de sus nichos seculares, 
la madera preciosa se hizo carne palpitante,
y las plazas y los campos y las casas 
volviéronse calvarios vivos» 45

5. Testigo de la fiesta
Que Dios es Padre, paternidad, persona-roca. Que a Dios no se le conquista, sino que 
uno es conquistado. Que todo es gracia. Que no hay que "merecer": somos regalo de Dios 
para nosotros mismos. Por todo ello María dice: "Proclama mi alma la grandeza del Señor... 
porque el Poderoso ha hecho tanto por mí' (Lc 1,46.48).

GRATUIDAD/QUE-ES: «Junto al gozo, la experiencia de la gratuidad es artículo fundamental para una carta 
de identidad cristiana; y en este punto aciertan muchas demandas últimas, frente a los innegables prometeísmos 
y fariseísmos de los años 'revolucionarios'. Aquí tenemos, pues, una de las formulaciones más transparentes de 
lo que es la gratuidad: descubrir la grandeza de lo propio y descubrirla como no-propia y, en concreto para un 
cristiano, como de Dios; descubrir el poder de Dios en la propia grandeza recibida, en lugar de buscarlo en la 
adaptación de Dios a todos nuestros deseos (... ). Los muchos cristianos que, en algún momento de su vida, 
han podido recitar su propio Magnificat, saben hasta qué punto María ha configurado aquí su identidad cristiana y 
hasta qué punto la proclamación de cada uno es, efectivamente, una experiencia de júbilo" 46.

Dios está loco, sí: ¿Qué tiene María para que Dios se fije precisamente en ella? ¿Qué 
méritos puede presentar ante Dios esta "pobre paleta", campesina pobre, mujer e ignorante 
... ? ¡Cómo quisiéramos nosotros que todo lo que nos ha ocurrido con Jesús se hubiera 
manifestado en grandes signos, algo que "mereciese la pena..."! Pero ya ve usted: María se 
sorprende y nosotros nos escandalizamos. Necesitamos un Cristo más "Cristo" y una Virgen 
más "Virgen". A Jesús le hubiéramos comprado un buen caballo blanco, esbelto y 
enjaezado, para entrar en Jerusalén. Y a María nos gustaría ponerle más collares y mantos 
y estrellas. A ella, la "pobre campesina" que, según ella, no hizo nada, sino tan sólo Dios, y 
"a su manera", casi como si no fuese Dios, como entrando entre nosotros en chancletas:

«Para no ser Dios apenas 
el Verbo quiso de mí 
la carne que hace al Hombre. 
Y yo le dije que sí 
para no ser niña apenas.

Para no ser vida apenas 
el Verbo quiso de mí 
la carne que hace la Muerte. 
Y yo le dije que sí 
para no ser madre apenas.

Y para ser Vida Eterna 
el Verbo quiso de mí 
la carne que resucita. 
Y yo le dije que sí
para no ser tiempo apenas.» 47

Pero ¿quién dijo "sí" en el sí de María? La gloria de María ¿no es justa "recompensa" a 
todo lo que ella hizo? ¿No merecía orar así María: "Padre, te doy gracias porque no soy 
como las demás mujeres..."? Sabemos que fue justo lo contrario, porque María espera y 
calla, María nunca ha sido Prometeo. Haciendo, se deja hacer, sin llegar a saber hasta 
dónde llega ella, hasta dónde llega Dios. Sabe, mejor que nosotros, que cuando se es 
habitado del Espíritu sólo se puede hacer una cosa: "decir" -dejar que sea dicho en ella- la 
palabra "¡Abba! " (Gal 4,1-8).
María de la gracia, la libertad y la fiesta, "Principio y Fundamento" de un Magnificat que 
cante en los pobres al Reino del Padre. El Espíritu ha penetrado en el alma de María y 
canta "Abba" traducido en Magnificat, como agua fresca que nace en ella de la paternidad 
de Dios, como regalo y definitiva libertad. Por eso los grandes criticarán así a Jesús: "Los 
discípulos de Juan tienen sus ayunos y sus rezos, y los de los fariseos también; en cambio, 
los tuyos... a comer y a beber" (Le 5,33). Eso es lo que María nos enseña como "primera 
cristiana": que lo nuestro es "comer y beber".... libertad que va naciendo día a día, en 
camino; proceso, descubrimiento y lucha; paso de ley a filiación. María introdujo a Jesús en 
esa "minoría de edad" de la que habla Pablo (Gal 4,1-5), sometido a la ley. Pero Jesús 
enseñó a María a superar la ley y a hacerse "adulta" por el Reino. Ojalá supiésemos 
nosotros aprender esa sabiduría del "¡a comer y a beber!". Ojalá conociésemos la 
esencialidad de la fiesta, de lo gratuito, del juego y de la libertad, frente a una falsa lucha, 
prometeísmo, ética malsana y culpabilizante. Quizá, junto a María, encontraríamos la clave 
de una nueva cultura alternativa de gratuidad frente a la pesada y moribunda cultura del 
trabajo (¡asalariado!), que con razón desprecian tantos jóvenes. Quizás alcanzaríamos una 
nueva visión del mundo y de nosotros y llegaríamos a poder sentarnos en la acera con una 
auténtica "litrona", contestataria y libre, con la etiqueta "Padre".
(·Saborido-Jose-Luis. _SAL-TERRAE/87/10. Págs. 753-768)
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1. Lumen Gentium, n. 67.
2. Redemptoris Mater, n. 2
3. Marialis Cultus, n. 38.
4. Ibid. 5. Ibid.
6. Marialis Cultus, Introducción.
7. Ibid., n. 24.
8. Ibid., n. 34.
9. Ibid., nn. 16-24.
10. Lumen Gentium, nn. 60-66. Redemptoris Mater, n. 26.
11. Marialis Cultus, n. 30.
12. Ibid., nn. 2-16 y 31; Redemptoris Mater, n. 3.
13. Lumen Gentium, n. 69; Marialis Cultus, n. 32; Redemptoris Mater, nn. 20 y ss.
14. Lumen Gentium, n. 62; Marialis Cultus, nn. 25 y ss.
15. Marialis Cultus, n. 34.
16. Ibid., nn. 24, 35, 36 y 37.
17. Ibid., n. 41; 42-45. 
18. Lumen Gentium, nn. 58 y 68; Marialis Cultus, n. 17; Redemptoris Mater, nn. 5. 6, 12-18 y 20-25.
19. Marialis Cultus, n. 39.
20. PHILIPPE FERLAY, María, madre de los hombres, Ed. Sal Terrae, Santander 1987, p. 15.
21. RENÉ LAURENTIN, La cuestión mariana, Ed. Taurus, Madrid 1964, p. 102.
22. J. I. GONZÁLEZ FAUS, Memoria de Jesús, memoria del pueblo; Ed. Sal Terrae, Santander 1984, 
Artículo: "María: memoria de Jesús / memoria del pueblo", pp. 15-16.
23. Marialis Cultus, n. 37.
24. Ibid., n. 36.
25. Ph. FERLAY, op. cit., pág. 17. Ferlay opta por abordar la figura de María desde la óptica de la vocación 
humana a una misión, como dimensión esencial de toda persona.
26. Marialis Cultus, n. 37.
27. J. I. GONZÁLEZ FAUS, op. cit., p. 16.
28. P. FERLAY, op. cit., p. 17.
29. R. LAURENTIN, op. cit., PP. 189-190.
30. CESAREO GABARAIN, "Madre del amor", Ed. Paulinas, Madrid 1983.
31. JOSE ANTONIO OLIVAR - JESUS GLÜCK, Ave María de todos los Pueblos, Ed. Paulinas, Madrid 1982.
32. JOSE LUIS CORTES, ¡Qué bueno que viniste! PPC. Madrid 1976. Un Señor como Dios manda, PPC, 
Madrid 1979; Para servir a Dios y a usted. PPC, Madrid 1980.
33. J. IGNACIO Y MARÍA LÓPEZ VIGIL, Un tal Jesús, Lóguez Ediciones, Salamanca 1982, Vol. 1, p. 7.
34. PEDRO CASALDALIGA, Experiencia de Dios y pasión por el pueblo, Sal Terrae, Santander 1983, p. 137 
("María de nuestra liberación"). 
35. R. LAURENTIN, op. cit., pp. 188-189.
36. Ibid., p. 190-191.
37. PEDRO CASALDALIGA, Fuego y ceniza al viento, Sal Terrae, Santander 1984, p. 50 ("Santa María sin 
más títulos").
38. ALBERT ROUET, María, la aventura de la fe, Sal Terrae, Santander 1980, p. 35.
39. Rev. MISION ABIERTA, núm. 2, abril 1976, vol. 69. María del Evangelio, p. 133. Todo este número de 
MISION ABIERTA tiene un gran interés pastoral y, de hecho, muchos de los pastoralistas lo usan con 
frecuencia en su pastoral ordinaria al tener que abordar el tema de María.
40. Redemptoris Mater, n. 14.
41. JOSE LUIS SABORIDO. "María del Siglo XX", en CATEQUETICA, septiembre-diciembre 1987.
42. TEOFILO CABESTRERO, Orar la vida en tiempos sombríos, Sal Terrae, Santander 1985, pp. 110-111.
43. J. IGNACIO Y MARIA LOPEZ VIGIL, op. cit., p. 575.
44. Redemptoris Mater, n. 18.
45. PEDRO TRIGO, Salmos de grupos cristianos populares, Centro Gumilla, Venezuela 1981. (XIV, p. 28).
46. J. I. GONZALEZ FAUS, op. cit., p. 25.
47. PEDRO CASALDALIGA, Fuego y ceniza al viento, p. 41 ("El Verbo quiso de mí").